ÑORANZA】

Eriol Hiragizawa (26) & Alterna!Tomoyo Daidouji (16)

Advertencias: OOC, narración trepidante y cabos sueltos por doquier.


Ella es una hechicera.

No en el sentido literal de la palabra —como él—, si no en aquél más literario y encantador de antaño.

Una sonrisa queda y deslumbrante se esboza en el rostro de la fémina de oscura y suntuosa cabellera, obligando a Eriol a girar la cabeza de un lado a otro a fin de desconectarse de tal visión. Un gesto digno de una Mona Lisa, de una fémina tan propia de un otoño antiguo de confortables conversaciones y pintorescas risitas en los momentos adecuados.

O, al menos, ése era el caso de su Tomoyo, su Tomoyo Hiragizawa.

El viajero adimensional exhala y desciende su visión a la encantadora alfombra del palacio, en vano intento de no solapar a la fémina reinante en sus memorias sobre la imagen de la princesa adolescente que saluda a sus invitados, sin importarle si estos pertenecen (o no) a su clan o a sus tierras o, siquiera a su tiempo en aquél desgastado mundo rodeado por siete lejanas lunas.

—¿Qué he hecho? Mendigar una imagen…— Él aprecia la tensión en los hombros, en el cuello; como en aquellos días que pasaba horas y horas interpretando bellas sinfonias junto al lecho de su agónica consorte—. No… debo irme…

Determina el varón, cuya pérdida asoló su razón y le llevó a viajar dimensión tras dimensión a pesar del alto coste; con el propósito de hallar un símil de la mujer que perdió, de la mujer que expiró en cuerpo y alma en pos de permitir la existencia de su abyecto amado. Una persona que jamás debió existir, al igual que el benévolo Fujitaka Kinomoto.

Después de todo, Clow Reed era la solución del multiverso a limitar el caos y, sin embargo, por amor —por amor jamás correspondido— él decidió fraccionar su ser y, por lo tanto, ambos fragmentos viscerales del excelso mago están destinados a perecer de horridas maneras y, así, ser excluidos de la historia de cada universo en el cual se atrevan a nacer.

O, al menos, si sus amadas lo permitiesen.

Dado que, ni la dulce Nadeshiko ni la suspicaz Tomoyo dudaron ni un instante en sacrificar su ser y quebrantar su registro akáshico a fin de mantener con vida a quiénes yacían al final de su trémulo hilo rojo.

Parpadea, Hiragizawa nota de inmediato que ha cautivado la atención de la joven e intenta retroceder, desaparecer.

Sin embargo, permanece.

—¡Qué hoy las lunas estén a su favor! — La falda del distinguido vestido es extendida con primorosidad, y el mago está seguro que ella fue quién confeccionó aquella prenda y, también, elaboró el diseño—. Perdone mi osadía, pero he venido a presentarme. — Sonríe, un calco a cuando ella… no, a cuando su Tomoyo se presentó a él durante su estadía en la Escuela Primaria Tomoeda.

Y, de hecho, si el hombre aspira: también se encuentra presente el leve perfume de jazmines de ese entonces, el cual más tarde su adorable esposa cambió a uno de lirios y madreselva.

—Tomoyo Daidouji, sacerdotisa de la séptima luna. — Lleva a cabo una breve y elegante reverencia, en la cual sus hebras malva ascienden en el diáfano vacío debido a la ligera gravedad en aquél agónico cuerpo celeste.

No agrega más.

Natural, ella nunca desperdició las palabras… no, no… Eriol apisona los labios, obligándose a separar la información acerca de su finada cónyuge a la cálida presencia de la muchacha.

—Mi nombre es Eriol. — revela, aún si brindar tal información a una desconocida resulta arriesgado en un mundo dónde la magia impera—. Qué hoy las lunas sonrían a vuestra fortuna…— completa el saludo ritual. Sin embargo, su cuerpo actúa antes que su mente y, pronto, se coloca de rodillas y aprehende la pequeña mano de la noble, quién da un leve respingo ante la inusitada conducta.

Ante el efímero ósculo que el hombre deposita con total respeto en el dorso ajeno.

Un gesto que desata el revoloteo de reminiscencias ajenas en la vivaz mente de la futura monarca, la cual permanece en calma porque no teme a lo desconocido.

Y, mucho menos, al varón frente a ella.

A quién la jovencita considera la encarnación de la luna que ha velado por ella desde su nacimiento y en sus sueños, dado que aquel varón profiere un aura sin comparación. Tan irreal y, a la vez, un hálito familiar que la lleva a bajar la guardia frente al excelso mago, quién sin esfuerzo alguno lee a la princesa. A esa Tomoyo a quién también le gusta cantar, la mermelada de naranja y la sensación del satín sobre su piel.

Esa Tomoyo.

Esa Tomoyo, quién sólo tiene dieciséis años… tal y como Nadeshiko cuando se encontró con Fujitaka…

—No existen las casualidades, sólo lo inevitable—. Rememora el hombre, quién ahora reconoce que Kaho tiene razón: él no debió implicar a la magia en su egoísta anhelo y, sin embargo, el dolor aminora al asegurarse que la esencia de su amada no se disipó en el multiverso. Ella aún existe; ella aún puede llegar a ser feliz (sin él)—. Lo siento, debo marchar.

Eriol deja de lado el protocolo de aquella dimensión y se da la media vuelta, no sin que la sacerdotisa también se aventure a irrumpir la parafernalia del evento y aprehenderle del brazo.

Dado que, ella también requiere respuestas del por qué durante años ha soñado con la refinada encarnación de su luna enseñándole a tocar un instrumento que no existe en esa realidad, o dándole a probar manjares "ingleses" que ella ha intentado recrear sin éxito o, el por qué ahora su corazón antes calmo se estremece ante la sola idea de dejarle partir.


Wow! ¡Subí dos fics en un día!

Y todo porque ando participando en una cadena del Club de Lectura de Fanfiction ovo, jo, jo, que si no, esta cuenta continuaría abandonada. Por cierto, este es mi primer fic de la parejita y, fue escrito más que nada para agradecerle a Lizy-Michaellis su dedicación en dicho foro, así como todo el buen ánimo que trae consigo y que siempre nos contagia durante las actividades.

En fin, ¡muchas gracias por leer!