SATURNO

Estiró la mano y sin abrir los ojos, acarició el pecho de su compañero de cama. Era reconfortante sentir algo cálido y tibio bajo su mano que se había enfriado producto de la ventana abierta de la habitación.

De golpe, cayó a la realidad y se sentó tapándose hasta la cabeza. A su lado estaba Harry. No Ron. Harry.

Empezó a respirar cada vez más fuerte y trató de no hiperventilar porque eso seguro que no ayudaría en nada a la situación.

Miró hacia la ventana y se levantó en busca de aire. Sacó la cabeza por completo y sintió las pequeñas gotas que mojaban su nuca.

No podía creer en dónde estaba o lo que había hecho.

Ella. Hermione Granger le había sido infiel a su esposo, a Ron Weasley, padre de sus 2 hijos. Con quien compartía una vida después de la guerra.

Harry se movió en la cama y giró hacia ella abriendo perezosamente los ojos.

—Hermione. Ven, por favor, hablemos. No entres en pánico—.

Ella se acercó lentamente. Después de todo, de qué servía hacer un espectáculo de gritos y llantos si sabía bien que había ido por sus propios medios.

Esa noche, se habían quedado hasta tarde en el living de los padres de Ron, ríendose y compartiendo anécdotas. Habían dado las 2, las 3, las 4 y ellos seguían charlando. Ya no quedaba nadie en la sala común cuando, tímidamente, Harry le dijo que le gustaba la forma en la que se veía. Probablemente fuera el cansancio y las cervezas de aguamiel demás que había consumido, pero la había halagado y puesto los pelos de punta a la misma vez.

Ella no recordaba qué le había dicho específicamente en respuesta pero recordaba que él se había parado y agradecido con una reverencia mal hecha que hizo que ambos rompieran en carcajadas.

Todo mundo en la casa de los Weasley se había ido hace unas horas a la inauguración de la nueva tienda de George y ellos habían quedado rezagados por si aparecía Percy a buscar libros que había solicitado por correo lechuza.

Harry le extendió la mano para ayudarla a levantarse y le dijo de forma casual si quería ir a tomar unas cervezas más a un pub que conocía cercano al Ministerio. –Tranquila, es para muggles, nadie nos reconocerá ahí.- Era tan práctico y sencillo hablar con él… conocía sus caras y gestos sin tener que llegar a pronunciarlos. Él sabía que últimamente no quería estar cerca de los lugares donde concurrían magos. Después de la guerra, todo mundo se había puesto en piel de fanáticos y solo querían agradecer y agradecer.

Y aunque ya habían pasado largos 13 años desde que todo terminó, siempre había alguien que la reconocía por su labor en el ministerio, por su amistad con Potter y eso desencadenaba un sinfín de miradas y saludos.

Se dieron la mano para desaparecer y sintieron ese gancho familiar, tirando de sus ombligos y haciendo que todo dé vueltas y más vueltas.

Al llegar al pub, caía una llovizna abundante y aunque Harry tiró de ella para sacarla del agua, Hermione estaba plantada con la cara mirando al cielo, dejando que se filtre en su pelo y le refresque las mejillas.

—Vamos, te vas a resfriar— le dijo Harry tomándola de la cintura y llevándola hasta el bar. No pudo evitar tener un pequeño escalofrío cuando la tocó. Era un roce inocente pero nadie más además de Ron, había tenido esa cercanía con ella. Al menos desde hace años si contaba a Viktor Krum.

Su cabeza empezó a pensar qué distinto se siente el cuerpo propio en las manos a las que uno no está acostumbrado y sacudió la cabeza, como quién se saca unos nargles molestos.

—¿Todo está bien? —. Le preguntó Harry mientras, sin sacar su mano –ahora en su cadera- la guíaba hasta la mesa más apartada.

—¿Qué quieres tomar? — le contestó ella sin contestar.

Harry sonrío y apretó levemente su cadera y finalizó el contacto. Se sacó el saco y la ayudó a ella. Sin mover la varita, pronunció un hechizo no verbal y Hermione estaba seca nuevamente.

—Ahora sí, evitaré que Ron se pregunte por qué te enfermaste si estábamos en la madriguera—.

Afuera lloviznaba sin cesar y poco se veía que estaba por amanecer. Hermione se desperezó sin ningún tipo de tapujo y al abrir los ojos luego de bostezar, se encontró con los de Harry vagando por la piel que dejaba ver su jersey blanco y fino. Se tapó instintivamente y sonrió.

Harry la miraba serio, como tratando de ver qué pensaba.

—Sabes, le dijo él, puede ser por el efecto de las cervezas, puede ser que no te veo hace mucho más de un año pero no puedo dejar de notar qué linda estás—.

—Gracias— contestó Hermione, y apuró el vaso para que no se note lo colorada que estaba.

—Por favor, no lo tomes a mal. Pero no he dejado de observarte desde que llegamos a la madriguera. Estás distinta. Más salvaje, más…

—Disculpa que te corte, Harry, pero no sé a dónde quieres llegar. Creo que ya estamos grandes para esto.

Harry bajó la cabeza y asintió—. Tienes razón. Es la cerveza, el cansancio y muchas horas persiguiendo pistas muertas. La cicatriz no deja de dolerme—.

—Estás somatizando problemas en casa o en el mismo trabajo mediante esa cicatriz. Lo sabes—. Hermione bajó la mirada. Se había enterado por Ron, que Harry a quién hacía mucho no veían por estar trabajando en el exterior, había comenzado a dolerle la cicatriz. Ron decía que era por haberse peleado con Ginny. Ginny decía que era por no volver a casa seguido. Y así continuamente.

—No estoy somatizando una mierda. Sé de lo que hablo. No tengo pruebas aún pero sé de lo que hablo. Por eso tanto tiempo afuera, investigando, siguiendo pistas. Hermione, recuerdas que te dije que Draco estaba implicado y tú no me creíste. Bueno, este es el mismo caso.

—Harry…—. Hermione suspiró. Tenía razón. Hasta cierto punto—. Creo que estás paranoico. Creo que debes parar. Debes volver a tu familia. A Ginny, a tus hijos.

Harry la miró sin decir nada. Solo la miraba.

A decir verdad, desde que volvió esa semana a la madriguera había estado extraño. Huraño, molesto, hasta evasivo. Solo ese día en que todos se iban parecía que su humor había mejorado.

—No quería venir, ¿sabes? —. Le dijo sin dejar de mirarla—. No quería retomar ningún contacto. Estar afuera, solo. O venir a ver solo a mi familia, me hace bien, pero no quería estar con gente. Obviamente que Ginny me obligó y terminé viniendo pero no quería hacerlo. Últimamente me acosan pesadillas, dolores en la cicatriz…pero sobre todo, en mis noches más bajas y oscuras, lo que me trastorna es no haber hecho lo que tendría que haber hecho esa noche en la carpa cuando Ron se fue.

Hermione levantó la vista sin entender.

—No estoy siendo la persona más racional en este momento, Hermione, pero repaso en mi cabeza todo el tiempo que debería haberte besado, debería haberte sido sincero. Por Merlín. Te encuentro linda— hizo el además de comillas con las manos- desde tercer año. Que digo linda, deseable, compañera, tengo tantos etcéteras—. Le pegó a la mesa con frustración—. Pero nunca te lo dije porque Ron estaba en el medio, porque él me comentó que estaba interesado en ti. No podía decirle que yo también disputaba tu amor. Tú eres una de las razones por las que me fui tan lejos. Necesitaba pensar con claridad. Todos estos años luego de la guerra, evitaba ir a la madriguera, evitaba los lugares comunes—. Hermione comenzó a pensar que sí, para ser sinceros, le había molestado que Harry se apartara. Si bien ella había vuelto a Hogwarts y Ron y Harry no, no había reparado en el poco tiempo que habían pasado juntos. Lo atribuía a su fin de completar su formación como aurora, luego el trabajo, luego la casa y los niños. Nunca se puso a pensar que Harry la evitaba a propósito. Siempre pensó que era ella quien había estado reticente.

—Hermione— dijo Harry tocándole la mano—. En serio me gustas. Siempre lo hiciste. No voy a decirte que Ginny no me hace feliz, que mis hijos no me hacen feliz. Sería un hipócrita. Pero me arrepiento cada día de las decisiones que no tomé.

Hermione sentía que la piel le quemaba allí donde él la tocaba. Escuchaba la lluvia caer cada vez más fuerte y en lo único que podía reparar era en el calor de su mano. Ese sentimiento que había guardado por tantos años, más que guardado -bloqueado- estaba haciendo mucha fuerza por salir.

—Harry…esto no es apropiado. Estás casado. Yo también. Tenemos hijos, una vida hecha Harry, ¿estás consciente del dolor que esto traería? —.

—Sí. Lo estoy. Pero no quiero seguir vivendo un día más pensando qué habría pasado si…

Cayó un rayo que hizo temblar los cristales del ventanal que daba a la calle y el aire se llenó de energía. Sintió los labios de Harry pegados a los suyos y se apartó con rapidez.

—No, Harry, no. Esto está mal. Es incorrecto.

Harry se removió el pelo furioso y la miró a los ojos—. Tú tampoco eres feliz del todo. En serio vas a seguir así por el resto de tus días.

—No. Solo hasta que los niños sean mayores y no les duela tanto que sus padres se separen—. Lo dijo de un solo tirón y a media frase se dio cuenta que lo había realmente dicho en voz alta.

Harry la miró sorprendido.

—No sé si podré aguantar tanto tiempo, Hermione. No lo sé.

—Pues tendrás que hacerlo porque eso planeo hacer yo, Harry. Es lo más sensato—. Se levantó de golpe y tomó su chaqueta. Tenía que darle un corte porque no era estúpida. Realmente deseaba seguir así. Cerca. Respirándolo. Pero el costo a pagar era demasiado.

Harry la miró alejarse y cerró los ojos derrotados. Otra vez no volvería a intentarlo.

Con la rapidez de un buscador, caminó con paso firme y se hizo paso entre la gente que entraba al bar con cara de dormida.

La tomó del brazo y usó el impulso para darla vuelta. Enseguida la tomó de la cadera y la pegó a la suya. No quería perder ni un minuto más. Sus cuerpos rebotaron por el impacto y ella lo tomó de los antebrazos. Sus narices quedaron tan cerca que respirar aire limpio era imposible.

—Por favor, esta ventana de oportunidad, no se volverá a abrir de aquí a muchos años, Hermione.

Por la puerta abierta del pub, entraba aire frío y gotas de lluvía. Afuera llovía con ganas.

Hermione cerró los ojos y aflojó las manos. Apoyó su frente contra la de Harry y sin mirarlo, se humedeció los labios—.¿Dónde vamos?

La respiración de Harry se volvió rápida mientras la besaba desaforadamente. La empujó lentamente hacia la puerta y Hermione ahogó un grito por la lluvia helada que la empapaba.

Harry se despegó lo suficiente para pronunciar un hechizo no verbal y desaparecieron.