Cinco: Un secreto y un misterio.

Hally Hermione Potter... Esas palabras resonaban con fuerza en la cabeza de HHP como si fueron un eco interminable. Volvió a tener aquel sueño en el que dos encapuchados caminaban por una calle fría y solitaria y se detenían ante una enorme puerta de madera. Volvió a escuchar la voz de mujer recitando unos versos a modo de canción de cuna, pero esta vez sí le vio el rostro. Era el rostro de la encapuchada que le había dicho que ella y el hombre de cabello negro, ojos verdes y anteojos eran sus padres. Pero lo que menos podía creer de todo aquel asunto era que ella fuera hija del mago más famoso del mundo mágico: Harry Potter. No, definitivamente debía estar soñando. O era una broma muy pesada.

—No creo que haya sido buena idea decirle —escuchó la niña que decía una voz de mujer con seriedad —Mira cómo se puso...

—Se puso así porque no se lo esperaba, Hermione —contestó una voz de hombre —O acaso dime¿no reaccionaste de forma muy parecida cuando te propuse matrimonio?

—Eso es distinto, Harry, y lo sabes.

—Sí, lo sé, pero se parece mucho.

Las voces hablaban en voz baja y HHP estaba dándose cuenta de que estaba acostada¿pues qué había pasado? Le costaba trabajo recordar los últimos sucesos, pero poco a poco las imágenes empezaron a acomodarse en su cerebro: la fiesta, los regalos, el paquete de Danielle, su nombre... ¡Eso era, por eso estaba acostada! Le habían dicho su nombre, no se la había creído y se había desmayado. ¿Pero cómo podía creer una noticia semejante, sobre todo de la forma en que la recibió? Empezó a abrir los ojos lentamente y movió la cabeza.

—¡Mira, está despertando! —indicó la voz de mujer.

La niña parpadeó varias veces, alzando la cabeza, para poder enfocar bien a las personas que tenía enfrente, pero se dio cuenta de que no las distinguía porque no traía sus anteojos.

—Mis anteojos... —susurró.

–Aquí están –le indicó el hombre, entregándoselos –Vaya que nos diste un buen susto, Hally.

La niña se puso los lentes y frunció el entrecejo.

—¿No es una broma? —soltó, sin pensarlo mucho —¿En serio me llamo...?

—Hally Hermione Potter —reafirmó la mujer —Sí, claro. Sólo que para evitar confusiones, espero que no te importe que te llamemos Hally. Verás, es que yo me llamo Hermione.

Hally se repitió su nombre una y otra vez, para convencerse de que no era un sueño o un mal chiste. Hally... no sonaba mal. Al menos era mejor que el apodo que le había puesto esa antipática de Sunny en el orfanato. Y el hecho de ser una Potter la llenaba de un extraño sentimiento, mezcla de orgullo y alegría que nunca antes había sentido. Miró con detenimiento a los dos adultos que tenía enfrente, sentados en sillas de madera junto a la cama en la que ella estaba, buscando semejanzas. Bueno, si de verdad eran sus padres, tenía que parecerse a ellos de alguna forma. Notó que su cabello era como el de Harry, al igual que la forma de la cara y la nariz. En cuanto a Hermione, tenía sus mismos ojos, sus cejas y su boca. Se llevó una mano a la oreja derecha, a su arete, y lo frotó un poco. Era una especie de tic que hacía cada vez que se quedaba muy pensativa o muy asombrada.

—Una Potter... –dijo pensativamente, luego de unos segundos –No puedo creerlo.

Los adultos le sonrieron.

–Bueno, después de la forma en como has vivido, no nos extraña –admitió la mujer –Oye¿no tienes nada qué preguntarnos? Se te nota en la cara que todavía no crees esto del todo.

Hally asintió.

–¿Porqué me dejaron en el orfanato?

–Es una larga historia –susurró el señor Potter –Y espero que no tengas mucho sueño, porque queremos contártela toda. Ya que empezamos con las revelaciones, lo justo es que te contemos lo más posible.

Hally volvió a asentir.

–Seguramente sabes quién soy yo –comenzó el señor Potter –Todo lo que dicen que hice y esas cosas... No me detendré mucho en esa parte de mi vida. Pasaré directo a lo que te interesa, que es la razón para haberte dejado en el Orfanato Greenwich. Verás, luego de que vencí a Voldemort, los magos pudimos volver a nuestras vidas normales. Todos estaban muy contentos por lo que yo había hecho y a donde quiera que iba, me trataban como de la realeza. Pero yo no quería eso, sino vivir lo más tranquila y normalmente posible que puede vivir un mago, así que ingresé al Ministerio, a la división de Aurores. Pensé que mis experiencias con Voldemort me ayudarían a quitar de las calles a magos malvados que no eran ni la mitad de poderoso que él. Fue un duro entrenamiento, pero lo acabé con honores y cuando me puse a trabajar, me di cuenta de que por fin estaba haciendo algo que yo quería sin pensar en que podían matarme.

–Mientras tu padre hacía eso –continuó la señora Potter –Yo también hacía mi vida. Harry siempre fue el centro de atención, por lo que cuando acabamos el colegio nadie se fijaba en mí y eso me dio un respiro. También entré al Ministerio, pero como sabía que no tenía el temple para ser Auror, decidí buscar un empleo más acorde conmigo. Y así fue como me hice una de las mejores Inefables del Departamento de Misterios. Siempre había sido buena para resolver misterios y además, poseía una cualidad indispensable para el puesto: era capaz de esconderles secretos hasta a mis mejores amigos, lo que no cualquiera puede hacer.

–Un día,varios años después de ingresar al Ministerio, nos encontramos en los pasillos –recordó el señor Potter con una sonrisa –Nos saludamos y acordamos reunirnos un día para ponernos al tanto de nuestras vidas. No fue difícil, y platicamos largo y tendido. Hermione no decía mucho por el carácter de su trabajo y yo me divertía de lo lindo contándole algunas cosas graciosas del trabajo, ya que tampoco podía decir mucho de los casos que atendía. Así nos la pasamos un par de años, reuniéndonos de vez en cuando y hablando de todo lo que te puedas imaginar, hasta que un día no aguanté más y la invité a cenar a un lugar muggle muy elegante y en cuanto estuvo en su silla le dije: ¿Quieres casarte conmigo?

–Nunca me lo hubiera esperado –la señora Potter sonrió con timidez –Y tengo que confesar que reaccioné exactamente igual que tú: me desmayé. Asusté a Harry bastante y cuando desperté, lo único que tenía en la cabeza era la respuesta: sí. Lo dije una y otra vez hasta que él lo creyó y de inmediato acaparó la plática: dónde quería que fuera la boda, los invitados, la recepción... Pero entonces recordó que tenía un problema y me lo dijo.

–¿Qué problema?

–Aunque Voldemort hubiera desaparecido, sus seguidores más fieles y peligrosos aún querían mi cabeza –explicó el señor Potter –Para ellos, yo era el causante de que sus sueños de grandeza al lado de su Señor Tenebroso se hubieran esfumado, y se lo confesé a Hermione. Ella no lo sabía porque yo nunca había querido decírselo, para no preocuparla, pero ya que había aceptado casarse conmigo, consideré que era hora de que lo supiera.

–A mí no me importó, le dije que mientras estuviéramos juntos, podríamos con lo que fuera. Pero como aún así Harry seguía preocupado, ideamos un plan. Nos casaríamos de la forma más secreta posible, para que los enemigos de Harry no lo supieran, y trataríamos de fingir que no éramos más que buenos amigos. Era la única forma de seguir con nuestras vidas normales sin arriesgarnos demasiado.

Hubo una pausa y la niña pensó que era porque lo que seguía de la historia era más difícil de contar que lo anterior. Pudo verlo en los rostros de sus padres, que de pronto se tornaron serios y nostálgicos. Pensó que lo que seguía del relato no era muy bueno.

–Tal como lo acordamos, nos casamos sencillamente, sin mucho alboroto –prosiguió por fin el señor Potter –Pero no nos hacía falta nada, pues nuestros amigos más queridos estaban allí. Teníamos lo indispensable para que fuera el mejor día de nuestra vida... Al menos hasta ese momento. Como decidimos casarnos en los días que nos dieron vacaciones en el trabajo, a nadie le extrañó no saber de nosotros en los días que estuvimos haciendo los preparativos y disfrutando la luna de miel. Cuando regresamos a nuestros respectivos empleos, lo único que tuvimos que hacer fue seguir portándonos como en los últimos años y hacerles un hechizo de invisibilidad a nuestras argollas de matrimonio para que nadie nos hiciera preguntas. Y claro, decirles a nuestros amigos que no mencionaran el asunto para nada.

–Pero no sirvió de nada –dijo la señora Potter –Cuando supe que estaba embarazada, pedí un año sabático en el Departamento de Misterios y eso, al parecer, les pareció sospechoso a mis superiores, pues de alguna manera se enteraron del secreto que teníamos Harry y yo. Me llamaron de inmediato y me cuestionaron mucho al respecto, por lo que tuve que confesarles toda la verdad. Por fortuna ellos comprendieron, pero algún miembro del departamento, quizá un antiguo partidario de Voldemort, divulgó la noticia y a partir de entonces fui victima de los más extraños accidentes. Harry me cuidaba siempre que podía, pero para empeorar las cosas, se le llamaba más seguido que antes para enfrentar a algún criminal mágico y casi no nos veíamos, pues tenía que desaparecer por días. Lo más extraño es que aurores más expertos o con más jerarquía que él no tuvieran esa carga de trabajo.

–Entonces alguien le ponía trabajo de más a propósito –supuso Hally.

–Eso fue exactamente lo que pensamos nosotros –concordó el señor Potter –Así que les pedimos ayuda a todos los amigos que teníamos en el Ministerio en los que podíamos confiar. Uno de ellos era nuestro mejor amigo en Hogwarts, Ron Weasley, que era auror también. Era un tanto distraído, pero perfecto para que la gente soltara indiscreciones en su presencia porque a veces su cara de inocente daba la falsa impresión de que no se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Y su esposa ni se diga, siempre tenía un aspecto inconfundible de chiflada. Él se había casado un año antes que nosotros y la esposa de Ron era la directora de una revista un tanto... inverosímil para el mundo mágico. Por medio de su revista, nuestros amigos nos comunicaban con una clave especial cualquier indicio que nos pudiera llevar a quien había revelado nuestro secreto a los mortífagos y a cualquiera que quisiera hacernos daño.

–Entonces¿qué pasó¿Algo salió mal?

–Por desgracia sí –la señora Potter soltó un suspiro –Los mortífagos se dieron cuenta de qué intentábamos y quisieron que los dejáramos en paz. El pobre Ron... –sin poder contenerse, se puso a llorar –Nunca me perdonaré que se metiera en todo eso por culpa nuestra... Y Percy...

Hally alzó las cejas, pues había reconocido el nombre de Percy. Si no mal recordaba, Rose le había contado que uno de sus tíos, el padre de su prima Penny, se llamaba Percy. Y según le había dicho, había muerto años atrás.

El señor Potter le tomó una mano a su esposa y se la apretó con fuerza.

–Ron quisio hacerlo –le recordó –Y dejó bien claro que si le pasaba algo, no sería culpa nuestra. Ron –se dirigió a su hija –acudió a un llamado del cuartel a medianoche, para atrapar a un mortífago que se suponía causaba estragos cerca del Palacio de Buckingham. Se apareció en el lugar enseguida y allí se encontró con su hermano Percy. Él le dijo que lo habían mandado llamar por un asunto relacionado con su departamento, el de Catástrofes en el Mundo de la Magia. Ron explicó para qué lo enviaron a él y entonces... La verdad es que desconocemos muchos de los detalles. Lo único que sabemos es cómo acabó todo.

–¿En qué acabó?

–Mataron a Percy –dijo la señora Potter, ya sin lagrimas en los ojos –Y encontraron rastros de un duelo mágico en el lugar. También encontraron una varita y creyeron que sería pan comido atrapar al culpable en cuanto supieran de quién era, pero...

–¿Pero qué?

–La varita que encontraron resultó ser la de Ron –dijo el señor Potter, sin expresión alguna –Cosa que nos asombró. Ron podrá ser algo descuidado, pero nunca sería capaz de olvidar su varita. Y lo que más nos asombró fue cuando comprobaron la varita y vieron que el último hechizo hecho con ella fue la maldición asesina. Quienes se encargaron del caso dedujeron que Ron mató a Percy después de tener un duelo con él y que al escapar, se olvidó de su varita.

–Por supuesto que ninguno de los que conocemos a Ron creyó eso –soltó la señora Potter con indignación, como si el recuerdo de aquellos acontecimientos fuera reciente y no de hacía varios años –Era cierto que él y Percy no se llevaban bien, pero después de que Voldemort se fue para siempre, empezaron a tratarse mejor. De hecho, Percy le había pedido a Ron que fuera el padrino de su hija como prueba de reconciliación. Lo más doloroso es que nadie creyó que fuera necesario enjuiciar a Ron al tener pruebas tan concluyentes y publicaron un anuncio en El Profeta: se recompensaría a quien entregara a nuestro amigo, vivo o muerto. Tomaron esa medida porque el asesinato de Percy era el primero que se registraba desde que Voldemort fue todopoderoso y como podrás imaginar, eso causó espanto y cólera en la comunidad mágica.

–Y así, tu madre y yo nos impusimos una nueva misión –terminó el señor Potter –Teníamos que encontrar a Ron antes que alguien más y buscar la manera de que lo enjuiciaran y se demostrara su inocencia. Pero al imponernos esa tarea, teníamos que hacer grandes sacrificios. Y uno de ellos fuiste tú.

Hally los miró con curiosidad. Por fin se le iba a revelar la razón por la que había sido criada en un orfanato durante once años, aunque por alguna extraña razón, suponía cuál sería.

–Cuando todo aquello sucedió, tú acababas de nacer –le explicó su madre –Y Luna, la esposa de Ron, hacía unos meses que había tenido a su hija. Ella también quería demostrar la inocencia de su marido, por lo que se nos unió en nuestra búsqueda usando los medios a su alcance. Pero al darnos cuenta de que no lo encontraríamos en Inglaterra, decidimos salir del país y buscarlo en el extranjero. Pero era un viaje muy peligroso para que lo hiciéramos con dos criaturas recién nacidas y además, si los mortífagos descubrían que Harry Potter tenía una hija, tratarían de hacerle daño para llegar a él. Así que mientras Luna dejaba a su hija al cuidado de sus cuñados, nosotros decidimos esconderte de la mejor manera posible.

–Y la mejor forma que se nos ocurrió –continuó el señor Potter –fue hacerte pasar por una huérfana muggle. Lo pensamos mucho, porque consideramos que tal vez estarían mejor protegida con uno de nuestros amigos magos¿pero y si los buscaban para saber de nosotros y te descubrían? Nunca nos hubiéramos perdonado que les hicieran daño a nuestros amigos o a ti sólo para llegar a nosotros. Nunca.

–Por eso te dejamos en el orfanato –dijo la señora Potter –Pero no en cualquier orfanato. Recordamos que la hija de uno de nuestros más viejos amigos trabajaba en uno porque no era muy buena bruja que digamos (y aparte porque le gustan los niños), así que pedimos información de cuál era y supimos que era el Greenwich. Decidimos que mientras hubiera uno de nuestros amigos vigilándote, no estaríamos dejándote del todo.

–Es Val¿verdad? –indagó Hally –Ella es la que me ha estado vigilando en su nombre.

Los adultos asintieron.

–Junto contigo, le dejamos un par de cartas a Val –le confió el señor Potter –Una para los hermanos de Ron y Percy, diciéndoles que estábamos haciendo hasta lo imposible porque se limpiara el nombre de Ron, y otra para el orfanato, diciendo que esperábamos que cuidaran de nuestra pequeña y que un día volveríamos por ella. Y decidimos que ya es hora de que vayamos al orfanato a reclamarte. No habrá ningún problema y podrás vivir con nosotros de ahora en adelante. ¿No te da gusto?

Hally se había quedado atónita.

–¿Cómo van a hacer eso? –quiso saber –¿Cómo van a conseguir que el orfanato me deje ir?

–¡Ah! Eso es una sorpresa –le dijo la señora Potter con una sonrisa –Pero iremos por ti muy pronto. De hecho, el treinta y uno de julio estará muy bien.

–¿Porqué hasta el treinta y uno de julio?

–Porque ese día es mi cumpleaños –le dijo su padre, sonriendo bondadosamente –Y quiero celebrarlo con mi niña por primera vez en muchos años.

Se quedaron en silencio unos minutos y entonces Hally recordó unas cuantas dudas que el relato le había dejado.

–Oigan, si la esposa de su amigo Ron los acompañó en su búsqueda¿ella es la otra persona encapuchada, verdad? La que estaba sentada a un lado de Rose.

Ambos asintieron.

–Rose me contó una vez que tenía un tío llamado Percy, pero que ya estaba muerto. ¿El Percy que ustedes conocen y el Percy que era tío de Rose es el mismo?

Los adultos volvieron a asentir.

–Entonces eso significa... significa que el padre de Rose es Ron Weasley. De ahí viene la W de su nombre.

–Luna creyó que lo mejor era que Rose viviera con su apellido mientras buscábamos a Ron –explicó la señora Potter –En caso de que algún mortífago lo persiguiera también a él por lo de Percy y quisiera silenciarlo. Hasta ahora no hemos podido encontrar a Ron, pero Luna decidió volver para contarle a su hija lo mismo que te acabamos de contar y decirle que no debe tener miedo. Y para decirle que no debe escuchar nada de lo que le digan sobre su padre, porque está segura que en Hogwarts se enterará de cosas y prefiere ser ella misma quien se las diga. Las personas a veces suelen ser muy crueles con aquellos a los que consideran malvados, y todavía más con sus parientes. Lo sabemos por experiencia.

Volvieron a quedarse en silencio. De pronto, Hally hizo otra pregunta.

–¿Podrían darme un abrazo? Hace tanto que quería conocerlos y ahora... ahora...

La niña dejó escapar unas lágrimas. Hasta el momento había soportado todas esas explicaciones con entereza, pero el hecho de que por fin sabía cuál era su nombre y el conocer a sus padres la rebasó por completo. Los Potter la abrazaron con fuerza y Hally pudo volver a escuchar aquellos versos de sus sueños de viva voz de su madre, aquellos mismos que le decían que nunca había estado sola, a pesar de las apariencias.

Duerme, pequeña, duerme mi rayo. Nos iluminas y sin hacernos daño. Duerme, querida, duerme, brujita. Papá y mamá se van, pero con mucho amor volverán...

Y sin proponérselo, le hizo caso a los versos y se quedó dormida. A diferencia de otras noches, por primera vez en su vida soñó con una vida feliz y normal, en la que tenía padres y un hogar. Sus padres le habían dejado claro que nunca habían querido deshacerse de ella, al contrario: querían protegerla. Y aunque no se lo habían preguntado directamente, ella tenía algo qué decirles en cuanto tuviera la oportunidad: los perdonaba de todo corazón. Aún cuando no hubiera nada qué perdonarles.