Seis: Cartas.
A la mañana siguiente, Rose fue llevada por tía Ginny al pequeño estudio de La Madriguera, donde la esperaba una mujer a la que no reconoció al principio. Tenía la piel clara, sin pecas, y un cabello largo y rubio un tanto enmarañado. Pero en cuanto le vio los ojos supo quién era, pues los ojos de esa mujer eran idénticos a los que ella se había pasado viendo en el espejo toda la vida.
—¿Mamá? —preguntó, insegura, acercándose poco a poco a la silla donde aquella mujer estaba sentada —¿De verdad eres tú, mamá?
Al ver a la mujer asentir, Rose no se contuvo más y se lanzó a sus brazos, llorando a más no poder. La mujer sólo le acarició la melena rubio rojiza con suavidad.
—¡Hace tanto que quería que vinieras...! —exclamó Rose, alzando la cabeza y viéndola a los ojos —¿Porqué tardaste tanto, mamá? Cuando les preguntaba a mis tíos dónde estaban papá y tú, nunca me decían nada —logró sonreír débilmente al limpiarse las lágrimas —Creo que me debes una explicación.
—Claro que te debo una explicación —dijo la madre de Rose —Pero te advierto que es muy larga y que tal vez no te guste. Aún así¿estás dispuesta a escucharla?
Rose asintió con determinación y sonrió con ganas cuando su madre le dijo.
—No sé si ya te lo han dicho, pero eres casi idéntica a tu padre.
Por la tarde, Rose y Hally anunciaron que saldrían a dar una vuelta por un prado cercano antes de que llevaran a la segunda de regreso al orfanato. Al estar lo suficientemente lejos de todos, comenzaron a hablar largamente acerca de los acontecimientos de los que se habían enterado. A Hally no le sorprendió que Rose le hubiera creído a su madre sin reservas.
—Si ella dice que papá es inocente, yo le creo —le aseguró a Hally —Si no lo fuera, estoy segura de que no se hubiera tomado la molestia de buscarlo. Ni tus padres.
—Eso creo yo también —reconoció Hally —Aunque a mí todavía me resulta extraño todo el asunto. ¿Cómo es que lograron inculpar a tu padre de matar a tu tío?
—No tengo idea, pero te aseguro que si pudiera, lo averiguaría yo misma. A propósito¿no te sientes extraña ahora que todo el mundo te dice Hally?
—No mucho. Al menos ése es un nombre de verdad. ¡Imagínate las caras que pondrán en el orfanato cuando mis padres vayan por mí!
—Yo la única cara que quisiera ver es la de esa engreída de Sunny —Rose sonrió con malicia —Se sentirá tan mal cuando vea que ya no tiene a quién molestar...
Las dos niñas se rieron y escucharon de pronto un grito en la distancia: era la voz de Nerie.
—¡Llegaron cartas de Hogwarts! —decía la pequeña —¡Y les llegaron a ustedes también!
Las dos saltaron de entusiasmo y corrieron de vuelta a La Madriguera. Llegaron sofocadas, pero luego de tomar un vaso de agua y ver a la mayoría de los jóvenes presentes leyendo sus cartas con atención, se les fue el cansancio como por encanto.
—Aquí están las suyas —les indicó tía Angelina, entregándoles sobres de pergamino con sus nombres escritos en tinta color verde esmeralda —No vayan a perderlas, porque ahí viene la lista del material que van a necesitar. Frida, Ángel¿acabaron de leer las suyas? —inquirió y se dirigió a sus hijos, alejándose de Rose y de Hally.
Hally y Rose abrieron sus cartas y a excepción de su propio apellido, no tardaron en comprobar que eran idénticas.
Colegio Hogwarts de Magia.
Directora: Profa. Minerva McGonagall.
Orden de Merlín, segunda clase.
Animaga registrada.
Estimada señorita (aquí tenía el apellido de cada una):
Tenemos el placer de informarle que dispone de un puesto en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el primero de septiembre. Esperamos su lechuza antes del treinta y uno de julio.
Se despide cordialmente:
Prof. Remus Lupin.
Subdirector.
Tanto Rose como Hally estaban muy entusiasmadas. Con las cartas del colegio en las manos, ya no les quedaban dudas acerca de su admisión. Los demás que todavía iban al colegio, como no eran de primer curso, no estaban tan contentos, pero eso no significaba que no les diera gusto haber recibido las cartas. De pronto, un grito entre asombrado e incrédulo inundó la habitación, haciendo que todos saltaran del susto.
—¿Y esto, Dean? —había dicho la voz de Frida. Estaba viendo la carta de su primo Dean por encima de su hombro —¡No es posible!
—Dinos que es una broma —agregó Ángel, quitándole la carta a Dean y mostrándosela a Gina y a John —De veras que tú nomás sirves para que veamos lo fracasados que somos.
Gina se echó a reír al ver lo que decía la carta, mientras que John felicitó a su primo.
—Genial, Dean —le dijo —La verdad es agradable tener un colega en la familia.
—¿Qué pasa? —quiso saber Rose.
—Nombraron a Dean prefecto —explicó Frida, ya recuperada de la impresión —No es que no lo esperáramos, pero después de todo lo que tuvo que hacer para aprobar los exámenes, creímos que iba a estar difícil que le dieran la insignia.
—¿Qué dicen de Dean? —preguntó la señora Longbottom, entrando a la sala desde la cocina. Tanto ella como su esposo y la mayoría de los adultos de la familia de Rose, acababan de llegar de sus respectivos empleos.
—Llegaron las cartas del colegio, mamá —informó Dean, acercándose a sus padres y mostrándoles su carta —Y... bueno, me dieron la insignia. Ya soy prefecto.
Los Longbottom abrazaron a su hijo, sin apenas hacerle caso a Nerie, que también quería abrazar a su hermano. Mientras tanto Frida, Gina y sus respectivos hermanos comentaban sus cartas. En eso, Gina se fijó en un pergamino que sobresalía del bolsillo de su gemelo.
—¿Qué es eso, John? —le preguntó, señalando el pergamino.
Quiso ocultarlo, pero Ángel fue más hábil y se lo quitó. Leyó rápidamente lo que tenía escrito y empezó a pregonar a los cuatro vientos.
—¡Tía Alicia, tío George¡Le dieron el Premio Anual a John!
Con esa noticia, la casa se llenó de más alboroto todavía. Empezaron a celebrar el cargo de Dean y el premio de John, sin apenas darse cuenta de que Rose y Hally veían todo aquello con sonrisas divertidas y que Nerie estaba un poco molesta porque sus padres no le hacían caso.
—Habrá que ponerse de acuerdo para ir todos juntos al callejón Diagon a comprar el material —les hizo ver tía Angelina a todos —Si vamos juntos, nos aseguraremos de que nadie deje las compras para el último minuto y además, nos ayudaremos con las bolsas —esto último lo dijo con una sonrisa, por lo que todos entendieron que era una broma y rieron.
—Y de paso, Rose y Hally conocerán nuestra tienda —dijo el padre de Frida y de Ángel, a quien Hally reconoció como el tío Fred, el gemelo del tío George —Será divertido¿no, George?
—Claro que sí, hermano —respondió su gemelo, con una sonrisa pícara —Claro que sí.
Hally y Rose se miraron. La segunda le había contado a su amiga que sus tíos Fred y George estaban en el negocio de las bromas mágicas y que su tienda, Sortilegios Weasley, era bien conocida por toda la comunidad mágica. De hecho, Frida, Ángel, Gina y John eran sus mejores clientes, pues habían heredado de sus respectivos padres el gusto por las travesuras y las bromas. A decir verdad, John era el más tranquilo de los cuatro, lo que era evidente por sus buenas calificaciones, su insignia de prefecto y ahora, el premio que le habían concedido. Pero detrás de todo eso tenía un alma festiva y por eso su hermana y sus primos no le hacían burla acerca de sus logros académicos. Además, les convenía que John fuera tan aplicado, pues muchas veces él era el cerebro de las diabluras que inventaban a cada rato.
—¿Entonces qué? —inquirió tía Ginny —¿Cuándo vamos al callejón Diagon?
—El treinta y uno de julio –dijo de repente la voz del señor Potter, que acababa de entrar a la sala con su esposa y la madre de Rose —Si no les importa, claro.
Todos estuvieron de acuerdo sin replicar y se pusieron a ultimar detalles.
A riesgo de que los fueran a descubrir otra vez, Danielle, Amy y Ryo se reunieron de nuevo en su cueva secreta. La primera les había enviado una lechuza diciendo que era urgente, así que los otros dos aprovecharon su buena suerte de que sus padres se habían ido a trabajar y se escaparon aunque fuera cinco minutos. Al llegar a la cueva, Amy y Ryo se sorprendieron al ver que Danielle ya estaba allí.
—Me acaba de llegar esto —dijo sin rodeos la rubia, mostrándoles un trozo de pergamino.
Era una especie de carta, pero muy corta. Amy y Ryo juntaron las cabezas para leerla al mismo tiempo, porque habían reconocido la letra casi de inmediato.
Querida Danielle:
Sólo quiero agradecerte que te hayas tomado la molestia de enviarme este pastel. Prometo que te escribiré pronto para decirte que tan sabroso está. Si te extraña el recibir esta carta, puedo explicarlo: resulta que el chico a quien le escribiste, John Weasley, es primo de mi amiga Rose y estoy con ella y toda su familia celebrando mi cumpleaños. Y el hecho de que hayas usado una lechuza sólo me dice una cosa: que eres bruja. ¿Pues adivina qué¡Yo también! Y también Rose, así que tal vez nos veamos en persona más pronto de lo que te imaginas. Quizá en Hogwarts¿lo conoces? Espero que sí.
Saluda a tus amigos de mi parte y la de Rose y lamento no escribir más, pero me van a dar mi último regalo¡mi nombre¿Sabes cuánto he esperado para saber mi nombre? Creo que sí.
Esperando que nos leamos muy pronto, se despide tu amiga:
HHP.
PD. En cuanto pueda, te escribiré para decirte cuál es mi nombre. No se me olvida que te lo prometí.
—¡Vaya! —exclamó Ryo, sin poder evitarlo —Esa sí que es una sorpresa.
—¿Ahora ven porqué era urgente que nos viéramos? —dijo Danielle —Podremos ver en persona a HHP y a Rose. Al menos eso espero...
—¿Porqué dices eso? —quiso saber Amy.
—Porque mis padres estuvieron insinuando esta mañana en el desayuno que querían enviarme a estudiar al extranjero —respondió Danielle con tristeza —Papá tiene contactos con una escuela que está al norte de Europa si no me equivoco, el Instituto Durmstrang. Pero claro, conozco a papá. Eso sólo lo dijo para darme a entender que cumplirá con su amenaza si no me porto como él quiere. De cualquier forma, sé que no me enviará al extranjero si me llega la carta de Hogwarts. Pat dijo que no debe tardar en llegarle la suya, así que esperaré un poco para no perder la esperanza. Y ahora, mejor vámonos. No quiero que nos vayan a regañar.
Los tres salieron de la cueva por turnos y cuando iban a separarse para ir cada uno a sus casas, tres lechuzas se les acercaron y revolotearon frente a ellos antes de posárseles en un hombro. Notaron que cada una llevaba un sobre en el pico, con sus nombres como destinatarios escritos en tinta verde.
—¡Las cartas de Hogwarts! —exclamó Ryo —Estoy seguro. Se parecen mucho a las que ha estado recibiendo Sun Mei todos los años.
—Es cierto —agregó Amy, quitándole a la lechuza en su hombro la carta con su nombre —A Ernest y a Harold les llegan cartas parecidas.
—Y a Pat también —recordó Danielle, tomando su carta —Entonces con más razón debemos volver a nuestras casas. Ryo no tendrá problema porque su hermana le ayuda, pero tus hermanos, Amy, y Pat...
Los otros dos niños entendieron al instante y se echaron a correr a sus correspondientes hogares. Los tres llegaron justo a tiempo, pues sus padres aparecieron unos diez minutos después. En las tres casas se respiró un ambiente de tranquilidad al suponer que los niños no habían vuelto a verse, pero tanto ellos como Sun Mei, la hermana de Ryo (quien por cierto, estaba muy contenta de haber recibido el Premio Anual), sabían que no era cierto. En las tres casas, dijeron que no habría problema si iban al callejón Diagon el treinta y uno de julio, pues era cuando los adultos estarían de vacaciones. Danielle, Amy y Ryo aceptaron la disposición sin poner peros y como pudieron, se comunicaron la noticia.
No sabían que esa fecha se convertiría en un verdadero desbarajuste.
