Ocho: Encuentro inesperado.

Por fin llegó el día que Hally tanto estaba esperando. En diferentes casas, también estaban entusiasmados por esa fecha y lo demostraban lo mejor que podían. Por ejemplo, en casa de Rose su madre se había levantado temprano y le había preparado un buen desayuno. La casa de Rose se encontraba cerca de Hyde Park y la niña nunca había estado allí hasta que su madre volvió. La mujer la limpió con magia, pero le pidió a Rose que le ayudara a acomodar los muebles al estilo muggle.

—Tu padre no es bueno para eso —le confesó, al estar cargando un sofá —Y quiero que tú aprendas. Son útiles cuando no se puede usar magia, como cuando se tiene tu edad.

Igualmente, a la hora del desayuno, le mostró cómo se cocinaban los huevos a la manera de los muggles y Rose quedó encantada. Sin saberlo apenas, había sacado el interés del abuelo Weasley por todo lo que tuviera que ver con muggles.

—Espero que todos lleguen a tiempo al callejón Diagon —suspiró la madre de Rose cuando ella y su hija estaban saliendo de la casa —Sobre todo Harry y Hermione.

Rose también lo deseó, porque se suponía que los Potter irían por Hally ese día. Mientras tanto, en las distintas casas de sus tíos, también había revuelo. Los Longbottom casi se retrasan porque Nerie se quedó dormida, en casa de Frida y Ángel su padre no podía encontrar las llaves de su local en el callejón Diagon y en la casa de Gina y John, el chico le estaba enviando una carta a Sun Mei cuando le dijeron que tenía que bajar a desayunar. Los otros tíos de Rose, Bill, Charlie y Penélope, estaban en casa que el primero tenía en Londres y aunque no tenían nada importante que hacer en el callejón Diagon, querían estar presentes en el primer día que la familia Potter estaría reunida.

—Aprovecharé para comprarme algunas cosas que no encuentro en España, ya que estoy aquí —le comentó tía Penélope a tía Sophie cuando iban en camino —Por cierto¿cómo está tu familia allá en Rumania?

—Muy bien —respondió tía Sophie —Y Fleur¿qué te cuenta Frank de su trabajo¿Le va bien en Francia?

—Pues la verdad, sí —respondió la madre de Frank —Dice que allá tiene un horario muy flexible y que hasta le da tiempo de pasear un poco de noche.

En las cercanías del Palacio de Cristal, la familia de Ryo se estaba alistando para lo mismo: ir al callejón Diagon a comprar el material para el próximo curso. Cuando estaban desayunando, una lechuza gris bajó volando por las escaleras del sencillo departamento (habiendo entrado por la ventana abierta de la habitación de Ryo) y se posó sobre el hombro de Sun Mei. La chica le quitó el pergamino que traía atado a la pata, le ofreció una de sus salchichas y la dejó ir.

—¿Otra lechuza? —se quejó la señora Mao —¿Pues quién te escribe tanto, Sun Mei?

—De seguro es de John —dijo Ryo, sonriendo —¡Sun Mei y John¡Sun Mei y John! —empezó a canturrear el niño, mientras se comía sus propias salchichas.

—¿Están hablando de uno de los chicos Weasley? —quiso saber el señor Mao.

Sun Mei asintió distraídamente, leyendo la nota que le había llegado.

—Los Weasley son buenas personas —dijo el señor Mao —Hay una chica Weasley que acaba de entrar al banco y es muy simpática. También sus padres, que trabajan ahí.

El señor Mao trabajaba para Gringotts.

—Esa debe ser Belle Weasley —comentó Sun Mei, guardándose la nota en un bolsillo del pantalón muggle que usaba y tomando su vaso con jugo de naranja —John me ha contado de ella. Tiene un hermano más grande, Frank, que trabaja en el Ministerio de Magia francés. Su padre se llama Bill¿verdad? Y su madre, Fleur.

—Exactamente —respondió el señor Mao.

Al mismo tiempo, en el condado de Wiltshire, Amy tenía problemas para que sus hermanos la dejaran en paz. Ernest, que iba a empezar sexto curso y Harold, que comenzaría quinto, armaban un caos total sólo porque no encontraban la ropa muggle que tenían que usar para ir a Londres. Y de paso, Amy sabía que los dos estaban de mal humor porque su padre les había echado un sermón por sus calificaciones. A Ernest no le había ido muy bien en sus TIMO'S y a Harold no lo habían nombrado prefecto.

—Tenía la esperanza de que tú si fueras prefecto —le había dicho el señor Macmillan a Harold —pero veo que tendré que esperar a ver si tu hermana es más aplicada que tú.

Y en la casa de Danielle las cosas estaban iguales o peores. A Patrick no lo habían regañado porque sus calificaciones eran excelentes (cosa que a Danielle siempre le sorprendía), pero aún así su padre le había castigado su escoba en lo que restaba de las vacaciones de verano.

—¡No es justo, papá! —había reclamado Patrick —¡Necesito entrenar!

—Eso hubieras pensado antes de mentirnos acerca de tus materias optativas —recriminó el señor Malfoy —Sabes perfectamente que no toleramos a los muggles y tú te atreviste a tomar Estudios Muggles sin consultárnoslo. Y tú —había volteado a ver a Danielle —si no quieres que te vaya como a tu hermano cuando acabe el curso, más te vale que te esfuerces y no hagas nada sin pedirnos permiso primero.

Danielle había asentido en el acto y ahora, en el desayuno, miraba de reojo a su hermano, quien traía la cara más apática que pudiera concebirse. El señor Malfoy leía el periódico mágico, El Profeta, con una expresión de desagrado, mientras que la señora Malfoy tenía la vista fija en la revista Corazón de Bruja.

—Vayan apurándose —ordenó el señor Malfoy, observando su reloj —Se hace tarde.

Y al mismo tiempo que todo eso ocurría, Hally y Sunny esperaban lo más pacientes que podían la llegada de ciertas personas: Sunny, de su tutor en el mundo mágico y Hally, de sus padres. Val, que ya estaba enterada por Hally de lo de Sunny, había contestado todas las preguntas de ésta acerca de su tutor.

—A mis padres y a mí no nos cae muy bien —le confesó la enorme mujer —Pero hay que admitir que es buen profesor.

—¿Y qué enseña? —preguntó Sunny.

—Pociones, pero no le gusta —respondió Val —Quiere enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras desde hace décadas, pero nunca ha podido. Menos ahora que el profesor Lupin está impartiendo esa clase.

—¿Qué no es ése el subdirector?

—Sí, lo es, y es excelente. Ya lo verán cuando estén allá.

Así dieron las nueve de la mañana y entonces, se oyó el timbre de la puerta del orfanato. Val se apresuró a abrir y se encontró cara a cara con los Potter, vestidos como muggles y con un aspecto de lo más ordinario.

—¿Qué se les ofrece? —preguntó Val fingiendo demencia, tal como habían acordado.

—Queremos ver al director —respondió la señora Potter cortésmente —Es un asunto privado.

Val los hizo pasar y los condujo a la oficina del director del orfanato. Regresó al patio cinco minutos después, mirando a Hally y a Sunny, quien por cierto, estaba anonadada.

—¿Ése era...? —tartamudeó, inquieta —¿Ése era Harry...?

–¡Shhh! –calló Val –Si dices su nombre en voz alta, te voy a tener que echar un hechizo desmemorizante. Nadie debe saber que está aquí.

—¿Y porqué vino aquí? —inquirió Sunny.

Antes que pudiera responderle, Val tuvo que correr otra vez, pues el timbre de la puerta volvió a sonar. Al abrirla, se encontró cara a cara con un hombre ya mayor, vestido de negro, con el rostro cetrino y cabello gris, alguna vez negro, corto y grasiento. Sus ojos negros eran de mirada fría e insensible.

—¿Qué hace usted aquí, Hagrid? —le dijo el hombre, con voz grave y hasta cierto punto, tenebrosa —La creía en Francia.

—Hace mucho que no estoy allí —respondió Val con cierto agitación —¿Y qué lo trae por aquí, profesor Snape?

—Vengo a recoger a una bruja huérfana, por orden del Ministerio —alegó el hombre, entrando al lugar haciendo a un lado a Val con un brazo —No me fascina la idea de tener que ser tutor de una chiquilla, pero como son órdenes superiores...

—Supongo que traerá lo necesario —comentó Val, fingiendo indiferencia. El hombre se estaba adentrando en el recinto sin siquiera pedir permiso.

—Claro que sí, Hagrid¿por quién me toma?

—No, yo nomás decía...

—Señorita Hagrid —llamó un hombre bajito y calvo, que caminaba por el pasillo —¿Podría venir un momento, por favor¿Y quién es usted? —añadió, refiriéndose al hombre de negro.

Sin decir palabra, el hombre de negro le entregó un sobre largo y blanco, con el sello de una institución muggle. El hombrecito calvo lo tomó y mientras examinaba su contenido, el hombre de negro le preguntó a Val en voz baja.

—Ya que pareces trabajar aquí, Hagrid¿podrías decirme quién es la chiquilla de la que tendré que ser niñera? Se apellida Wilson.

—¡Sunny! —llamó el hombre calvo, torciendo el cuello hacia el patio del lugar.

En el acto, seguida de cerca por Hally, llegó Sunny hasta donde estaba quien la había llamado. Observó atentamente al calvo, a Val y finalmente, al hombre de negro. Alzó las cejas y miró discretamente a Hally, quien le asintió imperceptiblemente. Se dirigió al hombre pequeño y calvo y preguntó con cierta indiferencia.

—¿Se le ofrece algo, señor director?

—El señor aquí presente —respondió el calvo, señalando al hombre de cabello negro y grasiento –es el profesor Snape y viene de un colegio muy importante en Escocia para decirte que fuiste becada. Pero como saben que eres huérfana, asignaron al profesor como tu tutor mientras estés estudiando¿qué te parece?

Sunny siguió observando al profesor Snape, pero poco a poco se asomó una mueca a su rostro, que bien podía ser de frialdad o desagrado. Snape tenía una propia y muy similar. Era claro que a ninguno de los dos les gustaba la idea de jugar a la familia feliz.

—Por cierto —dijo el calvo, mirando a Hally —HHP, las personas en mi oficina vienen por ti.

—¿Por mí? —se extrañó Hally tan convincentemente, que nadie hubiera podido adivinar que estaba actuando.

—Sí, pequeña. Al fin vas a tener nombre¿no te alegra? —el hombrecito le sonrió con benevolencia —Dicen ser tus padres y como prueba, trajeron esto —le tendió la mano, que tenía cerrada. La abrió y mostró un arete de oro, en forma de rayo, idéntico al que Hally tenía puesto en la oreja derecha —Y yo les creo, porque cuando te dejaron aquí, también dejaron una carta que decía que así vendrían por ti¿no te alegra?

Hally asintió con entusiasmo, tomando el arete de manos del director y poniéndoselo en su oreja izquierda. Sí que sabía cómo actuar, pues aparte de Val, todos le creyeron que estaba sumamente emocionada y sorprendida.

—Ahora, profesor —el calvo miró a Snape —¿Podría pasar a mi oficina y firmar unos papeles?

Snape asintió y siguió al calvo. Val se llevó una mano a la frente y les dijo a las niñas.

—¿Porqué no me dijeron que Snape iba a venir a esta hora?

—Porque no lo sabíamos —respondió Sunny —Y de haber sabido que tenía semejante cara de malo, mejor me escondo y renuncio a mi puesto en el colegio. Y pensar que tendré que depender de él hasta que me gradúe...

—¡La que se va a armar...! —suspiró Val y miró a Hally —Ese tipo detesta a tu padre.

Y se hizo evidente que era cierto. En ese mismo instante, Snape salió disparado hacia la puerta, pero antes se detuvo y volteó a ver a Sunny.

—Tú —le dijo con severidad —Ve arreglando tus cosas. No tengo todo el día.

Sunny le dirigió una mirada socarrona y se fue corriendo al dormitorio. Hally y Val se quedaron en su sitio hasta que vieron aparecer al director y a los Potter por el pasillo.

—HHP —le dijo el director a la niña —Ve y empaca tus cosas. Te vas hoy mismo.

Hally sonrió y se fue por el mismo camino que Sunny. La encontró guardando sus cosas rápidamente en una maleta café. Hally se fue a hacer lo propio y le preguntó con curiosidad.

—¿No que no querías irte con semejante ogro?

—Una cosa es que no me guste el tipo y otra muy diferente que desperdicie la oportunidad —aclaró Sunny, con una sonrisa sarcástica —Aparte ya te lo dije: si quiere tratarme igual que como me trataban mis padres, me le escapo y ya.

—Buen plan —reconoció Hally, aunque dudaba que Sunny, por muy atrabancada que fuera, lo llevara a cabo —Pero bueno, si no te escapas antes del primero de septiembre, nos veremos en Hogwarts¿de acuerdo?

Sunny cerró finalmente su maleta y volvió a sonreírle, pero esta vez con alegría.

—De acuerdo.

Las dos salieron al mismo tiempo y encontraron a Snape lo más alejado posible de los Potter. En cuanto vio a Hally, la señora Potter abrió los brazos y musitó.

—¡Hola, pequeña! Soy tu mamá¿sabes?

Hally se acercó tímidamente y la abrazó. El señor Potter le pasó una mano por la cabeza a la niña, acariciándole el cabello.

—Wilson —llamó Snape —Vámonos.

—Soy Sunny —espetó la niña castaña, antes de despedirse de Hally con un gesto de mano y seguir a Snape hasta la calle.

—¿Qué quería Snape? —le preguntó discretamente el señor Potter a Val, en cuanto el director del orfanato se retiró y ellos, la señora Potter y Hally estuvieron en la puerta.

Val le explicó el asunto de la tutela que el Ministerio le había impuesto a Snape a ejercer sobre Sunny. Cuando concluyó, el señor Potter suspiró.

—Espero que le vaya bien a esa pobre niña —comentó.

—Estará bien —le dijo Hally con una sonrisa —Sunny no se deja manipular, papá. En serio.

El señor Potter le sonrió ampliamente, al oírse llamar por primera vez papá.

—¿Y yo qué, eh? —dijo la señora Potter —¿No me merezco que me digas mamá?

—¡Claro que sí, mamá! —Hally le sonrió —Pero con una condición: no me llamen HHP nunca más en mi vida a menos que sea de verdad indispensable.

Los señores Potter rieron alegremente y luego de despedirse de Val, se fueron con su hija directo a su destino del día: el callejón Diagon.