Doce: Feliz cumpleaños.
El Caldero Chorreante, al contrario de las primeras horas de la mañana, en la tarde estaba casi a reventar. Todos los Weasley, los Longbottom y los Macmillan estaban reunidos, conversando animadamente al esperar que llegaran los Potter, Rose y la señora Luna. Justo estaban en esa espera cuando apareció la familia Mao. La señora Mao le sonrió a todo el mundo y anunció que ella y su familia podían aceptar la invitación a comer.
—No tenemos nada mejor qué hacer —aseguró el señor Mao —Además, siempre es un honor conocer a los amigos de Cho.
Mientras los adultos intercambiaban saludos, Ryo se acercó a Amy y la saludó.
—¡Hola! —se sentó junto a su amiga y le sonrió —¿A qué hora llegaste?
—Hace menos de una hora —respondió Amy —Mis hermanos se entretuvieron en la librería porque no encontraban todos sus libros. Y aparte, mira –señaló hacia un rincón, donde había una cantidad considerable de bolsas y paquetes, entre los que destacaba un paquete largo y delgado —Pasamos por la tienda de quidditch y como la carta del colegio dice que a partir de este año los de primero podemos tener escoba propia, les pedí una a mis padres. No pudieron comprarme una Nimbus, pero a cambio me compraron una Barredora 13.
—¡Dragones! –soltó Ryo, sorprendido. El niño tenía la costumbre de decir el nombre de alguna criatura mágica cuando se sorprendía, y el nombre en cuestión dependía de la situación en la que estuviera —Esa escoba sí que es para presumir, he oído decir que la línea ha mejorado mucho con el tiempo. Pero el trece me da mala suerte.
—¡No digas tonterías! —exclamó Amy —Si no mal recuerdo, tu cumpleaños es un día trece¿cómo es que ese número te da mala suerte?
—Mi cumpleaños no, pero el número solo, sí —aseguró Ryo con un gesto de fastidio —Lo juro. Pero en fin, ya que mencionaste las escobas, nosotros llegamos tarde precisamente por eso. Pasamos también a la tienda de quidditch y mis padres aceptaron comprarme una. Yo quería una Nimbus o al menos una Barredora, pero mamá dijo que la Cometa 360 sería perfecta para mí, porque apenas voy a empezar a volar en serio.
—La Cometa 360 no está tan mal —dijo Amy —Al menos eso leí en los ejemplares de El Mundo de la Escoba que tiene Ernest.
—Sí, pero me hubiera gustado tener una Nimbus —se quejó Ryo —Al menos papá me prometió que cuando tenga un poco más de experiencia, quizá me compre una.
—Eso estaría bien. A propósito¿pudiste ver la Saeta de Fuego 2.0?
—No, no tuve esa suerte. Parecía que cuando llegué, estaban yendo por otro ejemplar a la bodega. Lo que pasa es que como es una escoba nueva y muy cara, no quieren tener muchas en exhibición y creo que acababan de vender una.
—Bueno, pues yo sí la vi. Está genial y es mucho mejor que la original. Si alguien del colegio tuviera una Saeta de Fuego 2.0, seguro no habría nadie que le ganara en el quidditch.
En eso, los Malfoy entraron al lugar desde en callejón Diagon. Como iban entretenidos en una pequeña disputa familiar, no le prestaron atención a la concurrencia.
—¡No hagas un escándalo de esto! —decía el señor Malfoy, dirigiéndose a su hijo —Además¿para qué quieres una escoba nueva? La que tienes funciona perfectamente.
—¡Es que no es justo! —vociferó Patrick, con el rostro de un color rosa subido —¿Cómo le compraste semejante escoba a Danielle¡Una Saeta de Fuego 2.0¡Simplemente no es justo!
—Ya oíste a tu padre —mandó la señora Malfoy con frialdad —A tu hermana le compramos escoba porque no nos ha dado motivos para negársela. Ya te lo dijimos: si sacas tan buenas calificaciones en tus ÉXTASIS comolas detus TIMOS, tal vez te compremos otra escoba. Pero sólo tal vez.
Patrick hizo una mueca, le lanzó a su hermanita una mirada asesina y se apresuró a ir a la chimenea. Sus padres le dieron un puño de polvos brillantes y le indicaron la chimenea.
—Sí, sí —dijo Patrick cansinamente y arrojó los polvos al fuego. Las llamas crecieron, volviéndose color verde esmeralda y el chico se metió en ellas, gritando —¡Mansión Malfoy! —y desapareció en medio de un estallido.
Danielle dejó que sus padres se le adelantaran para poder despedirse con la mano de Ryo y Amy. Ellos le devolvieron el gesto antes de que la señora Malfoy los volteara a ver con desprecio antes de desaparecer en la chimenea. Danielle la siguió poco después.
—¿Oíste eso? —le dijo Ryo a Amy —¡Tiene una Saeta de Fuego 2.0! Cuando estemos en Hogwarts, le voy a pedir que me la preste.
—Eso si no nos atrapan su hermano o los míos —le recordó Amy —Aunque a mí también me gustaría que me la prestara.
—¿Una Malfoy compartiendo sus cosas? —dijo una voz a su lado. Era Dean Longbottom —No es por llevarles la contraria, pero los Malfoy no se distinguen precisamente por ser buenas personas¿nunca les conté lo que me hizo el idiota de Patrick Malfoy?
—No, pero a mí me lo contó Sun Mei —respondió Ryo —Pero eso no quiere decir que Danielle sea así. Ella es diferente.
—No puedes juzgar a alguien sólo por el apellido que tiene —agregó Amy.
—Muy cierto —reconoció Dean —Pero yo que ustedes tendría cuidado. Si Danielle Malfoy no es mala, puede que su familia la obligue a serlo.
Ryo y Amy lo vieron con cara de pocos amigos un momento, pero como realmente no querían pelear con Dean (quien les estaba cayendo muy bien) cambiaron de tema, viendo de reojo que Sunny y Snape entraban al bar y se iban del mismo por la puerta que daba a la calle muggle por la que habían llegado. El profesor parecía tener prisa, por lo que apenas esperó a que Sunny recogiera una maleta marrón en el mostrador antes de salir a la calle.
—¿Qué puedes decirnos de Snape? —le preguntó de pronto Amy a Dean —¿En serio es tan malo como lo pintan o incluso peor?
—Bueno, es muy parcial —respondió Dean, frunciendo el entrecejo —Siempre anda favoreciendo a los Slytherin's cada vez que puede. Y su consentido, para variar, es Malfoy. Cuando me emboscó antes de las vacaciones de Semana Santa, no quiso creerle a mis compañeros de curso cuando le dijeron que habían visto todo. Así que no lo castigó.
—¡Vaya! —exclamaron Ryo y Amy al unísono.
—¿Nos esperaban? —inquirió la voz del señor Potter, entrando en ese momento por el patio junto con su familia, la señora Luna y Rose —Lamentamos la tardanza, pero nos detuvimos en la tienda de quidditch a comprar unas escobas.
—¡Tía Ginny! —dijo Rose con alegría, yendo con la señora Longbottom —Mamá me compró una Nimbus 2015¿no es genial?
Y es que al salir de la tienda, el señor Potter le pidió a la señora Luna que no le dijera a Rose que él había pagado la escoba, para no preocuparla ni hacerla sentir mal.
—¡Una Nimbus 2015! —exclamaron a coro Frida, Ángel, Gina y John.
—¡Ésa es mi primita! —soltó Frida, abalanzándose sobre Rose y dándole un fuerte abrazo.
–Eso significa que harás las pruebas para el equipo de quidditch —supuso Gina.
—Bueno¿qué esperábamos? Es una Weasley —dijo Ángel, con aspecto divertido.
—¿Y tú, Hally? —le preguntó John amablemente —Veo que también compraste una escoba.
La niña asintió.
—¿Y qué modelo es? —quiso saber tío Bill.
–Una... una Saeta de Fuego 2.0 –respondió Hally, insegura.
Todos los presentes la vieron como dudando de sus palabras. Y es que por lo que sabían, la Saeta de Fuego 2.0 era una escoba exclusiva y extremadamente cara.
—Oigan, dejen de hablar de escobas por un minuto, quieren? —pidió Belle Weasley, que en ese momento regresaba de hacer un encargo junto con su hermano Frank y su prima Penny —Ya es hora de irnos. Todo está listo.
—¿Listo para qué? —se extrañó el señor Potter.
—Ya verás, Harry —le dijo la señora Potter, sonriendo misteriosamente —Es una sorpresa.
Y con las cosas así, todos se apresuraron a salir del local por la puerta que llevaba al Londres muggle, pero antes, el cantinero detuvo al señor Potter un momento.
—Disculpe, señor —le dijo, alzando una mano —Esto es para usted. Lo dejó una mujer que venía con un niño, hace dos horas.
El señor Potter vio lo que le tendía: un trozo de pergamino doblado y sellado. Al principio no reconoció el sello, pero al verlo bien, recordó dónde lo había visto antes: en uno de los países que había visitado buscando a su amigo Ron Weasley. El sello tenía dibujada la cabeza de una serpiente emplumada. Lo rompió y leyó velozmente unas cuantas líneas. Cuando terminó, arrugó el pergamino y se lo guardó en el bolsillo.
—Gracias —le dijo al cantinero.
Acto seguido, salió tras su familia y sus amigos, diciéndose mentalmente una y otra vez las palabras de aquel pergamino.
Estimado señor Potter:
Es mi deber comunicarle que tengo información urgente que darle sobre el amigo que ha estado buscando, el señor Ronald Weasley. Necesito dársela a conocer primero a usted y a su esposa antes que a la señora Luna Weasley por un motivo que no puedo revelarle por escrito y para eso, le pido nos encontremos los tres en el parque de Saint James, cerca del Palacio de Buckingham, el treinta y uno de agosto a la ocho de la noche. Por favor, no falte.
Abil N. G.
No sabía quién sería Abil N. G. Ni tenía idea de lo que querría en realidad. Pero el señor Potter estaba dispuesto a correr el riesgo y averiguarlo.
La casa de los Potter estaba ubicada en un lugar muy exclusivo, en Knightsbridge, un distrito de Londres cercano a Hyde Park que era considerado como un área residencial de lujo. La casa era muy amplia, con docenas de habitaciones, así que si los Potter hubieran querido, hubieran podido alojar a todos sus invitados allí esa noche y todas las que hicieran falta. La mayoría de las habitaciones eran demasiado amplias para una familia de tres personas, pero al ser magos, los Potter las transformaban de tamaño, de acuerdo a sus necesidades. Pero en aquella ocasión no lo hicieron por la cantidad de invitados y la presencia de Hally por primera vez en ella.
—¡Vaya! —musitó Hally, viendo la casa por todas partes. Lo único que ella cargaba era su maleta del orfanato, mientras que sus padres, con ayuda de algunos encantamientos, llevaban todo lo demás —Esto sí que es una casa. ¿Dónde... dónde voy a dormir yo?
—Hay dormitorios en el primer y segundo pisos —le informó la señora Potter, cediéndole el paso a sus amigos y sus familias para que entraran e indicándoles con un gesto la habitación a su derecha, que era la sala —Puedes escoger el que quieras. En cuanto decidas cuál será tu habitación, nos avisas y te ayudaremos a subir tus cosas.
Hally asintió y sin soltar la maleta del orfanato, empezó a subir las escaleras. Eran largas y se curveaban un poco hasta llegar al primer piso, el cual recorrió por completo, abriendo y cerrando puertas. Encontró el baño de ese piso, habitaciones de paredes verdes, azules y blancas y la habitación de sus padres, que era más sencilla de lo que habría esperado. Entró y la miró por un momento, viendo que tenía una cama amplia de mantas rojas, un armario en un lado y una amplia ventana frente a éste. Frente a la cama estaba un tocador y junto a la ventana, un escritorio bien ordenado, con algunos libros y un tintero encima. En la mesita de noche que estaba junto a la cama, había una fotografía en blanco y negro, con marco de madera, y cuando Hally la tomó, se dio cuenta que las personas se movían. Seguramente era una foto mágica. Ahí estaban sus padres cuando eran jóvenes, con las túnicas de Hogwarts y a juzgar por su aspecto, de la edad de Frida, Ángel, Gina y John Weasley. Su padre estaba en el centro, sonriendo tímidamente, a su derecha estaba su madre, alzando la mano de vez en cuando para acomodarse el cabello castaño y enmarañado de entonces. Y el hombre de la izquierda debía ser... sí, se parecía mucho a Rose, no podía ser nadie más que Ron Weasley. Su cara pecosa se veía alegre y un tanto despreocupada y su cabello, aunque la foto no lo mostrara, seguro era del mismo tono rojo que el de sus hermanos, los señores Weasley y la señora Longbottom. Hally dejó la fotografía en su lugar, rodeó la cama y fue hasta el mueble que estaba en el lado opuesto, donde también había una fotografía mágica, pero ésta a colores. Según sabía Hally, desde hacía unos años las fotos mágicas podían tener color y probablemente la que veía ahora era una de las primeras que habían salido. Era de la boda de sus padres. Su padre llevaba puesto un traje muggle negro que combinaba muy bien con su cabello y sus ojos verdes destacaban mucho. Su madre lucía muy bella con su vestido blanco, tomada del brazo de su padre. Alrededor de ellos se movían muchas personas, felicitándolos y saludándolos. Pero junto a ellos, también de traje muggle negro, estaba Ron Weasley. Parecía que era el padrino. Hally sonrió como reprendiéndose a sí misma, pues debió suponer que si el padre de Rose había sido tan buen amigo de sus padres, era más que obvio que no le habrían pedido a nadie más que fungiera como padrino en algo tan importante. Pero al dejar esa fotografía en su lugar y empezar a salir de esa habitación, miró a su alrededor y se dio cuenta que no había nada que indicara que aquella pareja de magos tan famosos tenía una hija. Quien fuera allí, nunca sabría de ella. ¿Es que acaso sus padres querían que ella fuera una desconocida? Negó con la cabeza vehementemente. En el callejón Diagon les habían preguntado si ella era su hija y su padre había dicho que sí. Entonces¿porqué no tenían nada que le demostrara que la habían querido todo ese tiempo que estuvieron lejos?
—¿Hally? –llamó una voz y un segundo después, la señora Potter asomó la cabeza en la habitación —¡Ah, aquí estás! Creí que estarías viendo las otras habitaciones pues... ¿Qué pasa?
Hally negó con la cabeza.
—Nada importante —aseguró —Sólo que... Estaba pensando que... aquí no hay...
—¿Fotos tuyas? —aventuró la señora Potter.
Hally asintió con cierta vergüenza.
—Es que aquí no nos hacían falta durante todos estos años —la señora Potter se quitó una cadena dorada del cuello y le mostró lo que colgaba de ella: un medallón de oro, con un rayo grabado en la tapa. Se lo extendió —Ábrelo.
Hally obedeció y al abrirlo, encontró una pequeña fotografía mágica en la que estaba su madre cargándola. Sí, ahí estaba ella, cuando fuera bebé, antes de que la dejaran en el Orfanato Greenwich. Se reconoció enseguida por el cabello negro, los ojos castaños y los aretes en forma de rayo. Pero allí traía los dos.
—Para tu padre el rayo se convirtió en algo muy especial, por eso ahora es muestra marca distintiva —la señora Potter indicó con el dedo la tapa del medallón y los aretes de su hija —Así que pensó que en los medallones podríamos tenerte siempre cerca.
—¿Los medallones? —se extrañó Hally.
—Tu padre tiene un medallón como este, pero en la foto del suyo, es él quien te carga. ¿De verdad creíste que dejaríamos a nuestra pequeña del todo? Creo que puedo decirte que siempre podrás contar con nosotros, siempre. No importa el tiempo ni la distancia. Ni los rumores que puedan surgir a tu alrededor.
—Lo dices por Ron Weasley¿verdad?
—Exacto.
—¿Dónde están mis dos chicas? —preguntó la voz del señor Potter, entrando a la habitación.
—Aquí, conversando sobre nuestro chico —respondió la señora Potter, sonriendo.
—Pues mejor dejan su plática para después, porque está llegando un montón de gente que yo no recuerdo haber invitado. Me debes una explicación —le dijo a su esposa, quien seguía riéndose con ganas, tomándola de un brazo.
—En el acto, gran líder —dijo ella, riendo y siguiéndole la corriente.
Hally los siguió fuera de la habitación y antes de bajar las escaleras, vio la puerta de una alcoba a la que no había entrado. Corrió hacia ella, la abrió y al entrar se sorprendió mucho. Era una habitación que parecía un dormitorio cualquiera, pero en el techo parecía que no había sino un trozo de cielo idéntico al cielo exterior. Sus padres, al notar que no los había seguido, habían regresado sobre sus pasos y la encontraron admirando el techo encantado.
—¿Te gusta? —peguntó la señora Potter.
Hally ni caso le hizo, pero fue a dejar su maleta a la cama y a dar una vuelta por el dormitorio. Tenía todo lo que necesitaba: una cama, un armario, un tocador e incluso un pequeño escritorio junto a la larga ventana que tenía una vista muy ligera de Hyde Park. Sencillamente estaba fascinada.
—Creo que eso es un sí —adivinó el señor Potter. Miró a su esposa y preguntó —¿Cómo sabías que le gustaría el techo?
—Porque es casi idéntica a ti —respondió la señora Potter, sonriendo con ternura —Y pensé que lo que te gustara a ti, le gustaría a ella. Todavía recuerdo cuando viste un techo como éste por primera vez. Tenías su misma cara.
El señor Potter le sonrió y le pasó un brazo por los hombros. Luego de decirle a Hally que tenían que bajar por sus demás cosas para subirlas (cosa que les costó trabajo que la niña escuchara, pues no dejaba de dar vueltas por la habitación, admirando todos los rincones), descendieron por las escaleras.
Iluminaron toda la casa con velas flotantes en cuanto empezó a oscurecer, aunque por suerte se veían como luces de focos muggles desde la calle. La casa de los Potter estaba muy alegre y todo porque cuando el señor Potter apareció en el comedor con su esposa y con su hija, lo encontró lleno de gente: todos sus amigos estaban allí.
—Queremos que pases un feliz cumpleaños, Harry —le dijo la señora Longbottom —Por eso hicimos todo esto.
A lo que se refería era a que las mujeres de la familia Weasley, guiadas por la señora Potter, habían convocado a muchos de los amigos y conocidos del señor Potter para festejarle su cumpleaños. La verdad es que verlos a todos juntos después de tanto tiempo le traía toda clase de recuerdos, pero en ese instante se concentró en los buenos. Los malos eran demasiado dolorosos para pensar en ellos el día de su cumpleaños. Y el primer día con su hija.
—¡Harry, amigo mío! —el señor Potter apenas reaccionó cuando un hombre enorme, de cabello y barba largos y enmarañados color castaño con muchas canas lo abrazó: era Rubeus Hagrid, el padre de Val —¡Feliz cumpleaños!
—Gracias, Hagrid —respondió el señor Potter.
—Papá casi nos hace llegar tarde —dijo Val, acercándose entonces —Con eso de que quería asegurarse de que sabía perfectamente la dirección...
—¿Y Madame Hagrid? —quiso saber la señora Potter.
—Mamá pide que la disculpen —alegó Val —Tuvo que ir a Francia de emergencia.
–No hay problema –aseguró el señor Potter.
—Hola, Harry —saludó el profesor, sonriendo con melancolía —Felicidades.
—Gracias, profesor. Me alegra mucho verlo aquí.
Todos los adultos empezaron a felicitar al señor Potter, quien a pesar de ser un poco tímido, estaba disfrutando todo aquello. La señora Potter iba y venía de un lado a otro, agradeciéndole su presencia a los asistentes. Hally fue con Rose, a quien encontró sentada en un extremo de la larga mesa haciendo reír a Nerie en compañía de Ryo Mao, mientras Amy Macmillan los veía con cara de aguantarse la risa.
—¿La pasan bien? —les preguntó Hally.
—Claro —respondió Rose en el acto —Oye, Hally, esta casa es genial, y está cerca de donde yo vivo. Es más grande que la mía, creo. Y con más habitaciones.
—Nosotros vivimos en un departamento —le contó Ryo -Pero no vayas a creer que no me gusta mi casa. De hecho, tenemos una vista espectacular del Palacio de Cristal.
—Yo no vivo en Londres —confesó Amy —Me gusta venir aquí de vez en cuando, pero me gusta más mi casa. Londres se me hace muy ruidoso.
—¿Y qué vamos a hacer ahora? —preguntó Nerie, sonriendo.
—¿Porqué no mejor te vas a buscar a Dean? —le pidió Rose —Tenemos qué hablar.
—Mala —Nerie le hizo una mueca y se fue corriendo hacia donde estaba Dean conversando con sus primos Ángel y John.
—Ryo y Amy dicen que a Danielle le compraron una Saeta de Fuego 2.0 —le dijo Rose a Hally en cuanto su prima se alejó —¿Te imaginas cómo será jugar contra ella?
—¿Y porqué estás tan segura de que jugaremos contra ella? —preguntó Hally a su vez.
—No quiero desilusionarte, pero es lo más probable —Ryo se veía decaído —Lo que pasa es que... toda la familia de Danielle ha estado en Slytherin y a estas alturas sería raro que uno de sus miembros quedara en otra casa que no fuera esa.
—Bueno, en ese caso... —aceptó Hally, aunque a regañadientes —¿Pero ustedes qué¿No compraron escobas?
Amy y Ryo empezaron a contarle acerca de sus escobas nuevas, mientras que a la mitad de la mesa, Dean estaba haciendo lo posible para librarse de Nerie.
—Por favor, Nerie, vete un rato —le pedía —Necesito hablar de algo con Ángel y John.
—Como quieras —se rindió Nerie por fin, alejándose en dirección a su padre.
—¿Y entonces? —les dijo Dean a sus primos —Espero que ya esté todo listo.
—Claro —le dijo Ángel —Fuimos a la tienda de papá y tío George a comprar lo esencial. ¡Ah! Y las chicas fueron por lo que Sun Mei —miró a John —Así que tenemos todo cubierto.
—Por cierto¿dónde están ellas? —quiso saber Dean.
—Andan por ahí, hablando con Belle —respondió John —Andan muy raras últimamente.
—Debe ser por... —empezó Dean, pero se interrumpió cuando vio que sus primos lo veían fijamente y queriendo saber lo que iba a decir —No me hagan caso, pensaba en otra cosa.
—Sí, cómo no —dijo Ángel —Tú sabes porqué mi hermana está tan contenta de vengarse de Patrick Malfoy¿verdad?
Dean negó con la cabeza, intentando que no se notara en su cara que mentía. La verdad es que sí sabía y no por voluntad propia, sino por accidente.
—Más te vale —advirtió Ángel, con cara de pocos amigos.
La comida transcurrió normalmente, con una gran variedad de platillos. Tía Penélope había preparado con ayuda de su hija Penny algunos guisos españoles y tía Fleur, con el apoyo de Frank, deleitaron a todos con algunos postres franceses. Al final, no quedó mas que esperar a que el señor Potter recibiera sus regalos. Pero antes de eso, el festejado quiso hablar.
—Hoy ha sido un gran día desde el principio —comenzó —Por la mañana fui por el regalo que de verdad me importaba, luego fui de compras con mi familia y ahora esto... No tengo palabras para agradecerles el hecho de que estén aquí. Este es uno de los mejores cumpleaños que he tenido en mi vida. Y espero que me queden muchos más que celebrar con todos ustedes.
El señor Potter sintió un nudo en la garganta y movió una mano.
—Ya terminé —avisó, con una sonrisa —Ahora dejen de mirarme tanto.
Todos rieron, pero Hally se quedó un poco confundida. Se fue desplazando con sigilo hasta donde estaba su padre hasta que estuvo a su lado.
—Papá —llamó, jalándole una manga al señor Potter —¿Puedo preguntarte algo?
El señor Potter le pidió un minuto libre al padre de Val y la miró.
—Sí, claro. ¿Qué quieres?
—El regalo que fuiste a recoger esta mañana... —Hally tenía problemas para expresarse, pues temía que lo que iba a decir sonara muy presuntuoso —¿Era yo, verdad?
El señor Potter sonrió y le acarició el cabello.
—Claro que eres tú —le confió, dándole un beso en la frente —Porque eres lo que más amo en el mundo. Tu madre y tú son toda mi familia y haré cualquier cosa para que estén bien.
Hally sonrió de forma tan dichosa, que Harry Potter no pudo evitar sonreír también, pensando que por fin podía vivir en paz.
