Catorce: Reunión en Saint James.

Pasaron rápidamente los días y todos los niños que entrarían ese año a Hogwarts estaban ansiosos porque llegara el primero de septiembre, para poder conocer el magnífico colegio. También los mayores que tenían unos años en Hogwarts ya querían que llegara ese día, pues apreciaban mucho el colegio y todo lo que para ellos significaba. Pero Frida Weasley, por primera vez desde que había ingresado al colegio, no le daba tanto gusto volver.

Frida era una chica bromista y risueña, por lo que sus padres estaban preocupados por ella, ya que desde que había terminado el curso anterior, se había vuelto un poco callada y malhumorada. Apenas si aguantaba estar a solas con su hermano Ángel cinco minutos, siendo que siempre habían andado juntos planeando nuevas formas de diversión. Y para colmo, esta vez ni Ángel sabía lo que le pasaba. Todo aquel lío era muy extraño.

—Para mí que Gina sabe algo —le comentó Ángel a su primo John cuando todos los primos Weasley en edad escolar, incluido Dean Longbottom, se reunieron en La Madriguera el treinta y uno de agosto, para al día siguiente partir todos juntos a la estación de King's Cross —Recuerda lo que les oímos decir en Flourish y Blotts.

—Creo que tienes razón, pero aparte, yo sospecho de Dean —le confió John —Acuérdate que se quedó muy pensativo cuando le mencionamos el tema en casa de los Potter, en julio. Quizá deberíamos intentar sacarle la verdad a él, porque nuestras hermanas... Bueno, no es que les tenga miedo, pero cuando se unen contra nosotros son unas fieras.

—Estoy de acuerdo. Quizá, si lo chantajeamos un poco... —aventuró Ángel.

—No se dejará.

—Al menos hay que intentarlo.

Este par estaba hablando en un rincón de la amplia sala, sin ponerle mucha atención a sus demás primos. Frida y Gina estaban sentadas en el suelo, junto a la chimenea, comentando algo sobre unas tareas de Adivinación que debían entregar al empezar las clases. Dean le daba mantenimiento a su escoba, una Barredora 12, recortando algunas ramitas deformes de la cola. Rose, en cambio, estaba en una butaca sin hablar con nadie, pues pensaba en que su madre tenía mucho trabajo en su revista y por eso no la llevaría a la estación. En eso estaban todos cuando tía Angelina, con una sonrisa, anunció.

—¡Miren a quién tenemos de visita!

Todos miraron hacia donde la mujer estaba y vieron a los Potter entrar a la habitación. Hally pudo saludar con una sonrisa y un gesto de mano antes que Rose se abalanzara sobre ella con una enorme sonrisa en el rostro. Ángel, al ver que su madre arrastraba un gran baúl rojizo con dificultad, se puso de pie y fue a ayudarle. Tía Angelina le agradeció a su hijo y le indicó a él y a John que subieran el baúl a la habitación donde dormía Rose. Ambos muchachos obedecieron y cargándolo cada uno de una argolla, empezaron el ascenso. Los demás se quedaron para saludar a los Potter.

—¿Vas a ir con nosotros a King's Cross? —le preguntó Rose a Hally.

—Sí —respondió Hally —Lo que pasa es que mañana mis padres tienen trabajo en el Ministerio a primera hora y no pueden llevarme.

—¿Hay algún problema en el Ministerio? —les preguntó tía Angelina a los Potter.

—No, ninguno —aseguró la señora Potter —Es sólo que habíamos estado fuera mucho tiempo y ahora, con Hally, tuvimos que ponernos al día en algunas cosas. Además, creo que nos extrañaron. Por cierto¿tú los llevarás a todos a Londres mañana?

—Sí, este año nos tocó a Fred y a mí —tía Angelina se encogió de hombros –El año pasado les tocó a Bill y a Fleur porque era el último año que Belle estaría en Hogwarts. Como ahora es el último año de mis hijos y los de Alicia, lo discutimos y nos tocó a nosotros. Tengo la impresión de que George quería llevarlos, pero Alicia debía hacer un trabajo muy importante para entregarle al Departamento de Deportes y Juegos Mágicos y tenía que estar en el Ministerio a primera hora de la mañana. Como mañana acaban las vacaciones de ambas...

Y es que tía Angelina y tía Alicia trabajaban en la Asociación Británica de Quidditch, en el Departamento de Relaciones Públicas.

—Supongo que estarás un poco aliviada de volver al trabajo —supuso el señor Potter.

—Me gusta estar con mis chicos, pero admito que salieron igual a su padre —dijo tía Angelina con una sonrisa —Me cuesta trabajo seguirles el paso.

—Nos retiramos —anunció la señora Potter —Cuídate, Hally. Que tengas buen curso.

—Y escríbenos con frecuencia —pidió el señor Potter.

—De acuerdo, lo haré —prometió Hally, dejando que su madre y su padre le dieran besos en la mejilla —Los veré en Navidad, supongo.

—Nos gustaría —admitió el señor Potter y salió de la habitación con su esposa y tía Angelina.

—Hola, Hally —saludó Gina —¿Cómo te ha ido?

—Muy bien, gracias. Y estoy ansiosa porque sea mañana.

—No es para tanto —la tranquilizó Frida, agitando una mano —Aunque tal vez yo crea eso porque con éste, llevo siete años yendo a Hogwarts. En fin, como sea¿quieres salir? Es temprano y podemos jugar un poco de quidditch en un prado que está aquí cerca. Hay muchos árboles y los muggles del pueblo no nos verán.

—Lo que quiere es ver tu Saeta de Fuego 2.0 —le dijo Gina en voz baja —Ha pensado cómo verla desde hace mucho.

—Si es eso, no hay problema —respondió Hally, sonriendo —No he podido estrenarla, hay muchos muggles curiosos en donde vivo. ¿Invitamos a alguien más?

Gina asintió, jaló a Frida sosteniéndola de un brazo y fueron ambas al pie de la escalera.

—¡Hermanos! —llamó Gina melodiosamente —¿Quieren venir al prado a jugar quidditch?

Hubo un par de gritos de júbilo que a Gina le sonaron como a una afirmación. En tanto, Hally se acercó a Dean.

—¿Quieres venir a jugar quidditch? —le preguntó.

—Claro —aceptó Dean, guardando su equipo de mantenimiento de escobas voladoras —Sólo subo a guardar esto y regreso.

Se levantó, tomó la caja del equipo y haciendo a un lado a sus primas mayores, subió corriendo la escalera, donde casi choca con Ángel y John.

—¡Fíjate! —espetó Ángel de mal humor, dejando atrás a John y a Dean.

—¿Qué le pasa? —quiso saber Dean.

—Anda así porque Frida lo evita —respondió John, sonriendo —Hasta parece novio celoso.

Dean soltó una carcajada y siguió subiendo. Cinco segundos después, Rose y Hally también subieron para recoger sus escobas.

—Esto será divertido —aseguró Rose.

—Eso espero yo también —dijo Hally —En serio.


—Es algo serio. Creo saber quién es. O al menos de dónde viene.

En el Ministerio, la actividad bullía por todas partes. Pero en ese momento, al señor Potter no le importaba. De hecho, agradecía que hubiera tanta gente a su alrededor, pues eso evitaba que a él, a su esposa y al señor Longbottom los escuchara cualquier persona.

Estaban los tres en la oficina del señor Potter, un cubículo del Cuartel General de Aurores que si era posible, se veía más grande que sus vecinos porque el señor Potter se había tomado la molestia (rara en los aurores, que casi siempre estaban fuera en distintas misiones) de mantener ordenadas sus cosas. Aparte de la silla que el señor Potter ocupaba, había otra en la que estaba sentada su esposa. El señor Longbottom se encontraba de pie tras la señora Potter y le explicaba lo que había averiguaba para ellos sobre la nota que le habían dejado al señor Potter en el mostrador del Caldero Chorreante con la única pista que tenían: el sello.

—Según lo que me dijeron —siguió el señor Longbottom —mandé investigar el sello, para verificar que fuera de algún mago conocido. Y con lo que me dijo Hermione de que las serpientes emplumadas son parte de la mitología mexicana, empecé por ordenar que buscaran en México. Fue difícil sin tener una excusa, pero les dije que era para verificar unos rumores sobre la participación de ese país en un tratado y obtuve los datos casi de inmediato. Según parece, la serpiente emplumada es parte del escudo de Calmécac.

—¿Calmécac? —preguntó el señor Potter con extrañeza.

—Calmécac, en la antigüedad, era el nombre de la escuela de los poderosos en Tenochtitlán —recordó Hermione —Cuando estuvimos en México, buscando pistas de Ron, investigué un poco sobre las escuelas de magia de ese país, si es que existían. No hemos tenido noticias de magos mexicanos en mucho tiempo. Pero no me pidan que les diga más —añadió de repente —Es información reservada para el Departamento de Misterios.

—No es necesario, sé a qué te refieres —dijo el señor Potter —Creíamos que no había magos en ese país, pero encontramos algunos. Sólo que cuando quisimos saber dónde estudiaron, no obtuvimos respuesta.

—Pues nosotros sí tenemos registro de que sobrevive una escuela de magia allá —informó el señor Longbottom —Pero los registros más confiables están en España, así que le envié una lechuza a Penny y acaba de llegar su respuesta. Penny dice que Calmécac se mantiene en un secretismo riguroso desde los tiempos de la Conquista y después de eso, apenas si mantiene contacto con el exterior. España es uno de los pocos países con los que sostiene tratos constantes.

—¿Y eso qué tiene qué ver con el sello del mensaje que me llegó? —quiso saber el señor Potter —No es por nada, Neville, pero se hace tarde.

—A eso voy, perdona —el señor Longbottom sonrió —Verás, parece ser que Calmécac es muy parecida a Hogwarts en ciertos aspectos, como el de las casas. Su sistema educativo es distinto, pero también recurren a un sistema de selección para separar a los estudiantes con aptitudes similares. La serpiente emplumada representa a la casa de Quetzalcóatl, la cual, por sus rasgos, equivale a Ravenclaw en Hogwarts. Lo que significa...

—Significa que quien me mandó el mensaje estudió en Calmécac, en la casa de Quetzalcóatl—completó el señor Potter.

—Sí, es lo más probable —concordó el señor Longbottom —pero no mucho. No tenemos registros de que resida una bruja mexicana en Gran Bretaña.

Los Potter seguían en el mismo dilema. ¿Asistirían o no a la cita que les habían pedido en el parque de Saint James?

—Un momento —soltó la señora Potter, poniéndose de pie de un salto —Harry¿recuerdas lo que me contaste que te dijo el cantinero? Sobre que la mujer llevaba un niño.

El señor Potter asintió, pues lo recordó.

—Si el niño ha estado viviendo aquí, seguramente le ofrecieron un lugar en Hogwarts —razonó la señora Potter —Pero el problema sería conseguir la información...

—No creo —dijo de pronto el señor Longbottom, dirigiéndose a la salida del cubículo —Déjenmelo a mí. No creo tardarme más de media hora.

Y sin decir más, salió corriendo del lugar, dejando a sus dos amigos muy impresionados. Mientras esperaban, pasaron varios colegas del señor Potter a verlos y a decirles lo complacidos que estaban de tenerlos de vuelta en el Ministerio. No se había agotado la media hora que el señor Longbottom había dicho, cuando regresó agitando una hoja de pergamino en la mano.

—Por fortuna seguía allí —musitó el señor Longbottom, deteniéndose un poco para tomar aliento —Logré encontrar a Justin y le cobré un favor... Ya saben, Justin Finch-Fletchley, deben recordarlo del colegio...

Ambos Potter asintieron.

—Trabaja en el Departamento de Educación Mágica y ya tiene la lista de los que respondieron a las cartas de aceptación de Hogwarts. Le pedí una copia que tuviera la investigación básica de las familias de los nuevos y... bueno, aquí hay algo interesante.

Les mostró el pergamino, que por cierto era muy largo y casi rozaba el suelo. A la mitad, encerrado en un círculo, había el nombre de un niño.

—Este niño tenía padre inglés —les dijo el señor Longbottom —pero su madre es extranjera. Sólo con ver el nombre puede darse uno cuenta.

En efecto, el nombre del padre de aquel niño tenía una pequeña cruz negra al final, señal que ya había fallecido. Pero el nombre de la madre era por completo desacostumbrado en Gran Bretaña. El nombre era Abil.

—Recuerdo esa palabra —dijo la señora Potter —Es del maya, uno de los dialectos indígenas de México. Debe ser ella.

El señor Potter sacó un pergamino de su bolsillo y observó la parte inferior. Abil N. G. Sí, tenía que ser ella. El señor Potter se guardó el pergamino nuevamente y afirmó.

—Tiene que ser ella. Tenemos que irnos, Hermione.

—Yo aún tengo mis dudas —confesó la señora Potter.

—Yo que ustedes, me arriesgaría —dijo el señor Longbottom —Si yo pudiera, lo haría. Desde que Ron se fue, Ginny no sonríe como antes aunque intenta divertirse. Por favor, vayan.

Eso acabó de decidir a la señora Potter. Recogió su varita del escritorio y la guardó en uno de sus bolsillos con presteza.

—Muy bien, vámonos. Ya casi dan las siete y tenemos qué cambiarnos.


El parque de Saint James es un buen escenario para un paseo nocturno, pues cuenta con una buena iluminación. En aquel momento, estaba un poco lleno a causa de las personas que iban de la City de Londres a sus casas o de personas que simplemente querían caminar un poco. Los Potter llegaron a buena hora, no sin antes pasar a su casa a cambiarse las túnicas por ropa muggle. No se arriesgaron a aparecerse, por lo que llamaron un taxi por teléfono y llegaron apenas unos minutos de retraso. Se preguntaban cómo iban a reconocer a quien los había citado cuando escucharon una voz con acento extranjero a sus espaldas.

—Puntuales, señores Potter.

Se dieron media vuelta y se encontraron con una mujer de cabello castaño muy corto y ojos grises de triste mirada. Llevaba un conjunto de falda y saco violeta y una blusa blanca.

—Mucho gusto —saludó, tendiendo la diestra, que estaba enfundada en un guante blanco. Su voz tenía un marcado acento —Soy Abil.

—Igualmente —correspondió el señor Potter al saludo, estrechándole la mano —Creo que no hace falta que nos presentemos.

—Efectivamente, no hace falta —aseguró Abil —Y veo que me mira de forma extraña, señora Potter¿qué pasa?

—Su nombre —respondió la señora Potter —Es poco común. Se pronuncia tal y como se escribe¿verdad? Cargando la voz en la i.

—Sí, pero en este país tengo que cambiar la pronunciación a Éibil —la mujer se rió suavemente —Es lo que no me gusta del inglés, es un tanto complicado aprender las pronunciaciones. Pero por suerte, ya llevo algunos años aquí. ¿Les molesta si empezamos a caminar un poco? Así será menos probable que nos oigan. Lo que tengo que decirles es delicado... y muy complicado.

Los Potter asintieron y se pusieron uno a cada lado de la mujer. Ésta sonrió, pero se notaba cierta melancolía en su cara que la sonrisa no lograba borrar.

—Mi marido era inglés —contó, al cabo de unos pasos —Era auror como usted, señor Potter, y en una de las misiones que realizó en mi país, me conoció. Yo trabajaba en la Secretaría de Magia, que equivale a su Ministerio, y le ayudé todo lo que pude en sus investigaciones. Me lo agradeció y luego de eso, supe que se había mudado a México. Me buscó y me dijo que se había quedado prendado de mí —volvió a sonreír, pero esta vez con más nostalgia que antes —Salimos un tiempo y en menos de un año ya nos habíamos casado. Yo era muy feliz entonces, pero algo se atravesó y mi esposo tuvo que volver a Inglaterra. Lo mandaron llamar para atender una grave amenaza en su país.

—¿Cómo se llamaba su esposo? —preguntó el señor Potter.

—Robert. Robert Graham.

—Lo recuerdo —dijo el señor Potter —Era una leyenda cuando yo ingresé al cuartel. Me contaron que había ayudado a detener a muchos mortífagos que estaban escondidos en el extranjero. Pero que había decidido mudarse a América para casarse. ¿Estoy en lo correcto?

—Sí, ése era mi Rob. Como les decía, lo mandaron llamar para colaborar con la detención de los mortífagos que hubiera por allí, pues el tal Voldemort había vuelto. Cuando ese mago oscuro fue vencido, Rob volvió a México y me pidió que viniera con él a Inglaterra. No pude negarme, lo amaba demasiado, pero antes de nuestra partida sucedió algo. Una noche, llegaron golpeando a nuestra puerta y cuando Rob fue a abrir, encontró a un hombre totalmente exhausto y con la ropa descompuesta que pedía ayuda. Mi Rob era muy compasivo, así que lo metió a la casa, pero en cuanto estuvo adentro, nos atacó. Por fortuna, el tipo no sabía que mi esposo era mago, pero lo notó pronto al ver que se defendía y se desapareció. Cinco segundos después apareció otro mago y le preguntó por dónde se había ido el primero y si le había visto la cara. Rob no sabía si confiar en él o no y seguro el otro lo notó, porque entonces le dijo que era auror y que estaba persiguiendo al mago que lo había atacado. Rob tuvo que decirle que se había desaparecido sin poder verle el rostro y lo invitó a pasar para que le explicara el asunto. El mago aquel le dijo que perseguía al otro porque... porque era un asesino. Le contó muchas cosas y cuando se sintió más tranquilo, se alistó para irse, pero antes mi marido y él se presentaron. Al saber el nombre de mi marido, el mago soltó una exclamación y le dijo: ¡Vaya, un compatriota! Eres famoso¿sabes? Aunque no tanto como mi amigo Harry Potter. Si regresas a Londres, dile que Ronald Weasley le manda saludos y que volverá a casa en cuanto atrape a ese maldito al que persigo. Luego de eso, se desapareció y Rob nunca lo volvió a ver.

—¿Pero porqué nos dice todo esto ahora? —quiso saber el señor Potter —Nosotros buscando una pista sobre nuestro amigo... ¡Y su esposo la tuvo todo el tiempo¿Sabe lo preocupada que ha estado la esposa de Ron y que su hija ni siquiera lo conoce?

—Sí, lo comprendo, y le pido termine de escucharme —Abil tenía el rostro serio, como para demostrar que no mentía —Mi esposo y yo venimos a vivir aquí una semana después de eso y él murió pocos días después, presa de un ataque mortífago. Yo pude verlo agonizante en San Mungo y allí me confesó todo. Me dijo todo lo que había conversado con el señor Weasley, incluyendo la razón para que estuviera persiguiendo a aquel misterioso mago que lo atacó y al que no había podido verle la cara. Yo la verdad quise decirles lo antes posible, pero no tenía acceso a su Ministerio porque Rob me aconsejó que por mi seguridad, no me registrara como residente y así, pues tenía que vivir como muggle. A duras penas pude investigar los movimientos de la comunidad mágica británica para averiguar de ustedes y descubrí que estaban ausentes. De verdad, lo siento. Debí buscarlos más.

—Pero díganos algo —pidió la señora Potter —¿Qué sabe usted de Ron?

—Lo acusan del asesinato de su hermano Percy —respondió —Y que desapareció poco después del crimen. Por las fechas que conseguí, lo que les cuento que pasó en México sucedió apenas unos ocho meses después que el asesinato se cometió.

Los Potter se miraron con sorpresa.

—Estábamos en México por esas fechas —dijo la señora Potter —¡De haberlo sabido...!

—No creo que haya cambiado nada —aseguró Abil —Cuando un mago no quiere que se le encuentre, no se le encuentra. Créame, lo sé. ¿Y sabe porqué? Porque después que Rob regresó al Ministerio, lo empezaron a acosar. Por eso murió como murió, porque quien quiera que ande persiguiendo su amigo, conocía a mi Rob y no descansó hasta verlo muerto. Entonces empecé a desear que no me encontraran antes de decirles lo que sé: que Ronald Weasley está persiguiendo al verdadero asesino de su hermano.