Diecisiete: La Selección.
Habían llegado a una estación algo solitaria y se percibía una ligera llovizna. Quien llamaba a los alumnos de primer año a reunirse era un hombre enorme, por lo menos lo doble de alto que un hombre común, de cabello y barba castaños con algunas canas grises. Vestía un largo abrigo de piel y tanto éste como su demás ropa era color marrón. Sus ojos negros veían con simpatía.
—¡Vamos, los de primer año! —llamaba, agitando una lámpara en su gigantesca mano —Si nos quedamos más tiempo, acabaremos empapados.
—Es el señor Hagrid —le susurró Hally a sus amigos —El padre de Val.
—Ahora veo porqué ella es tan alta —comentó Sunny, con una media sonrisa.
Siguieron al hombretón por un camino oscuro a través de árboles altos y de follaje espeso hasta la orilla de un lago, donde los niños tuvieron la primera vista de Hogwarts. Era un castillo de magníficas proporciones, con torres y torrecillas por todas partes y de las muchas ventanas salía luz cálida y acogedora. Varios soltaron una exclamación de sorpresa.
—Niños, ahora quiero que suban a los botes —el hombre señaló unos botes pequeños a la orilla del lago —Sólo vayan cuatro por bote, no querrán caerse.
Obedecieron en el acto. Hally, Rose, Danielle y Sunny se acomodaron en uno. Ryo, Henry, Amy y una de las niñas a las que había ayudado Dean, la de cabello castaño, se subieron a otro. En un solo bote iba el cuarteto conformado por Brandon, Scott, Calloway y Sullivan.
A un gesto del gigante, los botecillos empezaron a navegar solos hacia el castillo y luego de un corto trecho, entraron a una cueva subterránea bajo el colegio.
—Bajen las cabezas —advirtió el hombre y todos obedecieron.
Llegaron pronto a su destino, desembarcaron y siguieron al hombre hasta la puerta principal, colosal y hecha de madera. El hombre la abrió sin mucho problema y se encontró al otro lado con un hombre de aspecto joven y de cabello castaño entrecano. Rose lo reconoció enseguida.
—¡Es el profesor! —le hizo ver a Hally.
Hally asintió para darle a entender que la había oído. El profesor les hizo un gesto a los alumnos, los guió a través del vestíbulo a una pequeña habitación y cuando los tuvo adentro, llamó su atención dando algunas palmadas.
—Buenas noches —saludó, con voz amable —Soy el profesor Lupin, y quiero darles la bienvenida a Hogwarts. Como la mayoría sabrá, antes que ocupen sus lugares en el Gran Comedor, tendrá lugar la Ceremonia de Selección para determinar la casa a la que irán. Las casas son Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Vivirán con el resto de los integrantes de su casa como una familia, ya que cualquier cosa buena o mala que hagan, les harán ganar o perder puntos de su casa, según sea el caso. Y al término del curso, la casa con mayor puntaje se hará acreedora a la Copa de las Casas, la cual es un gran honor.
Hizo una pausa, y paseó su mirada melancólica por todas aquellas caritas ansiosas. Luego de tomar aliento, continuó.
—Cualquier casa a la que vayan será buena, sobre todo si ustedes actúan debidamente para honrarla como se debe. Ahora, con su permiso, verificaré que todo esté listo.
El profesor Lupin salió de la habitación, lo que aprovecharon los niños en la habitación para cuchichear entre sí. Algunos alardeaban en qué casa querían estar y muchos otros, los que venían de familia muggle, esperaban que la Selección fuera algún procedimiento sencillo para ellos. Luego de unos cinco minutos, el profesor Lupin regresó.
—Síganme —indicó, sonriendo leve y amablemente.
Los niños obedecieron y fueron tras él hasta unas puertas dobles, que el profesor abrió sin dificultad. Detrás de las puertas estaba el resto de los estudiantes, sentados a cuatro largas mesas. Los jóvenes miraban al grupo de nuevos con interés, mientras que al fondo del lugar estaba una quinta mesa, donde estaban sentados los profesores. Al centro, estaba una mujer mayor de aspecto severo, cuyo cabello castaño estaba recogido en un chongo apretado. Sus lentes cuadrados lanzaban algunos destellos de luz que provenían de la gran cantidad de velas flotantes que había en el lugar. Al voltear al techo, Hally se dio cuenta que era muy parecido al de su dormitorio en Londres: parecía que no había techo de verdad, sino una cúpula de cristal que dejaba ver el exterior. El profesor Lupin los hizo detenerse frente a la mesa de profesores y con un ademán, los mandó hacer una fila. Al estar haciendo los niños la fila, Lupin fue a un rincón y regresó enseguida con un viejo sombrero puntiagudo y un taburete. Puso el taburete en el suelo, luego el sombrero en el taburete y esperó.
Hally había leído algo sobre ese sombrero. Se suponía que era mágico, pero no se veía que lo fuera. Al cabo de unos segundos, el sombrero se movió, abrió un desgarrón que tenía, que parecía boca, y empezó a cantar.
Tal vez no sea muy bonito, pero no te engañes.
Soy valioso, soy un sombrero pensante.
Si en tu cabeza me dejas ver,
Te diré de qué casa debes ser.
Puedes ser de Gryffindor, la de los leones dorados.
Todos ahí son valientes, nobles y osados.
Puedes ser de Hufflepuff, la de los negros tejones.
Allí van los leales, honrosos y dóciles.
También puedes ser un Ravenclaw, un águila de bronce.
Donde tu inteligencia y buen ojo te lleven a lo mejor.
O quizá quieras ser un Slytherin, una plateada serpiente.
Aquí la ambición te hará siempre vencedor.
En sí no importa a qué casa vayas,
Siempre serás como quieras en la vida.
No te dejes llevar por malos rumores y charlas,
Y siempre sigue lo que el corazón te dicta.
Al terminar la canción, los alumnos enteros aplaudieron, pero Hally y compañía notaron que había unos cuantos rumores de extrañeza porlos últimos cuatro versos. Tal parecía que el sombrero no cantaba algo así muy seguido.
El profesor Lupin se aclaró ruidosamente y todos guardaron silencio. El hombre sostenía un largo rollo de pergamino.
—Cuando lea su nombre, pasen al frente —les indicó a los de primer año —Siéntense en el taburete y les pondré el sombrero en la cabeza para saber cuál es su casa. En cuanto la sepan, se dirigirán a la mesa que más les aplauda —añadió, lo que causó algunas risas —Y sin más qué agregar, comenzaremos. ¡Alcott, Mary Ann!
Una niña de cabello castaño y lacio, con paso lento, se adelantó y se sentó en el taburete, donde el profesor Lupin le puso el sombrero. Pasaron unos segundos en total silencio.
—¡Ravenclaw! —anunció el sombrero en voz alta.
La segunda mesa a la izquierda estalló en aplausos. Ryo alcanzó a ver a su hermana ayudando a Mary Ann Alcott a tomar asiento.
—¡Blackson, Procyon! (1)
Semejante nombre le pertenecía a un niño de espeso cabello negro y nítidos ojos de tono azul violáceo, que tenía un porte entre elegante y altivo. Caminó al taburete con determinación.
—¡Gryffindor! —anunció el sombrero, luego de un brevísimo instante.
Procyon Blackson se levantó del taburete y caminó con una sonrisa a la mesa de Gryffindor, siendo observado por el profesor Lupin discreta pero fijamente. Luego de un segundo, continuó con la lista.
—¡Brandon, Hellen!
Brandon se adelantó con la cabeza erguida y un gesto de suficiencia.
—¡Slytherin! —dijo el sombrero.
Hellen Brandon se fue a la mesa que le aplaudía y se sentó junto a unos chicos que la felicitaban por haber quedado en su casa. Danielle vio que su hermano no era uno de esos chicos y frunció el entrecejo con desconcierto.
Pasaron unos tres alumnos más y de pronto se escuchó llamar a Calloway, Tyrone. Calloway se adelantó de la misma forma que Brandon y apenas si tuvo el sombrero en la cabeza cinco segundos antes que éste anunciara que el niño quedaba en la casa de la serpiente.
—Van dos —susurró Rose con un ademán de sarcasmo.
Hally asintió. Henry y Ryo, a su lado, estaban muy atentos a lo que decían y asintieron también. Amy, Danielle y Sunny, en cambio, parecían un poco nerviosas.
Sunny miró de reojo la mesa de profesores, donde ya había localizado a Snape en uno de los extremos. ¿Qué pasaría si quedaba en una casa que a él no le agradaba? Pues la verdad le daba lo mismo. Lo que le importaba era que la asignaran en una casa, que le confirmaran de una buena vez que era parte de Hogwarts y luego se preocuparía de lo demás.
—¡Combs, Simon!
—¡Hufflepuff!
—¡Creevey, Diane!
—¡Gryffindor!
La niñita de cabello castaño que había viajado en el bote con Amy, Ryo y Henry fue la primera Gryffindor que anunciaban. Salió corriendo a su mesa, donde Frida, Ángel, Gina y John la recibían con mucho alboroto, y se sentó a un lado de Procyon Blackson.
La selección continuó en esos términos. Muchos de los niños y niñas que pasaban se veían nerviosos, pero al oír el nombre de su casa se tranquilizaban un poco. La fila avanzaba sin ningún ritmo, pues a veces parecía que el sombrero sabía la casa a la cual enviar al estudiante de forma instantánea y otras, se tomaba su tiempo.
—¡Finch-Fletchley, Joan!
—¡Hufflepuff!
—¡Finnigan, Cecil!
Una niña de cabello color arena, largo y peinado en una trenza, pasó y se quedó sentada casi un minuto entero, hasta que finalmente fue declarada una Gryffindor.
Después de Cecil Finnigan pasaron algunos más: Fonteyn... Fullerton... Garrett...
—¡Graham, Henry!
Henry caminó con la cabeza en alto, pero procurando no parecer demasiado presumido. Estuvo con el semblante serio todo el tiempo que estuvo sentado en el taburete. Al final, una sutil sonrisa apareció en su rostro cuando escuchó el anuncio del sombrero.
—¡Gryffindor!
Henry se levantó y se fue a su nueva mesa, sentándose con aspecto un tanto nervioso, pero sin quitarse la sonrisa del rostro. Sus amigos lo miraron con orgullo un minuto, antes de poner atención nuevamente a la selección, que ahora se centraba en Kent, Matthew. Luego, por fin, la lista de alumnos llegó a la letra eme, cosa que Danielle, Ryo y Amy habían estado esperando.
—¡Macmillan, Amy!
Amy pasó, se colocó el sombrero con ayuda del profesor Lupin y estuvo allí poco tiempo antes de ser nombrada una Hufflepuff. Corrió a la mesa donde estaba su hermano Harold, quien exclamaba que estaba orgulloso de su hermanita por primera vez en su vida, mientras Ernest aplaudía ruidosamente en la mesa de Ravenclaw. Se hizo el silencio cuando, después de que pasaron Mackenzie, Oliver y Malcolm, Vivian, se escuchó el siguiente nombre.
—¡Malfoy, Danielle!
Danielle se fue a sentar al taburete, se dejó poner el sombrero y esperó impacientemente el resultado. Sintió una extraña mezcla de tristeza y tranquilidad cuando el sombrero declaró.
—¡Slytherin!
—Ahí va una buena amiga –suspiró Ryo –Espero que no la echen a perder.
—¡Mao, Ryo!
Ryo se apresuró al taburete, tanto que casi lo derriba. Se sentó, le pusieron el sombrero y cerró los ojos, deseando que lo seleccionaran para la casa adecuada.
—¡Ravenclaw!
Ryo soltó un suspiro, se quitó el sombrero y luego de hacerle una leve inclinación de agradecimiento al profesor Lupin a la usanza oriental, se fue a sentar a la mesa de Ravenclaw, donde Sun Mei lo recibió con los brazos abiertos y una gran sonrisa.
—¡Excelente, Ryo! —le dijo al niño —¡Mamá se pondrá muy contenta!
—En ocasiones como ésta es cuando detesto el orden alfabético —comentó Rose, arrugando la nariz al oír nombrar a Olsen, Giselle —Van muy lento¿porqué no se dan prisa?
Pero al ir la lista de alumnos en la letra o, Hally supo que su turno llegaría pronto. Y así fue: sólo tuvieron que pasar aquellos con los apellidos Owen, Patterson, Perkins y Poe para que pudiera escucharse...
—¡Potter, Hally!
Todo el Gran Comedor se hundió en un murmullo de admiración e incredulidad, y unos cuantos atrevidos se pusieron de pie para ver mejor.
—¿Acaso dijo Potter?
—¿Esa niña tan insignificante es una Potter?
—¡Tiene que ser una broma!
—Yo no sabía que Harry Potter tuviera una hija.
Hally escuchó éstos y otros comentarios más antes que el sombrero le cubriera los ojos, pues al ponérselo el profesor Lupin en la cabeza, de inmediato notó que le quedaba grande. Inhaló profundamente, tratando de serenarse, cuando una vocecita empezó a hablarle en su mente.
—Vaya, vaya... —murmuró la voz —Veo muchas cosas aquí: valor, inteligencia, nobleza, una pizca de ambición... —Hally tragó saliva, pues ahora sabía, por la canción del sombrero, que la ambición era una de las principales características de los de la casa de Slytherin —Pero todo está encaminado a una sola cosa: demostrar que eres digna del apellido que llevas. Tienes una gran mente y quieres demostrar que eres alguien por ti misma... ¿Dónde te pondré?
Hally se estaba poniendo intranquila, pero se mantuvo firme. Cualquiera que sea la casa que me toque, la enfrentaré, pensó con determinación.
—¿Eso piensas hacer? —le dijo la vocecita, con cierto misterio —Bien, en ese caso, no sé porqué me tomo tantas molestias... Te les pareces tanto... A tus padres, quiero decir... Buenas personas, los dos me costaron trabajo al colocarlos... y creo que tú estarás muy a gusto en...
—¡Gryffindor! —exclamó el sombrero, esta vez en voz alta.
Hally sonrió al escuchar eso y se levantó del taburete procurando no tropezar. Se dirigió a la mesa de Gryffindor, tomó asiento junto a Henry y disfrutó del recibimiento, aunque le daba un poco de pena que Frida, Ángel, Gina y John gritaran una y otra vez con todo el entusiasmo del que eran capaces ¡Tenemos a Potter! Incluso Dean, al cabo de un momento de duda, se les unió soltando un silbido de júbilo bastante sonoro.
Hally le sonrió amablemente a todos los que la saludaban en la mesa de Gryffindor y volteó a ver las otras mesas. En la de Ravenclaw, Ryo alzó un pulgar en señal de aprobación y diciéndoles a los que estaban con él que la conocía bastante bien. Amy le sonrió con esa calma suya tan particular y le hizo un gesto de mano para decirle que le agradaba la decisión del sombrero. Danielle, a pesar de tener a su lado a Calloway y a Brandon, en cuanto vio que nadie la veía le sonrió y moviendo sólo los labios, le dijo ¡Lo sabía, Hally, lo sabía!
Y en menos de lo que Hally imaginó, ya quedaban pocos alumnos por seleccionar. Pasaron Scott, Cloe y Sullivan, Arnold (que tal como esperaba Rose, quedaron en Slytherin), Tate... Visconti... Warren... y finalmente...
–¡Weasley, Rosaline!
Rose puso cara de susto, pero se dominó y fue hacia el taburete. Se sentó, esperó un largo rato con el sombrero puesto y fue consiente que muchas miradas se habían quedado en ella. Deseaba demostrar que era buena como su padre y especial como su madre. Y entonces...
—¡Gryffindor! —anunció el sombrero.
Los cinco Weasley que estaban en la mesa de Gryffindor estallaron en vivas y aplausos al por mayor y curiosamente, el primero en ponerse a celebrar fue Dean. Recibió a su prima con los brazos abiertos, para luego ser casi aplastado por sus primos mayores. Hally y Henry tuvieron qué esperar a que Rose se librara de todos sus primos para felicitarla y darle a entender, por medio de gestos, que estaban muy contentos por su selección. En las otras mesas, Ryo, Amy y Danielle también estaban felices. Suponían que el resultado hacía muy feliz a su amiga.
Y entonces, en cuanto los gritos y aplausos de bienvenida para Rose se apagaron, el profesor Lupin leyó el nombre siguiente, que de hecho, era el último.
—¡Wilson, Sunny!
Sunny caminó hacia el taburete, sin mirar a nadie para no alarmarse, pero alcanzó a ver que sus amigos cruzaban los dedos para que el sombrero tomara una buena decisión. Deseó no haber sido la última, pues sentía muchas miradas en ella y no todas eran agradables. El profesor Lupin le puso el sombrero en cuanto estuvo sentada y allí estuvo por largo rato. De hecho, los alumnos empezaron a ver sus relojes al percatarse que habían pasado más minutos de los acostumbrados. Aquella selección era la más larga hasta el momento. Pero de pronto...
—¡Slytherin! —dijo el sombrero en voz bien alta.
Cualquiera creería que los de Slytherin eran los más felices por ese anuncio, pero apenas si reaccionaron a tiempo y aplaudieron. Sunny le ayudó al profesor Lupin a quitarle el sombrero de la cabeza y antes de irse a la mesa de Slytherin, miró por un momento a Snape. Y no supo si lo imaginó o no, pero por una fracción de segundo creyó que el profesor le sonreía.
—Espero que sepas en dónde te metiste, huérfana —le susurró Scott a Sunny, en cuanto ésta se sentó —Ni creas que por ser de la misma casa te vamos a tratar bien.
—Cierra la boca —espetó Sunny.
El profesor Lupin se llevó el taburete y el sombrero. Cuando volvió, tomó asiento a la derecha de la mujer que ocupaba el lugar central en la mesa de profesores y esperó. La mujer se puso de pie y todos le prestaron atención.
—Ahora que hemos concluido con la ceremonia —dijo, con voz fuerte y clara —Sólo me queda desearles buen provecho. ¡Pueden comer ya!
Al instante, toda la vajilla en las mesas se llenó de comida y bebida, lo que maravilló a los de primer año que venían del mundo muggle, como Sunny. Snape la había estado vigilando todo el tiempo, agradándole que el sombrero la hubiera seleccionado para su casa y preguntándose porqué el gesto de asombro que hacía Sunny cada vez que veía algo nuevo para ella siempre lo invitaba a sonreír. Dejó ese pensamiento por el momento y empezó a comer.
Mientras tanto, en la mesa de Slytherin, Danielle se había levantado de su asiento y se había ido junto a Sunny, aprovechando que los demás parecían tenerle algo de repulsión y dejaban libres los lugares a ambos lados de la niña. Danielle observó a sus nuevos compañeros y luego dirigió sus opacos ojos azules a Sunny.
—Tarados —musitó —Oye¿no te asusta haber quedado aquí?
—No —respondió Sunny sin vacilar, sirviéndose un poco de pollo —Si alguien intenta hacerme algo, ni crea que voy a dejarme¿y tú?
—A mí no me importa —Danielle se encogió de hombros —Pero algo me preocupa...
—¿Qué cosa?
—El sombrero. Cuando me seleccionaba, dudó al enviarme aquí. Dijo que podría mandarme a Hufflepuff, pero luego se arrepintió.
—¡Bah! El sombrero está loco. A mí me dijo una y otra vez que no podía ver nada en mi cabeza, creo que por eso se tardó tanto. Al final, dijo que era una persona misteriosa que no se deja de nadie y que es orgullosa y me mandó aquí. ¿Sabes qué? Creo que es bueno que las dos estemos juntas. Así nos ayudaremos si el cuarteto de tontos del tren intenta algo¿no crees?
Danielle asintió con vehemencia y ambas siguieron comiendo. Unos asientos más allá, Patrick Malfoy veía a su hermana con cierto interés. No le agradaba que se estuviera juntando con esa huérfana de Wilson, pero no podía hacer nada. Desvió la mirada hacia la mesa de Gryffindor por algún extraño motivo y fijó sus ojos grises y fríos en los primos mayores Weasley. Allí, a la derecha de ese pelos parados de Ángel Weasley, estaba su hermana gemela, Frida. Recordó lo que le había hecho a finales del curso anterior y se preguntó porqué no podía olvidarlo. Cada vez que recordaba aquel incidente, que había sido básicamente una travesura a la que sus amigos lo retaron, sentía cierto remordimiento. Pero a la vez, percibía algo que había sentido desde hacía mucho tiempo y que le causaba un poco de dolor. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un compañero de curso, a su derecha.
—¡Hey, Malfoy! —le dijo, con acento jovial —¿En qué piensas?
—En nada —Patrick echó un último vistazo discreto a Frida Weasley antes de bajar la mirada a su plato de carne con papas —Nada importante.
Todos en el Gran Comedor siguieron comiendo con toda la tranquilidad del mundo. Los de primer año empezaban a intercambiar datos y anécdotas. Diane Creevey, en la mesa de Gryffindor, contó cómo su único primo había llegado un día de julio diciendo a voz en cuello que había conocido a Harry Potter.
—¡Estaba muy entusiasmado! —contó, con una sonrisa —Y dijo que Harry Potter mandó saludar a tío Colin y a papá¡nosotros no lo podíamos creer! Y papá se puso muy contento. Dice que hacía años que no sabía de él.
—Entonces, tú eres prima del muchacho de la tienda de quidditch –supuso Hally.
—Sí, soy yo —Diane miró a Hally con timidez —Tío Colin y papá me pidieron que le devolviera el saludo al señor Potter en cuanto tuviera oportunidad¿podrías hacerlo por mí?
—Claro —aceptó Hally —Con mucho gusto se lo diré.
En la mesa de Ravenclaw, Ryo estaba haciendo amistad rápidamente con los demás niños de primer año de su casa, entreteniéndolos al contarles sus vacaciones en China.
—¡China! —exclamó asombrada Mary Ann Alcott —Debe ser más bonito en vivo y a todo color que en simples fotografías.
—¿Y has estado en la Gran Muralla? —quiso saber Edward Garrett.
—¡Claro que he estado ahí! Se ve muy impresionante, en serio. Al verla, te preguntas cómo es que pudieron construirla los muggles sin tener magia. Es de verdad increíble.
—Me consta —dijo en ese momento Karen Tate, niña regordeta de cabello castaño claro recogido en dos cortas coletas en la parte baja de su cabeza —Mi madre es muggle y es arquitecta. Hace edificios hermosos todo el tiempo.
En la mesa de Hufflepuff, Amy se estaba llevando muy bien con Joan Finch-Fletchley, Vivian Malcolm y Simon Combs. Se había ganado la admiración de Joan y de Vivian al decirles que sabía coser y bordar (comentario que salió a colación cuando Simon recogió un pañuelo con un ramillete de flores en una esquina del suelo a sus pies), mientras que Joan comentaba sobre el trabajo de su madre en San Mungo y Vivian asombraba con relatos sobre su padre, que era muggle y oficial de policía. Al cabo de una hora, durante la cual terminaron la cena y comieron el postre, la mujer en el centro de la mesa alta hizo una inclinación de cabeza y se puso de pie. Los alumnos guardaron silencio y voltearon a verla.
—Ya que iniciamos un nuevo curso, tengo unos anuncios que hacerles —la mujer miró en todas direcciones —En primer lugar, los de nuevo ingreso deben saber que el bosque en los terrenos del colegio está absolutamente prohibido. Y unos cuantos de los mayores también deben recordarlo —miró un momento a los cuatro mayores Weasley, quienes sonrieron ufanamente —En segundo lugar, como quizá algunos sabrán, a partir de este año se tomará en cuenta a los alumnos de primer año para los equipos de quidditch, para los puestos de suplentes. Las pruebas se llevarán a cabo en la segunda semana del curso y los interesados deberán hacerlas con sus propias escobas. Y por último, es mi deber informarles que el profesor de Encantamientos, el profesor Flitwick, se ha retirado después de años de enseñanza.
Varios alumnos soltaron alaridos de inconformidad. El profesor Flitwick era muy respetado.
—En su lugar, entrará un nuevo docente, pero al parecer —recorrió con una mirada severa la mesa que ocupaba —tuvo algún contratiempo, porque no ha llegado.
Precisamente lo estaba diciendo cuando las puertas del comedor se abrieron de golpe y una figura delgada, envuelta en una capa violeta, se encaminó a la mesa de profesores con paso rápido, escurriendo agua por todas partes. Hasta ahora los alumnos notaban el sonido de las gotas de lluvia salpicando con fuerza las altas ventanas. La llovizna de hacía unas horas se había convertido en tormenta. La persona, con la cara cubierta por la capucha de su capa, llegó ante la mujer del asiento central y saludó con una voz suave y con acento extranjero, que se escuchó por todo el lugar al haberse quedado los alumnos en silencio total.
—Lamento la tardanza, profesora McGonagall. Aquí está mi disculpa.
Le extendió un pergamino a la mujer, quien lo leyó atentamente. Al cabo, se lo guardó en su túnica verde y extendió la mano.
—Bienvenida —dijo y volviéndose a los estudiantes, anunció —Permítanme presentarles a nuestra nueva profesora de Encantamientos, la profesora Nicté.
Al oír su apellido, la encapuchada se quitó la capucha y dejó al descubierto un rostro moreno de mujer, de cabello castaño muy corto y ojos grises de mirada melancólica y seria. Al verle la cara, sólo Hally escuchó la voz de Henry, asombrada e incrédula, exclamar.
—¡Mamá!
(1) El nombre de Procyon (que se castellaniza Proción) se pronuncia Próucion. Es el nombre de una estrella en la constelación del Can Menor, y junto con Sirius Sirio) es la más brillante del firmamento.
