Una nueva historia para abandonar.
Quería hacer un KankuTen, pero todo se me salió de las manos, ya en julio quería escribir algo que "revindicara" a nuestras preciosas Kunoichi, y bueno, terminé uniendo ambas ideas. En algún momento habrá KankuTen, lo juro. Más romántico que eso, no sé, lo veré a medida que escriba. Usaré mucho a Ino y a Tenten, apariciones de Inuzuka Hana y Shizune (la amo y quiero que la amen, así que luego de esto pasen a "La reina de los Fracasados") y una pizca de Anko porque me parece graciosa. En el futuro quiero incluir a más mujeres, tipo Hanabi o Sakura, lo decidirán mis dedos y mi inspiración.
La idea de este fic: cómo la paz afecta a las protagonistas luego de vivir una guerra, no debe ser todo tan bonito como lo pintan, por eso "Saudade".
*Advertencia*: me gusta escribir mucho de personajes terciarios:
Personajes teciarios que normalmente uso: Namida Suzume es la maestra de la Academia de Ino y Sakura; Namiashi Raido (capitán quemado) y Shiranui Genma (papucho, su cara parece tallada por los mismos ángeles, tiene una aguja en la boca) eran los guardaespaldas del 4to y posteriormente formaron equipo con Shizune y luego teletransportaron a la Mizukage; Aoba es el tipo con gafas que va diciendole al mundo que Itachi llegó y el emo vengador lo escucha. Hyuga Tokuma ayudó a Anko junto a un Aburame en algún capítulo perdido por ahí, antes de que Kabuto la secuestrara.
Soundtrack que usé: Come Home de Hill House y Twilight time de The Platters en un loop eterno.
Saudade
Por Syb.
Capítulo I: Después de la guerra
Yamanaka Ino apareció con un ramo de flores en los brazos en medio la bruma de la mañana, encontró a su maestra fumando en la terraza aun vestida con su bata blanca de seda. Sus rizos negros caían sobre sus hombros como todas las cascadas de enredaderas que caían desde los maceteros colgantes, la mujer parecía tener tantas flores y plantas como tenía la rubia en su floristería; pero a diferencia de Ino, ella necesitaba que purificaban todo el humo que ella era capaz de exhalar. La punta encendida del cigarro iluminó los dos cristales oscuros de su maestra de la Casa del Té al momento que la vio en la calle. Ino se detuvo en las escaleras que daban a la terraza, esperando la aprobación de la mujer.
—¿El desayuno ya está listo?
—Sí, entra —dijo Namida Suzume aun sentada, rodeada de su pequeño ecosistema—. Estábamos a punto de hacerlo.
—Te traje flores —anunció Ino—, estas vienen directamente de la Arena, se verán preciosas en tu estudio.
—Gracias —dijo su maestra, le abrió la puerta de la gran casona que antiguamente albergó a las reclutas de la Rama de Seducción. En esos momentos las habitaciones estaban vacías casi en su totalidad, hospedando de vez en cuando alguna aspirante o alguna amistad de la maestra. A través de los años, las plantas habían empezado a duplicarse sin control. A Ino no le molestaba, era como si entrara a una fantasía de su padre.
En la cocina se oyeron sonidos familiares: el agua hervir, el sonido de platos siendo dispuestos sobre la mesa y el rumor de la cocción un desayuno nutritivo. A la rubia se le dibujó una sonrisa en los labios, esperaba llegar al umbral de la puerta y encontrarse con su padre, la chaqueta negra del Cuartel estaría colgada en el respaldo de su silla, lista para salir a trabajar en la División de Inteligencia y Tortura apenas hubiesen terminado, al final se despedirían con él depositando un pequeño beso en su frente. En vez de eso, cuando Suzume abrió la puerta, Namiashi Raidō y Shizune se encontraban preparando el desayuno.
—Esperaba verte pronto, Ino —le dijo la mujer. Tsunade se había ido del país luego de su periodo y Shizune había elegido no seguirla, a todos les había parecido una gran sorpresa esa decisión. Cualquiera fuese la razón, desde que la mujer se fue, la médica había encontrado su hogar bajo el alero de Suzume, ya que en la Academia habían sido amigas. La amistad con su compañero de equipo, Raidō, también había jugado un papel importante para que se mudara junto a ellos a la casona. Según Ino veía las cosas, la convivencia de los tres era bastante buena, aun si la rubia no había visto a la morena sonreír mucho desde que su pequeño cerdito había muerto unos años después de la guerra.
—Y yo, pero he estado muy ocupada en el Cuartel con Ibiki.
—Me imagino —dijo la mujer, tomando asiento en la mesa. Shizune le sonrió mientras preparaba el té, ya no tenía muchas cosas que decir, puesto a que se había encerrado en sí misma con los años. Su maestra de la Casa del Té le decía que el ánimo de la morena iba mejorando, que de cuando en cuando hablaba de abrir una botica de productos naturales. Al parecer, a Shizune le hacía falta encontrar su camino luego de que perder todo lo que la identificaba como ella con el paso de los años. A veces sentía que debía volver a viajar, ya que en su juventud era lo que más disfrutaba, pero se le hacía difícil hacerlo sola.
A su lado el capitán Raidō disponía un nuevo lugar para la rubia en silencio. Llevaba puesto solo el uniforme azul marino, la chaqueta táctica estaba colgada en uno de los colgadores en la pared, la rubia sonrió con pesar ante ese detalle.
—¿Quieres café? —dijo el capitán.
—No, gracias. —Raidō era la pareja de la maestra de las Artes Femeninas desde que eran niños. Habían elegido no tener hijos, la rubia nunca supo si fue por mutuo acuerdo o no. Aoba le dijo durante unas patrullas a la Casa de Té que había sido el capitán el que no había querido, otros decían que Suzume era infértil. Fuere lo que fuere, ambos tenían una relación madura en la que casi no se necesitaban palabras—. Capitán, tengo una pregunta.
—Dime —dijo sirviéndole el café matutino a Suzume con un poco de extrañeza. Él no era al que la rubia pedía consejos, ese trabajo le correspondía a la maestra.
—He sido reclutada como sensor para una misión, el equipo será mi elección.
—¿Tu equipo?
—Chōji está en la Nube visitando a su novia —respondió Ino con tranquilidad, aunque aún sentía que era extraño decirlo en voz alta; él nunca había tenido una novia antes y ahora se encontraba atravesando bastantes peripecias para poder pasar tiempo con ella—. De todas formas, la misión específica que deben ser solo mujeres. Debemos atrapar a un traficante que ama frecuentar las Casa de Té en la frontera.
—Eres sensor, busca a quien te proteja. Tenten y Inuzuka Hana podrían ser buena escolta, ambas pelean bien en combate cuerpo a cuerpo, y Hana puede rastrear en caso de que tus capacidades estén comprometidas —Raidō habló con una frialdad propia de un veterano como él. Ino miró sus labios moverse y en su mente su voz se transformó en la de Inoichi. Cuando hubo un silencio, la joven rubia salió de su trance y decidió que era una buena idea tomar su opinión. Cuando le sonrió y asintió ante su sugerencia, el capitán también lo hizo y el desayuno siguió su curso.
Tenten suspiró mirando la cerveza helada que tenía entre sus manos, a su lado Ino estaba coqueteándole al tabernero para salirse con la suya y no pagar por su copa. La Maestra de las Armas estaba devastada, por milésima vez la tarotista le había leído la fortuna y le había dicho que no encontraría el amor quedándose ahí echando raíces en su propia aldea. Tenten no quería irse, sentía que por fin había encontrado a alguien con el que podría tranquilizarse. Se había expuesto a tantas tonterías buscando a ese hombre único con el cual casarse. Había besado a hombres mayores, hombres menores, extranjeros y diplomáticos, y civiles con gran personalidad. Ninguno le había causado tanta fascinación como los herederos del Clan de ojos blancos. Tokuma Hyuga era un buen partido por todos los ángulos que le miraba; sí, era un poco mayor, pero se mantenía jovial a pesar de su diferencia de edad.
Él había captado su atención patrullando una noche de otoño en la Muralla, ese día hacía frío y había estado planteándose lanzarse de aquel macizo al no sentir paz con la muerte de su compañero; si Neji no hubiese enfrentado ese triste y fatal final, seguramente él y ella estarían en medio de un cortejo, puesto a que luego de años y años de ese je-n'ai-sais-quoi entre ellos dos, podrían estar dando rienda suelta a su buena química y estarían besándose recatadamente en espacios privados. Neji nunca fue muy expresivo, o quién sabe, quizás sí lo habría sido. ¡Pero ahora nunca lo sabría! ¿Por qué tuvo que morir? Quiso lanzarse: morirse desapareciendo en un abismo cubierto de neblina le pareció bastante poético en esos momentos, pero en medio de la bruma apareció Tokuma y ella lo consideró como la señal que tanto había buscado. Ese relámpago, ese amor a primera vista que sus amigas habían descrito. Ella literalmente había estado pidiendo un final feliz con Neji y apareció un hombre igual que él, solo que casi una década mayor.
Tokuma le sonrió al pasar, fue como si flotara mientras se desplazaba grácilmente por los serpenteantes pasajes de la Muralla. No volvió a verlo hasta una temporada después. Durante ese tiempo, Tokuma recurrentemente aparecía en sus fantasías, justo en el momento en que no podía distinguir si estaba despierta o dentro de un sueño, aun cuando no sabía quién era ni cómo se llamaba. Fue varias veces a consultarse las hojas de té por ese hombre desconocido, pero la fortuna no quería enlazarlos, aun si se mataba yendo cada noche a patrullar a la Muralla; al menos había encontrado amistad con los veteranos Yamashiro Aoba y Namiashi Raidō en esas frías noches de invierno, mirando hacia al abismo y el mar de árboles tragados por las sombras de la noche.
Entrando en primavera, Tenten estaba escapando de la realidad al no haber encontrado el amor como todos los demás, Tokuma apareció en el puesto de comida casero que había de camino de vuelta a la aldea. Hyuga entró con un Aburame y ambos se sentaron frente a su mesa. Quiso preguntarle su nombre, invitarlo a salir, quizás llorar en su hombro y preguntarle por qué se había muerto. Entre tanta tribulación, tanto drama mental y la voz de su adivina favorita diciéndole que esa unión no era muy favorecida por los astros, Tokuma se le acercó y la invitó a desayunar con ellos. Después de todo eran de la misma aldea.
Aburame no habló mucho, Tokuma era el apuesto y gentil de ambos. Le dijo su nombre, el de su compañero y le sugirió salir otro día a beber algo; era bastante evidente el estado febril y ovulatorio en el que la joven se encontraba cuando lo veía. En la primera cita se besaron. En la segunda, él le dijo que sí recordaba haberla visto la única vez que había patrullado la Muralla. Tenten sentía que no necesitaba ir más donde la adivina. Y luego de un poco de investigación, supo que Tokuma estaba bien posicionado en su Clan, era parte de un escuadrón especial y se decía que tenía los mejores ojos existentes, pero…
—¡Es un Hyuga! —la voz cantarina la sacó del ensimismamiento.
—Lo sé —resolvió la morena, sorbiendo un poco de la cerveza para ahogar su culpa. No sabía por qué, pero sentía que Ino era la única con la que podía hablar abiertamente de esas cosas: nunca fue realmente cercana a Sakura, y Hinata le recordaba mucho a su primo. Si bebía lo suficiente, seguramente se empezaría a preguntar si también le iban las mujeres Hyuga.
—Sabes que es idéntico a Neji…
—Sí… —Tenten pudo haber dicho lo mismo a Ino, pero no tenía energías. Tokuma era a Neji como Sai era a Sasuke, pero de alguna forma sabía que algo no cerraba con su situación. Sasuke estaba vivo y Neji no; no, no era eso. A Ino le había gustado Sai desde antes; pues eso tampoco. Neji parecía sí haberla correspondido, pero se murió. Sí, eso debía ser. A Ino jamás la habían correspondido, Sai sí lo hizo luego, no tenía caso ponerse en la otra posibilidad. A Tenten la habían correspondido, pero como se le ocurrió morirse, así que ella estaría por siempre pensando en aquella posibilidad.
—¿Has considerado salir con alguien más? —dijo Ino, dándole a entender que estaban dentro de una taberna y que a sus espaldas estaba lleno de hombres deseosos de ser su novio. O de al menos pretender serlo hasta aburrirse o morirse, o simplemente desaparecer y hacer como que no la conocieran, maldita seas Hanabi. Tenten suspiró.
—Siempre —confesó. Por mucho que Tokuma se pareciera a Neji, no podía salir con él a la calle sin sentirse juzgada—. A veces solo quiero irme de la aldea y no volver.
—Tengo una misión en la frontera, si te interesa. —Era a lo que la había invitado en primer lugar, pero no le pareció aventarle los detalles de la misión desde un principio. La rubia sacó un sobre con el informe de su bolsillo y se lo dejó frente a ella en la barra—. Necesito una guardaespaldas y el capitán Raido me dijo que eras la indicada.
Tenten quiso llorar, no tenía muchas amigas al entrenar desde que salía el sol y pasársela llorando a la tarotista; al menos la búsqueda de Tokuma había dado frutos y esos eran que uno de los guardaespaldas más respetados pensara que estaba hecha para el trabajo.
—Claro que sí, cuenta conmigo —dijo la chica y abrió el sobre para ver más detalles de la misión: se necesitaban al menos tres mujeres para cumplir el cometido dentro de un distrito de Casas de Té en la frontera—. ¿Sakura vendrá?
—Está fuera de la aldea por el momento; además, la misión es de infiltración, su fuerza no pasará desapercibida —dijo la rubia agitando su copa de licor gratuito—. Tengo otro nombre: Inuzuka Hana.
—¿Has trabajado con ella?
—No, ¿tú? —terminó Ino y Tenten negó con su cabeza. La taberna estaba llena de gente y era prácticamente la única de la ciudad que admitía a los acompañantes caninos de los miembros del Clan Inuzuka, ambas se voltearon a buscar a la chica en cuestión dentro de la multitud. La hermana de Kiba estaba sola en una mesa y sus tres canes estaban a sus pies recostados, esperándola a que terminara su cerveza ese viernes en la noche—. ¿crees que sus perros muerdan?
Inuzuka Hana trabajaba en el Hospital ciertos días a la semana y patrullaba por la ciudad casi todas las noches. Tomar cerveza para descansar la mente en una taberna era algo que había sacado de su madre Tsume, sabía que nadie se le acercaría estando con sus perros: los tres hermanos Haimaru. Además, era bastante conocida la historia de su padre, quien había huido del país a causa de su matrimonio. Hana jamás lo volvió a ver, pero eso ya no era más que una anécdota. El único que se le osó acercar contra todo pronóstico fue Shiranui Genma, un veterano once años mayor que ella y era conocido por ser un rompecorazones. El amor que sintió por él fue tan fuerte que cuando él decidió que tuvo suficiente con la heredera del Clan de los perros, Hana sintió que su lado bestial salió a flote y estuvo mucho más cerca de ser la próxima Inuzuka Tsume.
Los tres hermanos Haimaru levantaron la cabeza y un olor a flores le llegó a su nariz: como nunca levantó la cabeza buscando a quien interrumpía su momento de ocio. Yamanaka Ino y Tenten estaban frente a ella.
—¿Necesitan algo?
—Una propuesta —dijo la rubia, recordaba que había sido compañera de clase de su hermano pequeño por lo que le pareció un poco atrevida. De todas formas, la pequeña hija de Inoichi le entregó un sobre blanco con el sello de la Hoja.
—Me estás reclutando —dijo la chica Inuzuka, nadie se había atrevido antes a acercársele de esa manera en una taberna. Abrió el sobre, la paga era relativamente buena para el trabajo—. ¿Alguien me recomendó?
—El capitán Raidō
—Mándale saludos —dijo la chica, guardándose el sobre en el interior de su chaqueta—. Rastreé para su equipo antes de la guerra. En fin, nos vemos en unos días.
Mitarashi Anko se metió un dango en la boca, lo masticó casi sin disfrutarlo y su mano buscó otro en su caja, pero ésta ya estaba vacía. Se disgustó, sentía que las cajas se hacían más pequeñas cada vez. Se paró perezosamente y fue a la despensa por más, pero también se encontraba vacía. Arrugó el entrecejo, quizás ya era muy tarde para ir a la tienda a ir por más. El reloj le dijo groseramente que las tiendas ya habían cerrado hace ya dos horas. Ni modo, se dijo, por lo que abrió su refrigerador para sacar unos dulces de allí. No alcanzó a disgustarse por su estado vacío porque alguien tocó la puerta ese viernes por la noche.
Ibiki estaba detrás de la puerta con dos cajas de dangos. Ambos disfrutaron una velada romántica, con besos sabor a los dulces favoritos de Anko. Todavía no llegaba a entender lo que había pasado entre ellos dos o cuando era el momento exacto cuando habían empezado a salir. Un día haciendo papeleo en la oficina, Izumo se le acercó preguntándole por unos chismes.
—… Entonces no odias a la señorita Shizune —le preguntó por milésima vez el uniformado chismoso. Ella negó con la cabeza mientras sacaba unos dulces de su cajón. Izumo quiso preguntar por sus problemas de ansiedad, pero siendo la mujer tan aterradora prefirió callar—. Oye, ¿cómo van las cosas con Ibiki?
—¿Por qué lo dices?
—Son novios, ¿no?
Anko no supo qué responder. Repasó su semana y todo parecía indicar que Ibiki era su novio, ya que había dormido con él cuatro días seguidos esa semana; el lunes no contaba porque él tenía que entrenar a la pequeña hija de Inoichi para que ella pudiera asumir las funciones de su difunto padre en un futuro cercano. Ibiki le había dicho que la rubia había llorado en su primera reunión, no porque él había sido aterrado como siempre, sino porque aún no podía encontrar tranquilidad ante la muerte de su padre. Anko en alguna forma retorcida podía entender a la pequeña Yamanaka, desde el final de la guerra, ella no podía controlar el terror que la perseguía día a día. Aun no lograba entender que su secuestro había calado hondo en su subconsciente. Ibiki había estado con ella cuando la atacó el primer ataque de pánico y como él entiende de esas cosas porque usualmente es él el que las provoca, se la llevó a comer unos dangos para hablar del asunto.
—Vi a Hyuga Tokuma y recordé todo lo que pasó después, ya sabes, en la cueva —le dijo esa vez. Ibiki le tomó la mano para reconfortarla. El paso de ese modesto puesto de dulces a su cama esa noche fue tan abrupto que ni Anko entendió cómo sucedió. Solo sabía que estar con él era lo que le gustaba.
En su oficina, abrió la bolsa de dulces y miró a Izumo tan seria como su novio.
—Y qué si es mi novio.
—Solo era una pregunta —resolvió rápidamente Izumo y volvió a su trabajo.
Luego de la jornada laboral, fue por Kurenai y juntas tomaron un té helado en el parque mientras la pequeña hija de su amiga jugaba con ensuciándose en la naturaleza. Anko no le hablaba de las pesadillas que la atacaban de noche, solo le decía cómo Ibiki dormía tomándole la mano como lo haría un hombre enamorado; no quería que Kurenai se preocupara por ella por algo que estaba controlado. Además, la joven viuda tenía muchas cosas por las cuales preocuparse. Le confesó que un día lloró gritando con una almohada tapando su cara para que Mirai no despertase de su siesta, ya que era difícil para ella criarla sin Asuma.
—Tengo una idea, te gustará —le dijo Anko a su mejor amiga.
Mirai se despidió de mamá y se fue caminando en dirección contraria con su madrina y el novio de esta. Ese día fueron a comer dulces y jugar en el parque mientras Kurenai fue a hablar con una terapeuta de la muerte de Asuma.
Ver a Ibiki interactuar pobremente con la niña, hicieron enormemente feliz a Anko. No sabía por qué, pero algo dentro de ella crecía por el jefe de la División de Tortura, un sentimiento que jamás pensó que sería para ella. Había visto a Kurenai y a su difunto esposo interactuar como una pareja ejemplar, y como Anko no era nunca un ejemplo para seguir, ni tampoco tenía la costumbre de seguir uno, verse en ese mismo escenario tan improbable la hicieron sentir mariposas en el estómago. Ahí estaba, sonriendo tontamente mientras veía a Ibiki intentando sobornar a una niña para evitar una rabieta, seguramente no serían una pareja como lo fueron Asuma y Kurenai, pero aun así eran perfectos para el otro. Él era un sádico y ella era muy extraña.
Kotetsu e Izumo usualmente comentaban cómo serían sus sesiones amatorias, teorizaban que quizás a ellos les iba el sadomasoquismo: que Anko sería la que le sacara el pellejo todas las noches con sofisticadas herramientas de tortura y volvía a coserlo luego de cada sesión, pero la realidad era que les gustaba el sexo vainilla y siempre terminaban acurrucados en una atmosfera tan azucarada como los dulces de Anko.
Sí, Anko empezó a soñar con una vida junto a Ibiki.
Shizune ordenó su habitación como siempre lo hacía. Abrió los ventanales para dejar salir todos aquellos pensamientos que tenía y hacerlos volar lejos de ella. Unas flores habían encontrado su lugar en su escritorio personal, por lo que decidió hacer espacio y tomó los libros de medicina que ya no leía para dejarlos en su armario, seguramente iría a donarlos a la biblioteca del Hospital en un futuro. Sin embargo, dentro del armario encontró su vieja maleta cubierta con una capa de polvo y olvido. Reprimió una sonrisa, recordó que lo que más le gustaba era viajar junto a su mentora y su cerdito, y con pesar se dio cuenta de lo poco que su mente le permitía visitar esos recuerdos. Cerró la puerta del armario y volvió a barrer su habitación, pero el armario seguía ruidosamente presente. Decidió salir a hacer las compras, se despidió de Suzume y Raidō que tomaban un té en la terraza esa mañana de domingo.
Con el canasto de compras vacío se sentó en un parque. Algo en su interior se sentía vacío.
—Señorita Shizune —la llamaron de pronto—, ¿se encuentra bien?
Era Yakushi Kabuto, había recibido un indulto y se le permitía habitar la aldea bajo vigilancia. Recordaba que la primera vez que lo había visto, su rostro era de un niño normal; pero ahora era monstruoso. Tenía escamas y una blancura antinatural. Su futuro era prometedor como un joven médico, ahora casi nadie se le acercaba por su apariencia. Le provocó tocarle su cara escamosa, pero no quería ser grosera.
—Kabuto… Sí, estoy bien, ¿y tú?
—La paz es aterradora —le dijo como si fuera un secreto, Shizune asintió sorprendida. Ese era el gran problema actual—. Hace unos años estaríamos intentando matarnos.
—Tienes razón —le dijo ella, vio que la mano de su otrora enemigo estaba apoyada en el siento de roca, probablemente las escamas de él buscaban el calor que el asiento estaba emanando en ese día soleado. Shizune se preguntó si su piel sería como la de un reptil—. ¿Cuáles son tus planes a futuro?
—No lo sé —dijo él con una sonrisa que le pareció genuina, luego de años de verlo por primera vez con una expresión engreída sobre un rostro natural y humano—. Fui un huérfano, mi mente ha vuelto mucho a esos momentos —suspiró—. Me gustaría poder hacer algo al respecto, quizás no me encontraría… —«así», terminó Shizune en su mente.
La morena sonrió ya que pudo separar al monstruo del humano que fue.
—¿Y tú, señorita Shizune?
—Creo que abriré una pequeña botica —le dijo.
Kabuto sonrió de vuelta.
—Sería un agrado poder ayudarla.
—Sería un agrado tenerte. —Shizune posó su mano sobre la de él y se quedaron en silencio dejando el tiempo pasar.
La morena volvió a su hogar con el canasto vacío, pero al llegar empezó a llenar su vieja maleta para viajar. El ruido alertó a su amiga que se encontraba calificando unos exámenes tomando un té en la cocina, esa noche Raidō se iría a recluir en la Muralla por lo que podía fumar dentro de la casona sin problemas. Al entrar en la habitación de Shizune, ella sacaba cosas de su armario como si huyera de alguien.
—¿Con quién estuviste esta tarde?
—Yakushi Kabuto.
—No me sorprende que te quieras ir tan de pronto —murmuró entonces—. ¿Te vas?
—Nunca he visto el país del Rayo, siempre quise hacerlo.
—¿Y la botica?
—Cuando vuelva. Kabuto dijo que podía empezar con los preparativos.
Continuará. Si covid y la cuarentena lo pelmiten (?)
Me gustan las historias cíclicas, por eso me gusta cambiar de personaje y volver al anterior mencionándolo, así que perdón por mencionar tanto a Raido (mi quemado precioso, es mi fav porque es virgo y callado).
Pensamientos random de cierre: con mi hermana tenemos una mitología que involucra a Suzume y a Ino como maestra y aprendiz porque la rubia está entrenada en la seducción; y Ino y Tenten son amigas no sé por qué. Suzume y Raido son amantes desde la Academia. Genma le rompió el corazón a Hana Inuzuka en todos mis fics, y ella es capaz de hacer muchas locuras cuando está en modo bestia. Lo no mitológico: me gusta el AnkoxIbiki. En mi adolescencia shippeé con violencia el KabutoxShizune, ahora no sé si evolucionará a un romance entre ellos dos porque Genma sigue metiendo su aguja donde no debe (el hobby de ambos involucra viajar). Que se sepa que he querido escribir un KakaShizu por siempre, pero no me atrevo. De igual forma, hace 4 años he querido hacer un KankuTen luego de "Nostalgia", pero nunca puedo. Incluso hoy tuve que meter mil personajes antes de que mi Kankuro precioso aparezca. Amé meter a Tokuma para Tenten porque no es capaz de superar a Neji, porque francamente nosotras tampoco podemos (por mucho que me guste el KankuTen, me duele que Neji se haya muerto).
*Si les gusta cómo escribo, les recomiendo con violencia "La Reina de los Fracasados", protagonizado por Shizune y muchos amantes (Inoichi, Yamato, Genma entre otros), prometo que está cargado de DRA-MA.
Dejen su review o me habré quedado hasta las 5 am por nara.
