Solo quiero decir que odio que la página esté muriendo y me da miedo que el reinado y legado de FF esté llegando a su fin, porque si no revive, moriré junto a ella.

En otras noticias, yo ya estoy desempleada y donde vivo volvimos a estar en cuarentena así que me paso los días en pijama y pensando en fics (a veces busco trabajo, pero si estoy constantemente escuchando las Tromperas del Apocalípsis como que "fanfics and chill" me suena mejor panorama). Estoy emocionada explorando lugares donde nunca había estado en plano fanfickero: por eso cambiaré el género a Suspense/Romance. Y Kankuro, al parecer será un noviembre sin ti es sentir que la lluvia me dice llorando que NO APARECES.

Gracias por los reviews que recibí, me hace ilusión tener dos apesar de que la página maldita hace que Saudade aparezca y desaparezca del mapa.

Soundtrack que usé compulsivamente: destaco Go Tomorrow de The Haunting of Hill House, ya que fue la que me dio estos aires de suspenso, así que pido encarecidamente que le den play mientras leen este fic.

*spoiler* apareció una chica rebelde.


Saudade

Por Syb.


Capítulo II: Fantasmas


Tenten llevó café al puesto de vigilancia, Raidō y Aoba irían a patrullar con ella esa noche por lo que esperaba vivir una gran velada junto a los dos veteranos. Con el tiempo les había tomado cariño a los hombres que con su sabiduría la guiaban sin querer hacia un camino inexplorado para ella, ya que ella gustaba de oírlos hablar de antiguas misiones; especialmente de sucesos que habían pasado cuando ella todavía era una bebé. Hablaban de estrategias, de equivocaciones, de un mundo que ya no existía; y que, de alguna forma extraña, ya no servían. Vigilar la Muralla de por sí ya era un gran sinsentido, solo pequeños contrabandistas serían los que tratarían ahora cruzar el gran macizo, ya no había reales enemigos en aquel mundo en el que reinaba la paz. Se decía que empezaría la construcción de un ferrocarril que conectara la Hoja con la Arena, y que luego vendrían más proyectos con las otras aldeas. Escuchar a Raidō y a Aoba de lo que pasaba antes de ella era excitante, casi como una historia que había ocurrido hace cientos de años atrás. Por ello, subió los últimos peldaños de la escalera de dos en dos, pero el puesto de vigilancia de roca estaba vacío y de él no emanaba ningún tipo de luz, solo podía ver algunos destellos de luna sobre los ladrillos de piedra más pulidos.

Sintió que algo estaba mal y sus entrañas se contrajeron. Dejó el termo con café caliente en la mesa de piedra dentro del puesto de vigilancia y agudizó sus sentidos para darle sentido a la extrañeza que inundaba el lugar. El viento silbaba, las copas de los árboles se mecían, algunas aves nocturnas piaban al pasar. Pasó saliva, vio cómo la bruma de la noche empezaba a tragarse a lo lejos a los árboles como si de una suave espuma blanca se tratara. Oyó su propia respiración agitarse dentro de ese puesto abandonado de vigilancia. La bruma llegó hasta el macizo y empezó a reptar por la piedra hasta cubrir en su totalidad la luz de luna.

Y dentro de la bruma, apareció Neji con una sonrisa. La tomó entre sus brazos, ella sabía que estaba muerto porque no hablaba. Sus brazos rodeándola, no los sentía. Era tan etéreo, como si la bruma lo hubiese dibujado en su lienzo en blanco. Tenten se paralizó, pensando en que quizás él había enviado a Tokuma a reemplazarlo. Sintió frío y cerró los ojos, temerosa de que la aparición de su amor perdido fuera en realidad otra cosa. No podía determinar si aquello era malo o bueno, simplemente era.

—Tenten —la llamó Aoba con una sonrisa, sintió que la llamaba desde una orilla y ella lo oía desde el fondo de un lago—. Se durmió y aún el turno no ha empezado —rió—. Chica, podrías descansar un poco más. Aprovecha que estamos en paz con todo el mundo.

Tenten finalmente pudo salir de ese sueño.

La chica notó que el termo con café seguía en la mesa frente a ella, las pequeñas antorchas ardían haciendo que las sombras bailaran ahí dentro al compás del viento, y la bruma todavía no existía, ya que seguía formándose en la lejanía. En cuanto a Tenten, ella estaba sentada en una de las sillas del puesto de vigilancia.

—Necesito irme de aquí —dijo en un susurro. Ambos hombres se sonrieron pensando que necesitaba irse a su casa a dormir.

—Sé que Ino te reclutó para una misión dentro de tres días, deberías ir a descansar —sugirió el capitán quemado con su voz gruesa.

—¿Una misión fuera de la aldea? —preguntó Aoba—. Qué envidia, ya casi ni salgo de aquí —resolvió luego, abrazándose a sí mismo refiriéndose a la Muralla donde casi todas las noches volvía. La paga era buena porque nadie quería hacer el trabajo, además en el Cuartel de Inteligencia ya casi no necesitaban tantos telépatas como antes. Yamashiro Aoba empezaba a extrañar meterse en las mentes de los demás, por lo que empezó a caer en la indigna practica de escuchar los chismes de sus colegas—. ¿No necesitan a un hombre extra?

—Ese es el asunto —dijo Raidō casi con lástima al pobre veterano.

—No se requieren hombres en la misión —dijo Tenten tratando como fuese volver a la normalidad, pero seguía perturbada con lo que le había sucedido hace unos instantes. Aoba entonces notó que temblaba y la cubrió con su bufanda, pero no era frío lo que sentía.

—Debí haber seguido a Genma cuando pude —replicó el hombre con disgusto—. Él sí que debe estar viviendo una gran vida. ¿Has sabido algo de él, Raidō?

Tenten no escuchó el resto de la conversación como hubiese querido al llegar. Las antorchas del puesto de vigilancia debieron estar encendidas apenas ella llegó, normalmente los vigilantes que terminaban su turno al atardecer se encargaban de ello. Vio que las antorchas parecían estar encendidas hace ya un rato, entonces ella debió haber entrado en una ilusión. Sintió miedo y se levantó y echó a andar por los pasajes mirando su alrededor.

—Tenten, todavía podemos esperar para hacer eso —sugirió Aoba ensimismado—. Sabes que tenemos toda la noche para patrullar. ¡Tenten!

—Vuelvo enseguida —dijo ella.

Al cabo de unos minutos caminando, llegó a la estación vecina. Los hombres se estaban en reuniendo de a poco en ella y comenzaban a bromear entre ellos por su mala fortuna de pasar la noche en la Muralla, que en ese día habría tanta neblina que no habría caso estar allí como vigías con casi nula visibilidad. Uno de ellos notó su presencia allí e instintivamente vio el reloj de pulsera, ciertamente Tenten estaba muy adelantada en tiempo. La chica pasó saliva, quizás estaba sobrerreaccionando. Se volteó tan deprisa como sus pies se lo permitieron, pero alguien la atajó en el camino. Ojos blancos y mirada tranquila, era como volver a estar dentro de una ilusión, pero esta vez sí lo sentía estrechándola entre sus brazos y la calidez que emanaba de ellos.

—¡Tokuma! —dijo cuando salió de su ensimismamiento—. ¿Qué haces aquí?

—Es la niebla de esta noche, me notificaron esta mañana apenas saliste —le dijo tranquilamente, como Hyuga sus ojos de vigilante no tenían limitaciones como los del resto de ellos—. Quería darte una sorpresa, pequeña. —Luego de unos segundos, Tokuma notó que no estaba en la estación en la que usualmente la asentaban—. ¿No deberías estar con el capitán Aoba?

—Pensé haberte visto —dijo, era medio mentira y medio verdad—. Vine a ver si realmente eras tú.

—Eres buena vigía.

Aoba murmuró algo que dio a entender que envidiaba a la nueva generación y su facilidad de tener pareja.


Hyuga Hanabi había pedido ir con los hombres y mujeres que debieron asistir esa noche a la Muralla, pero su padre se negó sin titubear. Ella amaba a su padre en demasía y sabía lo valiosa que era ella para él; y haber perdido a su sobrino durante la guerra sin querer lo habían endurecido en cuanto a su protección. Ella se sabía prodigio, pero no había podido demostrar su valía tanto como quisiera. Por lo que luego de cenar, se disculpó temprano alegando sueño. Al cabo de unas horas, desde la puerta de su amplia habitación oyó cómo su padre emprendía su camino pausado hacia sus aposentos, luego de un arduo día como jefe del Clan. Hanabi esperó un tiempo prudente y, tan sigilosa como pudo, salió de la mansión y siguió las luces de la ciudad con una sonrisa. Amaba el olor que de noche emanaba de los árboles y el sonido de los pequeños bichos nocturnos en esa zona campestre; sin embargo, el bullicio lejano que se podía oír desde el Distrito del Licor era lo que la invitaba a ir. Se quitó el kimono blanco que traía puesto y se quedo con las mallas que había comprado en la ciudad y que había destinado para usar cuando la noche en que finalmente decidiría escaparse llegase. Dejó todo en su mochila y bajó el monte a trote.

La gente allá abajo era común, seguro no tenía que preocuparse de las consecuencias de la guerra. Ninguna sucesión al Clan, ninguna etiqueta, ninguna restricción para ir la Muralla a vigilar y poder usar sus ojos fuera de los entrenamientos. Ese mes había por fin cumplido la mayoría de edad, por lo que podía beber en el Distrito del Licor sin problemas. Sonrió, eligió una taberna concurrida en la cual podría pasar desapercibida. Ya en la barra analizó a los uniformados: su postura, las palabras que usaban, las cosas que pedían y cómo lo hacían. Se sonrió cuando el tabernero llegó hacia ella.

—Quiero un-…—empezó con soltura a lo que el tabernero levantó una mano para hacerla callar. A Hanabi jamás le habían hecho ese gesto a menos que fuera su padre, por lo que se dispuso a protestar.

—¿No eres un poco joven para estar aquí?

—De serlo, no estaría aquí —replicó al instante.

—¡Oye! Pensé que me ibas a esperar —ladró Kiba y le tiró unos billetes al hombre—. Dos cervezas para llevar.

El tabernero tomó de mala gana los billetes y fue por el pedido. Kiba la miró de pies a cabeza sin decir nada.

—No necesito que me salves —susurró ella—, puedo hacerlo sola.

—Sí, todos saben que eres Hyuga —dijo él con burla, apuntando a sus evidentes características de la familia—, no se tardarán en saber que eres la hija menor de Hiashi. Adivina quién no saldrá por los siguientes diez años de su vida.

Hanabi refunfuñó, Kiba la conocía muy bien y estaba aprovechándose de ello al burlarse de esa forma de ella. Sabía cómo sacarla de quicio. No por lo que decía, sino porque la vio crecer desde que era una niña pequeña. Se avergonzaba de que ese hombre tan feroz y guapo la siguiera viendo como una niña. Probablemente jamás la vería como una adulta. Desvió la mirada y se puso de espalda a la barra, en la taberna había hombres y mujeres, todos compartiendo sus historias pasadas detrás de los muros de esa aldea. Cosas que ella no conocía aún. Y si no era su edad, era su estatus el que prevenía que conociera más allá de la mansión de su padre, quien la tenía tan cerca de él como podía.

El tabernero por fin llegó con el pedido y antes de que Kiba pudiera hacerse con las cervezas, el hombre se aferró a ellas.

—¿Estás seguro de que es mayor de edad?

—Sí, la conozco desde que era una niña —dijo él, mirándola de reojo—. Incluso fui a su fiesta de cumpleaños de este año.

La instó a caminar fuera de la taberna, chocando la botella que tenía entre sus manos contra la de él, dispuesto a salir. Hanabi no quería volver, aún quedaba noche para recorrer la ciudad. Kiba le abrió la puerta y ella no tuvo más remedio que salir. Era tiempo de negociar una salida alternativa. Tomó su mano cuando ya habían caminado unos cuantos metros, Kiba se tensó.

Oyó los ladridos de Akamaru y su galope, seguramente no estaba permitido para los canes entrar dentro de aquella taberna. Kiba debió haberla visto entrar y haberla seguido hacia dentro tan rápido como pudo, y su perro se quedó por fuera.

—Kiba, ¿podemos pasear un rato antes de volver?

—Ya te compré una cerveza, deberías estar contenta.

—Kiba, por favor.

Kiba sonrió.

—Qué bonito —le dijo pasándole un dedo por sus labios, entendiendo sus intenciones—, pero no tendré sexo contigo solo porque quieres aparentar ser mayor. Ven, te llevo a tu casa.


Namida Suzume despertó en medio de la noche, el lado de la cama donde debería estar Raidō estaba tan helado como ella misma lo estaba. Solo hasta el amanecer el quemado volvería a la casona y ella lo encontraría preparando el café de ambos en la cocina, con el cálido brillo del sol entrando por las ventanas para acentuar su rostro cansado y su extensa cicatriz, pero para eso faltaban unas cuantas horas. Encendió la luz de su mesita de noche con la mano temblorosa, había soñado que se estaba ahogando sin agua. Sin embargo, su ceguera nocturna, su torpeza y su miedo abatieron las flores desérticas que Ino le había dado. Fue una verdadera lástima ver cómo el vaso de vidrio yacía roto en mil pedazos y que las flores estaban siendo apuñaladas y magulladas por ellos. Trató de tranquilizarse dentro de esa casona enorme. Estaba sola, ya que Shizune había decidido irse de un momento a otro como si un fantasma la persiguiera. «Maldito Kabuto», dijo saliendo de la cama para caminar por los pasillos oscuros en búsqueda de tranquilidad.

En la cocina estaban dispuestos los exámenes en blanco que repartiría a sus alumnos el día siguiente en la Academia. Había estado trabajando hasta muy tarde en ellos solo porque la casona parecía estar viva de noche, llenando su mente de recuerdos de tiempos pasados: las risas de chicas entrando y saliendo, otras leyendo en la terraza, y trabajando en sus destrezas en el plano de la seducción en alguna de las habitaciones. Cuando eso todavía ocurría, ella era una joven en entrenamiento en la seducción y Raidō iba por ella para escoltarla hacia la Casa del Té en el Distrito del Licor. Ocultaron su romance durante años para que nadie pensara que ella se distraía con el guardaespaldas. Era extraño como el tiempo había hecho que todo eso se extinguiera y ella ahora como Jefa de la Rama de Seducción se quedara en medio de esa casona vacía. Las mujeres que seducían a cambio de un poco de información ya estaban en declive y las pocas que querían formarse como una, tomarían algunas clases por semana. Ya no era necesario tener el lugar físico para criarlas desde pequeñas.

Decidió que trataría de rescatar las flores desérticas de su única estudiante, por lo que tomó un vaso de vidrio y lo llenó a tope con agua. Si tenía suerte, podría sacarle raíces a alguna de ellas y podría decorar alguna que otra habitación con aquellas flores. Ya en el pasillo, unos pasos en la terraza la alertaron. Eran ligeros y cortos, por lo que debían ser de mujer. La campana de viento sonó en compas de los pasos y precedió a los golpes suaves sobre la madera vieja de la puerta.

—¿Sí? —dijo Suzume desde el pasillo que conectaba a la terraza con la cocina.

—Maestra —sollozó la voz de la rubia—. Te necesito.

Suzume corrió hacia la puerta ante la petición. Yamanaka Ino temblaba y su ropa estaba empapada por la bruma de la noche, parecía que había estado deambulando por el banco de neblina por bastante tiempo. Raidō le había comentado que esa noche estaba pronosticado ser como si el cielo y las nubes cayeran a la tierra. Abrazó a la chica temblorosa, pero algo en su mirada la hizo enfriarse de golpe. Ino parecía solo semiconsciente.

—No puedo entrar a casa, papá está en todas partes —confesó con un hilo de voz. Cerró los ojos y dos borbotones cargados de lágrimas cayeron por sus mejillas.

—Niña, te he dicho hasta el cansancio que vengas a vivir conmigo —reprendió la mujer con suavidad—. Sabes que odio dormir sola en este lugar tan grande. Ven, te prepararé una taza de té.


Inuzuka Hana tuvo que sacar su linterna ya que a medida que avanzaba la noche, la niebla avanzaba con ella, haciendo que los olores se intensificaran con la humedad y sus ojos perdieran la visibilidad. Los tres hermanos Haimaru se dispersaron cuando ella dio la orden y corrieron en distintas direcciones de los puntos cardinales, por lo que ella tomó la que faltaba. La temperatura cayó y su nariz se enfrió y enrojeció. Gruñó molesta, no se escuchaban pasos más que los de ella y el viento hacía que las ramas de los árboles sobre su cabeza chocaran como si trataran de imitarlos, no existía ningún alma en pena en ese lugar. Era como si el bosque que crecía dentro de los dominios de la Aldea, inmediatamente después del muro, se tragaran cada uno de los sonidos. Silbó una vez para reunir a sus canes, pero ninguno respondió al llamado. Apuntó con la linterna hacía atrás en su búsqueda, nada. Oyó un ladrido a lo lejos.

—¿Qué le sucede?

No quiso preocuparse, pero siguió avanzando por el bosque para encontrarse con los tres perros. Silbó una vez, uno respondió con un aullido, pero ninguno volvía. La luz de la linterna pegaba sobre los troncos gruesos de los árboles y se perdía en la oscuridad detrás de ellos, maldita niebla.

A su nariz le llegó un olor metálico. Cerró los ojos con el corazón en la garganta y olfateó: sangre, saliva de perro, tierra mojada. Uno de sus perros aulló y ella salió corriendo en su búsqueda, siguiendo su lamento. Y allí, en medio de un claro en medio del bosque, sus tres perros estaban frente a un cuerpo. Parecía que había caído de la Muralla, o tal vez estaba muerto desde antes de caer.

A Ibiki no le iba a gustar lo que Hana estaba viendo.

Sacó su estuche de bengalas y encendió una para pedir ayuda.


Frente a la casona, Raidō vio un tenue destello de luz proveniente del interior. Apuró sus pasos, quizás a la maestra se le habrían quedado algunas luces encendidas, pero para su sorpresa ella seguía en pie. Suzume estaba sentada en la mesa de la cocina con una taza de té en sus manos, pero como vio las cosas no era trabajo el que la mantenía despierta. Llegó en silencio y ambos sostuvieron la mirada por unos instantes. Suzume sonrió.

—Llegas temprano —le dijo Suzume—, ¿Pasó algo?

Si le decía lo que había ocurrido, seguramente ella le pediría que no volviera a patrullar cuando hubiese niebla.

—Acompañé a Aoba al Cuartel.

—Bien, porque sucedió algo y tengo que decírtelo: seguramente tengas que usar el cuarto de Shizune —le dijo con una sonrisa—, y no, no te preocupes, Shizune no estará ahí. Ella decidió irse al país del Rayo esta tarde.

Raidō abrió los ojos de sobremanera, conocía bien a Shizune y la morena no era una persona que tomara decisiones tan importantes de la noche a la mañana. En ese sentido, no era como Genma. Suzume se levantó entonces, divertida por el mutismo excesivo del guardaespaldas, y tomó su mano como él fuera uno de sus estudiantes pequeños para conducirlo a la habitación principal. Allí, pudo ver a la heredera Yamanaka durmiendo en su cama, de frente a las flores que anteriormente le había traído a su maestra.

—No queríamos tener hijos —susurró Suzume con una sonrisa—, pero aquí tenemos a una.

Raidō no dijo nada, solo respondió con una sonrisa. No había visto a la heredera Yamanaka hasta que la chica tenía dieciséis, cuando ella se unió a su grupo especial, conformado por Aoba, Chōji, ella y él. Fue testigo de la muerte de Asuma sin ella poder hacer algo al respecto con sus conocimientos médicos; y poco tiempo después, Ino perdió a su padre por la guerra. Cada vez que veía dentro de sus ojos azules, sentía cómo su tristeza la embargaba, oculto en lo profundo; y le había servido como recordatorio de por qué habían llegado a esos términos con Namida Suzume. Desde que él ascendió de rango y ella se quedó enseñando Artes Femeninas en la Academia, Suzume vio una gran cantidad de niños que quedaban huérfanos de padre o madre a causa de la vida que llevaban. Muchas veces Raidō se vio consolando a su compañera al rompérsele el corazón cada vez que uno de sus niños pasaba por ese triste momento y le hacía prometer entre lágrimas que no se moriría.

Suzume pareció saber en qué pensaba.

—Iré a fumar, esto me tomó los nervios —le dijo empezando a caminar—. ¿Vienes? Puedes abrir una cerveza, técnicamente todavía no sale el sol y puede contar como una noche de juerga.

La maestra no quiso preocupar al guardaespaldas, pero tenía una ligera sospecha de que Yamanaka Ino estaba teniendo problemas controlando sus emociones y su telepatía.


Continuará, si mi obsesión actual por este fic no termina de quemarlo.

No tengo mucho más que decir, me esta gustando la trama que se está formando. En el capítulo anterior me preguntaba: Syb, ¿quién es el malote de esta historia? Porque ya saben, este fic quería que fuera KankuTen pero se me salió de las manos y él todavía no aparece, llora. ¿Saben quién será y cuál es su argumento? Porque yo no supe hasta hace poco jijiji. Estimo que en el proximo capítulo empiece la misión Kunoichi, ya no quería presentarla de golpe.

Al menos estoy publicando esto a las 3 am y no a las 5.

Igualmente pido encarecidamente que, si les gustó, el botoncito está ahí para alimentarme con fickermonedas.