Veinte: La Orden del Rayo.
El sábado amaneció despejado, aunque con mucho viento. Los alumnos de las cuatro casas se entusiasmaron mucho cuando apareció en sus salas comunes un aviso de gran tamaño, que informaba los horarios para las pruebas de quidditch, tanto para reemplazar jugadores que se hubieran graduado como para los de primer año, que serían tomados en cuenta para ser suplentes. Hally, Rose y Henry leyeron el anuncio con interés en la sala común de Gryffindor, en cuanto bajaron de sus dormitorios.
—¿Creen que sean muy difíciles las pruebas? —preguntó Rose.
Hally y Henry se encogieron de hombros.
—Tal vez —aventuró Henry —Van a querer ver qué tan bueno eres¿no?
—En eso tienes razón —intervino Hally, alejando su vista del anuncio —A nosotros nos toca presentarnos el próximo sábado a las once. Parece que repartieron bien el tiempo para que las pruebas sean lo más rápido posible.
—¿Vas a hacer la prueba, Lawrence? —le preguntaba Cecil Finnigan a un chico de cabello oscuro muy corto y ojos castaños.
—Claro, hermanita —contestó el chico, sonriendo —Ya estoy en segundo y he estado practicando todo el verano. Me quedaré con el puesto de guardián, ya lo verás.
—Lo dudo —dijo entonces Dean Longbottom con una sonrisa —Escuché decir que unas cuantas chicas de mi curso harán la prueba para el mismo puesto y que son buenas. Yo que tú, no me confiaba.
—¿Vas a estar en el jurado o qué? —quiso saber Lawrence.
Dean sonrió misteriosamente.
—Eso no te lo puedo decir —dijo a modo de respuesta y salió de la sala común.
—¿Acaso Dean sabe cómo van a ser las pruebas? —le preguntó Henry a Rose, cuando ellos y Hally bajaban a desayunar.
—Seguro —respondió Rose con viveza —Está en el equipo. Es uno de los cazadores.
—¿Y quiénes más están? —preguntó enseguida Hally, al ir entrando al Gran Comedor.
—Bueno, Ángel y John son los otros cazadores —dijo Rose, sentándose a la mesa de Gryffindor —Y Frida y Gina son las golpeadoras. Nadie lo creería al verlas¿verdad?
—Deben tener mucha fuerza escondida —supuso Henry, acercándose salchichas fritas.
En la mesa de Ravenclaw, Ryo le preguntaba a su hermana qué tan bueno era el equipo de quidditch de su casa. Sun Mei, metida de lleno en la lectura de un libro sobre Runas Antiguas al mismo tiempo que comía sus arenques ahumados, apenas si notó que su hermano le hablaba. Dejó su libro a un lado, le dio un sorbo a su copa de jugo de naranja y frunció el entrecejo, recordando.
—Creo que es bastante bueno —respondió por fin —Le dieron buena pelea al equipo de Gryffindor en el partido final del curso pasado.
—¡Ah, claro, lo olvidaba! —Ryo se llevó una mano a la frente, fingiendo distracción —Si en el equipo de Gryffindor está John Weasley¿verdad?
–¡Shhh! —calló Sun Mei, volteando a ambos lados de la mesa —Se supone que en ese partido, yo estaba del lado de Ravenclaw.
Ryo sonrió y mejor se puso a desayunar, mirando de reojo las otras mesas. En la de Gryffindor vio a Rose hablándoles a Hally y a Henry animadamente, seguramente de sus primos que estaban en el equipo de quidditch. En la mesa de Hufflepuff, Amy escuchaba atentamente los comentarios que le hacía en ese momento Simon Combs, quien parecía muy entusiasmado. Y en la mesa de Slytherin, Danielle hablaba con Sunny y con Walter Poe, los tres retirados del resto de sus compañeros de primer año. Al parecer, lo que había pasado el día anterior en la clase de vuelo aún era un recuerdo fresco.
—Idiotas —musitó Ryo, viendo en especial a Brandon, a Scott, a Calloway y a Sullivan.
En la mesa de Slytherin parecían especialmente entusiasmados por las próximas pruebas para el equipo de quidditch. Los integrantes del equipo estaban en una especie de reunión secreta, en el extremo de la puerta cercano a las puertas del comedor.
—A mí me importa un comino lo que diga McGonagall —decía el capitán del equipo, un chico alto y corpulento de redonda cara, cabello castaño y semblante violento —No me agrada para nada tener que aceptar a los mocosos de primero como suplentes¿pues qué se le metió a la directora en la cabeza?
—Contrólate, Blake —pidió Patrick Malfoy —Piénsalo bien. Podemos hacerles las pruebas más difíciles para que no entre ninguno al equipo, ni siquiera como suplente, o...
—¿O qué? –quiso saber otro miembro del equipo, un chico alto y de aspecto más bien flacucho, de cabello rubio.
—O podemos tenerlos en el equipo a sabiendas que no tendrán oportunidad de jugar, O'Neill —completó Malfoy —Nosotros nunca nos lesionamos. ¿Cuándo creen que van suplirnos? Pues nunca. Sólo hay que hacer las pruebas para tener tranquila a McGonagall y ya. En realidad, los enanos no serán miembros activos del equipo¿o me equivoco?
Los otros miembros del equipo consideraron la idea largo rato, algo a lo que Patrick estaba bastante acostumbrado. Parecía que el único con el cerebro suficientemente desarrollado en el equipo era él.
—Creo que tienes razón, Malfoy —dijo Blake al fin —No nos cuesta nada hacerles las pruebas a los mocosos. Como tú dices, lo más probable es que nunca jueguen.
Patrick asintió, pues ésa era la respuesta que esperaba. Lo que él de verdad quería era que hicieran las pruebas para que Danielle entrara al equipo, pues el tener a su hermanita cerca era un nuevo plan que tenía en mente. Además, había visto volar a Danielle y aunque no le gustara admitirlo, era bastante buena.
—Entonces, en eso quedamos —Patrick se levantó, luego de darle el último trago a su vaso de leche —Perdón, pero tengo algo qué hacer.
Salió del Gran Comedor apuradamente y todo por alcanzar a Danielle, a quien acababa de ver salir junto con esa niña Wilson y un niño del que no sabía su nombre. Los tres llevaban mochilas a la espalda y se dirigían a la biblioteca.
—¡Danielle! —exclamó, sin dejar de correr.
La niña se detuvo, miró por encima de su hombro y frunció el entrecejo al ver que era su hermano mayor. Se preguntó qué querría esta vez.
—¡Qué bueno que te alcanzo! —suspiró Patrick, al llegar junto a su hermana —Oye¿tienes un minuto?
—Creo que sí —respondió Danielle, encogiéndose de hombros —Pero rápido, Pat. Tengo que ir a la biblioteca a hacer mis tareas pendientes.
—Será rápido, lo juro —Patrick sonrió levemente —Pero... necesito hablarte a solas.
Sunny y Walter Poe captaron la indirecta y siguieron su camino. Cuando estuvieron a buena distancia, Patrick abordó su asunto sin titubeos.
—Oye, Danny, quiero hacerte una simple pregunta¿puedo?
Danielle asintió, ocultando su sorpresa. Su hermano no le decía Danny desde hacía mucho tiempo. Desde antes de que entrara a Hogwarts.
—Quiero saber una cosa —comenzó el muchacho —Supongamos que le haces algo muy malo a alguien y que al principio te divierte, pero luego te das cuenta que fue una tontería y te arrepientes de lo que hiciste¿cómo logras que la otra persona te perdone?
Danielle lo pensó por apenas cinco segundos.
—Me disculpo —respondió con firmeza.
—¿Pero y si esa persona no te cree? —replicó Patrick.
—¿Hablamos de ti o de mí? —inquirió Danielle a su vez. Todo aquello no tenía sentido.
—Sólo contesta la pregunta.
—Bueno, si no me cree es porque sus razones tendrá —respondió Danielle, al ver que su hermano parecía hablar en serio —Tal vez por quien soy o porque antes le he hecho cosas iguales o peores. Así que aparte de disculparme, le probaría que hablo en serio.
Patrick asintió en señal de comprensión.
—¿Eso es todo? —quiso saber Danielle.
Patrick asintió de nuevo, pero esta vez un poco distraído.
—En ese caso, me voy —Danielle se dio la vuelta y empezó a alejarse —Yo que tú, lo hacía pronto¿eh?
—¿Qué cosa? —se extrañó Patrick, saliendo de su ensimismamiento.
—Disculparme —Danielle sonrió —Entre más tiempo pase, menos te va a creer.
—¿Cómo sabes...?
—Somos hermanos —Danielle sonrió aún más —Aunque seas insoportable, te conozco.
Y sin decir más, se perdió entre los alumnos que apenas iban a desayunar.
Danielle llegó a la biblioteca justo a tiempo para oír la explicación de Walter Poe sobre el mapa celeste que había que entregarle a la profesora Hunter de Astronomía la próxima clase. Ella ya había hecho ese mapa, por lo que no se preocupó mas que por encontrar un asiento en la mesa que ocupaban sus amigos. Era una mesa larga que estaba junto a una ventana, en la tranquila y casi silenciosa biblioteca. El encargado del lugar, un hombre delgado de apellido Milton, paseaba por las estanterías y las mesas, con ojo vigilante para asegurarse que nadie maltratara los libros puestos a su cuidado. Los únicos murmullos que se oían eran los que las plumas rasgando los pergaminos y los de los estudiantes que comentaban cosas entre sí. A esa hora de la mañana, y siendo sábado, no había muchas personas, por lo que el señor Milton se fue al mostrador y empezó a ordenar algunos libros que acababan de regresarle el día anterior. Eso le dio oportunidad a Ryo para decir en voz un poco más alta que la que había usado hasta el momento.
—Ya que el mapa para Hunter quedó¿quién me ayuda con la tarea de Herbología?
Sunny, sentada en su lado de la mesa, hizo un gesto de mano. Entre ellos dos estaban Amy y Rose, quienes hicieron señas de que también necesitaban ayuda con esa tarea.
—Pongan atención –pidió Sunny —Porque no voy a estar repitiendo a cada rato.
Sunny se puso a decir qué eran exactamente los hongos bailarines, para qué servían y los cuidados que requerían. Amy, Rose y Ryo tomaron nota de todo lo que consideraron importante, mientras que Hally, Henry, Danielle y Walter verificaban sus redacciones sobre el tema, para confirmar que no habían olvidado nada. Sunny sólo se calló una vez, cuando el señor Milton consideró que hablaba demasiado alto y se dio una vuelta cerca de ellos a manera de advertencia. Cuando por fin concluyó, los que escribían dejaron las plumas y estiraron los brazos.
—¿No creen que podemos hacer las tareas en otro lugar? —dijo Ryo, cerrando su libro de Herbología —Aquí no se puede hablar a gusto.
—¿Porqué no salimos a los jardines? —sugirió Hally, alzando la vista de la redacción de Pociones que estaba terminando —Hoy está soleado y no hace mucho viento.
Los demás estuvieron de acuerdo y lo más calladamente posible, guardaron sus cosas en las mochilas y salieron de la biblioteca. Caminaron por los pasillos casi desiertos, pasaron por el vestíbulo, donde oyeron mucho ruido procedente del Gran Comedor, y por fin llegaron a las puertas principales, las atravesaron y caminaron hacia los jardines. Mientras decidían a dónde podían ir para estar tranquilos, divisaron a lo lejos, cerca de donde habían tenido su clase de vuelo el día anterior, a Brandon y a Scott probando sus escobas acompañadas por Calloway y Sullivan.
—Vamos al lago —dijo Sunny, con una mueca —Está en dirección contraria.
Todos estuvieron de acuerdo y marcharon directo al lago, que en aquella mañana lucía tranquilo y apacible. Amy recordó las historias sobre el calamar gigante del lago que le habían narrado sus hermanos y se las contó a sus amigos en lo que llegaban a la orilla y buscaban un buen sitio para sentarse. Encontraron un haya de buen tamaño que daba una excelente sombra y se acomodaron debajo de sus ramas, deleitándose con la vista por un minuto antes de sacar los libros, los pergaminos, las plumas y la tinta y ponerse a trabajar. No sabían por dónde empezar, pero una pregunta de Walter acerca del conjuro de levitación que la profesora Nicté les había dejado practicar fue suficiente para que Henry le dijera que él podía ayudarle y se pusieran en acción. Por unas horas, estuvieron plácidamente haciendo las tareas y en menos de lo que imaginaron, las habían terminado todas. Incluso la larguísima redacción que Binns les había dejado sobre las revueltas de los duendes y una especialmente difícil de Pociones, en la que Snape les pedía el efecto exacto de cada ingrediente de la primera poción hecha en clase, de forma detallada. Henry y Hally habían ayudado con la de Binns y Sunny y Amy, con la de Snape.
—Creo que es hora de comer —comentó Rose, al guardar sus cosas —O al menos eso quisiera. Tengo mucha hambre, como si hubiera trabajado horas.
—No eres la única —aseguró Ryo —Yo también tengo hambre.
—Es que nos perdimos el almuerzo —notó Walter, consultando su reloj —Hemos estado muy entretenidos con las tareas, pero no nos dimos cuenta.
—Es verdad —dijo Amy, también viendo su reloj.
—Podría decirse que incluso nos divertimos —agregó Rose, sonriendo —Al menos a mí se me hizo menos tedioso hacer las tareas de esta forma, porque todos nos ayudamos.
Los demás estuvieron de acuerdo.
—¿Y si lo hiciéramos así siempre? —propuso Danielle —Ya vimos que sí podemos. A unos se les facilita la Herbología, a otros la Astronomía y a unos cuantos, Pociones —miró a Amy y a Sunny —Podemos ayudarnos entre todos. Incluso yo pude ayudarles un poco con la tarea de Transformaciones para Lovecraft. ¿Qué dicen¿Nos reunimos otra vez?
A los demás les encantó la idea. Quedaron que, en el transcurso de la semana, cada uno trataría de hacer lo que pudiera de sus tareas y que el próximo fin de semana, se reunirían sólo para aclararse dudas. Era mejor de esa forma, acordaron, para no depender unos de otros. Cuando quisieron poner una fecha, Ryo dio un respingo.
—¡El próximo sábado son las pruebas de quidditch! —recordó —¿A qué hora les tocan a ustedes? Porque las pruebas para los de primero de Ravenclaw son a la una.
—Las de Gryffindor son a las once —informó Rose.
—Las de Hufflepuff a las tres —dijo Amy.
—Y las de Slytherin a las cinco —terminó Danielle.
—¿Todos nos vamos a presentar? —quiso saber Henry.
—Yo no –dijo Sunny —Me gustaría, pero no tengo escoba propia.
—Es una lástima —aseguró Danielle
—No vuelas mal —dijo de pronto Walter —Te vi ayer.
—¿Tú vas a ir a las pruebas? —le preguntó Sunny.
Walter se encogió de hombros.
—Todavía lo estoy pensando —reconoció —No sé qué le parezca a papá, después de todo, soy el único mago de la familia.
Nadie se atrevió a preguntarle a Walter sobre su familia, por lo que se enfocaron en terminar de guardar sus cosas y ponerse de acuerdo sobre cuándo se reunirían para ver lo de las tareas. Hally sugirió que fuera el domingo después de las pruebas, para que los que fueran a presentarse a éstas pudieran asistir sin preocuparse. Al estar los otros de acuerdo, tomaron el camino de vuelta al castillo, pensando que lo que habían decidido sería bueno para su desempeño académico. Al llegar a las puertas principales, se preguntaron unos a otros si no sería divertido tener un nombre.
—Somos como un grupo —dijo Hally —Sería algo que nos uniría mucho.
—¿Tienes alguna sugerencia? —preguntó Rose.
Hally se encogió de hombros, por lo que los demás, yendo hacia el Gran Comedor, pensaron en el asunto. Al estar a punto de entrar a comer, Walter dijo.
—No sé si venga al caso, pero no creo que nadie, antes de nosotros, haya logrado juntar a las cuatro casas en un grupo semejante. Me refiero a que todos nos llevamos bien y somos amigos¿no? Parecemos de la misma casa.
Los demás se miraron, estando de acuerdo con las palabras de Walter. Hally, Rose y Henry eran de Gryffindor, Amy de Hufflepuff, Ryo de Ravenclaw y Danielle, Sunny y Walter de Slytherin. Eran un grupo muy singular.
—¿Porqué no dejamos el nombre para más tarde? —pidió Rose, estirando el cuello al interior del Gran Comedor —No se puede pensar bien con el estómago vacío.
—Apoyo eso —dijo enseguida Ryo —Vamos a comer y después pensaremos en eso.
Entraron al Gran Comedor, donde por un momento llamaron la atención precisamente por lo que Walter había dicho: porque estaban juntos, siendo de distintas casas. Cada uno fue a su respectiva mesa, tomó asiento y mientras comían, los niños pensaron en eso del nombre. De verdad querían tener uno, pero aparte era una especie de lazo que les recordaría en el peor de los casos que no tenían porqué ser enemigos sólo por estar en distintas casas. Terminaron de comer, fueron a sus salas comunes a dejar sus mochilas y a descansar un poco y siguieron pensando en lo del nombre. Para cuando se encontraron el domingo en la mañana, no tenían una idea clara mas que la que había dicho Walter: que eran un grupo muy singular.
—Me recuerda a las varitas —dijo de pronto Ryo, cuando él y sus amigos se reunieron después del almuerzo y se fueron bajo el haya donde el día anterior habían hecho sus tareas juntos. Era otro buen día y habían decidido pasar un rato en el lago —Todas son singulares. Sobre todo aquellas que son hermanas, como las nuestras. Es decir, la de Danielle y Hally resultaron hermanas por pura casualidad, también las de Sunny y Amy y...
—¿Y cuáles más? —quiso saber Henry.
—Las suyas —contestó Sunny por Ryo.
—¿Las nuestras? —Henry miró a Ryo con extrañeza.
Ryo le explicó el asunto en cinco minutos. Henry se quedó bastante impresionado.
—Nunca lo hubiera imaginado —soltó al final el Gryffindor, recostándose en la hierba.
—Lo de sus varitas es curioso —opinó Walter —Como si estuviera predestinado. La mía —sacó su varita mágica de uno de sus bolsillos —según el señor Ollivander, tiene un núcleo raro, de una pluma de ala de estirpe... o algo así. ¡Ah! Y un mechón de su cola trenzado en la pluma. Si me preguntan, no entiendo cómo una estirpe...
—Querrás decir esfinge —corrigió Hally —Leí sobre ellas en un libro que me prestó Val.
Henry miró al cielo al escuchar eso y recordó el acertijo de Edipo, el más famoso de todos los acertijos dichos por una esfinge y también recordó cuando su madre se lo contó. De pronto, soltó un suspiro.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Amy.
Henry no contestó. En cambio, se enderezó repentinamente.
—Oigan, nos estamos olvidando de nuestro asunto —espetó con algo de prisa —¿Qué no nos estábamos buscando un nombre?
—Sí, pero no se nos ocurre nada —declaró Walter en su defensa —¿Tú tienes una idea?
Henry se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—Entonces no reclames y ponte a pensar —pidió Ryo con tedio y se echó en el pasto.
—¿Porqué no nos llamamos Los Innombrables? —propuso Rose en son de broma —Con eso de que no nos ponemos de acuerdo...
—No digas tonterías —Hally frunció el entrecejo —Ni que fuéramos como Voldemort...
Los demás contuvieron un escalofrío al escuchar ese nombre, cosa que Hally no dejó de notar. Recordó que sus padres le contaron que aunque Voldemort ya no existía, mucha gente aún temía decir su nombre, cosa que tanto Hally como ellos encontraban ridícula.
—Voldemort me recuerda a la Orden del Fénix —dijo Rose de pronto —¿Han escuchado de ella, no? La fundó el famoso Albus Dumbledore, o al menos eso me dijeron mis tíos.
—También yo he oído de ella —reconoció Danielle —Con la diferencia de que papá odiaba a la Orden. Me hubiera encantado llevarle la contraria uniéndome a ella.
—¿Y si nosotros fuéramos una Orden? —sugirió Walter.
—A mí me agrada la idea —Amy sonrió brevemente —Pero¿la orden de qué?
Los niños volvieron a quedarse en silencio hasta que Sunny, distraídamente, se fijó en los aretes de Hally, lo que le dio una idea
—Creo que se me ocurrió algo —dijo —Si ahora mismo llegara el padre de Hally y nos pidiera ayuda¿se la daríamos, verdad?
Los demás asintieron, pues sabían de sobra quién era el padre de Hally.
—Bueno¿porqué no convertimos su cicatriz en nuestro nombre?
Los demás fruncieron el entrecejo y Hally se llevó una mano a uno de sus aretes. Fue entonces cuando supo a qué se refería Sunny.
—¡La Orden del Rayo! —exclamó de pronto.
Sus amigos la miraron y al oír bien lo que dijo y meditarlo bien, se dieron cuenta de que el nombre les agradaba. Era una forma muy simple, y hasta cierto punto infantil, de rendirle tributo al mago que había librado al mundo de alguien como Voldemort.
—¿A tu padre no le molestará? —le preguntó Walter a Hally.
—No creo —Hally sonrió —Pero por si acaso, le escribiré en cuanto volvamos al castillo y le preguntaré. De seguro Snowlight está muy aburrida sin nada qué hacer. Y aparte, le prometí a papá que les escribiría a él y a mamá.
—¡Chispas, yo también le prometí eso a mamá! —recordó Rose de pronto —¿Les importa que lo haga ahora? Quiero aprovechar para pedirle que me envíe el número de este mes de su revista. Para tener algo gracioso qué leer.
Luego de decir eso, Rose se puso de pie y Hally la siguió. Cuando ya se iban, los demás también se pusieron de pie y decidieron regresar a sus salas comunes, tal vez para escribir cartas también. Se fueron todos juntos y cuando recién habían entrado al vestíbulo, vieron salir apresuradamente a Frida Weasley hecha una furia, seguida de cerca nada más y nada menos que por Patrick Malfoy.
—¡Déjame en paz! —gritaba ella.
—¡No hasta que me escuches! —respondía él.
Se fueron así todo el camino hasta los jardines, con los niños mirándolos fijamente y con caras de no entender absolutamente nada. Iban rumbo a sus salas comunes cuando cinco minutos después, Ángel, Gina y John aparecieron en escena, sofocados.
—¿De pura casualidad vieron pasar a Frida? —le preguntó Gina a Rose.
La niña iba a asentir cuando Danielle intervino.
—Salió a los jardines hace poco. Creo que rumbo a los invernaderos.
—Gracias —dijo Gina y ella y los chicos salieron del castillo a toda carrera.
—¿Porqué les dijiste eso? —quiso saber Ryo, extrañado —Si yo la vi ir rumbo al lago.
—Y además, la seguía tu hermano —agregó Rose —Bien sabes que ellos dos no se llevan bien¿y si tu hermano le hace algo a mi prima?
—No creo —Danielle parecía pensativa —Pat ha estado muy raro últimamente. Confíen en mí, no le va a hacer nada malo a Frida. Y si le hace algo, les permito que me expulsen de la recién formada Orden del Rayo.
Lo dijo con tal seriedad que sus amigos le creyeron y estuvieron de acuerdo, antes de despedirse y separarse para ir a sus salas comunes antes de la comida.
