Veintitrés: Resultados.
Los alumnos de primer año despertaron temprano el domingo sólo para ver si ya estaban los resultados de las pruebas de quidditch. Lo único que encontraron los de Gryffindor fue a Dean Longbottom colocando un letrero en el tablón de anuncios, el cual decía que los resultados de las pruebas de quidditch se sabrían hasta después de comer.
—¿Porqué hasta después de comer? —interrogó Rose con algo de frustración, poniéndose delante de Dean antes que él se fuera a desayunar.
—Falta una cosa para terminar con la prueba —contestó Dean, dudoso, al ver la expresión terca de Rose —Luego de eso, podrán saber quiénes quedaron y quiénes no. Ahora por favor, Rose, déjame ir a desayunar.
Y apartándola suavemente, Dean se fue directamente al hueco del retrato, lo atravesó y se perdió de vista. Rose y los demás que habían hecho las pruebas se quedaron algo desanimados.
—Rose, vamos a desayunar —le indicó Henry —Hay que reunirnos con los demás en la orilla del lago, para terminar las tareas.
—Buena idea —Hally alcanzó a sonreír levemente —Así, el tiempo se nos hará más corto.
—Te doy la razón con eso —aceptó Rose y salieron de la sala común.
El Gran Comedor estaba medio lleno y el tema de conversación de casi todos los que se encontraban allí era el mismo: los resultados de las pruebas de quidditch. Danielle, desde la mesa de Slytherin, vio llegar a sus amigos Gryffindor's y se levantó, caminando hacia ellos.
—¡Tengo algo qué decirles! —exclamó, sin importarle los gestos de desagrado que le dirigieron Brandon y su banda al verla acercarse a gente de Gryffindor —Sunny sí hizo las pruebas ayer¡le regalaron una escoba!
—¿En serio? —Hally sonrió y miró hacia donde estaba Sunny, quien terminaba su desayuno acompañada por Walter Poe —¿Y qué escoba le dieron?
—Una Tornado 14.
—¡Válgame! —soltó Rose —Es buena escoba. ¿Y quién se la regaló?
—No sabemos —Danielle se encogió de hombros —Sunny sólo supo que la escoba era para ella porque tenía su nombre grabado en el palo. Nada más.
—Entonces¿tú crees que le vaya bien? —inquirió Henry.
—Si no fuera por los idiotas del equipo, yo diría que será suplente —Danielle le dirigió una mirada fría a Blake, que en ese instante se hartaba de huevos revueltos de manera asquerosa.
—Sigue en pie la reunión de hoy¿no? —dijo Rose, cambiando el tema.
—Claro —asintió Danielle —Por cierto, Hally¿qué te dijo tu padre respecto al nombre de la Orden¿Le gustó o no?
—No sé, porque todavía no me llega una respuesta —Hally frunció el entrecejo —Quizá ya recibió mi carta, pero está muy ocupado y por eso no me contesta.
—Vamos a desayunar, chicas —pidió Henry —Tengo hambre.
El trío de Gryffindor se fue a su mesa y Danielle regresó a la suya, donde les comentó a Sunny y a Walter sobre la reunión junto al lago. Sunny sorbió el último trago de su leche, Walter se metió a la boca lo último de su pan tostado y ambos se pusieron de pie junto con Danielle para recoger las cosas que necesitarían. En la mesa de Hufflepuff, Amy se esmeraba en terminar uno de sus pañuelos al tiempo que revisaba una redacción para la clase de Herbología, a la vez que Ryo, en la mesa de Ravenclaw, le rogaba a su hermana que le dijera si ya era novia de John Weasley.
—¡Me lo prometiste! —decía el niño, en voz baja —Anda, Sun Mei, dime.
Sun Mei, admirando un libro muggle que mostraba varias pinturas de paisajes, le sonrió a su hermanito y dejando el libro a un lado, lo miró a la cara.
—¿Porqué tanto interés en ese asunto? —quiso saber Sun Mei.
—Porque me lo prometiste —respondió Ryo, con el entrecejo fruncido —Y porque es raro que no me cumplas una promesa.
—Buen punto —concedió Sun Mei, regresando su atención al libro —Pero Ryo, yo nunca dije que no cumpliría. Sólo quiero que me dejes de preguntar por un tiempo.
—Y si dejo de preguntar toda la semana que viene¿me dirás?
Sun Mei consideró un minuto la propuesta.
—Claro —dijo, sonriendo —Pero si rompes esa condición, no te lo diré hasta octubre.
—¡Hecho! —Ryo alzó un puño al aire, en señal de triunfo —¡Hipogrifos! Casi olvidaba que tengo una reunión de la Orden —el niño se levantó con prisa —Te veo luego, hermana.
Corrió a la salida del Gran Comedor, con un pan tostado untado con mantequilla a madias en la mano. Sun Mei se extrañó ante las palabras "tengo una reunión de la Orden" de su hermano, pero las ignoró al cabo de unos segundos y se concentró en las pinturas del libro. En la mesa de Hufflepuff, Amy vio salir a Ryo y comprendió que seguramente había olvidado la reunión y que recogería sus libros, así que ella se puso de pie, tomó la mochila que estaba a un lado suyo y se encaminó hacia la mesa de Gryffindor justo cuando Hally, Rose y Henry se paraban.
—Terminamos —Rose se colgó su mochila al hombro —Ahora sí, a estudiar.
Los tres niños de Gryffindor y Amy empezaron a salir del Gran Comedor sin causar mucho revuelo, ya que los demás estaban muy entretenidos comentando cosas sobre las pruebas de quidditch y algunos chismes menores. En las puertas principales, los alcanzaron los tres de Slytherin y cuando iban bajando la escalinata de piedra, Ryo llegó a su lado, con la cara roja que indicaba que había corrido de más. Al llegar el Ravenclaw, se pusieron a charlar vivazmente hasta llegar a la sombra del haya que habían encontrado la semana pasada. Ya instalados, pusieron manos a la obra y gracias a su acuerdo, no tardaron más de dos horas en terminar lo pendiente. Y es que no tenían muchas tareas, pues los profesores no les pusieron demasiadas en consideración a las pruebas de quidditch que ocurrirían.
—Este lugar me gusta mucho —aseguró Rose al cabo de unos minutos, cuando tenía ya guardados sus libros y sus redacciones —Es muy tranquilo.
—A mí también —Hally miraba el paisaje con calma —Es un lindo lugar para una escuela.
—Lo que yo quisiera saber es qué se hace al salir de aquí —dijo Sunny, dibujando una florecita que estaba a su lado, en el césped. A Sunny le gustaba dibujar de vez en cuando y lo hacía bastante bien —Recuerden que yo no sabía nada sobre magia hasta que llegué aquí.
Rose le contó algunas cosas que hacían sus primos mayores y Sunny escuchó con interés.
—No sabía que tuviera tantas opciones de trabajo —comentó, cuando Rose concluyó —Será interesante cuando tenga que escoger una.
Se quedaron un buen rato disfrutando del paisaje hasta que por la intensidad del sol, consideraron que ya era hora de que regresaran. Tomaron sus mochilas y caminaron de vuelta, platicando sobre las pruebas de quidditch y los resultados que esperaban de las tareas recién hechas y estando a punto de subir la escalinata de piedra, una mancha blanca en el cielo llamó la atención de Amy.
—Hally¿no es tu lechuza? —preguntó.
En efecto, era Snowlight. Planeó un poco por encima de sus cabezas, descendió y fue a posarse en el hombro de su ama. Hally le acarició la cabeza suavemente antes de desatarle un pergamino de la pata. En cuanto la lechuza estuvo libre de su encargo, alzó el vuelo y se dirigió a la lechucería.
—Debe ser la respuesta de papá —comentó Hally, desdoblando el pergamino —Pero qué raro... Es la letra de mamá.
Era cierto, la caligrafía, clara y esmerada, era de la señora Potter. Hally leyó en silencio y rápidamente la misiva.
Querida Hally:
Nos alegra mucho recibir noticias tuyas. Si te preguntas porqué te contesto yo y no tu padre, es por la sencilla razón de que él está muy atareado con una pesquisa en el cuartel y me pidió de favor que escribiera esto por él. Yo también tengo mucho trabajo, pero tengo un horario mucho más flexible y eso es lo que nos distingue a Harry y a mí.
Pasando a otra cosa, tu padre quiere que sepas que no le molesta que tus amigos y tú le hayan puesto el nombre que le comentaste a su grupo de estudio. De hecho, le da gusto que trabes amistad con niños de las otras casas, cosa que es muy rara (a tu padre y a mí nos sorprende que hayas encontrado buenos amigos en Slytherin, supongo que ya te diste cuenta de por qué) y también que seas un poco más estudiosa que él (aunque tu padre también es listo, tenlo por seguro) porque así puede presumir de que tiene una hija estupenda. Creo que puedes comprenderlo: once años sin tenerte cerca y ahora quiere que todos sepan de ti¿no son raros los hombres, hija?
En fin, creo que ya dije lo importante por el momento, así que espero que estés muy bien y que la estés pasando de maravilla. Harry dice que tratará de enviarte una carta próximamente, así que mantente atenta.
Un beso y un fuerte abrazo, te envía:
Tu madre.
PD. Tu padre te desea suerte para las pruebas de quidditch. Yo también, porque estoy casi segura que heredaste el talento de los Potter para volar.
Al terminar de leer, Hally suspiró aliviada y sonrió. Les dijo a sus amigos que su padre estaba de acuerdo con el nombre que habían adoptado para la Orden y los niños se pusieron muy contentos. Llegaron al vestíbulo, se separaron prometiéndose que después de comer, se verían para discutir los resultados de las pruebas de quidditch. Cada uno se fue de inmediato a su respectiva sala común y el recibimiento para Danielle, Walter y Sunny no fue precisamente bueno. En cuanto pusieron un pie adentro, se hizo un silencio incómodo y Brandon y su banda se levantaron de sus butacas y se les acercaron.
—Miren quiénes llegaron —dijo de pronto Brandon —El trío de renegados.
Hubo unas cuantas carcajadas maliciosas que pusieron a los tres amigos un poco nerviosos.
—¡Uy, tranquila! —dijo Sunny con sarcasmo —No me digas que de verdad te importa lo que hagamos o dejemos de hacer, porque no te la creemos.
—¿Te hablamos acaso, huérfana? —espetó Scott de mala manera —No te metas en lo que no te importa.
—Disculpa, pero cuando Brandon dijo trío, creí que se refería a los tres —Sunny hizo una mueca —A menos que tu amiguita ya no sepa contar, Scott...
Muy a su pesar, algunos alumnos mayores que escuchaban la conversación soltaron unas risitas. Ése había sido un buen contraataque.
—A lo que veníamos, chicas —pidió Calloway —Tú —señaló a Sunny —¿De dónde sacaste la escoba para hacer las pruebas de quidditch? Cloe acaba de decirlo, eres huérfana. Nadie se preocupa por ti.
Eso sí le caló a Sunny muy hondo, sobre todo porque era la verdad, pero supo disimularlo.
—Y ultimadamente¿eso qué les importa? —espetó —Una cosa puedo asegurarles: no la robé ni nada parecido. No suelo hacer esas fechorías.
—¿Quién nos lo asegura? —intervino Sullivan, con voz fría y aspecto imperturbable —Vienes de las calles, sangre sucia. Nada es seguro contigo.
Ante aquellas palabras no hubo risa alguna, o tal vez sería porque tras los tres amigos, habían aparecido Patrick Malfoy y William Bluepool. Ambos muchachos observaron la escena por unos segundos, ocultos en las sombras, antes de hacerse visibles. Y eso no les hizo mucha gracia a Brandon y su banda, al ver la cara seria de Bluepool y su insignia de prefecto, verde y plateada, resplandeciente en su pecho.
—Sullivan, diez puntos menos para Slytherin —dijo Bluepool con voz inexpresiva.
—¿Cómo te atreves? —bramó Blake, desde el fondo de la sala común, avanzando hacia Bluepool —Sullivan sólo dijo la verdad.
—A ti no te consta, Blake, así que mejor cállate —ordenó William, mirando de reojo a Patrick para darse un poco de valor. El chico era de naturaleza calmada, pero en ese momento si la mostraba, tendría problemas —¿O quieres que te baje puntos a ti también?
—¡Pero somos de tu casa! —exclamó Brandon sin poder creer lo que oía —¡No lo entiendo!
—Eso me tiene sin cuidado —William frunció el entrecejo —Una falta es una falta. Así que si alguien más hace algo como esto, tendré que bajarle punto.
—Y es una suerte que tú y Wilson sean iguales¿no, Bluepool? —dijo de pronto O'Neill —Tal vez por eso la defiendes, porque los dos son unos sangre sucia que tuvieron mucha suerte.
Patrick tuvo ganas de sacar la varita, porque no creía que William se mereciera semejante insulto. Pero para su sorpresa, su compañero sonrió con ironía.
—Lo que creas me tiene sin cuidado, O'Neill —aseguró —Mientras sepa lo que es verdad y lo que no en tu alharaca, lo demás es insignificante para mí. Patrick¿te importa si nos vamos?
Patrick asintió entusiastamente, y él y William salieron de la sala común, dejando que Sunny, Danielle, y Walter se fueran a sus dormitorios, aprovechando que los demás tenían su atención fija en Patrick y William. Danielle, en cuanto entró, se echó en la cama sin preocuparse por nada más, pero Sunny se sentó en su cama y reflexionó largo rato. No podía creer que así sería su vida mientras estuviera en el colegio y aunque sabía que era una gran oportunidad, no creía que iba a soportar mucho tiempo tanto insulto. Suspiró, pensando que tal vez hubiera sido mejor no haber sabido nunca que era bruja, pero entonces volteó a ver a Danielle y recordó que a ella tampoco le iba muy bien porque a pesar de ser una Malfoy, era amiga suya. Pensó en Amy y Ryo, quienes tenían sus problemas por ser amigos de Danielle; en Rose, a quien todos herían por ser la hija de un supuesto asesino, en Henry y su madre, que parecían tener muchas cosas en qué pensar, y en Hally, que era hija de uno de los magos más famosos del país y todos la miraban como si fuera un fenómeno. Pero a pesar de que sus amigos también tenían miedos, Sunny seguía sintiéndose muy sola. Se levantó de pronto, salió del dormitorio sin hacerle caso a las preguntas de Danielle sobre a dónde iba y cruzó la sala común a paso rápido, saliendo de ella de la misma forma. Se perdió en los pasillos hasta llegar ante la puerta que buscaba, llamó y en cuanto escuchó que le permitían pasar, entró sin ceremonias y preguntó con furia.
—¿Cómo se puede tolerar ese lugar¡Dígame cómo!
Snape, dándole la espalda y parado frente a uno de sus numerosos estantes llenos de frascos, volteó a verla arqueando las cejas.
—¿A qué viene todo ese escándalo, Wilson? —quiso saber, hablando fríamente, como de costumbre —Esa no es la forma de hablarle a un profesor.
—¡Al demonio con eso! —soltó Sunny, yendo de un lado para otro sin mirar al profesor a la cara —Me importa un comino que sea profesor. Quiero hablar con mi tutor.
—Para el caso es lo mismo, Wilson —le hizo ver Snape —Pero si le sirve de algo, dígame qué le pasa. Tal parece que si no lo hace, va a estallar.
Sunny respiró hondo y siguió paseando por la habitación hablando sin cesar, mientras Snape tomaba asiento tras su escritorio y se ponía a leer un ejemplar de El Profeta Dominical. Sunny soltó todo: lo que sentía por no saber nada del mundo mágico, sobre cómo se sentía al ver que la mayoría de su casa la menospreciaba, sobre el hecho de que, a pesar de sus esfuerzos, sentía que no encajaba... Tantas cosas que le pasaban por la cabeza y que la venían atormentando desde que supo que era bruja. Agradecía las molestias de las personas a su alrededor, pero a veces sentía que no valía la pena tanta lucha, tanto coraje para fingir ante los bravucones que sus insultos no le afectaban y que sería mejor si volvía al mundo del que no debió salir.
—Pero no les puedo dar ese gusto —dijo de pronto, deteniendo sus pasos —Si me fuera del colegio, les daría la razón. Creerían que no soy una bruja de verdad, que...
—Wilson, si ya llegó a esa conclusión¿podría sentarse, por favor? —Snape levantó la vista del periódico que leía —Tengo que preguntarle una cosa.
Sunny lo miró fieramente, pero le hizo caso y se sentó en una silla frente al profesor de Pociones. El hombre dejó el periódico a un lado, miró a la niña a los ojos de forma fría y atenta y torció la boca en una especie de sonrisa.
—No es tan tonta como parece —reconoció —Pudo perfectamente derrumbarse frente a sus compañeros de casa, pero prefirió venir aquí¿puedo preguntarle porqué?
—Le tengo menos miedo a usted que a los idiotas de mi casa —respondió Sunny con dureza.
—Eso sí que es nuevo —Snape se recargó en el respaldo de su silla, eliminando cualquier rastro de sonrisa del rostro —No sabía que algo le diera miedo.
—Todo mundo le tiene miedo a algo —aseguró Sunny —Incluso el que dice que no lo siente.
—Una cosa curiosa —dijo Snape, para luego enderezarse —Por cierto, quisiera saber cómo pudo hacer las pruebas de quidditch. Se necesitaba una escoba propia.
Sunny adoptó una expresión de sorpresa.
—Si usted no sabe, mucho menos yo —se levantó de su asiento —Me llegó una escoba con mi nombre. Por eso pude presentarme. Lo que no sé es cómo supo la persona que me la envió mi segundo nombre. A nadie se lo dije, creo que ni los del orfanato lo sabían. ¿Quién sabría que mi segundo nombre era Wendy, el mismo que el de mi abuela materna¡Rayos! —exclamó, mirando su reloj —Los resultados de las pruebas de quidditch están a punto de salir. Disculpe, pero debo irme. Y aunque sé que le fue fastidioso, gracias por escucharme.
Sunny salió del lugar, dejando a Snape sumamente intrigado. El nombre de Wendy le recordaba algo. Algo que le dolía y que por años había querido olvidar.
La hora de la comida pasó con cierta lentitud, pues a pesar de que los resultados de las pruebas de quidditch saldrían pronto, la mayoría de los estudiantes estaban agotados por la semana tan dura de clases y por las pruebas que algunos tuvieron qué hacer. Aproximadamente a las cinco, muchos se fueron a sus salas comunes a ver si ya estaban los resultados, pero el profesor Lupin se quedó un poco impresionado al recibir una lechuza. Leyó la carta con cuidado, frunció el entrecejo y miró discretamente hacia donde estaba Snape. El profesor, con su túnica negra de siempre, comía lentamente y con la vista perdida, la cual se movió ligeramente al notar cierto alboroto sutil en el vestíbulo. Snape se puso de pie, fue hacia el vestíbulo y el profesor Lupin lo siguió. El sutil alboroto era causado por la Orden del Rayo, que celebraba en un rincón los resultados de las pruebas de quidditch.
—¡Soy la suplente del buscador! —exclamaba Hally —¡Papá se pondrá muy contento!
—Conseguí ser suplente del guardián —decía Rose —¿Creen que pueda haber forma de decirle a papá? Mamá me contó que él fue guardián¡quisiera que lo supiera...!
—Tu lechuza podría encontrarlo —le aseguró Henry —Yo podré suplir a una de tus primas si se lastiman, aunque por lo que he oído, son muy buenas.
—Yo no logré ser suplente de cazador —replicó Amy suavemente —Pero los del equipo creen que tengo talento para suplir al guardián, porque me dieron ese puesto.
—Yo supliré a Bluepool en cuanto se caiga de la escoba en un partido —celebró Danielle con una sonrisa —Suena cruel, lo sé, pero será de lo mejor si lo logro.
—Pues al menos tendrás más oportunidad que yo —afirmó Walter —Ese gorila de Blake y su fiel O'Neill nunca van a poder lastimarse lo suficiente como para que yo entre. Pero al menos, me gané el puesto de suplente del golpeador.
—Volaré como cazadora algún día —Sunny tenía su clásica sonrisa de admiración ante lo increíble de la vida —Aunque tenga que romperle una pierna a tu hermano, Danielle.
Danielle se rió y Sunny también lo hizo, pero al hacerlo, desapareció aquel rictus de dureza y aislamiento que la vida le había dado para darle paso a la alegría pura y sincera de la niña de once años que era. Snape se le quedó viendo y un recuerdo lo asaltó. Era el recuerdo de una niña de largo cabello castaño que reía de una forma similar, pero tenía un problema de carácter muy serio y que se enfurecía con facilidad. Por años había olvidado a esa niña, pero ahora la recordaba como si la tuviera enfrente en una fotografía.
—Se parece mucho a Wendy¿no crees? —comentó una voz tras él. Snape se volvió y se encontró con el profesor Lupin, quien con su perpetuo semblante serio y amable, sonreía cordial y levemente al observar al grupo de amigos de primer año —Cualquiera que la haya conocido diría lo mismo.
—¿De qué hablas, Lupin? —Snape lo vio con mala cara. Era bien sabido que ellos dos no se llevaban bien, pero al paso de los años habían logrado suavizar sus diferencias lo suficiente como para que ya no se asesinaran con la mirada cada vez que se veían —No te entiendo.
—Investigué un poco sobre la señorita Wilson porque me pareció que la había visto en alguna parte —Lupin dejó de sonreír y asumió una expresión seria —La recordé enseguida. Wendy Lenox. Una gran cabeza, pero muy temperamental. Procedente de Edimburgo. Al terminar el colegio se fue a Irlanda a trabajar y allí se casó con un muggle, Hank Drake. Tuvo una sola hija, Ethel, quien era como su madre: impetuosa y rebelde. Estudió en América, pero al regresar al país se casó con un muggle, igual que su madre. No le fue muy bien. Básicamente, fue por su esposo que Ethel Drake dejó a la señorita Wilson. El esposo le dijo que se deshiciera de la niña si quería que siguiera con ella y pues lo prefirió a él en vez de a su hija... Y le costó caro. Los dos murieron un año después, en un accidente de auto. El padre de la señorita Wilson conducía ebrio y al parecer, estaba discutiendo con Ethel a la vez.
Snape no se quedó con la boca abierta, pero su expresión era un buen equivalente.
—¿Y... y Wendy?
Lupin bajó la vista y negó con la cabeza.
—Wendy dejó de hablarle a Ethel cuando ella se fue a América, y no quiso verla desde entonces. Aún vive, pero no hará nada por la señorita Wilson. Ignora que existe.
—¿Cómo te enteraste de todo eso, Lupin?
—Ser miembro de la Orden del Fénix deja ventajas aún después de mucho tiempo. Además, me pareció que cada vez que veías a esa niña, te acordabas de algo.
—Me da igual —Snape hizo una mueca —Wilson sigue siendo sólo un trabajo.
—Como digas, pero ahora sabes que la señorita Wilson no ha tenido una vida fácil —el profesor Lupin se encaminó por un pasillo a su despacho —Ningún niño se merece el desprecio de sus padres. Si le sumas a eso el desprecio de los demás, no es raro que se sorprenda ante cosas que para uno son muy simples. Para ella, son inalcanzables. Es fácil comprender eso.
Snape frunció el entrecejo.
—Siempre hablando con eufemismos —se quejó, al ver a su colega alejarse —Pero por muy desagradable que me sea, debo admitir que tiene razón —volteó a ver a Sunny —Wilson se parece mucho a su abuela. ¿Será posible que Wendy sepa que existe y le enviara la escoba?
Ésa sí que era una buena pregunta. Lástima que no tenía respuesta.
