No sé por cuánto tiempo más podré seguir con este ritmo intenso de actualizaciones, es que me gusta como se va escribiendo. Todas las mañanas y todas las tardes escribo una o dos escenas de algo, depende de qué estoy escuchando. Nunca en la puta vida pensé que podría escribir algo con misiones y con algo parecido a política (?) Debe ser porque leí la Fundación de Asimov alguna vez. Mejor aún: con KankuTen como protagonistas, mi parejita crack predilecta desde que soy adolescente.
He usado soundtrack con versiones ambientales para crear esta historia: Mandalorian, Naboo, Mereen, Bravos, Rivendell, you name it.
Amiga, me di cuenta es otro fic que publico, hay una mención de mi precioso KankuTen porque el descaro es máximo. Sorrynotsorry.
Saudade
Por Syb
Capítulo VI: La Ciudadela de las Tribus
La ciudad estaba más viva que la misma aldea de la Arena. Era sorpresivo que un lugar así no tuviera ninguna intención de pasar desapercibida en el desierto: estaba erguida entre los picos de las montañas como si fuera una prótesis de metal; llena de luces y llena de gente, sin importarles que agentes de la Arena quisieran aplastarlos. Sin embargo, por cómo se veía, sus dimensiones eran más grandes que el de la aldea. Kankurō solo sabía su ubicación, pero jamás había visto con sus propios ojos la Ciudadela de las Tribus; el lugar que contenía a todos los nómades y tribus del desierto que odiaban a su hermano. Baki y el Consejo de Ancianos estaban equivocados, debían prenderle fuego a aquel lugar apenas pudiesen.
La rampa de la entrada estaba altamente vigilada por gente del desierto, y era la única forma de ingresar al poseer enormes murallas de metal irguiéndose hacia el cielo. A su lado, sintió que algo puso nerviosa a Tenten apenas vio a los guardias, por lo que titubeó un tanto al pisar el puente metálico. Una cosa era infiltrarse dentro de una Casa de Té con un puñado de hombres que les ofrecieran resistencia; otra cosa muy distinta era intentar infiltrarse dentro de una Ciudadela de tal envergadura. No debían estar ahí, se dijo, esa misión debió terminar en la frontera y ahora estaban muchos días dentro del País del Viento, donde ni siquiera sus aliados tenían el control. Frunció la boca, no quería defraudar ni al capitán Raidō ni a Ino, pero esta era su primera misión importante hace meses y se les estaba saliendo de las manos.
—Tranquila, estoy aquí —le dijo el marionetista, poniéndole una mano suavemente sobre su antebrazo para evitar que hiciera un movimiento brusco—. Soy tu hombre.
—Mi acento —resopló, ese era uno de sus tantos defectos como extranjera. Inuzuka Hana no ser podía estar en su lugar por sus rasgos bestiales y sus evidentes tatuajes en las mejillas, además de sus perros escolta. Los rasgos de Ino no eran de una mujer del desierto. Ella era más fuerte que las dos y Kankurō la había elegido precisamente por eso. La Maestra de Armas miró hacia una de las montañas donde Ino y Hana debían estar apostadas, ocultas entre las sombras como si eso le ofreciera cierto consuelo.
—Yo hablaré por ti —murmuró—. Además, Ino está cuidándote la espalda y Hana se la está cuidando a ella.
—Estamos demasiado lejos.
—Lo sé —respondió—. Es mejor que nos apresuremos.
Tenten respiró hondo y empezó a caminar por la rampa junto al hermano mayor de Gaara. Era difícil conseguir una misión interesante en estos días, por lo mismo estaba teniendo un mal momento procesando el primer asalto, el que habían fallado allá en la Casa del Té. Al entrar al desierto, la mujer simplemente decidió repasar incansablemente lo que había resultado mal. Ino solo debía manipular al jefe para irse con ella y el grupo femenino habría desaparecido en la noche sin dejar rastro alguno; pero se ausentó y levantó las alertas. Necesitaba saber qué era lo que le sucedió a la rubia en ese momento.
Kankurō aclaró la garganta al acercárseles uno de los guardias de la Ciudadela. Era un hombre cubierto de pies a cabeza con lino café sucio y gastado, y en la cara traía una máscara típica de unas de las tribus nómadas al este de la aldea. Las historias de la señora que los cuidó a Temari y a él decían que tendían a formar cultos a héroes de guerra y perdían la cabeza constantemente con presagios sacados de la lectura de las hojas de té. En ese momento, Kankurō le agradecía a la vieja que lo llenó de historias terribles del País del Viento.
—¿Nombre? —dijo ese nómade simplón.
—Soy Kuro, y ella es mi hermana —le dijo el hombre del desierto con una sonrisa confiada.
—¿Hablas por ella? —le dijo el guardia como si estuviera ofendido, miró hacia el resto de los guardias que estaban apostados en la entrada como si estuviera pidiendo una segunda opinión. No era la forma del desierto, lo cual lo hacía sospechoso; nada más que un extranjero o un infiltrado.
—Tengo que hacerlo, imbécil —le dijo el hombre alzando la voz, aún más ofendido que él. Luego, tomó al hombre por los hombros con una proximidad demasiado invasiva para apuntar a Tenten con su voz un tanto quebrada—. Le cortaron la lengua: fue tomada prisionera por la Arena y, como decidió no decir nada, la castigaron así. Ella es una heroína de guerra en nuestra tribu, es el símbolo de nuestra lucha contra el nuevo orden de paz, contra el Kazekage bastardo y su maldita obsesión con el enemigo.
—Bastardos —replicó el guardia, profundamente conmovido por el amor fraterno que demostraba ese tal Kuro.
—Sí, son unos malditos bastardos —siguió Kankurō mirando a su musa con una sonrisa, Tenten luchó consigo misma para mantenerse impávida ante aquella intensidad que demostraba su acompañante—. ¡Por Rasa!
—¡Por Rasa! —respondió el guardia con éxtasis y se aproximó a la muda hermana de Kuro—. Haces orgulloso al país —dijo para luego hacerles una seña a los porteros—. Déjenlos entrar.
Kankurō miró a Tenten con una sonrisa y la dejó pasar primero a la Ciudadela de Tribus.
—Una cosa más —dijo el guardia, Tenten sintió una gota de sudor correr por su sien, abrirse paso por su cuello y perderse entre sus pechos, bajo la ropa—. Deben dejar sus armas en el búnker. Eso incluye tu marioneta, Kuro.
—Sí, lo siento… Viejo hábito de marionetista —indicó mientras se sacaba la correa del hombro. Por mucho que pensara en una salida, debía dejar al viejo Karasu atrás. El guardia siguió mirándolo fijamente al rostro—. ¿Te gusté o qué? —rió vulgar—, te aseguro que mi hermana es más bonita que yo.
—Tu cara me es familiar —repuso con una sinceridad abrumadora. Una vez que Karasu quedaba bajo llave dentro del búnker, sus probabilidades de seguir con vida se reducían. Otro guardia recibió a la marioneta y se la llevó y encerró en un casillero. Tenten comenzó a tirar el sinfín de pergaminos de invocación en un canasto metálico oxidado, Kankurō contó hasta siete con gracia, ya que cada vez le parecía menos extranjera y más atractiva. Tenten prosiguió con las armas que ya tenía ocultas bajo la ropa ante la mirada atenta de su supuesto hermano, aún si ella era todavía ajena al gusto que le tenía el hijo de Rasa.
—Mi cara es como la de cualquier hombre del desierto —resopló—. Te aseguro que, si te quitas la máscara, te pareces a mí.
—Pueden pasar —le dijo el guardia del búnker y ambos le sonrieron al primer guardia que no dejaba de mirar sospechosamente a Kuro.
Lo suficientemente alejados del puente, la Ciudadela de las Tribus se cerró en calles angostas: llenas de puestos de todo tipo, desde comida, pasando por tabernas hasta Casas del Placer. Se detuvieron frente a una estatua esculpida en una roca y su rostro era tan parecido al de Kankurō que Tenten pensó que podría pasar como el rey de aquella tierra sin ley. Rasa era el nombre ese nombre y era el símbolo de la resistencia de los grupos disidentes del desierto. Tenten aclaró la garganta.
—Sin maquillaje eres igual a tu padre, ¿lo sabías? —remarcó la obviedad—. Debo preguntar, ¿qué tiene que ver él con esto?
—Hay gente que niega que lo mataron antes de la invasión, dicen que él estuvo detrás de la liberación de la Arena todo el tiempo. Odian a mi hermano porque pasó de ser el arma perfecta de Rasa a ser su vergüenza al besarle el trasero a tu aldea. Sin embargo, mi hermana es aún más odiada —confidenció con simpatía—. Tienes suerte de estar con el hijo de Rasa más irrelevante en este lugar.
—Tengo suerte de no ser tu verdadera hermana —dijo con un suspiro. No sabía por qué, pero Kankurō le inspiraba demasiada confianza, algo que jamás imaginó la primera vez que lo vio. O quizás la última vez. Quizás solo necesitaba pasar tiempo con él en su territorio para darse cuenta de que, dentro de su país, él y sus hermanos aún si le parecían aterradores, no eran para nada malos. De todas formas, ella ya no era Maestra de Armas sin sus pergaminos y él no era marionetista sin Karasu—. Nos van a matar —sentenció y, si fuera el caso, Tokuma jamás sabría qué le habría sucedido.
—Sí, a menos que hayas oculto un pergamino, estamos muertos —respondió y escupió al suelo—. Ven hermanita, tenemos trabajo por delante. Tenemos que encontrar la Casa del Té más grande de este maldito lugar.
Tenten reprimió una sonrisa y vio cómo su acompañante se echó a andar por la calle atestada de gente del desierto. Kankurō parecía leerla fácilmente, o quizás solo tenía suerte y pensaba parecido a ella. La mujer bajó la mirada vio que en sus muñecas aún estaban sus pergaminos ocultos en forma de pulseras metálicas.
—… Oye, ¿es verdad que cortan lenguas en tu división?
—Estoy seguro de que Baki lo llegó a hacer —le dijo divertido, lo había oído en algún cuento de la misma mujer horrible que les describió casi todas las tribus que habían merodeado por el desierto—. De todas formas, es bueno que piensen que sí lo hacemos, sea verdad o no.
—Oye Tokuma —llamó Hanabi, el aludido estaba sentado en la terraza de madera que daba hacia el jardín interior de la mansión mientras leía un pergamino y una taza de té caliente reposaba a su lado. Hace muy poco había amanecido, pero el hombre parecía que había pasado toda la noche custodiando su habitación. Nada salía ni nada entraba. Apenas sus ojos se posaron sobre ella, la chica sonrió—. Vamos a la ciudad —le informó—. Debes que asegurarte que no escape, ¿no? Es por eso por lo que tienes que venir conmigo.
—Desde luego, pequeña —resolvió serio—. ¿Qué irás a hacer a la ciudad?
—Me han hablado de una academia especializada —le dijo con una sonrisa. Durante la preparación de la cena del día anterior una de las chicas de servicio le comentó a otra que iría a tomar clases y habló de una gran casona vieja que en algún momento albergó docenas de chicas para especializarlas en infiltración. Fingió estar distraída buscando fruta en la alacena, como aperitivo luego de un arduo entrenamiento en el patio, mientras la chica del servicio detalló lo que iría a aprender y Hanabi decidió que sería una buena forma de ver el mundo. O al menos molestar al estricto de su padre—. A padre le gustará si hago algo productivo con mi tiempo.
—Seguro que sí.
Tokuma la siguió a unos cuantos metros de distancia mientras se abrían paso dentro del bosque que rodeaba a la mansión, ya que él no estaba ahí para acompañar, sino que solo estaba ahí para vigilar. Hablar entre sí no era preciso y aquello le dio tiempo a Hanabi de disfrutar del aire fresco que le ofrecía el exterior, y estaba segura de que a su guardián también le venía bien aquella distracción. Su novia se había ido por más tiempo del presupuestado para la misión de infiltración a la que había ido, las chicas del servicio también comentarion que a Tokuma se le veía más taciturno de lo normal por ello. Hanabi sabía dentro de ella que aquella información sería útil en un futuro, pero debía saber un poco más.
—¿Qué hace tu novia, Tokuma?
—No discutiré temas personales contigo, pequeña —murmuró él con tranquilidad—. Basta con que sepas que existe.
—¿Es ella Hyuuga? —le preguntó sabiendo de antemano que eso no era verdad, siendo él uno de los hombres con más futuro del Clan en esos momentos, se esperaba que su buena genética no fuese perturbada por agentes externos; y seguramente era uno de los problemas que debía tener con Hiashi. Tokuma no respondió, como era esperable—. Debe serlo. Mi hermana ya no dará a luz a Hyuuga puros, pero eso ya no importa, ¿verdad? Supongo que se espera que yo lo haga —dijo hablándole al viento. No le importaba, ya que apenas llegaran a la academia de Namida Suzume no sería grato para Tokuma darse cuenta de que aquello iba en contra de todo lo que el jefe quería para su hija, y sería en ese entonces que ella decidiría ser la que no discutiría temas personales con su guardián.
Hanabi lo guió por la ciudad hasta que las Casas de Té empezaron a aparecer con mayor frecuencia, pero no logró inquietar a su guardián. La cantidad de seductoras activas trabajando para la aldea iba en declive, por lo que no era un oficio en el que él pudiese pensar enseguida.
La casona vieja apareció ante ellos y una mujer con un cigarro entre los labios y unas gafas oscuras figuró sentada en la terraza poblada de vegetación.
—Hyuuga —dijo ella.
—Namida Suzume —saludó la joven con una sonrisa—. Quisiera formarme como seductora bajo su supervisión.
—No veo el por qué no —se levantó de su silla y apagó su cigarro en el cenicero que tenía en la baranda de la terraza—. Ven conmigo, hablaremos los detalles adentro… Tu guardián puede esperar en la terraza. Le diré a Raidō que le traiga algo de beber.
Hanabi no tuvo que mirar a Tokuma para saber que moría de ganas de informarle a Hiashi de lo que estaba sucediendo.
Temari caminó junto a su prometido por la aldea, ese día había sido más audaz y había dejado en el armario su gran abanico por lo que se sentía extrañamente ligera y tranquila; ya que allá nadie la odiaba por elegir a un hombre extranjero. En la Arena, su hermano Kankurō le había roto la nariz a un hombre de una tribu del desierto que iba de paso por la aldea, solo porque había murmurado algo de ella en su presencia. Los hijos de Rasa eran conocidos por todos y ella había decidido elegir la calma que le brindaba la familia de Shikamaru cada vez que viajaba a la Hoja como embajadora. En un principio se sintió egoísta dejando a sus hermanos, pero luego se dio cuenta que cada vez menos necesitaban de ella.
En la Hoja no parecía haber disturbios del tipo de los que había en la Arena, pero Temari sabía que eso no era cierto. En este país no había tribus en disputa con la aldea, pero sí había traidores por todas partes. La rubia vio por el rabillo del ojo a Kabuto entrar a una tienda vacía en medio del centro de la ciudad, apretó los labios y extrañó a su abanico por primera vez en el día.
—¿Y ese qué está haciendo aquí? —graznó ella y su prometido dejó de mirar las frutas que el vendedor le ofrecía en el mercado. Según él tenía entendido, sus intenciones eran abrir una botica con Shizune en algún futuro cercano; pero al estar ella de viaje en el País del Rayo, él había decidido empezar solo los preparativos. A Kabuto se le había hecho difícil conseguir un lugar en la aldea por ser quién era, por haber hecho lo que había hecho; y por, sobre todo, lucir como lucía. No todos habían tenido la suerte que Shikamaru tenía al poder tener la vida que soñó junto a Temari.
—Lo perdonaron —resopló el Nara—. Perdonaron a Sasuke, ¿por qué no iban a perdonarlo a él?
—Tienes razón —dijo y tomó una pausa que intrigó a su prometido—. Me asombra lo suaves que son aquí. De haber sido la Arena, Baki le hubiese cortado la lengua al menos.
—Es por eso por lo que él no está aquí y viniste tú para cumplir funciones de diplomacia en su lugar —respondió él—. Baki fue el primero que rompió la alianza al asesinar a sangre fría a un uniformado.
—Lo sé —respondió como si no le importara—. Debieron pedir su cabeza, pero en este país son demasiado suaves.
—Y tú eres aterradora —resopló afligido. El estratega pensó en todas aquellas ocasiones en que pensó que jamás contraería matrimonio al ver a sus padres discutir entre sí por alguna tontería que su padre había dicho o hecho; miles de veces hacía dicho que el linaje moriría con él ya que no quería que nadie lo criticara o modificara su estilo de vida tranquilo. Y ahí estaba, junto a la chica que podría haberlo matado durante la invasión y que, estaba seguro, no habría dudado ni un segundo en hacerlo de haber tenido la oportunidad. Embobado era una palabra que poco se acercaba a lo que sentía por la chica del desierto.
—Si alguna vez te matan —le informó con gracia—. Iré por la cabeza de quien te hizo eso, deberías estar agradecido.
—Hanabi como seductora —resopló Tokuma apoyado en la baranda de la terraza. Una de las enredaderas que colgaban del techo le acarició el cabello por lo que él la quitó torpemente con su mano como si se tratara de un mosquito. La chica estaba deseando ir en contra de la corriente como pudiese. Hasta él sabía que cuando Hiashi se enterase, seguro perdería la paciencia y Tokuma no entendía cómo la pequeña heredera era tan inconsciente como para seguir yendo de mal en peor: primero desafiaba a su padre, luego intentaba huir y ahora esto. Volvió a quitarse de encima la enredadera que parecía querer animarlo.
—No es como lo imaginas —dijo Raidō al salir a la terraza con las manos en los bolsillos. Tokuma se paró erguido apenas vio al veterano parado frente a él.
—Sé que no son damas de compañía.
—Solo venden fantasías por información.
—Hanabi es la heredera de la rama principal del Clan —le aclaró como si lo hubiese olvidado.
—Lo sé —le dijo y se mantuvo callado por unos latidos de corazón hasta que volvió hablar de lo que realmente le molestaba al guardián de Hanabi—. ¿Alguna noticia de Tenten? Debieron llegar hace unos días atrás, pero Ino no ha venido a vernos.
Tokuma supo que el capitán Raidō también estaba preocupado por el escuadrón femenino que había partido a la frontera.
Un cuervo graznó y voló en círculos al lado de una saliente en una de las murallas de la Ciudadela de las Tribus, a lo que un perro grande apareció para olisquear el lugar que el pájaro indicaba, luego empezó a escarbar con una de sus patas en la tierra que parecía suelta, como si hace muy poco alguien más había escarbado ahí también. Ino abrió los ojos a unos cuantos kilómetros de distancia e Inuzuka Hana la observaba volver junto a dos de sus perros.
—Lo vi —le dijo—, hay una escotilla oculta.
—Bien —le respondió Hana—. Entraremos por ahí.
Me gusta Hanabi pero no lograba darle norte, ahora se lo di y conecté con la storyline de Ino porque irá a estudiar con Suzume y su papi Rai está preocupado por Ino y Tenten. Por otro lado, AMO A KANK.
Señora Syb se despide,
Ahora sí que realmente no sé qué sigue. Los reviews con ideas serán altamente apreciados.
