Veinticinco: Interrogatorios.
Los cuatro amigos bajaron las cabezas y fingieron dormir. La sombra en la puerta estaba diciéndole algo a John Weasley.
—Ya revisamos los dormitorios —decía una voz grave y seria —No encontramos nada fuera de lo común mas que las pertenencias de los alumnos regadas por todas partes. De todas formas, estamos haciendo todo lo posible por determinar si falta algo.
—Para eso sería mejor interrogar a los alumnos, señor Potter —sugirió John.
—Sí, también lo creo —el señor Potter asintió con la cabeza —Ellos son los únicos que saben lo que traen en sus equipajes.
—Se lo comentaré a la profesora McGonagall por la mañana. Por el momento, iré con mis compañeros a Hogsmeade a conseguir alojamiento. Mientras tanto, tú y tu compañero vigilen a estos niños. Tal vez el intruso siga por aquí, aunque lo dudamos.
—Cuente con ello, señor Potter.
El señor Potter sacó su cabeza del recinto y cerró las puertas. John se retiró de las puertas, fue a comunicarle las nuevas a su condiscípulo y ambos siguieron haciendo rondas por entre las bolsas de dormir. Los cuatro amigos tardaron mucho en conciliar el sueño, pues cada uno tenía mucho en qué pensar.
A la mañana siguiente, hubo bastante movimiento en El Aquelarre. La llegada inesperada de un pequeño grupo de magos del Ministerio casi a medianoche había puesto de mal humor al dueño, el señor Smithson. Era un hombre pequeño y de escaso cabello blanco que lo único que lo hacía mostrar una sonrisa era tener muchos clientes o clientes adinerados. Fue por eso que cuando llegaron los magos del Ministerio y dijeron cuántos eran al mostrar la cantidad que estaban dispuestos a pagar por sus cuartos, que el señor Smithson mostró la más cortés de sus sonrisas. Una sonrisa que le causó repulsión a una de las personas del grupo, una bruja de cabello largo y castaño enmarañado a medias.
—¿Teníamos que venir justamente aquí, Harry? —le preguntó la bruja al señor Potter.
El señor Potter, con la cara oculta por una capucha para que no se supiera su identidad, asintió con cierto aire divertido.
—Es el lugar más cercano al colegio —le recordó a la bruja —Vamos, Hermione, podremos aguantar al viejo Smithson un par de días. Además, no me has dicho porqué te envió el Ministerio a esta diligencia. No eres aurora.
—Lo que pasó es un misterio —ahora le tocaba a la señora Potter sonreír —Y eso entra en mi especialidad. Sabes que no es normal que alguien haya logrado entrar a Hogwarts tan fácil y a dos de las cuatro casas.
El señor Potter asintió. Fueron a su habitación, entraron en ella y cerraron con llave.
—Hally estará bien¿verdad? —quiso saber la señora Potter —Es decir, si es amiga de Rose y del hijo de Abil Nicté… ¡Harry, tengo miedo de que le pase algo! Once años sin tenerla cerca y ahora esto…
El señor Potter abrazó a su esposa, le acarició el cabello y miró por la ventana de la habitación. Por ella se distinguía Hogwarts y eso le trajo recuerdos. Muchos eran agradables, otros no tanto. El punto era que el colegio había sido escenario de varios de sus momentos más significativos. Allí aprendió mucho de lo que sabía e hizo verdaderos amigos. Allí conoció a la que ahora era su esposa. Y allí esperaba que su hija fuera convirtiéndose en una buena bruja… y en una buena persona.
—Nada le va a pasar a Hally, Hermione —aseguró en voz baja —De eso me encargo yo. Lo juro.
El primero de noviembre amaneció tan nublado que parecía que el sol no había salido. Para antes del almuerzo, ya todos los alumnos estaban enterados de las intrusiones a los sitios donde se encontraban instaladas las casas de Gryffindor y Hufflepuff y los alumnos se preguntaban cómo había sido eso posible. Los estudiantes de primer año eran los más alarmados, pues los dormitorios que había sido registrados habían sido precisamente los de compañeros de su curso y temían que los próximos dormitorios en ser asaltados fueran los suyos.
—Si lo que suponen es cierto —comentó Danielle a la hora del almuerzo, en la reunión extraordinaria de la Orden del Rayo que Hally, Rose y Henry habían convocado con ayuda de sus aves —los demás estudiantes no tienen porqué temer. El asunto es saber qué buscaba la persona o personas que se metieron a los dormitorios.
Estaban en un rincón del patio, uno donde los ocultaba una enorme columna de piedra, protegiéndose del helado viento con las capas. Todos habían almorzado apresuradamente para realizar la reunión, pues tenían poco tiempo.
—Para mí que sólo querían rehenes —soltó Walter.
—¿Querían qué? —se extrañó Ryo.
—Rehenes —repitió Walter —En el mundo muggle, hay un delito llamado secuestro. Supongo que han escuchado hablar de él…
—¡Ah, ya! —Ryo sonrió débilmente —A los que mantienen prisioneros los delincuentes, se les llama rehenes¿no? Me lo contó Sun Mei una vez. Ella lleva Estudios Muggles.
—Pues bien, esto es lo que creo —Walter adoptó un gesto de seriedad infinita —Basándonos en la teoría que tienen Hally y Henry, quizá quienes entraron a la torre de Gryffindor y al sótano de Hufflepuff a quienes buscaban eran a Henry, a Rose y a Joan Finch-Fletchley para negociar el caso de Ronald Weasley. Quizá querían proponer que los dejaran en paz a cambio de que no les hicieran daño a ustedes.
—Eso no tiene sentido —intervino Ryo —Si eso hubieran querido¿porqué se pusieron a tirar las cosas por todas partes? Si no los encontraron, lo más fácil hubiera sido dejar todo tal y como estaba para que nadie supiera que alguien había entrado sin permiso.
—Tal vez tengas razón —aceptó Walter —pero tal vez aparte de a nuestros compañeros, buscaban algo más. ¿Alguno de ustedes tenía algo de valor entre sus cosas? —les preguntó a Henry y a Rose.
Ambos negaron con la cabeza.
—¿Sabes algo de Joan, Amy? —preguntó Walter a continuación.
—Está muy nerviosa —respondió Amy, con voz suave y queda —No quiere ir sola a ningún lado, así que Vivian, Simon y yo nos turnamos para acompañarla por todas partes. Y no la culpo. Esta mañana nos contó que el día antes de venir al colegio, las atacaron a ella y a su madre cerca de su casa, en Wimbledon. Cree que el mismo tipo que las atacó en agosto puedo ser el que vino y entró a nuestros dormitorios.
Los niños se miraron entre sí con cierta sorpresa.
—Lástima que no podemos hacer gran cosa —se lamentó Sunny, para quien el asunto sólo era importante porque afectaba a sus amigos —Por lo pronto, yo propongo estar bien alertas y cuidarnos unos a otros. Es lo único que se me ocurre.
Los demás aprobaron la propuesta de Sunny al tiempo que se escuchaba la campana que anunciaba las clases después del almuerzo. Entraron al castillo apresuradamente, se separaron y cada uno fue a sus respectivas clases. A la hora de la cena, cuando iban rumbo al Gran Comedor, a los alumnos de primer año de Gryffindor se les acercó el profesor Lupin con expresión seria.
—Síganme todos, por favor —pidió a los niños.
Los estudiantes no pudieron hacer otra cosa que obedecer y vieron que el profesor los llevaba hasta una gárgola de piedra de aspecto tosco, donde esperaban la profesora Brownfield y las alumnas de primer curso de Hufflepuff. Al llegar junto a ellas, Amy enseguida les hizo un gesto de interrogación a sus amigos Gryffindor's, pero los tres se encogieron de hombros. Entonces, el profesor Lupin dijo con voz clara, dirigiéndose a la gárgola de piedra.
—Tierras Altas —al minuto siguiente, la gárgola se hizo a un lado para mostrar una escalera estrecha de caracol —Pasen —les pidió a los alumnos de Gryffindor.
La profesora Brownfield les hizo la misma indicación a sus estudiantes y los niños entraron lo más ordenadamente posible, seguidos por los profesores. Ya estando todos en la escalera, la gárgola cerró el paso y la escalera empezó a girar, como si fuera mecánica, hasta que todos estuvieron frente a una puerta de buen tamaño con aldaba de bronce en forma de grifo, el mítico animal mitad águila y mitad león. El profesor Lupin y la profesora Brownfield llamaron a la puerta al unísono antes de entrar.
—Esperen aquí —pidió el profesor, antes de cerrar la puerta tras sí y su colega.
Los niños aprovecharon ese momento a solas para conversar.
—¿Para qué creen que nos hayan traído? —preguntó Vivian Malcolm, sin dirigirse a nadie en particular —¿Será por lo de anoche?
—Es lo más probable —respondió Franco Visconti con una mueca, llevándose una mano a su abundante y corto cabello rubio oscuro y despeinándose a la vez.
—Al menos nos trajeron juntos —suspiró Joan Finch-Fletchley —Yo aún sigo asustada.
—No te preocupes tanto, Joan —le dijo su compañera de cabello corto y castaño rojizo que si Hally no mal recordaba, se llamaba Madison Depp —Verás que todo va a estar bien.
Luego de esas palabras, la puerta se abrió unos centímetros y la cabeza de la profesora Brownfield se asomó por el hueco.
—Pronto sabrán para qué los llamaron —les informó —Tengan un poco de paciencia.
La profesora metió la cabeza de nuevo al despacho y cerró la puerta. Cinco segundos después, ella y el profesor Lupin salieron y cada uno se dirigió a los alumnos de su casa.
—Adentro está la profesora McGonagall acompañada de algunos funcionarios del Ministerio, que quieren hacerles unas preguntas —les dijo el profesor Lupin a los Gryffindor's —Pasarán de uno por uno, conforme los vayan llamando, y contestarán con la verdad a todo lo que se les pregunte¿está claro?
Los Gryffindor's asintieron y de soslayo, Henry oyó que las Hufflepuff's recibían las mismas instrucciones. Los profesores, al terminar, dejaron solos a los alumnos y bajaron por la escalera de caracol que se movía sola. Los niños esperaron unos cinco minutos antes que la profesora McGonagall saliera de su despacho, con un pergamino en la mano. Miró a los alumnos por un momento con rigor, para llamarlos al orden.
—Entrarán primero las señoritas de Hufflepuff —indicó la profesora y revisó su pergamino —Depp, Madison.
Madison suspiró y alzó una mano. La profesora le abrió la puerta del despacho, la dejó pasar y luego cerró la puerta nuevamente. Se quedó de pie frente a la puerta, como queriéndose asegurar que ningún alumno quisiera escuchar a escondidas y revisaba el pergamino que sostenía una y otra vez.
Esperar allí de pie era muy aburrido y cansado. Madison Depp estuvo casi veinte minutos con los funcionarios del Ministerio antes de que saliera con cara de fatiga. La profesora McGonagall sacó una pluma de su túnica, le indicó con un movimiento de cabeza a la niña que podía retirarse, escribió algo en el pergamino y enseguida nombró.
—Finch-Fletchley, Joan.
Joan levantó nerviosamente una mano, se acercó a la profesora McGonagall y ésta le abrió la puerta. Tardó adentro más tiempo que Madison Depp, pero al salir se repitió el mismo proceso que con su compañera: la profesora McGonagall la mandó irse, escribiendo poco después algo en su pergamino.
—Lancaster, Emily.
Una niña morena de cabello negro alzó una mano y le tocó entrar al despacho. Ella salió en quince minutos.
—Macmillan, Amy.
Antes de entrar, Amy miró un segundo a sus amigos. Estuvo adentro cerca de veinte minutos, casi el mismo tiempo que Madison Depp, y cuando salió, les sonrió levemente a sus amigos antes de salir del lugar, como para decirles que la experiencia no era tan mala, aunque por la debilidad de su sonrisa, se veía un poco cansada.
—Malcolm, Vivian.
La última Hufflepuff entró al despacho, estuvo dentro quince minutos y salió tan cansada como sus compañeras, retirándose antes que la profesora se lo indicara. La directora escribió en su pergamino y anunció.
—Ahora siguen las señoritas de Gryffindor. Creevey, Diane.
Diane Creevey alzó una mano con prisa, inquietamente. La profesora la mandó al interior del despacho y luego de ella, Cecil Finnigan y Giselle Olsen, fue el turno de Hally.
—Buena suerte —le susurró Henry en voz baja.
Hally asintió y un poco menos nerviosa, se acercó a la profesora McGonagall. La mujer la vio de reojo con detalle, antes de abrirle la puerta y dejarla pasar. Hally admiró un momento la habitación. Era circular, decorada con pulcritud y sencillez, y notó que si había algo que predominaba era el diseño a cuadros escoceses de algunas cosas, como del tapiz de algunas sillas y una lata metálica en el escritorio. Tras el escritorio, de pie, había unas personas revisando infinidad de papeles, y entre ellos Hally notó a dos muy importantes.
—¿Papá? —preguntó —¿Mamá?
Los Potter voltearon a ver a su hija en cuanto la escucharon y le dirigieron una sonrisa. Una segunda mujer, de cabello de un singular color rosa chicle, le hizo una seña a Hally.
—Hola, Hally —saludó con voz jovial —¿Así que eres una Gryffindor, eh?
La niña asintió, sonriendo al reconocer a la mujer. Era aquella que había ido a su fiesta de cumpleaños y que podía cambiar el color de su cabello con facilidad.
—Bueno, no tenemos tiempo para charlas —espetó cortésmente un hombre alto, delgado y de cabello castaño oscuro, de mirada negra y penetrante —Buenas noches, señorita Potter. Soy Kenneth Douglas, comandante del Cuartel General de Aurores y ellos son los aurores Potter —señaló al padre de Hally —y Tonks —indicó con una mano a la mujer que la había saludado en primer lugar —También nos acompaña la señora Potter, del Departamento de Misterios —la madre de Hally hizo un gesto de cabeza —y el señor Redhall, del Departamento de Educación Mágica —un hombre de piel clara y cabello rubio rojizo levantó una mano a modo de saludo —Como ya sabrá, necesitamos hacerle unas preguntas para aclarar la intromisión a su dormitorio y los de sus otros compañeros de curso. Debe contestarnos todo con la verdad¿de acuerdo?
Hally asintió de inmediato.
—Muy bien —dijo el señor Douglas —Señorita, tenemos inventariado todo lo que había en los dormitorios —le extendió un trozo de pergamino —Necesitamos que nos diga cuáles de estas cosas son suyas, marcándolas con sus iniciales en la lista.
Hally tomó el pergamino, leyó la lista y con una pluma que le tendió la aurora Tonks, fue marcando con sus iniciales sus pertenencias. Notó que había otras ya marcadas, seguramente de sus compañeras de habitación que entraron antes, y que no aparecían en la lista aquellas cosas que tenían una etiqueta con el nombre de la alumna, como las prendas de vestir del colegio. Cuando concluyó, le devolvió el pergamino al señor Douglas.
—Gracias —dijo el hombre, pasándole la lista al señor Potter —¿Faltó algo suyo?
—No —respondió Hally en el acto. Había leído la lista muy bien.
—¿Sabe si alguna de sus compañeras tenía algún objeto de valor en su dormitorio?
—No —volvió a responder Hally.
—¿Con cuáles de sus compañeras de dormitorio convive más?
—Con Rose, Rosaline Weasley —aclaró, al ver que el hombre del Departamento de Educación Mágica, el señor Redhall, fruncía el entrecejo —A las otras no las trato tanto.
El señor Douglas le hizo un gesto a Tonks, quien tomó nota en un pergamino.
—¿Sabe si la señorita Weasley tiene algo qué ocultar? —prosiguió el señor Douglas.
Hally negó con la cabeza firmemente.
—¿Sabe si alguna de sus compañeras tiene motivos para temer un ataque del exterior?
Hally frunció el entrecejo, pensando. Claro que sabía, Rose temía que la buscaran por el asunto de su padre. Estaba a punto de responder, explicando su teoría y la de sus amigos, cuando desvió levemente la vista hacia su madre y vio que ella también la veía y movía los labios formando la palabra No. Hally captó de inmediato.
—No —respondió lentamente —No sé.
—¿Con qué otros compañeros de los dormitorios afectados tiene tratos?
—Con Henry y Amy: Henry Graham, de mi casa, y Amy Macmillan, de Hufflepuff.
—¿Qué sabe de ellos?
—Bueno, Amy tiene dos hermanos mayores, uno en su casa y otro en Ravenclaw, sus padres son conocidos de los míos, su padre trabaja en el Ministerio y ella sabe bordar muy bien —añadió, con una tímida sonrisa.
—¿Y de Henry Graham?
Hally se llevó una mano a la oreja, frotó un poco su arete y luego, respondió.
—Que tenía un padre inglés, se llamaba Robert. Su madre es nuestra nueva profesora de Encantamientos, es mexicana y Henry tiene un halcón llamado Balam como mascota.
El señor Douglas asintió, le hizo una seña a la señora Potter y ésta asintió a su vez.
—Cuando llegaron al retrato de la torre de Gryffindor¿es verdad que lo encontraron abierto y sin su ocupante?
Hally asintió.
—¿Usted le dijo la contraseña a alguien que no sea de su casa?
—Claro que no —respondió Hally, ofendida —Eso está prohibido.
—¿Cree que alguno de sus compañeros pudo haberlo hecho?
Hally negó con la cabeza. Estaba empezando a cansarse de tantas preguntas, algunas de las cuales le parecían francamente estúpidas. Claro que no podía decirle eso a un miembro del Ministerio y frente a sus propios padres. Guardó silencio luego de aquella última pregunta, viendo cómo los adultos ordenaban sus notas. Por fin, el señor Douglas le dijo que podía irse y la niña, aliviada, se puso de pie y se encaminó a la puerta. Salió a donde esperaban Rose y los chicos de su casa, obedeció al gesto de McGonagall de irse y al estar fuera de aquel sitio, caminó hacia el Gran Comedor con prisa, pues tenía hambre. En las puertas del comedor, se encontró con Amy hablando largo y tendido con Ryo, Danielle, Sunny y Walter. Les hizo una seña de que esperaran un poco por ella, fue a la mesa de Gryffindor y luego de meter el brazo entre Ángel y John Weasley con rapidez, tomó una pierna de pollo y fue hacia sus amigos. Amy fue la primera en hablar.
—¿Cómo te fue?
Hally se encogió de hombros.
—No sé —respondió al fin —¿A ti no te parecieron tontas algunas preguntas?
—Es lo que les estaba diciendo a los otros —Amy hizo una mueca de disgusto, poco común en ella —Era como si quisieran que dijéramos que fue nuestra culpa que alguien extraño se metió a nuestro dormitorio. Y aparte, me cansé bastante.
—¿Quiénes faltan? —quiso saber Ryo.
—Ahorita deben estar interrogando a Rose –Hally le dio un mordisco a la pierna de pollo que sujetaba. Masticó despacio, tragó y prosiguió —Y de ella siguen todos los chicos de Gryffindor. Van en orden alfabético, así que Henry queda como a mitad de la lista.
Hally comió su pierna de pollo con avidez, mientras que sus amigos comentaban el asunto de los interrogatorios. Media hora después apareció Rose y se acercó a ellos sólo para decirles.
—Yo a ese tal Douglas lo mato, se los juro. Me dijo unas cosas…
Dejó la frase inconclusa, entró al Gran Comedor y se sentó junto a Cecil Finnigan, quien charlaba muy alegre con Giselle Olsen. Justo se preguntaban qué le pasaría cuando vieron que venía Procyon Blackson con el entrecejo fruncido, como si también estuviera enojado.
—¿Pasa algo malo, Procyon? —le preguntó Hally, luego de tragar un bocado de pollo.
—Me choca ese tipo del Ministerio, Douglas —Procyon torció la boca con repulsión, yendo al interior del Gran Comedor —No le agradó para nada que mi madre sea muggle.
Acto seguido, desapareció en el interior del comedor y tomó asiento junto a Diane Creevey, a quien Hally notó por primera vez. Y sí, también ella estaba molesta, a juzgar por sus castañas cejas fruncidas y al hecho de que miraba con solidaridad a Procyon en cuanto éste empezó a hablarle. Hally volvió la vista hacia las niñas de Hufflepuff de primer año que estaban cenando en su mesa y a la única que vio con un ánimo similar al de Rose, Procyon y Diane fue a Madison Depp, que comía y hablaba con gesto de enfado con Emily Lancaster y Vivian Malcolm, ésta última también con un ademán de enojo en el rostro. Hally frunció el entrecejo y al tragar el último bocado de su pierna de pollo, se volvió hacia Amy.
—Amy¿qué sabes de la familia de Depp?
La niña Hufflepuff arrugó la frente, tratando de recordar.
—No mucho —dijo al cabo de unos segundos —Sé que su padre es mago y su madre es una muggle norteamericana. Vino a Inglaterra por trabajo hace años. Vivian me contó que es actriz.
—¿Y de la familia de Malcolm?
—Su madre es bruja, pero su padre no. Es policía, un guardián muggle de la ley.
Hally frunció el entrecejo nuevamente y se frotó uno de sus aretes por un buen rato, durante el cuan vio pasar a Martin Fullerton tranquilamente hacia el Gran Comedor. Danielle la observó con atención para luego decir.
—¿Qué se te ocurrió, Hally?
Hally dejó de frotarse el arete, bajó la mano rápidamente y miró una cosa a espaldas de su amiga rubia.
—Ahí viene Henry —dijo de pronto, sin hacerle caso a la pregunta de Danielle.
En efecto, venía Henry, pero no de muy buen humor. De hecho, por su cara, parecía que lo habían ofendido gravemente. Pasó a un lado de sus amigos sin mirarlos siquiera y murmurando sin cesar unas palabras.
—Idiota, idiota, idiota, idiota… ¿Cómo se atreve…? Cuando se entere mi mamá…
Entró al Gran Comedor, se sentó a un lado de Rose y se puso a comer sin ponerle atención a nada más. Hally se quedó intrigada por eso, pero no tuvo tiempo de procesarlo en su cerebro porque entonces, otro de los niños de Gryffindor de primer curso, Miles Richards, también apareció en la cena con cara de mal genio. Hally recordó algunas cosas sobre el niño que Henry le había contado: que Richards era de Escocia, sus padres eran muggles, dueños de una granja, y que se las habían ingeniado muy duro para mandarlo al colegio. Todo encajaba en la rara aunque excelente teoría que tenían en mente. Volvió a frotarse el arete derecho, esta vez con mayor insistencia. Danielle volvió a preguntarle.
—¿Qué se te ocurrió, Hally?
La niña no salió de su ensimismamiento, sino que se quedó en él. Amy, Ryo y Walter se miraron extrañados, pero Sunny simplemente se encogió de hombros y les musitó.
—Olvídenlo. Cuando se pone así, no le hace caso a nadie.
Y como para completar lo extraño de la escena, Franco Visconti pasó en ese momento junto a ellos, con un genio insoportable reflejado en sus facciones y murmurando algo en un idioma desconocido para los amigos. Esos susurros, que no estaban en su idioma, fueron los que sacaron a Hally de sus pensamientos. Dejó de frotarse el arete enseguida.
—¡Claro! El muy idiota… —Hally miró a sus amigos —El tal Douglas no te dijo nada malo¿o sí, Amy? Me refiero a que no te hizo sentir mal de ninguna manera¿verdad?
Amy negó con la cabeza.
—Tampoco a Lancaster, ni a mí —Hally bajó la voz —Ese tipo es un puritano estúpido¿no lo ven? —sus amigos negaron con la cabeza, sin comprender —Hizo enojar a todos los que tienen al menos un padre muggle, seguramente con algún comentario fuera de lugar… ¡Idiota!
—Ahora que lo dices… —Ryo dejó la frase sin terminar, pues veía a todos los que ya habían sido interrogados, cenando en sus respectivas mesas —¡Gárgolas! Tienes razón. Pero Hally, Rose y Henry no entran en esa categoría.
—Pero el padre de Rose es visto como un asesino y la madre de Henry es extranjera —le hizo notar Hally —Lo mismo que le pasó a Henry, le pasó a Visconti. Sus padres son magos, pero su padre es italiano¿porqué crees que ahorita que pasó, no entendimos ni una palabra de lo que dijo? Estaba hablando en italiano. Lo reconocí porque mamá lo habló una vez en casa, cuando fueron a visitarla unos amigos.
Los demás se quedaron pensativos ante esas palabras. De pronto Danielle, que tenía la cara vuelta ligeramente hacia las puertas principales, abrió excesivamente los ojos y se puso bastante nerviosa.
—¡Ay, no! —exclamó en voz baja —¡Ése es… ése es papá! —señaló a las puertas principales —¿Qué puede estar haciendo aquí?
Los amigos de la rubia miraron discretamente hacia las puertas y efectivamente, ahí estaba el señor Malfoy, vestido elegantemente con una túnica negra con broche plateado. Su cabello rubio, idéntico al de Danielle y su hermano, brillaba a la escasa luz de las antorchas. Giraba la cabeza para todos lados, y cuando vio hacia las puertas del Gran Comedor, el grupo cubrió instintivamente a Danielle, para que su padre no la descubriera en su compañía. Acto seguido, fue hacia la escalinata de mármol que llevaba a los pisos superiores y se perdió de vista. Sunny frunció el entrecejo, Ryo y Amy se extrañaron de que el señor Malfoy no los hubiera reconocido, Walter se quedó muy pensativo, Danielle suspiró con alivio y Hally soltó.
—Esto ya es demasiado —dejó caer de una de sus manos el hueso de pollo de la pierna que se había comido —¿Qué opinan de seguir un rato al señor Malfoy? Me parece muy sospechoso que esté en el colegio y a estas horas¿tiene algo qué hacer aquí, Danielle?
—Absolutamente nada —aseguró Danielle —Le han negado la entrada al Consejo Escolar en los últimos cinco años por todo lo que hace Pat.
—Pues está decidido —Hally giró un poco —Voy a llamar a Henry y a Rose. Seguro les caerá bien un poco de distracción.
Hally se perdió entre los alumnos que empezaban a salir del Gran Comedor y llegó hasta sus amigos. Les dio unos golpecitos en el hombro y cuando la miraron, les sonrió.
—La Orden tiene una misión de espionaje —informó —¿Vienen o no?
Rose se puso de pie de inmediato, dejando un trozo de tarta de manzana a medias. Henry pareció considerarlo un segundo, pero al final también se paró, llevándose un pedazo de pastel de chocolate en la mano. Hally tomó una manzana que encontró en un frutero de plata y los tres abandonaron el salón. Se encontraron con sus amigos y enseguida, los ocho se fueron por el mismo camino que había tomado el señor Malfoy.
