Veintisiete: Dos de noviembre.

La mañana del dos de noviembre fue sombría desde el principio. A la hora del desayuno, la profesora McGonagall anunció que no habría clase de Encantamientos ese día, pues la profesora Nicté había tenido que salir de emergencia a Londres. La mayoría de los alumnos soltó un ruido de queja. Se notaba que la profesora se había ganado su respeto y admiración. Rose y Hally habían tenido que despedirse esa misma mañana de Henry en la sala común de Gryffindor, pues el niño se fue a Londres con su madre.

—Volveré esta noche, a más tardar —les dijo Henry a sus amigas —No se preocupen.

Pero sí se preocupaban. Cuando tuvieron la oportunidad de decirle a los demás la ausencia de Henry, al tener la hora de Encantamientos libre, Amy supuso.

—Si tuviera algo qué ver con lo de anoche, nos habrían llamado a nosotros también.

—Por eso me preocupa —dijo Hally —¿Saben qué? Creo que le enviaré una lechuza a papá. Él seguramente me dirá qué pasa.

—Yo no estaría tan seguro —intervino Ryo —Es una investigación oficial. Lo más probable es que tenga prohibido dar los detalles. Casi como si trabajara para el Departamento de Misterios.

Hally asintió, mientras que Rose había estado muy pensativa. Indirectamente, todo aquello tenía que ver con su padre.

—Pero a todo esto —dijo Sunny —lo que no me queda claro es porqué Douglas no nos quería dejar ver a los aurores. Estoy casi segura que sabía algo.

—¿Algo como qué? —quiso saber Walter.

—No sé si fue mi imaginación —respondió Sunny, dudosa —pero cuando lo vi a los ojos, creí ver que le cambiaban de color. Los tenía negros y se le empezaron a poner castaños. Lo juro.

Los demás se miraron con desconcierto.

—Nadie puede hacer eso —alegó Rose, desconcertada —A menos que sea metamorfomago.

—O haya tomado una poción multijugos y se le terminara el efecto —complementó Ryo.

—Como sea —Sunny se impacientó —A mí ese tipo se me hizo muy raro. Sobre todo por lo que dijiste, Hally. Lo de que es un idiota en contra de los extranjeros y los hijos de muggles.

—Yo no soy ninguna de las dos cosas —se ofendió Rose —Mis padres son magos e ingleses.

—Pero tu padre es visto como un asesino por todo el país y a tu madre la consideran un poco... fuera de lo ordinario —le hizo ver Danielle —Y lamento decirlo, pero esa no es muy buena fama. Es casi la misma que tiene papá.

—¡No ofendas a mamá! —pidió Rose, con una mueca.

Sus amigos rieron.

—Ahora que recuerdo —dijo Amy de pronto —Henry dijo que este día era importante para su madre. Que es un día de fiesta en su país.

—Lo recuerdo —Hally frunció el entrecejo —Creo que dijo que era el día de Muertos.

—Entonces tal vez la profesora Nicté se lo llevó a Londres para cumplir con su tradición de ir a la tumba de su padre —aventuró Rose —¿Ustedes qué creen?

—Sí, es lo más probable —concordó Sunny —Tal vez nos cuente todo cuando regrese.

Cinco minutos después sonó la campana y los de primer año entraron al castillo para sus otras clases. La siguiente hora, los de séptimo la tuvieron libre, pues les tocaba Encantamientos. Ángel y John Weasley se fueron a charlar al patio con su amigo de cabello castaño rojizo de mirada azul y traviesa, Jason Bradley. A pocos pasos de ellos, sentadas en el césped, Frida y Gina Weasley platicaban con Mindy Whitehead, una chica de cabello castaño dorado y rostro ovalado de pequeños ojos castaños que por cierto, en aquel momento les contaba los pormenores de su paseo con Jason Bradley en Hogsmeade el fin de semana anterior.

—Me llevó a Las Tres Escobas y platicamos de todo —Mindy tenía una mirada soñadora —Y prometió que podré ir con él a Francia en las vacaciones de Navidad.

—Me da gusto por ti —le dijo Gina, seria —Pero para serte franca, nunca creí que lo de Jason fuera tan serio. Creí que salías con Jack Ripley.

—¿Ese descerebrado? —soltó Frida, mientras Mindy hacía un gesto de repulsión —No entiendo aún cómo semejante tipo pudo quedar en Ravenclaw. Cada vez que lo tengo cerca, me da escalofríos. A Sun Mei le da miedo porque siempre la está mirando.

—Por cierto —dijo Mindy —Sun Mei Mao está saliendo con tu hermano¿no? —miró a Gina.

Gina asintió.

—Recuerdo que Scarlett se puso como loca cuando se enteró —Mindy dejó escapar una risita y las dos chicas Weasley la imitaron. Mindy hablaba de Scarlett Mitchell, una chica pelirroja de su curso de la casa Hufflepuff de carácter muy temperamental —Pero lo que me quedó claro el sábado es que ya son novios. Jason y yo los vimos salir de Honeydukes muy acaramelados.

Frida se encogió de hombros, pero Gina no dijo nada. Se había distraído al ver que a unos cuantos pasos de ellas a Patrick Malfoy y a William Bluepool. Frunció el entrecejo ante una idea que acababa de pasarle por la cabeza.

—Frida, de pura casualidad¿sabes porqué Malfoy y Bluepool se pusieron en contra de los idiotas de sus compañeros?

Frida arqueó una ceja, vio en la misma dirección que su prima y fingió desagrado.

—¿Porqué crees que yo sé algo? —respondió rápidamente —Y aunque lo supiera¿para qué quieres saber?

Gina dejó escapar un suspiro de exasperación y se puso de pie.

—¡Eres imposible, Frida! —exclamó —Me dan de...

Pero no terminó la frase, pues se retiró bastante molesta, dejando a Frida y a Mindy muy confundidas. John lo notó y disculpándose con Ángel y con Jason, siguió a su hermana. Cuando ella iba a la mitad de la escalinata de mármol del vestíbulo del castillo, la llamó insistentemente.

—¡Gina¿Qué pasa, hermana¿Estás enojada con alguien?

Gina se dio media vuelta y esperó a que su hermano la alcanzara.

—¡Conmigo! —soltó, sin poder contenerse —Pasa que estoy enojada conmigo. Es que... —Gina respiró profundamente y continuó con algo de esfuerzo —John¿te molestaría si te dijera que me gusta alguien?

—No, Gina —el pelirrojo sonrió con alivio. Creía que a su gemela le pasaba algo serio.

—¿Alguien de Slytherin? —agregó ella de improviso.

John entrecerró los ojos, pero al cabo de unos segundos los cerró por completo y suspiró.

—¿Cuál de todos? —quiso saber —Espero que al menos me digas el nombre.

—¿No te molesta?

—Un poco, lo admito. Pero si tú no te metes en mi relación con Sun Mei¿porqué he de meterme yo en lo que tú sientes? No sería nada justo.

Gina esbozó una leve sonrisa de alivio, pero no se puso a hablar porque vio por encima del hombro de su gemelo algo en las puertas principales del castillo que la hizo ruborizarse y salir corriendo. John se dio media vuelta y reparó en que las personas que entraban eran Patrick Malfoy y William Bluepool. Ambos eran de Slytherin, notó de inmediato el pelirrojo. La pregunta era¿cuál de los dos era el que le gustaba a su hermana? Salió del castillo, pasando junto a los dos chicos, y se reunió de nueva cuenta con Jason Bradley y su primo Ángel, a quien tomó de un brazo y jaló de inmediato.

—Tenemos trabajo —le susurró, al tiempo que veía a Jason con expresión de disculpa —Hay algo que necesito averiguar.


En Londres, las cosas iban bien para Abil Nicté Graham y su hijo Henry. Después de que la bruja rindió nuevamente su declaración sobre el asesinato de Percy Weasley al Ministerio, se quedó un poco para preguntarles a los Potter si podría hablar con su hermano un momento. El señor Potter, de forma amable pero fría, le dijo que eso no era posible, pues estaban verificando la versión de Anom Nicté sobre los hechos y mientras tanto, sería retenido en Azkaban. Henry miraba todo aquello con una mezcla de curiosidad y preocupación por su madre. Para él, el ambiente del Ministerio de Magia era una experiencia totalmente nueva, pero al mismo tiempo no podía quitarse de la cabeza que su madre de verdad quería ver a su hermano. Esa parte del asunto estaba saliendo bastante mal hasta que de repente, sin previo aviso, una figura alta, delgada y de cabellos de un rojo encendido, se metió a la fuerza al lugar donde el señor Potter, la señorita Tonks y el señor Douglas llevaban a cabo el papeleo sobre el caso y espetó con voz indignada y obstinada.

—¡No pueden meter a Anom a Azkaban¡Él no hizo nada¡Puedo demostrarlo!

—¡Ron! —exclamó el señor Potter, poniéndose de pie —¿De verdad eres tú?

—¡Claro que soy yo, Harry! —Ronald Weasley esbozó una enorme sonrisa —Mírame bien.

Pero el señor Potter no se tomó la molestia de hacer lo que el pelirrojo le pedía. Sonriendo nerviosamente, abrió los brazos y se dirigió a su viejo amigo.

—¡Debería matarte por todo lo que nos hiciste pasar! —le soltó al darle un fuerte abrazo —Eres un loco sin remedio. ¡Tonks! —llamó, y la aurora, sonriendo también, levantó la vista desde su asiento —Mándale un memorándum a Hermione, por favor, dile que Ron está aquí.

—Al momento —la señorita Tonks salió del cubículo del Cuartel General de Aurores donde se encontraban, derribando la silla donde estaba sentada —¡Lo siento! —se disculpó, levantando la silla —Vuelvo en un minuto, señor Douglas —agregó, dirigiéndose al hombre, quien tenía el entrecejo fruncido —Lo prometo.

De inmediato se hicieron las presentaciones pertinentes y el señor Douglas, con su semblante severo e imparcial, inició un interrogatorio exhaustivo que dejó a Ron Weasley cansadísimo, pues duró poco más de dos horas. Le preguntó de todo: desde los antecedentes de la muerte de su hermano Percy hasta lo que sabía de las intrusiones en Hogwarts. Nadie, salvo el señor Potter y la señorita Tonks, estuvieron presentes en ese proceso y cuando todos salieron del cubículo, a Ron ya lo estaba esperando un abrazo efusivo de su mejor amiga, Hermione.

—¡Ronald Weasley, debería matarte! —exclamó la señora Potter con lágrimas en los ojos, cuanto soltó a su amigo —¡Mira que hacernos pasar por todo esto! Estás loco de remate.

—Harry me dijo lo mismo —renegó el señor Ron, sonriendo —Se nota que son marido y mujer. Ya se parecen hasta en la forma en la que hablan.

Los Potter soltaron una breve carcajada mientras que su amigo se fijaba por primera vez en la profesora Nicté y en su hijo. Se les acercó lentamente, con sus dos mejores amigos pisándole los talones. Les sonrió.

—Usted debe ser la hermana de Anom, son casi iguales —dijo Ron, tendiéndole la diestra —Soy Ronald Weasley, mucho gusto.

—Igualmente —la profesora devolvió el gesto —Me llamo Abil. Y él es mi hijo Henry.

Henry saludó tímidamente, pero el señor Weasley quitó la sonrisa de su rostro al ver los ojos verdes del niño con detenimiento.

—Tú eres hijo de Robert Graham —afirmó de inmediato —Debo decirte que era un buen tipo.

Henry, al oír eso, logró sonreír débilmente.

—¡Ron! —llamó una voz femenina desde el ascensor.

El hombre, al ver quién era, sonrió más ampliamente que antes: era la señora Luna.

—¡Luna! —soltó con voz bien alta, que sobresaltó a algunos aurores concentrados en su trabajo —¿Cómo supiste que...?

—Hermione me envió una lechuza —explicó la señora Luna, recuperando el aliento —Me dijo que regresaste y que... ¡Oh, Ron, estoy tan contenta de que hayas vuelto!

Le echó los brazos al cuello tan de repente, que Ron Weasley no supo reaccionar mas que con una expresión de sorpresa y felicidad. Correspondió al abrazo casi de inmediato.

—Lamento haberme ido así¿está bien Rosaline? —quiso saber el señor Ron.

—Muy bien —la señora Luna soltó a su esposo y le sonrió de una forma encantadora que sólo él podía conseguir —Ahora todo el mundo la llama Rose. Sus tíos la adoran.

—Y es muy simpática —intervino Henry sin darse cuenta.

—¿La conoces? —el señor Ron miró a Henry con interés.

—Sí, es amiga mía. Estamos en la misma casa, Gryffindor.

El señor Ron sonrió con satisfacción.

—Nos disculparán, pero si ya no me necesitan, Henry y yo tenemos qué irnos —la profesora Nicté posó su mano derecha, que aquel día lucía un guante verde oscuro del mismo tono que su túnica, en el hombro de su hijo —Es dos de noviembre. Tenemos un compromiso.

Henry asintió, pues supo de inmediato a qué se refería su madre.


Abil Nicté Graham se mantuvo mucho tiempo de pie ante aquella lápida de mármol blanca, en compañía de su hijo. Estaban en un sencillo cementerio muggle al norte de Londres en el cual estaba la última morada de Robert Graham. La madre y el hijo habían llegado a buena hora y mientras su madre rezaba a la usanza católica, Henry la acompañó como era debido. Su madre lo había educado según sus costumbres, por lo que siempre fue un niño extraño para los muggles británicos. Ahora, en el mundo mágico, Henry ya no se sentía tan extraño, pero sabía que lo era.

—Henry¿qué quieres contarle este año a tu padre? —le preguntó la profesora Nicté.

—Bueno, pues creo que empezaré por decirte que estoy en Hogwarts, como tú –Henry sonrió débilmente y miró fijamente el nombre de su padre en la lápida de mármol –Papá, quedé en Gryffindor, como cuando tenías mi edad. Tengo unos amigos geniales y me gusta mucho lo que aprendo allí. Tal vez, cuando crezca, pueda ser auror como tú. O vaya al país de mi mamá y ayude a que su comunidad mágica se mantenga viva.

La profesora Nicté sonrió al oír aquello.

—También debo decirte que conocí a Ronald Weasley y es muy simpático —Henry sonrió con timidez —Creo que ahora entiendo porqué te cayó tan bien, aunque sólo lo viste una vez. Su hija es amiga mía y también es muy graciosa. Y también conozco en persona a Harry Potter y a su esposa¿puedes creerlo? Los dos son buenas personas. Y Hally, su hija, me cae de maravilla. Quisiera que todos mis amigos te conocieran.

Henry respiró profundamente y leyó la lápida entera de la tumba, que por un encantamiento no mostraba su contenido real a los muggles: Aquí yace Robert Graham, amoroso esposo, buen padre y excelente auror. Descanse en paz.

La profesora Nicté depositó encima de la tumba una rosa roja, mientras que Henry se ponía de pie. La flor era la señal de que su madre quería estar a solas. El niño se retiró unos cuantos pasos y de lejos vio cómo su madre sonreía al murmurar unas cuantas palabras y se enjugaba al mismo tiempo un par de lágrimas. Henry sabía que para su madre, nunca habría nadie como su difunto esposo, lo que le recordó algo que Anom había dicho: que el tatuaje escolar de su madre era visible para cualquier mago, no sólo los mexicanos, porque ella había cometido malinchismo¿qué significaba eso? En ese momento, notó que su madre se levantaba y pasaba la mano por la lápida, justo donde estaba el nombre de su padre. Acto seguido, la profesora Nicté se reunió con su hijo.

—Vamos, Henry —apuró —Me pidieron regresar al Ministerio a estas horas.

Henry asintió y tomado de la mano de su madre, abandonó el lugar.


De vuelta en el Ministerio, al caer la tarde, la profesora y su hijo se percataron de que había alguien en el cubículo del cuartel de aurores donde horas antes habían estado. Al abrirse paso a él, la profesora Nicté pudo ver que quien había sido interrogada esta vez había sido la señora Finch-Fletchley. La mujer saludó a la profesora con cordialidad antes de retirarse, pues dijo que no podía dejar plantados a los alumnos de Hogwarts, estando ahora a cargo de la enfermería. Henry y su madre la vieron partir para a continuación, ver cómo conducían a Anom Nicté a su presencia, sin esposas ni cadenas de ningún tipo. El señor Potter y el señor Ron se les acercaron para ponerlos al tanto.

—Susan vio de frente a Anom y juró que no fue él quien las atacó a ella y a su hija —resumió el señor Potter con una ligera mueca de concentración, tal vez por algún asunto pendiente —Así que, por el momento, puede irse. Le daremos un empleo temporal aquí, en lo que termina el proceso, pues no podrá salir del país hasta entonces. No queremos que lo vuelvan a confundir.

—¿Y dónde vivirá? —quiso saber la profesora Nicté.

—Yo ofrecí que podía quedarse en mi casa —comentó el señor Ron, con una mueca —Pero Douglas no aceptó. No entiendo a ese hombre, no solía ser tan gruñón.

—Ni tan racista —masculló Henry, con la esperanza de que nadie lo oyera, pero de inmediato vio que los tres adultos a su alrededor lo miraban —Lo siento, se me salió —se disculpó.

—Eso es imposible —aseguró el señor Ron —El señor Douglas nunca tomaría una postura tan ridícula. A menos, claro, que mientras estuve fuera haya cambiado.

—En los interrogatorios a los alumnos de Hogwarts se comportó bastante extraño —recordó el señor Potter —Incluso Tonks lo dijo. Se puso un poco arisco con los estudiantes que tenían uno o los dos padres muggles y también con los extranjeros. ¿Te acuerdas de Parvati Patil, Ron?

—Sí, claro —el señor Ron hizo una mueca —Ella y la "linda" Padma son gemelas¿lo olvidas?

—Bueno, pues resulta que se casó con un mago que conoció en Italia, Adolfo Visconti. Su hijo menor entró este año a Hogwarts y Douglas lo trató igual que como Malfoy trataba a Hermione. Seguro te lo puedes imaginar.

—¿Qué estás pensando? —quiso saber el señor Ron, mirando al señor Potter con el entrecejo fruncido —¿No me dirás que ahora crees que Douglas está en contra nuestra?

Antes de que el señor Potter pudiera contestar, Anom Nicté estuvo frente a ellos, con una sencilla sonrisa en el rostro. Se acercó a su hermana, sin atreverse a verla a la cara.

—Lamento todo esto, Abil —le dijo en un susurro —Y lamento lo que le pasó a tu marido.

Abil sonrió y abrazó a su hermano con fuerza.

—Mientras pueda creer en ti otra vez, no importa lo demás —aseguró —Ahora, propongo que le enviemos una carta a mi mamá para darle esta maravillosa noticia¡querrá hacer una buena pachanga en tu honor!

—¿Una qué? —el señor Ron frunció el entrecejo, confundido.

—Una fiesta —tradujo Henry educadamente —"Pachanga" es una palabra en español que normalmente significa "fiesta".

—¡Ese condenado idioma! —refunfuñó el pelirrojo —Estuve mucho tiempo conviviendo con Anom y nunca pude aprenderlo bien.

Los presentes se rieron y luego de unos minutos salieron del Ministerio al nublado día que se cernía cobre la capital londinense para dirigirse a sus respectivos destinos.


Ángel y John Weasley se habían afanado en seguir a Patrick Malfoy y a William Bluepool el mayor tiempo posible. Por fortuna eso fue fácil, pues tenían muchas clases en común. Después de que John puso al corriente a su primo sobre lo que le había contado Gina, Ángel al principio se puso como loco, pero al final acabó por tranquilizarse.

—¡Un Slytherin! —decía de vez en cuando, sin poder creer lo que John le había contado —De todos los tipos que existen en este colegio¿cómo pudo Gina fijarse en un Slytherin?

Gina parecía más tranquila que en la hora libre de Encantamientos, pero a los chicos no les era fácil acercárseles a ella y a Frida pues en primer lugar, tenían varias clases separadas. Aparte de las asignaturas que habían considerado obligatorias para sus futuras ocupaciones (Encantamientos, Transformaciones, Pociones y Defensa Contra las Artes Oscuras) Frida y Gina sólo tenían en común las clases de la materia optativa de Adivinación; por lo demás, quedaban distanciadas la mayoría del tiempo. John había propuesto vigilarlas a ellas también, por si les daban alguna pista. Por suerte esa parte no fue difícil, pues en todas las clases había siempre cuando menos un par de Insólitos. Pero en la materia de Estudios Muggles, de la que tenían clase esa tarde oscura y de cielo tormentoso, coincidieron los cuatro: Frida, Ángel, Gina y John. Era la única optativa que tenían los cuatro juntos.

—Buenos días —saludó el profesor de la materia, el señor Price —Muy bien, empezaré por recoger las redacciones que encargué de tarea. Señorita Mitchell¿podría ser tan amable de pasar a recogerlas, por favor?

La chica de Hufflepuff, de corto cabello rojo oscuro y redondos ojos castaños, se puso de pie y pasó entre las filas de bancos, extendiendo las manos para que le entregaran los pergaminos. Al pasar junto a Sun Mei Mao, le recibió el pergamino con un gesto de disgusto, para luego pedirle con un gesto sus redacciones a John y a Gina. Al chico le dirigió una sonrisa seductora, pero a Gina apenas si la miró. Mientras Mitchell seguía con su labor, John se inclinó un poco hacia delante y le murmuró a Sun Mei.

—Oye¿podrías verme esta noche en el vestíbulo, después de cenar? Tengo listo lo que te prometí en vacaciones, por lo de la broma a los Slytherin's.

Sun Mei volteó a verlo por encima de su hombro y sonriente, asintió. John también sonrió, mientras que Gina se sentía contenta por su gemelo. Sun Mei podía ser de Ravenclaw, pero era excelente persona. Le recordaba ligeramente a la tía Luna por su semblante sereno y sensato.

—Tu redacción, Bluepool —pidió Mitchell, extendiendo la mano.

William le entregó un rollo de pergamino y la chica, estando a punto de tomarlo, lo dejó caer.

—¡Disculpa! —dijo de inmediato, sonriendo de manera un poco tonta.

La pelirroja se inclinó a recoger el pergamino, pero William se le adelantó.

—Aquí tienes —le extendió el pergamino —Y la próxima vez, ponte más atenta.

Lo dijo de manera cortante, como con prisa. Se enderezó y se volvió a seguir hablando con Patrick, al que le musitó luego de que Mitchell se alejara.

—Esa Mitchell anda muy fastidiosa últimamente —suspiró —Podría echarme todo a perder.

—Despreocúpate —Patrick hizo un ademán de calma —Además, creo saber porqué Mitchell está así. Frida me comentó algo.

—¿Qué cosa?

—Bueno, Mitchell quería salir con su primo John Weasley, pero ya viste que él, desde el curso pasado, sale con Mao. Cuando Mitchell se enteró, se puso como loca, pero parece que contigo quiere consolarse¿no es gracioso?

—No, no lo es —William hizo un mohín de enfado —Sabes que a mí sólo me interesa...

—Muchas gracias, señorita Mitchell —dijo el profesor Price en voz alta, haciendo que los alumnos dejaran de cuchichear entre sí —Ahora, veamos quién se ofrece a hablarnos un poco del tema de su redacción. No creo que sea tan difícil.

Un chico de Hufflepuff, de cabello claro y lacio, levantó la mano y al concedérsele la palabra, comenzó a tratar un poco el tema de la redacción que recién había entregado. Los estudiantes escuchaban a su condiscípulo con atención y luego de él, a otros tres más, entre los que destacó la posición firme de Sun Mei a favor del uso de ciencias muggles en la resolución de ciertos problemas mágicos. Luego de esta parte de la clase, el profesor Price se dedicó de lleno a la materia y al final, les dejó otra redacción, ésta con un tema más difícil de desarrollar. Al finalizar la clase, sonó la campana y los alumnos pudieron irse. Al estar saliendo del aula, los de séptimo se encontraron con los de quinto, por lo que los Cuatro Insólitos pudieron saludar a su primo Dean, que en aquel momento charlaba con unos cuantos compañeros.

—¡Hola, Dean! —exclamó Ángel casi a gritos, pues había mucho movimiento y ruido en los pasillos —¿Qué cuentas?

—Espero que la clase de hoy sea menos pesada que la anterior —alcanzó a contestar el chico Longbottom —Aunque lo dudo. Con eso de que se acercan los TIMO'S...

—¡Pues buena suerte! —le deseó Gina, risueña —A nosotros no nos fue tan mal.

—¡Sí, claro! —soltó Dean con ironía, perdiéndose entre sus compañeros al entrar al aula —Me acuerdo bien de tus calificaciones y las de Ángel. Tía Angelina y tía Alicia los castigaron una semana entera.

Los Cuatro Insólitos soltaron una carcajada y dejaron que su primo fuera a su clase. Frida y Gina se separaron de sus hermanos, pues tenían clase de Adivinación, y fue el momento que aprovechó Frida para hacerle una seña discreta a Patrick, quien caminaba en su dirección junto con William, aparentando platicar. Patrick captó el mensaje y guió a su amigo hacia las primas.

—¡Malfoy! —saludó Frida, cuidando que su voz no se escuchara por todas partes —Dime¿quién te acompaña esta vez? No vienes con tus amigotes de siempre.

—¿No me digas que no lo conoces, Weasley? —Patrick se hizo el sorprendido —Es William Bluepool, estoy seguro que lo has visto. Está conmigo en el equipo de quidditch.

—Pues no lo recuerdo bien —insistió Frida, torciendo el gesto —¿Tú sí, Gina?

Gina, sin ver a aquel par de chicos a la cara, asintió.

—Claro que lo recuerdo —respondió —Es el buscador de Slytherin.

Frida aparentó indiferencia ante aquella información y empezó a caminar, dejando atrás a su prima. Gina, en cambio, apenas si miró un momento a William y a Patrick antes de ponerse nerviosa y salir corriendo tras Frida. Los dos chicos de Slytherin se quedaron un poco pasmados.

—Ahora veo porqué Frida dijo que Gina era un tanto distraída —murmuró Patrick —No capta muy bien las indirectas.

—Déjala en paz —pidió William, con las mejillas un poco rojas, al ir a su siguiente clase —Yo no te digo nada sobre...

Patrick se llevó un dedo a los labios y señaló con el pulgar hacia atrás. William captó el signo y sin voltear a sus espaldas, sonrió.

—De acuerdo, ya entendí —aseguró —Sólo que creí que la primera vez que la tendría cerca no sería tan... bueno, tan rápido.

—No te preocupes —insistió Patrick —Ya verás que la próxima vez será más tiempo. Por cierto¿cómo va la carta? Es importante que hagas las correcciones que te mandó Frida.

—Pues va bien, casi la termino, pero no sé para qué querría...

—Cuando regresemos al dormitorio, te explicaré todo —informó el rubio —Y luego de eso, ya veremos. Aunque Frida dice que no habrá ningún problema.

William miró a su amigo sin comprender, pero Patrick no dijo más. Siguió caminando hacia su siguiente clase. William lo siguió de cerca, pero lo que no sabía era que Ángel y John Weasley los habían estado escuchando lo mejor que podían. Y lo que Patrick y William no sabían era que ambos primos habían usado unos artículos que vendían sus padres en su tienda de artículos de broma para oír a la perfección sin necesidad de acercarse tanto: unas orejas extensibles.

—¿Qué tal? —comentó John, haciendo que la oreja extensible que sostenía en la mano regresara a la normalidad —Ahora resulta que Patrick Malfoy se lleva bien con Frida¿pues no que ella le hizo algo y lo detesta?

—Yo ya no entiendo nada —Ángel también regresó su oreja extensible a la normalidad —Mi querida hermanita me debe muchas explicaciones.

John meneó la cabeza y se guardó su oreja extensible en un bolsillo con rapidez, pues sabía que si un profesor los atrapaba con esos artefactos mágicos, los castigarían.

—Les preguntaremos luego —dijo al fin, indicándole con la mirada que guardara su oreja extensible —Ahora tenemos que ir a clase. Llegaremos tarde si no corremos.

Los dos primos se perdieron por los pasillos, que poco a poco se fueron quedando solitarios al estar sus habitantes ocupados en sus actividades habituales.