Estaba cansada de no poder terminar el cap, escribí la primera escena y nada era digno luego. Terminé a ls 0030 de un miércoles y el trabajo será terrible en la mañana.
Además, me harán brujería en 30 min. Algún reiki a distancia o ké sé sho. Tenía que terminar.
Saudade
por Syb
Capítulo XI: Misivas II
Chōji recibió en la puerta de su oficina un montón de cartas enviadas desde la Hoja y agradeció al cartero moreno antes de cerrar nuevamente. Karui no tardaría en ir por él por lo que decidió terminar lo que debía hacer ese día lo más rápido posible. Tomó asiento en su escritorio, le dio un sorbo a su té dulzón y empezó a organizar la correspondencia como le había enseñado Shiranui Genma. Leía el nombre escrito en el frente del sobre para que le diera una idea a quién iba dirigida para ir agrupando en varios montones según la localidad en que estaban posicionados. Conocer a parte de sus compatriotas en aquella aldea ayudaba bastante, decía su supervisor, por lo que varias veces había acompañado a Genma a ver varios Hyuuga en las tierras altas y a un par de Aburame cerca de los húmedos bosques donde la niebla ocultaba los mejores especímenes de escarabajo; conocía también a un par de compatriotas sin clan y a uno que otro viajero de paso que frecuentaba las tabernas luego de retirarse y dedicarse al comercio. Carta tras carta, juntó los montones por localidades y trazó una ruta mental para ir a entregarlas junto con Karui esa misma noche. Al parecer irían por los Hyuuga al final y cenarían con una gran vista.
—Ya llegué, grandulón —dijo Karui abriendo la puerta con una sonrisa, lo vio sentado en su diminuto escritorio comparado con su enorme figura y un sinfín de cartas a su alrededor. Antes de conocerlo, no sabía que la Nube fuese un destino tan apreciado por los extranjeros—. Ya veo, hoy toca ir por una ronda. ¿A quién veremos primero?
—A Genma —le dijo con la última carta en su mano, la cual no había caído en ningún montón.
—¿Él nos acompaña?
—No —dijo quedamente—. Hoy es su día libre.
—Entonces comeremos con él —afirmó ella.
—Tampoco —dijo parándose del asiento para tomar cada montón y dejarlo en un bolsillo distinto de su bolso de entregas, exceptuando la carta cuyo remitente era bastante conocido. Su primer destino sería donde su querido supervisor—. Llegó carta para la señorita Shizune.
—¿Es ese Kabuto otra vez? —preguntó Karui con una sonrisa que estaba entre la malicia y la incredulidad—. Entonces sí debemos comer con Genma, es un tema sensible para él.
—Es solo trabajo —dijo Chōji con los hombros caídos—. Hay que creer en la señorita Shizune.
—Claro que es solo trabajo —dijo ella—. ¿No dijiste que el tipo estaba lleno de escamas y que tenía una cola?
—Sí, pero…
—Nadie en su sano juicio besaría al tipo que mantenía viva a la serpiente esa y que terminó transformándose en una.
—¿Entonces?
—Genma lo odia, como amigos también debemos odiar al tipo —dijo ella como si fuese una obviedad—. Tienes que elegir un bando y sé que no elegirás al escamoso. Vamos, entreguemos esas cartas.
Chōji permaneció callado durante todo el trayecto, pero su novia tenía bastantes anécdotas de su día junto a su equipo como para que los silencios existieran. Todavía no podía creer que ella había lo había visto y querido rápidamente sin importar su apariencia. Claro que Chōji no tenía escamas, solo era gordo. Se preguntó si podía llegar a entender remotamente por lo que Yakushi Kabuto, ya que por la frecuencia de su correspondencia podía asumir que no tenía muchas personas con las cuales hablar en su estadía solitaria en la Hoja. Al principio, Chōji se había sentido solo en la Nube, pero luego quedó con Karui y ya no se podía ver en ningún otro lugar, a menos que ella lo acompañase; Kabuto solo debía tener a la señorita Shizune y ella estaba lejos de la Hoja. Se preguntó también si alguien lo podría amar a pesar de su apariencia deformada por sí mismo, si alguna vez llegaría a sentir el calor de una caricia, como él había experimentado por primera vez luego de la guerra con Karui.
De igual forma, también entendía el rechazo que le provocaba a Shiranui Genma la presencia de ese hombre escamoso. El hombre de la aguja había sido estudiante de su padre, por lo que muchas noches le comentó como era Chōza con él de niño, haciendo su relación bastante cercana. No sabía muy bien la relación que había tenido el hombre anteriormente con la señorita Shizune, pero según entendía él y Karui, ambos habían tenido dificultades en la juventud para poder encontrarse…, hasta ahora. Y Yakushi Kabuto seguía enviándole cartas a la morena.
—Bueno, ya estamos aquí —informó Karui—. Vamos a arruinarle la noche a Genma.
Karui tocó la puerta del uniformado con alegría y no pasó mucho tiempo para que Genma abriera.
—Es mi día libre —les dijo serio, pero Chōji sabía que estaba a punto de decir una broma.
—Cúbrete —soltó Karui al no poder obviar un segundo más que el hombre mayor solo vestía pantalones y una aguja entre los dientes.
—Como dije: es mi día libre —volvió a decir—. Y hace calor.
—¿Está la señorita Shizune? —preguntó entonces Chōji.
—Me dejó —bromeó.
Chōji vio por el rabillo del ojo a alguien aproximarse a la puerta.
—Aquí estoy —dijo ella, peinándose su cabello lacio y negro, mientras que su yukata se ceñía débilmente en su cintura, como si se estuviese intentando arreglar al trote.
—Espero que no estemos molestando mucho —dijo burlescamente la morena.
—Es su día libre —dijo Shizune con un sonrojo, mientras apuntaba con un gesto a Genma y recibía la correspondencia de las manos delicadas y regordetas de Chōji para salir rápidamente del bochorno.
Shizune leyó su nombre en el sobre y por la letra supo de quien se trataba. Siempre deseaba que se tratase de Suzume o incluso de Raidō, aún si del quemado recibiese poquísimas palabras; pero siempre era Kabuto, el de los trazos temblorosos. Sin embargo, en su letra todavía había vestigios de unas manos con una altísima precisión de cirujano. Aquel detalle siempre la perturbó, ya que no solo su apariencia física se había visto afectada, sino que también su motricidad fina.
Se sentó en la mesa a un lado de la ventana para hojear el extenso reporte que el hombre escamoso le había enviado esa semana. Sus ojos pasaron sobre varios nombres de flores medicinales que no había podido conseguir la semana anterior, por lo que se mostraba positivo al tenerlas finalmente en el inventario. Pasó a la segunda hoja con curiosidad, ya que no se imaginaba lo que lo llevó a escribir más de una hoja si los preparativos de la botica ya estaban en su etapa final.
Levantó la vista al escuchar al trío reírse en la puerta y cuando volvió la vista a la hoja, leyó nombres que no debían estar allí.
—…Fue un escándalo —escribió Kabuto—. Hiashi esperó con sus mejores hombres fuera de la casona: pude contar al menos veinte esperándola formados frente a su terraza, tan impávidos como siempre. Siendo yo un fenómeno, disfruto de un puesto privilegiado en las sombras de la aldea, ya que todos alejan la vista cuando aparezco, no los culpo, sé cuál es mi aspecto; pero es precisamente por eso que ningún Hyuuga se dignó a verme, imagino que su orgullo por su Clan impide que se rebajen mirando a una víbora como yo. Este privilegio me permitió ver en primera fila cómo Hiashi la tomó violentamente de un brazo para llevársela consigo y que tuvieron que inmovilizar a Namiashi Raidō entre tres para evitar que la escena fuese más escandalosa de lo que ya era. Al ser Namida Suzume una eminencia entre las seductoras, con un simple gesto de su cabeza hizo que su compañero dejara de resistirse y se entregó sin problemas con la condición de que lo dejaran a él libre.
» El problema es que, cuando desafías a un gran señor por décadas, tal y como lo hizo ella; al ser acusada por conspiración contra una familia poderosa, el gran señor siente que debe darte una lección. Hiashi ordenó golpear a Raidō sin intención la intención de negociar. Nadie podía creer lo que ordenó, pero terminaron por obedecer. No es algo normal en tiempos de paz. Por suerte, Shikamaru estaba allí y trató de negociar con Hyuuga, fue ahí que logré entender los motivos del arresto…
—Shizune —llamó Genma—. ¿Te parece salir a comer?
La morena pidió un segundo alzando un dedo y se acercó a la ventana para poder recibir más luz por parte de los faroles de la calle.
—… Aparentemente Hiashi acusa a Namida Suzume de secuestro. Su hija Hanabi lleva un tiempo intentando escapar de sus obligaciones como heredera, por lo que su padre ha contratado incluso a hombres de otros clanes como Inuzuka y Aburame para que ella no lo logre. Sin duda, la chica es una prodigio si ha puesto en tales apuros a Hiashi. Sin embargo, al parecer logró escapar con uno de su propio Clan y están ahora en la Arena con la subordinada de Suzume, Yamanaka Ino. Curiosamente ella estaba en la frontera en una misión simplona, por lo que parece innecesario haber cruzado al país del Viento a menos que sea para llevarse a Hanabi quizás a dónde, justo días antes de que la chica decidiera tomar clases con Suzume. Hiashi no descarta que su hombre haya sido manipulado por Yamanaka para llevar a cabo el plan de extracción, ya que hace unos meses se habló de una novia secreta de este. No se sabe cuál sería el próximo movimiento de Yamanaka…, pero Hiashi espera que mientras Hanabi no aparezca, Suzume no saldrá de su celda. Para terminar estas malas noticias, desearía contarle también que, al parecer, Namiashi Raidō y Temari de la Arena irán por Yamanaka y Hanabi dentro de las próximas horas...
Shizune levantó la vista de la misiva con ojos de espanto.
—¿Qué pasó? —preguntó Genma.
—Es Suzume —dijo con hilo de voz—. Hiashi la arrestó, según lo que vio Kabuto, él piensa que Suzume ayudó a su hija a escapar a la Arena con la ayuda de Ino.
Baki de la Arena era callado, sí, pero su único ojo decía muchas cosas. Cosas horribles. Yamanaka Ino encontraba entretención en sostenerle la mirada y sonreírle cada vez que se cruzaban. Ese día llegó junto a Kankurō a la cocina y lo encontraron sentado en silencio mientras tomaba una taza de té. A la rubia no se le había ocurrido jamás que ese hombre tan severo disfrutara de placeres tan simples. Se sonrió a sí misma cuando tomó asiento a un lado del maestro de Kankurō y tomó la tetera caliente para servirle más té, un truco bastante viejo entre las seductoras.
—Buenas tardes, señor Baki, ¿cómo va su día?
Kankurō se rió recordando su propia experiencia con una seductora en la Hoja, la chica lo había convencido con sus falsas intenciones románticas hasta que la rubia la desenmascaró y lo rescató de gastarse un sueldo entero en ella. Se sentó enfrente de su maestro con una manzana en la boca y ganas de ver cómo era que reaccionaba ese hombre arisco con una bella chica. Incluso si era bastante menor a él.
—¿Le cortó la lengua alguien, mi señor?
—Bien —dijo él y sorbió de su té con desconfianza—. Me han dicho que han logrado el acuerdo con el Consejo.
Kankurō dejó de masticar ante la sorpresa de ver a su maestro hablar con soltura.
—Efectivamente, han accedido gracias a las negociaciones con Kankurō esta mañana —dijo ella asintiendo con su cabeza al tiempo que servía más té en la taza del hombre siniestro—. Ha sido un alivio verlo hablar hoy en el consejo de ancianos. Sé que la Arena y la Hoja podrán progresar juntos.
—¿Asististe al Consejo? —preguntó Baki con brusquedad y alzando su ojo en dirección a su estudiante.
—Tuve que hacerlo, o en la Hoja pensarán que las tenemos de rehenes —resolvió con hastío, el hechizo de la rubia se había desvanecido.
—¿Y qué negociaste?
—A ella —le respondió con una sonrisa felina—. Esta tarde ella nos hará una demostración de lo que puedes hacer.
Baki volvió su ojo a la rubia, pero ella estaba sirviéndole más té.
Baki tuvo que esperar a ser notificado por un mensajero más tarde del magno evento, ya que por mucho que quisiera que la charla con la rubia se alargara para saber más detalles, el té dentro de la tetera se agotó y ella y el marionetista se excusaron. Su mandíbula se mantuvo tensa hasta que los músculos de las sienes empezaron a dolerle, sabiendo que Kankurō siempre había sido el hijo más audaz que había tenido Rasa y que, seguramente, ese día se había acordado de algo de la infancia y había decidido retribuirle con la misma moneda a su viejo mentor. Nunca iría a decirlo, pero extrañaba a Temari y su sensatez.
Con la rubia ceniza en la cabeza, vio a Yamanaka Ino bajar etérea los escalones oscuros que daban a los calabozos junto a sus dos escoltas femeninas y los tres perros. Algunos viejos del consejo aseguraban entre susurros que Kankurō corregiría el error de Temari al esposarse en matrimonio con la hija de Yamanaka Inoichi, el héroe de guerra, por lo que la División contra el Terrorismo contaría con un sensor de renombre. Sin embargo, Baki conocía bastante al marionetista para saber que él no estaba atrás de la rubia.
—Esto no te dolerá —le dijo la rubia al prisionero cuando puso su mano teatralmente sobre su frente y puso su otra mano sobre la propia.
Más de un anciano se decepcionó al enterarse de que no serían capaces de ver lo que la rubia exótica veía.
—Veo lugares… —dijo ella—, hay bastantes escondides. Muchos migrarán hacia esas locaciones.
—Bah, no es mejor que las brujas del Mercado de Especias —murmuró un viejo.
—Silencio —le dijo Baki, sin saber por qué la rubia lo tenía comiendo de la palma de su mano—. Acérquenle un mapa. Nos indicará dónde buscar.
Escuchó a Kankurō reírse con la boca cerrada. Sin embargo, Baki de la Arena no tuvo tiempo de ofenderse con el marionetista, ya que, con un mapa extendido ante ella, Yamanaka Ino indicó rápidamente todos los rincones del desierto en que las ratas de Rasa se irían a esconder en masa. También habló de cómo se veían las distintas locaciones y cuál era la mejor forma de aproximarse. Sin duda, la hija de Inoichi era una mina de oro para la Arena.
—Interesante —dijo la rubia antes de terminar—. Él tiene un hijo.
—Damos la ubicación, será nuestro pupilo —dijo Baki—. Si su padre intenta algo, clavaremos su cabeza en una lanza.
La rubia era perfecta. El viejo que había dicho que Kankurō podría enmendar el error de su hermana con Ino era un visionario. El problema no era la disposición de la Hoja de perder a un sensor tan preciado como ella, sino que Kankurō tenía los ojos puestos en una de las escoltas de Yamanaka Ino. Baki de la Arena conocía bastante al chico como para reconocer su gusto por la Maestra de Armas, por mucho que tratara de ocultarlo. Kankurō no podía quitarle los ojos de encima a Tenten.
Baki de la Arena frunció la boca. Ni Temari ni Kankurō poseían una pizca de sensatez.
La terraza del jardín privado se llenó de risas femeninas y el chico del servicio les llenó las jarras de vino cada vez que se les agotaba. Más allá en el patio, los perros jugaban con Hanabi y Tokuma la observaba de cerca. Aquella visión hizo que Kankurō bebiera de su propia con una sonrisa en los labios, oculto a un lado de la puerta. Estaba dispuesto a dejarlas celebrar tranquilas el final exitoso de aquella tormentosa misión, pero Baki apareció junto a él.
—Hiciste bien, Kankurō.
—Lo sé.
—Es por esto por lo que te necesitamos en el Consejo.
—Lo sé —repitió.
—No te atrevas a abandonar la aldea como tu hermana —advirtió—. Estamos limpiando el desastre político que dejó atrás.
—Eso también lo sé —dijo cansado el marionetista—. Si lo dices por Ino, no tienes que preocuparte. Los viejos quieren hacerle daño a la Hoja al traerse a Ino a la Arena, es una estupidez.
—No me refiero a ella —resolvió.
La puerta se abrió, dejando al marionetista sin poder hablar. Un mensajero llegó a susurrarle algo al oído a Baki haciendo que este diera por terminado el asunto con Kankurō y se aproximase a las chicas en medio de su festejo.
—Señor Baki, ¿quiere tomarse una copa con nosotras? —le escuchó a la rubia.
—Namiashi Raidō de la Hoja —dijo en cambio el mítico cortador de lenguas.
—¿Qué? —resolvió la rubia dejando la copa en la mesa.
Al jardín privado entró el capitán quemado junto a Temari.
Kankurō presintió que la misión no estaba cerca de terminar.
Siempre que escribo, hay dedazos. Escribo hace unos 15 años y la maña no se me va, así que me da un poco de ansiedad no revisarlo antes de subir (aunque qué más da si igual habrán fallas).
AMO A KANKY
