Veintinueve: Gesto increíble.

Rose estaba encantada por ver a su padre finalmente en persona. Hasta la fecha, cualquier imagen suya que le venía a la mente era la de alguna fotografía que le hubieran mostrado sus tíos. Se mantuvo colgada de su cuello largo rato y sólo se soltó hasta que Ronald Weasley le comentó en tono bromista.

—Vamos, Rosaline, suéltame¡no me voy a escapar!

Rose rió y se soltó, mirando a su padre con atención. Era cierto lo que su madre y sus tíos le decían con frecuencia: ella era casi idéntica a su padre.

—Me alegra mucho verte —continuó el señor Ron, sonriendo —Eres tal y como Luna me dijo que eras¡y Madre Santa! Resultaste mejor guardiana que yo.

—¿En serio? —se atrevió a preguntar Rose, incrédula.

—Vamos a la enfermería a ver a Frida —sugirió el señor Ron luego de asentir con la cabeza, tomando de la mano a su hija —Y después, hablaremos todo lo que quieras¿te parece?

Rose asintió y empezó a caminar. Un poco detrás de ellos, se quedaron Hally, Henry, Walter y Danielle. Fue hasta ese momento cuando Walter preguntó.

—Oigan, chicos¿no han visto a Sunny?

Los otros tres negaron con la cabeza, justo cuando se les unían Ryo y Amy, quienes dejaron en la multitud que salía a sus padres, que se habían encontrado y charlaban alegremente sobre el partido recién concluido.

—¡Qué buen partido! —felicitó Amy —Espero que cuando pueda jugar yo, sea igual de buena que Rose¡mis padres estaban impresionados! Y mis hermanos ni se diga, se morían de envidia.

—¡Dragones! Ha sido uno de los mejores partidos que he visto —confesó Ryo —Mamá se quedó con la boca abierta cuando atrapaste la snitch, Hally.

—¿Y Sunny? —quiso saber Amy —Creí que venía con ustedes.

—Walter acaba de preguntarnos lo mismo, pero no sabemos —Danielle frunció el ceño —Lo que se me hace raro, porque la vi aterrizar antes que nosotros —miró a Walter, quien asintió para confirmar sus palabras —Si no les importa¿puedo adelantarme a la enfermería? Quiero ver si Pat está bien. ¿Porqué no van a buscar a Sunny mientras tanto?

—De acuerdo —accedió Henry —Te alcanzaremos allá en cuanto hallemos a Sunny. Le dices a Rose que no tardamos.

Danielle asintió y el grupo se separó. Qué lejos estaban de saber que su productiva e inocente Orden del Rayo estaba a punto de tener la primera de muchas aventuras.


Sunny estaba confundida, sobre todo porque no sabía dónde estaba. Había aterrizado en cuanto acabó el partido, fue a cambiarse y estaba por salir de los vestidores para ver a Rose y preguntarle por su prima cuando sintió que alguien la tomaba por detrás, le tapaba la boca y luego de oír a ese alguien murmurar unas palabras, se desmayó. Ahora estaba volviendo en sí, pero no pudo precisar el sitio donde se hallaba pues estaba muy oscuro. Poco tardó en darse cuenta de que tenía los ojos cubiertos y que estaba atada de pies y manos. Sentía que estaba sentada donde había hierba, por lo que dedujo que quizá se encontraba en un lugar abierto, pero en ese caso¿porqué se oía tan poco ruido? Todo aquello no tenía sentido y por primera vez en mucho tiempo, sentía mucho miedo. Empezó a forcejear por instinto, pero una mano le apretó un brazo y la hizo desistir.

—Mira, niña, no me des problemas, o terminarás aquí —le advirtió una voz de hombre, grave y con acento extranjero —Bastante difícil fue sacarte del estadio.

Sunny se quedó quieta, tratando de escuchar a su alrededor la más leve pista sobre quién era aquel hombre o dónde estaban. Sintió una corriente de aire fuerte y helada. No pudo reprimir un escalofrío.

—Parece que va a llover —musitó la voz —No puedo quedarme en este bosque y menos cuando va a anochecer. Tengo que salir de inmediato.

Sunny sintió entonces cómo la cargaban y la llevaban en hombros. Aquel tipo debía ser realmente fuerte. El hombre se la acomodó bien sobre uno solo de sus hombros y empezó a caminar. La niña logró escuchar el crujido de ramas y hojas secas a cada paso del sujeto. Eso sólo significaba una cosa para ella, junto con la palabra "bosque": estaban en el Bosque Prohibido de Hogwarts. ¿Cómo rayos había llegado allí sin que nadie la viera? Seguramente la mayoría de los del castillo estaban apenas saliendo del estadio de quidditch y sus amigos ni se diga: Rose y Danielle debieron correr a la enfermería para ver a sus parientes lesionados y los demás, seguro los habían acompañado. Esperaba que de un momento a otro se dieran cuenta de su ausencia y la buscaran. Confiaba en ellos.


Patrick Malfoy ya estaba mejor de su lesión, al igual que los otros jugadores que habían resultado afectados en aquel primer partido. La única que seguía igual era Frida Weasley y la señora Finch-Fletchley le había dicho a la madre y al hermano de la chica que no era nada grave, que ya le había hecho la curación debida al golpe de su espalda y que solamente debía dormir un poco para estar como nueva. A los alumnos lastimados les sorprendió mucho el trato de esta mujer, más ágil y delicado que el de la anciana señora Pomfrey, pero aún así no pusieron reparos en ser curados. El señor Ron la saludó cordialmente, le hizo unas cuantas preguntas acerca de cómo le iba atendiendo a los estudiantes y la dejó trabajar en libertad, viendo cómo revisaba el hombro de Lawrence Finnigan. A su lado, en una silla, estaba sentada su hermana Cecil y tras la niña, estaba un hombre alto de cabello color arena al que el señor Potter reconoció enseguida.

—Hola, Seamus —saludó, acercándose a la cama de Lawrence.

El señor Finnigan giró la cabeza y sonrió levemente al ver al señor Potter.

—Debí imaginar que estarías por aquí, Harry —le tendió la diestra —Te presento a mis hijos: Cecil —puso la otra mano en el hombro de la niña en la silla —y Lawrence —señaló al guardián de Gryffindor convaleciente —Lástima que Lawrence se lastimara. Éste era su primer partido como guardián titular. Pero tu hija estuvo excelente.

—Gracias, Seamus.

—Hola, Seamus —saludó entonces el señor Ron —Hace mucho que no te veía.

El señor Finnigan le hizo un gesto de cabeza, pero no le tendió la mano. En ese momento, la señora Finch-Fletchley se enderezó y lo miró.

—No te preocupes, Seamus, tu hijo pronto estará bien —le comunicó —Fue una dislocación leve fácil de arreglar. De no haberlo sacado del juego, hubiera pasado a mayores.

—Gracias, Susan —respondió el señor Finnigan, aliviado —Ahora puedo regresar a casa en paz. Le prometí a Lavender que le contaría todo. Nos vemos, niños.

Cecil se levantó y le dio un corto abrazo a su padre, mientras que Lawrence sonrió levemente cuando el señor Finnigan le apretó suavemente el hombro bueno y le decía.

—Estuviste genial, Lawrence. Se lo diré a tu madre.

Acto seguido, el señor Finnigan se despidió de los presentes con una inclinación de cabeza y salió de la enfermería. El señor Ron miró al señor Potter con el entrecejo fruncido.

—¿Lavender? —preguntó.

—Brown —dijo la señora Potter, tras ambos hombres —Seamus se casó con ella un par de años antes que tú¿recuerdas?

El señor Ron frunció el entrecejo un momento, concentrado, para luego asentir. En ese preciso instante, el matrimonio Malfoy hizo su aparición, seguidos de cerca por Danielle. No hablaron con nadie, sino que fueron directamente a la cama de Patrick y lo rodearon.

—¿Cómo estás, Pat? —preguntó Danielle.

Patrick iba a contestar cuando el señor Malfoy intervino.

—Humillado, como se merece —su voz era fría y sin expresión —No sé cómo permitiste que una bludger te golpeara de esa forma.

—Por favor, papá —replicó Patrick, quien apenas podía hablar —Si eso es lo único que me vas a decir, prefiero que no me digas nada. Mejor coméntame qué te pareció el gol que metí.

—Fue muy fácil —espetó el señor Malfoy —Cualquiera lo hubiera hecho.

Patrick frunció el entrecejo, pero al instante se arrepintió. Incluso ese gesto hacía que le doliera la nariz, que aunque ya estaba curada casi por completo, aún le molestaba.

—Fue un gol estupendo —intervino enseguida Danielle —Estuvo muy bien la finta que hiciste.

—Gracias, Danny —musitó Patrick.

—Mejor cállate, Danielle —pidió la señora Malfoy con rigor —Ni siquiera sabes de quidditch.

Danielle iba a replicar, pero obedeció. Consideró que por el momento lo más importante era la salud de su hermano. Le sonrió y aprovechó que llegó la señora Finch-Fletchley a darles a los señores Malfoy un informe sobre el estado de Patrick para aproximarse a Rose, quien en ese momento estaba hablando con su padre.

—¡Rose! —le susurró —Tengo algo qué decirte.

Rose volteó y se disculpó con su padre.

—Ahora vengo, papá —le dijo y se fue con Danielle a un rincón —¿Qué sucede? —preguntó.

—Los demás fueron a buscar a Sunny —respondió la rubia, vigilando con sus apagados ojos a donde estaban sus padres —Cuando acabó el partido, no supimos dónde se metió. Yo la vi aterrizar antes que todos e irse directo a los vestidores, pero cuando Walter y yo llegamos allí, ya no estaba. Cuando la encuentren, van a venir a ver a tu prima. Me pidieron que te avisara.

—Muy bien —Rose asintió —Oye, quiero que conozcas a papá. Vino a verme al partido.

Antes de que Danielle pudiera objetar algo, Rose la tomó de una muñeca y se encaminó de nueva cuenta hacia donde estaba su padre.

—Papá —lo llamó en voz baja —Quiero presentarte a una de mis amigas.

El señor Ron se volvió y sonrió al ver a Danielle, pero su sonrisa se disipó en cuanto vio la verde túnica que la niña portaba. Aún así, logró contestar.

—Mucho gusto —le tendió la diestra —Ronald Weasley, para servirte.

—Igualmente —respondió la niña, estrechándole la mano —Me llamo Danielle...

—¡Danielle! —llamó en eso el señor Malfoy, sin mirarla. Tenía fija la vista en el señor Ron.

Danielle soltó de inmediato al señor Ron y obedeció a su padre. Se puso junto a la cama de su hermano, que veía la escena con ojos entornados. La señora Malfoy observaba con ojos fríos.

—Hasta que volviste, Weasley —soltó de pronto —¿Qué, te cansaste de huir?

El señor Ron, como siempre, se exaltó de inmediato con las palabras de Malfoy. Y como siempre, el matrimonio Potter lo sujetó antes de que cometiera una locura.

—Respeta el lugar en el que estás, Malfoy —pidió con severidad la señora Potter —Esto es una enfermería. Aquí no se hacen escándalos.

El señor Malfoy sonrió con sorna y se dirigió a la puerta. Su esposa lo siguió, pero Danielle se acercó a Patrick. Miró a su hermano, quien soltó un quedo suspiro, y le tomó la mano.

—¿Porqué nuestros padres tienen que ser así, Pat? —le preguntó en voz baja.

—Yo qué sé –Patrick se encogió de hombros —Creo que están locos.

—¿A poco esa niñita es hija de Malfoy? —inquirió el señor Ron, mirando a los Potter.

—Sí —respondió el señor Potter —Es amiga de Hally desde hace tiempo. Y no me preguntes cómo, porque ni yo lo entiendo. Parece que la niña es todo lo opuesto a Malfoy.

—Y a su encantadora esposa —se apresuró a añadir la señora Potter con una mueca.

—Bueno, ahora sí lo he visto todo —el señor Ron alzó los ojos al cielo.

Justo acababa de decirlo cuando el profesor Snape hizo su aparición en el lugar, quedándose de pie en el umbral de la puerta. Miró a ambos lados y al ver que Danielle estaba allí, la llamó.

—Señorita Malfoy¿puede venir un momento?

Danielle no sabía para qué la querría el profesor, pero le soltó la mano a su hermano y obedeció. El profesor le indicó con la mirada que la siguiera y ella así lo hizo. Caminaron unos pasos fuera de la enfermería hasta que el profesor se detuvo.

—Señorita Malfoy¿dónde está la señorita Wilson?

—No sé —Danielle se encogió de hombros —Mis amigos fueron a buscarla por el campo de quidditch. No la he visto desde que terminó el partido.

—¿Quiénes están buscándola? Dígame sus apellidos.

—Pues... —Danielle dudó. No sabía cómo se iba a tomar el jefe de su casa la respuesta, pero se decidió a darla —Son Poe, Mao, Macmillan, Graham y Potter.

Snape frunció sus negras cejas, asintió y dio media vuelta.

—Gracias, señorita Malfoy. Puede regresar con su hermano.

Y sin decir más, se perdió por un pasillo.


Hally y sus amigos habían buscado por todo el campo de quidditch sin resultados. Fueron hacia el lago, pensando que tal vez su amiga estaría por ahí descansando de la agitación del juego, pero no la encontraron. La mañana daba paso a la tarde y no se explicaban dónde podía estar Sunny. De pronto, Henry tuvo una idea y sacó su varita.

—Mi mamá me enseñó un hechizo para encontrar cosas —les dijo a sus amigos —Es de su país, pero creo que puedo hacerlo —se aclaró la garganta y murmuró imperiosamente, apuntándole a una pequeña rama con la varita —¡Ollín Sunny!

La ramita vibró, se alzó unos centímetros del suelo y empezó a avanzar despacio, alejándose del lago. Henry comenzó a seguirla, y sus amigos lo siguieron a él.

—¿Qué le pasa a esa rama? —quiso saber Ryo.

—La rama va hacia Sunny —explicó Henry —Básicamente, lo que hice fue pedirle a la rama que empezara a moverse hacia nuestra amiga. Ollín, en uno de los dialectos indígenas de México, significa movimiento. Y en este caso, usé este hechizo para encontrar a Sunny.

—Cuando esto termine, tienes que enseñarnos a hacerlo —pidió Walter, maravillado.

Caminaron cada vez más rápido conforme la rama se acercaba al Bosque Prohibido, y Henry les dijo que Sunny debía estar cerca. El que estuvieran cerca del bosque no les dio buena espina, pero no se echaron para atrás y continuaron caminando. Justo cuando estuvieron a punto de adentrarse a la profundidad de los árboles, una voz grave y muy fuerte los detuvo.

—¡Eh, ustedes¿A dónde creen que van?

Se dieron la vuelta y se encontraron con un hombre de cabello y barba enmarañados color castaño entrecano, que medía al menos lo doble que un hombre normal y que los miraba con unos bondadosos ojos negros. Hally lo reconoció instantáneamente.

—Buenas tardes, señor Hagrid —saludó —¿Cómo ha estado?

—Hola, Hally —respondió el hombre, serio —Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Qué creen que hacen? No pueden entrar al bosque, está prohibido para los alumnos. Podría pasarles algo.

Henry, mientras el gigante hablaba, no perdía de vista la rama andante. Seguía avanzando con lentitud hacia el interior del bosque, pero entonces cambió bruscamente de dirección y salió, yendo hacia los invernaderos, los cuales no estaban muy lejos de allí.

—Nosotros sólo íbamos... —dudó Hally, pues no encontraba una excusa lo suficientemente buena para justificar lo que ella y sus amigos estuvieron a punto de hacer. Notó que Henry miraba hacia otra dirección e intuyendo que era porque la rama encantada ya no iba hacia el bosque, dijo —Íbamos dando un paseo.

Mientras Hally parloteaba, Henry les hizo ver a los demás la nueva dirección de la rama. Los niños asintieron imperceptiblemente, para indicar que habían comprendido.

—¿Es eso cierto, niños? —preguntó Hagrid en el acto —¿Sólo daban un paseo?

Los demás asintieron en el acto.

—Bueno, en ese caso no se tarden. Parece que va a llover —Hagrid se dio media vuelta —Por cierto, Hally, buen partido el de hoy¿no¡Tu atrapada fue estupenda!

—Gracias, señor Hagrid —dijo Hally y suspiró cuando el enorme hombre se alejó en dirección a una cabaña en el límite del bosque a su derecha —¡Estuvo cerca! Pensé que nos descubriría. Henry¿para dónde va la rama?

Henry apuntó con la mano hacia los invernaderos y los niños continuaron con su caminar. Esperaban encontrar a Sunny pronto y que la chica tuviera una buena explicación para andar desaparecida, porque mientras no la hallaran, no podían dejar de preocuparse por ella.


Sunny sintió un olor a tierra y fertilizante de golpe, que le resultaba sumamente familiar. Pronto estuvo sentada de nueva cuenta y al sentir la tierra húmeda bajo sí, pensó que tal vez se encontraban cerca de los invernaderos. Lo que no sabía era que estaban dentro de uno de los invernaderos, pues el que la tenía cautiva no había encontrado un escondite más adecuado.

—¡Me lleva la...! —musitó en español en voz tan baja que Sunny no pudo oírlo —Tengo que salir de este colegio cuanto antes —prosiguió en inglés, por que si la niña lo escuchaba —No tardarán en darse cuenta que esta mocosa desapareció y entonces sí que la habré hecho buena. Aunque en realidad, nadie la echará de menos si falta¿verdad, niña? Tú no tienes familia.

Sunny no respondió, en primera porque estaba amordazada y en segunda porque no quería darle gusto al tipo. Pero tuvo que admitir que tenía razón: aparte de sus amigos, a nadie le importaría si faltaba, porque no tenía familia que se preocupara por ella.

Sunny oyó los pasos suaves del hombre en la tierra blanda. De pronto, escuchó que el susodicho dejaba de pasearse y casi enseguida supo porqué: había pasos y voces que se acercaban a ellos. Y las voces ella las conocía.

—¿Seguro que es por aquí, Henry? —preguntaba la voz de Ryo —Ya me cansé.

—Estoy seguro —respondía la voz de Henry —Este hechizo es infalible. La hallaremos pronto.

—Ojalá —suspiró Walter —No quisiera que la caminata haya sido en balde.

—¡Maldita sea! —Sunny escuchaba ahora muy pegada a ella la voz del hombre —¿Cómo es posible que haya niños aquí a esta hora? Todos deberían estar en el castillo.

Unos leves golpeteos en la puerta de cristal del invernadero callaron los murmullos del hombre de repente y a Sunny la hicieron darse cuenta de dónde estaba en realidad.

—Parece que quiere que entremos al invernadero —sugirió la voz de Amy desde el exterior —Pero no podemos hacer eso. El invernadero está cerrado con llave.

—Déjenmelo a mí —dijo la voz de Hally, para a continuación exclamar —¡Alohomora!

Un chasquido indicó que la puerta se había abierto y los niños entraron. Miraron en todas direcciones, pero no vieron nada fuera de lo común. Continuaron siguiendo a la rama flotante, que daba vueltas por el lugar y se colaba hasta el fondo, donde los niños sabían que había otra puerta de acceso al lugar. Se quedaron de piedra al escuchar una voz masculina que les gritaba.

—¡Ni un paso más, niñitos, o ella se muere!

La ramita los había llevado al sitio preciso, pero también los había involucrado con la persona equivocada. Un hombre con la cara cubierta por una capucha negra, que sujetaba a Sunny del cuello, estaba muy cerca de la puerta del fondo, a punto de salir. Sunny tenía una venda en los ojos y una mordaza en la boca. Sus manos y piernas estaban atados.

—¡Deje a nuestra amiga! —exclamó Walter, sacando la varita.

Los demás lo imitaron en el acto, lo que provocó una risotada cruel y sarcástica del hombre.

—No me hagan reír, enanos —espetó, apuntándoles con su propia varita —Ni siquiera son capaces de aturdirme. Además, no saben con quién se meten.

Los niños se miraron entre sí, sin saber qué hacer. Era cierto, no tenían ni idea de cómo detener a ese tipo. Pero en ese momento...

—Alto ahí –dijo una voz fría, ronca y algo tenebrosa —Suelta a esa niña o te arrepentirás.

Tras los niños, en el umbral de la puerta, el profesor Snape tenía la varita en alto y miraba al encapuchado con frialdad. Había visto al grupo de chicos desde una de las ventanas del castillo luego de que Danielle le dijo que ellos estaban buscando a Sunny y al vigilar sus movimientos, había visto que Henry hechizaba una rama de árbol y la seguían al bosque. El profesor no lo pensó dos veces y fue a los jardines, siguiendo a los niños. Los vio encontrarse con Hagrid y luego ir a los invernaderos, pero no los había alcanzado hasta que oyó los gritos. Ahora veía que la situación era peor de lo que esperaba.

—No me amenaces —le espetó el encapuchado con burla a Snape, sin dejar de apretar el cuello de Sunny —Puedo acabar con esta niña fácilmente si quiero, pero le espera un buen castigo por meterse en lo que no le importa. Ahora, Snape¿podrías hacerme el favor de quitar a esos niños de mi camino? No tengo nada contra ellos y no puedo perder el tiempo.

El profesor Snape se quedó un poco sorprendido de que aquel desconocido supiera su nombre, pero lo disimuló. Por otra parte, tenía que sacar a todos los estudiantes de allí y al pensar en todos, también pensaba en Sunny.

—Ya te dije que sueltes a esa alumna —dijo Snape a modo de respuesta —Si lo haces, tal vez te deje ir. Pero sino...

—No te atreverás, lo sé –aseguró el encapuchado, acercándose más a la puerta —Nunca te atreviste a matar, preferiste el espionaje. Y vaya que saliste bueno. El pelos de elote te adora por eso.

Henry arqueó una ceja al escuchar esa expresión.

—Usted es mexicano —soltó de pronto, con incredulidad —En México se usa mucho esa expresión para referirse a los rubios.

—Vaya, el hijo de Abil sabe de expresiones —se burló el hombre —Pero eso no te servirá, chamaco. Tengo algo que arreglar con esta niña y eso es lo que voy a hacer.

—Graham, usted y los demás salgan ahora —ordenó Snape —Vayan a buscar ayuda.

Los chicos obedecieron muy a su pesar, admitiendo en silencio que no podían hacer nada. Pero en cuanto estuvieron en el exterior, sabían que no podrían ir lo suficientemente rápido al castillo como para encontrar a alguien. En eso, Henry alzó su varita, apuntó al cielo y exclamó.

—¡Poca chlorós! (1)

De inmediato, de su varita empezó a salir una espesa columna de humo verde, la cual se elevó por encima de sus cabezas y se enfiló al castillo como si la llevara el viento. Henry mantuvo en alto la varita un par de minutos y luego murmuró.

—¡Temno! (2) —la columna de humo dejó de brotar de golpe y el niño bajó la varita —Espero que mi mamá la vea —suspiró —O por lo menos alguien del castillo.

Escucharon un estallido tras ellos y al dar media vuelta, un destello rojo los deslumbró. Al parecer, se había iniciado un duelo en el interior del invernadero. Hally frunció el entrecejo, se decidió y empezó a rodear el invernadero.

—Síganme —les pidió a sus amigos —Tal vez podamos sacar a Sunny por la otra puerta.

Los demás no necesitaron oírlo dos veces.


Snape había intentado hacerle un hechizo al misterioso tipo sin dañar a Sunny, pero no tuvo oportunidad. El sujeto dejó a Sunny bruscamente en el piso y atacó con un hechizo que el profesor no comprendió, pues estaba en un idioma que nunca había oído nombrar. Recordó lo que Graham había dicho sobre la nacionalidad del enemigo y se cuidó, pues había escuchado que la magia mexicana era muy especial, aunque casi estaba extinta. Se defendió cuanto pudo, mientras que los niños aprovechaban la confusión para entrar sigilosamente por la puerta trasera. Hallaron a su amiga tirada muy cerca y Walter, el primero que se había ofrecido a entrar, la alcanzó y empezó por quitarle la venda y la mordaza.

—¿Estás bien? —le preguntó en el acto.

—Eso creo —Sunny parpadeó al ver un rayo de luz blanca que cruzaba el lugar, por encima de ella —¿Qué está pasando aquí?

—¡Walter, apúrate! —pidió Ryo, el siguiente que había entrado, haciéndole señas.

Walter desató las cuerdas de Sunny con la mayor presteza posible, terminó y ayudó a su amiga a avanzar a gatas hacia la salida. Cuando estaba a punto de salir, el encapuchado la descubrió y se puso furioso.

—¡Olvídalo, niña! —le gritó y le apuntó con la varita —Antes te mueres. ¡Mitla...!

—¡Silencius! —exclamó Snape, apuntándole al hombre y éste se quedó sin voz. Miró que los niños había aprovechado para salir rápidamente por la puerta trasera junto con Sunny y remató al tipo —¡Desmaius!

El hombre, imposibilitado para hablar y defenderse, cayó desmayado al recibir el hechizo. Snape entonces salió del sitio, aseguró mediante conjuros el invernadero para que nadie pudiera entrar o salir y vio cómo los niños estaban rodeando a Sunny, pero no caminaban. Se habían quedado en el césped, recuperándose de la impresión.

—¿Qué quería ese tipo? —quiso saber Ryo, frustrado —No le hiciste algo¿o sí, Sunny?

Sunny estaba demasiado asustada todavía como para hablar, pero logró negar con la cabeza. En eso, varias personas se acercaron al invernadero, encabezadas por la profesora Nicté, quien de inmediato se fue hacia su hijo.

—Henry¿qué sucede? —preguntó en el acto —Distinguí el humo verde que venía de aquí, así que llamé al señor Potter aprovechando que estaba en el castillo y...

—Profesora, puedo explicarlo —intervino el profesor Snape —Si usted y sus acompañantes son tan amables de seguirme...

El profesor los llevó a la puerta principal del invernadero, donde les habló por largo rato. Los niños, mientras tanto, ayudaron a Sunny a levantarse y la llevaron al castillo, a la enfermería. Fue un largo recorrido, el cual hicieron en silencio, pues no sabían qué decir o cómo discutir el asunto. En el lugar sólo se quedaron el profesor Snape y los recién llegados, que resultaron ser la profesora Nicté, el matrimonio Potter y el señor Ron. Al enterarse perfectamente de los sucesos recientes, el señor Ron volvió a decir por segunda vez en el día.

—Ahora sí lo he visto todo.


Sunny pasó la tarde en la enfermería, olvidando completamente que se había sentido muy contenta por haber podido jugar en el partido de quidditch e incluso anotar un gol. Aunque no tenía ninguna herida, sí estaba en cierto estado de nerviosismo que le impedía hablar, por lo que la señora Finch-Fletchley le dio un Filtro de Paz para que se calmara aunque fuera un poco. Cuando la mayoría de los alumnos estaban en el Gran Comedor comiendo, Hally y compañía fueron a visitarla y a preguntarle si ya se sentía mejor.

—No sé —musitó, encogiéndose de hombros —Tal vez.

—Te trajimos algo —Amy mostró unas piezas de pollo en un plato, al tiempo que Walter le tendía una copa con jugo de calabaza —Pensamos que tendrías hambre.

Sunny logró sonreír débilmente y tomó las cosas, acabando con ellas velozmente. Se veía que aunque no había pensado en ello, tenía hambre.

—¿Quieres que nos quedemos un rato? —preguntó Henry —¿O prefieres estar sola?

—Sola —contestó Sunny vagamente —Prefiero estar sola, si no les importa.

Los niños comprendieron y se retiraron. Sunny esperó a que cayera la noche, como pesado manto oscuro, para preguntarle a la sanadora si podía salir de ahí.

—Si estás más tranquila, sí —la mujer la miró con atención —¿Lo estás?

—Sí —mintió Sunny —Sólo que estoy muy cansada y aquí no puedo dormir.

La señora Finch-Fletchley asintió y la dejó salir. La niña caminó por los pasillos, evitando a toda costa encontrarse con alguien, pero tuvo la suerte de chocar con el profesor Snape cuando estaba a punto de cruzar el vestíbulo.

—Disculpe —dijo distraídamente, pues no había visto con quién había chocado.

—No importa —dijo el profesor —Wilson¿se siente bien?

Sunny alzó la vista, miró al profesor por un momento y se encogió de hombros.

—Sí —aseguró —Y aunque no fuera así, a nadie le importaría.

Empezó a alejarse, sin poder contener las lágrimas. Se llevó la mano a los ojos y se los cubrió, no queriendo que nadie la viera así. ¿Porqué¿Porqué tenían que recordarle a cada momento que no tenía familia de una forma u otra¿Acaso querían verla sufrir? Y para colmo, un loco había querido matarla unas horas antes¿pues qué pasaba? Se suponía que ella no era la gran cosa, sólo una bruja huérfana proveniente de un orfanato muggle. ¿Todo esto era el precio que tenía que pagar por aprender a ser bruja¿Enfrentar un montón de situaciones peligrosas que ella nunca pidió? Se detuvo de pronto, se recargó en una pared luego de doblar una esquina rumbo a su sala común y dejándose caer en el piso de piedra, se cubrió la cara con ambas manos y lloró más. Simplemente lo que había vivido aquel día era demasiado para ella.

—¿Wilson? —llamó una voz que ella identificó como la de su tutor —¿Qué hace allí?

—No le importa —espetó, intentando aparentar indiferencia, pero sin lograrlo.

Sintió una mano en uno de sus hombros, pero no levantó la vista.

—¿Porqué no me importa? —quiso saber Snape.

Sunny alzó la cabeza un poco, se pasó el dorso de la mano por los ojos y miró al profesor con infinita tristeza. El hombre estaba en cuclillas, con sus negros ojos fijos en ella, pero no había ni rastro de la frialdad habitual en ellos. Había algo que Sunny no podía distinguir. Sin saber porqué y sin darse cuenta, se empezó a desahogar.

—¡No tengo a nadie¿Correcto? —susurró, desesperada —No tengo una familia, como mis amigos. ¡Aparte de a ellos, a nadie le hago falta!

Snape no sabía cómo reaccionar, pues el tratar con niños no era su especialidad. Pero aquella niña era tan distinta a cualquiera que hubiera conocido antes que dejó que se sacara todo lo que tenía sin quejarse para nada. Entendía lo que decía, pero no sabía cómo hacerla sentir mejor. Y la verdad no esperaba saberlo nunca. Pero lo supo.

—Cálmate, Sunny. Si no tienes familia, siempre puedes crearte una.

Sunny se sorprendió con esas palabras. Negó con la cabeza, lo miró con extrañeza y luego, haciendo gala de su carácter habitual, dijo con sorna.

—Sí, claro. Seguramente hay un hechizo para hacer padres a la medida o algo así. ¿Sabe qué? Nunca lo creí capaz de hacer bromas —logró sonreír —Pero gracias por intentarlo.

Dicho esto se puso de pie y se fue a su dormitorio con paso lento, pero más seguro que antes. Snape la vio irse, formándose una nueva idea en su mente: tenía que darle una familia a esa niña. Si no lo hacía, Sunny podría acabar siendo como la mayoría de los integrantes de Slytherin. Podría acabar siendo como él.

(1) Hechizo formado por las palabras Poca (del náhuatl, significa humo, humear) y chlorós (del griego, significa verde.

(2) Hechizo proveniente del griego. Temno significa cortar.