Treinta: La imposición.

Los días en Hogwarts volvieron a la normalidad relativa que tenían. Empezaba el mes de diciembre y para los alumnos de tercero en adelante, venía otra excursión a Hogsmeade antes de que iniciaran las vacaciones de Navidad. La Orden del Rayo, en la última reunión realizada, comentaba lo que cada uno haría en Navidad.

—Papá quiere pasar la Navidad en casa de los abuelos Mao —refunfuñó Ryo.

Los abuelos paternos de Ryo vivían en China, en la ostentosa y enorme Shangai, donde presidían su empresa de historietas mágicas. Al niño y a su hermana rara vez les gustaba ir, pues a Sun Mei le hacían muchas preguntas acerca de su futuro y a Ryo le exigían que hablara chino, cosa que al niño le costaba trabajo.

—Lo único que me gusta de ir a China es que Sun Mei y yo salimos a pasear bastante —Ryo sonrió —Vamos a los lugares que a los muggles les gustan y nos divertimos mucho. Aunque también nos damos algo de tiempo para ir a los lugares mágicos.

—Mis padres están pensando en ir a Londres a pasar las fiestas —informó Amy, observando con ojo crítico su última creación, un pañuelo que en una esquina tenía bordado un árbol de Navidad —Pero eso es sólo porque mis hermanos les están rogando. Ernest quiere ver a Alice —Alice Waterstone era la novia de Ernest —y Harold por fin consiguió que Beatrice le hiciera caso —Beatrice Hepwort era la chica a la que Harold había invitado a pasear a Hogsmeade el fin de semana anterior a Halloween —Por ellas no quieren quedarse en Wiltshire esta Navidad.

—Yo tengo otro tipo de problemas —comentó Danielle —Mis padres nunca se quedan en Wiltshire en vacaciones, dicen que no es entretenido. Prefieren estar en Londres, porque los invitan a muchas reuniones sociales, las cuales son aburridísimas, por cierto. Sólo imagínenlo: puros amigos de mis padres —la niña hizo una mueca —¡Aterrador!

—Papá quiere que este año vayamos a Cardiff a visitar a mi hermana Gwen —comentó Walter, pensativo —Es un viaje muy largo, pero valdrá la pena.

—No sabía que tuvieras una hermana —dijo de pronto Rose.

—En realidad es mi media hermana, por parte de papá, y es mucho más grande que yo. Terminó la universidad muggle apenas este año —explicó Walter —Se fue a vivir con la abuela para trabajar en el Senedd —la asamblea autónoma de Gales, con ciertos poderes legislativos —Está muy contenta y a la abuela le agrada la compañía.

—¿Tú qué vas a hacer, Rose? —le preguntó Hally de repente.

—Pues estoy más que lista para la reunión familiar Weasley de este año —Rose sonrió alegremente —Ahora que papá está aquí, la Navidad será como Dios manda. ¿Y tú, Hally?

—Les dije a mis padres que tal vez los vería —Hally frunció el entrecejo —Les escribí la semana pasada para saber si no van a estar muy ocupados, pero no me han contestado.

—Yo me quedaré aquí —comentó Sunny de pronto, sobresaltando a sus amigos —No tengo nada que hacer fuera del colegio.

Los demás se miraron con algo de culpa. Habían estado hablando tranquilamente de lo que harían en las vacaciones sin recordar que su amiga no tenía con quién pasarlas. De pronto, a Hally se le ocurrió una idea.

—Sunny¿no te gustaría pasar las vacaciones conmigo?

Sunny la miró, frunciendo el entrecejo.

—No sé —se encogió de hombros —¿No decías que tal vez no vas a ir a tu casa?

—Bueno, sí —Hally hizo una mueca al recordar ese detalle —Pero puedo enviarles una lechuza a mis padres ahora mismo para pedirles permiso de llevarte. Y si van a estar ocupados, me quedaré aquí y asunto arreglado.

La castaña inclinó la cabeza en actitud reflexiva y miró por la ventana, por la que se veían fuertes ráfagas de viento estrellando copos de nieve contra el cristal. El grupo se encontraba reunido en la biblioteca y aunque ya habían terminado sus tareas, se habían quedado allí por la nevada que caía y porque había tantos alumnos de quinto y séptimo en el lugar, que el señor Milton no se molestaba en pedirle a ninguno que guardaran silencio.

—¡Eso no estaría mal! —dijo Rose de inmediato —Si te vas con Hally, podría ir a visitarlas. Vivo al otro lado de Hyde Park.

Sunny de veras lo pensó, pero algo no la dejaba concentrarse. ¡Claro! Tenía que pedirle permiso a su tutor para cualquier cosa como esa. Al recordar ese detalle, hizo una mueca de disgusto y dio un leve golpe a la mesa.

—Tengo que pedirle permiso a Snape —protestó —Y conociéndolo, no creo que me lo dé. Pero aún así, voy a intentarlo —recogió su mochila, se la colgó al hombro y se puso de pie —Es más, lo haré ahora mismo, antes que se me olvide. ¡Los veré antes de la comida!

Sunny salió de la biblioteca sin correr, pero aceleró el paso en cuanto estuvo en los pasillos. Recordaba dónde estaba exactamente el despacho de Snape, pero poco antes de llegar a él, chocó con una persona mayor, a juzgar por el cabello largo y entrecano que alcanzó a ver al disculparse precipitadamente.

—¡Disculpe, señora! —dijo, empezando a retirarse —No me fijé por dónde iba.

—Eso es evidente, niña —contestó una voz aguda de mujer con enfado.

Sunny vio a la cara a aquella persona por primera vez. Su piel era clara, sus ojos castaños destacaban bastante a través de unos anteojos grandes y ovalados con armazón de carey y la túnica que portaba, negra por completo, estaba mojada del borde inferior, señal de que la mujer venía del exterior. Su cabello, la única cosa que Sunny había visto bien, era castaño con hebras blancas y estaba peinado en una cola de caballo trenzada. La mujer la miró de cabo a rabo y soltó un bufido de desagrado antes de seguir su camino. Sunny se le quedó viendo por un rato hasta que recordó a dónde iba y continuó su propio camino. Llegó pronto al despacho de Snape y llamó, pero al hacerlo por tercera vez consecutiva, supo que no estaba. Dejó escapar un suspiro de decepción y se encaminó a su sala común.


La mujer con la que Sunny había chocado llegó a su destino luego de diez minutos: la entrada al despacho de la profesora McGonagall. Esperó pacientemente frente a la gárgola de piedra hasta que un prefecto de Hufflepuff de sexto le preguntó si la ayudaba en algo.

—Quiero ver a la directora del colegio —dijo la mujer secamente —Ahora, si es posible.

El prefecto se extrañó, pero se mostró amable y servicial.

—Veré qué puedo hacer, señora. A propósito¿cuál es su nombre, para anunciarla?

La mujer suspiró con impaciencia, pero respondió la pregunta.

—Soy la señora Drake.

El prefecto asintió, pronunció la contraseña en voz baja y entró a buscar a la directora. Cinco minutos después regresó y le indicó a la mujer con una seña que podía pasar. La mujer así lo hizo, avanzando a la escalera de caracol giratoria y llegando a la puerta con aldaba de bronce. El prefecto llamó y abrió la puerta sin esperar respuesta.

—Aquí está la señora que quiere hablarle, profesora —le dijo a la directora —Con su permiso —y se retiró, dejando pasar antes a la mujer que lo seguía.

La profesora McGonagall alzó la vista de los papeles que leía y se puso de pie para recibir a la visita. La mujer que acababa de entrar, en cambio, veía alrededor con desdén.

—Buenos días, señora Drake —saludó la profesora, pidiéndole a la mujer con una seña que se sentara en una de las sillas frente a su escritorio —¿En qué puedo servirle?

—Quiero saber qué significa lo que dice El Profeta —dijo la señora Drake sin más.

—¿El Profeta? —se extrañó la profesora McGonagall —No comprendo.

La señora Drake, por respuesta, sacó un periódico del bolso negro que llevaba y se lo puso a la profesora McGonagall en el escritorio de un golpe que retumbó en el pequeño despacho. La directora, al notar en qué página estaba abierto, leyó el artículo principal a medias, pues en los últimos días de noviembre había recibido muchas quejas sobre el mismo tema y pensaba que aquella señora le traía una más.

—¿Exactamente qué quiere saber, señora? —inquirió la profesora, reuniendo su calma.

—Quiero saber quién es Sunny Wilson —respondió son simpleza la señora Drake —Porque creo que es mi nieta.


Sunny no pudo encontrar a Snape antes de la hora de comer, por lo que esperó verlo en la mesa de profesores en el Gran Comedor. Pero para su sorpresa, no estaba allí. Se sentó en la mesa de Slytherin, entre Walter y Danielle, y se sirvió estofado de inmediato. Tenía bastante hambre por andar buscando a su mentado tutor y no haberlo hallado. Y su humor no mejoró mucho cuando vio que la mesa entera, a excepción de sus amigos, Patrick Malfoy y William Bluepool, la veían como siempre: como si fuera un bicho raro.

—Quisiera que por un día, se ocuparan de sus asuntos —gruñó, terminando su estofado y tomando un sorbo de jugo de calabaza —¿No tienen algo mejor qué hacer?

—Ni caso les hagas —recomendó Walter, leyendo una hoja de papel con sumo cuidado.

—¿Qué lees? —quiso saber Sunny.

—Una carta de papá —Walter agitó la hoja, que tenía marcados varios dobleces —Acaba de llegar. Le había escrito informándole cuándo llegaré a Londres, y me responde que Gwen no podrá estar con nosotros en Navidad por su trabajo, para que no nos tomemos la molestia en ir a Gales. Y la abuela va a ir a Newport a ver a unas amigas, así que tampoco estará disponible.

—Entonces te quedarás en Londres —supuso Sunny, esbozando una sutil sonrisa.

—Eso parece —Walter suspiró, dobló la hoja de papel y se la guardó en un bolsillo —Tenía ganas de ver a mi hermana, pero supongo que será hasta el verano.

—Por cierto —Danielle dejó su copa dorada a un lado —Sunny¿encontraste a Snape?

Sunny negó con la cabeza.

—Y no tengo ni idea de dónde pueda estar —soltó con frustración —A veces no entiendo de qué me sirve tener un tutor si no está disponible cuando lo necesito.

—¿Para hacerte enojar? —bromeó William Bluepool a su derecha, pues había oído todo.

Los tres niños rieron por el comentario y siguieron comiendo. En la mesa de Hufflepuff, Amy era cuestionada por Vivian Malcolm acerca de sus bordados, pues quería hacerle un regalo especial a su primo Stan, que estaba en tercero.

—Él ha sido muy bueno conmigo y me contó todo sobre Hogwarts antes de entrar —contó Vivian —Así que quiero darle un buen regalo de Navidad. Se quedará en el colegio porque sus padres irán a África por trabajo. ¿Qué dices, me ayudas?

Amy frunció el entrecejo, pero sonrió cuando se metió una mano al bolsillo y sacó el último pañuelo que había hecho.

—Si quieres, puedo venderte éste —se lo mostró a Vivian —Ya está terminado y sólo le faltaría ponerle las iniciales de tu primo para que sea suyo. Es que si te enseño ahora, no lo acabarías a tiempo, porque yo bordo a mano, como los muggles. ¿Qué dices?

Vivian admiró el pañuelo y sonrió, complacida.

—De acuerdo, te lo compro. Pero enséñame un día de éstos a hacerlo¿sí?

Amy asintió. En tanto, en la mesa de Ravenclaw, Sun Mei Mao estaba teniendo dificultades para quitarse a Jack Ripley de encima. El chico se había sentado a su derecha a la hora de comer ayudado por las amigas de ella y ahora Sun Mei tenía que aguantarlo.

—Vamos, Sun Mei —rogaba Jack, sonriendo atractivamente —Sólo cinco días de clases y llegará el fin de semana en Hogsmeade¿porqué no aceptas salir conmigo?

—¿Cuántas veces tendré que decírtelo? —la chica empezaba a perder la paciencia —Estoy saliendo con alguien más. Sería muy desleal de mi parte salir con dos a la vez¿no te parece?

Jack se encogió de hombros en forma burlona.

—Yo no soy celoso —bromeó.

—¡Vete al diablo, Ripley! —espetó Sun Mei de mal humor, poniéndose de pie bruscamente —No tengo porqué aguantarte tus majaderías, así que con tu permiso...

La joven se cambió de asiento, poniéndose entre su hermano y Karen Tate, quien le decía a sus amigas Mary Ann Alcott y Marianne Bridge que su madre estaba haciendo un nuevo edificio en la City de Londres.

—¿Qué pasó? —le preguntó Ryo a su hermana.

—Ripley me saca de quicio —Sun Mei se veía sumamente molesta —Quiere que salga con él cuando le he dicho mil veces que salgo con alguien más. Me tiene harta.

—¿Y porqué no lo mandas al diablo? —sugirió Ryo con una sonrisa. Sabía que su hermana sólo hacía ese tipo de cosas en sus peores ratos de tensión, y aquel parecía uno de esos ratos.

—Es lo que acabo de hacer hace menos de cinco minutos —confesó Sun Mei, que luego vio que Jack se levantaba de su asiento y se dirigía hacia ella —¡Ay, no! Mejor me voy, no quiero desesperarme tanto como para aturdirlo o algo parecido.

La chica se levantó y salió del Gran Comedor con prisa, pero por hacerlo no se dio cuenta de que Jack la seguía. Subió la escalinata de mármol del vestíbulo, rondó un pasillo y estaba a punto de entrar a un baño de chicas cuando sintió que era jalada de un brazo.

—¡Ay! —se quejó, para darse la vuelta y encontrarse con los ojos color miel de un compañero de casa —¡Ripley¿Qué crees que haces¡Suéltame o si no…!

No tuvo tiempo de terminar su amenaza, pues Ripley la sorprendió dándole un beso de forma brusca, desesperada y repulsiva. Sun Mei intentó zafarse con todas sus fuerzas, pero no lo logró sino hasta que de un enérgico rodillazo en los bajos, se quitó al tipo de encima. Se pasó el dorso de la mano por la boca, asqueada, y se alejó de Jack enseguida.

—¡Idiota! —exclamó, furiosa —¿Cómo te atreviste a hacerme semejante cosa?

Sin esperar respuesta, le dio una sonora bofetada, la cual retumbó en el desierto pasillo. Jack se llevó la mano a la mejilla, enrojecida por el golpe, y frunció el entrecejo.

—Nadie me hace esto —masculló con enojo —Nadie¿entiendes?

—Pues qué lástima que te lo merezcas —replicó Sun Mei —Y desde ahora te lo digo: si vuelves a hacerme algo así, te juro que no respondo. Incluso soy capaz de acusarte con…

—¿Con quién? —cortó Jack, con cinismo —¿Acaso el tipejo con el que sales es capaz de defenderte como se debe?

Sun Mei se enfadó más, pero no pudo decir más porque precisamente entonces, John Weasley apareció en el pasillo y le sonrió al verla.

—¡Hola, Sun Mei! —saludó —¡Hola, Ripley!

Sun Mei le sonrió débilmente, pero Jack no emitió palabra alguna. Al contrario, en cuanto vio a Weasley, inclinó la cabeza con una sonrisa burlona y se retiró.

—¿Le pasa algo a Ripley? —inquirió John, girándose hacia Sun Mei —Oye¿estás bien?

La muchacha asintió sin mucha convicción, lo que hizo que John se pusiera perspicaz.

—¿Qué pasa, Sun Mei? —preguntó John, con más insistencia, tomándole una mano.

Sun Mei asintió, sin poder contener una lágrima.

—Ese Ripley es insoportable —confió —Lo estaba poniendo en su lugar cuando llegaste.

—No te habrá hecho algo¿verdad? —John entornó sus castaños ojos —Porque si te hizo algo, te juro que ahorita mismo lo busco y…

Sun Mei le puso una mano en los labios, silenciándolo.

—No quiero que tengas problemas —le advirtió —Yo puedo arreglármelas.

Sonrió y consiguió que John sonriera a su vez.

—Señorita Mao —llamó la profesora McGonagall, desde el otro lado del pasillo.

—A sus órdenes, profesora —respondió Sun Mei en el acto, retirando su mano de John.

—Vaya al Gran Comedor y busque a la señorita Wilson, de primer año de Slytherin —pidió —Y si la encuentra, llévela a mi despacho. Si no está allí, pídale a un prefecto de Slytherin que la busque en su sala común. La necesito con urgencia.

Sun Mei asintió y la profesora se alejó. La joven miró con el entrecejo fruncido a John.

—Es amiga de Ryo —comentó, al ir los dos juntos al Gran Comedor —¿Haría algo malo?

—No creo, porque Rose nos lo hubiera dicho —John se encogió de hombros —Pero mejor le pregunto cuando lleguemos al comedor. No quiero que se meta en problemas.

Ambos entraron al Gran Comedor y se separaron. John se sentó entre Jason Bradley y su primo Ángel y Sun Mei, fue a la mesa de Slytherin a decirle a Sunny (a la que localizó casi de inmediato, charlando con Danielle Malfoy) el mensaje de la directora.


Sunny estuvo en el despacho de la profesora McGonagall diez minutos después, luego de sorprenderse por el mensaje de Sun Mei Mao, la hermana mayor de su amigo Ryo. La siguió por los pasillos y cuando entró al lugar, se hubiera puesto a curiosear de buena gana de no ser por las personas ahí presentes.

La profesora McGonagall estaba sentada tras su escritorio, examinando un pergamino de buen tamaño con expresión severa. Sentada frente a la directora, estaba aquella mujer de cabello largo y entrecano con la que había chocado al salir de la biblioteca y que en aquel momento, la veía con interés. De pie en ambos extremos del despacho, estaban los profesores Snape y Lupin, el primero con una actitud totalmente hostil y el segundo, con gesto serio. Como siempre, no podían estar en una misma habitación a corta distancia.

—Aquí está la señorita Wilson, profesora —anunció Sun Mei y cerró la puerta tras sí.

Sunny avanzó, con la vista fija en la directora para no preocuparse. La profesora McGonagall levantó la vista, miró a Sunny y dejó a un lado el pergamino que leía.

—Siéntese, señorita Wilson —pidió la profesora —La señora quiere presentarse.

Señaló a la mujer de cabello largo, quien la seguía mirando con atención, como buscando algo en ella. Sunny contuvo una mueca de extrañeza y se sentó.

—Soy Wendy Drake —le dijo la mujer a Sunny, sin rodeos —¿Mi nombre te es familiar?

Al oír aquel nombre, una maraña de olvidados y espantosos recuerdos empezaron a aparecer en la cabeza de la niña: sus padres peleando todo el tiempo, su padre sin sonreírle nunca ni mirarla con afecto, su madre sin dirigirle una palabra cariñosa y viéndola con cierto aire de reproche a la vez que le contaba que le había puesto por segundo nombre el de su abuela, quien se apellidaba Drake, para recordarse a sí misma lo que era, algo que siempre trataba de olvidar y que nunca decía qué era. Sunny recordaba que su madre odiaba a su abuela porque según ella, era el motivo de las constantes discusiones con su marido y Sunny nunca quiso formar parte de esos pleitos. Miró a Wendy Drake con frialdad inmensa.

—Entonces sabes quién soy¿verdad? —aventuró la señora Drake.

—Sí, lo sé —Sunny asintió —¿Y eso qué?

—Quiero llevarte conmigo —dijo la señora Drake —Soy tu abuela.

—¡Sí, claro! —soltó Sunny, poniéndose de pie bruscamente —Nunca le importó mamá y nunca le importé yo¿porqué me busca ahora?

—Señorita Wilson —llamó la profesora McGonagall —Haga el favor de sentarse. Tenemos un par de cosas qué explicarle. Profesor Lupin, si tuviera usted la bondad...

El profesor Lupin dio unos pasos al frente y la señora Drake, sabiendo perfectamente quién era, lo ignoró por completo. Todavía no le cabía en la cabeza que Remus Lupin fuera el único sobreviviente de los alborotadores del colegio de su tiempo, pues siempre creyó que sería de los primeros en caer a manos de Lord Voldemort y sus mortífagos. En cambio, los que habían caído eran los que de verdad valían la pena: Potter y Black.

El profesor Lupin, con voz ronca e inexpresiva, le contó a Sunny la misma historia que le había relatado a Snape sobre su origen, con la diferencia de que Sunny escuchó todo sin alterarse en lo más mínimo. No era que supiera todo aquello, sino que a esas alturas era incapaz de creer fácilmente en las palabras de los demás. Siempre esperaba que la gente que estuviera a su alrededor le confirmaran lo que escuchaba.

—Eso explica muchas cosas —musitó, al cabo de unos segundos de silencio, luego de la historia del subdirector —Pero no entiendo¿porqué me lo dicen hasta ahora?

—La señora Drake se enteró de usted por el incidente que sufrió en noviembre y vino a reclamar sus derechos —reveló el profesor Lupin —Por lo tanto, es nuestro deber informarle que deberá irse a vivir con ella en las vacaciones de Navidad.

—¡Qué? —Sunny no podía creer lo que oía —¡Deben estar bromeando!

Pero la expresión seria y melancólica del profesor Lupin y la de severidad absoluta de la profesora McGonagall le dijeron a la niña que no estaban bromeando. Se volvió instintivamente hacia Snape, pidiendo explicaciones, pero el profesor de Pociones no la miraba en absoluto.

—En casos como éste, la ley mágica es muy clara —dijo la profesora McGonagall —Los magos y brujas menores de edad que no cuenten con padres vivos deben estar al cuidado de sus parientes y sólo si ellos no pudieran hacerlo, entonces se les nombra un tutor para ingresar al colegio. Al momento de su admisión, no se le conocía pariente vivo, pero ahora deberá irse con su abuela para demostrar que ella puede hacerse cargo de usted. Si las cosas no resultan o la señora Drake resulta inadecuada para la tarea según el Ministerio, volverá con su tutor. Pero sólo en esos casos¿comprende?

Sunny oyó todo, pero apenas lo empezó a comprender unos cinco minutos después, cuando la directora se puso a discutir unos cuantos detalles con la señora Drake. ¿Su madre había sido una bruja? Bueno, eso explicaba porqué a veces pasaban cosas raras en su casa y porqué su padre culpaba a su madre de lo que era¿pero porqué ella no lo sabía¿Porqué su madre parecía siempre de mal humor? Su padre, en cambio, era un muggle, de eso no le cabía duda, sin embargo también aparentaba estar todo el tiempo de mal genio, sobre todo con ella y con su madre. Lo que de verdad le preocupaba a Sunny era lo que le iba a decir a sus amigos, sobre todo a Hally, que amablemente la había invitado a pasar la Navidad con ella. Soltó un breve y casi imperceptible suspiro, pensando que las cosas se le complicaban más de lo que hubiera creído posible.

Snape, mientras tanto, se le quedó viendo a Sunny con detenimiento. Pensaba que la niña estaba demasiado impasible ante la noticia de que tenía una abuela y de que ya no tendría que vivir con él¿pero porqué? El hombre no tenía respuesta para eso. Últimamente sus facultades deductivas estaban más inexactas que de costumbre.

—Señorita Wilson —llamó la profesora McGonagall después de unos minutos —Todo está arreglado. Se irá con los otros alumnos que salen de vacaciones en el expreso hasta King's Cross y allí la señora Drake la recogerá¿entendió?

Sunny asintió.

—Espero que tenga su equipaje listo para el domingo próximo —le advirtió la profesora con tono estricto —Y si no tiene ninguna pregunta, puede irse.

Sunny se puso de pie y se retiró sin siquiera despedirse. Al estar en el pasillo, se encontró con que sus amigos la estaba esperando.

—¿Para qué te llamaron? —quiso saber Rose en el acto.

—¿Hiciste algo malo? —preguntó Amy.

Sunny levantó las manos para pedirles que se callaran. Luego, cuando la obedecieron, les contó los detalles más importantes de lo que había acontecido en el despacho de la directora. Al terminar, notó que sus amigos se habían quedado mudos.

—Así me quedé yo —aseguró —O peor. Lo malo es que ya no podré ir contigo, Hally.

—No importa —se apresuró a decir Hally —Al menos estarás con tu abuela.

—No digas eso —espetó Sunny, haciendo una mueca —Esa señora no es nada para mí. Es prácticamente una extraña y eso que se parece mucho a mí.

—Tal vez terminarás acostumbrándote a vivir con ella —sugirió Walter, inseguro.

—Lo dudo —soltó Sunny —Sinceramente lo dudo.