Treinta y ocho: Una cita más.
Mientras Frida estaba con Patrick, Gina seguía de pie frente al Big Ben, esperando a su admirador secreto. El reloj más conocido de Inglaterra (y quizá del mundo entero) había indicado desde hacía diez minutos que el sujeto estaba retrasado y ella de verdad esperaba que todo aquello no fuera una broma de su prima. Luego desechó ese pensamiento, pues sabía que Frida nunca le haría algo así. La gente iba y venía, pero Gina se estaba desesperando. Estaba por desistir y marcharse del lugar cuando a lo lejos vio a un joven alto y delgado, con una bufanda verde alrededor de su cuello, de brillante cabello rubio cenizo. El corazón empezó a latirle con fuerza, y más cuando el joven alzó una mano, agitándola. Lo identificó enseguida.
—Claro —musitó, al pensar en la firma de la carta que Frida le dio —Debí adivinarlo.
—Buenas tardes —saludó William Bluepool, sonriendo nerviosamente —Vienes a lo que creo que vienes¿verdad?
—A saber a quién le gusto —dijo Gina a modo de respuesta —No sé cómo no lo adiviné con la firma. Sí que soy distraída.
William se encogió de hombros.
—Tu prima comentó algo —confesó —Pero no importa. ¿Damos una vuelta?
Gina asintió y empezaron a caminar por los alrededores del palacio de Westminster. Primero en silencio, sin saber qué decirse, hasta que a William se le ocurrió comentar algo sobre quidditch y el tema les duró bastante. El chico dijo algo de que nunca había ido a un partido que no fueran los del colegio, dado que era de familia muggle, y Gina le respondió que ojalá pudiera ir a alguno de los del campeonato mundial del año próximo.
—No sé —titubeó William —Tal vez, si vinieras conmigo…
Gina sonrió tímidamente, asintiendo.
—Tengo que pensarlo —bromeó —Aunque no creo que me tarde mucho.
William captó la broma y rió. Gina lo observó detenidamente y tuvo que reconocer que no sabía exactamente qué le atraía de William Bluepool. Sin embargo, le importaba muy poco la respuesta. Lo que sí le importaba era saber porqué le gustaba a él.
—¿Sabes, Gina? —dijo de pronto William —Nunca creí que de verdad aceptaras venir. Quiero decir, la fama que tengo…
—Digamos que nunca me la creí —interrumpió Gina de pronto —Cada vez que Blake y su banda de idiotas llegaban a molestar, nunca te hacías notar.
—¿Y yo también era un idiota? —quiso saber William, divertido.
—En parte —ahora la voz de Gina era seria —Aunque siempre creí que no eras tan malo como parecías, no me gustaba que no te le enfrentaras a Blake. Como cuando dejaron malherido a Dean.
—De hecho, fui yo quien lo llevó a la enfermería —reconoció William, pensativo —Yo no estaba con Blake cuando acorralaron a tu primo, pero Patrick comentó algo de que me había perdido un espectáculo y fui a ver. Cuando llegué, tu primo estaba tirado en el césped, así que aparecí una camilla y lo llevé adentro.
—¿Porqué no lo dijiste antes? —se sorprendió Gina.
—Sabía que no me creerían, es todo. Pensé que era mejor así.
—No eres nada pretencioso¿verdad?
William negó con la cabeza.
—No me gusta llamar la atención —admitió —Menos de la forma en que lo hace Blake.
Gina asintió levemente, en señal de comprensión.
—Quisiera saber si quisieras salir conmigo otra vez —comentó William de pronto, cuando habían vuelto frente al Big Ben sin darse cuenta.
A Gina le dio la impresión de que William soltaba las cosas de una manera un tanto brusca cuando la situación lo ponía nervioso, porque el chico no dejaba de juguetear con las barbas de su bufanda tejida a mano.
—¿Acaso esto fue una cita? —quiso saber.
—Según yo, sí —William frunció el entrecejo —Pero si no lo consideras así…
—De acuerdo, sí fue una cita —aceptó Gina, sonriendo —Un poco rara, pero lo fue. Por cierto¿has hablado con Frida últimamente? La mencionaste cuando llegaste.
William tuvo que decirle que había sido Frida quien lo había ayudado a declarársele.
—Dijo que no perdería mi tiempo —comentó, como de paso —Yo sólo esperaba que fuera cierto. No quería que me pasara como a Patrick.
—¿Como a Malfoy? —se extrañó Gina.
—Seguro sabes lo que Patrick le hizo a tu prima en junio¿no? —comenzó William. Gina asintió —Bien, Patrick le pidió perdón y ella lo perdonó. Por eso ahora lo llama Pat.
—¿Pat? —Gina recordó la firma de la carta que había visto en el escritorio de su prima antes de salir aquella tarde —¿Y porqué le pidió perdón a Frida, en primer lugar¿Sabes?
—Porque está enamorado de ella.
Gina se tomó a broma esa información por un momento, aunque luego la pensó mejor. Quizá eso explicaba porqué Frida parecía como hipnotizada últimamente, sobre todo al mencionar a Patrick Malfoy. ¿Acaso era porque su prima estaba…? No, era imposible.
—Supongo que Frida sí lo perdonó —comentó Gina —Suele perdonar a cualquiera que se disculpe sinceramente. Una vez Ángel le hizo un encantamiento de cambio de color en el cabello cuando estábamos en quinto y la hizo rubia. Frida se enojó mucho con él y no le habló en dos semanas. Ángel tuvo que disculparse, prometiéndole que no volvería a jugar con su cabello, para que a ella se le pasara el enojo. Y para demostrárselo, él se cambió el color del cabello durante tres días. Fue muy gracioso.
William se rió con la anécdota, pues recordaba que en cierto periodo de su quinto curso, un día apareció Frida en el Gran Comedor con el cabello rubio y cara de fastidio. Había recuperado su color natural por la tarde al ir a la enfermería, pero no le dirigió la palabra a su gemelo en semanas. Luego, cuando por fin le habló, Ángel apareció con el cabello color morado y así se lo dejó tres días, a pesar de las protestas de los profesores. Ahora que sabía la razón, no le extrañaba que a Patrick le gustara tanto Frida. Definitivamente era buena persona.
Los dos se quedaron en silencio nuevamente, pensando en todo y en nada, al tiempo que se sentaban en una banca cercana al Big Ben. De pronto y sorpresivamente, ambos se miraron a los ojos y preguntaron al unísono.
—¿Porqué te gusto?
Se echaron a reír ante la coincidencia, pero fue William quien logró hablar primero.
—Las damas primero, por favor. Respóndeme, Gina.
La chica respiró profundamente, buscando las palabras adecuadas.
—Creo que comenzaste a gustarme cuando que te vi curar a Greeny en cuarto curso…
—¿A quién?
—A Greeny, mi gato. Aquel día lo estuve buscando por todos lados y como en el castillo no lo hallaba, pensé que estaría en los jardines, así que salí. Era principios de primavera, se acercaban las vacaciones de Pascua. Algunos árboles alrededor del lago estaban llenos de flores. Y cuando llegué junto a uno de esos árboles¿sabes qué encontré?
—No, espera, déjame entender esto —William esbozó una sonrisa un tanto incrédula —Sé que tú tienes un gato¿pero estás tratando de decirme que tu gato es un abisinio de pelaje oscuro y ojos verdes? —al ver que Gina asentía, William adoptó una expresión de sorpresa —¡No es cierto!
—Pues lo es. Y creo que sabes lo que vi ese día.
William asintió, dejando escapar una ligera carcajada. El día en cuestión, el chico había salido a dar una vuelta a los jardines, luego de haber estado muy ocupado haciendo tareas, y había llegado a echarse un rato bajo un árbol con las ramas cuajadas de flores. Estaba bastante a gusto cuando sintió que algo se le encaramaba al pecho y al abrir los ojos, descubrió que era un gato de pelaje oscuro y ojos de un brillante color verde que tenía una pata herida. William se incorporó, tomó al gato en brazos y con un pañuelo que traía en el bolsillo empezó a limpiarle la herida con delicadeza. Debió ser en ese momento cuando Gina se había acercado sin que él lo notara y lo había estado observando.
—Era una imagen muy tierna —recordó Gina, sacando a William de su ensimismamiento —Y me sorprendía que Greeny no oponía resistencia. Normalmente se pone a arañar a cualquiera que quiere acercársele, menos a mí y a mi familia. Nunca he sabido porqué. Yo ya creía que eras muy distinto a los idiotas con los que te juntabas, pero al ver que le caías bien a Greeny, pues… Empecé a pensar que no eras mal tipo.
William sonrió. Las últimas palabras de Gina se parecían mucho a las de John Weasley al permitirle tratarla. No en balde eran gemelos.
—Fue ese día cuando tú me gustaste a mí —confesó William de pronto.
—¿En serio?
—Sí, lo recuerdo. Justo después de que el gato se dejó curar, maulló un par de veces y luego se fue. Después de un rato yo también me fui y vi cuando lo encontraste. Estabas…
—Sí, ya sé —era el turno de Gina reírse —Igual que tú: con Greeny encima.
El joven asintió, porque era cierto. Gina había encontrado a su gato y luego de revisarle la herida, había estado jugando con el animal en su regazo. Seguramente entonces había sido cuando William la había visto.
—De haber sabido que era tu gato, me hubiera atrevido a hablarte desde hace mucho —farfulló William —Me siento como un tonto.
—No tiene nada de malo —aseguró Gina —Quizá fue mejor así. A esta edad, puedo decirle a John que no se meta con mis amigos sin sentir tanto remordimiento. Es mi hermano y lo quiero mucho, pero me cuida demasiado.
¡Y vaya que a William le constaba! Aún recordaba el tono de voz que había empleado John Weasley al advertirle que no le hiciera nada malo a su hermana. Se preguntó qué se sentiría tener hermanos y soltó un suspiro.
—¿Qué pasa? —inquirió Gina —¿Dije algo malo?
—Pensaba en lo que sentiría tener hermanos —musitó William, sorprendiéndose a sí mismo. Era la primera vez que hablaba de aquel tema con alguien del mundo mágico —Mis padres dicen que conmigo tuvieron suficiente, pero yo no les creo. Tal vez sólo tuvieron miedo.
—¿Miedo de qué?
—De que les tocara otro mago, creo. Los orfanatos suelen dar ese tipo de sorpresas.
Gina lo miró atentamente, captando poco a poco la indirecta que William le echó.
—¿Eres…? —titubeó en emitir la pregunta, pero al final pudo hacerla —¿Eres adoptado?
William asintió lentamente.
—Mis padres no podían tener hijos, pero como querían uno, decidieron adoptar —explicó calmadamente —En aquel entonces vivían en Edimburgo y fue allá donde hicieron el trámite. Yo les agradé porque era rubio como ellos, y me hicieron un Bluepool casi de inmediato. Pero cuando se dieron cuenta de lo que era… Bueno, al principio se espantaron bastante. Creían que era un fenómeno o algo por el estilo. Luego, cuando me llegó la carta de Hogwarts y vieron que había más como yo, se tranquilizaron y me apoyaron. Pero siempre les ha quedado la duda de que si yo seré hijo de magos o no. Lo sé porque quisieron averiguar quiénes eran mis verdaderos padres cuando tenía doce años, pues me enfermé y necesitaba una transfusión de sangre y mi tipo es muy raro. Pero que yo sepa, nunca hallaron nada.
—¿Y tú tienes curiosidad en conocerlos? —quiso saber Gina.
William adoptó una expresión fría.
—En realidad, no me importa si llego a conocerlos o no. Aunque sí me gustaría saber si son magos o muggles y porqué me dejaron.
Guardaron silencio por un largo rato y Gina miró distraídamente el Big Ben. Al percatarse de la hora, se sobresaltó.
—¡No puede ser, las nueve! —exclamó, poniéndose de pie de un salto —Le dije a John que volvería temprano. ¿A qué hora oscureció¡No me di cuenta!
—Cálmate —pidió William, con un gesto tranquilizador —Si quieres, puedes desaparecerte cerca de aquí. Cuando venía para acá, vi un callejón bastante solitario.
—No puedo —le dijo Gina —Frida vino conmigo, pero se fue a la Torre de Londres para no molestarme. Tengo que ver si sigue ahí¿me acompañarías?
El rubio asintió y comenzaron a andar rumbo a la Torre de Londres. En la recién llegada noche era más evidente que aquel era un día festivo en días de vacaciones, pues había poco tránsito y la gente en las calles cada vez escaseaba más. Gina y William entraron a los jardines de Kensington luego de asegurarse que Frida no andaba en las cercanías de la Torre de Londres y siguieron buscándola. Al no dar con ella, Gina comenzó a preocuparse.
—No sé dónde más buscar —se quejó —¿Crees que se haya ido?
—Tal vez sí —razonó William —Quizá se dio cuenta de que no llegabas, pensó que estabas conmigo y decidió irse. A menos que…
—¿Que qué?
—Según sé, Patrick iba a estar por aquí —recordó William —Tiene un trabajo muggle de medio tiempo por estos rumbos. Quizá él y Frida se encontraron.
—Ojalá —deseó Gina —Será mejor que vaya a casa de Frida, sólo para asegurarme. No queda lejos y de allí podré llamar a la mía por la red Flu y avisar que voy en camino.
William asintió en silencio.
—Me agradó mucho haber venido —confesó Gina, sonriendo sutilmente —Muchas gracias por invitarme. Tal vez la próxima vez el lugar lo decida yo.
—Sí, para mí será un honor —respondió William, con una sonrisa muy abierta —Me alegra saber que habrá una próxima. ¿Puedo acompañarte a casa de tu prima? Ya es tarde y puede pasarte algo.
Gina hizo una mueca graciosa, molestándose en broma, y comentó.
—Tú y John se llevarían bien. Se preocupan demasiado.
Ambos sonrieron y comenzaron a caminar en dirección al hogar de Frida Weasley.
Frida Weasley se había sentido en las nubes toda la tarde. Patrick la había llevado a comer al mismo lugar muggle donde confesó que trabajaba medio tiempo (el restaurante de los almacenes Harrod's) y al terminar, se ofreció a acompañarla a su casa, cerca del Park Royal. Se fueron a paso lento, disfrutando del paseo y del hecho de que ya no tenían razón para estar uno contra el otro y al estar a pocas calles de la casa de ella, Patrick le preguntó su opinión acerca de la amistad entre su hermana Danielle y Rose.
—A nosotros nos sorprendió cuando nos enteramos —reconoció Frida —Y aún más cuando supimos que era amiga de Hally desde hacía tiempo. ¿Tú sabes algo al respecto?
Patrick lo pensó detenidamente.
—Creo que sí. Cuando tenía cinco años, Danny fue a una escuela muggle para aprender a leer, escribir y esas cosas, pues mis padres rara vez la querían en casa. En esa escuela tenían un programa de amigos por correo muggle con niños de Londres, pero no les dijeron que eran huérfanos hasta que mandaron la primera carta. Recuerdo que cuando el cartero muggle pasó por la casa la primera vez, papá se puso como loco y lo asustó, pero aún así el tipo le entregó la carta a mi hermana. Cuando se enteraron, mis padres le prohibieron que volviera a escribirle a quien fuera que le hubiera contestado, pero se ve que no conocen a Danny. Se las arregló para conseguirse un apartado postal para que las cartas no llegaran a la casa y mandaba a Corney por ellas a la oficina de correos de noche. Es muy lista.
—¿Y tú cómo sabes todo eso?
—Porque la espiaba. Quería saber lo que hacía para poder acusarla, pero luego me arrepentí y me quedé callado.
—A propósito¿porqué parece que tus padres no quieren a tu hermana? Le oí decir a Rose que nunca le celebran su cumpleaños.
Patrick se encogió de hombros.
—No tengo idea. Así ha sido siempre y con mis padres no conviene hacer preguntas.
Frida hizo un movimiento de cabeza. Nunca había creído que existieran magos que trataban mal a sus propios hijos de no haber conocido a los Malfoy. Agradecía enormemente que Patrick y su hermana no fueran así y estaba a punto de decírselo a él cuando llegaron a la puerta de su casa. Se percató de que ahí, sentado en la acera y con un grueso abrigo rojo puesto, estaba su hermano Ángel. Rezando para que no hiciera un escándalo, le pidió a Patrick con un gesto que se quedara unos pasos detrás de ella, siguió avanzando resueltamente hasta estar cerca de su gemelo y lo saludó.
—Hola, Ángel¿qué haces aquí afuera?
Ángel se encogió de hombros, sin levantar la vista.
—Dejar que papá celebre con mamá a más no poder —masculló, para luego mirar a su hermana bruscamente y ponerse de pie —¡Es que no sabes! Acaba de llegarle una lechuza a papá. Tío George logró el contrato¿te dicen algo las iniciales NYMSC?
—¿NYMSC? —repitió Frida, incrédula. Recordó vagamente que su padre y su tío George habían estado muy ocupados en el verano y entonces le vino a la mente un viaje especialmente largo de ambos al otro lado del océano —¡Ángel, no puedo creerlo¿Sabes lo que significa¡Los Sortilegios Weasley en la Gran Manzana!
Frida abrazó entusiastamente a su gemelo, quien le correspondió enseguida. NYMSC eran las iniciales del Centro de Compras Mágico de Nueva York (1), uno de los lugares más importantes donde los magos y brujas norteamericanos hacían sus compras. Era un lugar exclusivo en extremo y si aceptaban negocios extranjeros, tenían que ser altamente lucrativos. Los norteamericanos, sean magos o muggles, siempre se han distinguido por su afán de obtener grandes ganancias.
—¡Sí, es fabuloso! —concordó Ángel, sonriente —Lo único malo es que papá y mamá se pusieron a festejar y cuando se ponen en ese plan… —el pelirrojo alzó los ojos al cielo.
Frida soltó una carcajada, secundada por Ángel, mientras Patrick los observaba con cautela. Lo hizo darse cuenta de que sus padres, su hermana y él nunca habían sido una verdadera familia. En ese momento, Ángel se percató de su presencia.
—¿Tú qué haces aquí, Malfoy? —espetó.
Antes de que Patrick pudiera responder, Gina y William estaban llegando por un extremo de la calle al mismo tiempo que John Weasley salía de la casa de Ángel y Frida, seguido por tío Fred y tía Angelina.
—Frida¿dónde está Gina? —preguntó John al instante.
—¿Qué pasa, John? —quiso saber tía Angelina. Se veía preocupada.
—Aquí estoy —dijo Gina al escuchar su nombre, seguida por William —¿Qué pasa?
—Tenemos que ir a San Mungo —respondió John, agitado —Ahora.
—John¿qué sucede? —quiso saber tío Fred.
—¡No hay tiempo, tío! —exclamó John con desesperación —¡Tenemos que irnos!
Todos los presentes se quedaron de piedra. John no solía perder la compostura.
—John, dime qué está pasando —rogó Gina —Por favor. ¿Papá y mamá están bien?
John desvió la vista de su hermana, lo que a Gina no le gustó nada.
—¡John, por favor! —siguió rogando Gina.
—Te lo diré todo en San Mungo —prometió John, luego de pensarlo un momento —Ahora hay que irse. Nos necesitan.
Gina no necesitó escucharlo dos veces y entró a la casa de sus primos tras John. Frida y Ángel miraron a sus padres pidiendo explicaciones, pero tío Fred y tía Angelina estaban tan confundidos como sus hijos. Por su parte, William y Patrick no sabían qué hacer, hasta que el primero se dirigió a tío Fred.
—Disculpe, señor¿me permite pasar?
—¿Quién eres tú? —inquirió tío Fred.
—Es amigo de Gina —se apresuró a contestar Frida —William¿qué quieres hacer?
—Necesito desaparecerme —respondió William con sencillez.
Patrick, al notar la expresión de su amigo, supo lo que pretendía y se acercó a él.
—Yo también —dijo.
—¿A dónde vas, Pat? —quiso saber Frida.
—¿Pat? —se extrañó Ángel.
—Voy a acompañar a Will —respondió Patrick —Recuerda que me hospedo con él.
Frida asintió, como sabiendo lo que su amigo pretendía, y los condujo al interior de la casa, seguidos por la familia de ella. Al llegar a la sala, Patrick y William se miraron por un segundo antes de asentir y desaparecerse casi al mismo tiempo. Los Weasley que quedaron se miraron sin comprender.
—Nosotros también vamos a San Mungo —anunció tío Fred de improviso —Esto no me gusta para nada.
Tanto su esposa como sus hijos estuvieron de acuerdo y en cuanto tía Angelina tomó su abrigo, los cuatro se desaparecieron, orando para que nada malo hubiera pasado.
(1) Las iniciales vienen de su nombre en inglés: New York Magical Shop Center
