Cuarenta: Los últimos Black.
Los días que le siguieron al atentado que sufrieron George y Alicia Weasley fueron un tanto inquietantes para todos sus parientes y amigos. Los Potter se volvieron asiduos visitantes, aunque el señor Potter no podía quedarse mucho tiempo por ocuparse de las investigaciones del caso. Los abuelos Weasley, que tenían pensado volver a Brighton el día de los Inocentes, se quedaron para saber del estado de salud de su hijo y su nuera. Tío Bill, tío Charlie y sus familias, que estaban en sus residencias en el extranjero pasando el resto de las vacaciones, acudieron de inmediato a San Mungo al ser informados de lo sucedido por John. Y aunque John era el más afectado por el asunto al haber sido el único testigo y además, estaba exhausto, se hizo cargo de todo lo que se necesitaba. Le fue de gran ayuda que su novia Sun Mei Mao estuviera a su lado, y le agradecía profundamente a su prima Frida que hubiera ido hasta China a buscarla.
—¿Tu familia no se enfadó cuando los dejaste allá? —le había preguntado John a Sun Mei la mañana siguiente a la llegada de ella a Londres.
—En realidad, ni se dieron cuenta —había respondido la joven, sonriendo ligeramente —Cuando Frida llegó a buscarme, Ryo y yo habíamos ido a pasear al Jardín de las Nubes —John asintió, sabiendo que la chica se refería al Jardín de las Nubes Púrpuras de Otoño, un parque muggle chino muy famoso trazado durante la conocida dinastía Ming —Quería pintar algo. Como Frida no conoce Shangai, se apareció en el jardín Tian Zi, que queda cerca, preguntó por los Mao y ya iba a casa de mis abuelos cuando nos encontramos.
El jardín Tian Zi (1) que mencionaba Sun Mei era el equivalente chino al callejón Diagon de Inglaterra y al callejón Celta de Irlanda del Norte.
—Cuando me contó lo sucedido no perdí tiempo, le di mis cosas a Ryo, le escribí una rápida carta a mis padres explicándoles todo y fui con Frida hasta el jardín Tian Zi para aparecernos. A estas horas, mis padres ya deben saber dónde estoy.
Lo había dicho con tanta naturalidad que John ya no se sentía culpable por el hecho de que la joven hubiera sacrificado sus vacaciones en el Lejano Oriente por estar con él. Por su parte, Gina también agradecía que William Bluepool le hiciera compañía, aunque le dijo que no quería que desperdiciara sus vacaciones estando en San Mungo.
—Cuando volvamos a salir, estaremos a mano —le había contestado él, con la intención de hacerla reír, y lo consiguió.
Ángel veía con simpatía las escenas entre esas dos parejas. Al faltar un par de días para Año Nuevo, llegó a la conclusión de que le hacían gracia, dado que John llevaba poco más de un año saliendo con Sun Mei, mientras que Gina únicamente había tenido una cita con Bluepool y estaba encantada. Lo bueno de la relación de su prima era que el sentimiento era recíproco, pues Ángel fue testigo de cómo Bluepool estaba al pendiente de Gina todo el tiempo que estaba con ella. Hubiera querido que alguien se preocupara así por él en esos momentos de tensión. Y como salida de la nada, su hermana Frida se sentó junto a él en el salón de té de San Mungo, la tarde del treinta de diciembre. Esperaba que sus tíos Ginny y Neville salieran de la habitación de sus tíos George y Alicia, para entrar él.
—¿Porqué esa cara, Ángel? —quiso saber Frida, ofreciéndole una taza de té y un plato con galletas —Si estás cansado, mejor vete a casa. Luego ves a nuestros tíos.
—No, no es eso. Es que es raro ver tanto tiempo juntos a nuestros primos y sus novios.
—¡Ah, con que es eso! —Frida sonrió, tomando una galleta del plato y metiéndola a su taza de té. Era una costumbre que tenía desde pequeña: mojar las galletas ya fuera en leche, té, café o chocolate —Mira, si quieres, las chicas y yo podemos hacer una labor de convencimiento con Copperfield. No creo que sea muy difícil que quiera salir contigo.
Ángel, al tiempo que se llevaba su té a los labios, movió la cabeza con incredulidad.
—Si aceptó salir con Ripley cuando no lo hizo con Jason¿qué esperanza tengo yo?
—¿Jason la invitó a salir alguna vez?
—Sí, hace mucho, bastante antes de que se interesara en Mindy. Simplemente no es fácil de complacer —miró a Frida —Como cierta pelirroja que conozco.
—¡Por favor! —Frida le dio un sorbo a su té y siguió —Sí hay alguien que me complace.
—Malfoy —afirmó Ángel, decaído.
Frida se sorprendió tanto, que dejó caer la segunda galleta que comía en su té.
—¿Cómo lo sabes?
—No era muy obvio, si a eso te refieres. Digamos que lo supuse, por como se trataban últimamente. Ya no lo insultabas tanto, estuviera presente o no, y él a ti tampoco.
—A propósito¿lo has visto por aquí?
—No desde lo que pasó con tío George y tía Alicia. Le pregunté a Bluepool por él, pero dice que en su trabajo muggle aceptó el tiempo completo que le ofrecieron y estará en Harrod's hasta que terminen las vacaciones.
Frida asintió con pesar y centró su atención en sacar la galleta de su taza. Ángel la miró en silencio, bebiendo su té con cierta prisa, y para cuando se lo había terminado, tomó una de las galletas del plato y se puso de pie, llevándosela a la boca.
—Voy a dar una vuelta —avisó —Ya no soporto estar aquí sentado sin hacer nada.
—Sabía que no aguantarías mucho —reconoció Frida —¿Vas a irte a casa a descansar?
—Primero voy a estirar las piernas y luego ya veré.
Frida asintió y siguió disfrutando del té y las galletas, mientras Ángel salía del salón de té pensando en lo que se le acababa de ocurrir. Sin que su gemela Frida lo supiera, pasaría un momento a Harrod's.
Harrod's son unos conocidísimos almacenes en los que las personas rara vez no encuentran lo que buscan. La mercancía y los servicios que ofrecen son variados, y entre ellos estaba el servicio de restaurante en el que los compradores que iban por largo rato tomaran un respiro junto con algo generalmente delicioso. El estilo de la decoración del restaurante era elegante, pero sencillo, en tonos neutros, lo que lo hacía verse más amplio de lo que ya era. Los meseros daban vueltas por el lugar, atendiendo órdenes y llevando alimentos a las mesas, siempre con una sonrisa. A Patrick no le había costado mucho trabajo adaptarse, puesto que estaba muy contento de que no lo miraran con desprecio por ser un Malfoy. Sus compañeros de trabajo, aunque estaban intrigados por no saber mucho de él, estaban encantados con su carácter servicial y vivaz. Patrick estaba dejando una ronda de capuchinos con crema batida a un grupo de chicas parlanchinas, más o menos de su edad y que le sonreían de manera boba, cuando un compañero suyo, moreno y de cabello castaño rojizo, pasó a su lado y le indicó.
—En la siete acaba de llegar un cliente —sonrió pícaramente al ver la mesa llena de chicas, una de las cuales, pelirroja y de ojos azules, le guiñó un ojo al rubio con coquetería —Vaya que tienes suerte con las chicas, Patrick.
Patrick hizo una mueca y miró de reojo a la pelirroja que le sonreía. No era ni la mitad de hermosa que Frida, al menos para él. Fue a la mesa siete buscando su libreta de notas y al estar a un lado de la mesa, con la vista fija en la libreta, saludó.
—Buenas tardes, bienvenido al restaurante de los almacenes Harrod's¿desea ordenar?
—¡Vaya! Nunca pensé que de verdad pudieras hacer esto.
Patrick alzó la vista de su libreta de notas y se encontró con que su cliente era Ángel Weasley. Frunció el entrecejo, pero siguió como si nada.
—¿Podría decirme qué va a ordenar?
—De acuerdo, estás trabajando —Ángel captó la indirecta y revisó el menú que tenía abierto en la mesa, frente a él —Veamos… Me gustaría probar su tarta de limón con una taza de té.
—¿Alguno en especial? —inquirió Patrick, serio —Tenemos verde y negro, de manzanilla, hierbabuena, menta, azahar, canela, limón…
—De limón está bien —dijo Ángel, sonriendo con algo de malicia —Pero pronto.
Patrick le dirigió una mueca, acabó de anotar la orden y se encaminó a la cocina. Al volver al área de mesas cinco minutos después, para atender a otros clientes, vio con sorpresa que Ángel se había cambiado de mesa y ahora estaba en la del grupo de chicas de su edad en el que se encontraba aquella pelirroja ojiazul que le guiñaba el ojo. Patrick negó con la cabeza con resignación al oír al pelirrojo reír y bromear con el grupo de chicas. Frida le había escrito hacía pocos días diciéndole que Ángel confesó que le gustaba una chica de su curso de Hufflepuff, y aunque no le dijo quién era, Patrick lo sospechaba. En Hogwarts había muchos rumores. Diez minutos después, Patrick tuvo lista la orden de Ángel y la llevó a la mesa donde se encontraba ahora.
—Hola, guapo —dijo la pelirroja de ojos azules cuando Patrick se acercó —¿A qué hora sales, eh? Me gustaría que me llevaras a casa.
—¡Nathalie! —exclamó una morena de corto cabello negro —¡Sí que eres lanzada!
La pelirroja no hizo caso.
—Naty, Naty —dijo Ángel en tono bromista, tomando el tenedor que acompañaba a su rebanada de tarta —Patrick no está disponible, lo siento.
—¿Lo conoces? —inquirió otra de las chicas, una rubia pequeña de ojos verdes.
—Ah, sí —Ángel le hizo un rápido guiño a Patrick —Mi hermana gemela sale con él y si se entera de que le anduvieron coqueteando, les va a ir muy mal. Es algo celosa¿saben?
Las chicas se miraron entre sí, entre extrañadas, avergonzadas e incrédulas y Ángel aprovechó ese momento de distracción para tomar sus alimentos y regresar a su mesa. Patrick lo siguió y cuando estuvo sentado, Ángel le dijo.
—Con eso bastará. Ya no van a molestarte.
—¿Desde cuándo me ayudas?
—Desde que sales con mi hermana¿o qué, crees que no sé cuando Frida se enamora de alguien? Es mi hermana y además, mi gemela. La conozco de toda la vida.
—¿Y no te molesta?
—Que ande con un Slytherin, y de paso un Malfoy, sí —admitió Ángel, tomando su taza de té con cuidado —Pero por ahora no te veo como Slytherin ni como Malfoy. Te veo como el que hace feliz a mi hermana.
—¿Frida está bien, verdad? —preguntó de improviso Patrick.
—Deberías ir a verla —sugirió Ángel, fingiendo indiferencia —Está agotada. Todo esto de tío George y tía Alicia ha sido duro y aunque me duela decirlo, yo no puedo animarla.
Patrick logró sonreír y empezó a alejarse para seguir trabajando.
—Gracias por el consejo —dijo a lo lejos —Iré al salir del trabajo.
Ángel sonrió, satisfecho de sí mismo, y comió su tarta con gusto.
El gusto que le dio a Magnolia ver a Heather y al profesor Lupin juntos al fin fue increíble. Cuando sus dos amigos fueron a verla el treinta y uno de diciembre, tal como ella les había pedido, percibió la alegría que ambos sentían. Le recordaba un poco a Lily y a James Potter… Y a sí misma y a Sirius Black. Los hizo pasar, se sentaron en la sala y mientras tomaban una taza de té, Magnolia abordó el tema por el que los había hecho ir.
—Remus¿recuerdas cuándo mandaste a Sirius a buscar a Heather?
El profesor Lupin frunció el entrecejo, tratando de recordar.
—Fue poco más de un año antes de que murieran James y Lily —respondió —¿Tú sabías que le había pedido ese favor a Sirius?
—Él mismo me lo dijo antes de irse —confesó Magnolia —Prometió volver pronto, pero aún así estaba preocupada. Quería ir con él. Como podrás imaginarte, me lo prohibió terminantemente. No quería que me arriesgara, ya que iría por sitios peligrosos. Pero yo no me iba a quedar de brazos cruzados mientras mi novio iba por allí arriesgando la vida.
—Déjame adivinar —intervino Heather —Lo seguiste.
—Claro que lo seguí, era la única forma de estar cerca de él sin que lo notara —soltó Magnolia, como si fuera algo obvio —Y qué bueno que lo hice. Entre más preguntaba por Heather, más respuestas raras se encontraba. Le decían que no anduviera tras una O'Campbell, que mejor dejara a los O'Campbell por la paz y cosas por el estilo. Por fin, pocas semanas antes de Halloween, unos magos en Londonderry le dijeron, haciéndole jurar que no lo comentara con nadie más, que habían escuchado que todo el clan O'Campbell se había hecho mortífago. Eso a Sirius no le dio muy buena espina, pues por ese entonces ya estaba sospechando que había un traidor entre nosotros.
—Pero yo no me hice mortífaga —replicó Heather.
—Lo sé, y quise decírselo a Sirius, pero como se suponía que no lo estaba siguiendo, me quedé callada para ver cómo reaccionaba él. No tuve qué preocuparme. Sirius no creyó ni por un segundo que tú hicieras lo mismo que tu familia por la amistad que compartíamos Lily, tú y yo. Además, quería estar completamente seguro de que no le mintieron, así que siguió indagando. Se convirtió en perro y se acercó a la casa de tu clan.
—¿Acaso Sirius era animago? —se extrañó Heather.
Al escuchar esa pregunta, Magnolia le dirigió una elocuente mirada al profesor Lupin, quien negó imperceptiblemente con la cabeza. Con eso Magnolia supo que su amiga no sabía nada del secreto de los Merodeadores.
—Sí, lo era, a mí me sorprendió saberlo —se decidió a contestar —Pero debo admitir que era una habilidad útil. Gracias a ella se enteró de que tú no estabas en Irlanda, que habías desaparecido y que ni tu familia sabía de ti. Para él fue prueba suficiente de que no eras mortífaga y estaba dispuesto a regresar a Inglaterra, pero tuvo un imprevisto. Un mortífago muy raro, que por su acento se notaba que era extranjero, lo atacó una noche cerca de los montes Mourne. Pelearon un buen rato y al lanzarle la maldición asesina, no me quedó más remedio que salir de mi escondite y salvarlo.
—¡Pudiste morir! —exclamó Heather, atónita —Te lo he dicho siempre, no debes actuar tan impulsivamente.
—¿Y qué esperabas que hiciera¿Que viera cómo lo mataban sin hacer nada? —soltó Magnolia con impaciencia —No iba a quedarme de brazos cruzados, ya te lo dije. El mortífago se desapareció y cuando Sirius vio lo que había ocurrido, me regañó bastante. Lo único bueno de todo eso fue que se decidió a ya no arriesgarse tanto y a los pocos días de que volvimos a Inglaterra, me propuso matrimonio.
Eso era algo que el profesor Lupin no se esperaba.
—¿Te casaste con Sirius? —se atrevió a preguntar.
Magnolia sonrió sutilmente.
—Fue en Halloween —respondió, sin dejar de sonreír —Lo hicimos lo más secretamente posible. Quisimos invitarlos a ti y a Heather, pero tú estabas muy ocupado con la Orden en esos días y no sabía en ese entonces dónde estaba Heather ni porqué se había ido. A Sirius eso no le importó y lo único que dejó bien claro era que quería que James fuera el padrino. Él aceptó y estuvo encantado de asistir junto con Lily. Por suerte no encontramos a Peter. Me hubiera sentido muy mal recordando que había estado presente en mi boda un inmundo traidor.
—¿Porqué no lo supe después? —inquirió el profesor Lupin —¿Porqué no me lo dijeron?
—Sirius pensó que era lo mejor, dadas las circunstancias —Magnolia soltó un suspiro —Por eso decidió dejar de buscar a Heather y decirte que la olvidaras, Remus. Después de lo que había pasado, no quería arriesgar mi vida otra vez. Poco después, recibí una carta de Heather diciéndome lo que le había ocurrido y le dije a Sirius que había que informarte, pero con todo el trabajo que había en la Orden, no tuvo tiempo. Luego, el día que Voldemort asesinó a James y a Lily, Sirius dejó por un momento nuestra cena de aniversario y dijo que quería ver si seguían bien. James es mi mejor amigo, Magnolia¿comprendes? Me dijo al tiempo que me daba un beso de despedida. Además, comentó algo de buscarte y decirte lo de Heather. Lunático también se merece ser tan feliz como yo, bromeó con esa sonrisa suya. Pero esa noche todo salió mal: James y Lily murieron, Harry se quedó huérfano y Sirius supo lo que Peter había hecho. Supongo que estaba tan furioso que por eso lo buscó sin pensar en las consecuencias y cuando lo encontró… Bueno, no necesito decir lo que pasó. Lo arrestaron acusándolo de la muerte de su mejor amigo y la esposa de éste y lo mandaron directo a Azkaban sin juicio previo. Pero por una vez, yo no lo seguí. Por primera vez en mi vida, necesitaba esconderme.
—¿Porqué? —quiso saber el profesor Lupin.
—Jimmy —respondió simplemente Magnolia.
—¿Me llamaron? —dijo de pronto Jimmy, el hijo de Magnolia y padre de Procyon Blackson, con una sonrisa. Él y su familia siempre se quedaban durante las vacaciones navideñas en Edimburgo —Mamá, debemos retornar a Londres —dijo, poniendo cara seria —Casiopea acaba de recibir una llamada. Uno de sus pacientes se puso mal.
—Está bien, hijo, no hay cuidado —Magnolia se puso de pie, se estiró y cuando su hijo inclinó la cabeza un poco, le dio un beso en la frente —¿Procyon se va con ustedes?
—Sí. De todas formas, ya pronto tendrá que volver a Hogwarts. A propósito¿recuerdas lo que te comenté hace un mes? Ya es hora de que use mi verdadero nombre¿no te parece? Además, no es justo para Casiopea.
Magnolia asintió, mientras que el profesor Lupin fruncía el entrecejo.
—Me haré cargo de eso pronto —prometió Magnolia —Y así, Procyon tampoco tendrá problemas en el colegio.
Jimmy asintió y se retiró, mientras que Magnolia tomaba asiento nuevamente, soltando un suspiro. Se preparó para hablar nuevamente cuando un grito femenino la detuvo.
—¡Procyon Sirius Black¿Porqué no has acabado de guardar tu equipaje?
Era la voz de la esposa de Jimmy, Casiopea. Magnolia se mordió un labio. Había olvidado la costumbre de su nuera de llamar a su hijo y a su marido por sus verdaderos y completos nombres cuando se enfadaba con ellos.
—¡Ya oí, mamá, no te enojes! —respondió Procyon con fastidio —¡Ya casi termino!
—¿Escuché bien? —le dijo el profesor Lupin a Magnolia —¿Tu nieto se llama Sirius?
—Es de eso de lo que quería hablarte, Remus —admitió Magnolia —Heather ya lo sabe, le pedí que fuera la madrina de Jimmy. Mi hijo… mi hijo también se llama Sirius. James Sirius Black, para ser exacta.
El profesor Lupin pasó la vista de Magnolia a Heather, quien al ver a su amiga un tanto alterada, decidió intervenir.
—El día que murieron James y Lily, Magnolia iba a darle una sorpresa a Sirius. Iba a decirle, que como su mejor amigo, él también sería padre. Sí, Remus —agregó, viendo el rostro incrédulo del profesor Lupin —Jimmy es hijo de Sirius¿porqué crees que se parecen tanto?
Al pensarlo mejor, el profesor Lupin por fin pudo ver claramente que la persona que tanto se parecía a Procyon Blackson y a su padre era nada menos que su viejo amigo Canuto. No se explicaba porqué no se había dado cuenta antes, sobre todo con un encubrimiento de su identidad tan simple como el del apellido, Blackson (2). Pero se preguntó las razones que tuvo su amiga Magnolia para ocultarle al mundo su relación con Sirius Black, aunque las suponía.
—Sirius fue acusado de aquella traición tan horrible que cometió Peter, porque yo sabía que había sido Peter, Sirius me lo confió. Y como temía que fueran a encerrarme en Azkaban estando embarazada, me esfumé. Regresé aquí, me conseguí una casa y un empleo y cuando nació Jimmy en Londres, decidí presentarlo como un Blackson, para no levantar sospechas. Los del Ministerio no hacían muchas preguntas acerca de eso, sobre todo cuando Voldemort había desaparecido, así que no hubo problema. Cuando Jimmy creció y recibió la carta de Hogwarts con su verdadero apellido, le expliqué todo el asunto y cuando ambos supimos que Sirius se escapó de Azkaban, Jimmy quiso ir a buscarlo. Quería conocerlo. Le supliqué que no lo hiciera, que fuera buen niño y se quedara en el colegio. Y es que cuando Sirius se escapó, Jimmy recién había entrado a Hogwarts.
El profesor Lupin asintió, pues ahora recordaba a Jimmy de pequeño perfectamente.
—También le dije que fuera bueno en tu clase, porque fuiste un buen amigo de su padre. En cuanto a su identidad, le conté al profesor Dumbledore mis temores de que maltrataran a Jimmy por ser un Black, así que aceptó que en el colegio se le conociera como un Blackson. Pero en fin, las cosas se estaba dando de tal forma que yo podía perfectamente esperar que Sirius me buscara, pero enseguida lo pensé mejor. Seguramente no querría arriesgar mi vida. Así que cuando el profesor Dumbledore mandó llamar nuevamente a la Orden del Fénix, comprendí que era mi oportunidad. Me reuní con la Orden a escondidas y pude estar cerca de Sirius, pero no me atreví a hablarle. No tenía cara para verlo después de tantos años en los que aparentemente, no me había preocupado por él.
—Pero él te echaba de menos —aseguró el profesor Lupin —Llegó a decírmelo, Magnolia. Dijo que a pesar de tener a Harry, le hacías falta. Nunca creyó que lo habías abandonado; al contrario, pensaba que lo más probable es que no pudieras reunirte con él por alguna razón.
—¿Lo dices en serio? —musitó Magnolia.
—Claro. Y también me comentó que era mejor así, porque estarías a salvo. Sirius te amó siempre, Magnolia. Y estoy seguro que habría amado a su hijo y a su nieto de haberlos conocido. Se parecen mucho a él.
Magnolia asintió con ojos llorosos, y al notarlo, Heather se paró, fue al lado de su amiga y le dio un abrazo para reconfortarla. Magnolia dejó escapar unas cuantas lágrimas que se limpió apresuradamente con el dorso de una mano cuando se escucharon pasos provenientes de la escalera. Era Procyon, que sostenía una magnolia de un leve color lavanda en una mano.
—Nos vamos, abuela —anunció, acercándose a Magnolia —Papá dice que esto es para ti —le extendió la flor que llevaba en la mano —Como regalo de Año Nuevo. ¿Es cierto que es tu flor favorita? —quiso saber, con una sonrisa radiante que al profesor Lupin le recordó mucho a la de su buen amigo Sirius.
—Claro que es cierto —Magnolia le sonrió a su nieto —Sobre todo porque tengo su nombre. Mira, tengo visitas —señaló al profesor Lupin y a Heather —Salúdalos¿si?
El niño asintió y les tendió la mano a ambos adultos, sin dejar de sonreír, aunque al parecer el profesor lo cohibió un poco.
—Espero que me trate mejor por ser amigo de mi abuela —bromeó Procyon, mirando fijamente al profesor Lupin con sus brillantes ojos azules, tan parecido a los de su madre y su abuelo —No soy muy bueno en su materia.
—Descuida —le dijo el profesor Lupin, sonriendo levemente —Veré que puedo hacer.
Procyon alzó levemente las cejas, como gesto de incredulidad, y salió de la habitación. El profesor Lupin lo siguió con la mirada hasta que se perdió de vista.
—A Sirius le hubiera hecho mucha gracia conocerlo —comentó —Sobre todo por ser compañero de la nieta de James.
—¿Harry Potter tiene una hija? —se extrañó Heather.
—Procyon me ha contado de ella —dijo Magnolia de pronto —Incluso dice que es linda.
Los tres adultos se rieron brevemente ante el comentario. Al callar, Jimmy entró a la sala, con una capa de viaje negra encima de su traje muggle color gris oscuro.
—Muy bien, mamá, despídete de tu hijo —dijo alegremente —Nos vemos en verano, espero. Últimamente hay mucho trabajo en el cuartel y a Casiopea se le llena la agenda.
—No hay ningún problema —aseguró Magnolia —Que tengan buen vuelo.
Jimmy asintió, les hizo una inclinación de cabeza a los amigos de su madre a modo de despedida y salió, oyéndose en el pasillo mucho movimiento de maletas, un golpe seco que arrancó otro reclamo de la señora Casiopea (aunque éste fue en voz más baja) y el abrir y cerrar de la puerta principal. Cuando por fin hubo silencio, los tres adultos en la sala se miraron.
—¿Podrías hacerme un favor, Remus? —musitó Magnolia. Cuando el profesor Lupin asintió, ella prosiguió —Habla con la profesora McGonagall acerca del asunto. Yo le escribiré al respecto, pero preferiría que la pusieras sobre aviso. Voy a hacer las gestiones pertinentes para que mi familia vuelva a ser la familia Black.
—Y estás tú incluida, supongo —se atrevió a suponer Heather, con una sonrisa.
Magnolia sonrió ampliamente.
—Claro que también estoy incluida. Lo difícil va a estar en cómo decírselo a Harry. ¿Nunca llegó a preguntar nada acerca de su herencia, Remus?
—Nada en absoluto —el profesor Lupin negó con la cabeza —Cuando Sirius murió, a Harry no le interesaba para nada saber si le había dejado algo. De hecho, él nunca le ha dado mucha importancia a las cosas materiales.
—Entonces la casa de los Black sigue vacía —dedujo Magnolia.
El profesor Lupin asintió.
—Luego de la desaparición de Voldemort, nadie quiso ir allí otra vez. Mucho menos Harry. Le traía muchos recuerdos. ¿Porqué preguntas eso?
—Es simple —Magnolia se puso de pie, adoptando una actitud altiva —Creo que ya es hora de que tome posesión de lo que me pertenece.
(1) Las palabras Tian Zin, en chino, significan Hijo(s) del Paraíso
(2) En el idioma inglés, si se separa el apellido Blackson en dos partes (black son), significaría Hijo de Black
