Cuarenta y uno: Descubriendo al culpable. Sospechas.

Los días de vacaciones se terminaron y casi sin darse cuenta, fue tiempo de volver a Hogwarts. El sábado anterior al inicio de clases, la mayor parte de los alumnos regresaron en el expreso, donde muchos aprovechaban para contarse cómo les había ido. La Orden del Rayo entera logró encontrarse en el tren y luego de adueñarse de un compartimiento para ellos solos, comenzaron las preguntas. Después de saber lo que les había pasado a los tíos de Rose, Danielle frunció el entrecejo, pensativa.

—¿Qué te pasa? —le preguntó Walter de improviso.

—Papá no estaba en casa ese día —musitó la rubia de pronto.

Los demás la miraron sin comprender bien.

—Danielle —llamó Henry —¿Estás insinuando que fue tu padre el que atacó a los tíos de Rose? Eso es algo serio.

—No precisamente —Danielle se puso a la defensiva —Sólo me quedé pensando que el mismo día que atacaron a los tíos de Rose, papá no estaba en casa. No es que sea raro que esté ausente, pero se suponía que tenía una comida o cena... (o algo así) con unos funcionarios muy importantes del Ministerio y mamá comentó que llegó tarde, es todo. Aunque para ser sincera, si llegaran a sospechar de él no me extrañaría.

—Debe ser difícil tener semejante familia¿verdad? —comentó Hally, cautelosamente.

Danielle asintió.

—Al menos ella sabe a qué atenerse —intervino Sunny, que desde que había subido al tren se veía de mal humor —La señora Drake resultó ser peor de lo que yo creía. No me dejaba salir para nada y cuando vio los regalos que me habían enviado, me los confiscó. Por suerte no fue muy buena escondiéndolos y los pude recuperar.

—¿Crees que decidan que te quedes con tu abuela? —inquirió Amy.

—No sé, pero si por mí fuera, nunca volvería con ella —la castaña frunció el entrecejo pensativamente —Nunca creí que llegaría a decir esto, pero extraño vivir con Snape.

Los otros la vieron como si se hubiera vuelto loca.

—Es que al menos con Snape podía hacer lo que quería —se justificó Sunny —Como salir. Si hubieran pasado las mismas vacaciones que yo, estarían de acuerdo conmigo.

—Yo hubiera querido ver a mi abuela —dijo Walter —Pero eso no quiere decir que no la haya pasado bien. Gwen nos hizo una visita sorpresa y me regaló un balón de fútbol.

—¿De qué? —inquirió Rose.

—Fútbol, un deporte muggle —explicó Hally —Es como el quidditch en el mundo de los magos, a casi todos les gusta. ¿Juegas fútbol, Walter?

—Solía hacerlo, en la primaria muggle —respondió Walter.

—Yo también lo jugaba —dijo Henry —Pero a mi mamá no le llamaba mucho la atención. Los únicos partidos que veía eran los que yo jugaba en mi primaria muggle. Walter¿en qué posición jugabas? Yo era delantero.

—Yo también —Walter sonrió —Algún día deberíamos jugar juntos¿no crees?

Henry asintió. Luego de aquel breve intermedio sobre deportes (al cual le siguió otro un poco más largo sobre quidditch, en el que sólo participaron Hally, Rose, Danielle y Ryo), tuvieron una visita sorpresa. La puerta de su compartimiento se abrió para dejar pasar una cabeza de negros cabellos y una voz que decía.

—Disculpen¿hay lugar aquí?

—Queda un asiento libre, Procyon —dijo Henry, reconociendo a su compañero de casa, Procyon Blackson —¿Qué te sucede?

—Por pura mala suerte, he tenido que compartir el viaje con unos Slytherin's bastante desagradables —explicó el niño, ocupando el asiento que quedaba libre, que era uno de los que estaban junto a la ventana y que quedaba a la derecha de Hally —Seguro los conocen, son esos tarados de Calloway y Sullivan, junto con el flacucho de Mackenzie y sus escoltas Brandon y Scott. No sé quién pueda aguantarlos.

—¿Sus padres, acaso? —sugirió Rose en son de broma, lo que hizo que Procyon riera.

—Tal vez ni ellos los aguantan —comentó, sonriendo ampliamente —Pero fue buena... ¿Rosaline Weasley, verdad?

—Exacto —la casi pelirroja asintió —Pero prefiero que me llamen Rose.

—Creí que sólo tu familia y tus amigos podían decirte así —comentó Procyon, con timidez —Al menos eso dijo Bradley en el partido contra Slytherin.

—Sí, es cierto, pero me caes bien —Rose se encogió de hombros —Además, hoy en día sólo una persona me llama Rosaline.

—¿Quién?

—Mi padre.

Procyon se quedó callado un segundo, pero luego movió levemente la cabeza.

—De acuerdo —accedió —Te diré Rose. Mientras no me llames Procie o algo así…

Aquella frase hizo que los demás soltaran una carcajada.

El viaje continuó por largo rato y los miembros de la Orden descubrieron que simpatizaban mucho con Procyon Blackson. Era bastante inteligente y simpático y los cautivó con conmovedoras historias sobre el trabajo de su madre (quien era muggle, y se dedicaba a la oncología pediátrica) y al decir que su padre, aparte de mago, era auror, Hally se entusiasmó.

—¡Papá también es auror! —exclamó —Y el padre de Rose.

—Tal vez se conozcan —comentó Procyon —Papá se llama...

No llegó a decir cómo se llamaba su padre porque en eso, la puerta del compartimiento se abrió nuevamente, dejando ver unos cuantos rostros desagradables: los de Hellen Brandon, Cloe Scott, Tyrone Calloway y Arnold Sullivan. Además, ahora iban acompañados por el castaño de Oliver Mackenzie, quien por primera vez desde que había entrado al colegio, se veía sonriente. Lástima que su sonrisa fuera tan burlona como maliciosa.

—Se los dije, vino aquí —comentó Mackenzie de pronto, indicando con un movimiento de cabeza a Procyon —Todos los perdedores se juntan con sus iguales.

Los Slytherin's que lo acompañaban soltaron una carcajada despectiva, mientras Procyon los veía con el entrecejo fruncido. Los miembros de la Orden tuvieron ganas de darles una buena lección, pero inesperadamente una voz proveniente del pasillo anunció a voz en cuello.

—¡Cuidado, ahí viene Bluepool!

Los Slytherin's les dirigieron una última mirada despectiva a Procyon y sus compañeros de compartimiento antes de alejarse. Cinco segundos después, un niño de cabello rojo anaranjado y enormes ojos verde claro apareció en la puerta abierta del compartimiento, con una mano en el estómago y la otra en la boca, conteniendo una carcajada. Dirigía la vista a la misma dirección por la que habían desaparecido Brandon y compañía.

—¡Esos tarados! —dijo entrecortadamente a causa de la risa —¡Se la creyeron!

—¿De qué te ríes, Elliott? —le preguntó Danielle con interés, estando junto a la puerta.

El niño la miró por un segundo, antes de volver a reírse y señalar al frente.

—Los tarados de Mackenzie y sus amigos creyeron que de verdad venía Bluepool —explicó, sonriente —Yo grité eso para ver cómo reaccionaban. Sí que son tontos...

Y sin poder evitarlo, el niño siguió riéndose un buen rato, ante la mirada extrañada de Danielle y los demás. La rubia se decidió a cerrar la puerta del compartimiento, pero cuando iba a hacerlo, el niño castaño dejó de reír de golpe y se metió al compartimiento.

—Ojalá no les importe que me quede aquí un rato —comentó, yendo hacia la ventana —Si Mackenzie y su escolta se enteran de que Bluepool no viene en el expreso, van a querer desquitarse. Sólo me quedaré un momento, lo juro. ¡Por las barbas de Merlín! —exclamó, al percatarse de la presencia de Hally —¡Tú eres la hija de Harry Potter!

Hally asintió con vacilación, pues a esas alturas del curso ya eran menos los alumnos que se sorprendían al reconocerla.

—¡Mucho gusto! —saludó el niño con entusiasmo, tendiéndole una mano y dedicándole una sonrisa alegre —No puedo creer que de verdad seas tú. Claro que ya te había visto, pero no tan de cerca. ¡Es genial!

Aquel niño se portaba sumamente efusivo, lo que Hally constató cuando al darle la mano, él se la agitó vigorosamente. Walter, con el semblante serio, intervino.

—¿Se puede saber porqué te alegra tanto conocer a Hally, Elliott?

—Por favor, Walty, me llamo Thomas —soltó el niño —Ya te lo he dicho. La verdad no entiendo porqué hay que llamar a la gente por su apellido si sabes su nombre. Es ridículo.

—Y es más ridículo que le cambies el nombre a la gente —rebatió Walter, al ver que el apodo que Thomas le puso hacía que sus amigas se taparan la boca con una mano, evitando reírse —Mi nombre es Walter, no Walty. Así que no me llames así otra vez.

—Perdona, no creí que te molestara —Thomas se encogió de hombros —Lo de cambiar nombres lo hago sin querer. Papá y mamá opinan que debería quitarme esa costumbre, ya que salí mago, y vaya que tuvieron razón. Algunos magos son muy quisquillosos.

—¿Tus padres no son magos? —inquirió Rose con curiosidad.

—No, son muggles, y a mucha honra —Thomas sonrió ampliamente, mirando a Rose, para luego preguntar —¿Rosaline Weasley, cierto¿De Gryffindor?

Rose asintió.

—Mis padres son actores —contó el niño —Tal vez los hayan visto en televisión… o tal vez no, si no vienen de familia muggle. Son Sean Elliot y Charlotte Jackson.

Al escuchar esos nombres, Hally, Sunny, Procyon y Walter soltaron una exclamación.

—¡No hablarás en serio! —soltó Sunny de pronto.

—¿Los protagonistas de Vida a cuadros? —repuso Walter, incrédulo.

—Exacto —respondió Thomas, sonriendo ampliamente.

Vida a cuadros era el nombre de un programa escocés de televisión bastante popular en toda Gran Bretaña, donde las risas por las situaciones chuscas estaban a la orden del día. Sus protagonistas, los famosos actores Sean Elliott y Charlotte Jackson, interpretaban a un matrimonio escocés que trataba de mantener las tradiciones de su país en sus revoltosos hijos, pero aunque los hijos acababan entendiendo las lecciones, los padres se metían en peculiares líos todo el tiempo. No había persona que no riera al ver cuando menos un episodio.

—¿Me conseguirías unos autógrafos? —quiso saber Procyon, emocionado —A mamá le encanta ese programa. Y a mi abuela también, y eso que es bruja.

—A mí también —dijo Sunny —Solíamos verlo en el orfanato¿te acuerdas, Hally?

Hally asintió con vehemencia.

—Gwen no se lo pierde —se atrevió a comentar Walter —Y eso que desde que trabaja en el Senedd casi no tiene tiempo.

Empezaron a sentir que el tren caminaba más despacio y Thomas, que no había tomado asiento, se asomó por la ventana. Frunció el entrecejo al no poder distinguir bien lo que pasaba en el exterior, por lo que se encogió de hombros.

—Tal vez hay problemas con la máquina —aventuró, para luego ver su reloj —Todavía no es hora de llegar.

Los niños no le dieron mayor importancia al asunto y siguieron conversando hasta que Thomas dijo algo de verificar si su equipaje seguía entero y se retiró. Los demás se quedaron callados un momento luego de que se fue.

—¿En qué casa estará? —se preguntó Rose en voz alta.

—En la nuestra —respondió Danielle en el acto, al escuchar la pregunta.

—¿Y cómo es que no resultó como el quinteto de tarados? —se sorprendió Ryo, refiriéndose claramente a Brandon, Scott, Calloway, Sullivan y Mackenzie.

—No sabemos, pero no es como yo creía —dijo Walter —No suele hablar mucho, y lo sé porque comparto el dormitorio con él. Quizá porque no es de familia de magos.

—Tú tampoco lo eres —le recordó Sunny.

—Disculpa, yo nunca dije que no fuera de familia de magos —Walter se puso serio —Mamá era bruja, sólo que… Murió cuando yo nací. Nunca la conocí.

Los demás permanecieron en un incómodo silencio ante esa revelación para luego abrirse la puerta de su compartimiento de nueva cuenta y asomarse otro niño, pero éste con el cabello castaño rojizo y los ojos negros. Se veía preocupado.

—Hola, Amy —saludó —Disculpa¿no has visto a un prefecto por aquí?

—No, para nada —respondió Amy —¿Qué pasa, Bryan?

—Un Slytherin pasó por mi compartimiento y me quitó la varita —explicó el niño, algo triste —Ya lo busqué, pero no lo hallo¿no pasó por aquí? Fue ese tarado de Mackenzie.

—Con razón llegó a su compartimiento muy sonriente antes de que yo me cambiara a éste —se acordó Procyon —Traía una varita en la mano.

—Ahora sí que se pasaron de la raya —Henry se puso de pie, sacando su varita de uno de los bolsillos de su abrigo —Con su permiso, voy a buscarlos.

—¡Ah, no, no vas solo! —advirtió Rose, poniéndose de pie también. El resto de la Orden y Procyon la imitaron —Vamos contigo. Además, no quiero perderme la función.

Todos los niños salieron del compartimiento, encontrándose en el camino con una niña de aspecto alerta, cortísimo cabello rubio cenizo, diminutos aretes azules en las orejas en forma de rosas y ojos color azul oscuro. Se fijó en el niño al que le habían quitado su varita y le hizo un gesto de mano.

—¡Bryan, aquí! —gritó —¿Quiénes son todos ellos? —quiso saber, mirando a Procyon y a los ocho amigos.

—Amy y sus amigos, Paula —respondió Bryan con tranquilidad —Chicos, ella es Paula Hagen; está en Ravenclaw —añadió, mirando a Ryo.

Ryo observó detenidamente a Paula Hagen y creyó reconocerla, pues a veces hablaba con Karen Tate y sus amigas. En eso, el compartimiento que estaba a la derecha de Paula se abrió y dio paso a un Thomas Elliott entre risueño y colérico, que sostenía con fuerza una varita de madera rojiza en la mano.

—¡Eso te enseñará a no meterte con mi familia! —espetó con tono furioso, pero con una sonrisa burlona en la cara —Y aparte, a no quitarle a otros sus cosas.

Cuando Thomas notó la enorme concurrencia del pasillo, notó a Bryan y frunció el entrecejo, como si intentara recordar algo.

—¿Bryan Radcliffe, no? —dijo, viendo fijamente a Bryan —¿De Hufflepuff?

Bryan asintió, algo confundido, y Thomas le extendió la varita que traía en la mano.

—Mackenzie es un tarado —aseguró Thomas —Le hice pagar el comentario que soltó hace media hora sobre que mis padres eran idiotas sólo por ser muggles. Les compré unos dulces de broma a los Cuatro Insólitos y ahora está vomitando como loco. Fue una suerte, porque iba a romper la varita.

—¿Y tú como supiste que era mi varita? —inquirió Bryan con curiosidad.

—¡Ah, eso! Antes de insultar a mis padres, andaba alardeando de cómo te la había quitado. Para no tener mucho cerebro, se aprendió tu nombre.

—Pues tú pareces saberte los nombres de todo el mundo —observó Paula Hagen.

Thomas la miró, se le quedó viendo por un momento para luego comentar.

—Paula Hagen, si no me equivoco. De Ravenclaw.

—De eso estoy hablando —dijo Paula —¿Cómo es que te sabes los nombres y casas de todos los que te encuentras?

—Me vienen a la boca en cuanto les veo la cara —respondió Thomas —No me preguntes cómo, porque no lo sé. Papá dice que es de familia.

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó una voz de pronto, haciendo que los niños giraran la cabeza en distintas direcciones para ver quién era. Se encontraron con la cara pecosa, el cabello rojo y la expresión seria de John Weasley —No estarán en problemas¿verdad?

—¿Cómo crees, John? —Rose hizo un gesto de inocencia —Sólo dábamos una vuelta.

—Bueno… —repuso John, para luego fijarse en Thomas —¿Te sirvieron? —le preguntó.

Thomas asintió, sonriendo a más no poder.

—Bien, pues con permiso —John pasó a través del grupo y continuó su camino —¿Podrían ir a su compartimiento? Aquí no dejan pasar.

Los niños asintieron y lo vieron alejarse.

—Es raro —comentó Thomas de pronto —Prefecto y bromista¡qué combinación!

—¡Oye! —Rose se puso en guardia —Cuidado con lo que dices, es mi primo.

—Lo sé, lo sé.

—Gracias —le dijo Bryan Radcliffe a Thomas —Por quitarle mi varita a Mackenzie.

—¡Oh, no es nada! —Thomas parecía no darle importancia —Ya me debía una.

—¡Gott! (1) —exclamó Paula, hablando obviamente en alguna lengua extranjera —Ya casi va a ser hora de llegar a Hogsmeade. Voy a ponerme un abrigo más grueso.

Acto seguido, se perdió por el pasillo. Bryan Radcliffe musitó una frase de despedida y también se fue, seguido por Thomas Elliott y Procyon Blackson. Al final, los únicos que quedaron en el pasillo fueron los ocho amigos, quienes luego de ver discretamente por la puerta del compartimiento donde estaba Mackenzie (que por cierto, aún seguía vomitando un poco de sustancia anaranjada), regresaron a su compartimiento riéndose a carcajadas, a esperar que el tren llegara a su destino.


El domingo antes de que iniciara el nuevo trimestre, la Orden del Rayo tuvo reunión en la solitaria biblioteca. Lo habían decidido el día anterior antes de bajar del tren, para comparar sus tareas, y cuando acabaron de hacerlo, se pusieron a conversar acerca de sus regalos de Navidad. Danielle les comentó acerca del chivatoscopio que su hermano le había regalado, Sunny dijo que algún día los deleitaría con el regalo que Snape sorpresivamente le había enviado (un recetario mágico), Rose presumió que sus tíos Fred y George le habían obsequiado muestras gratis de un nuevo dulce que sacarían al mercado el mes entrante (su efecto era que sacaras burbujas por la boca, como si te hubieras tragado mucho jabón) y Hally les reveló, haciéndoles jurar que no lo contarían a nadie más, lo que su padre le había regalado: una capa invisible y un mapa mágico de Hogwarts que mostraba todos sus lugares, escondrijos y la localización de sus habitantes.

—Papá dice que su padre y sus mejores amigos lo hicieron —explicó Hally —Se los confiscó Filch, pero tus tíos se lo robaron —señaló a Rose.

—¿Cuáles?

—¿Tú cuáles crees? Pues tus tíos Fred y George —contestó Hally, sonriendo levemente —Cuando creyeron que ya no lo necesitaban, se lo pasaron a papá, quien lo tiene desde entonces. Ahora me lo dio a mí. Le pedí que me enseñara a usarlo en cuanto mamá no estuvo en casa por un asunto del Ministerio y es increíble. Cada persona que quiera saber dónde está, aparece como un puntito con su nombre en un letrero diminuto. Es fantástico.

—¿Y cuándo puedes mostrárnoslo? —quiso saber Ryo, ansioso.

—Una de nuestras reuniones hay que ponernos de acuerdo —propuso Hally —Sirve que damos una vuelta por el castillo y lo conocemos de cabo a rabo.

—¿De veras te atreverías? —se asombró Amy.

—Si llevara el mapa, no habría problema —aseguró Hally —Siempre podría ver si voy a encontrarme con Filch o su gata. Ya se los dije, es genial. Hay que probarlo a lo grande.

—Yo tengo mis dudas —repuso Henry de repente —Es verdad que con ese mapa tuyo, podríamos salir a la hora que quisiéramos y evitar encontrarnos con alguien que pudiera castigarnos, pero no nos libraría de algún peligro inesperado que nos topemos.

—¿Qué crees que puede haber de peligroso en este castillo? —protestó Rose —Digo, es cierto que Peeves es una pesadilla, pero…

—No vamos a hacer nada malo —intervino Sunny, con una sonrisa pícara —Sólo vamos a dar una vuelta. ¡Vamos, Henry! No seas aguafiestas.

Henry frunció el entrecejo y al cabo de unos segundos se puso de pie, diciendo que iba a buscar un buen libro. Ninguna de sus amigos le dio importancia y lo dejaron ir, sin saber exactamente porqué se había molestado.


—¿Porqué el Ministro fue tan idiota? —le preguntó Thomas Elliott a Procyon Blackson, paseando por los pasillos semivacíos del castillo. Era la hora de comer y la mayoría de los alumnos que habían vuelto estaban en el Gran Comedor —He leído todo lo que he encontrado sobre Sirius Black y en ningún momento se declara que haya tenido esa marca que todos los mortífagos tenían en el brazo¿no pudieron con eso saber que era inocente?

Los dos niños habían empezado a tratarse porque Thomas, en cuanto bajó del tren, mandó una lechuza a sus padres para pedirles unos autógrafos. Los recibió esa mañana y al darle algunos a Procyon, éste le aseguró que acababa de ganarse un nuevo amigo. Pero en esa ocasión, ante la mención de Sirius Black, Procyon adoptó un aire ausente.

—El Ministro de entonces era de mente muy cerrada —musitó Procyon —La abuela dice que si le hubiera hecho caso a Dumbledore cuando le dijo que Voldemort había vuelto, tal vez Sirius Black no hubiera muerto y hubieran podido hacerle un nuevo juicio.

—¿Qué hacen tan solos? —inquirió repentinamente Paula Hagen, acompañada por Bryan Radcliffe, cargando una decena de libros de los más delgados.

—Hablábamos de Sirius Black —comentó Thomas, sin notar el aire abatido de Procyon.

Paula frunció el entrecejo.

—¿El que decían que era mortífago? —se extrañó.

Procyon se giró de golpe hacia la niña y la miró furioso.

—¡Él no era mortífago! —espetó, en voz tan alta que los pocos alumnos que pasaban en aquel momento por allí se volvieron hacia él —¡Nunca lo hubiera sido!

—Eso lo sé —repuso Paula, sin alterarse —Yo sólo digo lo que escuché. Soy extranjera, por si no te has dado cuenta, así que no estoy muy al tanto de la historia mágica de este país. Espero que me disculpes.

Procyon recuperó la compostura poco a poco y antes de decir algo equivocado se alejó del lugar, dejando plantado a Thomas y muy confundidos a Paula y a Bryan. Subió escaleras, atravesó tapices y cruzó pasillos desesperadamente, sin prestar la menor atención a su entorno, hasta que sin darse cuenta llegó ante el retrato de la Dama Gorda.

—¿Contraseña? —preguntó la pintura.

Procyon frunció el entrecejo, tratando de recordar. Por lo ofuscado que estaba, no podía acordarse, hasta que una voz desganada a su espalda dijo.

Humo negro.

Procyon se dio la vuelta y vio que era Henry Graham, quien no se veía muy contento.

—¿Vas a entrar? —quiso saber Henry.

Procyon asintió y entró a la sala común, pero no se quedó allí. De inmediato subió a su dormitorio, entró y se echó en su cama, corriendo las cortinas de la misma para no ser visto ni molestado. A los diez minutos escuchó pasos al otro lado de la puerta y cuando ésta se abrió, pudo oír voces.

—¡Ya les dije que estoy bien, Rose¿Podrían dejarme en paz?

—Eres parte de la Orden, y nuestro amigo —dijo una voz que Procyon reconoció como la de Hally Potter —Si hicimos algo que te molestó, dínoslo. No vamos a reírnos.

Se oyeron pasos en el interior del dormitorio y Procyon supo que Henry Graham estaba adentro, como también supo que no había cerrado la puerta, porque enseguida se percibió el sonido de más pasos.

—¡Por favor, Henry! —soltó una voz que Procyon distinguió como la de Rose Weasley —Te conocemos lo suficiente como para saber que algo te pasa. Sabes que no nos iremos hasta que nos digas, así que confiesa¿no te gustó lo del mapa de Hally, verdad?

—No precisamente, lo que sucede es que lo que quieren hacer es peligroso —el leve crujido de madera le indicó a Procyon que Graham se había sentado en una cama; eso o se había echado en una —Y por ahora no hay que correr riesgos. ¿Qué tal que vuelven a haber intrusiones? No han atrapado al que atentó contra tus tíos, Rose.

—¿Crees que no lo sé? —la voz de la niña Weasley sonaba un tanto alterada —Vi cómo quedaron mis tíos. Los sanadores dicen que pronto estarán bien, pero lo que no entiendo es porqué reaccionaron mal cuando vieron al hermano de Danielle en San Mungo.

—Tal vez Danielle tenga razón —intervino la voz de la niña Potter —¡Claro, cómo no se me ocurrió antes! —exclamó, para luego quedarse callada.

—No te guardes las cosas, Hally —pidió la voz de Graham —¿Qué supones?

—Piensen por un minuto —pidió Potter —¿No se les hace muy raro que los tíos de Rose solamente se hayan alterado al ver a Patrick Malfoy¿No es mucha coincidencia que el señor Malfoy no estuviera en casa cuando atentaron contra George y Alicia Weasley y que llegara tarde a lamerle las botas a los funcionarios del Ministerio?

—Bueno, sí, es raro —admitió Weasley —¿Pero a qué quieres llegar, Hally?

Se hizo el silencio mientras Procyon ataba cabos sobre lo que recién había escuchado. Para él, el asunto estaba suficientemente claro y se daba perfecta cuenta de lo que significaba. Se enderezó velozmente, descorrió las cortinas de su cama y con eso, les dio un buen susto a los tres amigos. Procyon pudo ver sus posiciones en la habitación ahora: Graham estaba sentado en la cama que era de Martin Fullerton, Weasley estaba de pie, frente a su amigo, y Potter se encontraba dándole la espalda a su cama.

—Crees que fue Malfoy —le dijo a Hally.

—¿No te enseñaron que espiar es malo? —replicó Rose de pronto.

—No tengo la culpa de que se pusieran a hablar de eso estando yo aquí —se defendió Procyon al instante, para luego volverse hacia Hally nuevamente —Crees que George y Alicia Weasley se alteraron al ver a Patrick Malfoy porque fue su padre quien los atacó.

—¿Porqué dices eso? —quiso saber Henry.

—Porque los Malfoy se parecen mucho entre sí¿nunca han visto un retrato del abuelo de su amiga? —Procyon se puso de pie —Es idéntico a su padre. Y cualquiera que haya visto al hermano de su amiga junto a su padre sabe de lo que hablo. Son muy parecidos.

—Exactamente eso estaba pensando —confirmó Hally de pronto.

Tanto Rose como Henry se quedaron atónitos.

—¿Pero de qué sirve que tú lo creas si no ayudará en nada? —profirió Rose.

—Papá también lo cree —musitó Hally —Por eso le preguntó a Patrick si su padre estaba en Londres. Escuché cuando se lo comentaba a tu padre en San Mungo.

—Cuando Danielle se entere, se pondrá muy triste —comentó Henry.

—Olvida eso —pidió Hally con impaciencia —Si resulta que de verdad el señor Malfoy atacó a los tíos de Rose¿qué será de Danielle? Imagínate: atrapan al señor Malfoy, lo meten a Azkaban y si resulta que la señora Malfoy también tiene algo que ver (y créeme que lo van a sospechar), también va a ir a dar a Azkaban. ¿Comprendes ahora?

Henry, al ver el panorama que Hally le presentaba, asintió con pesadumbre.

—Ojalá el señor Malfoy no lo haya hecho —dijo Rose de pronto —Por Danielle.

—Opino lo mismo —dijo Henry —Aunque por como están las cosas, es más probable que el que intentó matar a Sunny salga de Azkaban a que el señor Malfoy sea inocente.

Hally asintió ante esas palabras, al tiempo que Procyon los observaba. No podía creer que sus tres compañeros fueran tan allegados, siendo tan distintos. Luego pensó en los demás amigos de los tres Gryffindor's: el entusiasta Ravenclaw Mao, la serena Hufflepuff Macmillan, el inteligente Slytherin Poe y sus compañeras de casa, la neutral Malfoy y la resuelta Wilson. Se dio cuenta de que esa amistad era por completo inaudita y todo porque los ocho eran de distintas casas. Pero al recordar los momentos que compartió con ellos en el expreso, notó que ellos nunca se trataban como miembros de determinada casa, sino como iguales. Quizá ahí radicaba su unión.

(1) La palabra Gott es del alemán y significa Dios.