Cuarenta y seis: Temporales.
Ángel y Rebecca no se soltaron de la mano hasta entrar tras Frida, Gina y Sun Mei al interior de Las Tres Escobas. El local estaba considerablemente lleno, la mayoría por estudiantes de Hogwarts, pero las tres chicas que se dirigían con determinación al fondo del lugar no parecían ni remotamente interesadas en el hecho de que por lo que acababa de pasar, llamaban mucho la atención. Ángel se acercó a su gemela con cautela.
—Frida¿podrías decirme de una buena vez qué pasó? —inquirió.
Frida siguió sin contestarle, pero Ángel tuvo una leve idea de la situación cuando Mindy Whitehead y Jason Bradley se acercaron con sonrisas de triunfo en las caras.
—¡Bien hecho, chicas! —felicitó Mindy —Ese Ripley ya se merecía un escarmiento.
—Son mis ídolos —aseguró Jason —John y ese par de Slytherin's se sacaron la lotería con ustedes. Aunque yo no me quejo para nada —agregó, mirando con cariño a Mindy.
Acto seguido, él y Mindy salieron del local, sin dejar de sonreír.
—¡Chicas, aquí! —llamó John, desde una mesa del fondo, cercana a una ventana. Estaba sentado con Patrick y William —Espero que no hayan hecho algo malo. Bluepool y yo tendríamos que castigarlas.
—Descuida —dijo Sun Mei, cuando ella, las Weasley, Ángel y Rebecca arribaron a la mesa y tomaron asiento —No hicimos nada malo. Además¿cómo crees que me vería yo, una prefecta de Ravenclaw, agrediendo a un alumno¡Sería ridículo!
—Es bueno que tengas bien claro tu deber —comentó William, revolviendo con una cuchara una taza humeante de café —Por cierto¿cómo les fue a ustedes?
Miraba a Ángel y a Rebecca, que tenían expresiones de infinita curiosidad.
—Pues… —titubeó Rebecca, recordando dónde estaban ella y Ángel antes de escuchar el grito de Frida.
—Digamos que nos fue bien —intervino Ángel —¿Qué pasó aquí?
—Ya, chicas, hay que contarle —pidió Frida, con aire divertido ante la actitud de su hermano —Sino, se desesperará e intentará hechizarnos.
Gina y Sun Mei rieron, con lo cual Ángel se desesperó más.
—Si no les importa, empiezo yo —dijo Gina, cuando por fin dejó de reír —Verás, primo, todo comenzó hace media hora, cuando los seis llegamos aquí…
Inicio de remembranza
—Llegamos algo temprano¿no crees? —le había comentado Patrick a Frida.
Ambos habían terminado el encargo para Danielle, Walter y Sunny en la Casa de las Plumas y un par de tiendas más en una hora y ya estaban frente a Las Tres Escobas. Cada uno cargaba con dos bolsas de papel marrón y se veía que habían caminado mucho.
—Eso no importa —alegó Frida entonces —De todas formas, ya habíamos dicho que luego de hacer las compras, estaríamos aquí.
Patrick asintió y le ayudó a Frida a abrir la puerta del local. Entraron y al quedarse de pie un segundo, tratando de distinguir una mesa vacía, la puerta se abrió a sus espaldas.
—¿Ustedes también acabaron temprano? —les preguntó una voz.
Ambos se volvieron y se hallaron cara a cara con John y Sun Mei, quien luego de hacerles aquella pregunta, continuó.
—Nosotros también —mostró una bolsa de papel, ésta de rayas azules y anaranjadas, con la leyenda Dervish y Banges escrito en letras blancas y floreadas en un costado.
—Rose, Hally y Graham quisieron que les compráramos un regalo para una de sus amigas —explicó John, cuando él, su novia, su prima y Patrick lo siguieron a una mesa libre al fondo, junto a una ventana —Creo que es para su amiga de Hufflepuff.
—Macmillan —dijo de pronto Patrick —Danny y sus amigos nos pidieron lo mismo.
—A mí, Ryo me pidió que le hiciera un cuadro —comentó Sun Mei —Creí que bromeaba cuando me lo pidió hace tres días, pero cuando me dijo que era para un regalo, no pude negarme. Le pinté una acuarela de un prado florido. Creo que me quedó bastante bien.
—Todas tus pinturas son excelentes —declaró John, sonriendo levemente.
—No vayan a empezar —rogó Frida, fingiendo molestia —Luego no hay quien los aguante. Pat¿sabes si Gina y Willy iban a ir a otro lugar, aparte de a Zonko?
—No —respondió Patrick de inmediato —Will no quiso decirme. Y no le digas Willy, porque se pondrá de mal humor. Así le dice Blake cada vez que quiere molestarlo en serio.
—Gracias por advertírmelo, lo menos que quiero es parecerme a Blake —aseguró Frida.
—Frida, John me contó que al terminar el colegio, te vas a Nueva York —sacó Sun Mei a colación —¿Qué vas a hacer allá exactamente?
—Bueno, la idea es que administre la sucursal de Sortilegios Weasley en el NYMSC —contestó Frida con seriedad —Tú sabes, ser su dueña y señora —sonrió al decir aquello y prosiguió —Pero eso no me prohíbe darme una vuelta por la ciudad muggle. He estado leyendo un poco sobre ella, y he de decirte que si las tiendas de ropa se ven tan bien en vivo como en las fotografías, voy a ir de compras cada vez que pueda.
Ambas chicas rieron.
—Tú te vas a Massachusetts¿cierto, Patrick? —dijo Sun Mei amablemente, volviéndose hacia el rubio —¿Qué vas a hacer allá?
—Ahí está instalada la Oficina de Tratos Marítimos en el Mundo Muggle de la Secretaría de Magia norteamericana —respondió Patrick —Solicité trabajo como asistente principiante ahí con siete meses de anticipación, tal como lo pedían, y hasta ahora creo que no habrá problema para que me den el puesto. Créeme que es un lío, porque se requiere mucho papeleo, pero valdrá la pena. Además, la casa que el padre de Will me consiguió está preciosa, pude echarle un vistazo en las vacaciones. Está construida cerca de la playa, en la cima de un risco, y es muy amplia. Aunque en realidad, si consigo el trabajo, estaré yendo y viniendo de la costa al interior. Mi trabajo sería en Salem.
—Ahí está el SWI¿cierto? —recordó Sun Mei, refiriéndose al Instituto de las Brujas de Salem (1) —Dicen que es buena escuela.
—Suele venir un grupo de esa escuela a los Mundiales de quidditch¿no? —recordó Frida repentinamente —A mí las norteamericanas me parecen muy vanidosas. Digo, sé que las chicas debemos cuidar nuestro aspecto¿pero tener un cambio para cada hora del día¡Válgame! Como si no tuvieran algo mejor en qué gastarse los galeones.
—En eso, los chinos son más sencillos —Sun Mei sonrió —Es lo poco que me agrada ver cuando voy a Shangai. Aparte de sus hermosos paisajes y el Jardín Tian Zi, claro.
En ese momento, la puerta del lugar volvió a abrirse, mostrando que los recién llegados eran Gina y William. Se veían contentos y cargaban una considerable cantidad de bolsas.
—Sí que Gina trajo provisiones —comentó Frida, sonriente —¡Eh, chicos, por aquí!
Gina y William los vieron, asintieron y estuvieron en la mesa cinco segundos después.
—¡Adivinen qué! —soltó Gina con entusiasmo, sin poder contenerse y mirando a su prima y a su cuñada —Hay una nueva tienda de túnicas, justo al lado de Zonko. Tienen unos modelos estupendos.
—¿En serio? —inquirió Sun Mei con cortesía, pues ella no se dejaba llevar tanto por la moda —¿Y qué tienen de especiales?
—Mucho, considerando que la instaló la casa diseñadora Umikaze
Sun Mei soltó una exclamación de sorpresa.
—¡Esa es la casa diseñadora más conocida de Oriente! —declaró —La abuela Mao tiene todo su guardarropa de bruja de esa marca.
—¿Qué clase de nombre es Umicasa? —inquirió Patrick con extrañeza.
—Es Umikase y es japonés —explicó amablemente Sun Mei —Viene de la frase umi no kase, la cual significa Brisa de mar. Sé algo de japonés porque mi abuela paterna es mitad japonesa y me enseñó algunas palabras.
—Hay que ir un día a comprarnos unas túnicas —les pidió Gina —Son muy bonitas, pude ver unas cuantas antes de venir aquí.
—Imagínense, tuve que entrar con ella para que no olvidara ninguna bolsa —soltó William en son de broma —No cabía ni un alfiler en esa tienda, estaba llena de chicas.
Patrick y John alzaron los ojos al cielo, imaginándose rodeados de chicas de todos los físicos posibles, lo que provocó que las chicas se molestaran un poco. Pero lo que de verdad las enfadó fue el chico que se acercó a su mesa.
—Hola, chicas¿porqué están tan solas?
Las tres se volvieron y se encontraron con una sonrisa, entre maliciosa y seductora, en el rostro de Jack Ripley. Sus atractivos ojos color miel podían hacer caer a cualquier chica, pero no a las primas Weasley ni a Sun Mei Mao. Cada una de ellas ya tenía su par de ojos masculinos particular, para admirar a placer.
—No estamos solas —aclaró Frida de inmediato —Venimos con los mejores chicos del curso¿cierto? —volteó a ver a Gina y a Sun Mei.
—Cierto —afirmó Gina.
—Por supuesto —corroboró Sun Mei.
—Vamos, Sun Mei¿no me digas que Weasley es suficiente para ti? —se burló Ripley.
—Si no lo fuera, andaría con alguien como tú —replicó Sun Mei hábilmente.
Frida y Gina soltaron una carcajada, pero Ripley frunció el entrecejo.
—Sun Mei, quisiera hablar contigo un segundo. Y no digas que no puedes, porque no te veo muy ocupada que digamos.
La joven Ravenclaw lo miró con seriedad.
—De hecho, estoy ocupada —replicó —Vengo con mis amigos y MI novio.
—Para el novio que tienes y los amiguitos que se carga, es como si tú y las Weasley anduvieran con un trío de trolls.
En esa ocasión, no sólo Sun Mei comenzó a impacientarse. Ahora fue Gina la que, para sorpresa de Frida, repuso con fuerza.
—Vuelve a decir algo como eso y te juro que te echo una buena maldición.
—Mejor dicho, tendrás muchas maldiciones de qué defenderte —intervino Frida.
Los chicos, al escuchar a sus acompañantes exaltadas, las observaron con atención. Habían visto que Ripley se les acercó, pero no habían atendido lo que se estaban diciendo.
—¿Algún problema, chicas? —preguntó John, mientras veía a Jack con frialdad —¡Ah, hola, Ripley! —saludó, fingiendo que apenas notaba la presencia del Ravenclaw.
—Hola —saludó Ripley inexpresivamente.
—Bueno, ya saludaste¿te puedes ir? —pidió Frida con fastidio.
—No hasta que me aclaren algo —dijo de pronto Ripley, sonriendo malévolamente —Sun Mei¿tus amigas son como tú, verdad?
—¿A qué te refieres?
—A que se dejan besar por el que se les ponga enfrente.
Aquellas palabras dejaron a John, Patrick y William petrificados, pero no a Sun Mei. Rápidamente la joven se puso de pie, tomó a Ripley de un brazo y en un complicado movimiento circular, lo hizo girar y lo tiró al piso. La concurrencia se volvió hacia ella sólo cuando escucharon el sonido de Ripley contra el suelo de madera.
—Bien hecho, Sun Mei —dijo entonces Frida, en tono despectivo —Se lo merece.
—Me dan ganas de patearlo —masculló Gina —Nunca me habían insultado así.
Ambas primas se pusieron de pie y Frida, con un gesto, les pidió a los chicos se quedaran en sus asientos.
—Nosotras lo arreglaremos —aseguró.
—¡Me las vas a pagar, Sun Mei! —soltó Ripley furioso, poniéndose de pie con dificultad.
—No veo cómo —replicó Sun Mei con sorna.
—Ahora esfúmate —rogó Frida, harta —Te crees la gran cosa y que todas caerán rendidas a tus pies con tan sólo mirarlas con tus lindos ojos, pero eso no funciona con nosotras. Nosotras nos fijamos en cosas más importantes que eso.
—Como el intelecto, por ejemplo —intervino Gina con decisión.
—De ti no lo dudo —dijo Ripley, mirando a Gina —¿Pero tu prima y Sun Mei? Lo que dije, lo sostengo: se dejan besar por…
No pudo continuar, pues Frida perdió la poca paciencia que le quedaba y acercándose al Ravenclaw, lo tomó de un brazo y en lugar de tirarlo al suelo, lo condujo a la puerta del lugar, sacándolo a la fuerza.
—¡Suéltame, Weasley! —espetó Ripley.
—¿Te vas a disculpar? —quiso saber Frida.
—¡Por supuesto que no! —Ripley puso cara de incredulidad —¿Y adivina qué? Ya tengo a alguien más en mente que sí querrá hacerme caso: Copperfield. Es tan inocente…
Fue entonces cuando Frida lo arrojó a la calle de un empujón, ante la mirada de varias personas atónitas, y le gritó con fuerza.
—¡Idiota¡Atrévete a hacerle algo y te irá mucho peor!
Fin de remembranza
—… Y lo demás es historia —concluyó Sun Mei, con voz seria.
El relato lo habían hecho por partes, comenzado por Gina, para seguir con Frida y terminar con Sun Mei. Ángel se había quedado mudo, pero Rebecca estaba indignadísima.
—¡Imbécil! —soltó —¿Cómo se atrevió a…¡Y yo que creí que de verdad le interesaba!
—No vale la pena —aseguró Sun Mei —Por eso nunca salí con él. No en vano estamos en la misma casa, lo conozco de sobra. Perdona que no te advirtiera, Copperfield —miró a Rebecca con remordimiento.
—Ahora que Ángel y Copperfield saben la historia… —dijo John de repente, con voz tan seria que sobresaltó incluso a sus primos —Sun Mei¿querrías explicarme porqué Ripley les dijo algo tan ofensivo a ti y a Frida?
Sun Mei se puso nerviosa. Frida y Gina se miraron con nerviosismo.
—No tengo idea —se atrevió a responder —Ya viste que está loco.
John entrecerró los ojos y acto seguido se levantó.
—Nos veremos luego, entonces —anunció, tomando las bolsas de Dervish y Banges y alejándose de la mesa —Cuando decidas decirme la verdad, Sun Mei, búscame.
Sin esperar respuesta, se apresuró a salir del local, ante la mirada incrédula de sus acompañantes. Sun Mei se mordió un labio con inquietud, para ponerse de pie enseguida.
—Tengo que decirle —les musitó a Frida y a Gina —No puedo seguir mintiéndole.
—¡Se pondrá peor! —alertó Gina. Conocía de sobra a su gemelo.
—No me importa, tengo que hacerlo.
Sun Mei salió de Las Tres Escobas apresuradamente, miró a ambos lados de la calle y logró distinguir el cabello corto, revuelto por el viento e intensamente rojo de John, cargando las bolsas de las compras que habían hecho juntos. Sin dudarlo un instante, se echó a correr. Corrió con toda el alma, como si de eso dependiera su vida, y al llegar a su lado, apenas si tuvo aire para decirle.
—John… escúchame… Jack hablaba de…
—Tranquila —pidió el pelirrojo, sin mirarla —Recupera el aliento primero.
Habían llegado frente a las verjas del castillo, por lo que se detuvieron un rato en cuanto las cruzaron y se hallaron en los jardines del colegio.
—¿Ya estás mejor? —inquirió John, todavía sin verla a la cara.
Sun Mei asintió vagamente.
—Entonces, te escucho —indicó él.
La muchacha tomó aire profundamente una última vez antes de confesar lo que estaba pensando. Sabía que John podía ponerse más furioso de lo que ya estaba, pero no estaba dispuesta a que el joven la dejara.
—Ya sabes que Jack es un terco y que siempre que quiere algo, lo consigue. Bien lo viste en el pasado partido de quidditch.
John asintió, recordando el partido de quidditch de Ravenclaw contra Hufflepuff que se había realizado poco después de reiniciado el curso. Ravenclaw había ganado por una diferencia de treinta puntos y todo por la excelente actuación de los Hufflepuff's y la terquedad de Ripley, que siendo el buscador del equipo azul, atrapó la snitch antes que el nuevo buscador del equipo amarillo canario, Thompson.
—Bueno, eso sale a colación porque poco antes de salir de vacaciones de Navidad, cuando nos encontraste en un pasillo, yo acababa de darle una bofetada.
—¿Porqué? —se extrañó John. Sabía que Sun Mei no era agresiva.
—El muy idiota… —refunfuñó Sun Mei —Lo estaba poniendo en su lugar por lo que me hizo¡se atrevió a besarme a la fuerza!
John podía notar la indignación y el dolor en la voz de su novia.
—¿Porqué no me dijiste la verdad en ese momento?
—No quería que te metieras en problemas por tratar de reclamarle. No valía la pena.
—Pero se supone que nos contamos todo —John se oía dolido, lo que le caló a Sun Mei en lo más hondo —Tuviste que confiar en mí.
—Por favor, John —rogó ella —No me hables de esa forma. No lo soporto.
—¿De qué otra forma quieres que te hable, Sun Mei? —el pelirrojo subió el tono de su voz —¡Me mentiste¡Sabes bien que no soporto las mentiras!
Sun Mei lo miró con incredulidad. Sabía que John tenía su carácter, pero nunca le había tocado sentirlo en carne propia.
—Por favor, John… —Sun Mei, casi suplicaba —No quiero que me odies. Por favor…
Sun Mei no pudo contenerse y comenzó a llorar quedamente, tratando en vano de limpiarse las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Fue su frase, unida a su llanto, lo que calmó a John, haciéndolo dejar en el suelo las bolsas que cargaba.
—Lo lamento —se disculpó enseguida, tomándola en brazos —Es sólo que… Nunca debía hablarte de esa forma —le pasó una mano por el cabello —De verdad lo siento.
Sun Mei se quedó callada, sin hacer mas que estrechar a John y apoyar la cabeza en su pecho. Ahora más que nunca recordaba porqué lo quería tanto. Lo quería, entre otras cosas, porque en su corazón no duraban los rencores.
—Yo nunca podría odiarte —le aseguró John en voz baja —Mírame a los ojos¿sí?
La joven así lo hizo y se encontró con un John más apuesto que nunca. No supo si era porque las lágrimas que le quedaban en los ojos no la dejaban ver bien, pero le pareció que nunca se había visto mejor.
—Nunca podría odiarte —repitió John con firmeza, sonriendo tiernamente —Nunca.
Enseguida, John le dio un delicado beso en los labios, mientras Sun Mei pensaba que esa sensación era la mejor del mundo. El beso de Ripley no era nada comparado con los de John, ni por asomo. John sí que sabía cómo tratar a una chica. Y ella era muy afortunada de tener su afecto.
Ya en la noche, de regreso en el castillo, los alumnos que habían visitado Hogsmeade se dedicaban por completo a disfrutar de la cena. Rose había recibido de parte de su primo John las cosas que ella, Hally y Henry le habían encargado y las revisaban con discreción en la mesa de Gryffindor, procurando darle la espalda a la de Hufflepuff. En la mesa de Slytherin ocurría una escena semejante, pues Danielle, Sunny y Walter observaban con interés el interior de las bolsas que Patrick les había dado minutos antes.
—Ojalá a Amy le guste todo esto —comentó Sunny —Créanme que fue difícil sacarle algo de dinero a la señora Drake. Ella es más gruñona que Snape.
—¿Acaso es eso posible? —se sorprendió Thomas Elliott, sentado frente a Sunny y mirándola con interés —¿Conoces a alguien que sea más gruñona que Snape¿Quién es?
—Su abuela —respondió escuetamente Walter.
—¿Tienes abuela? —se extrañó Thomas, mirando a Sunny.
La niña asintió sin mucha convicción.
—Entonces¿porqué la llamas señora y no abuela, eh?
—Porque para mí es eso, una señora —Sunny se notaba incómoda por el tema —Nunca en mi vida la había visto y de la noche a la mañana, se apareció y dijo que tenía que irme a vivir con ella. ¿Comprendes?
—Claro —Thomas bebió un sorbo de jugo de calabaza antes de añadir —Mis hermanos a veces son tan disparatados que pienso que no son de la familia.
—¿Cuántos hermanos tienes? —inquirió Danielle con curiosidad.
—Tres —respondió Thomas, sirviéndose un poco más de tarta de manzana —Son tremendos, casi como los Cuatro Insólitos. Será porque son trillizos: un chico y dos chicas.
—¿Y qué edad tienen? —se interesó Walter.
—Cumplieron catorce en diciembre —respondió Thomas, torciendo la boca.
En la mesa de Ravenclaw, las cosas estaban un tanto tensas. Jack Ripley no la estaba pasando nada bien y todo porque lo ocurrido en Hogsmeade se había esparcido como reguero de pólvora, provocando que gran parte de las chicas que antes lo admiraban, ahora lo contemplaran con desagrado.
—No puedo creer que llegara a pensar que era lindo —comentó una de las amigas de Sun Mei, rubiay de ojos castaños—Creo que me equivoqué, Sun Mei.
—No importa, Bianca —aseguró Sun Mei, con una sonrisa —Muchas creyeron lo mismo.
—Incluso la tonta de Copperfield —se burló otra de las amigas de Sun Mei, pelirroja y de ojos verdes, viendo hacia la mesa de Hufflepuff. Fijó sus ojos en el grupo de amigas de Scarlett Mitchell, en el que se distinguía la cabeza color castaño cenizo con una cinta amarilla atada a modo de diadema —Es muy ingenua.
—Pero si es muy simpática —la defendió Sun Mei —No deberías decir eso, Stephanie.
—Yo sólo digo lo que veo —se defendió Stephanie, encogiéndose de hombros.
Sun Mei dejó la conversación por la paz y desvió la vista hacia la mesa de Hufflepuff, donde en aquel momento parecía haber un pequeño alboroto en el lugar que ocupaban las chicas de séptimo curso. De pronto, Rebecca se puso de pie lo más discreta que pudo y salió del Gran Comedor, con una cosa blanca en la mano. Sun Mei frunció el entrecejo y disculpándose con sus amigas, se levantó de su asiento y caminó a la mesa de Gryffindor. Al estar cerca de John, casi es arrollada por Ángel, que salía a toda velocidad.
—¡Perdón, Sun Mei! —se disculpó el muchacho, corriendo.
—¿A dónde va? —le preguntó Sun Mei a John, Frida y Gina.
Frida la miró con una sonrisa pícara en su rostro.
—¿Tú a dónde crees? —preguntó a su vez.
Ángel buscó por todas partes luego de salir del Gran Comedor, recorriendo pasillos sin cesar, hasta que se detuvo en un corredor del cuarto piso con intenciones de darse por vencido. Estaba a punto de continuar subiendo para ir a su sala común cuando escuchó unos pasos a su derecha, donde sabía que se encontraba un baño de chicas. Siguió el sonido de los pasos y encontró la puerta del baño entreabierta, desde la que se dejaba ver un poco de luz. Ángel se acercó, pero no se atrevió a asomar la cabeza sin antes tocar.
—¿Hay alguien allí? —inquirió.
La puerta se abrió por completo, asomándose por ella una cabeza castaña con una cinta amarilla a modo de diadema.
—¿Ángel? —se extrañó Rebecca —¿Qué haces aquí?
—Buscarte —respondió Ángel, encogiéndose de hombros —Vi cuando saliste del Gran Comedor¿acaso Mitchell te hizo algo?
Rebecca negó con la cabeza al tiempo que salía del baño.
—No precisamente —Rebecca aún sostenía algo blanco en la mano, que al mirarlo bien, Ángel pudo notar que era un sobre muggle. Parecía una carta —Es sólo que… acabo de recibir una nota de Agatha. Es que Benny… Mi hermanito está enfermo.
Rebecca ya lo había dicho, era orgullosa, pero eso no indicaba que no tuviera sentimientos. Sin poder contenerse, inclinó la cabeza y comenzó a llorar. Trató de limpiarse las lágrimas, pero cada vez le salían más y no podía evitarlo. Se cubrió la cara con las manos, con lo que sólo consiguió estrujar el sobre que tenía en ellas, y sus hombros se agitaron. Ángel se quedó de pie frente a ella, por un momento sin saber qué decirle. Al final, lo único que atinó a hacer fue abrazarla, tratando de consolarla.
—Cualquier cosa que se te ofrezca… —comenzó el muchacho, pero se detuvo al notar algo a la altura de su cintura: eran los brazos de Rebecca. Ella lo estaba abrazando.
—Mi hermanito… —musitaba ella, como si no se hubiera dado cuenta de lo que estaba haciendo —Benny… ¡Lo quiero tanto…¡Y yo aquí, sin poderlo ayudar…!
—Rebecca —llamó Ángel en un murmullo —¿Te puedo ayudar en algo?
La joven se separó de él rápidamente, como si acabara de notar la situación, y se apresuró a limpiarse el rostro con una mano, mientras que en la otra seguía estrujando la nota de su hermana. Estuvo a punto de negar con la cabeza, pero lo pensó mejor. La salud de uno de sus hermanos peligraba y no podía permitirse ser orgullosa.
—¿Dónde pueden atender a Benny? Según sé, hay un hospital para magos y Agatha acaba de decirme que Benny también hace cosas raras.
Ángel asintió.
—El hospital San Mungo está en Londres —explicó —Hoy en día, no hay nada que no pueda atender. ¿Qué tiene exactamente tu hermano?
—Agatha no sabe, sólo me comenta que está muy enfermo. No ha podido ir a la escuela en días, pero no me lo dijo antes porque ella y Alan no querían preocuparme.
—Dame la dirección —pidió Ángel de pronto.
Rebecca lo miró como si estuviera loco.
—¿Disculpa?
—Que me digas dónde viven tus hermanos —Ángel, por segunda vez en un día, había vuelto a ponerse serio —Una amiga de mamá es sanadora. Podría ir por tu hermano Benny y llevarlo a San Mungo para que lo revisen.
—¿Harías eso por mí? —se asombró Rebecca.
—Eso y todo lo que tú me pidas —afirmó Ángel, antes de pararse a pensarlo.
Rebecca logró sonreír, aunque lo hizo nerviosamente.
—Significa mucho para mí, viniendo de ti —logró decirle al pelirrojo, poniéndose ligeramente roja —Ahora vamos, te daré la dirección.
(1) El Instituto de las Brujas de Salem es el SWI Salem Witches Institute), porque sus siglas se toman del inglés.
