CUENTA REGRESIVA: CUATRO CAPÍTULOS ANTES DEL FINAL.

Cincuenta y seis: La final y lo oficial.

La primera semana de clases se pasó volando, sin muchos acontecimientos dignos de contar, a menos que se considere como uno el que Sunny, con la mayor cautela posible, les haya dado a conocer su parentesco con William Bluepool a sus amigos. Éstos, en cuanto se enteraron, quisieron ponerse a celebrar en nombre de su castaña amiga, pero como ella se negó a que lo hicieran (argumentando algo de que no quería hacerse notar de esa forma), se conformaron con felicitarla por tener semejante pariente. Por su parte, William le había contado a Gina la situación, diciéndole que le agradecía que lo hubiera alentado a hablarle a Sunny, y la pelirroja le correspondió comentándole los planes que su prima y Patrick tenían a futuro, pero se encontró con que él ya los sabía.

—Bueno, como le pregunté a qué iba al Ministerio el fin de semana pasado, tuvo que decírmelo —reconoció William la tarde del jueves en los jardines, luego del entrenamiento de quidditch de ella. John le había advertido al equipo que entrenarían diario, pero ese día el entrenamiento terminó temprano porque él se encontraba indispuesto —Admito que reaccioné más o menos como tú, pero con respecto a los padres de él. Patrick dijo que lo tienen sin cuidado, pues están en Azkaban, pero yo no estoy tan seguro. Si sus padres son como he oído, buscarán la forma de arruinarle los planes en cuanto se enteren.

Gina reflexionó sobre el tema, con el ceño fruncido. Muchas veces había escuchado a sus padres comentar de mal humor las cosas que hacían los Malfoy y tuvo que admitir para sí misma que lo que planteaba William no era tan descabellado.

—Por cierto, quiero pedirles algo a ti, a tu hermano y a tus primos —William le sonrió fugazmente a la chica —Que me ayuden a saber qué tanto le preocupa Sunny a Snape.

—¿A Snape? —Gina se extrañó.

—Sí, a Snape. Es que él es el tutor de Sunny.

Gina casi se queda con la boca abierta ante semejante información. Y es que en un colegio en el que pocas veces los grandes secretos se quedan como tales, era raro que el dato no se hubiera filtrado y por lo tanto, que ella no lo supiera.

—¿Y de qué forma quieres que lo averigüemos? —quiso saber Gina.

William sonrió de manera más amplia, con lo que ella supo que ya tenía algo pensado. Y efectivamente, al chico no le llevó ni diez minutos exponerle un plan cuidadosamente elaborado, al que Gina le puso algunas reservas.

—Podría resultar peligroso —dijo ella —Puede salirse de nuestro control.

—Lo sé, pero no se me ocurre otra forma —afirmó William, mostrando el aspecto serio que mostraba al cumplir con sus obligaciones de prefecto —¿Aceptarías hacerlo?

Gina volvió a asumir una actitud absorta. Era algo difícil y tenía que hacerse con mucho cuidado para que nadie resultara herido. Por otra parte, William juraba que estaría cerca si las cosas pasaban a mayores y ella confiaba en él, así que… ¿Porqué dudar?

—De acuerdo —aceptó, confusa —Creo poder hacerlo. Les avisaré a John y a mis primos, menos a Dean, claro. Sólo asegúrate de estar cerca por si llego a fallar.

William la tomó en brazos y la estrechó con fuerza.

—No fallarás —le susurró al oído —Confío en ti.

—No seas tan cariñoso¿sí? —pidió ella juguetonamente —Vas a ponerme nerviosa.

—Con que no estés nerviosa en el partido, me conformo. Quiero que ganes —William jugó con la larga trenza en la que estaba recogido su rojo cabello.

—Sí, claro. No dirás lo mismo si llego a fallar.

—Ya te dije que no fallarás. Y si llegas a hacerlo, no te culparé en absoluto. Lo juro.

Gina logró sonreír y se colgó del cuello de William, dándole un beso en la mejilla.

—Si por eso te quiero tanto —musitó, pasándole una mano por el cabello.

William suspiró. Le encantaba la mano de Gina por su cabello, pero algo en su interior le hacía preguntarse cuánto tiempo duraría su relación y eso no le gustaba.

—¿Te pasa algo? —Gina lo miraba atentamente, yendo de camino al castillo.

—No, nada —dijo él, encogiéndose de hombros —Perdona si estuve algo distraído.

Gina negó con la cabeza, comprensiva.

—No hay problema, te entiendo.

Llegaron a la escalinata de piedra de la entrada y William pensó que no había de qué preocuparse. Durara lo que durara su relación con Gina, debía disfrutarla al máximo.


El sábado, la final de quidditch era el tema central del colegio a la hora del desayuno. Las dos casas que se disputaban la copa, Gryffindor y Ravenclaw, estaban apostando entre sí (con cuidado de que no los descubrieran los profesores, claro) cuál equipo ganaría el partido. Sin embargo, Sun Mei no estaba preocupada por eso, sino por John. Se había enterado de que no se había sentido bien el jueves anterior, al grado de concluir el entrenamiento antes de lo previsto, y quería saber si estaba bien, pues no lo había podido ver desde entonces. De hecho, su hermana, sus primos y el resto del equipo querían lo mismo, pues si el capitán no jugaba, podrían perder el partido por ausencia. Por fin, cuando casi era hora de que los equipos fueran a los vestuarios, John apareció en el Gran Comedor, con su escoba al hombro y con apariencia de estar mejor que nunca.

—¡Hey, hermano! —Gina se puso de pie de un brinco y le hizo espacio en la mesa entre ella y Frida —¿Ya estás mejor?

—Por supuesto —John les dirigió una sonrisa alentadora a Gina, a sus primos y demás miembros del equipo de quidditch —Parece que fueron los nervios los que me afectaron, pero la señora Finch–Fletchley dice que ya estoy bien.

—Eso me alegra —Ángel se inclinó sobre la mesa y le palmeó el hombro a su primo con ánimo —Si no apareces, perdemos por ausencia.

—¿Es lo único que te importa? —espetó Frida, enfadada.

—Era broma, hermanita, contrólate —Ángel le sonrió —Primero está la familia.

Frida asintió y logró dedicarle una sonrisa fragmentada a su gemelo.

—Muy bien, ya es hora —anunció John, luego de comer un par de rebanadas de pan tostado con mermelada y un vaso de leche —Hay que ir a los vestuarios.

—¿Seguro que comiste lo suficiente? —se preocupó Gina.

—Claro —John la miró, sonriéndole levemente —Ahora, a ganar un partido.

El equipo de Gryffindor, titulares y suplentes, se pusieron de pie en el acto y siguieron a su capitán. En la mesa de Ravenclaw, un joven alto, delgado y castaño apuraba al equipo a concluir su desayuno.

—¿Quieres esperar un poco, Bennett? —pidió Jack Ripley con impaciencia, metiéndose el último bocado de un tazón de avena a la boca.

—Ripley, tuviste una hora —reprendió el joven castaño —Mariah, Carolyn, Kim¿ya?

Las tres chicas citadas, una morena y de cabello negro y dos rubias, asintieron y se levantaron en el acto. Las dos rubias eran muy parecidas, con la diferencia de que una era, por su estatura, claramente mayor que la otra al menos por un año. Frente a las tres chicas, un joven de quinto de cabello castaño oscuro y ojos pequeños se levantó con aspecto concentrado y los suplentes, todos comiendo juntos a unos asientos de distancia, lo imitaron. Paula estaba algo inquieta y Ryo, notándolo, le posó una mano en el hombro.

—Vamos, todo va a salir bien —le aseguró.

—Papá vendrá a ver el partido —musitó Paula de repente, yendo hacia el estadio.

—Pues con mayor razón todo saldrá bien —Ryo sonrió.

Paula logró sonreír débilmente y llegaron pronto a los vestuarios. La gente comenzó a pasar por ellos poco después, en dirección a las gradas, y al estar el equipo de Gryffindor casi listo para salir al campo, llamaron a la puerta. Lawrence Finnigan fue a abrir y se encontró con una chica de largo cabello negro, ojos negros rasgados y anteojos ovalados.

—Disculpa¿puedo ver a John Weasley un momento?

Lawrence desconfió al ver que la chica llevaba en su túnica los colores de Ravenclaw, pero John, que pasaba entonces por ahí, vio quién era y apartó a Lawrence lentamente.

—Permíteme, yo me encargo —indicó, y salió al pasillo, cerrando la puerta tras sí —Hola¿qué haces por aquí?

—Vengo a desearte suerte —la joven sonrió y le echó los brazos al cuello —¡John, creí que estabas muy enfermo!

—Pues aquí me tienes —John sonrió ante la muestra de afecto —Sun Mei, no te preocupes. Fue la tensión de la semana. Es el último partido que jugaré aquí y además…

Sun Mei Mao se separó de él y tomó su rostro entre sus manos.

—Sí, ya sé, vendrán los cazatalentos y todo eso —Sun Mei sabía lo mismo que todos los capitanes de los equipos: que varios representantes de equipos profesionales de quidditch verían aquel partido, igual que vieron los otros, y ofrecerían vacantes a los de séptimo —Pero John, tú no quieres dedicarte al quidditch. Sólo quieres quedar bien por Ángel.

—Tal vez, pero de todas formas debo jugar bien —John le sonrió —Y por favor, no andes diciendo lo de los cazatalentos por ahí. Se supone que sólo lo sabemos los capitanes y además, pondrás nerviosos a los otros.

A modo de respuesta, Sun Mei le dio un suave beso en los labios y al separarse, dijo.

—Como diga, mi capitán —y enseguida, se fue rumbo a las gradas.

John, luego de verla irse y sonreír con más ganas, entró de nueva cuenta a los vestuarios a darles las últimas indicaciones a sus compañeros.


El partido, luego de una hora, no veía para cuándo acabarse. Las condiciones eran bastante buenas, pero el calor y la preparación de ambas escuadras hacía imposible que el juego se decidiera. Esta vez, quien narraba el encuentro con Jason Bradley era Norma Monroe, para disgusto de la mayoría de los espectadores. Pero quien veía aquello con más coraje era Mindy Whitehead, ya que notaba claramente cómo la Slytherin le coqueteaba a su novio descaradamente.

—Cobra desvergonzada —musitó furiosa, sin apartar la vista del palco donde la rubia y Jason no paraban de comentar el partido (discutiendo a cada momento, por cierto).

—Bueno, tienes un novio excelente —le hizo ver Judith Bruce, sentada a su lado en las gradas —A mí me impresiona que teniendo a muchas chicas rendidas a sus pies cada vez que va por los pasillos, no se digne a ver a ninguna.

—¿Y tú cómo lo sabes? —se interesó Geoffrey McGill, que le hacía compañía a las dos chicas —No es por nada, Bruce, pero pensé que no te fijabas en esas cosas.

Judith se encogió de hombros y Mindy aprovechó cierta información que tenía para intervenir cuidadosamente.

—No es por nada, Geoffrey, pero aquí nuestra compañera es muy observadora. Y sabe levantar el ánimo como nadie. Gracias, Judith. Si no dices eso de Jason, me hubiera ido a pelear con él en cuanto acabara el partido.

Judith sonrió tímidamente, e hizo un gesto para restarle importancia al asunto.

—¡Diez puntos para Gryffindor! —anunció de pronto Jason, llamando la atención de Mindy y sus amigos —Eso deja el marcador en ochenta a cincuenta. Vaya, tal parece que John descansó lo suficiente en la enfermería.

—Sí, no me sorprendería que hubiera sido una treta suya —masculló Monroe entonces al megáfono verde que sostenía. Recibió un abucheo instantáneo por parte de las tribunas —Ahora Carolyn Young tiene la quaffle y se dirige a la meta de Gryffindor…

La cazadora de Ravenclaw, la rubia pequeña, volaba velozmente hacia su objetivo, mientras que por encima de su cabeza, Janice Edmond buscaba la snitch con Ripley pisándole los talones. La joven no perdía detalle del partido, pero sólo con los oídos. Sus ojos recorrían el campo sin parar, atentos a cualquier destello. En eso, cuando Monroe declaraba que Ravenclaw había estado a punto de anotar otro tanto, Ripley pasó a su lado a gran velocidad y supo porqué: un brillo dorado, casi a la mitad del campo, zigzagueaba levemente. La chica se precipitó hacia ese punto, sin tomar en cuenta las miles de miradas que se dirigían a ella.

—Vaya, vaya, parece que Ripley logró ver algo —dijo Monroe con voz burlona —Esperemos que él y Edmond salgan vivos —deseó, sin mucha convicción.

Los buscadores dejaron de descender de repente y recuperaron la horizontal, volando frente a las tribunas donde se encontraban la mayoría de los alumnos de Slytherin. Gina, recordando lo que había conversado con William, buscó con la mirada hasta que vio algo que parecía caído del cielo: una bludger se dirigía sin cuartel hacia su primo Dean, quien acababa de recuperar la quaffle de manos de la cazadora Young. Rápidamente fue hacia ella, se colocó en posición y golpeó la bludger con tal puntería, que la envió hacia los buscadores, pero especialmente hacia Ripley. Desde el incidente en Hogsmeade, tenía ganas de desquitarse y ésa fue su oportunidad de matar dos pájaros de un tiro.

Los buscadores, en cuanto notaron el peligro, se separaron, pues hasta ese momento habían volado hombro con hombro tras la snitch. Al hacerlo, le dejaron el camino libre a la bludger para ir directo a las gradas y los estudiantes de Slytherin en ellas, la mayor parte de primer año, se agacharon en el acto. Y lo hicieron justo a tiempo, porque la bludger iba con tanta potencia que rompió la parte trasera de la fila en la que estaban sentados Walter, Danielle, Thomas y Sunny.

—¡Uy, esa bludger iba con todo! —Jason soltó un silbido de asombro —Creo que Gina Weasley anda con mucha energía hoy. Y para decepción nuestra, damas y caballeros, esa jugada hizo que la snitch se les perdiera de vista a Edmond y a Ripley.

Efectivamente, con esa inesperada intervención por parte de Gina, la pequeña pelota dorada había desaparecido. Eso causó abucheos por parte de los aficionados de Ravenclaw dedicados a Gina, quien con discreción, veía el lugar en donde la bludger se había estrellado. Justo ahí, en la fila de atrás, William y Snape estaba preguntándoles a los alumnos si se encontraban bien. Sonrió sutilmente y siguió atenta a las bludgers.

Mientras tanto, Ángel y John iban a los lados de Dean, listos para meter otro tanto, y los cazadores de Ravenclaw los seguían para tratar de evitarlo. En las gradas donde la blugder que había lanzado Gina causó estragos, William se encargaba de reparar el agujero, cosa que sólo hizo porque el profesor de Pociones estaba muy ocupado observando el campo luego de indagar que los alumnos más jóvenes de su casa estuvieran bien.

Seguía con su negra vista a Gina, quien entonces se ponía de acuerdo con su prima a señas para quitarle de encima una bludger a Ángel. No sabía porqué, pero aquel ataque con la bludger hacia donde estaban los buscadores le había parecido de lo más extraño. Y todo porque la bludger pudo haber herido al buscador de Ravenclaw, cierto, pero también a la de Gryffindor. Simplemente para él no tenía sentido.

En cambio, William había terminado de reparar el daño causado por la bludger y también miraba a Gina, pero él le sonreía levemente. En cuanto la bludger se alejó de las gradas y él supo que no había pasado a mayores, pudo comprobar que Snape realmente estaba interesado en Sunny más de lo que él mismo admitía, pues al preguntarles a los alumnos de primer año si estaban bien, había mirado a Sunny con atención, como buscando que no estuviera herida. El rubio sabía que aquello de pedirle a Gina que tratara de dañar a Sunny deliberadamente con una bludger era tan loco como extraño, pero también sabía que en la confusión del partido, nadie le echaría la culpa.

—¡Y los buscadores vieron la snitch otra vez! —esta vez Monroe no sonaba desdeñosa, sino animada. Si algo le gustaba más que inventar chismes, era el quidditch —Espero que esta vez no haya interrupciones, este partido ya ha durado bastante.

—Parece que Edmond y Ripley van a buena velocidad —Jason decidió comentar algo a admitir que por una vez en su vida, estaba de acuerdo con Monroe —Se dirigen a la mitad del campo de Ravenclaw, cerca de los aros de gol. La cazadora suplente Hagen, que acaba de atrapar la quaffle de manos del guardián Wilbur Orville, los esquivó por poco.

Paula había entrado al juego hacía escasos veinte minutos cuando la hermana de Carolyn Young fue sacada del juego por una bludger que Frida le había lanzado y que destrozó la cola de su escoba, haciéndola caer de costado y provocando que se rompiera la muñeca derecha. Se sentía muy orgullosa y volaba lo más rápido posible hacia la meta de Gryffindor sin tomar en cuenta a los buscadores, pero tuvo qué hacerlo cuando se oyó un silbatazo de parte del profesor Krum y un grito de Jason Bradley al megáfono anunció.

—¡Se acabó¡Edmond atrapó la snitch¡Gryffindor gana!

Paula dejó caer la quaffle en ese instante, pero aún así no se sentía mal por la derrota. Y se sintió menos mal cuando Ryo se le acercó, le sonrió y gritó.

—¡Oye, buen partido¿No te dije que todo saldría bien?

Paula asintió y le sonrió.

—Bueno, me voy, tengo que felicitar a mis amigos¡hasta luego!

La niña rubia lo vio aterrizar, batallar entre la multitud que se le acercaba al equipo de Gryffindor para felicitarlo y llegar hasta sus amigos de la casa roja y dorada para darles un fuerte abrazo. No pudo mas que preguntarse cómo era que el niño podía estar tan contento por sus amigos si su casa acababa de perder la Copa de Quidditch.

—¡Paula, liebchen (1) ¡Estuviste fantástica!

Y para acabar de alegrar a la niña, el grito que su padre, un hombre rubio y con los mismos ojos azules que ella, le lanzó desde las gradas destinadas a los padres de familia, sonaba totalmente sincero y entusiasta. Ella volteó y agitó una mano para saludarlo desde las alturas, indicándole que lo había visto, y sintió que nada podría superar ese instante en su vida en mucho tiempo.


La euforia por ganar la Copa de Quidditch les duró bastante a todos los integrantes de la casa de Gryffindor. Bueno, al menos a la mayoría. En cuanto tuvieron clase de Pociones, el lunes antes del almuerzo, los alumnos de séptimo se sorprendieron de que al final de la misma, el profesor Snape le ordenara a Gina Weasley quedarse.

—¿Qué se le ofrece, profesor? —inquirió la pelirroja, luego que sus compañeros de clase se fueran. Ella tampoco entendía el porqué de su retención en la mazmorra —¿Algún problema con mis trabajos? —se decidió a preguntar.

Y es que aunque no le gustara reconocerlo, la materia no se le daba muy bien. Hasta su primo Ángel la superaba.

—En realidad, no —el profesor la observaba de manera penetrante —Sólo que tengo una duda que quizá usted pueda resolverme.

Gina se quedó inmóvil, pensando qué querría el profesor que ella le dijera.

—¿Cómo se le ocurrió ese ataque con la bludger en el partido del sábado? —soltó Snape con frialdad —Pudo sacar del juego al buscador de Ravenclaw, cierto, pero también a la buscadora de SU equipo. Y de paso, herir a unos cuantos alumnos de MI casa.

La pelirroja trató de no ponerse nerviosa. Tal parecía que la brillante idea de William estaba a punto de ser descubierta.

—¿Porqué no me contesta, señorita Weasley? —Snape parecía sutilmente satisfecho, como si hubiera encontrado lo que buscaba pero que esperaba el momento preciso para gritarlo a los cuatro vientos —¿Acaso oculta algo?

—Pues…

Llamaron a la puerta. El profesor, de mala gana, respondió.

—¿Quién?

—William Bluepool, señor —respondió un joven desde afuera —Unos chicos de tercero de nuestra casa están causando problemas en el segundo piso. Ya les quité algunos puntos para que se detuvieran, pero no me escuchan.

—Siendo un sangre sucia… —musitó por lo bajo Snape, cosa que puso furiosa a Gina —Muy bien, Bluepool, pase.

William obedeció y puso una expresión de ligera sorpresa al ver a Gina ahí.

—Vigile que la señorita Weasley no salga de aquí —el profesor se encaminó a la puerta —Voy a ver si a mí me ignoran esos niños.

Acto seguido salió de la mazmorra, dejando a los jóvenes solos. William de inmediato se acercó y la miró con atención.

—Tu hermano me dijo que Snape te retuvo —comenzó —¿Hay algún problema?

Gina no respondió, sino que inesperadamente se puso a llorar. William se alarmó, se apresuró a llegar a su lado y la abrazó.

—¿Qué pasa? —le preguntó suavemente.

—Sospecha de lo del partido —logró musitar Gina, recargando la cabeza en el hombro del rubio —Snape cree que lancé a propósito la bludger contra los de Slytherin.

—¿Y eso es lo que te preocupa?

—No, sino lo que pueda hacerme. Estamos a un mes de los ÉXTASIS y no quiero que le quite puntos a Gryffindor por mi culpa. Y además…

—No pasará nada, Gina —afirmó William, pasándole una mano por la cabeza —Tú sólo dices que fue coincidencia y ya.

Gina trató de asentir, pero estaba demasiado alterada. William únicamente atinó a pasarle las manos por la espalda, en actitud consoladora, tratando de no tener nada más en su mente. Y es que desde que él y Gina habían dormido juntos, en lo que más pensaba era en que eso volviera a ocurrir.

—¿No son pasos acercándose? —dijo Gina de pronto, levantando la cabeza y cortando por lo sano los pensamientos de William.

El chico asintió y ambos se separaron, poniéndose a distancia prudente uno del otro. Gina se secaba las lágrimas y sacando su varita, se apuntó a la cara y susurró un par de palabras, luego de lo cual guardó su varita justo a tiempo, pues Snape abrió la puerta violentamente y fue hacia William.

—Bluepool, espero que haya tomado nota de quienes causaban escándalo, porque no encontré a ninguno en el segundo piso cuando llegué —el profesor parecía especialmente molesto —Filch dice que al menos eran tres.

—Si, señor, creo saber quiénes son —William asintió en el acto —Ahora, con su permiso, voy a ver si fueron a esconderse a la sala común¿ya no me necesita?

El profesor lo despidió con un gesto y el chico salió, casi huyendo de ahí.

—Muy bien, señorita Weasley¿en qué nos quedamos?

Gina se lo indicó y Snape trató de ver alguna señal de nerviosismo en ella, pero de hecho, la joven se mostraba tan serena como cuando se había ido. No pudo notar que había llorado porque la chica se había lanzado un encantamiento al rostro que mostraba su cara en condiciones normales. Snape volvió a preguntarle por lo de la bludger y ella, tratando de sonar tranquila, respondió que lo de las gradas no fue intencional.

—La bludger era para Ripley —afirmó Gina, haciendo una mueca de disgusto al nombrar al buscador de Ravenclaw —Supongo que le pegué más fuerte de lo usual porque desde hacía tiempo que me debía una. Por decirlo de alguna forma.

Snape no pudo hacer más que darse por satisfecho y mandarla irse. Sin embargo, aún le quedaba la vaga sensación de que lo de la bludger era extraño. Pero por el momento, tenía cosas más importantes en qué pensar.


—Entonces¿cómo quedamos?

El fin de semana en Hogmeade para los alumnos de tercero en adelante se acercaba a pasos agigantados. Todos los alumnos que tenían oportunidad de ir al pueblo estaban haciendo planes y los Cuatro Insólitos no eran la excepción. Aunque por primera vez desde que estaban en el colegio, no irían juntos.

—Yo ya les dije que tengo planes con Pat —aclaró Frida el viernes anterior a la excursión. Ángel hizo una mueca a la mención de Patrick Malfoy, pero no dijo nada —Si no les importa y sin afán de ofender, no quiero verlos en toda la excursión.

—Pues ya somos dos —dijo inesperadamente John, sorprendiendo a su gemela y a sus primos —Sun Mei y yo no hemos pasado un fin de semana a solas en Hogsmeade desde el curso pasado. Así que si Frida pide eso para ella, pues yo también.

—Por mí no hay problema, quiero dar una vuelta por ahí con William —afirmó Gina.

—Y ya que yo por fin voy a salir con Rebecca, me caería bien —señaló Ángel.

Frida miró a su gemelo con desconcierto.

—¿Y cuándo la invitaste? —quiso saber.

Ángel, viendo que había dicho más de lo que hubiera querido, tuvo que contar cómo se había dado exactamente la susodicha invitación al pueblo. Las chicas se mostraron algo pasmadas, mientras que John sonrió un poco.

—¿Tú porqué sonríes? —inquirió Ángel, observando a su primo.

—Sun Mei y yo creíamos que se habían tardado, es todo —John se explicó con la seriedad que lo caracterizaba —Era obvio que le gustabas a Rebecca desde hacía mucho, lo que pasaba es que eras demasiado despistado para darte cuenta.

—¿Ah, sí? —se extrañó Ángel, poniendo cara de desacuerdo.

—¡Sí! —soltaron al unísono Frida, Gina y John, con aire divertido.

—Entonces decidido —Ángel parecía algo ofendido de que su hermana y sus primos lo consideraran un despistado, pero como sabía que tenían algo de razón, no replicó —Cada quien por su lado en la visita a Hogsmeade.

Y así fue. El sábado, John y Sun Mei fueron los primeros en irse, pues solían decir que aprovechaban cada minuto que pasaban juntos y entre más fueran, mejor. Luego fue el turno de Gina, quien se iba riendo al parecer de alguna cosa bastante divertida, ya que era muy raro ver a William reír junto a ella con tantas ganas. Frida y Patrick los siguieron y ellos eran los más tranquilos hasta el momento, aunque de vez en cuando también reían con alegría. El último en salir fue Ángel y eso porque se quedó dormido y se atrasó en su arreglo, ya que de verdad quería lucir bien. Cuando bajó al vestíbulo encontró a Rebecca esperándolo y le pareció que nunca se había visto más bonita como en aquel momento, que lucía una falda corta amarilla, una blusa blanca sin mangas y unas sandalias blancas. En las manos sostenía un pequeño bolso de mano amarillo, del mismo tono que la diadema que usaba en la cabeza.

—Tan linda como siempre —la alabó Ángel en cuanto llegó hasta ella, sin notar las miradas que las demás chicas en el vestíbulo, casi todas de su curso, le dirigían.

Como se había preocupado bastante en arreglarse (más que otras veces, al menos), el chico estaba irresistible, con un pantalón de mezclilla y un saco azules, combinado con una camisa blanca. Su cabello corto, como de costumbre, estaba peinado en picos, pero perfectamente ordenados. Rebecca estuvo a punto de unírseles a las demás chicas cuando cayó en la cuenta de que no tenía qué hacerlo. Ella sí iba a salir con Ángel, cosa que seguramente ponía celosas a las que miraban al pelirrojo con avidez.

—Bueno¿nos vamos? —Ángel le dio el brazo, galante pero sonriente, y ella se colgó de él de inmediato. Varios bufidos a su espalda le indicaron que las chicas del vestíbulo se habían molestado por ello —Y en fin¿a dónde quieres ir?

—Prometiste que tendría la mejor visita a Hogsmeade de mi vida —le recordó Rebecca.

—Sí, me acuerdo. Pues bien, te voy a mostrar todo lo que me gusta.

Y lo hizo. La llevó a Dervish y Banges, a La Casa de las Plumas (para enseñarle sus plumas favoritas, de colores brillantes, y las tintas que cambiaban de color según el estado de ánimo de quien las usara), a Zonko, a ver todas las bromas habidas y por haber y algunas de las cuales habían inventado su padre y su tío, a Honeydukes y por último, le preguntó qué quería ver ella, lo que lo sorprendió por la respuesta.

—¿Podríamos… podríamos entrar a la tienda de túnicas de la casa Umikase?

Ángel lo pensó y decidió que no había problema, por lo que asintió. Así, tuvo la recompensa de verla sonreír con ganas admirando la variedad de túnicas disponibles, de todos los colores y diseños imaginables, aunque gran parte tenía una clara influencia oriental. La vio mirar tanto tiempo una túnica en particular, de color negro con brillantes flores doradas estampadas, que con cautela se le acercó y le dijo.

—¿La quieres? Puedo comprártela.

Rebecca lo miró con atención. Iba a replicar, pero recordó sus votos personales de hacer su orgullo a un lado cuando estuviera con Ángel y preguntó suavemente.

—¿Seguro que puedes pagar algo así? Cuesta bastante.

—Claro que puedo pagarlo. Mis padres nos enviaron dinero a Frida y a mí por nuestro cumpleaños, así que… ¿Qué mejor que gastarlo en lo que yo quiera?

El chico descolgó la túnica del gancho y se la puso en las manos mientras que Rebecca tomaba plena conciencia de lo que él le acababa de decir.

—¿Es tu cumpleaños? —musitó, incrédula.

—Bueno, es mañana —reconoció Ángel, encogiéndose de hombros —Frida y yo no le damos tanta importancia. Además, hoy lo estamos pasando de maravilla: ella con Malfoy —hizo una leve mueca, como cada vez que se mencionaba el hecho de que su hermana saliera con Patrick —y yo contigo. Al menos yo no puedo pedir más.

Rebecca sonrió conmovida y fue a probarse la túnica enseguida. Mientras tanto, en Las Tres Escobas, Frida y Patrick estaban en un pequeño apartado, sentados a una mesa circular y con sendas rebanadas de pastel frente a ellos. Patrick sí sabía que al día siguiente era el cumpleaños de Frida y Ángel y había preparado aquel paseo a Hogsmeade pensando en ello. Había reservado aquel apartado y solicitado un delicioso pastel para la ocasión. Pero las sorpresas para su querida pelirroja no terminaban ahí.

—Gracias por todo, Pat —Frida no paraba de sonreír —Pero no debiste molestarte. Mi cumpleaños es hasta mañana.

—Pero mañana es justo que celebres con tu hermano, son gemelos —le hizo ver Patrick —Así que con que hoy me dediques el día, está bien. Además, te tengo un regalo.

Patrick se sacó un objeto del bolsillo y se lo extendió a Frida por encima de la mesa. La joven se quedó pasmada al ver lo que era: una pequeña caja cuadrada de terciopelo rojo.

—Ábrela —pidió el rubio.

Frida así lo hizo, luego de tomar la cajita en sus manos. Se quedó deslumbrada ante lo que vio: un brillante anillo de oro con un solitario diamante engarzado. La piedra preciosa emitía un inusual destello rojizo a la luz del sol.

—¡Por las barbas de Merlín! —soltó sin poder evitarlo.

Patrick estiró un brazo, sacó el anillo de su caja y tomó la mano izquierda de Frida.

—Ya te lo pregunté una vez, Frida, y me diste una respuesta, pero quiero que sea oficial. ¿Quieres casarte conmigo?

Frida no pudo contener las lágrimas al tiempo que asentía repetidamente y Patrick le colocaba el anillo en el anular izquierdo. Luego de eso, el rubio se sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón de vestir verde oscuro y se lo tendió.

—No tienes porqué llorar, Frida —le hizo ver.

—No puedo evitarlo —la chica sonrió temblorosamente —Nunca creí que llegaría a sentirme tan contenta en toda mi vida.

—Mira a quién le dices eso —Patrick sonrió con cierta amargura, con sus grises ojos brillantes —Soy yo el que nunca hubiera creído posible que pudiera ser tan feliz. Soy yo el que no cree en su buena suerte. Frida, yo soy el que debería estar llorando.

Frida lo miró y sonrió más ampliamente.

—Lo estás haciendo —le hizo notar.

Patrick se llevó una mano a una mejilla, donde comprobó que efectivamente corría una lágrima suya. La última vez que había llorado (al menos que él recordara con claridad) era cuando había visto por primera vez a su hermana Danielle, recién nacida, y la niña le había dedicado una simpática sonrisa. Con eso de que su padre solía decirle que llorar era para los débiles, no había podido hacerlo de nuevo… hasta ese momento. Y entonces comprendió que llorar no era para los débiles, sino para los que se dejaban llevar un poco por sus emociones. Y él, en ese preciso instante, no quería pensar en otra cosa que no fuera en su vida al lado de Frida.

—Bueno, querida, eso pasa por hacerme tan feliz —dijo Patrick, tratando de sonreír.

Frida se emocionó tanto al oírse llamar querida por Patrick que se quedó impresionada. Le devolvió el pañuelo y ambos se quedaron en silencio largo rato, hasta que decidieron comerse el pastel que tenían en sus platos al tiempo que hablaban de los detalles pendientes de su matrimonio (entendiéndose por "detalles" cosas desde la comida a servirse hasta la lista de invitados). Cuando terminaron, se pusieron de pie y a la salida del apartado, escucharon cierto alboroto en el exterior. Se miraron con extrañeza y Frida entreabrió la puerta para ver y oír mejor.

—Vamos, vamos, nada de gritos —decía la voz de la señora Rosmerta, la dueña del local, notoriamente molesta —Ya causaron suficientes estragos, así que fuera —gritó.

Frida alcanzó a ver que la mujer empujaba hacia la puerta a unos cuantos jóvenes y entre ellos, alcanzó a ver una cabeza con el corto cabello rojo peinado en picos.

—¡Ángel! —susurró Frida con desconcierto.

—Y tus primos —apuntó Patrick, al distinguir el largo cabello de Gina y el ordenado cabello de John. Los tres Weasley iban con sus parejas —No entiendo¿qué rayos pasaría?

—Ripley —Frida acababa de ver al joven Ravenclaw entre su gemelo, sus primos y sus parejas —Seguramente hizo alguna de sus tonterías.

Ambos salieron de su apartado y casi de inmediato Frida encontró a quién preguntarle sobre lo sucedido.

—Mindy —llamó en voz baja a su amiga, al estar a un paso de distancia de ella —¿Qué sucede aquí?

Mindy se giró al escuchar que la llamaban y al ver que era Frida, mostró una expresión preocupada. A su lado, Jason Bradley seguía atento a la escena, para no perderse nada.

—Bueno, no estoy muy segura, porque llegué hace apenas cinco minutos —comenzó Mindy —Pero creo que Ripley quiso hacerle algo a Copperfield y como ella estaba con tu hermano, él se enojó y los separó, pero luego Ripley lo quiso hechizar. Luego llegaron tus primos y sus novios y trataron de ayudar a Ángel y fue cuando se armó tremendo lío, porque los amigos de Ripley estaban aquí y eran más. La verdad es que… ¿a dónde vas?

Frida no escuchó más y salió del local para alcanzar a su hermano. Patrick la siguió, preguntándose cómo un día casi perfecto para él podía terminar así. Bueno, al menos ya le constaba que emparentando con los Weasley, nunca estaría aburrido.

(1) La palabra liebchen es un apelativo en alemán que significa cariño, corazón mío.