Cincuenta y nueve: Ultimando detalles.
La última semana en Hogwarts pasó en un abrir y cerrar de ojos. Los alumnos que no habían tenido que realizar TIMO'S y ÉXTASIS recibieron los resultados de sus exámenes el viernes en la tarde. Para alegría de Hally y sus amigos, todos consiguieron buenas calificaciones, aunque todos tuvieron alguna materia en la que sacaron una nota más baja que el resto. Como Rose, cuyo punto flaco fue Encantamientos, cosa que le hizo notar a Henry en cuanto tuvieron en sus manos las tarjetas de calificaciones.
—¿No pudo perdonarme uno que otro errorcito? —quiso saber Rose la mañana del sábado del banquete de fin de cursos, cuando la mayoría de los alumnos mayores aprovechaban al máximo la última visita a Hogsmeade —Anda, Henry, dime.
—Oye, una cosa es que sea mi mamá y otra, la profesora de Encantamientos —aclaró Henry en el acto, pues estaba ocupado revisando su propia tarjeta por enésima vez —A mí no me puso precisamente un Extraordinario.
Hally miró por encima del hombro de su amigo.
—¿De qué hablas? —se extrañó —Tienes un Extraordinario.
Eso a Rose la puso de peor humor que antes, pero se sorprendió más al ver las calificaciones de Hally: no había ninguna menor a Supera las Expectativas.
—¿Y tú cómo le haces? —Rose no podía creerlo —Anda, dímelo.
—Mira, si te sirve de algo, no tengo idea —Hally se encogió de hombros —Ya te lo he dicho, las cosas se me quedan en la cabeza cuando las leo o las veo. Lo hago sin querer.
—Bueno, eso es cierto —Sunny, en compañía de Danielle y Walter, se había acercado a sus amigos. Estaban en el Gran Comedor, comenzando a almorzar, y las cuatro mesas se veían algo solitarias por la visita al pueblo —Nunca supe cómo le hacía Hally para aprenderse la historia británica a la primera. Y ni se digan las tablas de multiplicar.
—Tal vez es de esas personas que son listas sin saberlo siquiera —apuntó Henry.
—O tal vez sólo le gusta aprender —agregó Walter, tomando una copa dorada de la mesa de Gryffindor y sirviéndose jugo de naranja —¿Les importa si desayunamos aquí? Después de todo, hay mucho espacio.
—No hay problema, siéntense —invitó Rose, que ya se había servido huevos revueltos.
—¡Chicos, chicos, grandes noticias! —Ryo, luego de comerse un trozo de tocino, al ver a sus amigos Gryffindor's llegar a su mesa y reunirse con sus amigos Slytherin's, dejó su asiento y fue hacia ellos —Me llegó lechuza de papá. El abuelo Yao dice que nos invitará a los Mundiales. ¡No estaré en Shangai en el verano! —exclamó al sentarse a la derecha de Walter, entre éste y Sunny —Estaré en Bulgaria, cortesía del abuelo.
—Eso está bien —comentó Danielle —Pat me contó que nosotros iremos a Estados Unidos en agosto: él a su empleo y yo de vacaciones.
—¿Le dieron el empleo? —se sorprendió Rose.
Danielle asintió, contenta.
—Pues Will ya me dijo a dónde iremos de vacaciones¿listos? —Sunny hizo una pausa y golpeó la mesa con ritmo, como redoble de tambor, antes de exclamar —¡Francia!
—¿Te vas a Francia? —Hally se oía emocionada.
—Will dice que mientras ven su solicitud en el Ministerio, puede tomarse una semana de vacaciones entre eso y su mudanza —Sunny parecía realmente feliz —Iremos a París y a una ciudad que se llama Nantes, al oeste, donde hay muchos museos.
—Estarás en la gloria —dijo Hally, recordando lo mucho que a Sunny le gustaban los museos —En fin, en la última lechuza que me envió, mamá dice que tal vez nosotros no salgamos de vacaciones. Papá no ha vuelto de América.
—El mío tampoco —recordó Rose, poniéndose algo triste —Pero mamá dice que quizá vuelva pronto. Que la misión que tenía esta vez era más papeleo que otra cosa.
—¿Una reunión y no me invitan? —Amy llegó de improviso y con una sutil sonrisa, se sentó a la mesa, entre Rose y Henry —Hablando de las vacaciones, supongo.
—Exacto —Ryo le acercó a su amiga un plato con huevos revueltos y tocino —Por cierto, Amy, no nos has dicho porqué este año vas a Portugal.
—Mamá quiere ir, es todo —Amy se encogió de hombros —Papá ha ahorrado dos años seguidos para llevarla. El año pasado fuimos gratis a Marruecos por el trabajo de papá.
—¿Qué hace? —quiso saber Sunny con interés.
—Está en el Ministerio, en Economía e Impuestos entre Magos y Muggles —respondió Amy —Si me lo preguntan, es un trabajo muy aburrido. Mamá dice que es interesante, pero eso de trabajar todo el tiempo con números…
Amy hizo un gesto desagradable.
—¿Quién diría que algo te molestara en este mundo? —Rose sonrió, divertida —En fin, esperemos que te vaya bien. Y no olvides mandarnos una postal.
Amy asintió en el acto y los ocho amigos almorzaron entre risas y comentarios sobre sus futuras vacaciones. A muchos de los alumnos que quedaban en el castillo les extrañó ver a niños tan distintos en una sola mesa, pero ese grupo ya no les llamaba tanto la atención, por haberlo visto todo el año. Procyon Black entró entonces al Gran Comedor, se sentó a la izquierda de Hally, donde había un asiento libre, y en forma callada se sirvió.
—Pues yo les cuento que mi mamá se decidió a ir a los Mundiales —Henry sonrió tenuemente —Mi tío nos acompañará. Aunque solamente iremos a un partido y los dos quieren que sea a uno donde juegue México. Ya saben, siendo su país…
—Las estadísticas dicen que México va bien en su liga nacional —se oyó decir a Procyon de repente —De hecho, dicen que es uno de los favoritos para llegar a las finales.
—¿Ah, sí? —se interesó Hally.
—Sí, en serio —Procyon no sonreía, lo cual era raro. Y para hacer su actitud aún más extraña, hablaba con seriedad —La abuela me lo contó. Acaba de conseguir empleo en el Departamento de Deportes y Juegos Mágicos, en el Ministerio.
—Oye¿te sucede algo? —Hally notó ese aspecto extraño enseguida. Además, sin su alegría habitual, Procyon no parecía el mismo.
—No, nada del otro mundo —el niño de cabello negro le dedicó una vaga sonrisa —Por cierto¿qué harán en las vacaciones?
Ryo se apresuró a contarle las que él tendría, pero Hally creyó notar que Procyon quería a propósito cambiar el tema. Así que por el momento ella y sus amigos le siguieron la corriente. Luego ella misma, como afrenta personal, averiguaría qué le pasaba a Black.
Los que visitaban el pueblo tampoco se lo pasaban nada mal. Iban y venían por las calles con entusiasmo, conscientes de que pasaría mucho tiempo antes de volver. Pero los de séptimo eran los más emocionados, puesto que para ellos sería su última vez. Algunos incluso pensaban en que no volverían jamás.
—Miren, a mí sí me gustaría volver —Ángel estaba a una de las dos mesas que su gemela, sus primos y sus respectivos acompañantes agruparon en Las Tres Escobas para estar juntos —Bueno, siendo ésta la única población enteramente no muggle del país…
—Eso ya lo sabemos, Ángel —le hizo saber Dean. El chico había querido ir a esa visita con sus primos mayores, alegando que era la última vez que podría hacerlo, y ellos habían aceptado su compañía —Aunque no lo crean, los voy a extrañar, Insólitos. Pero no mucho.
—Sí, claro —se burló Frida con una sonrisa —Pero no te preocupes, primo, que nos aseguraremos que no nos olvides demasiado pronto.
—¿Qué están pensando? —Dean se puso suspicaz.
—Nada del otro mundo —afirmó John con su seriedad habitual, pero sonriendo —Una pequeña despedida, es todo.
—Muy a nuestro estilo, obviamente —agregó Gina, con una sonrisa bromista —A propósito, chicos¿a qué hora tenemos qué volver?
—A las cinco —recordó Frida —El banquete será a las ocho y apenas nos alcanzará el tiempo para arreglarlo todo.
—Espero que nos sorprendan —comentó Patrick entonces, sonriéndole a Frida —Y que esta vez no acabemos Will y yo cubiertos de dulces.
—No, no, será algo de verdad espectacular —afirmó Ángel —Y justo cuando menos se lo esperan, ya verán.
—Como no sea a la hora del banquete o algo así… —aventuró Rebecca, mirando a Ángel severamente —Sería la excusa perfecta para quitarles puntos.
—Rebecca, linda, olvidas que en el banquete, ya no pueden quitarnos puntos —Ángel le dirigió una sonrisa conciliadora —Ya lo tenemos todo previsto.
—En eso mi primo tiene razón —John le sonrió triunfante a Ángel —Y no se preocupen tanto. No le haremos nada a quien no se lo merezca.
Miró de reojo a Gina, pero no dijo más. Sabía perfectamente porqué hablaba: su hermana, el fin de semana anterior, le había relatado con cierta reserva el incidente que había sufrido a manos de Frederick Hall y John, haciendo gala de su integridad, aceptó la idea de ella de incluir al Slytherin en la broma de despedida.
—Espero que por lo menos, podamos ver sus efectos —comentó Sun Mei con ilusión.
—Claro que sí —John le dirigió una mirada encantadora y Sun Mei la correspondió.
—No vayan a empezar aquí a ignorarnos —soltó Frida, consiguiendo que todo el mundo se riera. Y es que cuando John y Sun Mei se ponían a hablar entre sí, se olvidaban de todo y de todos —Por cierto, tengo una noticia grande, si no les importa atenderme un rato.
—¿Qué, la fecha de cuando te vas a Nueva York? —dijo Ángel en son de broma —Eso ya lo sabemos, Frida, te vas el mes entrante.
—No es eso, hermanito —Frida adoptó un semblante serio y calmado antes de anunciar con una ligera sonrisa —Voy a casarme.
Varios cuellos se giraron con tal brusquedad hacia la pelirroja que casi se lesionan, a saber: su hermano Ángel y sus primos John y Dean; Rebecca y Sun Mei y los amigos de Dean (uno a cada lado del chico) Nigel y Janice. Los únicos que se quedaron tranquilos fueron Patrick (por obvias razones), William y Gina, y eso porque ya lo sabían.
—¿Estás loca? —Ángel fue el primero en reaccionar —¿Casarte¡Pero si decías que primero trabajarías un buen tiempo antes de buscarte marido!
—Creo recordar a alguien decir que así son algunas chicas —John enseguida le halló el lado divertido al momento —Que cuando menos te lo esperas, se casan.
—No es un chiste —Ángel miró a su primo implorándole que lo entendiera —¿Te imaginas cómo se pondrá papá cuando se entere? Porque supongo que tú eres el novio, Malfoy —señaló al rubio con la cabeza, frunciendo el entrecejo.
—¿Pues quién más podría ser? —se apresuró a responder Frida, con una sonrisa.
—Bueno, hermanita, pues entonces tengo una pregunta al respecto —Frida creyó que Ángel saldría con algún motivo absurdo para que ella no se casara, pero se sorprendió al oírlo pedir —¿Puedo ser el padrino?
—¿Qué cosa? —soltó la aludida, haciendo que Gina, John y Dean se sorprendieran. No era para menos, pues sabían que a Ángel no le agradaba mucho Malfoy —¿Tú, el padrino? Pues no sé, es que…
—Lo siento, pero eso ya me lo pidieron a mí —William se decidió a intervenir —Hace unas semanas Patrick me lo pidió y acepté. Lo siento, Ángel, en serio.
Ángel hizo un mohín de niño pequeño y se encogió de hombros, provocando la risa en las mesas. Rebecca lo consoló en broma tomándolo de la mano.
—¿Y quién será la madrina? —se interesó Sun Mei.
Frida y Patrick se miraron. A pesar de haber resuelto durante las últimas semanas la mayoría de los detalles, no habían reparado en ése en particular.
—Te toca a ti, Frida —se decidió Patrick por fin —Yo elegí al padrino. Es lo justo.
Frida asintió y miraba a su alrededor buscando inspiración (y sin fijarse en las caras de anhelo de Gina, Sun Mei y sorprendentemente la de Rebecca) cuando vio que entraban por la puerta algunos compañeros de su curso y casa. Y aunque la idea que se le estaba ocurriendo era muy loca, decidió llevarla a cabo, esperando que Patrick la apoyara.
—¡Mindy! —llamó a la chica, acompañada por su novio y otros dos que si no los ven tomados de la mano, no lo hubieran creído posible de ellos —¿Podrían venir los cuatro?
Mindy asintió, tomó a Jason del brazo y a sus dos acompañantes les hizo un gesto para que los siguieran. Sun Mei y William se apresuraron a acercar otra mesa y sillas con sus varitas y cuando los recién llegados estuvieron sentados, Frida les comunicó que recién había anunciado su boda. Mindy sonrió ampliamente, porque ya sabía eso, pero tanto Bradley como la otra pareja se quedaron con la boca abierta.
—¿Y qué pensaste de lo que te pedí? —quiso saber Mindy, entusiasta.
—Bueno, sí serás una dama de honor —respondió Frida y Mindy se alegró —Pero todavía hay algo… Judith¿puedo pedirte un favor?
Judith Bruce, la chica que conformaba la pareja que acompañaba a Mindy y a Jason, dio un respingo y asintió.
—¿Querrías ser mi madrina?
Judith abrió los ojos desmesuradamente.
—¿Porqué me lo pides a mí? —se atrevió a preguntar Judith.
—Porque eres un ángel, supongo —apuntó Patrick, lo que sorprendió más a Judith —En todo el tiempo que llevo aquí, no he visto a alguien que sea ni remotamente la mitad de bondadosa que tú. Y si Frida quiere que seas la madrina de nuestra boda, estoy de acuerdo. Siempre que tú quieras, claro.
Aquellas palabras había provocado una notable impresión en todos los presentes, sobre todo en la pareja de Judith, que estaba orgulloso de que alguien más aparte de él hubiera notado las cualidades de la pequeña rubia. En cuanto a la propia Judith, al principio no supo qué decir, tomando en cuenta que quien le había soltado todo aquello era el mismo Patrick Malfoy al que meses antes no le hubiera dado ni la hora, pero al verlo tan sincero no pudo evitar sonreír tímidamente.
—Bueno, si Frida está segura… —titubeó.
No pudo terminar su frase, pues entonces Frida había soltado un grito de triunfo y poniéndose de pie, fue a abrazarla con fuerza. Varios de los que se encontraban en el local se volvieron por un segundo, pero al ver que en aquel rincón estaban los Cuatro Insólitos, sólo sonrieron con indulgencia antes de regresar a sus asuntos.
—Oye, McGill, te sacaste la lotería —le dijo Patrick a la pareja de Judith —Espero que asistas a la boda, te mandaremos una invitación.
Geoffrey McGill se encogió de hombros y con una sonrisa divertida, veía a Judith atrapada en el abrazo de Frida.
—Ahora sólo hay que hacer la despedida en el colegio y estaremos completos —afirmó John con rotundidad —Y esperemos que tío Fred no se ponga como loco al enterarse.
El grupo rió ante ese comentario y la reunión, hasta entonces animada, terminó convirtiéndose en una verdadera fiesta.
El banquete de fin de cursos en Hogwarts inició puntualmente, viendo que el Gran Comedor estaba engalanado con estandartes rojos y dorados, que sólo indicaban una cosa que a los Slytherin's no hacía para nada felices: Gryffindor había ganado la Copa de las Casas otra vez. Era raro cuando la casa de los leones no ganaba dicho premio, a pesar de que los últimos siete años había tenido como huéspedes a los Cuatro Insólitos. Danielle, Sunny, Walter, Thomas, Patrick y William eran, de hecho, los únicos miembros de la casa de las serpientes que no estaban del todo enfadados por eso. Y se notó cuando la profesora MgGonagall, sin poder disimular su orgullo, anunció las puntuaciones totales de las casas: Gryffindor quedaba en primer lugar, seguida respectivamente por Ravenclaw y Hufflepuff empatadas y Slytherin al final. Los mencionados aplaudieron cuando la directora dijo la casa ganadora, recibiendo las miradas fulminantes de sus compañeros de mesa.
—¿Les duele, cierto? —Sunny se burló del quinteto de tarados, que la veían con desprecio —La verdad es que habríamos ganado si se hubieran esforzado un poco.
Luego de eso, la profesora McGonagall anunció lo que Dean le comentó a Ángel: el Torneo de los Tres Magos. Y tal como dijo Dean, tendría modificaciones, pero ningún estudiante se esperaba lo que la profesora explicó.
—En vez de tener a otras dos escuelas de magia de visitantes, tendremos ocho —dijo la directora con seriedad —Esto se debe al nuevo concepto de esta competencia, el cual se revela en el cambio de nombre de la misma. En lugar de Torneo de los Tres Magos, se llamará el Torneo de las Tres Partes.
Varios alumnos susurraron entre sí con confusión y curiosidad, por lo que la profesora McGonagall golpeó brevemente su copa para llamar al orden.
—El motivo para el cambio de nombre es por el nuevo formato del torneo —prosiguió, como si no la hubieran interrumpido —Para este torneo, en lugar de participar solamente escuelas de Europa, participarán algunas de otros continentes. El Ministerio de Magia, deseoso de establecer mejores relaciones con otras zonas del mundo, invitó a todos los continentes a integrarse y fueron solamente dos los que respondieron con rapidez: América y Asia. Esos dos continentes mandarán representantes de tres escuelas, respectivamente, y éstas, al igual que Hogwarts y las otras dos escuelas europeas, se disputarán la Copa de las Tres Partes, la gloria para su continente y sus escuelas, y un premio en metálico de tres mil galeones.
Varios alumnos, sobre todo los mayores, ya se veían con esos premios en el futuro cuando la directora cortó varias ilusiones.
—Habrá varias restricciones para entrar al torneo, así que espero que de aquí a que se escojan a los participantes, lo que sucederá el próximo Halloween, mantengan la compostura. En septiembre se les dará a conocer el resto de la información sobre este tema, así que por el momento es todo.
Y sin decir más, la profesora tomó asiento.
Siguió la hora de disfrutar la comida, a la que nadie le podía poner reparos. Ni siquiera los decepcionados Slytherin's, que la engulleron con gusto. Pero algo raro les pasó a Blake, O'Neill, Hall, las Cobras, varios Slytherin's de todos los grados (contando al quinteto de tarados, para alegría de la Orden del Rayo) y a Jack Ripley y sus amigos, en la mesa de Ravenclaw: de pronto dejaron de comer, se llevaron una mano al estómago y salieron como ráfagas del lugar, extrañando a los demás comensales.
—Fase uno, completa —anunció John en voz baja. Gina, Ángel y Frida asintieron.
Todos estaban regresando su atención a la cena cuando escucharon unos ruidos raros en el vestíbulo, entre gritos, golpes, chapoteos y jadeos. Parecían provenir del vestíbulo. Los estudiantes abandonaron sus asientos, curiosos, y los profesores al ver eso los siguieron. En su vida se hubieran imaginado encontrarse con tal espectáculo.
Los que habían salido del Gran Comedor a paso rápido se encontraban vomitando una extraña sustancia anaranjada, sangrando por la nariz o ambas cosas a la vez, sin poder evitarlo. Eso no hubiera sido demasiado extraño si nadie hubiera notado que todas las vías para ir a los baños más cercanos estaban bloqueadas de una forma muy singular: cada pasillo que podía conducir a un baño (incluyendo el pie de la escalinata de mármol) tenían instalados en su acceso una especie de pantano en miniatura y que a juzgar por cómo se retorcía una de las Cobras en el que estaba a la entrada al pasillo que llevaba a las mazmorras (vomitando solamente), era lo suficientemente hondo como para no poder cruzarlo a pie. Los alumnos que observaban aquello se desternillaban de risa, sobre todo porque aquellos personajes eran de los más odiados en el colegio y estaban encantados porque se llevaran su merecido. Los profesores, luego de la sorpresa inicial que se llevaron, mandaron a los alumnos de nueva cuenta al Gran Comedor y fueron a arreglar aquel desastre. Los jóvenes obedecieron, entre innumerables carcajadas, y se sentaron de nueva cuenta a las mesas, comiendo con más ganas que antes.
—Fase dos, todo un éxito —dijo Ángel, sin poder contener una sonrisa.
Frida, Gina y John le devolvieron la sonrisa y divertidos, ellos y muchos alumnos más escuchaban cómo los profesores batallaban un poco para que los alumnos afectados fueran con la señora Finch–Fletchley a que los curara, mientras que la profesora Nicté analizaba calladamente los pantanos y en cinco minutos, eliminara el que le ayudaría a la sanadora a conducir a los alumnos a la enfermería.
—Espero que intente darles una poción gastrolimpiadora —deseó Gina por lo bajo —Consulté los ingredientes con Rebecca y harán reacción al llegar a su estómago.
Como la mayoría de los alumnos reían por el incidente, los Insólitos se permitieron una carcajada jovial. Hally y sus amigos Gryffindor's también reían, porque al quinteto de tarados les había tocado su ración en aquel acontecimiento, y esperaban que el próximo curso fuera igual o más interesante que el que acababan de pasar.
—Si todos los cursos van a ser así, me alegra ser bruja —les dijo Hally a sus amigos.
Rose y Henry no podían estar más de acuerdo.
La sala común de Gryffindor estaba bastante solitaria aquella noche, luego del banquete, pues había que levantarse al día siguiente muy temprano para tomar el tren. Pero había alguien que a pesar de la hora, no tenía nada de sueño. Era una personita de abundante cabello negro, lacio y brillante, que miraba con sus ojos azules la chimenea encendida. Con cierta melancolía, soltó un suspiro y miró con distracción un pergamino que sostenía en la mano derecha. Lo que decía aquel pergamino era el motivo por el que el día siguiente se le presentaba gris y no quería pensar en eso.
—¿Quién anda ahí? —una vocecita salió de las escaleras que llevaban a los dormitorios de las chicas y sobresaltó a la figura sentada frente a la chimenea hasta que la misma voz dijo su nombre —¡Ah, Procyon!
—¿Qué hay, Hally? —saludó el niño en voz baja, sin volverse ni levantarse —¿Cómo supiste que era yo?
—Fácil: nadie tiene un cabello así —Hally se encogió de hombros, mirando de reojo el cabello de Procyon, que aunque lacio y de aspecto saludable, se veía un tanto descuidado en cuestión de largo —En fin¿qué haces despierto?
—Eso debería preguntártelo a ti —Procyon evadió fácilmente la pregunta.
—Es que cuando estoy nerviosa no puedo dormir bien —Hally volvió a encogerse de hombros —No quise molestar a nadie en el dormitorio y mejor bajé. Pero no me has contestado —recordó de pronto.
—Y no lo voy a hacer —Procyon se puso terco —No tengo porqué.
—Vaya, pensé que te caía bien —Hally se ofendió —Sólo era una pregunta.
—Perdona —se disculpó Procyon entonces —Es que he andado de muy mal humor.
—Lo noté —la niña hizo una mueca —No has sonreído al menos desde la semana pasada y Thomas Elliott les dijo a mis amigos de su casa que ya no le hablabas.
—Estás muy bien informada¿no?
—Teniendo fuentes… —Hally sonrió —¿Se puede saber qué te tiene de tan mal humor?
Procyon dudó por un segundo, pero al final le entregó el pergamino que tenía en la mano. Hally lo tomó y lo leyó a la luz de las llamas.
Querido Procyon:
Siento tener que hacerte esto, pero te tengo noticias desagradables para este verano. Tu madre irá a un curso de actualización en Estados Unidos durante el verano, uno que no pudo rechazar, y tu padre estará en diversas misiones en el extranjero. En cuanto a mí, con mi nuevo empleo, no podré ocuparme de ti, así que los tres dispusimos que te quedarás en casa de unos amigos la mayor parte de las vacaciones. Prometo ir a visitarte en mi tiempo libre y de nuevo discúlpame por esto.
Un beso,
Tu abuela.
—¡Vaya! —Hally no supo que otra cosa decir —Lo siento, Procyon.
—Siempre íbamos con mi abuela en vacaciones —explicó Procyon en voz baja —Vivía en Edimburgo. Ahora que vive en Londres, donde vivo yo, creí que podría verla más seguido. Pero no podré hacerlo porque mis padres no estarán y ella trabaja.
—Bueno, considerando que yo hasta el año pasado no tenía familia, creo entenderte.
No sabía hasta qué punto lo había animado, pero Hally recibió como recompensa una sonrisa deslumbrante de parte del niño cinco segundos después.
—Oye, gracias —dijo Procyon con sinceridad —Eso me ayudó bastante. Me recuerda que hay quien está peor que yo.
—Cuando quieras —Hally le sonrió a su vez.
Se pusieron a hablar de otras cosas, como los próximos Mundiales de Quidditch y el torneo que la directora había anunciado. Después de una hora, Hally bostezó sin darse cuenta y su compañero decidió que era todo por el momento.
—Oye, me caes muy bien —le dijo al ponerse de pie —Así que vete a dormir, porque mañana será un largo día. No quisiera que te quedaras dormida.
Y después de dedicarle otra deslumbrante sonrisa, Procyon subió la escalera que llevaba a su dormitorio, dejando a Hally con una grata impresión de su persona. Y tan grata fue la impresión, que de inmediato tuvo una idea.
—¡Eh, Procyon! —lo llamó, poniéndose de pie de un salto. El niño volvió y la miró, confundido —¿Quieres saber algo interesante? —preguntó.
Procyon, siendo curioso por naturaleza, asintió casi en el acto. Hally sonrió, le pidió que se sentara y que la esperara.
—Necesito ir por algo a mi dormitorio —explicó —En cuanto lo traiga, te diré ese algo interesante, es una idea que se me acaba de ocurrir.
Acto seguido la niña subió las escaleras y Procyon se preguntó qué querría decirle. Estaba suponiendo la tercera respuesta posible a esa cuestión cuando la oyó volver con una especie de tela en las manos.
—Escúchame, es algo grande —pidió Hally —Es algo que quiero que hagas mañana…
Y cuando Hally, mostrándole la tela que cargaba, le dijo de qué se trataba, Procyon no pudo evitar aceptar de inmediato al tiempo que esbozaba una sonrisa traviesa, como las que mostraban los Cuatro Insólitos al idear una de sus bromas. Y sin saberlo, con eso adquiría un parecido con su abuelo tan asombroso, que si su abuela lo hubiera visto se lo habría comido a besos.
