Sesenta: Diciendo adiós.

Aquel domingo de junio amaneció despejado, con un cielo azul brillante y un sol medianamente abrasador. Los alumnos de Hogwarts, para antes de las doce del día, ya estaban en la estación de Hogsmeade, abordando el tren y comentando lo mucho que iban a extrañar el colegio. Y los más nostálgicos eran los de séptimo curso, pues ellos, además de tener por delante un verano, tenían un futuro que ya no incluía Hogwarts.

—¿Qué pasó con nuestros "despedidos"? —inquirió con fingida inquietud John Weasley, cuando él, Gina y sus primos Frida y Ángel se congregaron en un compartimiento del tren.

—Bueno, Rebecca fue a dar un vistazo diciendo que quería preguntarle algo a la señora Finch–Fletchley y… —comenzó Ángel, pero se detuvo y miró a Rebecca, quien se encontraba ahí junto con Patrick, William, Sun Mei, Mindy Whitehead, Jason Bradley, Judith Bruce y Geoffrey McGill —Mejor dile tú, linda.

Rebecca sonrió levemente y asintió.

—Le pregunté a la señora Finch–Fletchley cómo estaban los pacientes y dijo que apenas llevaban un par de horas durmiendo —la chica se mostró ligeramente apenada —Que habían dejado de vomitar y sangrar a las tres de la mañana.

Los Cuatro Insólitos rieron ante aquello.

—Les hubiéramos dado el antídoto —sugirió Gina, fingiendo pena.

Su hermano y sus primos la miraron y luego, a la vez, los cuatro decidieron.

—¡No¿Porqué? —y siguieron riendo.

—Me alegra estar de su parte ahora —comentó Patrick —No me imagino estar en el lugar de Blake y todos ellos.

—Yo menos —afirmó William con una sonrisa —Muy bien, chicos¿y qué harán ustedes en vacaciones? Yo tendré solamente una semana de descanso y me voy a Francia.

—Yo ya decidí el primer lugar que quiero pintar —Sun Mei tenía una mirada soñadora, como siempre que hablaba de su trabajo —Iré a Venecia, a pintar los canales. Dicen que es una ciudad preciosa.

—¿No tendrás dificultades con el idioma? —se extrañó William.

Sun Mei negó con la cabeza.

—La ciudad recibe muchos turistas y además, sé algo de italiano —respondió.

—Pues yo me voy a Nueva York, eso ya lo saben —Frida lucía una encantadora sonrisa —Me voy en los primeros días de julio. Pero luego… —miró a Patrick y continuó —Estaré en Massachusetts unos días. Y quizá, si a la tienda de papá le va bien, vaya a algún partido de los Mundiales.

—Entonces me verás por ahí —intervino Geoffrey McGill enseguida —Mis padres me dijeron que si bien nos va, estaremos viendo la final.

—Es un partido muy codiciado —apuntó Jason —sobre todo porque siempre hay sorpresas. Los últimos Mundiales los ganó Angola y nadie se lo esperaba.

Los chicos se pusieron enseguida a discutir quiénes creían que ganaría ese año los Mundiales, mientras que las chicas abordaron otro tema.

—¿Cuándo nos quieres en Estados Unidos, Frida? —inquirió Judith, tímida —Quiero decir, para lo de tu boda y todo eso. Nos dijiste que será el quince.

—Bueno, es que la boda será aquí, en Inglaterra —aclaró Frida —Pat no puede irse hasta que la custodia de su hermana se resuelva. De hecho, por eso le dieron el empleo en Estados Unidos, porque necesitan a alguien en Gran Bretaña por una temporada.

—¿Y dónde será? —inquirió Mindy.

—En Wiltshire, en la mansión de la familia de Pat. Es lo bastante grande.

Mientras los mayores conversaban en esos términos, la pequeña Orden del Rayo tenía reunión extraordinaria. Tal como las chicas lo dijeron en el cumpleaños de Sunny, le preguntaron a sus amigos si estarían a dispuestos a admitir a nuevos miembros.

—¡Ah, no, ni hablar! —soltó Walter ante la mención de Thomas Elliott —Está loco de remate, le cambia el nombre a todo el mundo y…

—En realidad, sólo te lo hace a ti —recordó Danielle.

—Lo que sea —espetó Walter.

—Vamos, Walter, es simpático —apoyó Sunny, con una sonrisa divertida —Y de vez en cuando, nos caería bien reír.

Walter pareció meditar seriamente las palabras de Sunny, en tanto los demás analizaban el resto de los posibles nuevos miembros.

—Yo no tengo ningún problema con Radcliffe —reconoció Amy seriamente.

—Eso se nota —añadió Rose, sonriendo con sorna —Porque es de tu casa y eso —se apresuró a añadir, al ver que por primera vez desde que la conocía, Amy le lanzaba una mirada fulminante.

—Creo que hablas por Black¿cierto? —se atrevió a intervenir Henry —En lo personal no me desagrada, de hecho lo he tratado y me simpatiza.

—A mí también —concordó Ryo —Si le quitas el mal carácter que le brota de vez en cuando, claro. Y bueno¿son todos los nombres a considerar?

—Claro que no —Hally les sonrió a sus amigas de forma significativa, y ellas le correspondieron —No nos olvidamos de ti, Ryo.

—¿Eso qué significa exactamente? —el niño estaba confuso.

Hally miró a las otras de nueva cuenta y todas dijeron a la vez.

—Hagen.

Tanto Walter como Henry soltaron una carcajada al ver la cara de sorpresa de Ryo al escuchar el apellido de Paula. Luego de su reacción inicial, frunció el entrecejo.

—¿En serio quieren ingresar a Paula? —se atrevió a preguntar.

—Si la llamas por su nombre y te agrada, creo que sí —Hally se encogió de hombros —Entonces qué¿se acepta que Procyon Black, Thomas Elliott, Byan Radcliffe y Paula Hagen entren a la Orden del Rayo de aquí a que se extinga?

—Es una pregunta algo larga —se quejó Rose en broma.

—Sólo contesta —espetó Hally con cierta impaciencia.

—De acuerdo, yo acepto —Rose levantó la mano derecha y mostró una pulsera de cuentas rojas con un dije dorado en forma de rayo. Era el regalo de Navidad que Danielle le había enviado y la usaba desde entonces.

—Yo igual —Sunny también alzó su mano derecha, en la que sostenía un lápiz para dibujar verde, que en la parte de la goma tenía un rayo de plata. En realidad, el rayo estaba unido a una especie de anillo que se ajustaba a la parte superior de cualquier lápiz o bolígrafo muggle. Danielle se lo regaló por su gusto por dibujar.

—Yo también —Amy levantó en la mano derecha un prendedor de ámbar en forma de rayo. Ella era muy elegante y Danielle lo sabía, por eso se lo obsequió en Navidad —La verdad es que entre más amigos tengamos, mejor¿no?

—Habló la mensajera de la paz —Ryo sonrió y sacando algo de su bolsillo, se puso a jugar un poco con el objeto: un prendedor como el de Amy, pero de cristal tallado color azul —Muy bien, yo también acepto —alzó la mano derecha con todo y prendedor.

Henry, Danielle y Walter eran los únicos que faltaban por decidirse. Danielle aceptó casi enseguida, a la vez que exponía el dije plateado en forma de rayo con una esmeralda incrustada que le colgaba al cuello, sonriendo ampliamente. Antes de hablar, Henry creyó oír un ruido cerca de la puerta del compartimiento, pero no vio nada.

—Miren, a mí no me importa tener más miembros en la Orden —alzó la mano derecha, en la que pudieron ver que sujetaba una pluma roja con un rayo dorado pintado. Había estado escribiendo una carta mientras discutían el asunto —Creo en la diversidad de pensamientos, en serio. Después de todo, mis padres son de dos culturas distintas.

A todos les hizo gracia el comentario y siete pares de ojos se volvieron hacia Walter y éste se sintió repentinamente cohibido.

—Oigan, no me vean así —pidió con fastidio —¿Es indispensable que acepte con mi rayo en la mano? —preguntó algo extrañado.

—Bueno, no —admitió Hally con una sonrisa —Pero para estar a tono con los demás…

Walter frunció el entrecejo y sacó de su bolsillo una pequeña libreta empastada en verde con un rayo plateado pintado en la portada. Ése era el regalo que Danielle le había enviado en Navidad, pues Walter tendía a escribir mucho —Muy bien, acepto. Tengo que admitir que Elliott es muy distinto al quinteto de tarados.

—Es ese caso… —comenzó Hally, mostrando su propio anillo con un rayo al levantar su mano derecha y poniéndose de pie —… permítanme presentarles a los nuevos miembros.

Acto seguido se acercó a la puerta del compartimiento, levantó una mano, hizo ademán de tomar algo y jaló fuerte, descubriendo a unas cuantas siluetas de improviso.

—¡Hally, te mato! —se ofendió Rose, al reconocer las siluetas: eran Procyon Black, Thomas Elliott, Paula Hagen y Bryan Radcliffe, precisamente de quienes estaban hablando. Rose estaba con las mejillas rojas —¿Cómo se te ocurrió meterlos aquí?

—¡Y con tu capa! —secundó Danielle con el ceño fruncido, mirando lo que Hally había jalado: la capa invisible que el señor Potter le había obsequiado a su hija en Navidad.

—¡Ah, eso! —Hally había soltado una carcajada al ver las caras de asombro de sus amigos —Bueno, es que pensé que sería divertido.

—Sí, claro, muy divertido —dijo Walter sarcásticamente, mirando de reojo a los cuatro niños que seguían junto a la puerta y que trataban de aguantarse la risa.

—Vamos, no es para tanto —replicó Hally con calma.

—¿Y qué hubiera pasado si no los aceptábamos? —quiso saber Henry, tranquilo.

—Igual los hubiera descubierto, para que les dijeran porqué debían aceptar que entraran —afirmó Hally en el acto.

—Pues que lo digan ahora, porque si no, sí te mato —Rose seguía mirando con enojo a Hally —Anda, que digan sus razones. Supongo que les dijiste lo que hacemos.

Hally asintió y miró a los cuatro recién integrados a la Orden. Les hizo un gesto de cabeza y ellos asintieron a su vez.

—Bueno, a mí deben incluirme porque soy muy listo —aseguró Procyon, fingiendo que no tenía ni pizca de modestia —Y además, porque… bueno, ustedes son los únicos que no me tratan mal por lo de mi abuelo. Y me agrada eso.

—Pues yo digo que deben incluirme porque… la verdad no tengo una buena razón —admitió suavemente Bryan —Pero me gusta mucho que se traten como amigos y no como gente de tal o cual casa. Quiero aprender a hacer eso.

—Eso es admirable —reconoció Amy en voz baja.

—Pues yo pienso algo parecido a Bryan —reconoció Paula —Quiero tener amigos que piensen diferente a mí. Eso ayuda a saber que no siempre tienes la razón.

—Tú siempre crees eso —rebatió Bryan entonces —Lo que quieres es tener quien te baje los humos cuando haga falta¿no?

Paula puso cara de extrañeza, como si no creyera en las palabras de su amigo, y no contestó. Prefirió mirar a Thomas.

—¿Y tú, Elliott? —inquirió.

—Quiero entrar para que me llamen por mi nombre —respondió él con una sonrisa, medio en broma y medio en serio —Eso para empezar. Y por otra parte, yo soy de familia muggle. Estar con ustedes me enseñaría muchas cosas.

Los ocho miembros originales de la Orden reflexionaron bien las razones que los otros cuatro acababan de exponer. Bueno, Hally no, porque fue idea de ella tener nuevos miembros. Al cabo de diez minutos, los siete que habían votado levantaron sus diestras a la vez, sonriendo con ganas.

—Acepto —dijeron a la vez.

—Ya oyeron, son miembros de la Orden —les dijo Hally a los otros cuatro, que se pusieron a saltar de gusto —¡Oigan, no se pongan tan efusivos!

—Perdón —se disculpó Thomas con una sonrisa —Es que en lo personal, me alegra.

—Por cierto, yo tengo una duda —Henry había escrito un par de líneas de su carta antes de hablar —¿Cómo pudieron entrar aquí con la capa de Hally?

—¡Ah, eso! —Procyon se apresuró a hablar —Fue idea de Hally. Anoche nos topamos en la sala común porque no podíamos dormir y de pronto, ella fue a su dormitorio y bajó con eso —señaló la capa que Hally aún sostenía en las manos —y me dijo…

Inicio de remembranza

Escúchame, es algo grande. Es algo que quiero que hagas mañana.

Hally le contó a Procyon acerca de la Orden del Rayo, rompiendo así una de las reglas de la misma. Procyon le preguntó porqué lo hacía y Hally, sonriendo sutilmente, indicó.

Porque tiene que ver con lo que quiero que hagas mañana. Estamos pensando en incluir a nuevos miembros y tú eres uno de ellos.

¿Yo? —se asombró Procyon.

Hally asintió.

Halagador —musitó el niño —En fin¿exactamente qué quieres que haga mañana?

Hally le mostró la tela que cargaba, se la puso encima y el niño supo lo que era.

¡Una capa de invisibilidad! —exclamó —Son muy raras¿de dónde la sacaste?

Me la regaló papá en Navidad —respondió Hally, quitándose la capa —Verás, les voy a decir a mis amigas que mientras hacemos el viaje de vuelta, les digamos a los chicos que si quieren incluir a más personas en la Orden. Lo más probable es que acepten, pero por si no lo hacen, quiero que tú y los otros puedan defenderse.

¿Y cómo hacemos eso exactamente?

Hally le contó lo que se le había ocurrido: Procyon se llevaría la capa invisible y al día siguiente, reuniría a los otros posibles miembros y luego de contarles el asunto, los llevaría ocultos en la capa al compartimiento del tren donde estarían. Así escucharían la votación.

¿Y cómo sabremos cuál compartimiento es el suyo? —quiso saber Procyon.

Simple: es en el que encuentren las jaulas de un búho, un halcón y tres lechuzas (una blanca, una gris y una marrón) en la rejilla portaequipajes. Son nuestras mascotas.

Procyon asintió, tomando nota mental de lo que le decía Hally y además, de lo que tendría qué hacer al día siguiente para reunir a…

¿A quiénes debo reunir? —preguntó de pronto.

¡Ah, sí! Pues a tu amigo Thomas, a Hagen…

¿La extranjera de Ravenclaw? —Procyon hizo una mueca.

Sí —respondió Hally, sin darle la menor importancia —Y al amigo de ella, Radcliffe, de Hufflepuff. Como ves, no son muchos. Cabrán bajo mi capa siempre y cuando se acomoden. ¿Tienes alguna duda?

Creo que no —Procyon tomó la capa de manos de Hally y se puso de pie —Espero que me dé tiempo. A ver qué caras ponen tus amigos cuando nos vean ahí¿eh?

Para sorpresa de Procyon, Hally soltó una leve carcajada.

Será divertido ver sus caras, te lo aseguro. Pero si se enojan un poco, no te fijes. Son buenos amigos.

Fin de remembranza

—Gracias por el comentario, Hally.

Rose sonó sarcástica, pero sonreía con agrado. Tanto ella como los demás amigos de la niña de cabello negro y anteojos ya no estaban enojados con ella. De hecho, empezaban a apreciar la treta.

—Fuiste muy ingeniosa —le reconoció Henry.

—Y bastante original —Sunny se mostraba un tanto incrédula, pero también sonreía —Y ya que son miembros de la Orden, chicos¿porqué no nos cuentan qué van a hacer en vacaciones? —miró a Thomas, Paula, Bryan y Procyon.

Thomas contó, emocionado, que por primera vez en su vida iría a los estudios de televisión donde sus padres trabajaban en compañía de sus hermanos trillizos. Y que a finales de agosto, él y su familia irían a la boda de un tío.

Paula comentó que ella y sus padres pasarían una temporada Hong Kong en julio, por el trabajo de ellos, y que luego irían a Austria y al final, a Bulgaria a algunos partidos de los Mundiales. Bryan y su familia eran sus invitados, pero ellos sólo podrían pagar las entradas a un partido.

En cuanto a Procyon, el tema de sus vacaciones no lo entusiasmaba mucho por la lechuza que le había enviado su abuela. Lo único que lo animaba era que seguramente iría a los Mundiales, porque su abuela siempre iba y lo llevaba cuando podía.

—Ojalá nos encontremos en los Mundiales —deseó Hally —Yo nunca he visto un partido de esos. Dicen que son de lo mejor.

—No te imaginas cuánto —Rose era una de las más excitadas con el tema de los Mundiales —Tío Bill y tía Fleur me llevaron en la temporada que viví con ellos, creo que jugaba Inglaterra contra Venezuela. Ganó Venezuela y era gracioso ver a tío Bill gruñendo mientras Belle y Frank cobraban unas apuestas y tía Fleur los regañaba por eso.

—Cómo quisiera ir —suspiró Thomas —Se oye de lo más interesante. Pero siendo mis padres muggles…

—Puedo decirle a mi abuela que si puede, te invite —propuso Procyon —Te enviaré una lechuza para avisarte. Tú sólo consigue el permiso.

—¡Si por eso me caes de maravilla! —Thomas hizo ademán de darle un abrazo a Procyon, pero se contuvo al verle la cara y se rió —Les diré a mis padres.

Sin darse cuenta, los niños habían estado hablando como si fueran amigos de toda la vida, pero si acaso lo notaron en algún momento, no le dieron importancia por lo cómodos y contentos que se sentían. Al pasar el carrito de comida, las niñas se llevaron una sorpresa al ver que los niños no las dejaban pararse, diciendo que ellos invitaban.

—El primero de septiembre nos ponemos a mano —afirmó Procyon, haciéndolas reír.

Comieron de todo, contándose chistes en cierto momento del viaje. Rose se rió particularmente fuerte cuando escuchó de boca de Henry un chiste muggle de un viejo programa de televisión del país de su madre, que decía algo de mandar un cohete al sol de noche. Aunque claro, para hacerla reír así, Henry primero tuvo qué explicarle qué era un cohete, porque si no, a mitad del chiste iba a hacer preguntas.

—¡Muy bueno, Henry! —le dijo Rose, cuando el niño terminó de contar el chiste.

—Se nota que le gustó —comentó Procyon en voz baja, viendo a Rose reír con tantas ganas —Es eso o le encanta reír demasiado.

—Es de familia —aseguró Hally —Su madre también ríe así al oír algo muy chistoso.

—Debimos suponer que era la pelos locos —dijo una voz burlona y algo aguda en la puerta del compartimiento, sobresaltando a todos.

La Orden miró a la puerta y se encontraron con una niña de ojos azules de un tono muy frío y cabello negro. Iba seguida de algunas personas más.

—Tenía que ser Brandon quien viniera a molestar —espetó Sunny, mirando fijamente a la niña de ojos azules —Mira, Brandon, hazle un favor al mundo y hunde la cabeza en la tierra un buen tiempo, como los avestruces. Y de paso, que te acompañen tus amiguitos.

Brandon frunció el entrecejo con molestia y en eso, un niño de cabello negro muy corto, cortado casi a rape, y ojos castaños, se adelantó.

—Mira, huérfana, mejor no le hables así a mi prima o si no…

—¿O si no, qué? —se adelantó Walter a su vez —Somos más que ustedes, Calloway, así que mejor ni se te ocurra hacerle algo a Sunny, porque lo lamentarías. Además¿no se supone que nos odian a todos nosotros? Entonces¿qué hacen aquí?

—Averiguar quién es la escandalosa —respondió fríamente un niño de cabello rubio de aspecto sucio y ojos negros —Y ya vimos quién es: la hija del asesino.

—¡Idiota! —Rose se levantó de un salto —Atrévete a repetir eso y…

—No vale la pena que te pelees con Sullivan por esto —sentenció Hally con firmeza, sujetando a su amiga de un brazo, mientras Danielle sujetaba a la pelirroja del otro —Y tú, Sullivan¿podrías largarte de aquí con toda la comitiva maligna que traes? No querrás que les demos su merecido.

—¿Ustedes a nosotros¡No nos hagan reír! —se burló otra niña, ésta de cabello castaño y ojos oscuros y pequeños.

—Podemos, y lo saben —ahora el que se puso en guardia fue Henry —¿O quieren que se los vuelva a demostrar, Scott?

—Que tu madre sea la profesora de Encantamientos no quiere decir que sepas tanto como ella —sentenció fríamente un niño castaño —No insultes nuestra inteligencia.

—No insulto su inteligencia, Mackenzie —rebatió Henry hábilmente, con una ligera sonrisa burlona —No se puede insultar algo que no poseen.

Los integrantes de la Orden soltaron una carcajada colectiva al escuchar eso, mientras que el quinteto de Slytherin los miraban con furia. Iban a sacar sus varitas, pero entonces una voz en el pasillo los detuvo.

—¿Qué es tan divertido?

Era William Bluepool, que había decidido hacer una ronda por el tren con su insignia puesta, para asegurarse de que todo estuviera en orden. Lo seguían Sun Mei Mao, John Weasley y Dean Longbottom, cada uno también con su insignia.

—¡Ay, Will, debiste oírlo! —intentó explicarle Sunny, pero la risa se lo impedía.

—¡Henry dijo una gran verdad! —Rose estaba en las mismas condiciones que Sunny.

Al quinteto de tarados no le quedó de otra que retirarse, pues aunque sabían que Bluepool, Mao y Weasley eran de séptimo y sus insignias ya no valdrían en cuanto bajaran del tren, la de Dean aún podría causarles problemas.

—Lo dicho, ustedes sí que son raros —William les sonrió y junto con los otros tres que lo seguían, se retiró.

Thomas fue el primero en dejar de reír, y eso porque al ver a Bluepool, se dio cuenta de algo que de verdad lo impresionó.

—Sunny… —llamó, casi en un susurro.

—¿Qué? —la castaña todavía reía, pero ya se estaba calmando.

—Bluepool sonríe como tú.

—¿Qué cosa?

Thomas creyó haber dicho algo indebido, pues en cuanto escuchó la insinuación del niño, Sunny dejó de reír de golpe y lo miró con el entrecejo fruncido.

—Perdón¿dije algo malo? —se extrañó Thomas.

—No exactamente —Sunny reaccionó y dejó de verse molesta —Es que… eres el primero que dice que me parezco a Will en algo, es todo.

—Ya era hora —bromeó Ryo, quien había escuchado lo dicho por Sunny —Es decir, siendo tu hermano, debían parecerse en algo.

—¿Tu qué? —se sorprendió Thomas.

—Larga historia —dijo Sunny simplemente —Te la contaré luego, lo prometo.

—Por cierto, Sunny —la llamó Paula Hagen, una de las primeras en dejar de reír por completo —¿Es cierto lo que escuché antes de llegar a la estación¿Que tienes un tutor por ser… por ser huérfana?

—Sí, es cierto —Sunny contestó sin darle importancia —Pero no es la gran cosa.

—Claro que no —se entrometió Danielle, dando a entender por su tono de voz que bromeaba —Además, con semejante tutor…

—¿Quién es? —se interesó Bryan repentinamente.

Sunny iba a contestar cuando sintieron que el tren disminuía la velocidad. Henry y Hally, los que iban sentados junto a la ventana, se asomaron al exterior y descubrieron que estaban llegando al andén 9¾, por lo que decidieron dejar el asunto para mejor intercambiar datos personales. Para eso, Henry aprovechó un trozo de pergamino que le había sobrado de su carta recién acabada y con su pluma, escribió todas las direcciones y teléfonos de sus amigos (en el caso de quienes tenía teléfono) y sacando su varita, señaló el trozo de pergamino.

Multiplicare —musitó.

El pergamino vibró y al cabo de unos segundos, aparecieron algunos más, exactamente iguales, y cuando hubo los necesarios, Henry susurró un Finite Incantantem para que el encantamiento parara. Repartió los trozos de pergamino justo cuando el tren se detenía.

—Cinco segundos más y me envían una amonestación —comentó, refiriéndose al hecho de que los estudiantes de su edad no podían usar magia fuera del colegio —Muy bien, con eso nos mantendremos en contacto antes de salir de vacaciones.

Los demás asintieron y con sus respectivos equipajes y mascotas (quienes las tenían), bajaron en conjunto del tren, buscando con la mirada a sus familiares. Henry encontró de inmediato a su tío Anom, acompañado por los Potter, tres de los matrimonios Weasley y los Longbottom y les avisó a Hally y a Rose.

—¡Papá volvió! —se alegró Hally en el acto —¡Y tu padre también, Rose!

Ambas niñas saltaron de gusto y despidiéndose de sus amigos, corrieron a saludar a sus padres. Henry las siguió con más calma, dejando al resto buscando a sus parientes.

—¿De veras ése es Harry Potter? —soltó Thomas de improviso, al ver a lo lejos al hombre de cabello negro y anteojos al que Hally abrazaba con fuerza —¿El famoso Harry Potter¿El que aparece en los libros?

—Sí, es él —le confirmó Danielle —¿Dónde se habrá metido Pat?

—Ahí está —Sunny señaló hacia donde estaban los compartimientos delanteros, donde un numeroso grupo de alumnos de séptimo estaba saliendo.

Danielle miró en la misma dirección y notó con agrado que su hermano le ayudaba a Frida Weasley con su mascota, una gata blanca, para que ella pudiera bajar su baúl.

—Tengo que cruzar la barrera ya —anunció Walter —Papá debe estar esperándome.

—¡Válgame, lo olvidaba! —Thomas se llevó una mano a la frente —Mis padres también deben haber llegado. Ojalá no los hayan reconocido, porque entonces habrá una multitud.

Los dos niños se despidieron y salieron del andén arrastrando sus baúles. Amy vio de lejos a sus padres y a los de Ryo entrando juntos por la barrera, le avisó a su amigo y él, viendo que Sun Mei se estaba despidiendo de su novio John Weasley con un beso en los labios (cosa que a él le dio un poco de asco, por cierto), fue con sus padres seguido por Amy, quien no dio cinco pasos sin ser abordada por sus hermanos.

—Amy dice que están locos de remate —dijo Bryan, respondiendo a la pregunta de Paula de porqué Amy ponía cara de resignación al tener a sus hermanos mayores a su alrededor —La molestan mucho porque es la pequeña.

—¿Y tu hermana no te hace lo mismo? —quiso saber Paula.

Bryan iba a contestar cuando una joven de unos catorce años, de cabello castaño rojizo y ojos castaños, se les acercó en compañía de una joven morena y de largo cabello oscuro recogido en una trenza.

—Bryan, llegaron por nosotros —dijo la joven de cabello rojizo —Y tus padres están con los nuestros, Paula.

—Gracias, Erica —dijo Paula.

La joven y su acompañante se retiraron, para pocos segundos después separarse. La chica de la trenza se reunió con Franco Visconti, cosa que extrañó a Procyon.

—¿Ésa es pariente de Franco? —quiso saber.

—Supongo que sí, se llama Pía Visconti —respondió Bryan —Terminó el cuarto curso, como mi hermana, pero es de Gryffindor¿nunca te habías fijado?

Procyon negó con la cabeza. Y es que cuando alguna cosa no le llamaba la atención, no se preocupaba en saberlo todo de ella.

—Vamos, Bryan, nos esperan —apuró Paula y ambos niños se retiraron por el mismo camino que la hermana de él.

—¿A ti quién te recogerá? —le preguntó Procyon a Sunny.

La niña se encogió de hombros.

—Ni idea —respondió —Mi tutor no me dijo nada al respecto.

—¡Eh, Sunny, podemos irnos! —la llamó William de repente —Snape dijo que te llevara a tu casa, que llegará allá en una hora.

Sunny se encogió de hombros, se despidió y se fue. Procyon estaba a punto de preguntarle a Danielle por la referencia de Snape cuando el hermano de ella se aproximó.

—Danny, es hora de irnos, tenemos mucho qué hacer —Patrick sonreía y Danielle creyó que era porque acababa de despedirse de su novia.

A Danielle no le quedó de otra mas que despedirse de Procyon y retirarse con su hermano mayor. El niño, luego de verla irse, miró distraídamente a su alrededor, pues se suponía que alguien iría a recogerlo… o al menos eso le dijo el profesor Lupin cuando lo vio en el vestíbulo antes de irse a la estación de Hogsmeade, y no tenía porqué dudar de su palabra, ya que era un viejo amigo de su abuela. En eso, al dirigir la vista al grupo donde estaban Hally, Rose y Henry, creyó distinguir a un adulto más que antes: una mujer muy hermosa y de tierno aspecto, alta y delgada, de rostro pecoso y corto y rizado cabello castaño claro. Vestía un conjunto muggle de falda y chaqueta color rojo con detalles blancos y parecía más una mujer de negocios que una bruja. Pero fue al observarla mejor que la reconoció: era la mejor amiga de su abuela, la madrina de su padre. Tomó su baúl, lo colocó rápidamente en un carrito y se encaminó hacia allá.

—¡Tía Heather! —llamó, sonriendo. En realidad ella no era su tía, pero por el cariño que le tenía su padre a su madrina, él así se la había presentado y el niño le decía así desde pequeño —¿Qué haces aquí?

La mujer de cabello rizado dejó de hablar con el señor Potter, giró la cabeza y lo miró, sonriendo en el acto.

—¡Procyon, cariño! —saludó —Perdón por el retraso, pero surgió algo en el trabajo.

—¿Tú me recogerás? —Procyon sonrió más ampliamente, ilusionado.

—Bueno, eso se supone —la mujer consultó su reloj de pulsera —La verdad debí llegar hace diez minutos, pero…

—Tía Heather, ya te disculpaste —le hizo ver Procyon.

—Sí, ya lo sé — la mujer sonrió —Sólo que al otro lado de la barrera nos esperan.

—Disculpe, señorita —el señor Potter se les acercó —Si ya no necesita nada, mi familia y yo nos retiramos.

—Gracias por tu atención, Harry —le sonrió la tía Heather —Tal vez te vea pronto¿sabes? Magnolia me dijo algo.

Al oír aquel nombre, el señor Potter frunció el entrecejo, miró a la mujer directamente a sus ojos, de un suave tono azul grisáceo, y sonrió ligeramente.

—Heather O'Campbell, me imagino —comentó.

La mujer sonrió más que antes y asintió.

—Aunque pronto cambiaré de apellido —Heather inclinó la cabeza y miró a Procyon —Vamos, cariño, tenemos qué irnos. Por desgracia debo volver al trabajo.

Procyon asintió, le hizo un movimiento de cabeza al señor Potter a modo de despedida y salió del andén junto con la madrina de su padre. Mientras tanto, el señor Potter regresó con su familia, que lo esperaba junto con Henry y su tío, los Weasley y los Longbottom.

—Harry¿quién era esa mujer? —quiso saber la señora Potter.

—Te contaré en casa —respondió él, con una sonrisa —Es una larga historia, Hermione.

—¿Y ese niño? —el señor Weasley, el padre de Rose, se veía pasmado.

—Era Procyon Black —dijo Hally al instante.

—¡Madre Santa! —el señor Ron movió la cabeza de un lado a otro —Sí que se parece a su abuelo¿no, Harry?

El señor Potter asintió.

—¿Conocieron al abuelo de Procyon, papá? —inquirió Rose.

—Bastante —se limitó a decir el señor Ron —Muy bien, vámonos. ¿Estamos completos?

Todos asintieron y comenzaron a cruzar la barrera en parejas o tríos. Al estar del lado muggle, se dirigieron a la salida de la estación de King's Cross y el grupo se separó, yendo cada uno por su lado. Antes de eso, los Potter quedaron en mandar una lechuza a sus amigos para invitarlos a celebrar el cumpleaños de Hally. La niña se puso muy contenta al oír eso, pues sería el primero que sus padres le festejarían.

—Esperaremos la lechuza —convino el señor Ron —Pero recuerda que tenemos planes para el verano y no todos son de placer —agregó, haciendo una mueca de disgusto.

—Sí, sí —el señor Potter hizo un gesto de desgano.

Las familias se separaron, cada una dispuesta a pasar un verano inolvidable.