Capítulo algo violento... espero no se sientan mal
Disclaimer: Todas las ideas relacionadas a Harry Potter, personajes y su mundo son propiedad de JK Rowling y de la Warner. Los personajes de Kaiser Promacos Malfoy y Prue Halliwell Snape pertenecen a roleros que llevan el mismo nombre.
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Capítulo 2 - Conexión Mortal
La Muerte en manos de Patrick
"¿Y qué pasa si despiertas con la sensación de tener las manos llenas de sangre¿Qué pasa si las miras y notas que están limpias¿Qué sucede si percibes que alguien más lo también lo siente¿Qué pasa cuando das vueltas en la cama sin poder liberarte de las imágenes macabras que asaltan tu mente? Eso sucede, querido mío, cuando las culpas te pesan tanto que no eres capaz de cargarlas. ¿Qué pasó¿Es que acaso no eras lo suficientemente malo? Parece que no; sin embargo, no reiré porque muchas veces no se sabe si esa manos manchadas de sangre llevan justicia o crueldad…"
De su frente caían unas gotas de sudor que hacían que su rostro brillara. Su cabello rubio estaba mojado y sus mejillas enrojecidas. Ella, sentada en el piso de piedra del sótano de su mansión, abrazaba sus piernas y temblaba de frío.
En su interior, una angustia terrible se apoderó de su corazón. Si había algo que Jen Malfoy Snape no aguantaba era sentir angustia, le parecía un sentimiento menos soportable que el dolor. Sus dientes rechinaron. El frío penetraba en sus músculos hasta llegar a los huesos. Ella sabía que no se trataba del frío común y corriente, sino de aquél que venía y se sentía en el alma. Habían pasado sólo dos días desde que había compartido sus poderes con Patrick y por momentos, su conexión se hacía bastante fuerte. Ése era uno de aquellos instantes en que sentía el dolor de su "hermano" con tanta intensidad que se enajenaba y perdía la conciencia, tanto que no recordaba cómo es que siempre terminaba tiritando en el sótano de su mansión.
Maldita sea, Patrick, supéralo. Ya has hecho lo que has querido. – Jen abrazó sus rodillas con fuerza y se secó unas lágrimas saladas que aparecieron intempestivamente en las cuencas de sus ojos.
El pergamino tenía unas pequeñas manchas color rojo carmín salpicadas como escarcha en la superficie amarillenta. Su caligrafía se veía bastante dispareja y algo nerviosa. El bote de tinta había caído sobre la cama y había dejado una mácula negra de grandes dimensiones. Esa noche volvió a escribir, hábito que perdió luego de su entrada a los mortífagos. Sus garabatos encima del papel estaban tan desordenados que es probable que ni él mismo los entendiera.
"Ríos de sangre, charcos, provenientes de tu pecho, del mismo punto exacto de tu corazón. Increíble, así que aún tenías ese órgano vital. Y yo que lo escuché latir mil veces contra tus pechos y después disminuir el paso a cada instante mientras dejabas la vida terrenal. Oh, qué amor tan grande decías tenerme, que mentira tan sublime, que instante tan remoto.
Ahora mis manos que te envolvieron en caricias están manchadas de tu esencia; mi ropa que enmarcó tu bellaza está salpicada de ti, mi alma que te amó con locura permanece marcada por el enajenamiento. Oh, cuánto te habré amado que todavía deseo enredarme en las hebras azabaches de tu cabello largo, que me gustaría comerte a besos manchando mis labios con el color rojo carmín de tu sangre. ¡Cuánto de habré amado, cuánto!
No hay nada en la vida peor que tu traición, querida mía. Nada más podría haberme convertido en el ser más cruel sobre la faz de la tierra, nada más podría haber borrado lo poco de bondad que quedaba en mí. Nada, mi niña, nada, solamente sentir la vibración de tu cuerpo en unos brazos que no era los míos."
Patrick se había quedado dormido encima del pergamino, el cual estaba manchado con gotitas se sangre que brotaban de sus dedos y mojado por las lágrimas que todavía salían de sus ojos.
El agua congelada corría por el caño que se encontraba abierto. Patrick se restregaba una y otra vez sus manos limpias, las cuales habían estado manchadas con la sangre del ser que una vez amó con locura y que ahora detestaba. Se sentía sucio, aún no podía soportar el peso del asesinato. Pasaba frenéticamente el jabón entre sus dedos largos hasta que éstos comenzaron a enrojecerse por la fricción. Luego se echó agua helada en la cara, se apoyó contra el mueble y se miró al espejo. Observó su cuerpo desnudo reflejado en el cristal y lo encontró demacrado y bastante delgado. Una cicatriz casi imperceptible cruzaba su pecho. Se la tocó y recordó… Tú también me dejaste… Agachó la cabeza y luego caminó hacia la tina que ya estaba llena.
Se había levantado a causa del picoteo de una lechuza parda sobre su hombro, la cual traía en el pico un pergamino envuelto en una cinta verde con pintas plateadas. Entonces lo tomó y desató el lazo. La seda se sintió extremadamente suave entre sus dedos. Se acercó el pergamino a la cara y lo olfateó. Sabía que la carta provenía de su "hermana", reconocería su perfume en cualquier lugar o circunstancia.
"Vámonos, escapemos a donde todo empezó. Han llegado malas noticias a mis oídos. Los aurores están encima de nosotros y tú ya no tienes mis poderes. Debemos protegernos, amado mío. Vámonos, huyamos y hágameles frente cuando nos encuentren, pero que no nos encuentren separados. Un beso en el lugar de siempre."
Patrick tomó su varita y conjuró su Patronus. Un hermoso cóndor luminoso batió sus alas. El mago le recitó unas palabras al oído y el ave las recibió con claridad "amada mía, búscame en mi antigua casa", luego aleteó para tomar vuelo y se elevó. Patrick se metió a la tina y miró al techo. Luego se sumergió en el agua.
La noche llegó con mucha rapidez ese día. El cóndor Patronus regresó y se posó al lado del joven mortífago, quien daba vueltas en la cama perdido en la inconsciencia de sus pesadillas una madrugada más.
Sangre, el piso de la habitación matrimonial estaba cubierto de un hermoso e intenso color rojo carmín. Él ya se había levantado de la cama y observaba el cuerpo inerte de su esposa que yacía retozando con serenidad sobre el colchón. Tenía todavía entre las manos la daga que goteaba. En sus labios de dibujaba una sonrisa que parecía de alegría; sin embargo, su mirada de encontraba perdida en la más profunda melancolía.
Esa noche, la neblina cubrió con su espesor la entrada de la mansión en donde había vivido antes de la traición. Todavía conservaba las llaves. Le sorprendió que éstas giraran sin problemas dentro de las cerraduras, al parecer Prue no se habían preocupado en cambiarlas. Entró con sigilo precedido de un fantasmal cóndor negro y subió por las escaleras crujientes rumbo a la habitación en donde había pasado infinidad de noches cubierto por la pasión y el amor. Abrió la puerta y la vio, ella dormía. Sus cabellos negros y largos cubrían su espalda y su respiración pausada connotaba tranquilidad. Él se acercó y se echó a su lado con suma delicadeza para no despertarla y aspiró el perfume de su cuerpo. Luego sacó la daga de serpiente, la cual resplandeció, y se colocó de rodillas frente al cuerpo de la mujer... Siempre linda, siempre hermosa… Sintió que suspiraba, quizás sería el era último suspiro de su vida.
Instintivamente, ella abrió los ojos. Lo vio con el arma levantada y los ojos rojos iracundos, nunca lo había visto así. Sin embargo, no pudo decir nada, pues él clavó la daga en medio de su pecho con rapidez. La sangre le salpicó en la ropa, en la cara, en las manos y en el alma. La mujer suplicaba con la mirada, pero él no lo notó o no le importó e introdujo el arma más adentro, como queriendo arrancarle el corazón. Ella expiró con la mirada fija en los ojos rojizos del mortífago. Él sintió repugnancia y le cerró los ojos. Parecía estar durmiendo nuevamente, salvo por la herida sangrante en medio del tórax. Patrick se levantó y su mirada se dirigió al cuerpo inerte.
Así duele la traición, querida.
Su ojos encendidos la observaron mientras las gotas de sangré caían sobre la alfombra y producían un sonido casi imperceptible, pero macabro. La analizó mientras el cóndor Protego negro revoloteaba sobre el cuerpo buscando rapiña, buscando arrancarle la mismísima alma bondadosa que tanto le molesta a los seres oscuros.
Y la observó. Se veía hermosa como nunca antes. El color rojo carmín de su sangre derramándose por el pecho, irónicamente, la hacía parecer más viva, contrastaba con la palidez de su rostro, con el azul-morado de sus labios inertes que él jamás volvería a besar. Y la observó, su camisón de dormir níveo y con bordados ya no era más una prenda, ahora se había convertido en parte de ella, en parte de su sangre brotando a borbotones de la herida, en parte de su alma elevándose y jugueteando con su dolor.
Pero eso no fue suficiente para calmar sus ansias de venganza. Dentro de él, el dolor parecía fundirse con el odio de verla tan tranquila, de sentir que a ella morir no le importaba. Probablemente eso era cierto. Todos los magos de la generación de la guerra estaban preparados para morir, inclusive los guerreros póstumos como él y su "hermana". Sin embargo, estaban preparados para morir en manos del enemigo, no de un ser querido. Es por eso que Patrick se llenó de ira, pues la serenidad de su rostro, la suavidad de la caída de su cuerpo y sus ojos cerrados como su estuviera dormida, hacían suponer, erróneamente, que había fallecido en paz.
La observó. El cóndor se posó en su hombro y aleteó mientras él se acercó a ella. Cerró los ojos y tocó el pecho de la mujer. Sus dedos largos separaron la carne abierta de la herida e ingresaron. Sintió el órgano que estaba buscando y con los ojos apretados, lo tomó entre sus manos y jaló con toda su fuerza. El cadáver saltó y él, con el corazón en la mano y su Protego cóndor en el hombro, vomitó al lado de la cama.
Jen Malfoy Snape se había quedado completamente dormida dentro de un sueño que no era el suyo. A su lado, Kaiser la tomaba de la mano sin soltarla. Ella se aferró a sus dedos huesudos y él pudo sentir el miedo al que se estaba enfrentando dentro de sus pesadillas… Eso te pasa por jugar con hechizos de adulto… Dijo y sonrió, en el fondo se sentía orgulloso del de su pupila. De pronto, la mortífaga gritó. Las imágenes dentro de su cabeza parecían un torbellino.
Mis manos están llenas de sangre… Jen tenía los ojos cerrados, pero podía ver que su cuerpo era otro. Su pecho era plano, su cabello lacio y platinado, sus piernas más largas y más delgadas, sus caderas angostas. Sintió que tenía una masa de algo en la mano, pero no se atrevió a mirar. Su boca sabía a vómito. Le sobrevino una arcada, ya que la sensación de querer arrojar no la había abandonado.
Abrió los ojos y miró al frente. El cuerpo de quien la había criado yacía retozando tranquilo con una herida abierta. El agujero se veía asqueroso, lo cual le provocó otra arcada. Sin ver lo que tenía en la mano, se miró al espejo. Su cuerpo delgado y masculino, sus ojos rojos, su ropa manchada, su cabello grisáceo. Las manos las tenía completamente rojas; en una la daga negra con empuñadura de serpiente y en la otra un corazón que todavía palpitaba como dando el último respiro. Lo lanzó al suelo y volvió a vomitar... Evanesco… El órgano desapareció en medio de un humo negro. Miro alrededor. Sabía que ella estaba viendo el momento exacto del asesinato de Prue. Trató de acercarse, pero algo la frenó, después concluyó que no tenía voluntad propia, como cuando eres protagonista de un recuerdo del Pensadero. Su cuello giró y miró al cadáver una vez más. Se acercó y no pudo llegar muy lejos. Es así que desapareció. Se vio en la habitación de Patrick. Pensó, pero esos pensamientos tampoco le pertenecían… Ya la encontrará, sólo queda esperar... Sintió un mareo y sus ojos se inundados de lágrimas. Se sintió cada vez más débil hasta que cayó desmayada al pie de la cama.
Kaiser no la soltó a pesar de sus gritos aterradores, del sudor corriendo por su frente, de la presión que ejercía sobre su mano. Le acarició la frente con delicadeza para que se calmara; no obstante, nada parecía aplacar el miedo ni la angustia de la mortífaga.
Despertó en el suelo sin saber en dónde estaba ni lo que había pasado. Su varita había rodado por el piso de madera y se encontraba lejos de su alcance. Tenía la boca seca y con un sabor amargo, mientras sus ojos enrojecidos le ardían. Quiso levantarse, pero no pudo, no tenía fuerzas. Entonces se sentó y al ver sus manos manchadas de sangre, comenzó a gritar.
Se levantó y dirigió al baño, abrió el grifo y dejó correr el agua helada por entre sus dedos delgados mientras veía su piel pálida y sentía la daga que aún le pesaba bastante en el cinto plateado.
Una lechuza negra ingresó por su ventana con un pergamino. El ave se posó en el filo de su cama. Patrick salió del baño con el estómago revuelto y tomó el papel.
"Se te necesita urgente en la mansión, ella ha muerto"
Nadie sospechaba de él, sin embargo el peso del remordimiento hizo que cayera sobre sus rodillas con las manos el abdomen. Le sobrevinieron unas arcadas y escupió sangre. Luego, su visión su visión se nubló.
Jen y Patrick despertaron. Parecía que por el momento, todo había acabado.
