El tiempo continuaba transcurriendo en el castillo, meses de nuevas reglas que trajeron consigo nuevos cambios que intrigaban a Yamaguchi mientras cuidaba del joven príncipe; la servidumbre se redujo a la mitad, quedando solo él y los empleados con mayor antigüedad. La actitud de los nobles que habitaban el palacio también cambió mucho en poco tiempo, hablaban menos, incluso entre ellos, y evitaban reunirse a charlar frente a la servidumbre.

Ennoshita era el que más había cambiado de actitud en ese tiempo, se veía ausente, solitario y distraído, parecía estar muy distanciado de todos, sobre todo del rey, a quien siempre solía acompañar fielmente, parado a su derecha esperando órdenes; pero ya no estaba recibiendo órdenes, se encontraba a la deriva de las decisiones, alejado de su único propósito en el palacio. Por ello se acercaba más a Dai y Yamaguchi, ocupando su tiempo en ayudar a perfeccionar la magia del niño, un invocador al igual que su padre y todo el linaje de los Sawamura; Yui de vez en cuando acompañaba a su hijo, y observaba la nueva faceta de Ennoshita, la sombra de melancolía y despropósito que oscurecía su rostro la hacía sentir muy culpable.

Yui en realidad no pertenecía a ningún linaje real, era una muchacha plebeya que tuvo la suerte de haber enamorado al entonces heredero al trono; su naturaleza podía interferir con la magia de la estirpe de los Sawamura, algo que afortunadamente no ocurrió. Ver a Ennoshita entrenando a su hijo en combate le generaba sentimientos encontrados, se veía a sí misma como la malvada en la historia del consejero, le había arrebatado todo, y ahora lo tenía como entrenador para su retoño, era casi una burla, pero ella no quería burlarse de nadie.

Tal situación no la dejaba estar tranquila, la consumía tanto el remordimiento que abandonó el lugar antes de lo esperado; para Yamaguchi, los ánimos en el castillo le estaban resultando demasiado extraños, le picaba la curiosidad por saber que estaba ocurriendo. Mientras Dai practicaba el manejo de su energía en compañía de Ennoshita, Tadashi vio aparecer a Shimada detrás de un pilar, llamándolo discretamente hacia él para poder hablarle un momento; el omega aceptó, sabía que el niño quedaba en buenas manos, por eso se permitió el lujo de ir a charlar con su amigo.

Ambos desaparecieron juntos por el pasillo, Shimada saludó al omega con un dulce beso en la mejilla y lo invitó a sentarse en un banco de piedra para mirar los rosales desde el pasillo; no había un motivo especial para esa charla, solo era una conversación de amigos cercanos. Para Yamaguchi era la oportunidad perfecta para preguntar sobre los raros cambios en el palacio, Makoto de seguro sabía más sobre lo que estaba pasando con todos, era un miembro de la corte después de todo.

En un principio se negó disimuladamente a contestar las dudas del omega, pero cedió luego de un rato de insistencia por parte de Tadashi; le contó de forma superficial el conflicto del supuesto espía, además de hacer hincapié en la actual situación de Ennoshita, que estaba temporalmente despojado de sus labores por rumores de un rencor hacia la corona. En un principio, Yamaguchi se sintió alarmado pensando que había dejado al pequeño príncipe en manos de un sospechoso; pero luego pensó la situación con la cabeza fría y se tranquilizó. No dudó ni un segundo en decirle a Makoto que Chikara no podía ser sospechoso de nada, y que era una persona sumamente leal como para desearle mal al rey; Shimada no supo que contestar, solo mantuvo silencio con una expresión de duda en su rostro.

De cualquier forma prefirió cambiar el tema, no estaba en sus planes tener discrepancias con Tadashi, así que le tomó las manos y le dijo que no se preocupara por la situación que estaban pasando en el palacio, lo miraba con ternura en los ojos, y una sonrisa que hacía sentir extraño al omega, como una sensación de mariposas en el estómago, pero también, de incomodidad. Antes de que Shimada se acercara un poco más a su rostro, Yamaguchi se apartó, las facciones en su cara lucían molestas; posteriormente soltó las manos del beta y se rehusó a mirarlo.

Makoto suspiró y pidió disculpas por su osadía, entonces Tadashi, sacando carácter de algún lado, lo increpó seriamente, recalcándole un impedimento entre su relación: Shimada ya estaba casado con alguien más. Muchos años atrás, Shimada y Yusuke Takinoue se habían unido en matrimonio, el mismo rey Daichi los había casado en una segunda ceremonia de matrimonio, adicional al celebrado por la iglesia, una ceremonia de pacto frente al rey empleando las piedras de la verdad, donde la pareja debía hacer un juramento personal recitado hacia el propio cónyuge, un evento exclusivo para las castas nobles; la mayoría de las parejas juraban eterna fidelidad a sus esposos o esposas.

Por esa razón, si Shimada rompía con ese juramento, todos lo sabrían, sería un gran escándalo para los involucrados, y podría costarle su reputación, tanto a él como a Yamaguchi; el solo hecho de que Makoto no pensara en esas consecuencias, le causaba una pésima impresión al omega. Shimada se disculpó una vez más, y Tadashi cedió a perdonarlo, mas prefirió retirarse de ahí para evitar otro "desliz" como ese.

La vida había vuelto a las catacumbas de Akkad gracias a un jovencito omega que se paseaba por los túneles que Keishin Ukai le tenía permitido recorrer, Yaku entendía que podía perderse fácilmente si se salía del camino que el profesor le había marcado en el mapa, pero ya había comenzado a explorar un poco dejando pequeños rastros de lentejas cuando cruzaba los túneles. Ese día debió dejar de lado su exploración para ir a clases de magia, o lo que podía considerar asistir a ellas; las catacumbas se conectaban con algunas edificaciones históricas, hacía poco había descubierto la que se conectaba con la biblioteca de Akkad y la catedral, pero las que más conocía, eran las que se unían con los propios pasadizos secretos de la Academia de Magia.

Al llegar al pequeño pasillo secreto que le dejaba ver el interior del aula a través de una rejilla, observó con curiosidad a "sus compañeros de clase"; Hana Misaki le caía bien, siempre actuaba amable y responsable, pero con un gran carácter, tal y como él; no podía decir lo mismo de Yuji Terushima y su grupo de revoltosos, tal y como lo predijo el consejero del rey, Terushima era un intensificador que se la pasaba corriendo y golpeándose contra todo por no saber controlarse, no era muy buena influencia para los dos omegas de su grupo, Takeharu Futamata y Rintarou Numajiri. Había más personas que llamaban la atención de Morisuke, una omega nerviosa llamada Hitoka Yachi, y un beta y un omega que pasaban todo el tiempo juntos, un tal Inuoka Sou y un tal Shibayama Yuuki, que se sentaban uno al lado del otro, caminaban unidos por los pasillos y celebraban sus logros tiernamente entre ellos; Yaku había adquirido un cierto rasgo de husmeador gracias a ellos, le gustaba seguirlos para ver si algún día se besaban.

Pero sin duda el que más intriga le causaba era Shohei Fukunaga, aquel beta que en su primer día por poco asesina al consejero del rey, y que, por alguna razón, tenía permitido estudiar en ese lugar; solo unos cuantos alumnos trataban de hablar con él, los demás se alejaban atemorizados, Fukunaga tenía un nivel más avanzado de magia y eso los aterraba. Pero extrañamente, el muchacho quería aprender las bases de la magia común, y se veía igual de novato que sus compañeros en esas clases de magia básica.

Yaku a veces sentía que Fukunaga podía verlo, durante las clases a las cuales ponía más atención y en las que anotaba más datos en su libreta, de vez en cuando levantaba la cabeza para ver por la rendija, descubriendo que Fukunaga miraba fijamente en su dirección. Ese día no hizo la diferencia, ya empezaba a asustarse creyendo que ese beta conocía su secreto, no dudaría en mencionárselo a Ukai para que tomara cartas en el asunto.

Al finalizar la clase de materialización, Yaku corrió para llegar pronto a la clase de magia psíquica con el director Ikkei, sin querer pateó una piedra que hizo eco en los pasadizos secretos, rogaba que ningún profesor lo hubiera escuchado. Siguió avanzando lentamente para no hacer ningún ruido, pero luego de unos pasos, percibió la mirada fija de unos ojos celestes a través de una rejilla del piso, se quedó congelado y con una sensación catastrófica por haber sido descubierto.

-Hey ¿Qué haces allí? - preguntó el chico al otro lado de la rejilla, estaba de rodillas y agachado en el suelo para poder ver a través de ella, no parecía asustado ni enojado, solo curioso; Yaku sí que lo estaba, así que lo hizo callar.

-Silencio tonto - le dijo Yaku con los nervios crispados, el muchacho lo observaba detenidamente, sonriendo como un niño descubriendo un secreto.

-¿Por qué estás espiando? - le preguntó el chico, Yaku pudo identificar por su olor que era un alfa, debía ser considerablemente alto, de seguro estaba acomodado de forma extraña para poder ver, como un gato con la espalda muy arqueada mirando hacia abajo por la rendija.

-No estoy espiando, tengo permiso para estar aquí, ahora levántate maldición, llamas mucho la atención.

-¿De quién? Estamos en la biblioteca, casi no hay nadie aquí a esta hora, todos tenemos alguna clase a la cual ir - le respondió, no actuaba alarmado por la situación, como si fuese muy inocente, o tonto.

-Como sea… - Morisuke tranquilizó su rabia, pero luego llegó el miedo a su mente, porque no sabía cómo justificarse - puedo explicarlo…

-¿Por qué estás ahí abajo?

-Haces muchas preguntas.

-Pero tú dijiste…

-¡Sé lo que dije! - exclamó enojado - está bien, te contaré todo, pero por favor, no le digas a nadie, y siéntate bien, de esa forma atraerás a más personas aquí.

-Oh, de acuerdo - le respondió el joven, sentándose frente a la rejilla sin dejar de mirar a Yaku.

-Toma un libro y finge que lees mientras te cuento la historia.

-Oh cierto - el alfa tomó un libro y actuó como si estuviese leyéndolo, así que Morisuke pudo proseguir.

-Estuve el primer día de clases, soy el chico que no tenía magia.

-¡¿Tu eres el sin magia?! Fuiste tema de conversación por algunos días aquí.

-¡Baja la voz! - se quejó Yaku - bueno, al volver a casa, uno de los profesores me siguió para decirme que quería estudiarme para saber el origen de mi problema. Yo acepté con la condición de que me dejara ser un estudiante de esta academia.

-¿Pero por qué quieres ser un estudiante? No tienes magia - afirmó el joven, Morisuke no se lo tomó bien.

-Solo pon atención.

-De acuerdo.

- Aún tengo la esperanza de que este problema tenga una cura, el profesor todavía está analizándome, si esperara sus resultados para ingresar a la academia, quien sabe cuántos años perdería, y cuan atrasado estaría en comparación con el resto.

-Pero puedes entrar cuando quieras.

-¿Y si soy un nefilim? Al menos que esta experiencia me sirva para ser un profesor de magia.

-No puedes ser un nefilim, te ves muy bajito - comentó el alfa, luego se sobresaltó y apartó un poco cuando Yaku trató de apuñalarlo con un lápiz a través de la rendija - ¡Perdón!

-Da igual, el punto es que quiero aprender, aunque no pueda usar esos conocimientos.

-Ya veo… oye no te he dicho mi nombre, me llamo Lev Haiba, es un gusto conocerte - dijo el alfa como si estuvieran teniendo una charla normal, Yaku se quedó callado, ese tipo hablaba como si no tuviese intenciones de delatarlo, o reprocharlo por estar espiando en todos lados - ¿Y tu nombre es…?

-Yaku, Yaku Morisuke - respondió el omega, aún estaba desconfiado - oye, tengo permiso de un profesor para estar aquí, si dijeses algo…

-Tranquilo, no voy a acusarte, ni a difundir tu secreto. Aunque… deberías hacerte notar menos, fue fácil ver tu cabeza.

-Siempre trato de ser cauteloso.

-¿No te desagrada estar todo el tiempo ahí abajo? Debe ser húmedo y frio.

-Estoy acostumbrado.

-Si quieres puedo ayudarte a salir de ahí ¿Qué te parece?

-Eso es todo lo contrario a ser cauteloso.

-Podría prestarte un uniforme, nadie notaria que no eres un alumno, hay muchos estudiantes y no todos nos conocemos entre nosotros - propuso Lev, Morisuke no pudo ocultar su interés.

-Pero, podría verme un profesor que no sepa nada de mí.

-No suelen mostrarse mucho en los patios, solo en el aula.

-Ya veo…

-Anímate, aunque sea inténtalo por un día, si todo sale bien podrías hacerlo más seguido.

-No lo sé…

-Te traeré uno de los uniformes de Shibayama, son más o menos de la misma talla pequeña.

-Cállate.

Después de un rato, Lev regresó corriendo a la biblioteca ocultando el uniforme extra bajo el suyo; una vez reunido con Yaku, este le indico que caminara a una de las esquinas del salón y que levantase una alfombra; el alfa caminó obedientemente, y luego, en la esquina indicada, Lev vio cómo se abría una puertecilla del piso, estaba muy sorprendido y entusiasmado por los secretos que ocultaba la infraestructura de la academia. Entonces pudo ver a Yaku de forma clara y le entregó el uniforme, el cual no tardó en ponerse sobre la ropa que traía puesta; Lev le tendió la mano y lo sacó de ese pasadizo, cerraron la puerta y la ocultaron con la alfombra.

Yaku comenzaba a sentir ansiedad mientras caminaba junto al alfa por la biblioteca, si alguien lo reconocía, o más bien, no lo reconocía como un alumno, tal vez sería su ruina; pasaban entre grupos de personas, la tensión en los músculos de Morisuke era demasiado evidente, así que Lev le acarició la cabeza y le dijo que mantuviera la calma. Tras algunos minutos explorando la academia desde adentro, Yaku se animó, tal vez demasiado, ya que avanzaba rápido y miraba los detalles del techo y los pilares; se controló sin ayuda de Lev cuando recordó que no debía comportarse como si fuera su primera vez en ese lugar.

Al llegar al patio interior, Lev lo guió hasta un árbol en la esquina de la pequeña plaza interna, en ese lugar estaban Inuoka y Shibayama, sentados a los pies del árbol y charlando como de costumbre. Morisuke siguió a Lev y se sentó junto a ellos, mirándolos interactuar, sonriendo mientras los imaginaba en una cita, luego de presentarse mutuamente, hubo un pequeño silencio entre los cuatro, duró hasta que Inuoka se rascó la cabeza antes de decir algo.

-Lev nos contó algo sobre tu secreto, aunque no termino de entender bien - confesó Inuoka, entonces Yaku giró la cabeza bruscamente para mirar lleno de furia a Lev - de todos modos, no debes preocuparte, no diremos nada de esto a nadie.

-Lo que si entendemos es que es muy importante para ti aprender, aunque no puedas ponerlo en práctica… - comentó Yuuki tocando la mano de Yaku - no te preocupes, nadie más lo sabrá.

-¿Por qué son tan amables conmigo?... ¡¿Y por qué abriste la boca?! - exclamó Morisuke para reprocharle a Lev.

-Tenía que pedirle un uniforme a Shibayama, no se me ocurrió ninguna excusa, así que le dije la verdad.

-Tranquilízate Yaku san, no vamos a decir nada - le aseguró Shibayama, Yaku se tranquilizó un poco gracias a su dulce actitud.

-Gracias por guardar mi secreto… No sé cómo pagárselos.

-¿Tienes dinero? - le preguntó Lev, a Morisuke le sobraban ganas de darle un golpe en el estómago.

-¿Un profesor te ayudará con tu problema verdad Yaku san? - preguntó Inuoka, tenía muchas dudas.

-Sí, quiere descubrir el origen de mi problema, como no conocí a mis padres no sabemos si soy una hibridación o tengo alguna mutación en mis flujos mágicos.

-¿No conociste a tus padres? - dijo Yuuki apenado.

-Exacto, soy huérfano de nacimiento, no sé si soy hijo de un ángel y un humano, o de dos humanos… no me gusta tanto la idea de ser un nefilim.

-Pero no puedes ser un nefilim… - murmuró Lev, Morisuke giró la cabeza para mirarlo amenazantemente antes de que completara su frase.

-¿Vas a entrar a las clases con nosotros? - preguntó Inuoka.

-No puedo hacer eso, yo veo las clases a través de las paredes, no todos los profesores saben que estoy aquí.

-Oh… ¿A través de las paredes?

-Hay uno que otro pasadizo…

-¡Genial! ¿Puedo ir yo también? - pidió Inuoka.

-No, no puedes.

-Qué mal…

-Silencio, ahí viene Fukunaga - dijo Shibayama en voz baja; los cuatro se quedaron quietos y callados, el extraño beta pasó junto a ellos moviendo la mano para saludar - hola Fukunaga san…

-¿Qué hay? - respondió el chico, sentándose entre Lev y Yaku sin ser invitado; Morisuke empezó a sentirse muy nervioso.

-Pues nada, estábamos aquí charlando, lo normal - le dijo Inuoka, entonces Shohei giró lentamente la cabeza para ver a Yaku.

-¿Eres nuevo? - preguntó, Morisuke sentía que se iba a desmayar por los nervios.

-Es de otra clase - respondió rápidamente Shibayama, pero Fukunaga tenía clavados sus gatunos ojos en Yaku.

-Ah… Creí que era el ratón de la ventilación - comentó Shohei, dejando mudos a los demás.

-Sé que es pequeño, pero no le digas que parece un ratón - agregó Lev, Morisuke chirrió los dientes.

-Creo que ya debería volver a mi salón… - dijo Yaku tratando de escapar de esa situación que lo atemorizaba un poco.

-Sigue las migajas - pronunció Fukunaga, Yaku estaba quieto, cada vez más asustado - ¿No vas a despedirte?

-Adiós, fue un gusto conocerlos - Morisuke estuvo a punto de dar media vuelta y salir corriendo de ahí, pero el propio Shohei lo detuvo.

-Antes de que te vayas, toma - Fukunaga llevó su mano a su cuello y se quitó un collar con un colgante de un solo tirón - nos dijeron que se lo diéramos a un amigo.

-¿Eh?... - de algún modo, palabras tan ambiguas y simples como esas hicieron que Yaku recuperara la calma.

-Nunca te lo quites, te puede salvar la vida - dijo Fukunaga, Morisuke tomó el collar en sus manos, el dije de esa barata joya era un anillo con muchos hilos atravesándolo y formando signos que Yaku no conocía, y líneas extrañas que no parecían obra del azar. Se marchó del grupo observando el collar, como si se tratase de algo interesante que investigar.

Yamaguchi traía la ropa del príncipe hacia la lavandería, tenía que hacer ese tipo de labores mientras él merendaba, y cumplía con ellas con una gran sonrisa, porque ese niño hacia que todas sus dudas y problemas con el ambiente tenso del castillo valieran la pena. Iba por los pasillos cuando vio de reojo que en el pasillo paralelo estaba Ennoshita, malhumorado aún por las desconfianzas que ni para él ni para Tadashi tenían sentido.

A espaldas de Chikara estaba Yusuke, siguiéndole el paso mientras le pedía que se detuviera, una vez lo alcanzó, Takinoue lo tomó de los hombros, obligándolo a detenerse; Yamaguchi se ocultó, le preocupaba que lo acusaran de algo por escuchar sus conversaciones, así que se aseguró de no ser visto por nadie. La manera en que Yukuke acariciaba los hombros de Ennoshita lo sorprendió de mala manera, dio un respingo cuando distinguió que el esposo de Shimada tocaba los hombros y brazos del consejero con un tacto tan suave que parecía algo inadecuado.

-Por favor no me ignores más - le rogó Takinoue acercando su nariz al cuello de Chikara.

-Tengo cosas que hacer, permítame retirarme - respondió fríamente; Yusuke no lo soltó, en vez de ello pegó sus labios en el cuello de Ennoshita, besando con suavidad y lujuria su piel.

-Sé que estás molesto conmigo, realmente lo siento, fui un tonto.

-No deberías tocar a un supuesto traidor - Chikara lo miró de reojo, sembrando la intriga y culpa en Takinoue.

-Está bien, puedes decirme todo lo que quieras, pero por favor, necesito tocarte - suplicó Yusuke, su respiración ansiosa chocaba contra los poros de Ennoshita, que sonriendo llevo una mano hacia atrás para acariciar los genitales de Takinoue por encima de la ropa.

-Estás castigado… - susurró mientras lo masturbaba con las telas de su túnica, Yusuke cerró los ojos, su expresión de placer alarmó muchísimo a Yamaguchi, que observaba todo a escondidas; sin previo aviso Ennoshita soltó el pene de su amante y giró la cabeza para mirarlo, con su seriedad cínica tan característica - tu castigo es no llevarme a tu lecho.

-No hagas esto Chikara, no puedes darme una probada de ti para luego dejarme como si nada - Yusuke tomó las caderas de Ennoshita y las empujó hacia atrás para pegarlas a su ingle; Chikara sonreía ladino, lentamente subió su mano para tocar la mejilla de Takinoue, observando sus ojos, con los labios a milímetros de su boca.

-Claro que puedo…

-Sabes que estoy desesperado por hacerte el amor, y tú también lo estás - le aseguró subiendo las manos desde las caderas hasta el pecho de Ennoshita, el cual apretó con sus dedos.

-Puedo hacerlo con cualquier otra persona.

-No es cierto, estás molesto con todos tus amantes ¿Llevas muchas semanas sin sentir a un hombre entrando entre tus muslos, verdad amorcito? - Yusuke sonrió y tomó las telas del traje de Ennoshita para dejarle el pecho al descubierto y acariciarlo con sus manos - sabes que te adoro… así que, por favor…

-No estoy convencido - le contestó tratando de oírse desinteresado, cuando en el fondo el solo sentir como Takinoue le tocaba los pechos, estrujándolos, tomando sus pezones con dos dedos, moviéndolos en pequeños círculos usando la yema del dedo índice, lo hacía sentirse extremadamente excitado.

-¿No estás caliente?... - le susurró al oído, no tardó en complementar las sensuales caricias en los pechos de Chikara con un movimiento bombeante de su pelvis - estás tetillas sí que están calientes… tu interior debe estar ardiendo ¿No quieres mi polla adentro? - preguntó lamiendo el cuello y la mejilla de Ennoshita.

-Aún no me convences… - se mintió a sí mismo, pues no podía detener su propia mano que buscaba descontroladamente el pene de Yusuke para tocarlo.

-Te convenceré en la cama, mis disculpas serán mis folladas, mi confianza será darte mi cuerpo, voy a llenarte amor, y tú me lo devolverás gritando mi nombre cuando cualquiera de tus amantes se esfuercen por igualarse a mí - pronunció Takinoue amasando los carnosos y suaves pectorales de Chikara, mientras este observaba la nada con las pupilas dilatadas.

-Te gusta soñar en voz alta… - susurró Ennoshita acariciando los testículos de su amante, Yusuke sonrió victorioso, soltó por un momento el pecho de Ennoshita para levantar sus faldas del atuendo de la corte y bajarle la ropa interior, el culo del consejero lo volvía loco, tan grande y suave, le gustaba mucho hacerlo temblar a embestidas.

-Déjame follarte - le pidió sin humildad, sonaba más como alguien demandante; Ennoshita volvió a mirarlo de cerca, con sus labios a punto de tocar los de Takinoue.

-Está bien, te dejaré convencerme - dijo sonriendo, entonces Yusuke le agarró firmemente las caderas y empujó la pelvis hacia adelante en un movimiento lento pero firme, abriéndose paso dentro de Chikara. Yamaguchi abrió al máximo los ojos, no distinguía del todo bien lo que ocurría, pues la parte delantera de Ennoshita estaba cubierta a excepción de sus pechos, y Takinoue también estaba vestido, haciendo caras de satisfacción mientras agitaba las caderas empujando las de Ennoshita.

-Es tan bueno… - pronunció Yusuke mirando de vez en cuando al cielo, jadeante y lleno de libido, Chikara también jadeaba y gemía, sus caderas estaban totalmente pegadas a la pelvis de Yusuke gracias a que este no quería apartar sus manos de ellas, sujetándolo con firmeza. Tadashi escuchaba los gemidos, los bufidos, chapoteos y aplausos entre ellos, no estaba familiarizado con nada de lo que era el sexo, y no estaba en sus conocimientos el hecho de que dos personas podían tener sexo estando de pie.

-Pueden vernos… - le recordó Ennoshita, luego Yusuke soltó sus caderas y llevó sus manos al pecho del consejero, tomándolo, apretándolo, moviéndolo y frotándolo creando expresiones llenas de placer en Chikara.

-Ya lo sé, iremos a algún cuarto cuando acabemos esta ronda, porque te follare, aquí y ahora - dijo moviendo la pelvis en todas direcciones, hacia arriba, hacia los lados, en círculos o hacia adelante, empujando con ella a las maleables caderas y piernas de Ennoshita, que tenía todo el miembro ajeno hasta la parte más profunda de su recto.

-El rey y la reina podrían vernos… - insistió Chikara, entonces Yusuke se detuvo y lo abrazó por la espalda, moviendo sus manos desesperadamente por el torso de Ennoshita, dejando ver más piel.

-Tienes razón, mejor vamos a algún salón, pero vamos rápido, ya no puedo soportarlo más - le rogó Yusuke, Yamaguchi seguía sin poder ver nada demasiado revelador gracias a la ropa de ambos, pero escuchó muy bien cuando Takinoue retiró rápidamente su pene, haciendo un extraño sonido de chapoteo y presión.

-Sígueme pequeño - dijo Ennoshita agarrando la polla de Yusuke, avanzando sin soltarla, como si lo estuviera llevando de la mano. Tadashi dejó de estar inmóvil, procesando lo que había visto, a pesar de no saber nada de sexo, sabía perfectamente que lo que acababa de ver era inmoral, algo que estaba prohibido.

Yamaguchi salió de su escondite y continuó su camino hacia la lavandería, sin embargo no se sentía bien, el momento fue demasiado choqueante para él; sentía angustia y culpa por Shimada, su esposo le estaba siendo infiel con Ennoshita en alguna parte cerrada del palacio. No tenía idea de que hacer, si se quedaba callado sería una traición para Shimada, estaría encubriendo un adulterio y dejando que Yusuke y Chikara se rieran en su cara; pero si decía la verdad, le causaría dolor a Shimada y crearía un gran escándalo en todo el palacio; además, no sabía que castigo tenía el adulterio, pero estaba seguro que el rey Daichi lo castigaría sin compasión.

Siguió carcomiéndose la cabeza al salir de la lavandería, caminando de un lado a otro, dándole vueltas al asunto, ¿Tal vez se confundió y eso no era realmente adulterio? Pero si no se trataba de infidelidad y comportamientos inmorales ¿Entonces que podía ser? Por suerte para él su pequeño príncipe llegó corriendo a verlo para abrazarlo; al momento de tomarlo en sus brazos para estrujarlo entre ellos, escuchó un pequeño "crack", posteriormente el príncipe levantó su varita de entrenamiento, se había partido por la mitad gracias al abrazo; Yamaguchi se quedó helado, más problemas para él.

Fue peor cuando escucho que la reina los llamaba, podía llevarse un regaño o tendría que pagar el mismo la varita que rompió; al llegar frente a ella Tadashi no pudo pronunciar palabra alguna por su imaginación que lo torturaba con castigos exagerados e irreales por el simple hecho de romper algo. Dai se le adelantó y le dijo a su madre que estaba jugando y que sin querer había roto su varita; ella solo frunció el ceño y le dijo que tenía que aprender a cuidar sus propias cosas, pero no pasó a más ese pequeño regaño.

Después de esa pequeña mentira, Yui le entregó algo de dinero a Yamaguchi para que viajara al centro de la ciudad y comprara una varita nueva; Dai comenzó a pedirle una y otra vez a su madre que le permitiera ir a la ciudad junto a Tadashi, casi nunca salía del castillo y le encantaba ver a otros niños y unirse a ellos en sus juegos. Ella se negó recordándole que ahora volvían a estar en peligro gracias a cierto rumor, no era correcto dejarlos ir solos a merced de cualquier persona hostil; pero el niño no se rindió y comenzó a saltar alrededor de su mamá, pidiéndole que por favor lo dejase ir a la ciudad.

Ella comenzó a cansarse de su insistencia, ni siquiera la dejaba avanzar dos pasos; cedió a su petición con la condición de que Tsukishima, que en esos momentos pasaba por ahí, los acompañara para cuidarlos. Kei se detuvo en seco, se tragó la actitud de fastidio y le contestó seriamente a la reina que si esa era su orden, tenía que obedecer; tanto Yamaguchi y Dai se lanzaron a abrazar Tsukishima, que no estaba nada acostumbrado a los gestos de cariño y no sabía cómo reaccionar a ellos.

Debían tener varias consideraciones antes de irse a la ciudad, una de ellas era la discreción, por ello tenían que vestir a Dai con sus ropas más sencillas para que pareciese un niño común y corriente; las prendas seguían siendo de buena calidad, pero no lucía como un príncipe, eso era lo importante. También debían evitar los carruajes y el exceso de escoltas, eso llamaba demasiado la atención, así que los tres montaron un caballo sin arneses reales para cabalgar al centro de Akkad.

La primera parada fue en un pequeño parque circular con un par de árboles a la orilla de uno de los tantos canales de Akkad, ahí jugaban muchos niños supervisados por sus madres o niñeras para que bajo ninguna circunstancia se acercaran al canal, el agua era cristalina y parecía tranquila, pero tenía corrientes engañosas que podrían arrastrar a los pequeños fácilmente. Dai bajó de un salto del caballo y se unió a los niños y niñas que correteaban, inventando juegos de todo tipo y rondas con canciones inocentes; Yamaguchi y Kei se sentaron en una banca de mármol para ver jugar al príncipe, el omega sonreía viendo como jugaban los pequeños, así que no notaba que su amigo lo miraba fijamente.

Para Tsukishima era muy difícil tomar la iniciativa del flirteo, solía hacer cosas que lucían algo románticas, pero siempre parecían accidentales, porque no se atrevía a hacer algo directamente empalagoso; así que empezó estirando un meñique para tocar la mano de Tadashi, era algo mínimo, nada muy atrevido, y aun así se le hizo dificultoso. Luego de unos minutos apegó el costado de su mano junto a la de Yamaguchi, esperando que este hiciera algo más romántico, o que en el peor de los casos, la apartara.

Fue aliviador cuando el omega metió su mano bajo la de Kei, este cerró los ojos y contrajo los dedos suavemente para coger su mano, nunca había llegado tan lejos; Tadashi se sonrojó, las mariposas que sentía con Shimada también aparecían cuando Tsuki hacía algo fuera de lo común, pero en vez de sentir que estaba haciendo algo malo, se sentía nervioso, y muy ansioso. Ambos tenían la misma sensación de calor e hiperventilación, simplemente se estaban tomando de la mano, pero no sabían como avanzar más allá.

Tsukishima acarició el dorso de la mano del omega usando su pulgar, ambos se movieron para sentarse más cerca del otro, hasta quedar prácticamente pegados; Yamaguchi miró a Kei, esperando que este diera el primer paso. No pudo evitar soltar una risa al ver que la cara de Tsuki estaba totalmente roja, a diferencia de él mismo que solo tenía un leve rubor pintando las pecas de sus mejillas; Kei se avergonzó y lo hizo callar, Tadashi se disculpó, pero continuó riéndose, le servía para aliviar la tensión.

El omega sonrió y apegó tiernamente su frente en la mejilla de Tsukishima, quien tomó valor para darle un suave beso en el tabique de la nariz; aún no se sentían listos para avanzar, sin embargo, ya estaban conscientes de que había un sentimiento más fuerte entre ellos dos, irían paso a paso hasta encontrar el momento perfecto para besarse por primera vez. Antes de que Kei lo invitara a salir, Yamaguchi recordó aquel asunto del adulterio de Yusuke y Ennoshita, su rostro se tornó angustiado, y fue fácil para Tsukishima notar que algo no andaba bien.

Le preguntó que ocurría, Tadashi trató de negar que se sentía mal, pero Tsuki lo miró tan serio como siempre y le pidió que no le mintiera a la cara; el omega suspiró y lo hizo jurar que no le diría nada a nadie, porque él, siendo el único testigo de lo que vio, era quien debía hablar si llegaban a la conclusión de que no podían dejar pasar algo así de inmoral. Como Kei no entendía nada, Yamaguchi se apresuró a contarle en voz baja que había visto a Yusuke Takinoue y al consejero del rey en una extraña situación, que tal vez era algo indebido, básicamente, una infidelidad.

Tsukishima le preguntó si los vio besarse, Yamaguchi no recordaba haber visto algo así, por lo que, como Kei no sabía más detalles, le dijo que tal vez fue su imaginación y que no debería decírselo a nadie para evitar difundir calumnias. Pero Tadashi no estaba convencido, lo que vio fue algo más allá de los besos; esos gestos obscenos de placer, los movimientos de Yusuke, las caricias prohibidas en los pechos de Ennoshita, la semi desnudez en su cuerpo, era algo que difícilmente podía ser producto de su imaginación.

No pudieron seguir hablando del tema, porque Dai llegó junto a ellos muy enojado, pues otro niño lo había empujado y se rehusó a darle sus disculpas; no lo tenían acostumbrado a actos de desobediencia, el joven príncipe creía que los demás niños le debían una disculpa más solemne, así que todos decidieron ignorarlo y seguir jugando entre ellos. Yamaguchi lo abrazó y le hizo recordar las palabras que alguna vez le dijo la reina: "frente a los demás niños, tu también eres un niño, cuando estés con ellos debes olvidar que eres un príncipe, debes tratarlos como iguales".

El pequeño asintió resignado, a Tadashi lo enternecía cada vez que demostraba esa madurez inusual para alguien de su edad; para hacerlo olvidar ese mal trago, los tres montaron el caballo una vez más, para cabalgar hacia la tienda de magia en el centro de Akkad. El local era amplio y tenía muchos materiales para realizar pócimas y calderos, pero los artículos más demandados eran los canalizadores en diferentes formatos; para emisores en objetos había cuchillos y flechas a precios asequibles, pero también había arcos y lanzas a un precio más elevado.

Los canalizadores más comunes eran las varitas de diferentes maderas conductoras, eran muy baratas, pero tenían la desventaja de ser más frágiles y perecibles; los piercings también eran baratos pero solo funcionales en intensificadores, mientras que los anillos eran uno de los canalizadores más caros junto con los cetros, que se fabricaban a pedido. A Kei y a Yamaguchi les causaba fascinación esa tienda, uno soñaba con obtener un cetro para sí mismo, el otro curioseaba todo como algo ajeno e inalcanzable.

Tadashi sabía que podía hacer magia, no obstante, no se animaba a aprender a usarla, su trabajo en el palacio lo hacía pensar que tal vez perdería mucho tiempo tratando de aprender a ser un mago, y que eso lo llevaría a descuidar al príncipe. Callaba el pequeño deseo de aspirar a más, los sueños no tenían espacio en su cabeza, no si se había ganado la confianza de la reina para cuidar de Dai, ese parecía ser su destino.

Eso creyó hasta que, mientras compraban una varita de madera de la mejor calidad y la dejaba en su bolsillo, un ruido como un extenso pitido empezó a dañar sus oídos y el de todos en la tienda; era chirriante, lo irritaba demasiado, muchos en la tienda cayeron de rodillas cubriendo sus oídos, incluyendo al pobre príncipe que se quejaba por ese horrible sonido. Kei cubrió sus orejas y flexionó una rodilla para no caer definitivamente al suelo, miró hacia todos lados, hasta distinguir a dos figuras sospechosas, con capuchas y ornamentos étnicos; uno de ellos tenía una mano extendida, tal parecía que su magia salía de su pulsera de cuencas hechas de madera.

Tsukishima trató de tomar su varita al igual que los demás compradores, pero entonces escucharon el silencio repentino e inquietante de la tienda, previo a una onda acústica potente, un ultrasonido que se expandió rápidamente empujando a todos contra las vitrinas. Dai se estrelló contra el piso, Yamaguchi resistió la fuerte onda solo para poder abrazar al príncipe y cubrirlo con su cuerpo de cualquier posible ataque que pusiera en riesgo su vida.

Una última onda, muy extraña, como si no siguiera las reglas del sonido y fuera dirigida a voluntad por uno de esos tipos, hizo volar las varitas de los presentes, dejándolos temporalmente desarmados; entonces uno de los tipos corrió hacia el dependiente y le ordenó que le diera todo el dinero, anillos y piercings de la tienda. El otro recogió todas las varitas de los clientes usando el sonido chirriante para mantenerlos encogidos y cubriendo sus oídos, algunos de ellos sangraban, los tímpanos de un par de hombres mayores se habían reventado.

Tadashi abrazaba a Dai, en esos momentos estaban indefensos, nadie, ni siquiera Tsuki, tenía en su poder algún canalizador para defenderlos, solo él tenía una varita en el bolsillo, pero no sabía cómo usarla, no tenía idea de cómo salir de esa situación. Los ladrones recibieron la mercancía y los canalizadores de parte del dependiente, que quería detener de una vez por todas ese gran problema; los tipos estaban a punto de irse, hasta que uno olfateó a Tadashi y se le quedó mirando.

-Un omega - comentó uno de los ladrones, el otro no esperó ni un segundo para darle una orden.

-Córtale la garganta - respondió el otro ladrón, no podían arriesgarse a dejar vivo a un omega, ellos podían hacer magia sin canalizadores, no era seguro bajar la guardia con un omega.

-Creo que es de los que no sabe defenderse - aclaró el ladrón.

-¿Piensas arriesgarte? Eres blando - le respondió el otro, acercándose a Yamaguchi; luego se colocó uno de los anillos que había robado para recubrir su mano con metal, la forma que tomó era cónica, pues planeaba asesinar al omega de un solo golpe perforándole la cabeza - apártate.

-Está bien… - dijo resignado el otro maleante, Tadashi abrazaba a Dai, lo estaba escondiendo muy bien con su cuerpo, podía soportar cualquier cosa, menos el hecho de ponerlo en riesgo.

-¿Qué estás ocultando? - preguntó el más hostil, Yamaguchi trató de esconder aún más al príncipe, pero el otro ladrón lo tomó de los cabellos y lo levantó del suelo, descubriendo al pequeño; agarró sus ropas y lo elevó hasta el nivel de su cabeza, después olfateó al príncipe y miró el material de sus prendas.

-Un niño rico, este debe ser su niñero - dedujo quien los tenia sujetados, el otro sonrió con una idea en mente.

-¿Pedimos rescate? - preguntó, el otro asintió, Yamaguchi se movía tratando de soltarse, pero cada vez que lo hacia el ladrón le jalaba con más fuerza el cabello, Dai no podía moverse ni hablar, estaba demasiado asustado como para sacar su voz; Tsukishima miraba todo con temor e impotencia, todos estaban desarmados, incluyéndolo, defenderlos no era algo razonable, lo matarían de un solo golpe.

-¿Qué hacemos con el omega? - dijo el ladrón que los tenia atrapados, el otro tomó la quijada de Yamaguchi con mucha fuerza, mirando sus facciones.

-Tenías razón, si supiera defenderse hace mucho que nos hubiese enfrentado - reconoció su compañero - es lindo ¿Lo vendemos o nos lo quedamos?

-Yo lo quiero para mí - le contestó el otro, Tadashi derramó un par de lágrimas, no sabía para que lo querían esos dos, pero por sus expresiones debía ser algo muy malo.

-Bastardo egoísta, yo también quiero mi parte - dijo mientras su compañero arrastraba a Yamaguchi hasta la puerta jalándolo de los cabellos, no lo dejaba caminar siquiera.

El otro ladrón no tardó en seguirlos, murmurándole a su compañero las cosas que quería hacerle al omega; a Tadashi le dolía demasiado el cuero cabelludo, sus piernas eran arrastradas por el piso de madera y sus manos por reflejo sostenían su propia cabeza tan adolorida mientras él soltaba su llanto angustiado. Entonces recordó la varita que acababan de comprar, seguía en su bolsillo, él no sabía usarla, pero era su única esperanza en esos momentos; bajó una de sus manos hasta el bolsillo, y al tratar de sacar la varita, esta resbaló de sus manos y cayó al piso; después de seguir siendo arrastrado hasta la entrada de la tienda, Yamaguchi reaccionó y pateó la varita, que se deslizó por el piso hasta llegar a los pies de Tsukishima.

Kei tomó rápidamente la varita, y con toda su furia lanzó una ráfaga hecha con el aire de la tienda, la lanzó de forma curva, de manera que desestabilizó a los ladrones y los hizo caer junto con Dai, que perdió uno de sus dientes de leche con la caída. Uno de los ladrones se levantó y lanzó su afilada onda sonora hacia Kei, que, aun sin poder verla, reaccionó con astucia elevándose a si mismo con una ráfaga; durante su caída soltó otra gran ráfaga de viento que separó a Yamaguchi de su captor; el omega corrió y levantó a Dai en sus brazos, llevándolo hacia Tsuki.

Mientras el otro ladrón materializaba muchas lanzas en el aire, que irían directamente a Tsukishima, este decidió cambiar su estrategia y usar la energía que tenía reservada para controlar otro elemento que estaba a su disposición: la tierra. En tan solo un segundo antes de que las lanzas fueran lanzadas, Kei abrió sin demora la tierra bajo los pies del ladrón, el piso se rompió, y el maleante cayó a una enorme grieta en el suelo.

Tsukishima tomó la decisión más difícil de su vida en tan solo dos segundos, era cuestión de vida o muerte, las lanzas suspendidas aún podían ser proyectadas hacia él, Yamaguchi y el príncipe, no desaparecerían a menos que se ensuciara las manos por primera vez. Todos los presentes se estremecieron cuando oyeron un grito de terror, y el sonido de la tierra volviendo a juntarse, triturando algo a su paso.

Las lanzas se desvanecieron en el aire, el ladrón restante había caído de espaldas, aterrorizado por lo que acababa de presenciar; corrió por su vida dejando el botín atrás, desapareció al igual que su fallecido compañero, y no volvería nunca más a probar suerte en Akkad, no después de esa experiencia. Yamaguchi abrazaba al príncipe acariciando su cabecita, ambos lloraban por el gran susto y dolor vividos; pero Kei en el fondo se sentía peor que ellos, las manos le temblaban y no podía dejar de ver la grieta cerrada en el piso de la tienda; durante el incidente de la duquesa Kiyoko Shimizu, Tsuki había intentado darlo todo en la pelea, sin dimensionar las consecuencias y sin detenerse a pensar que esa podría haber sido la primera vida que tomaría en su carrera en la guardia real.

Apenas podía ponerse a pensar en lo que significaba asesinar por primera vez, de seguro los soldados primerizos en la guerra de los 100 años se sintieron igual que él, situaciones así no requerían cobardes que no sabían como reaccionar, ameritaban personas capaces de tomar decisiones difíciles para salvar la vida de otros. Kei recordó ese hecho cuando los presentes en la tienda y el dependiente le gritaron alabanzas, llamándolo héroe, admirando su valentía, su manejo de la magia, su capacidad de reacción; entonces pudo respirar más tranquilo, aquella experiencia era parte de convertirse en un hombre.

Miró después de salir del shock a Yamaguchi, que limpiaba la sangre en la boca de Dai y le besaba una y otra vez la frente, llorando y culpándose a si mismo por dejar que le pasara eso a su pequeño príncipe; sus gimoteos no le permitían respirar bien, Dai ya estaba más calmado en comparación, le secaba las lágrimas a Tadashi usando sus pulgares y le pedía que no llorara más, porque todo estaba bien ahora. Tsukishima se quedó quieto, observándolo llorar con impotencia, casi nunca se atrevía a hacer algo cuando su amigo estaba triste, pero una voz en su cabeza lo estaba presionando como nunca antes, diciendo una y otra vez "haz algo, haz algo".

Tsukishima se arrodilló frente a ellos, y acercó sus brazos tímidamente al omega, hasta atraparlo entre ellos, abrazándolo con dulzura; era su deber dejar atrás el miedo a demostrarle sus sentimientos, sobre todo ahora que darían más y más pasos en su relación, tal vez dentro de unos meses le pediría ser su esposo, por eso tenía que acostumbrarse a ser una buena pareja para Yamaguchi. El omega comenzó a calmarse, correspondió al abrazo y se acurrucó en el pecho de Kei, Dai quedó fuera del abrazo, por eso lucía algo enojado; mientras Tsuki fantaseaba imaginando su vida con Tadashi luego de unos años, con una casa propia y un par de hijos, Yamaguchi reflexionaba sobre lo que acababan de vivir, y de lo inútil que se había sentido durante esos minutos de temor.

Al atardecer Dai llegó junto a su madre, ya sin sangre en la cara, quería mentirle diciéndole que no ocurrió nada, pero ella notó que su hijo tenía una herida en la frente producto de una de sus caídas; ella le preguntó cómo se había lastimado, y él no supo que excusa dar, así que Tsuki y Yamaguchi tuvieron que decirle la verdad a la reina. Yui suspiró y le dijo a su hijo que, considerando todos los peligros, ya no podría dejarlo ir a jugar a la ciudad; al pobre niño se le rompió el corazón y se fue corriendo a su cuarto, Tadashi lo siguió para consolarlo y Kei se quedó junto a la reina, quien lo felicitó por haber salvado a su hijo.

Hayato pasaba por ahí escuchando todo, no había ni burla ni alivio en su rostro, era tan neutro como siempre, sin intenciones aparentes; su oído era una de sus grandes cualidades, podía escuchar muy bien a algunos metros de distancia, y lo que oía permanecía en su memoria. A falta de una magia defensiva en él, había desarrollado otras habilidades, como la escucha activa y la observación; con eso no le hacía falta nada, por ello jamás adquirió complejos por tener magia de curación.

Ikejiri continuó su camino hasta las recamaras subterráneas, donde se guardaban barriles y botellas de vino añejado, además de otras bodegas de alimentos; una de ellas estaba cerrada al igual que las demás, pero a diferencia de las otras puertas, un haz de luz anaranjada se colaba entre los pequeños espacios de esta. Sonrió mientras giraba el pomo de la puerta y cerró los ojos cuando la cerró tras de sí, listo para el espectáculo que ansiaba ver, no era difícil encontrar a Ennoshita si sabía dónde buscar.

Ahí estaba el consejero, de pie frente a una mesa, con las manos apoyadas encima de ella y las caderas levantadas, no había ni una sola ropa cubriendo su cuerpo sudoroso y con algunas zonas enrojecidas por el roce y el calor que emanaba. Yusuke le sacaba gemidos a Chikara, también estaba completamente desnudo, embistiendo sin parar, penetrándolo frenéticamente; al igual que Ennoshita, el sudor le recorría los músculos y la frente, estaba cansado, pero con la locura y el libido a tope, por ello no podía detenerse ni podía soltar las caderas de su amante.

El corazón de Takinoue latía veloz, no había nada más placentero para él que tomar a Chikara y follarlo a escondidas de los demás dentro del propio palacio, era una fantasía verlo enloquecer de placer, gimiendo a viva voz, corriendo el peligro de ser vistos y oídos por los demás. Lo soltó un momento y retiró su pene, el ruidoso chapoteo hizo sonreír más a Hayato; la polla de Yusuke estaba completamente erecta, muy roja, húmeda y por sobre todo dura como una roca, nada la hacía bajar, lo único que lo lograría sería expulsar todo su semen dentro de Ennoshita.

Se agachó riendo excitado y metió la boca entre las nalgas de Chikara, agitando la cabeza descontroladamente, lamiendo y chupando aquellas partes íntimas como si estuviera comiéndose al consejero; Ennoshita recostó sus torso sobre la mesa, cerró los ojos y proyectó su rostro al cielo, gimiendo con la fiebre alta, toda esa excitación lo envolvía en un intenso calor que solo una persona como él podía resistir sin caer desmayada. Yusuke volvió a la carga recostando su peso sobre la espalda de Chikara y tomándole las manos, le susurraba cosas sucias al oído mientras volvía a meterla una última vez, listo para acabar pronto con toda la tensión que tenía acumulada en su entrepierna.

Una vez más Ennoshita tenía que cerrar sus ojos y gemir, aguantando como un profesional todas las fuertes y deleitantes embestidas en su interior, su sensible piel se erizó cuando Takinoue le dijo al oído que pronto se correría, amaba las sesiones tan intensas como esa. Mientras empujaba sus caderas para penetrar, Yusuke tomó el pene del consejero y comenzó a mover la mano, bajando y subiendo el prepucio para estimular el glande, tan sensible y resbaloso como el suyo.

Ennoshita eyaculó sobre la mesa y la mano de Takinoue, que para no quedarse atrás, lo embistió con mucha rapidez y fuerza, desesperado por correrse de una vez por todas en su cálido interior; al momento de soltarlo, Yusuke agarró las muñecas de Chikara y gimió ronco, con sus músculos sudorosos pegados a la tersa espalda del consejero. El tibio y espeso líquido se esparció en el ano de Ennoshita, Takinoue temblaba soltándolo todo, llenando a su amante mientras le besaba el cuello con alivio.

-Lo siento mi amor, me corrí dentro - se disculpó Yusuke, Ennoshita giró la cabeza y ambos se besaron con pasión, liberando más y más calor.

-¿Realmente lo sientes? - preguntó el consejero insinuante, Takinoue rió y volvió a besarle el cuello, su corazón palpitaba acelerado después de tanto ejercicio.

-Está bien, no voy a engañarte. Sabes cuánto amo correrme dentro de ti - reconoció, su pene seguía dentro de Ennoshita, como un tapón que no dejaba escapar el líquido.

-Da igual, pero, la próxima vez trata de hacerlo aquí… - dijo Chikara llevando una mano de Yusuke hasta sus pechos; su amante los apretó y manoseó mientras retiraba su polla flácida.

-¿Quieres que bañe tus tetas? No suena mal, la próxima vez me correré justo aquí - le respondió acariciándole los pezones.

-No puedo esperar… - susurró Ennoshita, Yusuke se despidió de él con otro profundo beso, le dio la espalda, se vistió y caminó hacia la puerta, donde se encontraba parado Ikejiri, mirando todo muy sonriente; Takinoue le tocó el hombro con complicidad al llegar a su lado.

-Supera eso - le dijo a Hayato antes de abrir la puerta y salir de ahí. Ikejiri miró a Chikara, que se había subido sobre la mesa, reposando de costado sobre ella mientras se servía una copa de vino; Hayato observaba detenidamente su culo enrojecido, servido sobre la mesa y listo para alguien más que deseara probarlo.

-¿Quieres vino? - preguntó Ennoshita bebiendo de su copa, Ikejiri se le acercó sin apuro, deleitándose con la vista.

-No gracias ¿Estás bien? Se corrió dentro de ti - comentó Hayato, Chikara actuaba desinteresadamente, y se sirvió otra copa de vino mientras exhibía su exuberante cuerpo sobre la mesa.

-No me importa, no me molesta recibirlo dentro - contestó Chikara, ya más descansado.

-¿No temes embarazarte? Si te embarazaras sería un gran escándalo - dijo Ikejiri, después Ennoshita acarició su cadera, no miraba a Hayato, lo evitaba con frialdad y desinterés, pero no dejaba de verse sensual y atrayente.

-Sé cómo evitar un embarazo.

-¿Hablas de abortar? Eso no es nada bueno.

-Es algo natural, aunque no solo está ese método - respondió Ennoshita bebiendo tranquilamente el vino con una mano en su glúteo.

-¿A qué te refieres? - preguntó Ikejiri, Chikara no contestó, solo tocó su nalga con sus dedos y la estiró un poco; un gran hilo de semen salió de su interior y se deslizó por su otro glúteo hasta la mesa, Ennoshita actuaba con naturalidad sin soltar su vino, el cual saboreaba placenteramente - oh… a eso te refieres…

-¿Vienes por tu ración o necesitas hablar de algo más? - le preguntó Chikara, Hayato terminó de acercarse completamente a él, a sólo un centímetro de su culo.

-Sin rodeos: quiero mi parte de esta noche - respondió poniendo sus palmas sobre la mesa y mirando fijamente a Ennoshita, que sonrió ignorando su demanda para beber más vino - ¿No me la piensas dar?

-No estoy seguro de que la merezcas - dijo Chikara, su aparente desinterés ocultaba su desconfianza y sospechas; Hayato mantuvo la calma y su actitud amigable, luego llevó sus dos manos al cuerpo de Ennoshita, una entre las piernas, la otra apretando uno de sus pectorales.

-¿No es algo injusto? Yusuke fue quien dijo que "tenías razones para traicionar al rey", y aun así te vi disfrutar de lo lindo con él - pronunció Ikejiri manoseando al consejero, que volteó su cuerpo para recostar su espalda sobre la mesa, dándole mayor acceso a Hayato; su expresión mostraba dudas y displicencia, además le miraba las manos, viendo como le agarraba sus zonas erógenas sin pedirle permiso para tocarlas.

-Recuerdo que fuiste tú quien empezó con todo ese problema… - murmuró Chikara, Hayato siguió moviendo sus manos, girándole los pezones y masturbándolo suavemente, buscando calentarlo una vez más.

-¿De qué hablas? Keishin lo empezó, te acusó directamente ¿No te acuerdas? - contestó, mirando feliz el cuerpo de Ennoshita, que ya empezaba a reaccionar más a sus pervertidas caricias con temblores y calor.

-Si no hubieses fomentado su absurda sospecha, no habría acabado todo así - le reprochó el consejero, Ikejiri no quiso oírlo, por eso continuó con la estimulación en su cuerpo, metiéndole los dedos - el rey ya no me dirige la palabra, ya no estoy cumpliendo ninguno de los deberes que tenía, es cuestión de tiempo para que me digan que no soy necesario aquí.

-¿Te sientes bien Chikara? Estás inventando cosas que nunca pasaron - fue lo único que dijo antes de seguir introduciendo tres de sus dedos dentro de Ennoshita.

-Empiezo a entender tu método... cuando Suga fue atacado por Kiyoko Shimizu le dijiste al rey que no debía tener sospechas de él, cuando nadie había hablado sobre sospechar, y mencionaste que era alguien "piadoso", cuando todos los que lo conocemos sabemos que esa no es su principal razón para hacer las cosas, es obvio que eso haría dudar al rey - dijo Chikara, haciendo reír a Hayato, no como alguien hipócrita o nervioso, sino como alguien bromista y jovial.

-Suena algo rebuscado Ennoshita, esto de las teorías no se te da bien - comentó riendo, luego se bajó los pantalones y sacó su pene, estaba entre las piernas de Ennoshita, las cuales agarró para guiarle los pies hacia su polla, indicándole que la frotara con ellos - en realidad, esto se te da mejor que cualquier cosa.

-Basta con sembrar una sola duda, una sola palabra, para que otros sigan hablando y actuando por ti… - le respondió Ennoshita, Ikejiri le movía los pies para que le frotara el pene, y él permanecía quieto y sin oponer resistencia, con la única voluntad de hablar.

-Eso suena muy interesante, pero lo dices tú, no yo - agregó abriéndole las piernas, empujándolas contra la mesa para dejar expuesto su ano, ya dilatado y listo para recibirlo - trata de no sobrepensar las cosas, concéntrate en este momento y demuéstrame que eres un experto en este "arte" - le dijo justo antes de meterla de golpe, empujando su pelvis bruscamente hacia Ennoshita mientras le tomaba las piernas y las llevaba flexionadas hacia su torso, usando las rodillas de Chikara para apretarle los pechos.

-Eso duele - le aclaró Ennoshita, pero Hayato continuó al mismo ritmo brusco, usando las piernas de Chikara para apretar y soltar sus pectorales, forzando su flexibilidad - ¡ya déjame, es doloroso!

-Lo siento, como vi a Yusuke muy enérgico, quise imitarlo - dijo soltando sus piernas y volviendo a embestir a un ritmo más adecuado, haciendo expresiones de satisfacción; su pene se movía como si estuviera específicamente dirigido al punto más sensible dentro de Ennoshita, que trató sin éxito de controlar su gemidos temblorosos de placer - ¿Querías decir algo más, o ya no puedes?

-Eres un maldito… Oh Dios… No me dejas hablar… - se quejó Chikara entre gemidos, Hayato siguió penetrando con mayor lentitud, rozando a un ritmo calmado la próstata de Ennoshita.

-Me resulta fascinante tu forma fría de pensar mis palabras, debes saber mucho del efecto en cadena que una sola palabra o hecho puede iniciar - le susurró al oído, siguiendo con sus movimientos dentro del consejero, presionando el lugar correcto para hacerlo gemir sin control.

-Ahora tu pareces más informado sobre el tema… - murmuró Chikara antes de recibir embestidas más fuertes y manoseos que no lo dejaron continuar, sus gemidos frenéticos salían uno tras otro.

-Claro que lo estoy, pero es una teoría difícil de aplicar a la realidad - Hayato volteó a Ennoshita para ponerlo de costado, y así continuar penetrándolo con una pierna del consejero por encima de su hombro - es difícil controlar a la gente irracional, porque son impredecibles, y nuestros amigos no son precisamente las personas más racionales si te soy honesto.

-De hecho… - susurró Chikara, tuvo que apretar los labios y los puños para no gritar por una embestida que lo hizo temblar de placer - los irracionales son más fáciles de manipular… - Ennoshita respiró profundamente mientras Hayato se acercaba para besarle el cuello, forzando otra vez la flexibilidad de su pierna.

-¿Me lo aseguras? - insinuó Ikejiri, sonriendo mientras deslizaba sus labios por el cuello de Ennoshita, le gustaba mucho manosearle los pectorales en el proceso.

-Mueve un solo hilo… - Chikara volteó su cabeza y acarició la mejilla de Hayato con una de sus manos, besando suavemente el lóbulo de su oreja.

-... Y verás entonces el caos del retablo - Ikejiri completó la frase de Ennoshita antes de besarle los labios - ¿Quién te enseñó también esas palabras? ¿Fue quién yo creo que fue?

-Fue un don nadie - respondió Chikara, Hayato continuó aumentando el ritmo, con la mano derecha comenzó a masturbar a Ennoshita, empeñado en hacerlo correrse sobre la mesa.

-¿Así le dices ahora? Aun con su gran defecto si dejó enseñanzas interesantes - comentó Ikejiri, Chikara empezaba a molestarse, y demasiado, con lo que estaba diciendo su amante.

-Si a ti te sirvieron, eres un asco de persona - le dijo Ennoshita notoriamente irritado; Hayato no borraba su sonrisa a pesar de ese momento tenso, por más real que se viera esa sonrisa, en esos instantes se sentía antinatural.

-Puedes aplicarlos a la vida diaria sin perjudicar directamente a otros - pronunció volteando otra vez a Ennoshita para que estuviera acostado de espaldas en la mesa - tú estás aplicando una de las tantas cosas que tu padre te enseñó - con tan solo decir esa frase, Ennoshita usó sus anillos canalizadores para rodear a Hayato con péndulos puntiagudos unidos a sus cadenas, que le rozaban el cuello; su tranquilidad era intrigante estando tan expuesto a la muerte.

-Fuera de mi vista - le ordenó Ennoshita, Ikejiri suspiró y usó una expresión convincentemente afectada, su pene aún estaba dentro del consejero, y no estaba en sus planes largarse sin llegar al clímax.

-Lo siento tanto, no quería decir eso, no me refería a "esa enseñanza", quise decir que aplicas sus frases relatándolas, como lo hiciste hace unos minutos - se excusó, Ennoshita temblaba de ira y frustración, se veía como si fuera a romperse con cualquier palabra.

-¡Largo de aquí! - exclamó furioso y con los ojos húmedos; Ikejiri lo miró con lástima y dolor, pero Chikara no sabía si era un sentimiento real en él, no estaba seguro de nada.

-Perdóname, no quise tocar esa fibra sensible… Sin quererlo te lastimé - los ojos de Hayato brillaban igual de empapados que los de Ennoshita, que se preguntaba qué tan real podía verse la tristeza de Ikejiri.

-Déjame solo… - susurró Chikara con la voz quebrada, estaba tan debilitado emocionalmente que hizo desaparecer los péndulos alrededor de Hayato y se recostó sobre la mesa, rendido. Ikejiri se apegó más a él, llegando más profundo, y continuó moviéndose para penetrarlo, mirando los ojos de Ennoshita a tan solo 5 centímetros de distancia.

-No quise lastimarte… - le dijo mirándolo a los ojos, luego le tomó la mano mientras lo embestía suavemente, a un ritmo más delicado que lo hiciera sentir seguro - sabes que lo que más odiamos es verte herido…

-Déjame… - le suplicó Chikara; pero Ikejiri no quiso oírlo, le tomó las manos enlazando sus dedos y le besó los labios, moviendo las caderas para seguir haciendo el amor con el consejero; no lo dejaría ir por nada del mundo y lo sedaría con besos y palabras falsas de cariño para tranquilizarlo, siempre funcionaba.

Esa noche Yamaguchi hizo dormir al príncipe, el niño tenía una lágrima en su párpado inferior, fue difícil calmarlo luego de que la reina le prohibiera salir otra vez a la ciudad; el omega le acariciaba la cabeza mientras dormía profundamente, su pequeño aún no estaba del todo listo para enfrentar algunas cosas, ni tampoco sabía defenderse solo, a pesar de practicar su magia todos los días. Tadashi lo observaba dormir, se sentía tan culpable por haber dejado que Dai saliera lastimado, se decía a sí mismo "inservible" por no saber cómo reaccionar, por no saber de magia, por solo haber sido un debilucho en aprietos.

El príncipe no solo peligraba por ese tipo de incidentes, en esos momentos, toda la corona y los humanos estaban en riesgo por conspiraciones, los habitantes del palacio eran los más expuestos a traidores, así que él no podía quedarse de brazos cruzados esperando que algo le pasase a Dai. De hecho, a raíz de lo que había visto ese día antes de irse a la ciudad, empezaba a replantearse las sospechas en torno a Ennoshita Chikara; ¿Qué podía esperar de él ahora? Siempre lo vio como alguien correcto, serio e imponente, pero nunca creyó que sería alguien tan inmoral y desleal.

El consejero ya no era la figura admirable que creía, tal vez había incitado a Yusuke a cometer adulterio; a partir de ese día se planteó no volver a dejarlo a solas con el príncipe. Considerando todos esos riesgos, Yamaguchi se levantó y salió de la habitación de Dai, dejando a los guardias de esa noche en la puerta del príncipe mientras él se iba hacia la arena de luchas en el interior del palacio, que servía para entrenar a la guardia.

El lugar estaba a cielo abierto, la noche azul habría oscurecido todo si la luna no hubiese estado llena y brillante sobre Akkad; tal vez Shimada aún estaba en la arena, aunque dada la hora sería difícil encontrarlo ahí, por eso cabía la posibilidad de que Yamaguchi tuviera que buscarlo sin parar por todo el palacio. Lo habitual en él, según tenía entendido, era irse a dormir con Yusuke a media noche, así que aún tenía tiempo para hallarlo en algún lado; tuvo suerte al percatarse de que Makoto estaba a sus espaldas, siguiéndolo con el objetivo de tener un momento a solas con él, esa noche tenían la misma meta.

-Yamaguchi ¿Qué haces aquí? - preguntó Shimada, el omega se sobresaltó y volteó algo asustado por esa repentina aparición.

-Lo estaba buscando - respondió Yamaguchi tocando su pecho por el pequeño susto, Makoto se rió y acarició su mejilla con dulzura.

-Tranquilo, perdón por aparecer así, te vi venir y te seguí por curiosidad - se excusó Shimada, Tadashi agachó la vista mientras él le acariciaba la mejilla con un pulgar, luego el omega tomó suavemente el brazo de Makoto y lo apartó para poder hablar con más seriedad.

-Quería hablarle sobre algo que pasó hoy en el centro de Akkad - dijo Yamaguchi, Shimada miró hacia abajo desilusionado, pero aun así levantó la cabeza para escuchar lo que el omega tenía que decir.

-Sí, me enteré de ello, estuviste en peligro junto al príncipe.

-Tsuki nos salvó… - comentó Tadashi, el beta no pudo ocultar su expresión de celos - los peligros irán en aumento, y tengo mucho miedo de que algo malo le pase al príncipe.

-¿Quieres que refuerce la vigilancia de su cuarto? Tal vez convendría también tener escoltas cerca de él durante el día - sugirió Shimada, Yamaguchi respiró profundamente antes de ir al grano.

-En realidad, quiero ser yo quien cuide personalmente al príncipe Dai - pronunció el omega, entonces Makoto comprendió cuál era el punto.

-Y para ello, necesitas saber usar magia defensiva.

-Exactamente… - respondió, luego Shimada sonrió con entusiasmo.

-De acuerdo, te ayudaré. Me alegro de que me escogieras como tu tutor, normalmente los soldados que quieren perfeccionar su manejo de la magia acuden a Ennoshita - comentó Makoto, el rostro de Tadashi se ensombreció por el recelo que le provocaba el consejero luego de ver su "verdadera cara".

-No lo sé, ya no confío tanto en él - dijo sin pensar, Shimada lo miró muy extrañado.

-¿Por qué no? Solías defenderlo.

-Yo… bueno, es solo intuición - el omega inventó la primera excusa que se le ocurrió, a Makoto no le causó intriga, estaba muy distraído mirando su lindo rostro, el cual quiso tocar una vez más, sin poder contenerse.

-Me esforzaré por ser un buen tutor para ti - le aseguró tocando su mejilla y apoyando su frente sobre la de Yamaguchi; el corazón del omega se aceleró y dio un paso atrás.

-Shimada san, por favor, no haga estas cosas - le pidió, pero Makoto volvió a acercarse rozando su nariz con la de Yamaguchi, mirándolo a los ojos, pestañando lentamente con paz y ternura.

-Lo lamento, no puedo evitarlo… simplemente no puedo - susurró rodeando al omega con sus brazos, Tadashi se sentía cálido entre ellos, pero también muy asustado.

-Shimada san… no debe… - decía el omega, quería recordarle que estaba casado, pero, cayó en cuenta de que Yusuke lo estaba engañando con alguien más, entonces la duda volvió a apoderarse de él, y no supo si guardar el secreto o decirlo para que tuviera cuidado con su esposo y su falso amigo - Shimada san ¿Usted ama a su esposo? - le preguntó, Makoto se quedó callado, dudando por varios segundos.

-No, no lo amo - respondió secamente, Yamaguchi se separó de sus brazos y lo miró desconcertado.

-¿No lo ama? Entonces… ¿Por qué se casaron? Los matrimonios deben ser por amor - dijo Tadashi sin entender nada, Makoto suspiró y le acarició la cabeza.

-No siempre es así, Yamaguchi.

-Pero… Shimada san, vi a su esposo… - pronunció inseguro, sin saber si de verdad era el momento para decir eso.

-¿Qué pasa? No te cortes, continúa, sabes que puedes decirme lo que quieras.

-Su esposo, y Ennoshita san… ellos estaban… - susurró el omega, Shimada abrió los ojos al máximo.

-¿Los descubriste…?

-¿Eh? ¿Usted ya lo sabía?

-Claro que sí, siempre lo he sabido.

-Lo lamento tanto…

-No te lamentes, nunca me ha molestado, yo sé que ellos son amantes, y ellos saben que yo lo sé, es nuestro secreto - confesó Makoto, desconcertando aún más a Yamaguchi.

-¿Pero cómo? ¿Usted lo ha permitido? - se preguntaba Tadashi muy confundido, Shimada suspiró y le tocó el hombro.

-Yusuke y yo siempre fuimos los mejores amigos, por cuestión de conveniencia, decidimos arreglar nuestro matrimonio, pero en vez de jurarnos fidelidad, nos prometimos garantizarle la libertad al otro - le explicó Shimada, Yamaguchi estaba sorprendido por esa revelación - el me da la libertad de hacer lo que quiera, y yo le doy la libertad de estar con Ennoshita. Ellos han sido amantes desde hace muchos años, y nunca nos hemos peleado por eso, al contrario, estamos felices.

-Entonces… ¿Ellos no lo están traicionando?

-Sí, no hay traición en este arreglo, pero… los reyes no lo saben, ellos creen que nosotros nos guiamos por las buenas costumbres, que nuestro matrimonio es por amor y que mantenemos el "juramento de fidelidad", y también no saben acerca de las… actitudes, de Ennoshita en su privacidad. Por eso quiero pedirte que por favor no le digas nuestro secreto a nadie, mucho menos a los reyes.

-Yo… - Yamaguchi se quedó helado, recordando que le mencionó sobre el adulterio a Tsukishima, rogaba que Tsuki no le revelara a nadie más algo sobre lo que había visto - lo prometo…

-Te lo agradezco mucho - dijo Shimada tomando los hombros del omega con delicadeza, Tadashi empezó a temblar cuando Makoto acercó su rostro al suyo.

-Espere por favor - le pidió, pero Shimada prosiguió con lo que quería hacer, sosteniendo la nuca de Yamaguchi para que este no moviera su cabeza mientras pegaba sus labios a los suyos; el omega abrió los ojos de par en par, estaba recibiendo su primer beso, el nerviosismo y el calor se apoderaban de él, una mezcla de sentimientos lo abrumaba, se sentía bien, pero al mismo tiempo lo llenaba de pánico recordar que Tsuki estaba esperando el momento perfecto para darle su primer beso, y que ya no tendría el mismo significado - ¡Espere!

-No - le respondió Makoto, volviendo a besarlo sosteniendo su cabeza y rodeando su cintura para apegar el cuerpo del omega contra el suyo; su lengua se adentró en la boca de Tadashi, acariciando el interior y jugueteando gentilmente con su lengua. Por alguna razón, ese contacto le pareció extremadamente intimo al omega, algo invasivo y pecaminoso que estaba contra lo que él quería, pero que, de alguna forma que no comprendía, le causaba sensaciones de excitación que su cuerpo virginal desconocía.

-Por favor no siga - dijo al apartar su cabeza, deteniendo el beso.

-He estado conteniéndome por meses, pero ya no puedo hacerlo. Ya descubriste que mi matrimonio es una farsa ¿Qué me impide ahora besarte y hacerte el amor? - pronunció Shimada deslizando sus manos por los muslos de Yamaguchi, cuyos instintos competían con el miedo y la desilusión.

-¿Hacerme el amor…? - murmuró Tadashi, entonces Makoto le besó el cuello haciéndolo estremecer.

-¿Nunca has hecho el amor? - preguntó, Yamaguchi temblaba mirando el cielo mientras Shimada besaba su cuello y clavícula, sus facciones demostraban tristeza y un placer que sus instintos de omega lo forzaban a sentir.

-Nunca…

-¿Quieres saber lo que se siente? - le preguntó acariciando su espalda y cintura por debajo de la ropa; Tadashi cerró los ojos, su corazón palpitaba acelerado y su mente se nublaba poco a poco. Entonces recordó a Tsukishima, la vida que ambos imaginaban, la ilusión que le causaba tener su primer beso, torpe y angelical; una expectativa totalmente distinta a esa.

-Basta, no quiero que siga - dijo apartando a Shimada con sus dos manos.

-¿Por qué no? - Makoto lo miró a los ojos, estaba calmado pero serio; Yamaguchi se quedó callado, hasta que tuvo que decir la verdad para no alargar el incómodo silencio entre ambos.

-Tsuki y yo…

-Es suficiente - replicó Shimada tomando los hombros de Tadashi - no arruines tu vida de esa forma.

-No la estoy arruinando, yo quiero formar una familia con Tsuki, y… en el fondo yo sé que él quiere lo mismo.

-¿De verdad quieres eso? ¿O solo actúas en base a lo que se espera de ti?

-No lo comprendo…

-¿Sabes cuál es el principal problema de este reino? Son hipócritas, establecen unas reglas morales que ninguna persona normal puede seguir. Esperan que llegues virgen a tu matrimonio, y si no lo logras te señalarán como alguien impuro por el resto de tu vida, mientras que ellos harán cosas mil veces más anti éticas que tener sexo con quien tú quieras.

-Pero… yo quiero que mi futuro esposo sea el primero.

-En tu caso las cosas son mucho peores, eres un omega, todavía hay idiotas que rechazan compartir su vida con un omega por creer que nacieron impuros.

-Por eso tengo que estar con Tsuki, él me quiere como soy, no me juzga, y yo sé que él no rechazaría casarse conmigo por ser un omega, esa es mi única oportunidad de ser feliz - replicó Yamaguchi, molesto y con los ojos llorosos.

-¿Crees que eso te salvaría? Lo más probable es que tus vecinos prejuiciosos los excluyan y miren en menos por las tontas creencias sobre tu raza.

-No me importa, nunca me ha importado, si la reina, el príncipe y Tsuki me aprecian, con eso me basta.

-Te olvidas de mí.

-No quise decir eso…

-Por un lado, es bueno que solo te importe la opinión de ese pequeño grupo de personas. Pero ¿Ellos se quedarían contigo si supieran que has hecho algo "impuro"? Piensa en eso por un segundo ¿Crees que la reina te aceptaría si le dijeras que hiciste el amor antes del matrimonio?

-No lo sé…

-Lo mejor para sobrevivir en este reino, es saber burlar las normas sin ser descubierto, como yo y Yusuke; somos la viva prueba de que las cosas no funcionan como las dicta la ley y la iglesia.

-Ustedes tres son… - murmuró Yamaguchi, irritado, su tono de desprecio hizo que Makoto lo observara fijamente.

-¿Somos qué? Vamos, completa la frase - le ordenó, pero Tadashi agachó la cabeza, avergonzado y acorralado - ibas a decir que somos unos inmorales ¿Verdad?

-Lo siento…

-No lo creo, si te das cuenta, acabas de demostrar que piensas igual que todos los demás, hasta ese punto te han lavado el cerebro.

-Lo siento…

-Hablamos un idioma distinto, si de verdad quieres casarte y hacer todo lo que crees que te traerá felicidad, hazlo, yo no volveré a tocarte, así podrás aprender a usar la magia sin que te esté molestando. Todos ganamos - decía Shimada con decepción mientras Yamaguchi aguantaba las ganas de llorar por haber sido prejuicioso.

-Está bien… lamento mucho haberlo juzgado. Sobre su secreto, mantendré mi palabra, no se lo diré a nadie.

-Me alegro, porque si se lo contaras a la reina, el castigo que recibiríamos Yusuke y yo sería irreversible; puedes preguntárselo, cómo funcionan las cosas para los nobles, te sentirías afortunado. En cuanto a Ennoshita, su castigo sería peor, le arruinarías la vida, más de lo que ya la hemos arruinado.

-¿Por qué? ¿Qué castigos son esos?

-Averígualo con ella, yo no te diré nada.

-Shimada san…

-Tu entrenamiento comenzará mañana por la tarde, no necesitas canalizador, solo procura llevar ropa cómoda.

Keishin Ukai apareció en casa de Yaku durante la madrugada, el omega dormía con su gato recostado sobre el estómago, enroscado y profundamente dormido; Keishin lo tomó entre sus manos y lo soltó para que cayera al piso sobre sus cuatro patas, el felino se quejó con un maullido de enfado que despertó a Morisuke. Yaku restregó sus ojos y le preguntó al profesor qué estaba haciendo ahí, él respondió enseñando un frasco pequeño; Morisuke blanqueó los ojos y extendió la mano hacia el profesor.

Se estaba volviendo habitual que Keishin extrajera muestras de sangre de Yaku para seguir con sus experimentos, lo hacía creando pequeños cortes en los dedos del omega para sacarle cierta cantidad de sangre; era un procedimiento incómodo y peligroso si hacia un corte muy profundo, a Morisuke le daba miedo tener que perder unos cuantos mililitros de sangre en manos de Keishin, que no le caía particularmente bien. Después de llenar el frasco hasta la mitad, Yaku se vendó el dedo y se levantó de la cama para ir a vestirse; Keishin iba a retirarse, pero el omega llegó corriendo a su lado, con la intención de seguirlo a realizar una de las tantas pruebas que hacía para averiguar su origen.

Los exámenes de Ukai seguían en la fase inicial, que consistía en descartar si Yaku era un humano o un nefilim, ese día haría una prueba para comprobar si había una reacción en la sangre de Morisuke al ponerla en contacto con diversas piedras y materiales orgánicos que emitieran un mínimo de energía, para saber si tenía posibilidad de aprender algún tipo de magia en específico, cosa que antes le parecía absurda tratándose de un omega, pero había creado una nueva hipótesis que indicaba que Yaku podría sufrir de alguna mutación genética entre alfa y omega, o beta y omega. Esa madrugada Keishin se ingresó en la academia, y Yaku tuvo que meterse en los pasadizos para tratar de seguirle el paso; el profesor se detenía para quedar a la vista de Morisuke cuando este se acercarse a una rejilla, y así guiarlo a distancia hasta su oficina.

No fue difícil llegar a ella, Yaku ya se manejaba muy bien en los pasadizos, así que cuando Keishin cerró la puerta de su oficina, el omega aprovechó para abrir una de las puertas ocultas, que en ese caso le permitió entrar gateando por la chimenea; Ukai se sentó y tomó algunas flores que tenía sobre la mesa. Le enseñó a Morisuke el procedimiento que se hacía con los tubos de vidrio y las probetas que tenía en su oficina; encendió la llama de ese pequeño laboratorio para infusionar las flores con agua de las fuentes que se encontraban en los establecimientos más importantes de Akkad, como el palacio, la academia, la iglesia y la biblioteca; esa agua era especial y distinta a otras, se extraía del interior de la tierra y se separaba completamente del resto del agua que cruzaba toda la ciudad, su color traslucido era ligeramente rosado, y tenía una gran carga energética.

Después de infusionar las flores una por una y dejarlas en tubos individuales, Keishin tomó un gotero para poner una pequeña gota de sangre en cada una de las infusiones; a Yaku no le sorprendió que en ninguna de ellas hubiera una reacción extraña, quiso irse de ahí para evitar más decepciones, pero Ukai lo detuvo y le pidió que observara. Entonces el profesor acumuló su energía pura entre sus manos y la depositó equitativamente entre cada uno de los tubos; pudieron ver que había una pequeña reacción que intensificaba el color en tres tubos, tenue en dos de ellos, mas vivaz en uno.

Yaku miraba todo con confusión, el profesor señaló las tres infusiones, de flor de iris, flor de ajo, y violeta, las más tenues eran la flor de ajo y la violeta, la primera estaba asociada a la fuerza y a la magia de intensificación, y la segunda asociada a la prudencia y a la magia de curación; el mínimo efecto en ellas podía hacer alusión a la genética de Morisuke, en palabras simples, la magia que utilizaban sus padres. El color en la flor de iris era más vivo, pero seguía siendo insuficiente comparado con los colores que podían aparecer cuando alguien que si podía usar magia hacía la prueba; Keishin le sonrió al muchacho y lo felicitó, diciéndole que la flor de iris estaba asociada a la sabiduría y la magia psíquica, su posible magia de nacimiento.

Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Yaku, pero volvió a ponerse serio cuando recordó algo; él era un omega, no tenía sentido que solo reaccionara a un tipo de magia, ya había tenido su primer celo, eso confirmaba que su raza era la de un omega y que debería de saber usar todos los tipos de magia. Keishin le planteó dos hipótesis: o durante la gestación había mutado de beta o alfa para pasar a ser un omega, lo cual interfirió con sus flujos de magia, o había sido víctima de una maldición.

A Morisuke nunca le gustó la idea de la maldición, no sabía si era probable, pues, al menos en la magia que manejaban los humanos, no era posible crear maldiciones; Ukai le respondió que, como aún no tenían suficientes conocimientos sobre la magia de otros sitios, no podía descartarla, después de todo, conocía casos de ángeles experimentando con nuevas formas de magia, y mencionó también a los herméticos pueblos nómadas y las supuestas maravillas que eran capaces de hacer. Tampoco podía descartar que Yaku fuera un nefilim, pero esa teoría perdió mucha fuerza cuando la mayor reacción fue vista en la infusión ligada a la magia psíquica, mientras que la sangre de los nefilim tendía a reaccionar levemente a la magia de intensificación, puesto que, al ser capaces de volverse gigantes, se asociaba dicha habilidad con el potenciamiento de las habilidades físicas.

Morisuke aún no estaba convencido, pero lo tranquilizaba un poco saber que había avances en su caso y qué tal vez había una posibilidad de que pudiera usar magia algún día; Ukai le acarició la cabeza, feliz de haber dado con una hipótesis más concreta para el misterio de su carencia de magia. Ambos se despidieron para ir a clases, antes no se llevaban tan bien, pero gracias a ese momento habían conectado; Yaku se fue por los pasillos secretos y retiró su uniforme del morral, lo usaría para camuflarse durante el recreo para poder hablar con sus amigos de la academia.

Observaría la clase de pociones desde las rendijas, vio que Fukunaga miró en su dirección e hizo una pequeña señal de saludo, aunque Morisuke le tenía miedo, ya no lo veía como alguien amenazante, solo extraño e impredecible; antes de que el profesor Takeda apareciera, Morisuke sacó el collar con el amuleto que Fukunaga le obsequió, era interesante ver que en cada ángulo los múltiples hilos formaban símbolos que desconocía. Por intuición tomó su libreta y un lápiz para copiar los símbolos, no sabía en qué orden hacerlo, pero al grabarlos de esa forma sería más fácil investigar de qué dialecto se trataba.

El profesor Takeda entró en el salón tocando su abdomen abultado, era adorable verlo acariciar su estómago pidiéndole a su bebé que no se moviera tanto para que lo dejara dictar la clase sin problemas; lo primero que hizo fue saludar amablemente a sus alumnos, la mayoría muy contentos y enternecidos por su embarazo, algunos le cambiaban el tema de conversación para preguntar cuando nacería su hijito. Aunque Takeda sonreía y parloteaba ilusionado con su embarazo, tuvo que bajar de la nube para proseguir con la enseñanza del día.

Comenzó a explicar las pócimas botánicas y su uso como pequeños distractores durante batallas, el gran salón de clases tenía su correspondiente mesa de laboratorio para enseñar a crear las pociones; tal y como Keishin le había enseñado, la segunda lección tenía que ver con rituales y experimentos, como la creación de las piedras de la verdad, pociones para crear regresiones, para comprobar la fertilidad o para evaluar el tipo de magia de cada persona antes de que la magia fuera activada en su cuerpo. Takeda no se explayó demasiado, pues solo estaba repasando de forma simple contenidos ya dictados durante otras clases, en esa ocasión estaba mucho más interesado en explicar cómo algunas plantas tenían propiedades que emulaban los tipos de magia, por ejemplo, flores ignífugas, semillas que potenciaban el crecimiento de otras, extrañas maderas conductoras de energía eléctrica; si bien era un tema interesante, el profesor explicó que hasta el momento no habían logrado aumentar la potencia de las pociones, y que estas solo tenían efectos mínimos a pequeña escala.

A Morisuke le resultó muy interesante aprender sobre los efectos que podían tener las plantas en diferentes pócimas, lo intrigaba saber de qué manera se podrían potenciar para hacerlas más útiles; su curiosidad crecía durante la clase y se molestaba por el hecho de no poder estar en el aula, practicando junto a los demás que preparaban una pócima básica de energía lumínica. Ellos podían tocar el laboratorio, y Yaku se tensionaba cuando los veía mezclar mal algún ingrediente, él sabía que lo haría mejor que los demás si pudiese estar en el salón y no en esas frías y oscuras catacumbas.

La frustración lo impulsó a tomar una decisión, esa misma noche se metería a los túneles para llegar a la biblioteca de Akkad, ya tenía dos motivos importantes para ir allá, aprender más sobre las pociones, y averiguar a qué idioma pertenecían los caracteres que se distinguían en el collar que alguna vez perteneció a Fukunaga. Adquirir esos conocimientos era una obsesión para él, tenía la necesidad de aprender y descubrir misterios, como el misterio de que estaba escrito en el amuleto de Fukunaga, como potenciar las pócimas para hacerlas menos mediocres, incluso, descubrir cuál era su propia naturaleza, quien y que era realmente Yaku Morisuke.

Al atardecer, tanto el príncipe como su niñero entrenaban en la arena, guiados por sus respectivos maestros, Ennoshita y Shimada; Yamaguchi ya había pasado por la iniciación, aunque estaba muy nervioso manteniendo una bola de agua levitando entre sus manos, Makoto lo observaba practicar el autocontrol con seriedad, durante todo el día solo le dirigió la palabra para enseñarle a usar su magia, actuaba muy frío, y eso hacía sentir muy mal a Tadashi. Sus manos temblaron y la bola de agua fue creciendo mientras el omega entraba en pánico por perder el control, para Shimada fue tan fácil como distraer a Yamaguchi con un llamado para quitarle la concentración, logrando que el agua cayera al suelo antes de que siguiese creciendo.

A Dai le iba algo mejor en su clase particular, estaba en el nivel suficiente para simular combates, pero aquello lo ponía muy nervioso; Chikara lo presionaba recordándole en voz alta que si fuese una pelea de verdad, ya habría caído varias veces. La magia de Dai consistía en traer una invocación para que atacase a Ennoshita, en su caso era un leon Babilonem con dos grandes alas emplumadas, hecho de energía traslúcida azulada, capaz de atacar con corrientes de aire, agua helada y fragmentos de hielo; el príncipe estaba quieto y alerta mientras su invocación atacaba a Ennoshita, que estando quieto le mencionó al príncipe que era un grave error quedarse estático dejando que su espíritu invocado hiciera todo el trabajo.

El príncipe miró con admiración y nerviosismo a Chikara, que antes de recibir un ataque de su invocación, usó una táctica que él había creado con su propio ingenio, se trataba de pequeñas cadenas que le recorrían el cuerpo y lo impulsaban hacia arriba, haciéndolo capaz de dar grandes saltos para esquivar ataques aunque no tuviese la capacidad física para saltar tan alto como un intensificador. Con las cadenas ayudándolo a impulsarse, Ennoshita fue capaz de aterrizar atrás del príncipe, sus cadenas también lo ayudaron jalándolo un poco hacia arriba para amortiguar la caída; Dai desenfundó su sable rápidamente y detuvo un ataque por la espalda, pues Chikara creó una espada con su magia para atacarlo.

Mientras luchaban con los sables, Ennoshita lo felicitó por comprender a que se refería con no estar estático durante la batalla, recordándole que el rey Daichi jamás bajó la espada durante la guerra a pesar de estar siendo protegido por su invocación más poderosa: "Los 200 millones de jinetes" que milenios atrás habían consolidado a los humanos como una especie libre y soberana de las tierras que actualmente conformaban el reino. El niño luchaba con la espada, pero luego se dio cuenta de que su invocación solo observaba; se enfadó consigo mismo por olvidar que tenía que mantener su concentración tanto en su flujo de magia como en el movimiento de su cuerpo, así que, con mucho esfuerzo y cansancio, pudo continuar con la lucha por un par de minutos más.

Fue el propio Ennoshita quien detuvo el combate diciéndole que ya era suficiente, que debía parar ahora; el príncipe Dai cayó de rodillas, bufando y respirando agitado, se veía completamente exhausto. Chikara se arrodilló frente a él y extendió sus manos hacia el pecho del niño, dándole algo de su energía pura para restaurar un poco la que había perdido en combate, el niño preguntó si eso era magia de curación, y él le respondió que no lo era, que solo se trataba de traspasar energía y que no era nada útil para curar heridas; luego de ayudarlo con su cansancio, Ennoshita abrazó dulcemente al niño y le dijo que había hecho un estupendo trabajo.

Yamaguchi los miró con sentimientos contradictorios, su subconsciente lo obligaba a desconfiar de Ennoshita por la promiscuidad que demostraba en su vida privada, era un pensamiento involuntario que no podía ocultar; notó que la reina estaba parada junto a un pilar de la arena, mirando con la misma desconfianza culposa a Chikara, tal vez por una razón distinta a la suya. Dai estaba muy sorprendido por el abrazo, pero lentamente correspondió a ese gesto de cariño y dijo en voz alta que al crecer quería ser igual a Ennoshita; los ojos del consejero se humedecieron, pero no dejó caer las lágrimas, las secó antes de que pudieran hacerlo y se levantó junto al príncipe.

Tadashi no consideró que Chikara fuese el mejor modelo a seguir, mas nada podía hacer con respecto a la admiración que sentía el niño; su poder si era algo digno de admirar, pocos materializadores podían salir de las defensas genéricas para especializarse en un tipo de objeto; la mayoría hacía lo común: muchas armas apareciendo en el cielo y la tierra, muros de concreto o metal como barreras, cuerdas para amarrar los pies del oponente. Ennoshita era un maestro al mismo nivel que los más veteranos de la academia de magia, su especialidad con las cadenas le valió ganar varias batallas, mientras más pequeña la cadena, menos era el gasto de energía, comprender aquello era la base para saber la verdad sobre sus triunfos; cadenas pequeñas ayudándolo a saltar y esquivar, cadenas minúsculas metiéndose en la nariz del adversario para dañar la vía aérea, y otras cortando la circulación de algún pobre desgraciado sin que este lo supiese a tiempo.

Yui llegó junto a su hijo y evitó mirar a Ennoshita mientras felicitaba a Dai por sus avances, Chikara se percató inmediatamente de ese desdén y agachó la cabeza con tristeza y vergüenza; Yamaguchi detuvo su entrenamiento para ir con la reina, y Shimada no se molestó en esperarlo para continuar, se fue de ahí sin despedirse, pero el omega se dio cuenta de ello y lo siguió con la mirada. Su corazón estaba intranquilo, como si deseara reconciliarse con Makoto y volver a su extraña pero emocionante relación de antes; la reina sabía que algo le ocurría a Tadashi, así que le dijo a su hijo que fuera a practicar con su espada y un hombre de paja que servía para entrenar a los primerizos; luego le dijo a Ennoshita que tenía un asunto que hablar a solas con Yamaguchi, así que el consejero se fue, sintiéndose aún más despreciado y juzgado por ellos.

- ¿Estás bien Yamaguchi chan? Te noto preocupado - comentó Yui, Tadashi pensó muy bien cómo hablar de su problema sin crear polémica ni revelar demasiada información.

-Su majestad… ¿Qué haría si… si dos hombres quisieran algo con usted? - preguntó el omega, la reina sonrió, le agradaba que su omega preferido fuese tan codiciado por sus pretendientes.

-Escogería a quien más me haga feliz, tu felicidad es lo primero, y si no sientes una conexión con alguno de ellos, no es tu deber corresponderles - respondió ella, pero Yamaguchi no estaba muy convencido.

-¿Y si no estuviera seguro de quien me gusta más? - preguntó él más inseguro.

-Oh… te recomendaría no adelantarte ni elegir a alguno, ni mucho menos elegirlos a ambos. Vive el amor cuando sea el tiempo, no lo apresures, porque puede traerte consecuencias.

-Entiendo… pero, siento algo por ambos, es tan difícil elegir...

-No te presiones, tomate todo el tiempo del mundo, si de verdad te aman, sabrán esperarte hasta que estés listo para decidir. También, si el sentimiento es el mismo por ambos, deberías pensarlo desde otras perspectivas y elegir el que más te convenga, por mucho que suene egoísta, tienes que plantearte con quien tendrías un buen futuro a largo plazo, aunque la pasión sea la misma, también es importante la estabilidad y la seguridad.

-No sé si el sentimiento sea el mismo… Uno de ellos es un buen amigo y parece querer algo serio conmigo, pero es algo frio. El otro siempre es muy cariñoso, me abraza y a veces me siento extraño entre sus brazos, como si mi instinto pidiese que… pero él… en resumidas cuentas no puedo formar una relación seria y estable con él, es imposible que algún día podamos ser una pareja normal, por eso no sé qué hacer.

-Entiendo, es un problema de atracción contra afinidad, no sabes decidir entre el que te entrega pasión y el que te entrega seguridad. A largo plazo la opción más conveniente es la seguridad, pero tú aún eres joven, puedes tomarte tu tiempo para saber qué es lo que quieres, y si te equivocas, siempre tendrás más opciones para tomar.

-Pero… ¿Y si escojo mal? ¿Y si mis instintos me hacen entregarle mi virginidad a la persona equivocada?

-Bueno, sí que sería un problema… pero no te preocupes, técnicamente la ley no prohíbe que los plebeyos pierdan la virginidad antes del matrimonio, pero si se lo prohíbe a los de sangre noble - le dijo la reina, Yamaguchi ladeó la cabeza confundido.

-¿A los nobles se les prohíbe eso?

-Yo también me sorprendí cuando mi esposo me lo dijo, lo primero que me preguntó antes de pedirme matrimonio fue si yo seguía siendo pura; para los plebeyos como nosotros es algo que suena contradictorio, que los nobles se impongan más restricciones, pero lo hacen para ser un ejemplo a seguir, al ser de la realeza, deben de ser el modelo de ser humano perfecto, así que mantienen la pureza hasta el día del matrimonio.

-¿Y qué pasa si alguno de ellos no cumple con esa norma? - preguntó Yamaguchi pensando en Ennoshita y su promiscuidad.

-Los que quebrantan la norma, son castigados negándoles el derecho al matrimonio y a tener hijos para siempre, además de despojarlos de todas sus propiedades, se vuelven personas sin patrimonio que no pueden heredar ni tener descendencia, se les llama "intocables".

-Oh…

-Sugawara, Hayato y Ennoshita son unos intocables, Hayato estableció desde un principio que no le interesaba tener hijos ni tener patrimonio; Sugawara es un espíritu libre, pero Ennoshita… - agregó Yui, volviendo a mostrar culpa en su expresión.

-¿Por qué Ennoshita san es un intocable?

-Ennoshita es el único que se convirtió en un intocable contra su voluntad… Él no quería, no fue su decisión… - decía la reina Yui, se veía afectada por tener que hablar de ello.

-No puede ser… - susurró Tadashi atando cabos; entonces vio a la reina llorar, eso lo puso nervioso, así que tomó gentilmente los hombros de la reina para consolarla - ¿Qué ocurre su majestad?

-¿Prometes no difundir lo que te diré? Por favor…

-Lo prometo, usted puede confiar en mí.

-Antes de conocer a mi esposo, él iba a casarse con Ennoshita, su matrimonio fue arreglado desde que eran unos niños… Pero luego la honra de Ennoshita fue arrebatada, y perdió todo derecho a casarse con el futuro rey…

-¿Eh? ¿Ennoshita pudo ser el esposo del rey? - se preguntaba Yamaguchi anonadado, Yui lloró un poco más antes de proseguir.

-A veces me siento como la villana en su historia, él no escogió ese destino, simplemente se lo arrebataron, por eso me siento tan culpable… cuando lo veo como una amenaza…

-¿Como una amenaza?... - Tadashi trataba de procesar la información mientras abrazaba a la reina.

-No puedo evitarlo, cuando imagino que aún puede sentir lo mismo por Daichi, cuando me pongo a pensar que durante las campañas, durante las reuniones, durante todo el tiempo cuando mi esposo y yo estamos separados, él puede aprovechar su momento a solas con Daichi para… sencillamente no puedo soportarlo…

-Reina Yui…

-Yo sé que no es su culpa, yo sé que Ennoshita es una buena persona y que no merece que lo apartemos… me siento tan tonta por no poder controlar mis sentimientos, mis celos, mi inseguridad… - Yui lloraba sobre el hombro de Tadashi, que la abrazaba suavemente como un dulce amigo.

-Tranquila reina Yui, es normal sentir eso… - pronunció Yamaguchi, su objetivo era calmarla, aunque el mismo se sintiera inquieto por lo que acababa de escuchar.

Ennoshita realmente podía ser un peligro real para el matrimonio de la reina, si era capaz de hacer cosas indecentes con un hombre casado ¿Qué le impedía hacer lo mismo con el rey? Decirle aquello a la reina hubiese sido una pésima idea, no difundiría rumores ni crearía discordia por muy intrigantes que fueran las pruebas de su desconfianza.

Esa conversación también le ayudó a entender la estrategia de Shimada y Yusuke, en un principio sonaba tonto casarse solo para darle libertad sexual a la otra persona. Pero luego de saber acerca de esa regla, entendió que, para Shimada, estar casado y tener sexo con otras personas era mucho más seguro que no estar casado y tener muchos amantes, eso lo arriesgaba a perder sus tierras y su derecho a tener herederos; a fin de cuentas si era un engaño justificado.

Cuando anocheció todos se fueron a dormir, a excepción de Ikejiri y Yusuke, que rondaban por los pasillos en busca de Ennoshita, la noche era el momento perfecto para dar rienda suelta a su libertad, por eso revisaban discretamente cada pasillo en el que pudiera estar el consejero, con su compañía pasarían una noche agradable y muy activa. Competían entre ellos para ver quien lo encontraba primero, quien se llevaría el premio esa noche y quien se quedaría con "las sobras", usualmente Yusuke llegaba primero a Ennoshita, por lo que apodaba burlonamente a Hayato llamándolo "hiena".

Pero Chikara sabía que esa cacería había empezado, y no estaba de humor para esos juegos; así que se dirigió al bar personal del rey Daichi, Yusuke e Ikejiri no se arriesgarían a buscar ahí, el rey podría percatarse de la presencia de ambos, y lo peor que les podía ocurrir sería ser descubiertos en el acto por el soberano. El bar del rey Sawamura era el lugar más tranquilo en esos momentos, perfecto para detenerse un segundo y servirse una copa de un buen vino mientras pensaba en su situación actual, que parecía empeorar cada vez más.

Lidiar con su ansiedad y sus memorias dolorosas era una cosa, pero algo muy distinto era ser excluido y despreciado, se preguntaba porque quería tanto a esas personas, cuando el amor que creía estar entregando no parecía recíproco. Nadie pondría las manos al fuego por él, ni siquiera podía estar seguro de que Ikkei lo haría, la reina le demostró que en el fondo si le guardaba rencor, y sus amantes, a quienes adoraba y les entregaba su cuerpo todas las noches, también desconfiaban, y aunque continuaban haciéndole el amor y afirmándole que lo seguían amando tal y como hacían antes, a la hora de aparentar frente a otros miembros del castillo, seguían tratándolo con indiferencia y recelo.

¿Realmente alguien podía amarlo? ¿Por qué se sentía tan solo en su mundo, el único mundo que podía tener? Trataba de ahogar su dolor con vino antes de que sus propias lágrimas lo ahogasen a él. Su propio rey era quien más le causaba dolor, y eso no debía pasar, no debía pensar en él como la persona más importante de su vida, él tenía una esposa, un hijo, una vida entera con la que no iba a interferir, eso era lo correcto.

Los pensamientos de Ennoshita siempre lo herían, se insultaba a sí mismo de las peores maneras, una voz en su cabeza siempre le decía que lo natural en él era sufrir, y que de seguro había hecho algo para merecerlo. Esa misma voz le recordaba que era un impuro, que su cuerpo apestaba al semen de otros, y que ni con cientos de jabones podría limpiarse, porque ser el agujero en el que otros se descargasen era su función en la vida y era su único talento real, su única forma de amar y ser amado; y él quería sentir mucho amor.

Por esa voz, durante todas sus noches de soledad, terminaba bajando sus manos a la entrepierna, en esos instantes estaba sentado y con la mejilla puesta sobre la mesa, mientras sus manos frotaban ahí, como si su cuerpo repugnante y su mente rota pidieran desesperadamente sentir ese "placer". Las lágrimas empapaban la mesa creando un charco alrededor de su cabeza, y el alcohol comenzaba a recorrerle las venas, su autodestrucción era inminente, quien sabe que intentaría esa noche, tal vez hacer cortes en sus piernas o auto flagelarse con sus cadenas luego de masturbarse hasta sentir dolor.

Entonces se sobresaltó al escuchar como el pomo de la puerta era girado, y rápidamente quitó sus manos de su zona íntima y tomó la botella de vino para esconderla entre sus pies; falló al no deshacerse también de la copa de vino que aún estaba sobre la mesa. Mientras alguien entraba en el bar, él giró la cabeza para que, quien fuera el que estaba ingresando, no pudiera ver su rostro empapado y rojo.

El rey Daichi entró y se quedó quieto mirando a Ennoshita, ambos en silencio, Chikara no mostraba la cara, y por eso Sawamura supo deducir que algo no andaba bien con él. Se acercó con una carta en la mano y la dejó caer sobre la mesa; se quedó pasmado al ver que el papel se humedecía gracias a las lágrimas sobre la mesa, la situación con su consejero era más grave de lo que creía.

-Suga me envió esa carta personal… - comentó Daichi, Ennoshita permaneció callado, si hablaba de notaria que había llorado, su voz se cortaría una y otra vez por los sollozos - ya se reunió con Satori, y él le reveló algo más sobre el espía…

-Es… es bueno saberlo… - contestó Chikara, la vergüenza que sentía era enorme, su voz se entrecortó cuando decidió hablar, no pudo ocultar su dolor del rey; Sawamura mordió su labio con impotencia y prosiguió.

-Satori le dijo que, para comunicarnos directamente con la reina Kyoutani, tendremos que enviar cartas con remitente personal, no a la corte de los demonios ni a la reina; le sugirió que enviásemos mensajes a Shinji Watari, y que este haría llegar las cartas a Yahaba Shigeru, el consejero de la reina - relataba el rey, pero Ennoshita no decía nada, cada palabra de Daichi le parecía llena de indiferencia, y eso lo hacía sentir mucho peor - también me confirmó que el espía es un demonio… un demonio cambiaformas.

-¿Cambiaformas…?

-Sé que suena irreal, pero de alguna forma, ese espía es capaz de modificar su apariencia para pasar inadvertido entre nosotros. Creo que Suga mencionó que podía cambiar su rostro a voluntad, eso es alarmante.

-Dios mío… ¿No dijo nada más? ¿Nada sobre un punto débil? - se preguntó Chikara, ese nuevo temor y paranoia empeoraba su estado.

-De momento no sé más que eso… - respondió Sawamura, Ennoshita agachó la cabeza y tocó su pecho, dolía demasiado y quería volver a llorar y gritar de desesperación.

-No le diga esto a nadie a menos que sea necesario… De hecho ni siquiera debería decírmelo a mí, incluso yo podría ser ese traidor… - pronunció Ennoshita aguantando las ganas de llorar, sin querer había demostrado algo de rencor contra su rey.

-Mírame a los ojos - le ordenó Sawamura, su consejero volteó para verlo, por más que deseara ocultar su estado, no podía desobedecer una orden, así que giró, pero miró hacia otro lado con vergüenza de sí mismo - ¡Dije que me miraras a los ojos! - le ordenó exclamando, así que Ennoshita enfocó sus ojos enrojecidos y húmedos en la mirada del rey.

-Lo siento… - se disculpó Ennoshita mirando a su rey, sus ojos volvieron a dejar caer las lágrimas, era una humillación para él; Daichi le tocó la mejilla y observó sus ojos, lleno de remordimiento por verlo tan devastado emocionalmente.

-Sí, eres tú, reconocería esa mirada de tristeza en cualquier parte… - susurró el rey mientras Chikara se rompía más y más, llorando y temblando, pero suavemente, reprimiéndose hasta con el último de sus esfuerzos.

-Dios… - dijo Ennoshita en voz baja, si seguía así lloraría y gimotearía hasta caer de rodillas; Sawamura soltó su mejilla y apartó sus manos sin saber qué hacer con él.

-Suga mencionó otras cosas en su carta… - comentó para cambiar el tema, Chikara tomó aire intentando calmarse, cuando logró verse más estable, Daichi prosiguió - dijo que está enamorado de un regenerador…

-¿Eh?...

-Lo que escuchaste, cree que está enamorado de uno de los regeneradores que estaba siguiendo. Espero que solo sea una broma, le gusta jugar con mi paciencia.

-Pero… creo que es posible…

-¿Qué dices?

-Sugawara san me envió un par de cartas personales… en las que también mencionaba sus sentimientos por ese regenerador - confesó Ennoshita, se secó las lágrimas para tratar de mantener el hilo de la conversación, sin embargo su pecho aún sollozaba y aún le costaba respirar.

-¿Viene desde antes con sus tonterías? No tiene vergüenza, cree que es inmune a nuestras leyes solo porque somos amigos.

-Él nunca ha sido muy apegado al protocolo, pero es una buena persona y nunca falla en una misión…

-Eso no basta ¿Qué pasa si embaraza a ese regenerador? ¿Si decide casarse a escondidas? No tiene permitido tales cosas, y toda la corte, todos los nobles hablarían de como soy parcial con la aplicación de la ley, no sería justo que tú y otros cumplieran la ley, y que él la quebrante sin ninguna consecuencia.

-Rey Daichi, no creo que esté en los planes de Suga tener descendencia y casarse con un regenerador. Tal vez es solo pasajero… por favor no se altere por eso… - le aconsejó Ennoshita, cuando el rey hablaba de esa ley, se sentía como si le metiera el dedo en la llaga, esa ley le perjudicaba, y Daichi parecía creer que era mejor castigar a uno por no seguirla, que eliminar dicha ley que tanto lo afectaba a él y a otras personas que solo querían ser libres.

-Suga se la pasa desafiando mi autoridad, no puedo dejar que se salga con la suya una vez más. Si de verdad está formando una relación con ese demonio, no me quedará de otra más que desterrarlo - dijo firmemente Sawamura, Ennoshita lo miró desconcertado.

-Rey Daichi, por favor reconsidere eso, Sugawara no incumplirá sus prohibiciones, confíe en él - sugirió Chikara, estaba nervioso y dolido.

-Si sigue siendo así de insolente, no me quedará más opción - respondió el rey, Ennoshita se veía cada vez más asustado, una vez más estaba volviéndose inestable, comenzó a temblar mientras apoyaba sus manos en los hombros de Daichi.

-Su majestad por favor… no destierre a Sugawara, yo sé que no es bueno que Suga se tome en serio ese romance, pero por favor, no haga algo de lo cual se pueda arrepentir - le suplicó Chikara a punto de llorar, Daichi estaba molesto gracias a la carta de Sugawara, tanto que solo pensaba en su enojo.

-Antes dabas mejores consejos – dijo con rabia en el rostro, Ennoshita comenzaba a sentirse humillado y solitario como hacía algunos minutos, el poco orgullo que le quedaba no era suficiente para detener las lágrimas y el llanto, suave y melódico, pero con tal aflicción que los labios de Daichi temblaron por la culpa - detente por favor…

-No puedo… - respondió su consejero llorando débil, con sollozos que parecían desvanecerse; Sawamura lo observaba, debatiéndose entre lo "correcto" y lo que su corazón le dictaba; lo que debía hacer un rey casado y con un hijo era mantenerse firme y serio, sin caer en sentimentalismos innecesarios; casi había olvidado lo que era ser una buena persona, un buen amigo.

-Ennoshita… - Daichi empezó a rodear lentamente el cuerpo de Ennoshita con sus brazos, lo abrazó gentilmente y deslizó una de sus manos hasta la cabeza del consejero, para tocarla y sostenerla como si fuera un bebé - te lo suplico, por favor, no llores más… - Chikara escondió su rostro apegándolo contra el hombro del rey, ese dulce gesto lo hacía derramar más lágrimas, ahora podía hacerlo con confianza - nunca he soportado verte llorar…

-Lo siento… no puedo evitarlo… - Ennoshita abrazó con suavidad a su rey y siguió llorando; Daichi recordaba la primera vez que lo vio desvanecerse en llanto, eran tan jóvenes, nunca se perdonó haberlo dejado solo durante tanto tiempo, el peligro estaba tan cerca de su prometido, tan cerca que un día encontró al padre de Chikara en una habitación a plena luz del día, con su hijo sentado sobre la mesa frente a él. Nunca había visto tanto terror y desdicha en una mirada, su prometido mirándolo tembloroso, como suplicando ser salvado con los ojos empapados en lágrimas y el cuerpo totalmente desnudo.

-No puedo soportarlo, no puedo, cada vez que lloras, me siento tan horrible… - Daichi estrechó el abrazo, sostenía la nuca de Ennoshita mientras ambos temblaban; él, siendo un rey, estaba dejándose llevar por sus emociones, aquellas que lo hacían llorar con rabia y culpa sobre la frente de su consejero, de su leal y amado consejero.

-Lo siento mi rey… ya pasará, le prometo que pasará… - Chikara sollozó recorriendo la espalda de Sawamura con sus manos, era tan amplia y fuerte, incluso sobre la ropa podía distinguir las cicatrices de guerra que él intentó curar en cada contienda; se sorprendía de que aun después de tantos años, lo seguía amando con todas sus fuerzas, como si fuera el primer día, cuando lo conoció siendo ambos unos niños.

-Yo debería ser quien te esté consolando, mi dulce Ennoshita… te he abandonado, te he dejado de lado, y tuve el descaro de desconfiar de ti, de mi más leal compañero - se lamentaba Daichi abrazando y acariciando a su consejero, que de a poco abrió los ojos y respiró el aroma de su rey, sintiendo el amor que nunca pudo darle, y el deseo que nunca podrían entregarse mutuamente sin recibir un castigo por ello.

-No se preocupe, todo está perdonado… no podría odiarlo ni traicionarlo, mi apreciado rey… - susurró Chikara, sentía su corazón acelerado, desbordando amor, hacía el mayor esfuerzo del mundo por contener el deseo carnal y la pasión que despertaba la imagen de Daichi tocando su sucio cuerpo con sus magníficas manos.

-Te adoro… no tienes idea de cuánto te adoro… - susurró Sawamura, se resignó a perder la compostura y dejar fluir lo que sentía, cada palabra de ternura, cada juramento de protección que le hacía cuando eran niños, y que no pudo cumplir como lo habría deseado.

-Yo también, lo adoro tanto… - respondió Ennoshita, sus pequeños sollozos iban disminuyendo de a poco.

-Por favor quédate tranquilo, le daré otra oportunidad a Suga, no lo castigaré hasta que sea necesario. No quiero verte triste por eso… - le afirmó el rey para hacerlo sentir mejor, por eso Chikara le sonrió con cariño y restregó su frente sobre la clavícula de Sawamura, como un gatito.

-Gracias mi rey… - dijo Ennoshita, Daichi sonrió también y le besó la frente, algo en su interior le dijo que ya debía parar, y su consejero entendió su mirada de preocupación - su majestad, es hora de ir a dormir…

-Entiendo… - susurró Sawamura regresando a su estado natural de forma lenta, sin querer despegarse de ese pequeño momento de cariño que en pocas ocasiones podía entregarle a su consejero - tienes razón, es hora de irnos a dormir… - Daichi se separó poco a poco de Ennoshita, ambos bajaron sus brazos y entrelazaron sus dedos, los miraron un momento, el rey lo hacía con lástima, Chikara lo hacía con nostalgia.

-Puede ir con su esposa… - le dijo Ennoshita con resignación y una gran melancolía; Sawamura se separó por completo y le dio la espalda, ambos debían volver a la realidad, aquella donde no podrían estar juntos nunca más.

El oscuro cielo cubría a Akkad, la nubosidad escondía aquellas estrellas que harían de las calles un lugar más bello y tranquilo; no era el caso durante esa noche, pero Yaku no estaba enterado de ello, se acostumbró demasiado a andar por los pasadizos de la ciudad, que decidió llegar a la biblioteca usándolos, con cuidado de no ser descubierto entrando a escondidas por un guardia. No era raro que hubiera lectores de noche, al menos en esa biblioteca, pues muchas personas se quedaban prendadas de un libro, lo extraño para los vigilantes hubiese sido ver a un chiquillo salir de las paredes; Morisuke logró introducirse en la gran biblioteca saliendo invicto de cualquier molestia, así que recorrió los pasillos casi a ciegas por la poca luz.

Se acercó a la bibliotecaria y le pidió un candil para poder leer a la luz de la vela, la mujer se preguntó de dónde había salido el chico si no lo vio entrar por la puerta, pero no le dio más importancia y le prestó una lámpara para que Yaku pudiera buscar sus libros con ayuda de la luz. Gracias al brillo amarillento de ese candil, Morisuke miró deslumbrado las enormes estanterías llenas de libros, aún tenia tanto que aprender, y las ganas de hacerlo le sobraban.

Lo primero que decidió leer fueron los libros de lingüística, seleccionó los que hablaban de lenguas extintas o en desuso, puesto que las letras del collar no tenían nada de similar al dialecto universal y los dialectos de cada raza individual; abrió el libro y comenzó a leerlo desde el principio, adelantar la lectura era contraproducente, y le parecía algo que solamente haría un estúpido. Para comprenderlo todo debía entender la base del idioma, las lenguas de los ángeles, demonios, humanos y nefilim tenían una raíz común, además de que universalmente se enseñaba una lengua neutra para fomentar la comunicación entre cada una de las tierras, los más humildes no tenían la necesidad de aprenderla, pero los que habían recibido educación si sabían darse a entender entre otras culturas; a Morisuke le encantaba ir un paso más allá, así que desde pequeño aprendió por cuenta propia los idiomas de otros lugares.

Se sabía de una tribu de ángeles que vivían al extremo sur, que hablaban la lengua nativa y una lengua ancestral, el aislamiento geográfico entre montañas nevadas les permitía conservar aquel dialecto y traspasarlo a las nuevas generaciones. La raíz del lenguaje era el dialecto "fons", que variaba según la lengua nativa de cada territorio, el mundo había pasado por un proceso de unificación donde las tribus milenarias de humanos aprendieron a convivir entre ellos hasta formar una sola lengua y un solo reino, lo mismo ocurría con otras razas.

En el libro se mencionaba que se formaron 6 dialectos luego del periodo de unificación, 3 para las razas puras, 3 para las hibridas, aquello implicaba que los regeneradores tuvieron en algún punto una lengua particular, eso intrigó a Yaku, porque tener una lengua propia, implicaba también que alguna vez tuvieron una cultura propia. También lo sorprendía y entusiasmaba saber que había 3 razas hibridas, en el libro solo se mencionaba a los nefilim y a los regeneradores, pero si se utilizaba el número 3, eso significaba que había otra raza hibrida, una perdida, desaparecida en la historia.

Era sumamente curioso, el libro omitía algunos detalles históricos en torno al dialecto de los regeneradores y la raza desaparecida, pero según lo que Morisuke podía ver, la historia del continente era mucho más vieja de lo que creía, tal vez de más de 5000 años, pero lo único que le enseñaban a los niños en las escuelas era el periodo de la guerra de los 100 años y la fundación del reino humano. Debía ir mas allá de las 6 lenguas de la unificación para saber de dónde provenían los caracteres del amuleto, el dialecto "fons" no era lo suficientemente antiguo, pero para averiguar lo que quería averiguar, debía tomar otro libro que se centrara únicamente en ese dialecto base.

Buscó una vez más subiéndose a una estantería, fue dificultoso encontrar el libro adecuado que le hablara sobre el idioma madre, pero logró dar con un libro absurdamente viejo y polvoroso, cuyas páginas tenían una letra pequeña y un poco borrosa por los años. Morisuke comenzó con la lectura, el lenguaje era anticuado y aburrido, el exceso de palabras solemnes lo irritaba, pero de a poco le tomó el ritmo y prosiguió sin refunfuñar; llegó a entender que hubo 2 lenguas arcaicas además del fons, pero que no eran su raíz, sino más bien lenguas hermanas de civilizaciones que desaparecieron con el tiempo. Se trataba del idioma acies, y el idioma remugit, no eran idiomas de tribus simples como los que generaron las 6 lenguas de la unificación, se trataba de idiomas que el libro describía como complejos y pertenecientes a grandes civilizaciones, pero no ejemplificaba más que con algunas simples ilustraciones borrosas de no más de 8 caracteres de aquellos dos lenguajes arcaicos.

Peor era nada, con esas pocas letras del supuestamente extenso dialecto perdido, Yaku prosiguió a compararlas con los caracteres del collar, que se distinguía menos a la luz de la vela; Morisuke no hallaba ninguna similitud aparente, pero notó que la forma de las letras del collar se parecían a las del dialecto acies, se trataba de la caligrafía, pero al menos lograba entender de donde provenía, era el primer paso. Sonrió cuando se dio cuenta de que el dialecto remugit estaba asociado a los ángeles del extremo sur, solo podía tratarse de ese idioma arcaico, de seguro esos ángeles tenían algo de conocimiento sobre las lenguas extintas; antes de cerrar el libro analizó más y más los caracteres del amuleto, tratando de entenderlos.

Hasta que su mente creó otra hipótesis por asociación, las letras del collar se parecían un poco al dialecto acies y a la lengua de los demonios nacida en el periodo de unificación, eso quería decir que la antigua lengua se mezcló con el dialecto demonio para crear un idioma desconocido que en la actualidad estaba siendo utilizado por quien sabe que personas. Era realmente emocionante descubrir aquello, en alguna parte del mundo había otro tipo de culturas, con un dialecto completamente diferente al suyo, con un origen totalmente diferente al de las 4 civilizaciones predominantes de la actualidad.

Fukunaga debía tener algo que ver con ellos ¿A caso tenían orígenes de demonios? ¿Vivían en civilizaciones ocultas bajo tierra? ¿Cómo eran sus dioses? ¿Y la magia que usaban? Tenía tantas preguntas e hipótesis que solo Shohei Fukunaga podía responder, tal vez él mismo pertenecía a esa nueva civilización, después de todo, Fukunaga había demostrado que su magia era un caso especial, muy distinta a la que se enseñaba en tierras humanas. A todas luces Fukunaga parecía un humano ¿Pero si en realidad no lo era? Morisuke estaba tan emocionado y ansioso sacando conjeturas, que no se dio cuenta de que era realmente tarde, y que debía volver a su casa, ni siquiera tenía tiempo para dormir, pero si debía ir a cambiarse de ropa para ir a la academia.

Cerró los libros y los guardó en su sitio, ya volvería para concretar también su objetivo de especializarse con las pociones, de momento solo debía salir de ahí; rápidamente se fue a uno de los pasadizos ocultos de la biblioteca de Akkad y lo cerró tras de sí; antes de salir corriendo por los túneles, se detuvo al escuchar algo, unos pasos que pisaron un charco a varios metros de él. Se quedó callado y caminó lento, quería comprobar si se trataba de alguien conocido, una corazonada le decía que no debía preguntar en voz alta "quien anda ahí".

Lentamente caminó, se retiró los zapatos para avanzar mucho más sigiloso; cuando estaba a punto de avanzar por una intersección de dos túneles, dio un paso atrás y se apegó a las paredes rocosas; vio entonces que pasaba una figura encapuchada con una gran túnica negra, caminando por las catacumbas. Morisuke lo siguió apegándose mucho a las rocas, no le sonaba haber visto a alguien así, solo alguien que anduviera en malos pasos se cubriría de esa forma para que su cara no fuese vista.

La figura se detuvo y removió una roca del piso, abriendo un minúsculo y claustrofóbico túnel por el cual se debía acceder agachado; Yaku esperó a que avanzara más para poder seguirlo sin peligrar tanto, el túnel era tan pequeño que tuvo que arrastrarse, también era muy vertical en algunas partes, así que trataba de sujetarse apegando pies y manos a las rocas. Continuó siguiendo al tipo muy cansado y rasmillado por las rocas, se preguntaba porque estaba persiguiendo por toda la ciudad y la montaña a una persona que ni siquiera conocía, solo se metería en graves problemas.

Antes de dejarse caer por el pequeño túnel, se aferró con manos y pies estirando brazos y piernas, si caía de una sola vez, chapotearía en un enorme charco de agua que estaba caída abajo; con mucho cuidado trató de poner los pies sobre una roca sin tocar el charco, apenas si lograron caer unas minúsculas piedrecillas que no hacían ni un solo ruido, pero que si creaban pequeñas ondas en el charco. Morisuke salió de ahí y se escondió tras una roca, mirando con disimulo el lugar donde estaba en esos momentos; estaba a 7 metros por sobre los pies de Akkad, podía ver la boca de la caverna en la cual estaba en esos instantes, y una de las cascadas cubriendo esa entrada, también se dejaban ver los colores verdosos oscurecidos por la madrugada a través del agua de la cascada, sin duda había bajado demasiado por ese túnel.

Se ocultó con el corazón en la boca cuando notó la presencia del tipo con la túnica negra cerca de la cascada, comprobó que no estaba mirando en su dirección para poder seguir mirando lo que hacía, era demasiado sospechoso como para ser alguien bueno. Se dio cuenta de que el tipo tenía un animal en el brazo, un dragón enano camaleón, una especie muy rara que no era común de las tierras humanas, que poseía dragones mucho más grandes e imponentes que esa pequeña cosa que no le hacía daño a nadie.

Los ojos de Yaku empezaron a abrirse de par en par, su expresión iba cambiando de nerviosa a atónita, pues él sabía algo muy importante de ese tipo de dragones; los dragones enanos camaleón eran perfectos para enviar mensajes secretos, pues sus escamas se camuflaban con el cielo diurno y nocturno. Dicha especie era endémica del reino demonio, y era usada principalmente para misiones de espionaje; y en esos precisos instantes, el hombre encapuchado estaba amarrando un papel firmemente a la pata del pequeño dragón, antes de soltarlo para que volara a través de la cascada, directamente hacia tierras enemigas.