Menvra tenía algo diferente a todas las ciudades del mundo, cualquiera que estuviese en sus afueras, pensaría que se trataba únicamente de un bosque de árboles más grandes y anchos que cualquier catedral humana o demoniaca, de una corteza blanca y gruesa con ramas tan largas y amplias como puentes sobre ríos de aire, un lugar místico y de naturaleza desconocida que no podía ser transitado por una civilización cualquiera. El bosque gigante de Menvra no era un obstáculo para seres como los ángeles, ese era su lugar sagrado, era la capital de sus tierras en la cual habían construido toda una ciudad esculpiendo la milenaria madera blanca de los árboles para formar sus hogares adaptándose al bosque; si acaso sobresalían algunos tejaditos de pórticos como único material adicional, pues incluso los pilares fueron esculpidos de los mismos árboles.
Durante las mañanas los habitantes de la ciudad de Menvra apagaban los faroles nocturnos, cortando el flujo dorado de la terminal central, que alimentaba todos y cada uno de los postes de luz por la noche con un sistema de canaletas para el líquido lumínico; incluso dentro de sus propias viviendas los ángeles podían iluminar los farolillos de las diferentes habitaciones, cortando el flujo a voluntad y depositando el líquido en recipientes para llevarlo a la terminal donde sería reutilizado. Alrededor de cada calle, avenida y plaza esculpida en las inmensas ramas de los árboles, había canaletas donde el agua podía recorrer toda la ciudad, el agua también brotaba de los arboles como pequeñas cascadas, toda Menvra estaba intrínsecamente relacionada con el agua.
Mientras la vida diurna comenzaba a aflorar en la ciudad, Akaashi Keiji, un beta de cabello negro y ondulando, líder de los ángeles y el mejor mago psíquico de la región, dormía plácidamente junto a su esposo Bokuto Kotaro, un alfa de cabello puntiagudo y platinado, ambos estaban desnudos con apenas algunas sabanas cubriéndoles las piernas y caderas, no perdían la sagrada costumbre de demostrarse su amor incluso en aquellos días, en los que Akaashi guardaba dentro de sí un hijo que estaba próximo a nacer. El abultado abdomen rozaba el costado del cuerpo de Bokuto, quien apenas abrió los ojos realizó su acción incondicional de cada mañana, voltearse ligeramente para acariciar la panza de su esposo y besarle la frente con dulzura; Akaashi suspiraba despertando casi al instante, y se arrimaba un poco más al cuerpo de Kotaro para poder abrazarlo, cuidando mucho que su estómago no fuese comprimido.
-Buenos días, Bokuto san - dijo Keiji, tenía la costumbre de llamar así a su esposo, a quien le agradaba mucho el honorifico; Bokuto sonrió entusiasta y le besó los labios con energía antes de contestar.
-Buenos días Akaashi ¿Dormiste bien? - le preguntó dando suaves caricias al abdomen de Akaashi.
-Más o menos, es un poco incómodo dormir con él, no deja de moverse - comentó Keiji, entonces el bebé empezó a moverse otra vez, pateando su útero desde adentro, Kotaro rio con mucha emoción cuando sintió a su hijo patalear.
-También despertó ¿Dormiste bien pequeño? - preguntó el padre, Akaashi hizo una expresión de resignación.
-Duerme cuando quiere, será muy inquieto, lo sé - le reveló Keiji a su esposo.
-Tendremos que cuidarlo, imagino que no tardará mucho en aprender a volar, yo aprendí a volar sin ayuda, aunque me caí muchas veces de la cuna - agregó Bokuto, Akaashi sonrió y besó sus labios con ternura.
-Volará sin problemas.
-Ya quiero verlo ¿Cómo será?
-Tendrá tu cabello y mis ojos, será tan inquieto como tú, pero tan cuidadoso como yo, y le gustará explorar en todo sitio que este a su alcance - relataba Keiji con los ojos cerrados, su marido tocó su mano para detenerlo.
-No necesitas ver más, es mejor que todo sea una sorpresa.
-Está bien mi amor… - respondió Akaashi algo inseguro, Kotarou volvió a besarlo sosteniendo su mano delicadamente; en ese momento alguien llamó a la puerta de su cuarto, y ambos extendieron las alas para cubrir sus torsos, las de Bokuto eran gris pálido como su cabello, las de Keiji eran marrones y con motas negras.
-¡Entra pequeño cuervito, saluda a mamá y a papá! - exclamó Bokuto con alegría, luego una pequeña niña de cabello pelirrojo abrió la puerta entrando tímidamente, Akaashi sonrió y extendió su mano hacia ella.
-Ven Natsu - la llamó Keiji, la pequeña subió a la cama yendo hasta él y posteriormente se abrazaron, las alas de Akaashi cubrieron a la niña, que asomaba su cabeza por encima del hombro de su "madre", mientras su "padre" le daba un beso en la frente, escondiendo todavía su cuerpo y parte del cuerpo de Keiji con sus enormes alas grises.
-Buenos días mami - dijo la niña mientras Akaashi la abrazaba, parecía algo nerviosa porque creía que haciendo un movimiento en falso podía pisar el estómago de su mamá; después estiró sus brazos hacia Koutarou para tocarle el rostro - buenos días papi.
-Buenos días mi cuervito ¿Soñaste algo lindo anoche? - preguntó su papá revolviendo los anaranjados cabellos de la niña.
-No me acuerdo - contestó la niña jalando ligeramente las mejillas de su padre - hoy es día de mercado ¿Podemos ir mami? - le preguntó a Akaashi, este sonrió ante la pregunta.
-Siempre podemos ir, ve a tu cuarto, iré en unos minutos a vestirte - le dijo Keiji.
-Vamos juntos - sugirió Natsu, Bokuto y Akaashi rieron en voz baja.
-Espera a mamá allá, aún tenemos que vestirnos pequeña - le aclaró Kotaro, sus dos padres cubrían por completo sus cuerpos con sus alas, la niña de vez en cuando giraba su cabeza para mirar su propia espalda, siempre se preguntaba porque no tenía alas como sus padres, el único que era igual a ella era su hermano mayor, y por eso lo echaba de menos.
-Mami ¿Cuánto falta para que mi hermano vuelva a casa?
-Algunos meses cielo, ten paciencia.
-¿Pero cuánto es eso?
-Tranquila, cuando solo falte una semana para que Shouyou llegue, yo te lo diré - la calmó Keiji, ella asintió obedientemente, porque era consciente de que su madre lo sabía todo - ve a tu cuarto, iré lo más pronto posible.
La familia transitó las calles de madera blanca con habitual tranquilidad, cada uno tomaba una de las manos de la pequeña Natsu y caminaban a su lado, los ciudadanos los saludaban con respeto y jovialidad, poniendo especial énfasis en su manera de decirle buenos días a Akaashi. Natsu miraba hacia arriba, había algunas ramas más delgadas que las avenida, que permitían que entrara la luz entre las hojas de los árboles; pero la niña enfocaba su atención en los ángeles que se movilizaban volando por sobre sus cabezas, ella podía volar en su forma híbrida y su forma animal, pero era mucho más impráctico, por eso se preguntaba siempre él porque era distinta a todo el resto de la ciudad.
Algunas veces sus compañeros de clases se preguntaban lo mismo que ella, otros se burlaban, pero aquellas burlas se detenían en poco tiempo, pues los maestros y hasta sus demás compañeros detenían a aquellos que la hacían sentir mal; muchas veces se preguntaba si lo hacían porque les agradaba o porque sabían quién era su madre. Keiji nunca dejaba que alguien hiciese comentarios sobre el origen humano de su hija, Bokuto por su parte distraía a la pequeña cambiando el tema cuando algún prejuicioso decía alguna frase malintencionada en su contra; sin embargo la gran mayoría de los pobladores entendían las decisiones de Akaashi y trataban a la niña como si fuese un ángel más.
Estaban acercándose al mercado, un conjunto de tiendas en medio de una inmensa plaza sobre un manojo de ramas gigantes que se entrelazaban, las cuales fueron talladas en forma de adoquines, en medio había una fuente de agua donde muchos niños se reunían a jugar, ese era el lugar favorito de Natsu. Keiji y Kotaro se ponían de acuerdo para que uno de ellos realizara las compras mientras el otro cuidaba de la pequeña, a Bokuto le gustaba más la idea de quedarse con su hija y jugar con ella y los demás niños que hacer unas aburridas compras.
No obstante algo retrasó a Akaashi cuando iba hacia la primera tienda del mercado, un miembro menor del consejo de su gobierno llegó volando a su lado, se trataba de Yamato Sarukui, quien fue enviado a buscarlo para discutir un asunto urgente con los demás miembros. Akaashi no respondió nada, sólo se giró para seguir a Saru elevándose hacia una de las edificaciones talladas en madera que estaba a mayor altura, la oficina del consejo de Menvra donde él y sus compañeros tomaban algunas decisiones para el bienestar de su pueblo.
Antes de llegar volando a la puerta, pudo ver entre las hojas amarrillas la enorme figura de Aeternum tallada en el árbol más gigante y antiguo, ubicado unos kilometros atrás de la ciudad; la figura era tan grande como los templos de otras regiones, donde humanos y demonios fabricaban estatuas de oro del Dios, que no le llegaban ni a los talones a la figura descomunal que protegía Menvra. Aeternum tenía dos pares de cuernos, dos grandes a los costados de la cabeza y dos pequeños por delante, cuatro alas, dos de murciélago y dos emplumadas; el rostro era el mismo en cada religión, y su cuerpo era tanto de hombre como de mujer; los ángeles reían con orgullo cada que estudiaban el culto al Dios en otras tierras, creyendo que solo ellos conocían la verdadera forma de Aeternum, Keiji suspiraba pensando en esa afirmación, lamentándose por lo errónea que era.
El edificio del consejo no estaba conectado con otras calles, sólo se podía acceder a él volando, pero de todos modos, en su gran pórtico había aproximadamente 10 escalones que no daban hacía ningún lado, pero que le permitían a personas en cinta como Akaashi descansar un momento posándose sobre la escalinata. Luego de respirar profundamente por el cansancio, Keiji comenzó a subir las escaleras, Sarukui tocó su espalda y le echó una mano para subir, no era demasiado difícil, pero la panza de Akaashi estaba grande a reventar, ya tenía cumplidos los 9 meses de embarazo, prácticamente no quedaba nada para que su hijo naciera, y llevaba un par de días sintiendo contracciones menores que le quitaban las ganas de moverse.
Al entrar a la oficina del consejo había dos hombres esperando a Keiji, un beta de cabello rubio oscuro y un alfa de expresión intimidante, cuyos nombres eran Konoha Akinori y Tatsuki Washio; saludaron cordialmente a Akaashi y lo escoltaron junto a Yamato a la gran sala de reuniones, una habitación que abarcaba casi la totalidad del edificio, tenía forma circular y su piso era de una cerámica muy brillante, de color blanco al igual que las paredes de madera milenaria. Cada miembro ocupaba su propia silla cómoda y alta, los asientos estaban posicionados formando otro circulo en el centro del consejo, donde era común que alguno de los miembros expusiera sus inquietudes o sugerencias; mientras llegaban al salón Konoha le susurraba a Akaashi la razón de la reunión, adelantándole algunos puntos a tratar.
-Todo el pueblo de Sugitta fue evacuado, nuestros hombres han logrado mantener a raya al dragón, pero… - relataba Akinori con preocupación mientras se acercaban a sus lugares, Keiji cerró los ojos lamentándose.
-Sí, puedo verlo… - respondió al tomar asiento, Konoha se sentó en la silla de al lado, mirando seriamente a su líder.
-Hemos perdido a unos excelentes magos para mantener alejada a esa bestia de los ciudadanos, esto es un mal presagio - agregó Akinori mirando hacia arriba el tragaluz de vidríales con forma de thrones, pensando en los difíciles tiempos que venían para su tierra acostumbrada a la paz.
-No existen los malos presagios, solo presagios; por más cruel que pueda llegar a ser el tiempo que se avecina, es algo que ocurrirá inevitablemente, todo advenimiento es parte del destino - le explicó Keiji, pero Konoha solo lo miró de reojo con mayor intranquilidad, pensando en alguna respuesta que pudiera expresar lo que sentía, mas no pudo continuar cuando una chica omega llamada Yukie Shirofuku tomó la palabra para iniciar la reunión.
-Líder, asumo que ya está enterado de la situación - dijo Yukie desde su asiento, Sarukui y otros muchachos unidos recientemente al consejo a petición de Akaashi miraban a su alrededor con muchas dudas.
-Algunos de nosotros no sabemos lo que ha ocurrido ¿Podrían explicarnos? - pidió Yamato en nombre de sus demás compañeros, Shirofuku asintió con cordialidad antes de continuar hablando.
-Tribus, el dragón rojo de 7 cabezas ha despertado una vez más - explicó la omega con una expresión tranquila, todos a su alrededor mostraban algo de temor, a veces parecía como si ella no pudiese hacer otra cara - mide 60 metros de alto, casi 7 veces más de lo que miden los dragones en promedio, apareció en la cordillera de Sero hace una semana y destruyó las comunidades de pastoreo cercanas a Sugitta, enviamos a nuestras fuerzas armadas para detener su avance y poder evacuar Sugitta, lo cual se ha logrado, pero a costa de perder al 60% de nuestros hombres.
-Nunca había escuchado de esa cosa… - comentó por lo bajo Haruki Komi, otro miembro reciente del consejo.
-Líder… necesitamos que vea el futuro y nos diga si ya podemos dar la orden de retirada a nuestros rescatistas - le pidió Konoha, Akaashi cerró sus ojos para poner en marcha su especialidad, visualizando en un futuro cercano a sus hombres atravesando las fuertes ventiscas nevadas de Sugitta, y encontrando supervivientes en la zona 0 del ataque.
-No podemos dar la orden aún - pronunció Keiji provocando un sentimiento de desesperanza en sus compañeros - los miembros restantes de la misión se acercarán a las montañas y encontrarán a 7 personas escondidas en una caverna de la montaña Aetherea, una joven y 6 ancianos a su cuidado. Por favor envíen un búho mensajero lo más pronto posible a Sugitta para informar acerca de estos sobrevivientes.
-De acuerdo líder - dijo Sarukui levantándose de su asiento para irse a redactar rápidamente la carta; Akinori miraba el piso de cerámica, preocupándose por el posible resultado de ese rescate.
-Líder ¿Qué significa la llegada de esta bestia? - preguntó Shuichi Anahori, otro de los nuevos que tenía un aspecto muy nervioso, Akaashi volvió a cerrar los ojos para ver lo que vendría junto a esa milenaria calamidad; mientras hacía eso, Shirofuku tomaba la palabra para darle algo de tiempo a su líder.
-No puedo decir que ocurrirá en el futuro, pero si podría hacer algo para decir lo que provocó en el pasado - dijo la muchacha levantándose de su asiento y caminando hacia Konoha extendiendo su mano para tocarle la frente - las familias milenarias como la de Akinori saben mucho acerca de la historia antigua, y por lo que noto en su lenguaje corporal, su miedo se remonta a una era que no recuerda, pero que vivió en una vida pasada - explicaba la omega, que al momento de tocar a Konoha echó bruscamente la cabeza hacia atrás, adentrándose en su ser pasado, tratando de encontrar lo que buscaba en el inmenso mar de vidas ancestrales.
-¿Señorita Shirofuku? - la llamó Anahori, de pronto la joven se apartó de Akinori y regresó rápidamente a su lugar, agachando el rostro con vergüenza.
-Lo lamento tanto, no debí alardear, sepan perdonarme por no conseguir lo que buscaban saber - pronunció Yukie desganada, Konoha se le quedó viendo con extrañeza.
-Pero ¿Qué viste? - le preguntó, pero ella solo escondió más el rostro.
-Cosas ambiguas que escapan de mi conocimiento, lo único que parecía tener relación con el dragón fue una conversación de Goro Konoe, tu antepasado de hace 2 milenios, y un soldado, hablaban de llamar a 13 elegidos para deshacerse del dragón que obstruía la conexión entre nuestras tierras y la isla Bethel... pero por alguna razón Konoe no se veía nada convencido… - decía la chica dejando a los demás con más preguntas que respuestas.
-¿Goro Konoe es mi antepasado? - murmuró Akinori con una sonrisa de orgullo; Akaashi ya había abierto los ojos hacía minutos, pero decidió dejarlos hablar por mera curiosidad.
-La historia es cíclica - pronunció Akaashi captando la atención de todos los demás - 13 elegidos cada milenio, dos impostores, uno benigno, otro maligno, siempre relacionados entre sí. Cada vez que ocurre se debe a la ambición obsesiva de alguien que no es nadie pero que logra ser todo lo que se propone, cada vez que ocurre el mundo se paraliza para verlos luchar, tres bestias caóticas anuncian su advenimiento con destrucción, la primera con sus zarpas destruye navíos, la tercera desde los cielos destruye pueblos, la segunda con su voz destruye vidas.
-¿Por qué dejó la segunda para el final? - preguntó Komi, recibiendo un codazo de Shuichi.
-Déjalo terminar.
-Y tres bestias divinas resisten la necesidad de actuar, porque de hacerlo ya no habría nada que contar, una es la guía, otra la esclava, y otra la espectadora, quien tome el rol de guía dependerá de lo que se ponga en riesgo, si está en riesgo la región que le corresponde a nuestro pueblo, el guía será Ziz, si son las tierras del centro las que peligran, el rol será ocupado por Behemot, y si es el norte el amenazado, Leviatan tomará cartas en el asunto.
-¿Ya llegó el tiempo de que se repita la historia? - preguntó Washio rompiendo su silencio.
-Sí, llegó la hora de romper nuestra paz, por la paz del mundo entero - respondió Keiji, algunos se miraron con miedo, seguido de nerviosismo e incredulidad.
-¿Romper nuestra paz? Pero nunca nos metemos con nadie, lo que sea que ocurra más al norte no nos incumbe a nosotros - dijo Wataru Onaga, un miembro más antiguo del consejo, Akaashi suspiró al escuchar sus palabras.
-Sé que será muy difícil de aceptar, pero dentro de un año y 5 meses los 13 estarán reunidos aquí, y tendremos que recibirlos con los brazos abiertos - les aclaró Akaashi, algunos seguían atemorizados y deseando que todo fuese una simple equivocación, otros como Yukie se veían entusiasmados.
-¿Cómo son, líder? - preguntó Shirofuku con curiosidad.
-Habrá de todas las razas de esta tierra, con historias diferentes que contar, dos esclavos, dos miembros de la realeza, personas normales y un par de rarezas - le contó Akaashi, ella se veía muy interesada, y su tranquilidad se transmitía a aquellos que habían estado dudando - a dos ya los conoces… y uno es un dolor de cabeza.
-¿Dos conocidos? ¿No serán…?
-Mi hijo... y yo mismo - reveló Keiji, los que habían recuperado la confianza volvían a mirarlo con confusión y recelo.
-Oh… ¿Qué hay del dolor de cabeza? - preguntó Yukie.
-Un Motus - dijo tajantemente Akaashi, los demás se mostraron asombrados al escuchar la palabra Motus - si no está controlado podría causar los mismos desastres que las bestias caóticas, es por esa razón que envié a los gobernadores de Zenith para escoltarlo, son los mejores maestros de nuestras tierras, sabrán manejar sus explosiones de poder, y evitarán que llame la atención de los pueblos humanos… o que los masacre durante su trayecto.
-Ahora entiendo todo… - susurró Shirofuku.
-Bien, piensen detenidamente en lo que les acabo de decir, y no hagan vista gorda a las señales, nadie puede escapar del destino, ni siquiera nuestro pueblo - dijo Keiji levantándose de su asiento, Konoha se le quedó viendo y trató de decirle algo para evitar que se fuera, pero sus palabras fueron interrumpidas por el mismo Akaashi - si me disculpan, mi esposo y mi hija me están esperando.
Akaashi llegó a la escalinata hacia la nada que estaba afuera del edificio del consejo, y empezó a batir sus alas para bajar poco a poco hasta la plaza del mercado, lo ponía algo nervioso tener que hacer eso, pero su visión a futuro le hizo saber que no tendría ningún accidente al descender. Al tocar el suelo de falsos adoquines vio que estaba algo alejado de la gran fuente donde Bokuto y Natsu jugaban juntos; al disponerse a ir hacia allá llegaron hasta él dos muchachos beta de la edad de su hijo mayor, Yukitaka Izumi y Koji Sekimurai, quienes lo saludaron amables y cariñosos.
Los jóvenes se veían alegres preguntándole al líder como se encontraba, Keiji acarició sus cabezas y les respondió que se cansaba fácilmente, pero que de todos modos le hacía feliz estar esperando un hijo biológico por primera vez; los muchachos preguntaron si podían tocar su estómago, él se los permitió durante unos segundos, su bebé se movió un poco como si supiese que los dos chicos estaban esperándolo. Luego de contentar a los amigos de su hijo mayor, Akaashi se dispuso a irse, sin embargo Izumi lo interrumpió preguntándole algo que solían preguntarle ocasionalmente: "¿Cuándo volverá Shouyou a casa?".
Keiji se enterneció con los amigos de Hinata, años atrás cuando su hijo mayor apenas podía adaptarse a su nuevo pueblo y a sus nuevos compañeros, esos niños se acercaron a él amistosamente, haciéndolo sentir parte de los ángeles aunque Shouyou no fuese uno; con precisión les dijo la cantidad de meses que tardaría su hijo mayor en volver a visitarlos, agregó también que volvería convertido en un usuario de magia, pues encontraría a la persona perfecta para enseñarle. Yukitaka y Koji se alegraron mucho de escuchar una respuesta tan concreta, pero antes de dejar ir al líder le preguntaron una última cosa: ¿Cuándo nacería su hijo?
El líder de los ángeles cerró los ojos, normalmente evitaba mirar detalles de su vida en un futuro a corto plazo, para recibir todo como una sorpresa del destino, pero para responder la pregunta de los chicos tuvo que ver ese episodio de su vida, sonriendo con tranquilidad al terminar su visión. Akaashi le pidió a los jóvenes que se acercaran para poder decirles la respuesta al oído, entonces ellos lo escucharon con curiosidad, y al tomar distancia de él solo asintieron ante una petición que el líder les había comentado junto a la respuesta, se despidieron y movieron sus alas rápidamente para alejarse del mercado.
Luego de esa pequeña charla Keiji caminó cerca de su hija y su esposo, ambos estaban sentados en la fuente comiendo unos bollos dulces, Akaashi les comentó al pasar por su lado que ya podía hacer las compras, Bokuto se ofreció a tomar su lugar para que pudiese descansar y tomar asiento, pero Keiji se negó diciéndole que estaba escrito que fuera él quien realizara la compra del día. Kotaro rió por la respuesta de su esposo y aceptó sin contradecirlo, quedándose con Natsu como lo habían acordado desde el principio.
Akaashi se acercó a un puesto de frutas, tenía que aparentar que deseaba hacer sus compras semanales, su visión le indicó que debía que comportarse así, que debía regatear precios durante unos minutos aunque no estuviese destinado a llevarse nada de ese mercado. Antes de que la parte más importante de su visión se concretara, él suspiró con temor, era una de las tantas desventajas de tener esa especialidad, aunque supiera lo que ocurriría, no podía sentirse listo para ello.
La primera contracción intensa llegó cuando la vendedora se disponía a echar unos racimos de uvas a la canasta de Keiji, él tocó su estomagó con visible dolor y respiró profundamente, la mujer le preguntó si se encontraba bien, pero Akaashi no pudo responder, pues una segunda contracción lo hizo encogerse un poco, alarmando a la vendedora quien inmediatamente supo que estaba por dar a luz. La mujer le sugirió que fuese lo más pronto posible a la fuente de la vida, una partería donde los ángeles de Menvra tenían a sus bebés siguiendo el ritual sagrado del nacimiento en el agua; Keiji le agradeció su preocupación y se despidió, caminando con dificultad de vuelta a la plaza donde Bokuto y Natsu correteaban junto a otros niños, era una imagen adorable, porque cuando los demás niños volaban, su esposo levantaba a su hija y la ayudaba a seguir el ritmo de los demás.
Akaashi se acercó a Kotaro y se encogió de dolor por una nueva contracción, entonces lo llamó con una voz de angustia, diciéndole que el bebé ya iba a nacer; Bokuto se detuvo de inmediato y bajó junto a Natsu para atender a Keiji, se veía todavía más nervioso e histérico que Akaashi, moviendo sus manos por no saber qué hacer. El líder de los ángeles le pidió que se tranquilizara y que ayudara a Natsu a quitarse la ropa de abrigo, dejando a la niña con un vestidito de tirantes; su madre le pidió a la pequeña que se transformara a su forma hibrida, pues al igual que su hermano mayor, ella podía ser un cuervo, por lo que tomando esa forma podría seguir a sus padres.
Bokuto sujetó a Akaashi colocando un brazo a la mitad de su espalda y ambos empezaron a agitar sus alas, Keiji necesitaba ayuda para llegar al lugar donde lo asistirían en el parto, por lo que Natsu, ya con sus brazos transformados en alas emplumadas de color negro, tuvo que elevarse junto a ellos sin ayuda de su padre, tratando de seguirlos a duras penas por su poca costumbre de usar esa forma. La familia voló de forma descendente, bajando hasta una de las primeras plantas de la ciudad formada en ramas inmensas de los árboles, en el centro de ese nivel se encontraba la fachada redondeada de la edificación conocida como la fuente de la vida, delante de esa estructura de madera blanca pulida había una amplia plaza similar a la del mercado, con varias banquetas donde las familias de los recién nacidos esperaban el horario de visitas para ver a los bebés y a sus madres.
Bokuto accedió al recinto ayudando a su esposo a moverse, fueron recibidos inmediatamente por la partera Kaori Suzumeda, quien les dijo que ella y su equipo ya estaban esperando al líder para ayudarlo a dar a luz; los jóvenes Izumi y Sekimurai estaban junto al grupo de enfermeros, Akaashi les agradeció por haberle anunciado al personal que su bebé nacería aquel día, pues sabía que al ser un beta su parto podía ser de alto riesgo. Mientras lo ayudaban a caminar hacia las fuentes, Keiji les pidió una última cosa a los amigos de su hijo: que cuidasen a Natsu mientras él y Bokuto comenzaban la labor de parto, pues podrían tardar bastante en separarse para que su esposo cuidara a su hija.
La zona de las fuentes de agua se adentraba en el árbol de mayor radio de toda la ciudad, era un lugar tan enorme como la edificación del consejo, solo que dentro no había sillas, solo unas cuantas camas por las orillas para atender a las madres después del parto, y muchos niveles de piscinas esculpidas en la petrificada madera, con agua que fluía desde una gran fuente natural en la parte trasera del lugar. Había otras tres madres dando a luz en algunas fuentes más alejadas, a Akaashi le tenían reservada una de las más cercanas a la orilla donde estaban las camas, para poder ayudarlo rápidamente después de que su hijo naciera.
Cuando Keiji estaba acercándose a la fuente que le correspondía, sintió como un montón de líquido amniótico empapó sus piernas, él tembló de la impresión y se detuvo viendo el piso de madera blanca, había una gran mancha de agua rodeando sus pies, Akaashi pensaba con miedo que su bebé podría comenzar a salir cuando él retomara la marcha rumbo a la fuente. Kotaro tomó su mano y lo guió suavemente hacia su lugar, dándole la calma que necesitaba; dentro de la pequeña piscina había una escalinata de tres peldaños que se sumergía en el agua, antes de poder meterse dentro de la fuente la partera lo ayudó a quitarse parte de la ropa, dejándolo solo con una ligera túnica blanca y sin nada en la parte inferior.
Luego de beber una pócima para calmar un poco su dolor, Akaashi bajó cuidadosamente para sentarse en el segundo escalón de la piscina, Bokuto siguió la sugerencia de Kaori y se sentó justo detrás de su esposo en el primer peldaño, sin siquiera quitarse la ropa para no mojarla. Suzumeda se metió dentro de la fuente mirando a Keiji desde el frente, pidiéndole que respirara profundo y se preparara mentalmente para comenzar a pujar; el líder abrió las piernas, poco a poco sentía como su interior se abría tensamente, empujado por la cabeza de su bebé que ya estaba volteado para poder salir.
Akaashi y Bokuto se tomaron las manos, no podían verse a la cara, pero ambos tenían la misma expresión de preocupación, era la primera vez que afrontarían una experiencia como esa; por un instante estaban sincronizados para inhalar y exhalar profundamente, estando juntos se sentían listos para todo. Keiji siguió las instrucciones de su matrona y empezó a pujar, tomando aire de vez en cuando para recobrar sus fuerzas y seguir ayudando a su bebé a salir; una vez que comenzó, supo que ya no tendría oportunidad de detenerse, si tardaba demasiado podría perjudicar a su hijo.
El líder sentía que todo su interior, inclusive sus propios huesos se extendían hacia los lados, le estaba causando un gran dolor que solo podía desahogar con gritos y quejidos mientras se esforzaba por pujar; Kotaro apretó las manos de su esposo y cerró los ojos para no ver como la sangre se extendía por el agua frente a Akaashi, él no estaba experimentando lo que su amado tenía que aguantar durante el parto, pero su presión bajó abruptamente, como si estuviese a punto de desmayarse. Bokuto comenzó a hacer ejercicios de respiración para evitar cualquier contratiempo que le impidiese ver el nacimiento de su hijo, y Keiji se aferraba a las manos de su esposo mientras continuaba esforzándose dolorosamente; en un punto sintió un fuerte ardor acompañado de un montón de sangre que casi llenó por completo el estanque, era como si se hubiera desgarrado al pujar, lo cual lo hizo llorar de dolor mientras continuaba la labor de parto.
Mas aquel esfuerzo dio sus frutos cuando Kaori extendió sus manos debajo del agua y tomó al bebé ayudándolo a emerger suavemente hacia arriba; se decía que el nacimiento en el agua ayudaba a que los recién nacidos se sintieran más cómodos y menos estresados, parecía tener sentido pues el pequeño fue llevado a flote y no emitió más sonido que un quejido. Sin embargo al no oírlo llorar, Akaashi se alteró y trató de sentarse para poder mirarlo y preguntar si estaba bien; Suzumeda le dijo que no hiciera ningún esfuerzo porque necesitaba ser curado inmediatamente, luego le pidió a Kotaro que cargase al líder y lo llevara con rapidez a la camilla.
Bokuto no dudó en levantarse y llevar a su esposo en sus brazos tal y como se lo había indicado la partera; un grupo de enfermeros estaba esperando a Keiji junto a la camilla, él no dejaba de preguntar por su bebé mientras lo rodeaban para detener su hemorragia y curarlo por completo. Kotaro estaba muy confuso mirando al personal ocuparse de su familia, por un lado estaba Akaashi pidiendo que lo dejasen estar con su pequeño, por otro estaba Kaori y otra enfermera cortando el cordón umbilical del bebé y haciendo diferentes pruebas para ver sus reflejos.
Algunos exámenes hicieron que el recién nacido comenzara a llorar, lo cual solo logró que Keiji se sintiera más estresado y continuara pidiendo a su bebé para poder alimentarlo; los enfermeros le negaban educadamente el poder estar con el niño antes de terminar el procedimiento, la pérdida de sangre estaba debilitando mucho al líder así que debían actuar de forma intensiva para salvarlo. Kaori llevó al niño en sus brazos para dárselo a Bokuto, la criatura tenía un llanto muy fuerte que de algún modo tranquilizaba a su madre mientras perdía la conciencia, le hacía feliz saber que tenía la misma energía que su padre, y que estaba en sus brazos para ser cuidado, pues podía escuchar a Kotaro arrullándolo y hablándole para calmarlo.
Luego de media hora desmayado, Akaashi despertó y giró la cabeza para hablarle al enfermero que lo estaba examinando, le preguntó una vez más cómo estaba su bebé; el chico le contestó preguntándole si no podía oírlo, porque el pequeño seguía llorando con un gran vozarrón mientras Bokuto se movía para mecerlo en sus brazos, tratando de calmar su llanto de hambre con mucha paciencia mientras Yukitaka y Sekimurai llegaban a su lado en compañía de Natsu. Con ayuda de ese enfermero, Keiji pudo sentarse, ya que el joven movió la cama de espaldar reclinable; entonces ambos llamaron a Kotaro para que se acercara con el recién nacido.
Akaashi extendió sus brazos con impaciencia para recibir al bebé, Bokuto se lo entregó con delicadeza pero con mucho nerviosismo, ya que no solía ser el cuidadoso de la relación; el pequeño dejó de llorar a gritos cuando su madre lo sostuvo entre sus manos, mas seguía gimoteando de hambre. Entonces el bebé abrió sus ojos y miró a Keiji, siendo un recién nacido no tenía muy buena vista, pero reconocía la voz de su mamá; Akaashi se enterneció al notar que su hijito tenía lágrimas en los ojos, era exactamente como en su visión, una criaturita hermosa con cabello platinado y ojos azul oscuro, que se tranquilizaba en sus brazos después de beber de sus pechos.
Las glándulas mamarias de los machos no solían crecer demasiado, pero si tenían lo suficiente para alimentar bien a un bebé por algunos meses. Keiji acomodó la ropa que le habían puesto los miembros del personal de salud para poder descubrir uno de sus pectorales, luego acertó a su bebé para que pudiese probar la leche materna.
El recién nacido buscó con confusión la fuente de alimento hasta que logró encajar su pequeña boca en el pezón de su madre; por instinto succionó para beber la leche, estaba más calmado, pero chupaba con mucha impaciencia por estar tan hambriento, así que Akaashi aguantaba aquella sensación un poco incómoda y levemente dolorosa. De todos modos le hacía muy feliz verlo tan sano y activo; mientras el pequeño se alimentaba su madre le acarició la mejilla con el dedo índice, su piel era muy blanda y suave, a Keiji le llenaba el corazón de ternura y cariño.
Cuando el bebé se sintió satisfecho, apartó su cabecita y se quejó por una molestia en su estómago, Akaashi le pidió a su esposo que le entregase una tela suave para ponerla en su hombro, pero fue Koji quien se acercó con un bolso lleno de implementos para recién nacidos. Keiji se colocó la tela sobre el hombro y apoyó a su hijito en ella mientras le daba pequeños golpecitos en la espalda, siguió así hasta que el bebé eructó, calmando su malestar.
Con cuidado lo tomó entre sus manos para acurrucarlo mientras ambos se miraban, el niño se veía muy tranquilo y somnoliento, observaba con paz a su mamá mientras que tanto Kotaro como Keiji le hablaban, saludándolo dulcemente; el bebé sonrió y entrecerró los ojos, Bokuto y Akaashi le hablaban suavemente y él podía percibirlos como sus padres, reconociendo ambas voces. El bebé se sintió tan calmado que comenzó a quedarse dormido, entonces Keiji llamó en voz baja a su hija para que conociera a su nuevo hermanito.
Natsu fue corriendo hacia ellos, ansiosa por ver más a detalle al pequeño; cuando se asomó parándose en cuclillas su hermanito ya estaba profundamente dormido, tenía el cabello de su papá, pero aplastado y más ondulado y corto, le parecía muy rechoncho y suave, y tan lindo que le daban ganas de cargarlo para jugar como si fuera un bebé de juguete. Por curiosidad la niña extendió un dedo hacia la parte trasera de la ropa de su hermano, y la jaló suavemente para poder verle la espalda; el recién nacido tenía unas minúsculas alas con plumas de un tono gris claro, tan chiquitas que podía mantenerlas flexionadas todo el tiempo bajo la ropa sin sentirse incómodo.
La pequeña Natsu se preguntó porque su hermanito tenía alas al igual que sus padres, Akaashi estaba atento a su hija, viendo como su expresión de curiosidad se volvía más triste y preocupada; por eso Keiji le tomó la mano a su pequeña y le sonrió, diciéndole que ya era la hermana mayor del bebé y que estaba seguro de que iba a ser un buen ejemplo a seguir para él. La niña sonrió y con el dedo le acarició una mejilla a su hermanito suavemente; Yukitaka y Koji se acercaron también al bebé, actuaban tímidos y enternecidos con el recién nacido, Izumi preguntó cuál era su nombre, Bokuto y Akaashi ya lo habían decidido hacía mucho tiempo, lo llamaron Kousei; en un principio, en el cuarto mes de embarazo, Keiji había propuesto el nombre Kotaro, pero ambos llegaron a un acuerdo para que el niño no llevase el mismo nombre que su papá, evitando así posibles confusiones.
Pasaron 5 días de reposo para el líder dentro de la fuente de la vida, el personal tenía que evaluar la cicatrización de su herida, cuando corroboraron que ya estaba sano, Kaori le dijo que ya podía continuar el reposo en su hogar, haciendo énfasis en que Bokuto tendría que cuidar muy bien al bebé para que Akaashi pudiese recuperarse sin problemas. Kotaro empacó las cosas del bebé mientras Keiji lo alimentaba mirándolo con una sonrisa de profundo amor y ternura; Natsu por su parte se asomaba junto a la camilla parándose en cuclillas, a veces pedía que la dejaran cargar a su hermanito, pero Akaashi solo se lo permitía si Bokuto estaba cerca para ayudarla en caso de que sus brazos cedieran, pues aún era algo pequeña para cargar correctamente a un recién nacido.
Cuando Kotaro terminó de meter todo dentro de un bolso, Keiji le pidió que tomara en sus brazos al pequeño Kousei para que él pudiese levantarse; luego de que su esposo meciera al bebé en sus brazos, Akaashi comenzó a bajar de la cama, tenía los pies entumecidos así que tendría que acostumbrarse a volver a posarlos sobre el suelo. Después de pararse junto a su camilla, dio un paso un tanto incómodo por el hormigueo en la planta del pie, luego dio otro paso igual de molesto que el primero, y mantuvo el equilibrio avanzando hasta estar completamente adaptado y listo para caminar junto a su familia.
Bokuto le sugirió volar si se sentía irritado entre las piernas, también se ofreció a cargarlo junto con el pequeño, pero Keiji le aseguró que se encontraba bien y que podía moverse solo; Natsu tomó la mano de su padre mientras que Akaashi le pedía que le diera al bebé, Kotaro le entregó el niño a su esposo para luego tomar en sus brazos a su hija. Ambos llevaban a sus retoños hacia la salida trasera de la fuente de la vida, la entrada al recinto debía estar despejada para los pacientes que llegaban a tener a sus bebés desde diferentes partes de la región, así que las puertas delanteras debían estar despejadas.
La salida del lugar estaba elevada y daba hacia un enorme balcón con dos escaleras en sus extremos, cuando la familia abrió las puertas de vidrio que los llevaban al balcón, fueron recibidos por ovaciones de entusiasmo y celebración, en medio de la avenida se encontraba casi toda la población de Menvra aglomerada para celebrar el nacimiento del hijo de su líder. Los ángeles tenían la costumbre de detener sus actividades por todo un día cuando ocurrían sucesos importantes que ameritaban una gran celebración, la unión de almas era algo que siempre se festejaba, al igual que la elección de líderes, los hallazgos científicos, avances importantes en el campo de la magia, y solo en casos muy especiales, el nacimiento de un bebé; tratándose del hijo del líder, les pareció necesario darle la bienvenida.
Bokuto y Natsu saludaron a los ciudadanos desde el balcón, Keiji sonreía pero por lo bajo hacía una señal con la mano para que la orquesta no tocase a todo volumen cuando el pasara cerca, ya que no quería asustar a Kousei. Luego de que los músicos captaran la señal, Akaashi también saludó desde lo alto a su gente, cubriendo a su pequeño para que la luz no lo afectase; estaba consciente de que no podría estar mucho tiempo con el pueblo porque su bebé necesitaba dormir, y también sabía que las personas lo comprenderían y seguirían la celebración sin molestarlo.
Junto a Bokuto decidieron estar durante poco más de media hora en el centro de la avenida, saludando a la gente y recibiendo sus obsequios y alimentos, el pequeño Kousei estaba muy despierto y curioso con el ambiente a su alrededor, algunas personas se acercaban para mirarlo y saludarlo, el bebé no comprendía lo que ocurría, pero se sentía estimulado con la música, las voces y toda la atención que estaba recibiendo.
El recién nacido empezó a ponerse muy inquieto mientras sus padres paseaban entre ese montón de extraños, había adornos colgando de poste en poste, la gente lanzaba papel picado de muchos colores y los bailarines danzaban entretenimiento tanto a la familia del líder como a todos los asistentes a la celebración. Kousei miraba todo, distinguiendo gran parte de los colores y movimientos con su joven vista borrosa, sintiendo por primera vez un sentimiento estimulante, algo que su padre llamaba "diversión".
El niño hizo un sonido agitado que Akaashi identificó como su primera risa, aquello lo llenó de emoción a tal punto que le habló en un tono juguetón y orgulloso a su bebé, recalcando que se estaba riendo por primera vez; Natsu también estaba muy feliz, toda la ciudad había organizado una gran fiesta, tenían un desfile de bailarines, una orquesta, puestos de comida y juegos. Tanto ella como Bokuto le pidieron a Akaashi que los dejara estar allí por un rato más extenso, él suspiró y les dijo que estaba bien si querían pasear, pues de todos modos sabía la sorpresa que le tenían los miembros del consejo.
Su esposo y su hija se alejaron alegremente para divertirse en ese festival, Keiji cerró los ojos y apoyó la cabeza de Kousei sobre su hombro, el sonido de una trompeta tomó por sorpresa al bebé y empezó a llorar, Akaashi lo arrulló y caminó unos pasos, esperando que llegase Yukie a su lado para darle "la sorpresa" de que tenían un sitio especial para él y su pequeño hijo. La muchacha llegó y le pidió al líder que lo acompañase, él la siguió mientras calmaba el llanto de Kousei con sus suaves palabras y arrullos; Shirofuku lo guió hasta una tienda custodiada por varios magos de manipulación ordenados en filas, los magos saludaron cordialmente a su líder, y luego de las formalidades Keiji y Yukie se metieron en la tienda.
Adentro se encontraban un par de personas preparadas para ayudar en lo que pudieran al líder, había un pequeño mueble que le permitiría a Akaashi cambiarle el pañal a Kousei, una cuna para recostarlo cuando durmiera, y unos cómodos sillones para Keiji, Shirofuku y sus ayudantes; apenas pusieron un pie dentro, los magos de manipulación se alistaron en turnos, uno por uno se irían encargando de bloquear cualquier sonido externo a la tienda, si alguno llegaba a cansarse por la labor, otro lo reemplazaría para ayudarle a reponer vitalidad. No todos en el mundo sabían manipular el sonido como un elemento, el campo de la magia en la tierra de los ángeles estaba más avanzado, pero no todos sabían especializarse en ese tipo de materias, pues requerían un entrenamiento meticuloso para no crear un caos a su alrededor; con los psíquicos ocurría algo similar, si no recibían una educación de primera, no sabrían controlar cuando usar su poder y qué hacer con él.
Por esa razón Akaashi tuvo una gran ventaja cuando se llevaron a cabo las elecciones democráticas para escoger al nuevo líder luego de la muerte de Akiyama Konoha, abuelo de Akinori que ocupaba anteriormente el puesto; Keiji rompió la cadena de sucesión cuando el pueblo juzgó que sería más apto para liderar gracias a su poder, tanto él como sus amigos Washio, Yukie y Konoha estaban disputándose el rol de líder junto a los gobernadores de otras provincias. A pesar del resultado no existían rencores en su contra, los mismos amigos que habían perdido contra él le habían preparado ese acogedor lugar, acondicionado perfectamente para que su bebé estuviera tranquilo mientras él recibía a los ciudadanos que le traían regalos para él y su pequeño.
Uno tras otro entraban los pobladores de Menvra con obsequios, y lo felicitaban en voz baja dándole sus mejores deseos antes de salir de allí; Shirofuku miraba a Kousei enternecida y curiosa, Tatsuki también lo hacía desde una distancia menos estrecha para no molestarlo, imaginando que a pesar de desearlo tal vez no sería una buena idea pedirle un hijo a Akinori considerando los tiempos difíciles que se avecinaban. Konoha y otros miembros del consejo estaban sentados cerca de Akaashi, la mayoría estaba igual de feliz que él, pero en sus ojos se asomaban sentimientos de preocupación, sobre todo en los de Konoha, que se debatía entre dejar que el líder disfrutase de ese día o hablar con la verdad.
Washio se acercó a Akinori para vigilarlo en caso de que la presión lo obligara a hablarle de cierto asunto a Keiji, aquello podría acabar por completo con su paz, pues luego de los días que pasó hospitalizado merecía un momento sin preocupaciones. Antes de que Konoha abriera la boca con nerviosismo, Tatsuki tomó sus hombros y los masajeó, Akinori selló sus labios y escuchó los susurros de su pareja que le pedían que esperase solo un día más para poder hablar de temas políticos con el líder.
Al atardecer Bokuto cargó hasta su casa todos los regalos con ayuda de los amigos de Akaashi, Natsu los revisó con curiosidad al instalarse en su hogar, le decepcionó que fuesen solo obsequios aburridos para su madre y el bebé, sus padres se acercaron para decirse en voz baja que a la mañana siguiente tendrían que obsequiarle algo a la niña para evitar que se sintiese menos importante que su hermanito recién nacido. No estaban seguros de lo que sentía Natsu en esos momentos, sin embargo ambos compartían el miedo de que la niña se sintiese acomplejada por la notoria diferencia entre ella y su familia; luego de vestirla con su pijama vieron un comportamiento en ella que confirmaba sus temores, pues al llegar a su cuarto la pequeña giró la cabeza para verse en un espejo, mirando la ausencia de alas en su espalda.
Akaashi y Bokuto la distrajeron llamándola para que se recostara, ambos la arroparon y besaron su frente diciéndole al unísono un dulce "buenas noches"; después de que Natsu cerró los ojos fueron hasta su cuarto, el bebé estaba profundamente dormido en su cuna a los pies de la cama. Keiji y Kotaro se metieron a la cama y cerraron los ojos, sabiendo que sería cuestión de tiempo para que Kousei despertase llorando con hambre o con alguna molestia; el primero en ofrecerse de voluntario fue Bokuto, mas no sirvió de mucho porque un movimiento del bebé que parecía estar buscando pecho le dio a entender que solo Akaashi podría remediar esa situación.
Con paciencia pasaron la noche con un sueño intermitente, Keiji se levantó para preparar el desayuno, tenía ojeras en los párpados inferiores y bostezaba por el mal sueño; su esposo dormía roncando, el plan de Kotaro era despertar más temprano para atender a su esposo y a sus hijos, pero todo le resultó al revés y se deprimió al despertar y darse cuenta de ello. Cuando llegó a la cocina para comer junto a su pareja, Akaashi lo saludó con un beso cariñoso de buenos días, luego le pidió que le sirviera el desayuno a Natsu y que cuidase a Kousei al despertar, pues dentro de un rato Sarukui llegaría a tocar la puerta para llamarlo a una reunión de emergencia.
Tal y como lo había visto en su visión, Yamato tocó suavemente la puerta para llamarlo sin un gran escándalo que despertase al bebé, Akaashi abrió la puerta y dio un paso adelante, dejando claro que sabía que tenía que seguirlo. Saru no se atrevió a abrir la boca cuando su líder se le adelantó, no tenía que decir nada porque Keiji podía saberlo todo con antelación; por esa razón miró el piso con tristeza e incertidumbre, porque si Akaashi sabía todo, entonces significaba que podía ver su final y el de todos en sus tierras, y a veces ese pensamiento le hacía cuestionarse si realmente el líder podía encariñarse o al menos interesarse mínimamente en alguno de ellos.
Akaashi no dominaba la especialidad de leer mentes, pero sabía por sentido común que su amigo estaba dudando, y que todos lo hacían; ambos volaron hacia el edificio del consejo, al entrar el silencio era pesado e incómodo, ni siquiera los guardias se atrevieron a saludar. Keiji lo sabía, sabía que le hablarían del dragón de 7 cabezas, de la misión de evacuación en Sugitta y los resultados de esta; todos en el consejo guardaban un silencio de luto en el círculo, ellos no esperaban ese resultado, pero Akaashi sí.
Desde el día en que dio la orden de no retirar las tropas hasta evacuar a los 7 sobrevivientes, supo que nadie del equipo volvería para contar la proeza; su visión de aquel día le mostró a los rescatistas abriéndose paso entre la ventisca y la nieve de las montañas, a sus espaldas el fuego que consumía Sugitta se veía como una enorme mancha difusa de color anaranjado, ninguno de ellos desistía y avanzaban tomando una cuerda que los mantenía unidos en el trayecto. Al llegar a la cueva indicada por la carta del líder llamaron con insistencia a la muchacha joven y a los 6 ancianos a su cargo, ella apareció cargando en sus espaldas a uno de los ancianos, que tenía una pierna rota, hinchada y gangrenada por una caída durante su huida.
Todo el equipo se movilizó para improvisar una camilla con los restos de madera de la zona, en cuanto el anciano estuvo acomodado sobre la madera emprendieron el viaje cuesta abajo, el viento y la nieve nublaban la visión del grupo de personas, pero no lo suficiente como para tapar la colosal sombra de 7 cabezas a sus espaldas. Se quedaron quietos, las lágrimas de las ancianas del grupo se llenaron de escarcha gélida, fue entonces cuando los rescatistas sintieron un golpe en el pecho, como si la muerte les estuviera anunciando que esa sería la última misión de sus vidas, su último esfuerzo.
Sin voltear se elevaron agitando sus alas, y le dirigieron la palabra a la chica más joven, ordenándole que tomase la camilla y la arrastrara guiando al mismo tiempo a los ancianos sobrevivientes; en un principio la aterrada mujer se negó en voz baja, pero al recibir la orden una vez más, no dudó en tomar con sus dos manos la improvisada camilla, arrastrándola a sus espaldas mientras los demás ancianos le seguían el paso sacando fuerzas del miedo. Y el equipo fue quedando atrás, todos dieron la vuelta con una sonrisa y sacaron sus canalizadores, preparados para crear sus mejores barreras; cuando el monstruo exhaló fuego, las llamas fueron detenidas por una enorme columna de viento a alta presión, pues los magos unían sus fuerzas para mantener a raya el fuego.
Pero todo era extremadamente difícil, la presión de la bestia era tal que no tardaron mucho en sentirse agotados; la muchacha con el grupo de sobrevivientes miró de reojo hacia atrás, a lo lejos el fuego permanecía detenido por los rescatistas, pero se veía tan enorme que, por mero instinto de supervivencia, los 6 pobladores de Sugitta que podían caminar aceleraron el paso con todas sus fuerzas. Los rescatistas permanecieron así un par de minutos más, sus pies cayeron nuevamente al suelo y resistían de rodillas la enorme energía de las llamas, esperando el destino con una sonrisa en los labios; solo la muchacha y los ancianos llegaron al poblado vecino, ella relató que lo último que vio de la montaña fueron llamas a borbotones abrazando la cima.
Akaashi había observado todo eso conservando la serenidad, incluso en esos momentos cuando sus compañeros lo citaron para decirle lo que ya sabía, se veía serio e indolente; algunos dentro de esa sala olvidaban que él podía saber todo lo que deparaba el futuro y trataban de convencerse de que su poder era limitado, pero los que realmente lo conocían como Yukie y Konoha eran conscientes de que no necesitaban comunicarle nada. E incluso sabiéndolo, Akinori lo esperaba con impaciencia, preparado para hablarle de la pérdida del equipo de rescate, no con respeto y condescendencia como el resto, sino con reproche.
-Bienvenido líder, lo estábamos esperando - saludó Anahori para romper el hielo; Keiji tomó asiento y miró a todos con una expresión neutra, demasiado indiferente para Konoha.
-¿Ha ocurrido algo? - preguntó Akaashi para ir al grano, Onaga y Shirofuku tragaron saliva y Akinori frunció el ceño, pues los tres sabían que Akaashi ya tenía un completo conocimiento de la situación.
-Sugitta fue completamente evacuada, pero perdimos a todos los magos enviados a contener al dragón - resumió Washio, Akaashi cerró los ojos demostrando su pesar, para Konoha aquel signo de respeto a los caídos le pareció cínico.
-Le entregaré las condolencias a las familias personalmente, debemos rendirle honores a los fallecidos - pronunció Keiji serenamente, Tatsuki tomó la mano de Akinori y la apretó suavemente, como pidiéndole que tuviese autocontrol.
-Pasaron a la otra vida como auténticos héroes, y los condecoraremos como tales - comentó Yukie tratando de apaciguar la tensión de la sala con palabras de orgullo.
-No puedes ir personalmente con sus familiares a compartir su luto - se atrevió a decir Konoha poniéndose de pie.
-Siéntate por favor… - le pidió Washio en voz baja.
-Debido a mi posición, debo ser yo quien visite a sus familias - respondió Akaashi sin ánimos de discutir con él.
-¿Temes que si alguno de nosotros va en tu lugar podamos decir una verdad incómoda? - cuestionó Akinori con ironía y molestia, entonces tanto Tatsuki como Shirofuku lo llamaron con disimulo para que recobrara la compostura.
-¿Una verdad incómoda? - preguntó Komi, Keiji permaneció impasible, el resto estaba incómodo y tenso.
-Tú lo sabías, desde un principio sabías que este sería el resultado, pero no dijiste nada - le reprochó Konoha, algunos miembros se tocaron los brazos nerviosamente, el resto, los más jóvenes y recién incorporados al consejo miraron al líder llenos de dudas.
-Sí, lo sabía - respondió el líder con franqueza, los más jóvenes se miraron extrañados, los que ya tenían experiencia suspiraron con pesar.
-Aun así los enviaste a su muerte - agregó Akinori.
-Pero… no era algo que pudiésemos cambiar ¿O sí? - preguntó Haruki dubitativo.
-Si yo tuviera esa habilidad, hubiese advertido al grupo de rescate para evitar esta tragedia - pronunció Konoha, Yukie levantó una ceja por su afirmación tan determinada.
-¿Y hubieses dejado morir a los 7 sobrevivientes de Sugitta? - cuestionó Shirofuku, Akinori volteó a verla algo sorprendido.
-Había más de 20 de los magos más talentosos y valientes dentro del grupo, magos jóvenes con familias recién formadas y profesiones, los sobrevivientes eran 7 personas que ya vivieron sus vidas plenamente - se excusó Konoha, para algunos su argumento tenia peso, pero Yukie sonrió analizando la respuesta de su amigo.
-¿Qué es peor: enviar a 20 rescatistas a una misión suicida, o dejar morir a 7 sobrevivientes solo por ser en su mayoría ancianos? - preguntó la omega con curiosidad, Akinori se tragó sus palabras con nerviosismo.
-Ante casos tan duros como estos se deben tomar este tipo de decisiones difíciles en pos de salvar a la mayor cantidad de personas - dijo Washio dándole su apoyo a Konoha.
-El punto aquí es que no somos nadie para hacernos cuestionamientos morales si la mayoría de los presentes en el fondo hubiésemos sacrificado a los ancianos atrapados - comentó Onaga, Akinori y su pareja estaban preparados para responderle, hasta que vieron a Akaashi levantarse de su asiendo.
-No, ese no es el punto - alzó la voz Keiji ante sus compañeros que lo escucharon en silencio - por más interesante que les parezca este debate, no tiene ni pies ni cabeza, esto no se trata de tomar una decisión para favorecer a un grupo en concreto, se trata de lo que dicta el destino.
-Pero líder, he sabido de otros psíquicos que han podido evitar algunos problemas gracias a su visión ¿Por qué este no sería el caso? - cuestionó Sarukui atreviéndose a hablar por primera vez en lo que llevaban de reunión.
-Existen variantes de la clarividencia como el que mencionas, pero este no es el caso; aquellos que pueden predecir un futuro cambiante solo consiguen alterar sucesos de poca significancia, pueden evitar un conflicto entre amantes, pueden evitar malentendidos, pero nunca podrían cambiar lo inevitable, lo que está escrito que ocurrirá sin ninguna posibilidad de ser alterado. La muerte es algo que no se puede frenar, si esta fuese otra realidad el destino sería diferente, pero con lo que respecta a mis visiones, solo muestran aquello que sucederá sin excepción - se explicó Akaashi, Yamato agachó la cabeza con respeto y resignación.
-Entiendo…
-Incluso si hubiera advertido al equipo de rescate, existían otras dos variantes para su destino, o se habrían perdido en la montaña durante su escape quedando a merced de la bestia, o hubiesen aceptado su destino yendo a evacuar la caverna a sabiendas de que morirían. Pero todo llevaba al mismo punto: ellos no volverían nunca más.
-Pero el problema no es que fuese inevitable, es que tenías esa información y preferiste guardarla en vez de dejar que tomasen una última decisión en sus vidas - volvió a cuestionarlo Akinori, Keiji cerró los ojos y suspiró con desgano.
-¿Puedes acompañarme? Quisiera hablar personalmente contigo, Konoha - le pidió el líder, los demás se quedaron callados en sus asientos esperando una respuesta de Akinori.
-Está bien.
Akaashi nunca había tenido problemas con Akinori, ni siquiera cuando se disputaron el puesto de líder y Keiji fue escogido como tal, rompiendo la cadena de sucesión de la familia Konoha que había estado en el poder durante 5 generaciones. Su amigo jamás le reprochó ni demostró estar resentido por la decisión de su pueblo, siempre estaba dispuesto a ayudarle y ser su apoyo dentro del consejo, era un pilar importante para tomar decisiones.
Esta era la primera vez en que Akinori discutía con él, Akaashi comprendía la razón, en sus tierras jamás hubo algún conflicto grave que implicara que el líder tomase una decisión de cuestionable moralidad para permitir el curso del destino. Pero la llegada del dragón tomó por sorpresa a todo su pueblo, después de casi un milenio de paz aparecía algo que ponía en riesgo a la nación y a su gente; y no solo en su territorio aparecían bestias, Keiji podía ver lo que acontecía y seguiría aconteciendo en las tierras Nefilim con las langostas de Abbadon y lo que ocurriría con los reinos demonio y humano con la llegada de más monstruos que auguraban la amenaza de un nuevo unwagys, el usurpador.
Entendía entonces el temor de Konoha y lo desconcertado que estaba de sus decisiones, su amigo quería lo mejor para su pueblo, mas él quería lo mejor para el mundo entero, incluso si ello requería que su nación pacífica se involucrara en un problema iniciado por otra especie. Ambos se instalaron en un cuarto privado más pequeño que la sala de reuniones, donde había un par de sillones y una chimenea cuyo fuego estaba encapsulado en un cristal redondo que impedía que las llamas afectasen la madera de las paredes y el suelo.
-Sé que estás molesto, pero debes entender que no tengo opción, no puedo controlar el resultado de mis visiones - se explicó Akaashi, pero Akinori solo suspiró, no estaba convencido por él.
-Podrías simplemente haberles dicho en la carta que podrían morir. Dejar la decisión en sus manos, no en las tuyas - respondió su amigo, pero Keiji sabía que respuestas darle, sabía cómo sería esa conversación y su resultado.
-Cuando se tiene este poder te das cuenta que la ignorancia es una bendición, saber cómo será su destino es la peor tortura que le puedes dar a alguien, solo les generarías incertidumbre y desesperación hasta que llegase su final. Lo natural es no saber cuándo llegará tu hora y dejar que todo fluya como debe ser.
-Pero si tú tienes ese poder es por una razón, tienes la posibilidad de decidir sobre la vida de los demás, por eso me cuesta creer que no disfrutes aunque sea un poco tener el control - dijo Konoha sin pensar, Akaashi se molestó por lo que estaba insinuando.
-¿Te refieres a mi visión, o a mi puesto? - preguntó Keiji, Akinori lo miró desconcertado.
-Sabes que no me importa que tú seas el líder, nunca me ha importado no haber sido escogido ¿De verdad lo dudas?
-No, no lo dudo. Tu tampoco deberías dudar de mí, si crees que disfruto saber sobre lo que ocurrirá en el futuro estás completamente equivocado - lo increpó Akaashi, su amigo se mostró avergonzado por lo que había dicho hacía un momento - no estoy feliz con las visiones que he tenido sobre los próximos años, esta vez no podremos mantenernos al margen ni aunque así lo quisiéramos.
-No… me rehúso a apoyar a algún bando, no tenemos nada que ver con ellos. Si tú muestras miedo ¿Qué tan grave será la guerra que se avecina? No podemos hacerle eso a nuestro pueblo - decía Konoha algo agitado, Keiji sentía lástima por él y por todos los de su raza que no estaban acostumbrados al conflicto.
-Tenemos dos años para acostumbrarnos a la idea de apoyar a los elegidos, para asimilar la situación y prepararnos para la lucha; cuando el tiempo acabe, estarás listo para afrontarlo - trató de tranquilizarlo el líder, pero Akinori estaba lleno de incredulidad.
-¿Elegidos? No creo que siquiera haya uno de nuestra raza.
-Entonces niegas que yo sea uno.
-Solo te hacía falta un complejo de elegido…
-¿Por qué estás actuando así? ¿Dejaste de confiar en mí? - cuestionó Akaashi.
-No se trata de eso, solo creo que te quieres dar esa responsabilidad por Shouyou y Natsu… por dos chiquillos que ni siquiera son tus hijos - murmuró Konoha, Keiji lo observó de forma amenazante e irascible por lo que acababa de afirmar.
-Detén esto - le advirtió Akaashi con una mirada tensa y fúrica.
-No tienes por qué meternos a todos en este embrollo porque quieres defender a la especie de Shouyou y Natsu.
-Akinori… - pronunció Keiji como advertencia.
-¿Te molesta? - dijo Konoha moviéndose para rodear a Akaashi mientras continuaba insinuando cosas influido por su miedo y paranoia - te molesta que usemos la verdad en tu contra.
-Akinori…
-Te da miedo que le digamos al pueblo que sabes que tragedias puede ocurrirles, y que aun así no les informarías nada - susurraba Akinori, no parecía él mismo, Keiji jamás lo había visto tan hostil hacia su persona; pero en esos momentos el propio Akaashi sentía una profunda rabia en su contra, se podía decir que estaban a mano - y te molesta que te digan la verdad sobre tus hijos.
-Detente - pronunció Keiji conteniendo su ira.
-No son tus hijos - finiquitó Konoha un segundo antes de que Akaashi clavara las garras en su quijada, levantándolo a unos centímetros del piso y mirándolo fijamente. Akinori enmudeció y abandonó por completo su actitud inicial, ahora temblaba abismado por la mirada llena de odio de su líder; ninguno de los dos podía reconocerse mutuamente.
Aquella situación le recordó a Akaashi uno de sus pocos arrebatos de ira, que había sufrido hacía algunos meses al visitar Zenith, ubicada en la costa este de su región; en ese entonces viajó junto a Natsu para que su hija pudiera disfrutar la playa y el hermoso paisaje de la ciudad. Zenith tenía unas aguas cristalinas que reflejaban un fondo marino de color turquesa, las casas de piedra caliza estaban construidas alrededor de los acantilados y se extendían hacia las montañas costeras donde se concentraban los edificios más importantes y panteones sostenidos por columnas de mármol.
La ciudad se extendía por kilómetros adaptándose a las colinas y los valles, parecía muchísimo más grande que la propia capital Menvra, pero lo que la distinguía de las demás ciudades de los ángeles era una característica que compartía con la ciudad de Nadir ubicada al otro extremo de la región en la costa este. En ambas ciudades portuarias cercanas a la frontera con el reino humano los antepasados de los ángeles instalaron estatuas de 300 metros de alto en el mar, formando la mitad de un circulo hacia el exterior de la costa; las estatuas representaban a los primeros fundadores de su civilización, tenían las alas a medio desplegar y miraban hacia el horizonte marino dándole la espalda a la ciudad, cumplían la función de darle un punto de referencia a los barcos extranjeros que arribaban en la costa, a lo lejos parecían tener el tamaño de una persona normal, pero cuando los barcos se acercaban los tripulantes se veían abrumados por los colosos de piedra blanca que los recibían con la mirada elevada y orgullosa.
A pesar de las llamativas estatuas instaladas en el agua, a la pequeña Natsu parecían llamarle más la atención las enredaderas de flores moradas, blancas y rojas que decoraban gran parte de la ciudad, Akaashi llevaba a su hija de la mano y se tomaba su tiempo para dejarla curiosear la vegetación, cortando flores para ponerlas en una pequeña canasta. Por esa razón ambos se retrasaron en llegar a la gobernación de Zenith, donde Kenjirou Shirabu los esperaba con impaciencia en compañía de Ushijima Wakatoshi, sentados alrededor de una mesa redonda pequeña para unas 4 personas, se encontraban en el jardín interior de la gobernación esperando la presencia del líder.
Keiji saludó respetuosamente al llegar, Shirabu lo invitó a tomar asiento, tenían a su disposición toda clase de pastelillos y fruta para que se sintiese cómodo en la reunión; los gobernadores de Zenith le preguntaron porque había decidido venir a visitarlos, Akaashi se tomó su tiempo para pensar en cómo hablarles de la situación. Lo primero que mencionó es que tuvo una visión de su pueblo entrando en guerra, eso captaría la atención de Wakatoshi y Kenjirou, pues debido a su puesto debían velar por la seguridad de los suyos y serían más susceptibles a aceptar su petición.
Luego les mencionó el Sacris, un libro que recopilaba las leyendas, epopeyas y profecías de su cultura, y les habló de la profecía del Unwagys y los 13 elegidos; Ushijima no decía ni una palabra, pero en su mente se preguntaba que tenía que ver eso con la visión del líder, Shirabu era más perspicaz y comprendió el punto al cual quería llegar Keiji, mas no por ello dejó de mostrarse desconfiado de la analogía del líder. Mientras Akaashi les explicaba que no era la primera vez que la profecía se repetía, Kenjirou miraba de reojo a Natsu, que se paseaba por todo el jardín cortando flores con unas tijeras para guardarlas en su canasta; eso parecía molestarle mucho, y Keiji lo percibía en su mirada.
Akaashi prosiguió explicándoles la situación, y les dijo que en sus visiones vio que uno de los elegidos requeriría el apoyo de ambos, por lo que les recitó una profecía en verso que los involucraba a ambos, y finiquitó diciéndoles cuando debían estar en la frontera entre el reino demonio y humano para cumplir la misión que les había encomendado. Shirabu tenía sus dudas, pero Ushijima aceptó inmediatamente la petición de su líder; como no tenía opción, Kenjiro también aceptó partir junto a Wakatoshi hacia el norte, sin cuestionarse en voz alta porque debían ir ellos y no alguien cualquiera.
El líder les agradeció cordialmente y se quedó un momento para beber una copa de vino que Ushijima le ofreció; mientras se relajaban Shirabu no dejaba de observar como Natsu arrancaba las flores y le quitaba los pétalos a sus rosales, eso le irritaba demasiado; Akaashi percibió en él no solo impaciencia con los niños, también veía recelo y prepotencia hacia su hija. No era extraño en algunos ángeles que hubiese una actitud de superioridad ante otras razas, alejarse voluntariamente de aquellos que no podían pasar más de una década sin conflictos y atrasos causaba rechazo de su especie hacia sus vecinos del norte, y tal parecía que Keiji estaba ante alguien que pensaba de esa forma.
La niña llegó con una canasta llena de flores para enseñársela a su madre, Akaashi la tomó en brazos y la sentó en sus piernas mientras ella le regalaba las flores una por una poniéndoselas en el cabello; como eran tantas, algunas caían al piso deshojadas y maltratadas, Shirabu consideraba que esa niña humana se estaba comportando como una malcriada y que también estaba ensuciando su hogar, lo cual solo lo irritaba más. De repente Kenjirou dijo una frase malintencionada que creó un silencio incomodo entre los presentes: "¿Cuándo nacerá su primer hijo, líder?"; Natsu dejó de colocarle flores en el pelo a su mamá y se detuvo para mirar a Shirabu muy confundida, Keiji no tardó mucho en responder que su primer hijo se llamaba Shouyou y que el bebé que estaba esperando nacería dentro de pocos meses.
Ushijima le ofreció a la pequeña un pastelillo para calmar el ambiente tenso entre Akaashi y Shirabu, pero era muy tarde y el líder le pidió a su hija que volviera a jugar en el jardín porque debía discutir algo con sus dos amigos; la pequeña obedeció y le dio un beso en la mejilla a su madre antes de correr otra vez hacia el jardín. Entonces Keiji se levantó de su asiento y caminó con calma hacia Kenjirou, Wakatoshi se quedó inmóvil y firme demostrando que seguía obediente ante su líder, Shirabu miraba hacia abajo, intimidado y arrepentido por haberse comportado de forma tan inmadura.
Akaashi no necesitaba pronunciar palabras, solo estaba de pie junto a Kenjirou mirándolo fijamente con desprecio; Shirabu pretendía disculparse por su actitud, mas el líder no lo dejó decir nada al preguntarle algo que le puso los pelos de punta. "¿Quieres saber cuándo y cómo será tu muerte?", pronunció el líder en completa seriedad, Kenjirou contuvo la respiración y negó con la cabeza; entonces Keiji tocó su hombro y dijo: "entonces ya sabes qué no hacer", para luego darle la espalda y retirarse, llamando a su hija para llevársela de la mano.
-Los ángeles ven a cualquiera que sea diferente a ellos como alguien inferior, están tan cómodos y acostumbrados a sus perfectas vidas que les aterra poner las manos al fuego por alguien más - decía Akaashi con rencor mientras sostenía a Konoha de la quijada, su amigo sudaba con nerviosismo, incapaz de levantarle la mano para que lo dejase en paz - si no quieren ayudar por altruismo, si aun sabiendo lo que se avecina siguen rehusándose a cooperar, será el destino el que los empujará a hacer lo correcto, no existe otro camino.
-Keiji, por favor suéltame, me lastimas - le pidió Akinori afligido, con las uñas de su amigo creando heridas en su quijada.
-No permitiré que nadie trate a mis hijos como inferiores, traspasaste la línea que no debías cruzar - pronunció el líder mientras poco a poco soltaba a Konoha, quien tenía los ojos humedecidos y las manos temblorosas.
-Lo siento, no sé qué me pasó… siempre he apreciado a Shouyou y a Natsu, no debí decir… - se disculpó Akinori, estaba pálido y tenía marcas rojas cerca de la barbilla; Keiji no quería mirarlo a los ojos, en su visión Konoha había llorado arrepentido y prefería evitar presenciar cómo se quebraba su mayor pilar en el consejo.
-Esta no será la primera vez que discutiremos, tu, al igual que otros de nuestro pueblo, reflejaran el miedo que todos tenemos a lo desconocido, a las pérdidas que sabes que sufriremos porque hemos estudiado los conflictos bélicos de nuestros pueblos hermanos - dijo Akaashi mientras Akinori se limpiaba las lágrimas.
-No quiero eso, no quiero pelear más contigo, y mucho menos quiero volver a comportarme así…
-No podremos evitarlo…
-¿Por qué no? ¿Acaso no será algo insignificante? - le preguntó, pero Keiji no contestó, solo se quedó en silencio dándole la espalda - tengo miedo…
-Todos lo tenemos - respondió Akaashi, luego volteó a verlo y se acercó a él, ambos se miraron con tristeza, pero Konoha era quien se sentía peor en esos momentos. De pronto ambos se abrazaron, Akinori escondió su rostro en la clavícula de su amigo, y Keiji acarició su cabeza cerrando los ojos.
-Perdóname por favor… - le pidió Konoha sollozando, Akaashi lo abrazó con mayor firmeza y respiró profundamente para controlar sus emociones.
-Y tu perdóname a mí por lastimarte - le dijo Keiji, Akinori asintió y continuó escondiendo su lloroso rostro del líder; Akaashi trató de tranquilizarlo antes de proseguir con su conversación - hay algo más que quiero decirte…
-¿Qué cosa? - preguntó su amigo secándose las lágrimas.
-Pienso modificar el treintavo mandamiento - dijo Keiji, Konoha se apartó un momento y confundido trató de recordar el libro de las leyes.
-¿El de las uniones entre diferentes razas?
-Exacto. Concretamente aboliré el inciso que establece la prohibición de la unión entre alguien de nuestro pueblo con los demonios - pronunció Akaashi; Akinori se apartó rápidamente de él, parecía consternado.
-No puedes hacer eso, esa ley es inamovible.
-Puedo y lo haré aun sin el consentimiento de los demás miembros del consejo - afirmó Keiji, Konoha una vez más parecía estar en completo desacuerdo con él.
-No puedes, necesitas los votos de los demás para hacer algo así, y nadie estará dispuesto.
-Pues tendré que darles razones para apoyar esta decisión, incluso tú te lo pensarías mejor.
-¿Qué pretendes? ¿Por qué piensas acabar con esa ley? Nos ha protegido por milenios.
-Te equivocas, cuando le explique todo al consejo, te darás cuenta de que ese fue un error de las anteriores administraciones - respondió Keiji ante la molestia de su amigo.
-¿Te refieres a mi familia?
-No del todo, sino a quienes miles de años atrás establecieron condiciones que solo han provocado injusticias y xenofobia, debemos dejar atrás todo eso si queremos que todo salga bien con los elegidos y nuestros futuros aliados.
-Esto es demasiado.
-No lo es. Acostúmbrate a la idea de ver toda clase de razas rondando por nuestras tierras.
-Entiéndelo, no me molesta que los extranjeros nos visiten, me molesta que estés haciendo cosas que nos pongan en riesgo.
-Akinori… cuando digo que te acostumbres a todas las razas, me refiero a TODAS, sin excepción alguna - reafirmó Keiji, Konoha no comprendió del todo a que se estaba refiriendo.
-¿Qué quieres decir?
-Humanos, demonios, nefilims, regeneradores, y…
-¡¿Qué?! No, ni aunque acabes con la ley nuestra gente se mezclara con los demonios - exclamó Akinori, pero Akaashi respondió con silencio y una expresión de preocupación; ambos se miraron por largos segundos, para Konoha eso bastó para comprender el punto al cual quería llegar su líder, y de pronto su semblante alterado cambió a uno atemorizado - no puede ser…
-Todo esto será muy difícil para nuestra gente, algunos comprenderán que no pueden cambiar nada, otros se volverán rebeldes y nos causarán problemas…No los culpo por sentir miedo y revelarse contra mis decisiones, pero todo será un gran dolor de cabeza.
-¿Incluso yo? - preguntó Akinori, pero Keiji no respondió - por favor dímelo ¿Incluso yo te causaré problemas? Necesito saberlo - le rogó su amigo con agitación.
-Tú mismo tendrás que averiguarlo - respondió Akaashi manteniéndose serio.
-Ya viste como actué hoy ¿Qué pasa si todo empeora? ¿Qué cosas seré capaz de hacer? - preguntaba Konoha casi sin darse tiempo de respirar, se veía completamente intrigado.
-Todo estará bien.
-No sé si creerte, si hoy me comporté como un idiota ¿Mañana podría llegar a... traicionarte? - pregunto Akinori con temor, pero Keiji tocó su hombro para tranquilizarlo.
-Si desesperas seguirás actuando impulsivamente, tranquilízate y no pienses en eso - le recomendó el líder, Konoha asintió agachando la cabeza con inseguridad - vive el presente, es de lo único que te debes preocupar por ahora.
Por la noche Akaashi se encontraba en su hogar alimentando a su bebé, durante todo el día estuvo muy callado con toda su familia, aquello preocupó a Bokuto, no era como si su esposo fuese muy ruidoso, pero se le notaba demasiado preocupado por algo; para no darle más preocupaciones, ese día fue Kotaro quien preparó la cena, no se le daba bien cortar las verduras y la carne, pero su comida de aspecto poco estético sabía bien y logró sacarle una sonrisa discreta a Keiji, Natsu por el contrario miraba con desconfianza su plato, apartando hacia un lado los trozos de cebolla. Luego de una hora de reposo se fueron a la cama, Akaashi arropó a su hija mientras Bokuto sostenía a Kousei moviéndose y arrullándolo para calmar su llanto; cuando Keiji volvió con su hijo se dio cuenta de que necesitaba un cambio de pañal, así que con ayuda de su esposo se encargó de limpiar al recién nacido, lo cual logró tranquilizarlo.
Cuando sus dos retoños se durmieron, Kotaro y Akaashi se metieron a la cama con sus pijamas, Bokuto fantaseaba con hacerle el amor, pero sabía que tenía que esperar un tiempo antes de reiniciar su vida sexual con su pareja; Keiji seguía mostrándose pensativo en la cama, por lo que Kotaro le preguntó que ocurría. Akaashi le contó todo acerca de su día, Bokuto se molestó un poco con Akinori por la discusión que bajo su perspectiva había iniciado él y no su marido, pero Keiji le dijo que también era su culpa debido a las decisiones que debía tomar según sus visiones.
Kotaro era quien más lo comprendía, llevaban demasiados años juntos y eso le daba a Bokuto un gran conocimiento sobre lo que su esposo podía predecir, lo escuchó decir cuando moriría el abuelo de Konoha, le obedeció cuando le dijo que tenían que caminar un par de cuadras al sur cuando visitaron un poblado humano de la frontera, un poblado donde encontraron a dos pequeños pelirrojos a quienes debían proteger. También escuchó todas y cada una de sus predicciones sobre bestias apareciendo alrededor del continente y conspiraciones en los reinos vecinos, además de que le mencionó que su hijo mayor, Shouyou, y el propio Akaashi, tendrían que trabajar juntos para unificar a todos los reinos y protegerlos de alguien que amenazaba la vida en todas las regiones.
Por esa razón Kotaro creía en su pareja a ojos cerrados, y sabía que podía sentirse culpable por tener que guardarse algunas cosas para sí mismo, así que luego de oírlo, lo abrazó suavemente en la cama y ambos se besaron con dulzura. Antes de cerrar los ojos para dormir, Keiji acarició la espalda de su esposo y suspiró con melancolía, preguntándose si realmente Bokuto seguiría amándolo si supiese que había visto la vida de ambos hasta sus últimos días, si se comportaría igual que Akinori si se enterase de todo lo que tenía que ocultarle.
Esa noche Akaashi soñó un recuerdo de su infancia, tenía 10 años cuando a través de la meditación logró descubrir su poder, fue una visión simple dentro de lo que cabía, pero le aterró mucho ver como su tía abuela fallecía postrada en su cama luego de luchar contra una leucemia; con nerviosismo le anunció a sus padres lo que había visto durante su primer trance, toda su familia se movilizó para traer a los mejores doctores de la región. Pero inclusive con los mejores tratamientos, aun con la asistencia permanente de los profesionales de la salud, aquella familiar terminó muriendo en su propia cama, rodeada de todos sus seres queridos, tal y como Keiji había previsto.
Durante el funeral en el que los restos de la difunta fueron cremados y lanzados a uno de los tantos brazos del rio Vita que atravesaba toda la región, Bokuto Kotaro, el mejor amigo de Akaashi desde que eran unos pequeños de 2 años, tomó su mano y trató de hacer chistes bobos para animarlo. Para los demás no era el momento para hacerse el gracioso, pero para Keiji esa acción fue un gran alivio, no podía decir que estaba sumamente triste por la pérdida ya que no conocía del todo bien a su pariente, sin embargo estaba muy asombrado y algo asustado por haber predicho algo así de forma tan clara.
Luego de unos días de duelo, sus padres debatieron sobre el despertar de su poder, su madre era más sabia, y aseguró que si Akaashi podía predecir las muertes de los demás, tal vez su especialidad sería ver el destino ineludible, y que eso lo pondría en una posición muy favorable con respecto a otros magos psíquicos. Keiji escuchó la conversación detrás de una puerta, en ese entonces no le pareció tan desagradable la idea de ver el futuro, pues durante la noche anterior tuvo una visión que apareció de forma aleatoria en su mente: Bokuto y él de mayores entrando en la fuente de la unión, tan confiados en que sus almas estaban destinadas a estar juntas que se mantuvieron tomados de la mano en la fuente con los ojos cerrados mientras el agua los rodeaba tornándose de un color dorado radiante.
Como apenas estaba experimentando por primera vez sus poderes, no supo distinguir si aquello había sido una visión o un producto de su imaginación; cuando su madre lo acompañó a su cuarto él le platicó sobre la predicción de su unión con Kotaro, ella no se mostró especialmente contenta con eso debido a que tenía otros planes para su hijo, mas no le dijo nada que pudiese desalentarlo. Esa noche ella decidió enviar a Akaashi a la cordillera de Eremita al suroeste de la región, los magos más experimentados de la tierra de los ángeles sabían que allí vivía un hombre ermitaño que poseía el mismo poder que Keiji, su madre pensó que si resultara ser cierto que su hijo podía ver el destino, ese hombre podría enseñarle a controlar cuando tener visiones a voluntad, y que podría prepararlo mentalmente para sobrellevar una responsabilidad como esa.
Al otro día sus padres le entregaron su maleta y le informaron que un joven un par de años mayor que el llamado Tatsuki Washio y su padre lo guiarían hacia Eremita, donde encontraría a su maestro personal, Akaashi salió algo somnoliento de su hogar, era muy temprano así que le preocupó no poder despedirse de Bokuto; por suerte aquel día su amigo se asomó por su ventanal y gritó a todo pulmón preguntando a donde se iría Keiji, y despertando de paso a gran parte del vecindario. El señor Washio le respondió gritando de vuelta, él y su hijo no se parecían demasiado, Tatsuki era considerablemente más silencioso; de cualquier modo esa madrugada Kotaro no dejó de mover su mano para despedirse de Keiji mientras este se alejaba despidiéndose también con una sonrisa en los labios.
Por el camino el padre de Tatsuki le habló un poco acerca del ermitaño al cual debía acudir para aprender a dominar sus premoniciones, su nombre era Yoshiki Towada, el señor Washio mencionó que años atrás aquel hombre había sido una persona normal, que se había casado con un joven llamado Noboru Akimiya y que ambos parecían ser un matrimonio feliz, hasta que un día Yoshiki asesinó a su esposo y se auto exilió a las montañas de Eremita, donde solo aceptaba la visita de alumnos de cualquier índole que buscasen controlar sus poderes. A Keiji no le pareció nada alentador saber que llegaría a casa de alguien que mató a su pareja, y le hizo saber al señor Washio que no quería ir con él; Tatsuki fue quien lo tranquilizó diciendo que Towada nunca fue penalizado porque aparentemente su crimen fue accidental, y que todos sus alumnos volvieron sanos y salvos después de entrenar a su lado.
Luego de unos días de viaje pasando entre los valles al poniente de Menvra, llegaron a la cordillera de Eremita, cruzando sobre sus burros por caminos muy escarpados y nevados; Washio y su padre seguían los letreros para poder encontrar el punto de referencia donde debían dejar a Keiji a su suerte. Los tres se detuvieron al ver un cartel que indicaba dos direcciones: el retorno a la ciudad de Eremita, y un espacio en blanco; al ver esto, Tatsuki le dijo a Akaashi que a partir de ese letrero debía cabalgar cuesta arriba hasta encontrar una pequeña choza de madera; Keiji tragó saliva y asintió, guiando a su burrito hacia la cima hecho un manojo de nervios.
Después de largos minutos avanzando, logró distinguir entre la ventisca una fachada de madera muy apegada a la montaña, estaba protegida por dos grandes rocas a los costados, y si se fijaba bien, solo se veía pequeña en apariencia, pues detrás de la minúscula choza había una gran grieta que parecía ser la verdadera residencia de Yoshiki Towada. Al llegar a la entrada llamó al señor Towada con mucha inseguridad, aún sentía algo de miedo por el hecho de que su maestro había asesinado a su esposo, así que al verlo aparecer se sobresaltó y tardó un poco en articular una presentación.
Yoshiki miraba con indiferencia al niño que tenía en frente, Akaashi se presentó por su nombre y le mencionó que era hijo de dos miembros del consejo de Menvra; Towada no estaba interesado en el estatus del joven Keiji, lo único que respondió como saludo fue una pregunta: "¿Vienes a aprender a manejar tus poderes?". Akaashi asintió con la boca cerrada y su maestro abrió por completo la puerta para dejarlo ingresar a su hogar; Keiji le agradeció respetuosamente y se metió dentro de la fachada, tal y como lo imaginaba la caverna hacía que la vivienda de Yoshiki fuese más grande y acogedora.
Towada no decía nada, todo el tiempo tenía una expresión de aburrimiento y desinterés, a Akaashi no le molestaba la gente introvertida, él también lo era, pero ante ese tipo si se sentía algo incómodo por la falta de comunicación; tomó asiento junto a una fogata con un caldero que contenía un hirviente guiso de carne de ciervo con zanahorias. Su maestro trajo con el dos cuencos y un cucharon para servirle la cena a Keiji, mientras comían el niño miró hacia el interior de la cueva, se fijó que había dos camas de heno tendidas y preparadas para él y Yoshiki; asumió acertadamente que su maestro sabía a la perfección cuando llegaría, y cuál sería su tipo de poder.
Akaashi pasó largos días acompañando a su maestro en sus diferentes tareas cotidianas, tenía que seguirlo volando por encima de los árboles del bosque para identificar algún animal que cazar; Keiji preguntó la primera vez si podían cazar un oso, pero su maestro le dijo que era muy laborioso despellejarlo, cortarlo y conservarlo con sal o congelarlo en nieve, y que solo cazaba osos si tenía más de un alumno a su cuidado, así que Akaashi tuvo que conformarse con liebres, ciervos pequeños, pescados, aves e incluso con ardillas. Además de cazar, también recolectaban frutos silvestres, tubérculos y madera; Yoshiki cortaba algunos troncos caídos con un hacha, en una ocasión apuntó a Keiji con aquel artefacto y el muchacho se sobresaltó, luego de que se tranquilizara su maestro le dijo que además de aprender a dominar sus poderes, también debía aprender a manejar armas.
Por las tardes practicaban con espadas, lanzas y arcos de madera, Akaashi le preguntó el primer día de entrenamiento porque debía aprender a luchar si su poder no era defensivo u ofensivo, a lo que Towada respondió que algún día él mismo podría ver porque debía saber manejar armas. Solamente por las noches Yoshiki le daba lecciones para fomentar la concentración en su poder, con su ayuda aprendió a dominar sus visiones, debían ir poco a poco, su maestro le regañaba cuando lo veía esforzarse en exceso, pues eso significaba que Keiji estaba intentando ver un futuro más distante, cuando lo único que le pidió su maestro fue que viese lo que ocurriría al siguiente día.
Este entrenamiento le enseñó a Akaashi que podía ver distintas versiones de su día a día, luego de una semana practicando vio 3 posibles variables de lo que sería su mañana de recolección con su maestro, tal vez conseguirían una ardilla, un pato o un conejo, aquello podía ser controlado, lo que no podía cambiar era el hecho de que, fuera cual fuera la presa, sería él quien dispararía la flecha y recibiría un elogio y una inusual y reconfortante sonrisa de su maestro. A la mañana siguiente Keiji decidió que se le antojaba más un pato asado que una pequeña ardilla, así que se ubicó cerca del gélido riachuelo, esperando el momento oportuno para disparar una flecha y acabar con un ejemplar de buen tamaño; le hizo muy feliz ver que su maestro lo felicitaba por su puntería, y por sobre todo que al fin después de semanas lograra verlo sonreír por algo.
Yoshiki casi nunca se veía feliz, todos los días estaba serio e indiferente ante Akaashi, incluso si le prestaba mucha atención durante sus expediciones, el joven Keiji podía ver una silenciosa melancolía en él; eso le hacía preguntarse que había ocurrido con Towada para que terminara matando a su esposo Noboru y recluyéndose voluntariamente en un lugar tan alejado como la cordillera de Eremita. Por la noche lo ayudó a preparar el pato descartando todas las plumas y las vísceras no comestibles, ambos se sentaron a comer un trozo de carne asada, Akaashi se quedó con el corazón y Yoshiki con el hígado; llegó un momento en el que el maestro dejó de comer y cerró los ojos respirando profundamente, sus parpados temblaban y se mordía el labio inferior, preparándose para escuchar una pregunta nacida de la curiosidad de su alumno.
-Maestro… ¿Por qué decidió vivir aquí solo? - preguntó Keiji tratando de introducir sutilmente el tema, Towada se mantuvo con los ojos cerrados, impaciente y algo irritado.
-Pregunta lo que realmente quieres preguntar - dijo bruscamente su maestro, Akaashi agachó la cabeza, pensando que sería inútil tratar de aligerar el golpe si su maestro podía saberlo todo.
-¿Es cierto que usted mató a su esposo? - le preguntó el joven, entonces entre los temblorosos parpados de Yoshiki se asomaron lágrimas de dolor.
-Sí… es cierto - respondió él dejando fluir sus lágrimas antes de limpiarse la cara.
-¿Por qué? - preguntó Akaashi, Towada suspiró y bebió algo de té de hierbas antes de contestar, tomándose su tiempo para calmarse.
-No creí que terminaría dándote otro sermón sobre nuestro poder… bueno, en realidad sí - dijo antes de beber otra vez - las personas con este tipo de premoniciones entramos en negación cuando vemos algo que no nos gusta, aunque pienses que no te pasará, puedo asegurarte que pasarás por esa situación más de una vez.
-Puedo imaginar que si…
-Años atrás tuve una visión donde sostenía el cuerpo de Akimiya y lloraba preguntándome a mí mismo qué había hecho, la primera vez que la vi inmediatamente supe que causaría su muerte, pero no sabía de qué forma - relataba el maestro bebiendo su té entre cada pausa extensa - antes de enseñar sobre el control de la magia, yo era un herrero, fabricaba todo tipo de armas y herramientas de metal, creí que los artefactos de mi oficio serían muy peligrosos para Akimiya, así que renuncié a la herrería, me negué a volver a revisar esa premonición y me fui junto a mi esposo al valle de Cessabit para dedicarme a la experimentación con pócimas basadas en plantas, él en cambio se dedicaba a la herbolaria.
-¿Una pócima causó el accidente?
-Algo parecido, nunca me dediqué a crear pócimas destructivas, solo quería fabricar algunas que me ayudasen con el crecimiento de los cultivos de Akimiya. Pero… un día cometí un error estúpido, dejé un extracto de orquídea sobre una mesa mientras iba hacia la montaña por flores silvestres, Akimiya pasó cerca de la mesa y confundió el extracto de orquídea con uno de sus aceites curativos, y se lo bebió. Cuando volví mi esposo yacía envenenado en el piso, y yo lo sostuve, comportándome exactamente como lo hice en mi visión.
-Entonces, no fue su culpa, fue solo un accidente, no tiene que culparse por un error… - trató de consolarlo Akaashi, pero su maestro arrugó las cejas y el joven agachó la cabeza, entristecido por haberle molestado.
-No es un simple error, es un error mortal. De todos modos, mis años de ermitaño me han ayudado a entender que no podemos luchar contra el destino, por más doloroso que sea el resultado, viviríamos más tranquilos si solo aceptáramos que somos tan poca cosa que no podemos hacer nada en su contra.
-Pero…
-Y tu también te darás cuenta de que lo mejor es dejar que todo fluya como debe ocurrir, si te niegas a aceptarlo acabarías como yo, rechazando tu propio poder y frustrándote cada vez que descubras que nada de lo que intentes va a funcionar.
-¿Significa que debo resignarme?
-No solo eso, también deberás apegarte al destino y preparar lo que debas preparar para que todo ocurra como está escrito.
-Pero usted dijo que no se puede alterar el destino de ninguna forma.
-Claro que no se puede, pero tú estarás en una posición de poder cuando seas mayor, y muchas decisiones dependerán de tu voluntad. Y tu voluntad dependerá de tus visiones - pronunció el maestro, Keiji pensó un momento en esa respuesta, Towada le acababa de revelar que tal vez formaría parte del consejo de Menvra al igual que sus padres, y ello le hizo preguntarse más cosas acerca de su propio futuro.
-Comprendo… ¿Seré parte del consejo cuando sea grande?
-Sí, lo serás.
-¿Podría decirme más de mi futuro?
-Bien, esto da para otra lección: durante tu vida, aquellos que sepan acerca de tu poder te harán exactamente la misma pregunta, si les respondes todo sin ningún tapujo, causarás en ellos la misma ansiedad que yo sentí cuando supe que Akimiya moriría por mi culpa, intentarán escapar de su destino y solo lograrás darles penurias en vida. Pero si te niegas a responderles, también causaras en ellos una gran intriga.
-¿Entonces cómo debo responder?
-Responde sus preguntas ambiguamente, que no sepan descifrarlo hasta que llegue el momento, y siempre ponles un límite, ellos no pueden hacerte preguntas sin cesar, yo solo los dejo hacer tres preguntas, porque no somos el oráculo de nadie, y solo deberíamos informar sobre nuestras predicciones cuando sea necesario.
-Entiendo… ¿Puedo hacer mis tres preguntas?
-Solo si estás dispuesto a gastarlas y no volver a preguntar nada más.
-Estoy dispuesto.
-Bien, entonces escoge bien tus preguntas.
-Hay un chico en mi ciudad… se llama Bokuto Kotaro... ¿Él y yo nos casaremos? - preguntó Akaashi sin pensarlo ni un segundo.
-Te dije que escogieras bien las preguntas, la respuesta ya la sabes, tú mismo la viste semanas atrás - dijo su maestro, Keiji sonrió ilusionado, no le importaba si desperdiciaba una pregunta, solo necesitaba confirmar que su visión había sido real.
-¿Él y yo tendremos hijos? - le preguntó entusiasmado, Yoshiki se quedó en silencio por unos segundos, pensando una forma de darle una respuesta poco clara.
-Sí, dos, y uno - respondió Towada, Akaashi se quedó algo confundido.
-Querrá decir tres.
-No. Dos, y uno - reafirmó su maestro, Keiji seguía sin comprender del todo porque no decía simplemente "tres", pero no quiso darle más vueltas.
-¿Bokuto y yo llegaremos juntos a nuestra vejez? - pronunció Akaashi escogiendo su última pregunta; Yoshiki guardó silencio, un largo silencio que le causo temor a Keiji en sus adentros.
-Lo mas común es que las parejas no mueran al mismo tiempo, durante la vejez uno puede partir antes que el otro, pero… en este caso, su vida acabara mucho antes que la tuya - sentencio su maestro, Akaashi abrió los ojos aterrado y quiso preguntar algo más, pero Towada no iba a dejarlo hacer una cuarta pregunta - cuando sepas controlar tu poder, y llegues a la parte más importante de tu destino, tú mismo responderás tu pregunta, y serás capaz de contar los años que le quedan de vida con los dedos de tus manos.
Aquel recuerdo volvía cada cierto tiempo a los sueños de Keiji, llegaba para atormentarlo y hacerlo despertar agitado junto a su esposo; Kotaro se quejó un poco por el abrupto movimiento de Akaashi y luego entreabrió los ojos, su amado respiraba con sobresalto, estaba sentado en la cama mirando sus dos manos. Suavemente Bokuto abrazó su cintura y le pidió que volviera a recostarse; Keiji llevó su espalda hacia atrás con lentitud, intentaba evitar ver a la cara a Kotaro para que no notara las lágrimas que le empapaban el rostro.
Pero inclusive tratando de evitarlo, Bokuto permanecía abrazándolo con ternura y comprensión, sintiendo los silenciosos sollozos de Akaashi; le besó la mejilla para tranquilizarlo y le aseguró que estando él a su lado, siempre podría desahogar la tristeza que le ocultaba a todos los demás. Keiji lloró sin decir nada, solo sostenía las manos de su esposo mientras este lo abrazaba desde atrás; Kotaro arrimaba una y otra vez su frente contra la nuca de Akaashi, como un gatito, y luego de un rato consolándolo, le preguntó por qué se había despertado llorando; Keiji se tragó sus palabras y derramó otro par de lágrimas antes de responderle a su adorado esposo con una dolorosa pero típica mentira.
"Fue solo una pesadilla".
