Fueron meses muy difíciles para Uruk y sus alrededores, habían perdido a unas 50 personas víctimas de ataques de las langostas de Abaddon, hacía dos semanas Sasaya dirigió a los miembros del ejército hasta los poblados pequeños y tribus cercanas a la capital, con la misión de organizar el traslado de los sobrevivientes a albergues dentro de la ciudad. Aone ayudaba en esa labor junto a sus compañeros, pero por petición del jeque Kamasaki, su principal deber era entrenar a los soldados en el combate contra las langostas.

Desde el primer día de la aparición de esas bestias, la admiración que el pueblo sentía por Takanobu incrementó más de lo normal, por todos los rincones se hablaba del alfa que había salido ileso luego de matar a varias langostas de Abaddon, mas también se comentaba que había tenido los nervios de acero al acabar con el sufrimiento de la primera víctima del letal veneno. Aone suspiraba con dolor por ese recuerdo, tenía sobre sus hombros el gran peso de defender a todo Uruk de los ataques si las cosas se salían de control con las invasiones de esos temibles monstruos.

La segunda vez que los enfrentó, a duras penas pudo esquivar todos los aguijones, usando luego las enormes piedras del desierto para aplastar las horrorosas caras humanoides de las langostas. Tras ese enfrentamiento, descubrió que las corazas de la espalda de esas bestias eran resistentes a la fuerza de sus aguijones, por esa razón tuvo que arrancar el estómago, las vísceras y toda la carne de las langostas de Abaddon ya muertas, para quedarse únicamente con el blindaje de sus espaldas, con las cuales fabricó escudos y armaduras improvisadas para él y los guerreros encargados de la defensa de su gente.

Cada batalla ganada aumentaba su popularidad entre los habitantes de Uruk, esa atención lo abrumaba demasiado, sus conversaciones con el patriarca también le hacían temer por la inminente sucesión de poder que ocurriría en algunos años, quedando él a la cabeza. A pesar de ello, el hecho de estar conviviendo más con el consejo y con Kamasaki se estaba volviendo menos incómodo para él, considerando que el jeque lo trataba como su propio hijo y heredero.

Por las noches evitaba quedarse en la sede del consejo de Uruk para no ver la cara más desagradable de Kamasaki y sus consejeros, cuando traían mujeres para divertirse con ellas; le recordaban un poco a su padre biológico, el patriarca era muy similar a él, muy agradable y protector por el día, pero totalmente distinto por la noche. Cuando era niño, su padre le enseñó cosas como luchar y ejercitarse, su educación se la dejaba a tutores personales, y su máximo gesto de cariño era acariciar la cabeza de su hijo con orgullo.

Lo único que le desagradaba a Takanobu de su recuerdo era escucharlo traer prostitutas a la casa, Aone no tenía ni madre ni madrastra así que trataba de convencerse de que no había nada que impidiera que su padre disfrutara, pero él era muy pequeño cuando tenía que oír todo desde su cuarto. Lo peor llegó a los 12 años, cuando su progenitor consideró que era el momento de que su hijo se hiciera un hombre, y que una mujer experimentada le enseñara a serlo; en la actualidad era capaz de hacerlo con chicas por lo que se decía que no había sido tan traumático, pero no entendía por qué sentía náuseas cada vez que recordaba esa primera experiencia.

Se preguntaba si su padre había decidido eso porque era una costumbre de los nefilim, o si él había sido el culpable de alguna forma; cuando era niño jugaba mucho con Kenji, de entre todos los niños, prefería su compañía a estar forzándose a interactuar con más personas. En esos tiempos ya había rumores de que Futakuchi era un niño raro, por eso a veces se preguntaba si el haber sido tan cercanos alarmó a su progenitor.

Las calumnias contra Kenji eran cada vez más repugnantes, demostraban un odio visceral que sus compañeros del ejército o los propios miembros del consejo le tenían, y no era para menos, pues el hecho de que Futakuchi haya presentado su renuncia a la milicia para cambiar su vocación a mercader, sólo le sumaba más recelo a las personas. Además de decir que era un desviado, también se decía que era la persona más egoísta y cobarde de Uruk al alejarse del ejército cuando más soldados necesitaban.

Takanobu trataba de convencerlos de que no era ninguna de las cosas de las que le acusaban, que escogió ser mercader para abastecer a todo el pueblo, cosa importante ahora que estaban incluyendo a las tribus aledañas dentro de Uruk. En el fondo Aone sabía que uno de los rumores era verdad, Kenji era un "desviado", al principio ni siquiera él mismo comprendía del todo porque Futakuchi le pedía ser tratado como una mujer, pero para hacerle feliz, lo hacía; después le aceptó de corazón porque le gustaba verle sonreír y ser como deseaba ser; aunque a veces se sintiera en problemas por su causa, comprendía, o más bien pensaba, que él era lo único que Kenji tenía.

Llevaba muchas semanas de ausencia, el alfa era consciente de que la verdadera razón de Futakuchi para volverse mercader, era porque necesitaba ojear por su cuenta los puntos de referencia del mapa hacia la cueva Duo, la bestia de los deseos imposibles; le extrañaba demasiado, sobre todo después de haber yacido juntos en su casa un par de días después de su primer beso en el cañón. Ese día Kenji fue más lejos con su atuendo, esperaba a Takanobu descansando de costado mirando a la pared de su cuarto, no llevaba más que joyas de arneses, collares, y brazaletes tanto en sus brazos como en las piernas; al entrar a visitarle, Aone se quedó paralizado mirando la belleza de su cuerpo, Futakuchi entonces se giró para mirarlo y pedirle con voz suave que se acercara.

El resto era un poco difuso, seguramente sus instintos lo habían dominado por completo, ya que luego de eso solo recordaba con mayor claridad que estaba entre sus piernas, eyaculando dentro de Kenji mientras era abrazado con fuerzas; Futakuchi tocó su propia frente usando el brazo, respirando con agitación, se notaba que había soportado dolor físico cuando Aone perdió los estribos, sobre todo por el hecho de que tenía una mordida roja en el cuello. Takanobu sentía mucho miedo de sí mismo cuando se reunían a tener sexo cada vez que Kenji volvía del desierto, en ese estado no sabía cómo parar, ni sabía si la persona que más deseaba disfrutó del momento o simplemente no era capaz de detenerlo; le hacía sentir más tranquilo pensar que si Futakuchi odiara sus experiencias con él, se lo diría sin pelos en la lengua.

Esa noche como en casi todas las anteriores, salió del edificio del jeque para volver a casa, por suerte no le correspondía la vigilancia nocturna así que podría descansar mejor; su hogar estaba en una zona más acomodada de Uruk, pero una corazonada le hizo dirigirse al otro extremo, donde estaban los albergues de las tribus rescatadas. De vez en cuando hacía ese recorrido con la esperanza de encontrar lo que encontró en esa ocasión: a Kenji de vuelta en la ciudad, cargando grandes cantaros de agua de oasis en un camello que había conseguido pagando con algunas joyas.

Futakuchi le pedía a las madres de familia que formasen una fila para darles agua, ellas y algunos niños se acercaban con vasijas y cuencos, sonriendo con gratitud al verle de regreso del desierto con la tan preciada agua; mientras repartía el contenido de los cantaros miró a Aone y le sonrió, él también esbozó una sonrisa de alivio como una forma de darle la bienvenida a la ciudad, era menos expresiva de lo que en verdad sentía en esos momentos. Kenji vestía ropas especiales para el desierto, túnicas y mantos que envolvían su cuerpo y frente; nadie más que el alfa sabía que debajo de las telas en su cabeza, que usaba para protegerse del sol, llevaba un cabello no muy acorde a las normas de cortes capilares para machos, en su tiempo de ausencia Futakuchi aprovechó para dejarlo crecer hasta los hombros.

Luego de vaciar los cantaros, Kenji acarició el cuello de su camello al cual parecía mimar como si se tratara de un perro, y subió entre sus jorobas para llevárselo a las afueras de la ciudad; Takanobu le siguió en silencio, ambos tenían que alejarse lo suficiente para salir de la vista de cualquier persona que estuviese despierta a esas horas. Al alejarse de la zona de entrenamientos donde había un puesto de vigilancia, Aone le pidió subir al animal para llegar más rápido detrás de otro de los cañones más lejanos, donde Futakuchi solía instalar su gran jaima, una tienda de campaña hecha con cuero, para mantenerla alejada de la vista de Uruk y no levantar sospechas cuando traía a su novio hasta allí.

Como en sus anteriores visitas, todo estaba perfectamente instalado, incluyendo también unos faroles que Kenji ponía en las paredes rocosas del cañón para iluminar su tienda por fuera; su casa de la ciudad fue vendida ya que no pensaba volver allí salvo para ayudar a los necesitados y visitar a algunos amigos, su vida ahora le gustaba muchísimo más ya que no tenía que aguantar a algunos habitantes de Uruk. Futakuchi ingresó a su jaima y salió con una bandeja de frutos secos, dátiles e higos frescos para compartir con Aone, además llevaba también una alfombra, una botella de alcohol y pan sin levadura; después de dejar la cena frente a Takanobu, volvió a meterse a la tienda para quitarse el disfraz que usaba para ocultarse del dedo acusador de la gente de la ciudad, para luego ponerse un brasier de telas delgadas y la falda con aberturas en los costados de las piernas, junto con sus joyas favoritas, las que le había regalado Aone.

Al salir de la jaima el alfa le miró de arriba a abajo, si bien le prefería sin ropa, pensaba que cada vez su amante incrementaba en belleza, su cuerpo esbelto adornado en oro y rubíes, su rostro seguro y sensual, y su nuevo cabello un poco más largo hacían que él sudara feromonas por la emoción de tenerle otra vez entre sus brazos. Kenji se sentó delante de su amado y tomó un par de higos para comer, su nuevo oficio le permitía quedarse con parte de la fruta que comercializaba, pero en esa ocasión no tuvo la suerte de encontrar melones y sandias, tendría que hacer viajes fuera del territorio para conseguirlos.

Takanobu le miraba mientras comía, con los ojos fijos en sus labios delgados y suaves que se abrían para que pudiese saborear la fruta; Aone gruñó muy bajo, sus instintos otra vez se estaban saliendo de control, cualquier acción de su amante le provocaba querer tomarle las manos y marcarlo mientras saciaba sus ansias de aparearse. Por ello tuvo que agitar la cabeza para reaccionar, una vez más estaba preocupado de no saber controlarse, si volvían a hacer el amor esa noche, ocurriría lo mismo que en ocasiones anteriores: él concretaría su velada mordiéndole el cuello hasta dejar una marca dolorosa en su delicada piel.

-¿Pasa algo Aone? - preguntó su pareja al notarlo cabizbajo, el alfa bebió rápidamente algo de vino con nerviosismo.

-No es nada - respondió evadiendo sus ojos cafés, Futakuchi lo analizaba sin creerle nada.

-Si lo es. ¿Ocurrió algo hoy en Uruk que te haya afectado? – pronunció Kenji tomando un pedazo de pan, Takanobu cerró los ojos resignado.

-Nada fuera de lo común - dijo sin querer agregar más, su amante suspiró con desanimo.

-Está bien, no me lo digas - le contestó Futakuchi sin ganas de insistir, llevaban semanas sin verse así que no quería empezar mal su nueva velada juntos - Aone, creo que pronto emprenderé el viaje definitivo - le comentó, su novio levantó la cabeza sorprendido.

-Es muy apresurado - le dijo, los intensos ojos de su pareja se fijaron en él con algo de molestia - no tienes que ir si no estás, lista… - agregó, Futakuchi suavizó su expresión para proseguir.

-Monetariamente estoy lista, he vendido casi todos mis muebles, mi casa en la ciudad, incluso las joyas que compraba en el mercado, con eso tengo suficiente para solventar cualquier gasto - le explicó, a Takanobu le preocupaba el hecho de que cuando llegara el momento de visitar la cueva de Dúo, tendrían que ir juntos debido a su contrato con Sasaya.

-Puede ser un sitio muy riesgoso.

-¿Por qué?

-Por lo que me contaste la última vez.

-¿Lo de las ruinas que tenían trampas? Eso solo aplica para las ruinas con tesoros y yinns ocultos, no necesito detenerme en todos esos sitios para llegar a la cueva.

-¿Y si la cueva tiene trampas también?

-Me contaste que algunas personas habían logrado ingresar con éxito, por eso asumo que si voy no me pasara nada - respondió Kenji, Aone hizo una retrospectiva, en cierta forma tenia razón, si otros lograron conseguir lo que deseaban, no sería tan distinto con él y Futakuchi.

-Buen punto.

-Por eso pienso que ya es el momento de buscar esa cueva y cumplir mi deseo, creo que no tardaré tanto si voy bien preparada y con comida abundante para Baltazar - dijo para referirse a su camello, Aone reflexionó que nada le detendría de tomar esa decisión.

-Iré contigo - pronunció Takanobu, su pareja abrió los ojos con sorpresa y un asomo de alegría.

-¿De verdad? - preguntó con ilusión, Aone asintió firmemente - ¿No te traerá problemas con el viejo idiota?

-Tendré que hablarle de esto mañana - dijo antes de beber más vino.

-Espero que no te amarren a este lugar, realmente me gustaría que fuésemos juntos - comentó Kenji mirándolo provocativamente, el alfa se sentía nervioso, cuando su amante le veía de esa forma volvía a sentir esos instintos a los que tanto le temía - cuando estoy viajando, te echo demasiado de menos por las noches.

-Yo también… - murmuró bajando la mirada por todo el hermoso cuerpo completamente rasurado y suave de su pareja, que gateó un poco para poder besarle los labios, usando su traviesa lengua mientras Takanobu emanaba feromonas que Futakuchi no podía percibir.

-¿Qué es lo que más extrañas de mi cuando no estamos juntos? - le preguntó rozando su nariz sobre la del alfa, que comenzaba a respirar profundamente sin mirarle a los ojos; notó entonces que Aone observaba con deseo todo su cuerpo, cosa que le hizo gracia - ya veo… extrañas que tengamos sexo.

-Kenji… - susurró Takanobu perdiendo parte del brillo en su mirada, llevando sus manos a los glúteos de su amante para amasarlos mientras volvían a besarse; de pronto Aone tiró violentamente los cuencos de fruta hacia un lado para despejar el área donde echaría a Futakuchi contra el suelo, agarrando sus piernas mientras empujaba las caderas hacia adelante.

-Aone… con cuidado… - le pidió Kenji suavemente cuando el alfa comenzó a lamer su cuello para prepararle al momento de la mordida que siempre le daba cada vez te hacían el amor; pero Takanobu no podía oírle con claridad, una vez mís no tenía control de sus propios instintos.

-Me perteneces… - pronunció Aone con una voz más baja y grave, como en otras ocasiones Futakuchi se limitó a cerrar los ojos y dejarse llevar, sin discutir lo que pensaba acerca de la idea de "pertenecer" a alguien. De pronto escucharon que alguien se posaba delante de sus cabezas, Kenji se sobresaltó con temor de que fueran descubiertos.

-¡Espera Aone! - exclamó su pareja, pero él continuaba moviéndose - ¡Para! - le rogó con el pecho agitado, el alfa se quitó de golpe y agitó la cabeza para recuperar los estribos; luego ambos miraron a quien había caído, era una figura de unos 3 metros de alto, con cabello rubio, ojos ahumados y cuernos de demonio.

-Ah, eres tu… - murmuró Takanobu mirando a su yinn, a quien dejaba libre casi todo el día con la orden de matar las langostas de Abbadon que pudieran aparecer.

-Qué susto… - susurró Futakuchi tomando aire; el alfa se separó de su amante para darle más espacio, su yinn, Ken, no dejaba de mirar a Kenji de los pies a la cabeza.

-No creo que ataquen hoy por la noche, tienen que repoblar para volver a aparecer - dijo Ken saboreando con la mirada a la pareja de su amo - así que no les importará que observe un poco…

-Claro que nos molesta - replicó Futakuchi con enfado, el yinn se arrodilló detrás de su cabeza tendida en el piso, y siguió mirando más de cerca todo su cuerpo.

-¿No te daría morbo ser vista mientras recibes placer? - pronunció Ken con voz seductora, Aone empezaba a enfurecerse por los celos cuando su yinn se acercó más a Kenji para decirle algo en voz baja - yo te daría más placer…

-Vuelve a la botella - le ordenó Takanobu, Ken lo miró con desprecio volviéndose humo poco a poco.

-Como ordenes amo… - murmuraba el yinn entrando con lentitud a la botella de Aone, susurrando a bajo volumen algo antes de desaparecer - si no la cuidas podrían robártela…

-Es desagradable - comentó Kenji acomodándose mejor sobre la alfombra colocada en la arena; el alfa miraba hacia abajo pensando en lo que le había susurrado su yinn al momento de volver a la botella, no temía que le quitaran a Futakuchi porque sabía que su amante no lo traicionaría, lo que realmente le causaba miedo era que él mismo lo arruinara todo.

-No te he cuidado lo suficiente… - susurró Takanobu cabizbajo, su amante le miró con extrañeza.

-¿A qué te refieres? No necesito ser protegida.

-No te he cuidado de mí mismo…

-¿Cómo? - cuestionó Kenji sin entenderlo del todo, Aone estaba muy serio y molesto consigo mismo.

-Cuando hacemos el amor, hago cosas que no están bien - le explicó, Futakuchi miró hacia el lado y tocó su cuello, cubriendo las cicatrices de cada vez que el alfa le marcaba.

-Es cierto, pero todo es cuestión de autocontrol.

-No sé cómo hacerlo…

-La mayoría de los alfas en otros sitios lo pierden durante el celo o al oler las feromonas de omegas, pero yo no soy una omega… ¿Qué es lo que te hace perder el control entonces?

-Tú - respondió Aone, Kenji se cruzó de brazos.

-Eso está mal, básicamente lo pierdes por cualquier motivo, hay que trabajar en eso.

-¿De qué forma?

-Ya pensaré en algo - dijo Futakuchi, el alfa le miró apenado y pensativo.

-Kenji ¿Alguna vez te has sentido mal por algo que te haya hecho? - Takanobu lucía demasiado preocupado, su amante sentía algo de incomodidad y tristeza por tener que hablar de eso.

-Cuando me marcas y anudas dentro de mi… No me malentiendas, me gusta tu potencia, pero, no me gusta ser mordida ni sentir el nudo, es demasiado doloroso…

-Lo siento… - se disculpó Aone arrepentido por su comportamiento, a Futakuchi le dolía verlo triste.

-Además, no es bueno para ninguno de los dos que te vengas dentro, podrías preñarme - agregó Kenji, su novio agitó la cabeza descolocado.

-¿Preñarte?

-Todos tenemos la capacidad de engendrar vida, incluso tú, es lo que enseñan en las clases de biología en el resto de reinos - explicó Futakuchi, el alfa le observaba incrédulo.

-No debe ser verdad.

-Te lo juro, está en los libros prohibidos que le compraba a Koganegawa, afuera del desierto es de conocimiento público - siguió diciendo Kenji desconcertando más a Takanobu - por eso cuando lo hemos hecho he tenido que beber unas infusiones especiales, para evitar cualquier contratiempo.

-¿A qué te refieres?

-A nada… Mejor hablemos de otra cosa - le sugirió Futakuchi, pero su pareja seguía pensativo - tal vez debemos tener algo que te haga volver en ti, como una jarra de agua fría, o ponerte metas para cada vez que lo hagamos.

-¿Qué metas?

-Por ejemplo, que hoy no anudes dentro de mí, no importa si me muerdes, porque si logras controlar una sola cosa, podríamos ir agregando más metas que cumplir con el paso de los días - propuso Kenji, Aone todavía se sentía preocupado de cómo se comportaría esa noche.

-¿Estás segura de que saldrá bien?

-Lo estoy, mis únicos problemas cuando hemos tenido sexo han sido al momento de culminar, yo sé que con el tiempo lograrás tener total control de tus instintos - aseguró con confianza, Takanobu entonces gateó para quedar sobre su amante, mirándole a los ojos.

-¿Me prometes que me golpearás si no sé detenerme? - le preguntó Aone seriamente, su pareja sonrió y lo abrazó mientras el alfa metía las manos debajo de su falda.

-No tienes que decírmelo, lo haré.

Ambos se miraron dulcemente, Futakuchi cerró los ojos y acomodó su espalda para esperar dócilmente a que Takanobu le besara los labios, el alfa le tocó la mejilla y le besó con ternura, no tardó mucho en quedar inmerso en las sensaciones de excitación y calidez que subían por su cuerpo, pasando a volver aquel suave contacto labial en algo más frenético y agresivo, para luego bajar de un tirón la falda de Kenji, disponiéndose a meterle sus dedos. Su amante respiró profundamente antes de que Aone empezara a introducirlos, moviéndolos por dentro en un movimiento vibrante que le hizo gemir con los ojos cerrados; Takanobu los retiró para poder abrir las piernas de su pareja, quien observó con los parpados a medio abrir como su alfa abría sus fauces para meterse a la boca eso que a veces le hacía sentir incomodidad con su propio cuerpo.

Aone chupaba con menor ímpetu que en anteriores ocasiones, en su consciencia rondaba la idea de las metas que debía cumplir para tener control sobre sí mismo, por ello se concentraba en no volverse un animal con su amante mientras le daba sexo oral. Futakuchi comprimió el estómago gimiendo mientras miraba el cielo estrellado y parte de la cima del cañón, luego tocó sus pequeños senos deseando sentirlos más grandes y blandos de lo que eran en la actualidad; en silencio subió las copas de su brasier y relajó los brazos alejándolos de su pecho, para enfocarse en el simple hecho de disfrutar.

Takanobu se repitió varias veces en su cabeza que ya era tiempo de detenerse, se le dificultó hacerle caso a la voz en su consciencia, mas logró parar respirando agitado; Kenji extendió su mano para tocarle la mejilla y pedirle que le observara. El alfa contempló detenidamente el cuerpo de su amante, lo único que llevaba encima era el brasier levantado por encima de sus pechos, y un montón de joyas que adornaban su belleza como si se tratara de un carísimo regalo para él.

Las piernas de Futakuchi estaban flexionadas hacia un costado, pero miraba de frente a su novio con los brazos extendidos al igual que su lacia melena hasta los hombros; escondiendo sus genitales así Aone veía con mayor claridad a la mujer que era. Cuando pensaba en ello sentía dudas sobre el peligro que correrían si fuesen descubiertos, el castigo para los machos desviados que se apareaban con otros machos era ser decapitados en la plaza pública; no sabía cuánto tendría que sufrir Kenji antes de morir para pagar por no ser realmente un macho, Takanobu temblaba imaginando esa posibilidad.

Su amante le tocó las mejillas, mirando a Aone con preocupación mientras le preguntaba qué era lo que le atormentaba, él no respondió, solo tocó suavemente la mejilla de Futakuchi acariciando sus labios con el pulgar, para luego deslizarla hasta su cuello, rozando por encima los collares que llevaba. Entonces tomó con delicadeza la nuca de su pareja para levantarle un poco y retirar sus collares, si fallaba controlándose esa noche, le estorbarían y podría abollarlos, cosa que haría enfadar a Kenji.

Futakuchi se apoyó en sus codos para sentarse y mirar de cerca a su novio, Kenji solía ser una persona que no expresaba fragilidad ante otros, pero con Aone todo era diferente, ya que no soportaba verlo afligido por una razón que desconocía; Takanobu tocó otra vez su mejilla y acercó sus labios a los de su amante, ambos se besaron y abrazaron sentados, reconfortándose mutuamente. Después de separarse se quedaron viendo a los ojos, Futakuchi amaba demasiado percibir el deseo que el alfa sentía por su cuerpo, le hacía querer darle más placer y hacer sonreír su inexpresivo rostro.

Por eso Kenji llevó sus dos manos a la polla de Aone, moviendo una de arriba a abajo jugando con el prepucio, mientras giraba la otra palma sobre el glande, mirando a Takanobu con lujuria y dulzura, recitándole palabras de cuanto amaba ser su mujer, de cuanto amaba su pene y sus fuertes brazos cubriendo y abrazando su espalda cuando hacían el amor. Su voz estimulaba los sentidos del alfa, que empezaba a gruñir y gemir a bajo volumen cada vez que las manos de Futakuchi se movían para masturbarlo, y cada vez que sus palabras endulzaban su oído.

Sin aviso tomó con fuerza las nalgas de Kenji y las llevó hacia su cuerpo, su amante cerró los ojos y lo abrazó, dejándolo abrir sus glúteos presionándole hacia abajo para comenzar la penetración; Futakuchi gimió con algo de dolor y rodeó con sus piernas la espalda baja de Aone, quien se movía con firmeza lamiéndole el cuello. Esa siempre fue una señal para Kenji de que su pareja estaba perdiendo el control de su consciencia, tener sexo con un alfa podía ser peligroso, pero en el fondo de su corazón tenía la esperanza de que Takanobu aprendiera a tener dominio de esos instintos.

Las piernas de Futakuchi se movían con cada embestida, trataba de aferrarlas a Aone, pero la fuerza de su grande y musculoso cuerpo de alfa las hacia saltar de vez en cuando; Takanobu ensalivaba el cuello y el hombro derecho de su amante, todas las marcas de mordidas anteriores estaban en ese lado, su instinto tenía cierta fijación con dejar la marca siempre en el mismo lugar. Kenji gemía agudamente, mirando detrás de Aone con los ojos entrecerrados y la boca abierta, la espalda del alfa le parecía tan fibrosa y sensual, aprovechaba siempre esa posición para recorrer cada surco de sus músculos con los dedos.

Futakuchi escuchaba los jadeos y gruñidos de Takanobu, si seguía así definitivamente esa noche acabaría como las anteriores, por lo que para probar si podía volver en sí, dijo su nombre cerca de su oreja las veces necesarias para que Aone le mirara a los ojos. Cuando al fin el alfa tuvo su rostro frente al de Kenji, su amante le tomó las mejillas con sus delicadas manos y le preguntó si era él mismo; Takanobu agitó un poco la cabeza y luego asintió, aún seguía teniendo algo de control.

Antes de separarse un momento se abrazaron cálidamente, después Fukakuchi se giró para ponerse a cuatro patas, agachando más sus hombros y cabeza mientras Aone tocaba su culo antes de volver a empezar; Kenji estiraba suavemente sus manos enjoyadas, preparándose mentalmente para volver a sentir la polla de su novio en el interior de su cuerpo. Takanobu le sujetó las caderas firmemente al momento de la inserción, Futakuchi respiró profundo y relajó todo su cuerpo, dejándolo fluir con los movimientos del alfa cuando comenzó la penetración.

El cabello lacio y más largo de Kenji le cubría un poco la cara, entre sus mechones podía ver en parte a Aone embistiendo con agitación contra sus glúteos, era divertido verlos temblar con cada golpe de las caderas de Takanobu contra ellos, Futakuchi sonrió y gimió sin controlar la voz, pues no iba a disimular cuanto amaba como su novio le daba todo su vigor. De pronto el alfa le volteó las caderas para que su amante volviera a tener el cuerpo recostado boca arriba, Kenji lo dejó abrirle las piernas y mantenerlas levantadas mientras Aone volvía a follarle enérgicamente contra el suelo alfombrado.

Futakuchi había aprendido que todo sería más placentero si mantenía su cuerpo relajado y flojo, dejando que fuera Takanobu quien tomara las riendas, si su pareja lograba controlar por completo sus instintos, tal vez algún día sería Kenji quien lo empujaría para montarse sobre él y hacer más cosas de las que podía hacer en ese momento. Aone empezaba a hiperventilar y moverse con suma rapidez, pronto eyacularía anudando dentro de su amante, cosa peligrosa para Futakuchi, quien comenzó a llamarlo al oído otra vez, queriendo encontrar a la persona que se ocultaba en el fondo del alfa.

Takanobu escuchaba la voz de su pareja como un susurro, sin embargo eso fue suficiente para que soltara las piernas de Kenji y disminuyera la frecuencia de sus embestidas, lo cual fue aprovechado por Futakuchi para retirar la polla de su pareja y dejarla fuera de su ano, pero sobre sus genitales, cerrando sus flexionadas piernas para crear la sensación de que el pene del alfa seguía en un lugar estrecho. Aone continuó moviéndose, esta vez entre los muslos de su amante, usando sus fuertes manos para mantener muy apretado el espacio entre las dos piernas de Kenji, a pesar de que no era precisamente el agujero que quería penetrar, todavía se sentía agradable aquel veloz roce entre sus piernas y sus partes íntimas.

Después de unos minutos agitando las caderas, Takanobu anudó entre las piernas de Futakuchi, soltando una gran cantidad de semen sobre su abdomen; eso siempre era lo que precedía a la mordida en el cuello para marcar a Kenji como su propiedad, su amante cerró los ojos con algo de temor a que Aone volviera a poner la mandíbula en su cuello u hombro, mas también sentía resignación por la posibilidad de que no lograran todo lo que querían esa misma noche. Futakuchi mantuvo los ojos cerrados un par de minutos, le extrañó mucho no sentir nada de dolor, por lo cual poco a poco abrió los parpados para saber que estaba pasando; al girar ligeramente la cabeza a su lado derecho, descubrió a Takanobu mordiendo su propio puño hasta hacerlo sangrar.

Durante otro minuto Aone siguió mordiéndose dolorosamente la mano, no entendía como Kenji podía aguantar esa molestia cuando hacían el amor; luego de soltar su puño se dejó caer cansado sobre el cuerpo de Futakuchi, quien lo abrazó mirando el cielo con tranquilidad, susurrándole al oído que lo había logrado de forma estupenda. Takanobu levantó la cabeza para mirarle a los ojos, y le dio un profundo beso mientras metía sus dedos dentro de su amante para ayudarle a llegar al orgasmo también, sabía de antemano que a Kenji no le gustaba nada que el solo se preocupara por su propia satisfacción, dejándole sin la posibilidad de correrse; ambos sonrieron con calma cuando Futakuchi llegó al clímax, si seguían así pronto serían capaces de tener encuentros aún más placenteros.

Esa noche durmieron juntos dentro de la jaima de Futakuchi, era lo suficientemente grande como para que Baltazar, el camello, también estuviera dentro, Kenji siempre lo metía a su tienda por el miedo de que su gran mascota fuera víctima de alguna langosta de Abbadon o de los afrits, unas horrorosas criaturas humanoides con apariencia de murciélagos, que se alimentan de la sangre de personas y animales. Ambos despertaron por la madrugada, aún no salía el sol, pero el azul del cielo nocturno se notaba más claro, Futakuchi le preguntó a su pareja si quería que lo llevara a Uruk o si podía llegar caminando, Aone le pidió que lo acercara a la sede del consejo porque pensaba pedirle permiso al patriarca para irse al desierto en busca de la cueva de Dúo.

Kenji lo observó con dudas, la cercanía que tenían siempre fue cuestionada por casi todos en Uruk, le aterraba que llegase a ser la razón por la que podrían enjuiciar a Takanobu, llamándole desviado por su culpa; el alfa tomó la mano de su amante y le pidió que lo acompañara también dentro del consejo. Futakuchi se negó en un principio, entrar al edificio del consejo era como meterse a la boca del lobo, durante toda su adolescencia Kamasaki y algunos mandamás del ejercito le tuvieron en la mira, dándole castigos físicos para que confesara ser "un desviado", le parecía realmente repugnante ver como el patriarca parecía disfrutar flagelar su espalda desnuda.

Aone le miró a los ojos y acarició su mejilla, diciéndole que no tenía ideas para explicarle al patriarca por qué debería dejarlos ir por el desierto, que necesitaba a alguien inteligente como Kenji a su lado. Takanobu no quería contarle a su pareja sobre su trato con Sasaya de ser el responsable de una petición para que la bestia le entregara poder y protección a todo el pueblo nefilim, y tampoco estaba seguro de que Takehito le hubiese hablado al jeque sobre ese pacto, por esa razón necesitaba hablar primero con Sasaya para confirmar si Kamasaki estaba enterado, o si necesitaba tener un plan b.

Futakuchi no sentía la seguridad de decir que si, por lo cual Aone inventó una nueva excusa, que más que ser una excusa era una idea que se estaba planteando desde hacía un tiempo: le dijo a Kenji que si de todos modos él terminaría siendo el futuro patriarca, le resultaría más fácil aceptar ese destino si le tenía a su lado, como parte fundamental de su consejo personal. Su amante abrió los ojos con impresión, esa idea podía ser totalmente rechazada, pero, el solo pensar que su amado llegaría a ser el jefe, y que ambos tendrían la capacidad de tomar decisiones, le hacía sonreír con ilusión.

Aquello le hizo aceptar la propuesta de Takanobu, por lo que sacó a Baltazar de la jaima, cargándolo con sus pertenencias más valiosas y preparándolo para que los transportara hacia Uruk. Aone y Futakuchi subieron a lomos del camello y emprendieron la marcha hacia la ciudad, era tan temprano que seguramente nadie se daría cuenta de que venían juntos, y si lo notaban, al menos tendrían una explicación para el patriarca y sus consejeros.

Atravesaron los cañones hasta llegar a las murallas de Uruk, una vez allí el sol comenzó a salir, iluminando sus rostros y el inmenso paisaje desértico alrededor de la ciudad; algunos habitantes de la capital abrieron las cortinas para mirar a la pareja montada en el camello, a ellos les ponía nerviosos pensar en lo que podrían estar rumoreando. No obstante la gente apreciaba demasiado a Takanobu como para desconfiar de él, así que en vez de apuntarles con el dedo, saludaron amablemente al alfa mientras iban rumbo al edificio del consejo.

Al llegar a las escaleras del frontis de la sede, bajaron del camello y Kenji tomó su soga para guiar al animal hacia arriba, dejándolo frente a la entrada de la edificación donde nadie se atrevería a subir y robar sus cosas por considerarlo un lugar sagrado; luego ambos ingresaron por la enorme y amplia entrada, caminando entre los pilares que estaban dentro de las rectangulares piscinas de agua clara. Uno de los mensajeros estaba despierto, se les acercó para preguntarle a Aone si necesitaba ver al patriarca, este respondió que primero tenía que hablar con Takehito y que luego iría con el jeque; el joven mensajero corrió hacia el interior del edificio para despertar a los miembros del consejo, seguramente como en casi todas las noches habían bebido y disfrutado con mujeres, Takanobu prefirió ahorrarle esa imagen a su pareja pidiéndole que esperaran allí.

Luego de 20 minutos, el mensajero y un par de consejeros aparecieron en el salón principal, Futakuchi le preguntó en voz baja a su pareja porque tenía que hablar con Sasaya, Aone respondió que Takehito fue quien le dio el mapa y solo quería agradecerle; el mensajero le dijo a Takanobu que Sasaya aún no estaba listo para presentarse porque seguía dormido, pero que podría esperarlo en algún salón privado. El alfa le pidió a su pareja que lo siguiera, iban a meterse en una de las puertas que únicamente tenían cortinas para ser cerradas, pero fueron detenidos por los miembros del consejo que dijeron no estar de acuerdo con que Kenji ingresara más allá del recibidor.

Futakuchi retrocedió un par de pasos cuando esos hombres se acercaron para intimidarle, luego miró a Aone pensando que quizá no se atrevería a defenderle de esos amenazantes tipos que parecían querer darle una paliza por su osadía de querer ingresar con Takanobu; no obstante el alfa tomó valor para sacar una voz de mando que hizo encogerse un poco a los consejeros. Con esa fuerte voz les dijo que él y Kenji tenían que hablar de un asunto con Sasaya y el patriarca, no necesitó amenazarlos para que se apartaran y les dejaran pasar, sin embargo mientras se iban a un salón privado, no dejaban ser observados con desconfianza.

Al ingresar a los salones internos, Aone sacó la llave que le había regalado Kamasaki que servía para abrir todas las habitaciones, y le preguntó a su amante que tipo de salón quería visitar. Futakuchi se debatía entre escoger la cocina porque no habían desayunado, o si quería ir a ver la biblioteca; la idea de esa cantidad de libros y pergaminos de antaño le resultaba tan emocionante que se olvidó de su hambre y decidió ir a la biblioteca.

Takanobu le invitó a avanzar a su lado, querían tomarse de las manos, pero si alguien los veía así seria problemático; la biblioteca subterránea era un lugar relativamente seguro para quedarse a solas, solo Takehito la visitaba muy de vez en cuando, el resto de empleados y miembros del consejo no se acercaban a ese lugar, los primeros por no estar permitido, los segundos porque no querían enterarse de nada relacionado al conocimiento oculto. Kenji caminó junto a su novio hasta el piso inferior, todo estaba en silencio, eran los únicos que hacían eco en las paredes con sus pasos lentos y cautelosos.

Aone se adelantó para abrir la puerta con su llave, Futakuchi se metió después de él, pero corrió con entusiasmo al ver las estanterías y pergaminos, tomando uno al azar para ojear de que trataban; un viejo pergamino hablaba de algo que Kenji no había leído ni siquiera en los libros que le compraba a Koganegawa, traídos del reino humano y el de los ángeles. Ese pergamino contaba la historia de un héroe sin apellido llamado Ryo, se le describía como un cambión que luchó en la desconocida guerra de los híbridos, que dio su vida para salvar a los últimos cambión libres del cautiverio para que cruzasen a un lugar sagrado llamado "la ciudad de la luz".

Futakuchi no entendía del todo que era un cambión, pero si sabía que la ciudad de la luz era una leyenda de los ángeles, sobre una isla de luz donde la vida podía ser eterna y no existía ningún tipo de dolor, de la cual solo se podía entrar, mas no salir con vida. Lo poco que había leído le intrigó a tal punto que comenzó a hurgar más libros milenarios para saber más de aquel conflicto que no estaba en los libros convencionales de historia, el solo nombre de "la guerra de los híbridos" le hacía sentir curiosidad.

Sin quererlo estaba ignorando a Takanobu mientras leía, este suspiró un poco decepcionado de que su amante tuviera su concentración en todo ese texto en vez de usar sus energías para besarlo, pero para aprovechar el tiempo le preguntó a Kenji si quería que fuera a la cocina para traerle algo de comida. Futakuchi asintió sin despegar los ojos de un libro tan viejo y frágil que debía tomar con extremo cuidado, Aone dio la vuelta no sin antes advertirle que debía esconderse para que nadie que entrara por la puerta le viera allí; Kenji obedeció, moviéndose para quedarse detrás de una estantería, pero sin despegarse de las páginas de un manojo de libros roñosos que había tomado.

Durante algunos minutos Futakuchi leyó la introducción de uno de esos libros, que hacía un vistazo general a la guerra de los híbridos, mencionando 6 nombres de los principales pueblos enfrentados, 4 eran conocidos por Kenji, 2 no le sonaban de ninguna parte. El bando de los purasangre estaba conformado por ángeles, humanos y demonios, el de los híbridos por nefilims, cambión y mu'ares; en la lectura se mencionaba que la facción ganadora fue la de los purasangre, gracias a la traición de uno de los pueblos que integraban el bando de los híbridos.

Una página fue arrancada en la parte que correspondía a la explicación sobre esa traición, Futakuchi ojeó el resto de páginas para confirmar su sospecha de que más de alguna había desaparecido, lo cual le hacía conjeturar acerca de la razón por la que esa historia quería ser olvidada. De todas formas siguió leyendo aun sin esas partes del texto, era su fascinación enterarse de cosas prohibidas como esa, por eso su inmersión en la lectura fue tan grande que bloqueó cualquier sonido a su alrededor, incluyendo unos pasos que resonaban cerca de su ubicación.

De pronto alguien le tomó bruscamente el brazo y le hizo levantarse de su lugar, Kenji vio con el corazón acelerado como Sasaya le miraba con desprecio e ira; Futakuchi vio en dirección a la puerta, seguía cerrada, por lo que no se explicaba como Takehito había ingresado allí sin pasar por la entrada principal. Sasaya abofeteó con fuerza a Kenji, quien le veía con miedo y un gran dolor en la mejilla mientras el miembro del consejo le quitaba el libro de las manos.

-¿Cuánto leíste de esto? - le preguntó Takehito, la voz de Futakuchi no pudo salir a pesar de que quería contestar a su pregunta con una mentira - ¡Responde!

-Solo el inicio - dijo Kenji, entonces Sasaya metió su mano debajo de las telas que Futakuchi usaba en su cabeza, agarrándole los cabellos dolorosamente.

-Estás muerto… - murmuró Takehito sacando su cimitarra de la funda, Kenji se retorció desesperadamente al ver el filo acercarse a su cuello.

-¡Aone me dijo que podía entrar! - se excusó retorciéndose con terror, Sasaya hizo una expresión de furia al oírle.

-Aone todavía no es nadie aquí y ya se da esas atribuciones, tendrá que vivir con su error a partir de ahora - dijo indolente sin bajar el arma, Futakuchi comenzó a temblar y a moverse sin parar buscando zafarse.

-¡Por favor déjame! - suplicó Kenji, sus movimientos lograron que todo lo que llevaba en la cabeza cayera al piso, Takehito entonces le soltó para echar un vistazo a los mechones más largos de su cabello, tomando algunos con menor violencia mientras los analizaba.

-Tu cabello… - murmuró, entonces bajó la mirada para ver el cuello semi descubierto de Futakuchi, quien inmediatamente lo cubrió para evitar que se fijara en las viejas mordidas de Takanobu.

-Creció cuando estuve viajando en el desierto - se excusó Kenji, pero Sasaya seguía viéndole con disgusto.

-Eres un desviado, te llevaré a juicio ante el patriarca - pronunció Takehito, Futakuchi sintió un cumulo de rabia y frustración.

-Solamente no lo he cortado, no significa nada - le increpó antes de recibir otra dolorosa bofetada que le hizo girar el rostro.

-Te metiste a este lugar sin permiso y además de eso usas este tipo de cortes afeminados, los demás se encargarán de juzgarte como lo mereces - dijo Sasaya guardando su cimitarra y tomando otra vez los cabellos de Kenji, arrastrándole rumbo a la salida mientras se resistía tratando de apartar la mano del miembro del consejo.

-¡Suéltame! - le gritó con furia, Takehito jaló con más fuerza su cabello agitándole el cráneo sin compadecerse de su dolor.

-¿Quieres morir aquí? - le amenazó, Futakuchi lloró sintiendo ardor en su cuero cabelludo, lo cual solo enfureció más a Sasaya - ¡No llores! ¡Se hombre de una vez!

-¡Déjame ir! - gritó Kenji y la tierra tembló, quizás alguien en la superficie se había transformado causando ese tipo de sismos, pero eso a Takehito no le interesaba, estaba colérico por la insolencia y descaro de Futakuchi, tanto que sacó una fusta que llevaba en uno de sus bolsillos para golpear su cuerpo.

-¡A mí no me hablas así! - exclamó Sasaya golpeando sin parar a Kenji con la fusta, hasta que le vio sin energías, llorando con desamparo como una mujer - eres una vergüenza.

-Déjame… - le pidió derramando lágrimas y tocando su cabeza, le dolía demasiado porque Takehito no soltaba sus hebras.

-Desde que naciste solo has sabido deshonrar a toda tu gente, a tu pueblo, a Aone, incluso a tu propio padre - le reprendió, Futakuchi lo miró llorando con rabia.

-No hables de él - pronunció Kenji con enfado y desdicha.

-Ni siquiera puedes mostrarle respeto a la memoria de tu padre, ya estoy cansado de ti - dijo Sasaya soltando el pelo de Futakuchi para clavarle las uñas en la quijada.

-No le he faltado el respeto a su memoria - se defendió antes de recibir un puñetazo en el estómago que le hizo caer de rodillas.

-Levántate - le ordenó Takehito, Kenji tocaba su abdomen aguantando el dolor, entonces Sasaya volvió a levantarle tirando su cabello, Futakuchi lo vio a los ojos tratando de no mostrarle más fragilidad por orgullo; el miembro del consejo le soltó para analizar bien sus facciones - tu cara…

-¿Qué?

-Me recuerdas a alguien - murmuró Takehito antes de voltearse para abrir un cofre con su propia llave, sacando de ella una página por la que se traslucía una ilustración femenina gracias a la luz - debe ser solo coincidencia - susurró Sasaya, tardó mucho en percatarse de que Kenji empezaba a huir lentamente hacia la puerta - ¡Vuelve aquí!

-¡Ya déjame en paz! - gritó Futakuchi corriendo a la salida, Takehito le alcanzó tomando su muñeca, Kenji se resistía tanto que tuvo que sujetarle los dos brazos - ¡Suéltame!

-¡Se acabó! - exclamó Sasaya antes de desenfundar nuevamente su cimitarra - ¡Te mataré!

-Déjalo… - susurró Aone con una voz gutural desde la puerta, tenía una mano cerca de la vaina de su propia arma, listo para sacarla y enfrentarse a quizás el miembro más importante del consejo de Uruk después de Kamasaki.

-Aone… - dijo Futakuchi en voz baja, Takanobu desenfundó su cimitarra y caminó hacia Takehito de forma amenazante.

-¿Quién te crees para dejar que este desviado se meta en esta habitación? - lo increpó Sasaya sin miedo, a pesar de que Aone se veía aterrador en esos momentos.

-Soy el sucesor del jefe Kamasaki - dijo el alfa acercando furibundo el filo de su arma, Takehito tiró hacia un lado a Kenji y tomó una posición defensiva con su cimitarra.

-No por eso tienes derecho a meter a quien quieras a un lugar como este, lo que hiciste te puede costar tu estatus, o incluso tu vida - lo regañó Sasaya, Takanobu dejó de acercarse con su actitud desafiante para pensar en una respuesta.

-Lo invité porque Kenji será parte de mis consejeros a futuro - respondió Aone, Takehito estaba desconcertado.

-No te permitirán hacer algo así.

-Seré yo quien lo decida - pronunció Takanobu, Sasaya miró de reojo a Futakuchi, que había enmudecido por esa escena tan riesgosa.

-Uno de los mensajeros me dijo que querías hablar conmigo, aquí me tienes - dijo Takehito, Aone observó a su pareja, que seguía estando peligrosamente cerca de ese tipo.

-Quería hablarle en privado, pero deje ir a Kenji primero - Takanobu pareció hablar en tono de orden, Futakuchi suspiró en voz baja al verlo tan seguro de su propia importancia.

-Ya lo oíste, fuera de aquí - le espetó Sasaya a Kenji, que ordenó sus ropas y pañuelos para irse y dejarlos a solas; en cuanto Futakuchi salió corriendo y cerró la puerta, Aone y Takehito guardaron por completo sus sables para charlar.

-No vuelva a amenazar a Kenji así - pronunció Takanobu con firmeza, Sasaya entrecerró los ojos fastidiado.

-Si el patriarca se entera de que estuvo aquí, reconsideraría el haberte nombrado su heredero - dijo Takehito, el alfa seguía mostrándose estoico.

-Le diré que decidí que Kenji sea mi consejero, será lo mismo que es usted para el jefe Kamasaki - le respondió, Sasaya rió cínicamente mirando fijo a Aone.

-Lo dudo.

-Usted y los demás tendrán que acostumbrarse a esa idea - pronunció Takanobu seriamente, pero Takehito continuó mirándolo a los ojos.

-Te acostaste con ese muchacho - afirmó Sasaya; Aone abrió los ojos de par en par, entrando en pánico por causa de esa frase; quiso abrir la boca para responder, pero Takehito no lo dejó hablar - no tienes que fingir, vi las marcas en su cuello, son tus marcas.

-No sé de qué habla - dijo Takanobu, pero Sasaya se acercó serio e imponente, haciéndolo retroceder.

-Tu y yo tenemos un trato - le dijo sacando la piedra blanca de su bolsillo - si tu incumples ese trato, esta piedra se romperá, y yo sabré que no te atreviste a cumplir tu palabra.

-La cumpliré, se lo juro - pronunció Aone atemorizado.

-Hmm, de todos modos, podemos agregar un incentivo para que no dudes - Takehito sonrió mirando el nervioso rostro del alfa - si tu no cumples, al volver a Uruk, puede que te permita seguir tu camino como el sucesor del patriarca, pero, Futakuchi...

-¡No! - exclamó Takanobu tomando violentamente al miembro del consejo de su ropa, mas él seguía sonriendo.

-Si vuelves a Uruk sin haber cumplido tu promesa, lo primero que haremos será ejecutar a Futakuchi, por más que te niegues, tendrás que vivir con esa consecuencia - decía Sasaya, Aone respiraba agitado enseñando los dientes.

-No necesitas amenazarme para que cumpla lo prometido, déjalo fuera de esto - contestó Takanobu soltando a Takehito.

-De todos modos, siempre es mejor asegurarse de que todo saldrá bien - dijo Sasaya, el alfa miró sus pies, muy frustrado por toda esa situación - no seas egoísta, todos hemos tenido que perder a un conocido desviado, los jeques incluso se han visto obligados a asesinar a sus propios familiares, dudo que tomen en cuenta tu opinión si algún día le cortan la cabeza.

-No dejaré que eso pase…

-Entonces ¿Cuándo partirás?

-Esa es la razón por la que quería hablarle, Kenji y yo decidimos irnos a buscar la cueva lo más pronto posible…

-Me parece muy bien, si el patriarca pregunta, dile que te di un mapa de los yinns ocultos en el desierto, si le dices eso asumirá que irás en busca de ese tipo de refuerzos para que se enfrenten a las langostas, y te dejará ir - le sugirió Takehito, Aone asintió cabizbajo - ve a hablar con él.

-Como ordene…

-Mucha suerte en tu viaje, Aone.

Futakuchi caminaba con cautela por los pasillos, si Sasaya había reaccionado de esa forma al verle ahí, otros también serían agresivos cuando le descubrieran; por suerte parecía que era demasiado temprano para los holgazanes del consejo, así que aprovechó para echar un vistazo a las habitaciones abiertas. Algunas se trataban de cuartos privados donde algunos integrantes del consejo dormían junto a otras mujeres desnudas, había más de dos personas en cada cuarto, por lo que Kenji asumió con repulsión que esos tipos acostumbraban hacer orgias con esclavas sexuales.

Realmente odiaba casi todas las costumbres retrogradas de los hombres de Uruk, rogaba que Takehito no impusiera sus ideas por sobre las de Aone, y que lo dejara gobernar; en un principio no le agradaba la idea de que su novio fuese el futuro patriarca, pero luego de pensarlo, tenía la esperanza de que Takanobu cambiara las normas para que personas como él y Futakuchi fueran libres. Llegó después de unos minutos a un gran salón aromatizado con inciensos, donde al final del pasillo había una escalera con cascadas artificiales por los costados, que llegaba hasta un espacio plano donde había muchas almohadas y alfombras, en las que Kamasaki se sentaba cual emperador con sus consejeros de mayor confianza.

Kenji caminó suavemente por la sala para no hacer mucho ruido, deteniéndose frente a la escalera y posando su mano sobre una enorme maceta con una planta verde, que adornaba los barandales de barro pulido; levantó la mirada para fijarse en los asientos del patriarca y los suyos, imaginando la posibilidad de sentarse allí y hacer que se cumpliera su voluntad. Escuchó de repente unos pasos entrando hacia el salón, y cerró los ojos resignándose a recibir una nueva paliza de alguien más; la persona en cuestión guardaba silencio, acercándose sin aparentes intensiones de intimidarle, hasta que quedó a tan solo un metro Futakuchi.

-¿En qué piensas cuando ves mi lugar? - preguntó Kamasaki, Kenji no lo miró, en cambio siguió con la vista fija en la cima.

-¿Qué se siente gobernar? - dijo Futakuchi ignorando su pregunta, el jeque hizo una mueca de interés y se acercó un poco más a su espalda.

-Es muy duro, hay que ser muy responsable con el pueblo, sin importar que tengas que negar algo de ti mismo - le respondió colocando sus manos sobre los hombros de Kenji, quien las observo con desconfianza - ¿Te da curiosidad? ¿Acaso te gustaría ser el patriarca?

-Dudo que llegue a serlo, ese rol es para Aone - pronunció Futakuchi dando un paso adelante para que el jeque dejara de tocarle los hombros.

-Es cierto, es el único lo suficientemente obediente y responsable para tener ese orgullo, a diferencia de ti, que siempre has sido un insolente sin talento - decía Kamasaki, tomando los brazos de Kenji para darle un suave masaje - pero hay otras maneras en las que puedes estar sentado allá arriba.

-No estoy interesado - contestó Futakuchi fingiendo no desear tomar el control de ese reino, el patriarca rió en voz baja y tomó su brazo para girar bruscamente a Kenji y mirarle a la cara.

-Lo veo en tus ojos, tienes la absurda ambición de sentarte en mi lugar, pero sabes que no tienes lo necesario - le dijo tomándole la quijada, apretando sus mejillas con sus fuertes dedos de alfa.

-Déjeme - le pidió Futakuchi frunciendo las cejas, en el fondo deseaba decirle que era un viejo asqueroso, pero tal vez eso sería entregarle una razón para que le diera un castigo físico; Kamasaki entonces tomó las telas de la cabeza de Kenji para tirarlas al piso, tocándole su lacia melena femenina.

-Lo sabía… - murmuró el jefe abrazando la cintura de Futakuchi, que abrió los ojos con desconcierto y asco.

-¿Qué está haciendo? - preguntó Kenji, el patriarca tomó su quijada y le mantuvo inmóvil para besarle los labios, Futakuchi se resistió, por lo cual Kamasaki le sujetó la nuca para que no se moviera durante el beso; fue un interminable minuto en el que el jeque agarró los glúteos de Kenji, obligándole a besarlo mientras manoseaba su cuerpo joven que siempre admiraba cuando le daba azotes como castigo.

-Tu secreto está a salvo conmigo, claro, solo si cooperas - le susurró el patriarca, Futakuchi temblaba de rabia y miedo, hasta que tuvo una ocurrencia que le hizo reír con algo de malicia.

-Así que… nuestro patriarca es un desviado, no sería bueno que el pueblo se enterara de eso, quizá lo mejor sea que ambos olvidemos lo que pasó aquí - dijo apartando las manos de Kamasaki, pretendía irse de allí con esa pequeña amenaza, pero súbitamente el patriarca le jaló los cabellos hacia atrás. Kenji se retorció mientras el jeque le llevaba escaleras arriba, empujándole con brutalidad contra el piso y las almohadas.

-Pagarás por esta amenaza, basura insolente - gruñó Kamasaki arrodillándose sobre Futakuchi para tomar sus capas de ropa, usando la fuerza bruta para desnudarle el torso.

-¡Suélteme! - exclamó Kenji mientras el patriarca dejaba todo su pecho al aire - ¡Aléjese! - Futakuchi se movió con desesperación cuando el jeque recorrió su pecho, tocándole sin pudor los pezones, y subiendo la mano hacia las marcas de su cuello.

-Esas marcas… - susurró Kamasaki, a Kenji se le heló la sangre - Aone…

-¡No! ¡Él no tiene nada que ver! - dijo Futakuchi con los ojos empapados en lágrimas, el jefe sonrió con maldad y perversión - ¡Lo juro, estas marcas fueron hechas por otra persona!

-Como tú digas, siempre fue obvio que Aone y tu tenían algo, ahora sé que tan lejos han llegado - murmuró el patriarca sosteniendo la mandíbula de Kenji con una mano mientras usaba la otra para tocarle los pechos - no ganarías nada delatándome, si abres la boca o no colaboras, no solo tu pagarás, Aone también lo hará.

-¿Qué? Pero… Aone es tu heredero, es como tu hijo... entonces ¿Por qué?... - se preguntaba Futakuchi con confusión, el jeque le hizo callar dándole un beso de lengua que le causó nauseas.

-Cuando tienes una responsabilidad como la mía, hay que hacer muchos sacrificios, incluso si Aone tiene que morir por tu culpa, tendré que hacerlo aunque duela, por mi honor - le susurró al oído, Kenji lloró sintiendo un profundo temor.

-No… mátame a mí, no a él… - le suplicó Futakuchi con el rostro empapado, Kamasaki sonrió con una fingida piedad.

-Puedes evitar ese destino, si te entregas a mi… - pronunció el patriarca antes de llevar su boca a los pezones de Kenji para chuparlos sonoramente - después de todo, la única manera de que te sientes en este sitio, será sentándote en mi polla antes.

Aone registraba cada habitación abierta para encontrar a su amante, empezaba a sentirse inquieto por no saber dónde se había metido, después de lo ocurrido con Sasaya, dimensionaba que tan peligroso sería dejar a Futakuchi a solas con alguien del consejo, le hacía estar demasiado preocupado. Por su parte el patriarca volvió a tomar el cabello de Kenji para obligarle a seguirlo detrás de un pilar de la parte trasera de ese salón, allí seguramente no serían vistos y podría hacer lo que quisiera con su hermoso cuerpo.

Takanobu tenía un mal presentimiento, así que comenzó a llamar a gritos a su pareja mientras le buscaba por los pasillos; Futakuchi lloraba con los ojos cerrados sujetándose al pilar, el jeque se divertía subiendo su ropa para dejarle la retaguardia al descubierto al igual que sus hombros y pecho. Kamasaki se masturbó para estar listo, no era tan joven como para que su pene hiciera lo que quisiera cuando se le antojara, por lo que aprovechó ese tiempo para usar sus dedos.

-Así que mi muchacho ha disfrutado esto antes de mi… me siento orgulloso - murmuró el patriarca, Kenji cubría su boca con las dos manos atrapando sus sollozos y quejidos, tenía las piernas temblorosas y los ojos brillantes por las lagrimas.

-No tienes vergüenza… amenazaste con matar a Aone, y aun así lo llamas "tu muchacho"... - dijo Futakuchi con aflicción, el jeque no se molestó en detenerse para contestarle.

-Cuando Aone sea el líder, también tendrá que elegir su deber por sobre el amor ¿O acaso no quieres que sea líder? ¿Renunciarías a que Aone cambie las cosas para personas como tú solo porque no puedes guardar nuestro secreto? - susurraba Kamasaki cerca de su oído, Kenji miró al cielo con impotencia.

-¿Por qué no las cambiaste tú? - le preguntó temblando, el patriarca le agarró los glúteos amasándolos y rozándose sobre ellos.

-Hacer estas cosas no me hace un desviado - respondió con cinismo, Futakuchi recordó con odio un par de ocasiones en las que el patriarca decapitó a unos desviados en la plaza pública.

-Me das asco… - gruñó Kenji con sumo desprecio, el jeque tomo sus cabellos y le estampó la mejilla contra el pilar.

-Toma esto como disciplina - murmuró tomando su polla que ya estaba erecta.

-No… - susurró con angustia cuando Kamasaki se acercó más a sus muslos.

-¡¿Kenji?! - le llamó Takanobu desde la entrada, tanto su amante como el patriarca abrieron los ojos con nerviosismo - ¡¿Kenji dónde estás?! - gritó Aone, el jeque tapó bruscamente la boca de Futakuchi y le tomó de un hombro, guiándole más atrás del salón y los pilares.

-Si dices algo de esto, ya sabes que ocurrirá - le advirtió el patriarca empujando la pared para revelar uno de los tantos pasadizos de la sede del consejo - ahora vete, no quiero que te vea.

-¡¿Kenji?! - volvió a gritar Takanobu metiéndose al salón, el jefe empujó a Futakuchi hacia el pasadizo y cerró la puerta secreta para luego arreglarse y ocultar su pene; Kenji se quedó mirando la pared en ese oscuro pasillo oculto, agachando la cabeza para llorar y sollozar sin control por todo el temor que había pasado, y que aún tenia al recordar las amenazas del patriarca.

-¿Aone? - dijo Kamasaki apareciendo para recibir a su sucesor - ¿Qué te trae por aquí?

-Busco a Kenji, vinimos juntos para hablar con usted - respondió Takanobu, tenía una mirada de preocupación por no encontrar a su amante despues de llevar minutos de busqueda.

-¿Ah sí? Bueno, podríamos hablar solamente tú y yo si él no aparece - sugirió Kamasaki, Aone pensó que quizá lo mejor sería ir al grano y largarse con Futakuchi de ese lugar.

-Patriarca, Kenji y yo queremos viajar para ir en búsqueda de botellas de yinns - dijo el alfa más joven, el jeque le miró con extrañeza.

-¿Cómo dices?

-Creemos que sería bueno tener más yinns en la ciudad para que nos defiendan de las langostas - respondió Aone, Kamasaki no se veía tan convencido.

-Cualquiera podría ir en tu lugar, no es necesario que tú y ese insolente se vayan al desierto - comentó el jefe, Takanobu no sabía que agregar para convencerlo, hasta que Sasaya apareció a sus espaldas para meterse en su conversación.

-Le entregué a Aone un mapa de los yinns más difíciles de encontrar, las ruinas en las que se encuentran están llenas de trampas, en algunas también hay nidos de afrits así que no cualquier soldado puede con eso - le explicó Takehito, el jeque seguía dudando.

-Aone es mi heredero, con mayor razón debe evitar exponerse a esos peligros.

-Sí, es tu heredero, pero a la vez es el mejor guerrero del pueblo, enviar a otros en su lugar sería perder tiempo y refuerzos, solo él sería capaz de salir con vida de eso - insistió Sasaya, Kamasaki dudó mirando hacia abajo, Takehito era su mejor consejero, no lo admitían frente a otros, pero casi todas las decisiones pasaban por el filtro de su juicio - de todos modos ya está decidido, no le puedo confiar una misión así a cualquiera.

-Es un buen punto… Pero Aone, si ves que hay algo a lo que no te puedes enfrentar, o hay acertijos que no puedes resolver, no dudes en dar la vuelta, no es necesario que vayas a todos esos sitios a exponerte.

-Haré todo lo que esté en mí poder, patriarca - le respondió Takanobu, Sasaya se cruzó de brazos esperando a que el jeque le diera la razón.

-Está bien, puedes ir, pero cuídate de los peligros, y sobre todo de la lengua venenosa de tu amigo, quien sabe que atrocidades pueda decirte para hacerte dudar de tus tareas.

-Le aseguro que no dejaré que nada me haga dudar, jefe Kamasaki - dijo Aone mirando momentáneamente por el rabillo del ojo a un sonriente Takehito.

Al salir del salón Takanobu siguió buscando a su amante por toda la edificación, llamándole con mayor discreción para no despertar sospechas. Kenji caminaba por el pasadizo oscuro, abrazándose mientras se movía temblorosamente, no sólo por la experiencia que había vivido, sino porque sitios tan estrechos y oscuros como ese gatillaban un trauma de su pasado.

Aone sentía inquietud por no encontrar a su pareja, si alguien más del consejo le encontraba antes que él, seguro que le darían una brutal golpiza, como casi todos los que conocía de cerca; esa parecía ser la norma, Futakuchi siempre recibió castigos corporales por parte del capitán del ejército, el patriarca, de sus compañeros de la milicia, incluso de su propio padre. El alfa recordaba afligido cada vez que tuvo que detener a otros soldados, el cómo debía quedarse quieto con los ojos cerrados cuando Kenji recibía azotes de un superior, y también se acordaba vívidamente de un episodio de su niñez.

Futakuchi lo había invitado a su casa y la de su padre, abriendo un armario para sacar un vestido de su difunta madre para enseñarle a Takanobu como se veía puesto; entonces el progenitor de Kenji entró en la habitación y tomó a su pequeño hijo de un brazo para pegarle con un palo justo delante de Aone. El recordaba que le aterraba ese señor, pero ese día su rabia superó a su miedo, y se levantó para empezar a repartir golpes por la espalda del padre de Futakuchi, gritándole que le dejara en paz, el resultado de eso fue que ese adulto lo tomara de la camiseta arrastrándolo a la salida y cerrando la puerta frente a su cara, mientras él la golpeaba para que lo dejara entrar otra vez, porque seguía escuchando gritos de dolor por parte de su amigo.

Kenji seguía en ese confuso pasillo oscuro, avanzando con los parpados cerrados y tomando aire para controlar su angustia; entonces al volver a abrir los ojos se fijó en una pared giratoria muy similar a la que el jeque usó para esconderle de la vista de Aone. Kenji se arregló la ropa en la medida de lo posible y usó una de sus túnicas para envolverse la cabeza, luego se colocó en el lado contrario que había empujado el patriarca, para así abrir la pared y volver al interior de la sede del consejo.

Acomodó otra vez la pared en su lugar y corrió hacia la puerta, encontrándola cerrada con llave; sintió ganas de llorar y siguió girando el pomo desesperadamente, el ruido de la puerta llamó la atención de Takanobu, que fue a abrirla con su llave. Futakuchi retrocedió con nerviosismo, hasta que vio que quien apareció por la puerta fue su amado; no pudo evitar dar un salto hacia él para abrazar su cuello, Aone cerró la puerta y aprovechó esa habitación solitaria para darle un beso apasionado, recorriéndole la espalda con sus fuertes manos.

Kenji tocó las mejillas de su novio y rozó su nariz sobre la de Takanobu, en un gesto tan dulce que nadie además de Aone se lo esperaría; luego le susurró que ya tenían que irse, el alfa apenas caía en cuenta de que su amante estaba en una habitación cerrada con llave. Le preguntó cómo se había metido allí, Futakuchi miró hacia abajo para pensar, y le dijo que sin querer había encontrado ese pasadizo y que se metió a investigar, Aone le creyó ya que casi todas las habitaciones tenían una salida secreta, él mismo se entretenía encontrándolas cuando lo invitaban allí.

Salieron caminando juntos hacia el enorme recibidor de la sede del consejo, Kenji aceleraba el paso por sus ansias de salir de ese horrible lugar, Takanobu trataba de llevar su ritmo, pero fueron detenidos por Sasaya y Kamasaki, que estaban cerca de la salida esperándoles junto a algunos empleados. Futakuchi se ocultó ligeramente detrás de su hombre, mirando con temor al patriarca, quien le vigilaba serio y amenazador; Takehito les dijo que el consejo aportaría provisiones y un camello para Aone, en ese momento los empleados les entregaron canastas cuadradas de mimbre y cantaros portátiles hechos de cuero, donde había alimentos frescos y secos, algunas sogas, armas e instrumentos para ubicarse en el camino.

El alfa les agradeció cordialmente sus regalos, observando fijo y receloso a Sasaya, que seriamente parecía decirle con los ojos que si no concretaba su acuerdo, tendría que atenerse a las consecuencias; la pareja se retiró del lugar apresurados, ya que no se sentían nada cómodos después de esas charlas tan desagradables. Kenji guió a Baltazar escaleras abajo, una vez allí subió a su lomo esperando mientras los empleados ataban las provisiones de Takanobu a su camello, cuando todo estuvo listo, Aone montó al animal y avanzó rumbo a su hogar para hacer las maletas.

Futakuchi se quedó afuera para cuidar las cosas mientras Takanobu entraba en su casa, no sin antes escuchar atentamente a Kenji repetirle que tipo de vestimentas debía llevar, y que no se olvidara de su dinero y más provisiones; su amante lo esperó pacientemente viendo el sol de la mañana, a pesar de ese momento tan horrible que había vivido con el patriarca, tenía la esperanza de que a partir de ese día su vida mejoraría. Aone llegó cargando una gran cesta en la que guardó toda la comida que tenía en casa, y una maleta donde traía su ropa y dinero, además cargaba una funda de cuero donde guardaba todas sus espadas personales; luego de atar bien sus cosas volvió a subirse encima de su camello, esperando emprender el viaje ese mismo día.

Pero Futakuchi consideró que irse justo en ese momento les traería contratiempos, Takanobu todavía no estaba vestido para andar por el desierto, y ambos necesitaban un baño y despedirse de las personas que conocían, por lo que sugirió que fueran a la posada de unos conocidos de Kenji antes de irse. Aone no discutió esa idea, así que siguió a su pareja hasta su barrio de la ciudad, llegando a una posada donde también se servían almuerzos; Futakuchi abrió una de sus bolsas para tomar un cambio de ropa, y saludó al vigilante de ese lugar, un hombre de gran bigote negro y mirada seria, que hablaba tan poco como Takanobu, pero que parecía de tanta confianza para Kenji que le dejó sin dudar el cuidado de los dos camellos.

Entraron a la posada que era un tanto oscura por dentro, allí atendía un anciano enorme y gordo junto a su mujer, que cocinaba y repartía algunas bandejas con ayuda de su marido, ambos se detuvieron y fueron hacia Futakuchi para saludarle cariñosamente con un abrazo, el anciano también palpó con fuerza la espalda de Aone a modo de saludo. Dentro de ese local había alguien sentado en la barra del bar con un vaso de barro lleno de licor de anís, el tipo en cuestión tenía el cabello rubio con tres mechones negros levantados por delante; Kenji tocó la espalda de ese hombre y le saludó, era el tan famoso Koganegawa Kanji, que le vendía cosas del mercado negro a los nefilim de Uruk.

Futakuchi le preguntó a la esposa del dependiente si podían tomar un baño y comer algo, ella respondió que no tenía que preguntárselo porque su casa era la suya también; entonces Kenji se apresuró para meterse por la puerta trasera de esa habitación, como si quisiera con urgencia limpiar todo su cuerpo. Takanobu tragó saliva y se sentó junto a Koganegawa, no estaba acostumbrado a conversar demasiado con las personas, pero el par de ancianos y el mercader no dejaban de preguntarle cosas para conocerlo mejor.

Futakuchi corrió al cuarto de baño con una jarra de agua y una esponja, una vez allí se desnudó completamente y se arrodilló para deslizar la esponja por su pecho, restregando sus pezones mientras recordaba con asco como Kamasaki había puesto su boca en ellos; continuó limpiando todo su cuerpo usando la cantidad necesaria de agua, eliminando cualquier rastro de la sucia saliva del jeque. Había un espejo en el baño, en el confirmó su miedo de que sus pechos tuvieran marcas rojas, si Aone las veía esa noche seguramente le haría preguntas al respecto; era un gran problema porque temía que al enterarse de la verdad su novio desafiara al patriarca, poniéndose a él mismo y a Kenji en riesgo.

Ya inventaria una excusa para que Takanobu no le desnudara por completo, seguramente no le cuestionaría si le pedía que no le quitara el brasier; al terminar de bañarse y secar su cuerpo se arrodilló frente al espejo y tomó un aceite corporal de azahar para suavizar su piel y perfumarla. Mirándose de cerca si opinaba que tenía una gran belleza, pero le hacían falta muchas cosas aún, como unos pechos más grandes, un cabello más largo, mayor delicadeza en sus rasgos.

Prefirió dejar de observar cada detalle para vestirse con su cambio de ropa y salir hacia la taberna donde estaban su novio y sus amigos; el anciano y su esposa le contaban a Aone como se habían hecho más cercanos a Futakuchi, le dijeron que cuando su padre murió en su niñez, Kenji deambulaba por Uruk buscando un trabajo para mantenerse, y que allí le rechazaron en un principio. Pero cuando se enteraron de su situación, decidieron darle un trabajo temporal y comida gratis, porque se compadecían de que no tuviese a nadie a tan corta edad; Koganegawa agregó que años atrás él conoció a Futakuchi vendiéndole algunas joyas y libros de otros reinos; a la pareja de ancianos no pareció sorprenderles eso.

Kenji llegó secándose el cabello, el largo tampoco llamó la atención de los dependientes ni del mercader, Takanobu asumió que todos ellos ya sabían como era realmente su amante. Futakuchi le dijo a Aone que fuese a tomar un baño también, su novio le respondió que se bañaría después de comer, Kenji le murmuró que no quería que apestara, aunque reconoció que también tenía mucha hambre.

La pareja se instaló en una mesa seguidos por Kanji y su botella y vaso de alcohol, los ancianos les dijeron que la comida corría por cuenta de ellos, Koganegawa se entusiasmó, pero la esposa del dependiente le explicó que solo se referían a Futakuchi y su "novio". Takanobu agitó la cabeza sorprendido de que también estuviesen enterados de su relación con Kenji, y que les diera igual; su amante le tomó la mano y le susurró que se relajara, Aone respiró con alivio, era como si todo estuviese permitido en ese sitio.

El mercader decidió no pedir nada de comer, Futakuchi rió en voz baja y ordenó dos platos de cordero asado, pan sin levadura, croquetas de garbanzos, y un gran plato de cous cous con verduras, con ello tendrían suficiente para darle un poco a Kanji para que no se sintiese mal. Aone le preguntó por lo bajo a Koganegawa si él también estaba enterado de algunas cosas que Kenji hacía y decía, el mercader sonrió enérgicamente y le aseguró que sabía casi todo de Futakuchi, ya que le consideraba una amiga muy importante en Uruk.

Takanobu no daba crédito a toda la seguridad que sentían él y Kenji en ese sitio, su pareja permaneció todo el tiempo con su cabello al aire para dejarlo secarse, y parecía que sus conocidos estaban enterados de todo, incluyendo su identidad y vida privada con él. Al llegar la comida Futakuchi apartó unas chuletas de cordero y unas croquetas para Kanji, su amigo dio un aplauso de alegría y comenzó a comer junto a ellos; la pareja se observaba mutuamente, sonriendo por el cómodo ambiente.

Koganegawa en un momento de la charla le dijo a Aone que no estuviese tan sorprendido por el hecho de que en ese lugar fueran tan abiertos de mente, le explicó que el anciano fue un mensajero en su juventud, y que por eso llegaba a Ozgurluk, la ciudad fronteriza con el reino humano ubicada en el norte, de donde era oriundo Kanji. Desde esa ciudad era más sencillo comunicarse con el exterior, por lo que su gente se enteraba de algunas cosas que la gente de Uruk desconocía, por eso él y el dependiente aceptaban temas que eran comunes en otros reinos, pero que no lo eran entre nefilims.

Posteriormente el mercader le comentó a Kenji que en su último viaje consiguió cera de resina, Futakuchi celebró y le pidió que le entregara bastante para su viaje, Takanobu no sabía muy bien para que quería eso, pero no le cuestionó. Los dependientes se acercaron para sentarse en la mesa de al lado, preguntándole a Kenji a donde iría esta vez; la respuesta fue que irían al sur del desierto para encontrar tesoros, sus amigos se veían muy felices e interesados por los viajes de Futakuchi.

Koganegawa aprovechó para mencionar que él regresaría a Ozgurluk para reponer existencias de su mercadería oficial y no oficial, diciendo también que los desviados de Uruk le pedían muchas cosas de entretenimiento o libros. Aone preguntó ingenuamente si había más desviados en la ciudad, Kanji le respondió que había muchos desviados y desviadas, pero que desde la última ejecución ocurrida hacía 8 años que trataban de no llamar tanto la atención.

Luego de almorzar juntos, la pareja se levantó para despedirse de sus amigos, Kenji abrazó fuertemente al anciano y su mujer, y Takanobu le dio un apretón de manos a Koganegawa; Futakuchi también le dio un abrazo más breve al cuidador de la posada, quien no sonrió, pero si correspondió poniendo sus manos en la espalda de Kenji. Tomaron entonces a sus camellos y se dirigieron al cañón donde estaba la jaima de Futakuchi, tenían todavía algunas horas de la tarde y la noche para prepararse; Aone ayudó a su pareja a empacar la mayoría de las cosas que estaban dentro de la tienda, para que a la mañana siguiente solo tuvieran que guardar las telas de la jaima y la alfombra que usarían para cenar y dormir.

Durante el atardecer ambos estaban dentro de la tienda, de costado y mirándose dulcemente, Takanobu tocó la mejilla de su amante y deslizó su mano hasta el pecho de Kenji, como pidiéndole sutilmente que hicieran el amor; su pareja miró hacia abajo con inseguridad, Aone le preguntó si le pasaba algo, pero Futakuchi no respondió, limitándose a mirar el rostro de su novio tocándole los labios con sus dedos. Takanobu cerró los ojos y acarició las piernas de Kenji, deseando sin disimulo poder abrirlas; su pareja parecía inmersa en una gran preocupación, tal vez necesitaba más abrazos y besos antes de pasar al sexo.

Aone le rodeó con sus brazos y besó su frente y mejillas, Futakuchi suspiraba, eso era sin dudas mucho mejor que haber recibido las repugnantes y aterradoras caricias del patriarca, Takanobu era su hombre, el único que podía tocarle, el único que podía disfrutar de su cuerpo. Kenji echó la cabeza hacia atrás para dejar que su novio le besara el cuello y la quijada, una vez más estaba cerca de ver como el alfa se rendía a sus instintos.

Entonces pensó rápidamente en una excusa para que no viera los chupones en sus pechos, quitándose en silencio la falda que llevaba; Aone interpretó eso como una señal para darse la vuelta subiendo a su amante sobre sus muslos, para así agarrarle los glúteos y darles nalgadas para sentirlos temblar. Futakuchi tomó la falda entre sus manos mirando traviesamente a su hombre, Takanobu sonreía como nunca lo hacía frente a otros, no había nada más encantador que su amante portándose con esa actitud tan libidinosa.

Después de dejarlo manosearle el culo por unos minutos, Kenji llevó la falda hacia los ojos de su novio, cubriéndolos como si su prenda fuese una venda; Aone rió un poco y le preguntó por qué hacía eso, Futakuchi le respondió que quería jugar con él y que no debía ver que le haría primero. Takanobu se acomodó bien y dejó sus manos a los costados de su cuerpo, permitiendo que su pareja se posicionara entre sus piernas, sacando su polla de los pantalones anchos que estaba usando, para comenzar a besarla y lamerla con placer.

Kenji beso el glande sonriendo con picardía, con lo poco que estaba haciendo ya podía sentir en sus manos y ver con sus propios ojos el crecimiento del pene de su alfa, era impresionante observar el cambio desde una distancia tan corta. Siguió entonces metiéndoselo a la boca, lamiéndolo y moviendo la cabeza delicadamente, su lengua se deslizaba en todas direcciones, inquieta y suave, a Takanobu le volvía loco sentir algo como eso.

Se quitó un momento la venda de los ojos para mirar como su despampanante pareja le daba sexo oral, verle con los ojos entrecerrados y una expresión tan calmada y dulce, haciendo algo así de sensual, le pareció realmente hermoso; Futakuchi lo miró a los ojos, no le reprochó el haberse quitado la tela de la vista porque concentraba toda su extasiante energía en lamerle el pene. Con una mano Kenji recostó la verga de Aone para poder besarle los testículos, moviendo la nariz para rozar la base del pene a la par que reía en voz baja con lujuria.

Takanobu no resistió más y se sentó para tomar a Futakuchi y posarle las nalgas sobre su polla, Kenji se asustó un poco pensando que le quitaría el brasier para desnudarle por completo, por lo cual se apresuró para tomar la venda y amarrarla un poco mejor, pidiéndole a Aone que no hiciera trampa. Su amado sonrió y le preguntó porque quería jugar a eso, a lo que Futakuchi respondió que lo hacía porque quería llevar las riendas esa noche; después de explicarle esa mentira, tomó la nuca de Takanobu y le susurró que se dejara guiar.

Poco a poco Kenji llevó la cabeza de su novio hacia adelante, Aone a pesar de dejarse llevar por su pareja, aprovechaba de todos modos la libertad de sus manos para empezar a penetrarle y agarrarle los gluteos con firmeza. Futakuchi desamarró su brasier y lo dejó caer por su torso mientras depositaba la cabeza de Takanobu sobre sus pechos, pidiéndole con aparente tono de orden que los chupara.

Aone ya se estaba sintiendo menos consciente a causa de sus instintos que iban consumiéndolo gracias a esa serie de sensaciones excitantes, por eso al momento de darle muchos chupones a los pezones de su pareja, también les dio mordidas. Kenji ponía toda su atención en como el alfa tiraba sus tetillas con los dientes, le aliviaba mucho ver como la evidencia de cuando ese viejo asqueroso del jeque le forzó, desaparecía fácilmente con las salvajes y fascinantes mordidas de Takanobu; si tenía que guardar un secreto así para proteger a Aone, y darle una esperanza a los desviados de su pueblo, lo haría sin importar el costo.

Por la madrugada siguiente la pareja empacó la jaima y la amarraron al camello sin nombre de Takanobu, para luego montar a sus respectivos animales y emprender el viaje hacia el desierto; avanzaban con calma por el cañón mirando las enormes estructuras rocosas a su alrededor, con la luz de día esas paredes de roca se veían de tonos rojizos y anaranjados, pero el sol todavía no salía por completo, haciendo que todo el cañón tuviese un tono azulado. Aone y Futakuchi transitaban sin hablar, observando atentos cualquier señal de movimiento, como dormían lejos de Uruk, no se enteraban de si hubo ataques de langostas esa noche, aunque de todos modos no escucharon ningún tipo de sonido alarmante; además, el alfa había ordenado a su yinn que se mantuviera siempre custodiando la ciudad, sobre todo ahora que él no estaría allí para defenderla; antes de decidir hacer ese viaje solo le ordenaba enfrentarse a las langostas cuando las veía aparecer, y de vez en cuando le ordenaba inspeccionar posibles nidos, pero nunca le dejaba estar fuera de la botella por tanto tiempo.

Cuando salieron del cañón y llegaron al desierto abierto, la luz del sol comenzaba a asomarse, creando siluetas de las sombras de sus camellos en las dunas, la pareja llevaba ropas que los envolvía lo suficientemente bien para protegerlos de los rayos del sol, fabricadas con telas ligeras para que no sintieran calor durante las horas de viaje. Kenji iba por delante, conocía bien las rutas por las que tenían que ir por lo que guiaba a su novio desde su posición. No había poblados cerca, las tribus y los pueblos se instalaban cerca de oasis o por las orillas de sierras, usualmente no lo hacían en medio de cañones como Kenji por miedo a que las lluvias arrastraran sus hogares; Futakuchi no le temía a esa posibilidad, sabía cuando podría avecinarse una llovizna repentina así que armaba su jaima en cualquier sitio.

Lo único que tenían cerca como punto de referencia era una ruina muy sumergida en la arena, tardarían varias horas en llegar allí, planeaban acampar de noche en ese sitio para no desorientarse, muchos viajeros lo hacían, aunque eso a Kenji le parecía una desventaja, ya que si consideraba su actividad íntima con Takanobu, tener gente rondando cerca era bastante riesgoso. Aone quiso adelantar a su amante, Futakuchi no se lo permitió haciendo que Baltazar caminara más rápido, el alfa continuó con su intento de ir por delante de Kenji, quien le miró de reojo sonriendo, Takanobu también se veía tan feliz como su pareja, tratando de competir juguetonamente mientras avanzaban.

Ambos aceleraban el paso de sus camellos riendo y mirándose de vez en cuando, Futakuchi lo hacía seductoramente, Aone con cariño; de repente Kenji no midió la potencia de su golpe de talones contra Baltazar, que salió corriendo descontrolado en línea recta. Futakuchi intentaba calmarlo y desacelerar, pero no logró hacerlo en largos minutos, tirando las riendas del animal para que se detuviera.

Reconocía todavía el sitio, no se había perdido, mas no veía a Takanobu, y eso sí que le preocupaba porque su novio no conocía la ruta, lo cual le hizo debatirse entre quedarse en el lugar donde estaba para que Aone lograse verle a la distancia, o si debía dar la vuelta para buscarlo. Escogió quedarse en ese banco de arena con su camello, porque el desierto era lo bastante amplio como para que Takanobu le viese a la distancia, además había corrido en línea recta y no sería difícil que su novio diera con su ubicación, o eso esperaba; de pronto algo le hizo sentir inquietud, había humo rojo saliendo a los pies de Baltazar, ascendiendo hasta su cara y rodeándole.

-¿No se supone que tienes que estar en Uruk? - le preguntó Kenji al yinn de Aone, que estaba de pie a su lado, al estar Futakuchi sobre su camello ya no le parecía tan alto.

-Como dije, las langostas están repoblando, no habrá peligro por algunas noches, nada me impide disfrutar en mi tiempo libre - respondió Ken observando fijamente a Kenji con muchas ideas en mente - no se te ven bien esas ropas.

-Estamos en el desierto, no puedo usar otra cosa - dijo cortante, el yinn acercó su mano directamente al pecho de Futakuchi, que le dio un manotazo haciendo que esa mano se transformara en humo - ¿Quién te dio permiso de tocarme?

-Qué delicada, solo quería mejorar el momento, esas feas ropas solo estorban.

-Vuelve a Uruk, allí es donde deberías estar - le increpó Kenji, pero Ken sonrió con malicia y acercó sus manos de sopetón al pecho de Futakuchi para abrir las telas de su atuendo; Baltazar se movió algo asustado por ese brusco movimiento, Kenji lo tranquilizó acariciándole el cuello.

-No puedes darme ordenes, tú no eres mi amo - susurró el yinn mirando de cerca el pecho de Futakuchi, que temblaba sin ocultar su temor, ni con todo el carácter del mundo podía nivelarse con un ser como ese, que poseía magia.

-Me haré gigante si sigues así - murmuró Kenji, le pareció que también sería una buena idea para que Aone le viese, aunque implicaba un gasto de energía que le pasaría la cuenta porque no estaba en forma físicamente como Aone.

-Sí, podrías hacerlo, como yo podría aplastar a tu camello - contestó Ken posando su gran mano en los pechos de Futakuchi, respirando como un pervertido.

-No juegues con eso, deja en paz a Baltazar - pronunció Kenji con miedo, el yinn no dejaba de presionar sus pezones con dos de sus enormes dedos.

-Qué envidia me da mi amo… - susurró Ken absorto en la belleza de ese torso - pero dudo que esté a tu altura.

-¿A mi altura dices? - dijo Futakuchi dando cachetadas a las manos del yinn, que seguían siendo sólidas, pues la criatura estaba tan entusiasmada tocándole que no le importaban los golpes.

-Necesitas a alguien un poco más brillante - le explicó, Kenji entonces abrazó su pecho para impedirle seguir mirando y tocando.

-No me considero más brillante que mi novio - gruñó Futakuchi, Ken sonrió ladino.

-Pero lo eres, conozco a las de tu tipo, les gusta saber de todo hasta que no pueden parar de decir que son mejores que el resto. Me encantaba darles libros a mis chicas para que supieran acerca de su propio valor - decía el yinn estirando sus grandes labios hacia los de Kenji, que tenía un rostro serio e irritado.

-Esta palabrería de mierda no te hará quedar mejor con las chicas, no puedes decir algo como eso después de haberme tocado amenazándome.

-Es cierto, tuve muchas mujeres hermosas y listas como tú, pero las que se pasaban de listas, bueno… digamos que recurría a esto - murmuró Ken tomando los brazos de Futakuchi para abrirlos y volver a mirar por la fuerza su pecho.

-Me lo suponía, solo un asco de persona acabaría en una botella - pronunció Kenji con desprecio, el yinn levantó una ceja por su altanería.

-No tenemos que tratarnos así preciosa, tu también podrías disfrutar de esto, te aseguro que soy mejor que mi amo - trató de convencerle, pero Futakuchi no creía en sus palabras.

-Aone es el único…

-Pff, por favor, es un imbécil, no te llega ni a los talones… - le susurró al oído volviendo a poner sus manos sobre su cuerpo, Kenji se retorció.

-No me interesa compararme con Aone ni ser mejor o peor que él, ahora déjame en paz.

-No te quiero desilusionar, pero un tipo como él no va a entender a alguien como tú, está más atrasado que los de mi reino cuando aún vivía, estoy seguro de que no te ve como una mujer.

-Si lo hace, Aone me respeta a diferencia de ti.

-¿Lo hace? - cuestionó Ken, Futakuchi miró hacia otro lado dudando al recordar que antes de ser novios Takanobu por poco le fuerza al igual que el patriarca y ese yinn - los he visto aparearse, siempre tienes que lubricarte tú misma antes de que se dé cuenta, porque lo olvida, has soportado que se venga adentro y que te muerda… creo que te hace falta tener más respeto por ti misma.

-¿Qué sabes tú? Aone trata de trabajar en esos errores, yo sé que él será capaz hacerlo.

-Puede que sí, pero eso no significa que acepte realmente quien eres, estoy seguro de que solo le gusta tu pene.

-¡Ya cállate!

-Eso debió dolerte, pero déjame apostar que cuando tú consigas cumplir tu deseo, dejará de babear por ti y se irá detrás de otro hombre - le aseguró bajando las telas por el hombro derecho de Kenji - esas marcas serán en vano.

-Déjame en paz… - le pidió Futakuchi, Ken le agarró de la cintura para levantarle como una pluma y sentarle hacia un lado del camello, para así abrir sus piernas mientras él se bajaba el pantalón.

-¿Qué te hace volverte tan vulnerable? - preguntó el yinn, Kenji abrió los ojos al máximo, observando hacia abajo el tamaño del pene de esa criatura, de unos 30 centímetros de largo - Oh… ¿Te gusta esto?

-No, no quiero verlo, yo no te pedí ver esto - decía Futakuchi con aflicción, cerrando los ojos y evitando la cara de Ken.

-Llevo milenios sin probar el calor de una doncella, lo he anhelado por tanto tiempo - murmuraba el yinn tomando la mano de Kenji para dejarla sobre su glande - tanto tiempo sin darle placer a alguien como tu…

-Basta… - susurró Futakuchi llorando, Ken se le quedó viendo seriamente, para luego levantar la mirada al horizonte.

-No, no haré esto - dijo el yinn soltando a Kenji, volviéndose humo poco a poco - lo haremos cuando te des cuenta de que tengo razón…

Las manos de Futakuchi temblaban al igual que todo su cuerpo, tenía tanto miedo que no se daba cuenta de que a la distancia Aone corría en su forma gigante, cargando a su camello entre las manos; Takanobu volvió a su forma normal a varios metros de distancia después de divisar a su pareja, tomando sus ropas para vestirse otra vez y volver a montar a su animal de carga. Kenji no le oyó llegar, derramaba lagrimas sobre sus palmas, sollozando mientras Baltazar le veía hacia atrás; Aone dijo su nombre pero su amante no volteó a verlo, entonces bajó de su camello y volvió a llamarle, entrando en pánico cuando le notó sollozando con un hombro al descubierto.

El alfa corrió hasta el otro lado de Baltazar, descubriendo a Futakuchi llorando desconsoladamente como un bebé, con las ropas abiertas dejándole con el cuerpo semi desnudo; Kenji miró a su amado, ya no tenía una excusa que darle para explicar aquello, Takanobu le tomó de la cintura para bajarle del camello, mirando todo desconcertado y temblando de rabia. Por alguna razón Futakuchi se disculpaba y escondía su rostro con las manos, Aone no soportaba verle tan frágil, no era propio de su pareja verse tan indefensa, algo muy malo debió de haberle pasado en esos interminables minutos en que estuvieron separados.

Entonces Takanobu le rodeó con sus músculos, dándole un cálido abrazo que protegía su cuerpo a medio desnudar, Kenji restregó el rostro sobre el pecho de su amado, llorando sin control para sacarlo todo, como si no aguantara más reprimir el hecho de que sentía miedo y desdicha. Aone le apretó contra su torso, mordiéndose el labio por la ira que le tenía al responsable de eso; después de un extenso rato llorando, Futakuchi se calmó, mas aún le costaba respirar normalmente, el alfa le tocó las mejillas con sus dos manos, su amante le miró tan triste y vulnerable que Takanobu tuvo ganas de llorar; Kenji agachó la vista con resignación, no tendría más alternativa que contarle la verdad de lo ocurrido con su despreciable yinn.

Por la noche llegaron a las pequeñas ruinas enterradas en la arena, aparentemente no había más viajeros que ellos por los alrededores, por lo que montaron la jaima junto a una de las columnas caídas de esa ruina; Futakuchi no hablaba, solo permanecía con la mirada perdida en sus pensamientos, todavía tenía vestigios de su llanto en forma de hinchazón en los parpados. Luego de terminar de levantar la tienda, Aone desempacó la fruta fresca y algunas piezas de cordero asado, tenían que acabarse primero todo lo perecible, así que los alimentos más frescos no les durarían ni dos días; Takanobu tendió la alfombra y preparó la cena y los vasos para beber algo de licor con su pareja.

Kenji se sentó en la arena abrazando sus rodillas, el alfa se preocupó de su estado, durante el camino su amante le contó que su yinn le acosó sexualmente amenazando con matar a Baltazar si hacía algo para defenderse, eso le enrabiaba demasiado, sabía que Ken gustaba de Futakuchi, pero ingenuamente no le creyó capaz de hacerle daño de esa forma. Takanobu partió un melón con sus manos y le entregó la mitad a Kenji, que tomó su porción de fruta comiendo con desanimo, Aone estaba a su lado, no sabía que decir para animarle, no era bueno con las palabras, pero sí lo era demostrando su afecto con su cuerpo.

Fue cuando decidió rodearle con un brazo mientras cenaba que su pareja se animó a alimentarse más, colocando después su cabeza en el pecho del alfa para sentir sus latidos; Takanobu le tomó la barbilla para que le mirara, se suponía que al salir de Uruk se sentirían más libres, él no podía permitir que su dulce amante se sintiera mal en un viaje que los alejaría de los problemas. Ambos cerraron los ojos dejándose llevar por el momento, besándose los labios tan suave y delicadamente que no parecía una de sus noches de pasión, lo era de ternura y calma; Futakuchi derramó una lágrima, ahogando sus inseguridades con la placentera sensación de que alguien le amara y le hiciera sentir como si tuviera valor.

La pareja se tendió sobre la arena para mirarse, Aone quería tocar el cuerpo de Kenji, quería hacerle el amor como todas las noches, pero contuvo esos deseos para no hacerle sentir mal, debido a que era consciente de que necesitaba descansar y relajarse luego de esa experiencia tan desagradable. En vez de recorrerle el cuerpo con sus manos, las usó para tomar las de Futakuchi mientras el cerraba los ojos para reposar un momento, su amante suspiró tranquilamente y besó su nariz, le extrañaba que Takanobu no deseara tener sexo esa noche, pero también le daba mucha paz el solo hecho de poder dormir a su lado sin que tratase de tocarle contra su voluntad como otras personas.

Después de unos minutos Kenji echó la cabeza hacia atrás para mirar el pilar recostado que tenían cerca de sus cabezas, le llamaba mucho la atención ver sus grabados en piedra; Aone abrió los ojos al sentir como su pareja le soltaba las manos para gatear hacia el pilar y el resto de las ruinas, la menos enterrada apenas sumaba un metro de altura, por eso su amante se movia con total libertad sobre esos trozos de lo que alguna vez fue una edificación. Takanobu estaba feliz de verle de nuevo con energía y curioseando los grabados de las ruinas, Futakuchi las estudiaba con fascinación, el alfa jamás se sintió interesado por la historia de esas cosas, ni se preguntaba el por qué habían acabado derrumbadas y olvidadas, para él solo eran puntos de referencia, sin embargo le alegraba el corazón ver que a Kenji si tenía interés en todo eso.

Futakuchi pasó su mano por el grabado en relieve de un ser humanoide, con cuernos muy pequeños y una cola, lo reconoció como un regenerador, más arriba de ese pedazo de estructura había otra figura, parecía un humano común pero tallado de manera que se viera muy grande, eso le dio a entender que representaba a un nefilim. Entonces tocó a la última figura con un toque suave y curioso, al principio la confundió con un ángel, pero sus alas eran distintas, eran alas de murciélago como las de los demonios, con plumas en la parte inferior, como los ángeles.

Aone le miraba con orgullo, admiraba la capacidad de su amante de interesarse en cosas demasiado cultas para él, cualquiera en el ejército hubiese jurado que Kenji era más de irse a fiestas y vivir una vida de irresponsabilidades, no conocían ese lado crítico e inteligente que a pesar de ser incomprensible para él, era encantador. Luego decidió dejarle seguir con su estudio de las ruinas para mirar las estrellas con las manos detrás de su nuca, de repente recordaba su angustia sobre el pacto con Sasaya, pero intentaba sacar eso de su mente, esa noche solo quería observar las estrellas y a su pareja recuperar su esencia y su luz.

Después de aquel incidente Takanobu llamó con una seriedad aterradora a su yinn, para reafirmar su estricta orden de proteger Uruk, y prohibirle que volviera a hacerle daño a Futakuchi; Ken aceptó a regañadientes, detestaba a su amo con todas su fuerzas por solo lo dejarlo salir de su botella cuando habían avistamientos de langostas de Abbadon, o para rebuscar en cada rincón para volver con reportes o acabar con el sufrimiento de los heridos como un maldito esclavo. De cualquier forma el alfa no confiaba en la palabra del yinn, por lo que no se despegaba de su pareja para cuidarle en cada minuto, aunque no lo necesitara realmente, pues con el paso de sus días de viaje, Futakuchi fue recuperando su seguridad característica, al menos en apariencia, porque Takanobu no podía estar seguro de que pasaba por su cabeza.

Durante el atardecer de ese día se instalaron en la entrada a la sierra de Collum, por una de sus paredes de rocas caía una cantidad minúscula de agua, que a pesar de no ser suficiente para llenar un cuenco por tratarse de hilos diminutos que recorrían las piedras, si le daba la justa hidratación a la tierra como para que hubiesen plantas junto a ese risco. Aone y Kenji montaron su jaima y dejaron pastar a los camellos en ese pequeño sitio, aprovecharon un momento para decidir si al siguiente día seguirían recto por el desierto abierto o si tendrían que desviarse en medio de las montañas de Collum para llegar a Syri Detar, una ciudad costera al este del territorio donde podían abastecerse.

Lo más lógico, mas no lo mas rápido, era ir hacia Syri Detar para comprar provisiones, las que llevaban eran insuficientes para atravesar todo el tramo restante, ni la persona más preparada sería capaz de llegar en línea recta a la cueva si la sed apremiaba. Después de cenar algunas frutas y carne seca, se metieron a la tienda quitándose toda la ropa y tendiéndose de costado con Takanobu a espaldas de su amante; Aone besó el hombro de su pareja y le preguntó si estaba bien que lo hicieran esa noche, Futakuchi sonrió asintiendo, y le miró hacia atrás para besarlo, amaba que su dulce alfa se preocupara de su bienestar.

Kenji se animó a enseñarle una pequeña botella con un líquido viscoso que usaba todas las noches para lubricarse antes de empezar la acción, como Takanobu estaba aprendiendo a controlarse bastante bien, Futakuchi evaluó que era el momento de que aprendiera a usar eso. El alfa tanteó con curiosidad ese líquido, ahora se explicaba porque era tan sencillo penetrar a su amante, y la idea no le desagradaba, pues tener que usar sus dedos antes para dilatar a Kenji también le excitaba tanto como tocar el resto de su cuerpo.

Empezó un poco torpe a aplicar ese lubricante, Futakuchi no podía evitar burlarse un poco, pero se calló al sentir los dedos de Aone presionando un lugar que siempre le hacía gritar de placer; dejó salir su hermosa voz cuando ese roce se hizo más constante y Takanobu se arrimó más contra su culo. El alfa y su pareja se sintieron listos para comenzar, estaban algo cansados así que harían un rapidito esa noche, Aone solo tenía que acercar la pelvis y ayudarse con sus manos para meter la polla dentro de Kenji, tocándole el torso y los genitales con suaves masajes al momento de empezar a embestir.

Futakuchi cerró los ojos y gimió dulcemente, su cuerpo se movía cada vez que Takanobu embestía hacia adelante con sus fuertes caderas; el alfa respiraba excitado, sujetando las nalgas de Kenji, su pene se movía extremadamente rápido por dentro de ese estrecho agujero. Le parecía increíble que estuviera disfrutando con plena consciencia de esa sensación tan lasciva, poco a poco aprendía a gozar de sus noches junto a su amante sin dejar que el instinto de alfa le ganase.

Futakuchi relajó sus brazos y piernas, luego giró un poco la cabeza para pedirle un beso a Aone, quien además de complacer gustoso sus deseos, también bajó los labios por su cuello de forma gentil y delicada; en vez de lamer para preparar la zona de la mordida, el alfa besó su cuello y hombro, suspirando amorosamente contra la piel erizada de Kenji. La pareja se sentía más tranquila que en anteriores noches, en las cuales Takanobu terminaba mordiéndose la mano para no lastimar a Futakuchi, poco a poco dominaban la situación y podían respirar sin preocupaciones, sobre todo Kenji, cuyos ojos brillaban mientras Aone le masturbaba al mismo tiempo que embestía sus glúteos.

Aone rodeó por debajo el torso de su pareja, moviendo rápidamente su polla y su otra mano para acelerar su corrida y la de Futakuchi, el calor emanaba de sus cuerpos de forma más intensa que cuando recorrían largas distancias sobre sus camellos, Takanobu seguía siendo él mismo mientras se acercaba al orgasmo, era un nuevo record para él. Por su parte Kenji tensó sus músculos, viniéndose sobre la mano del alfa mientras este de manera casi competitiva seguía penetrándole con mayor fuerza y velocidad.

Antes de anudar Aone recordó que no debía hacerlo al interior de su amante, por lo cual en el momento preciso sacó su pene, la idea era seguir frotándose entre las piernas de Kenji, pero estaba tan excitado y a punto de eyacular, que terminó haciéndolo al momento de tomar su verga, disparando el semen contra las nalgas de Futakuchi. Bufó con cansancio y cerró la boca reprimiendo sus ganas de morder algo, después se recostó boca arriba para relajarse, su polla sacó el ultimo chorro de esperma antes de que el nudo comenzara a desinflamarse; Kenji se giró, le sonreía risueñamente a su amado mientras gateaba para recostarse sobre su amplio torso bronceado y repleto de músculos sudorosos, posando su oreja sobre el pectoral izquierdo de Takanobu.

-Estás muy agitado… - comentó Futakuchi escuchando su corazón, y dibujando un circulo con la punta de su dedo índice sobre el otro pectoral de Aone.

-Estoy bien - dijo él tomando la traviesa mano de Kenji que jugaba con su pectoral derecho.

-Me siento orgullosa de que estés aprendiendo a dominar al alfa… - reconoció su pareja, Takanobu besó su frente cerrando los ojos.

-Por ti haría cualquier cosa - le susurró, Futakuchi sonrió con emoción, y besó el pecho de su pareja en un gesto íntimo y dulce.

-Lo sé, yo también daría todo por ti - pronunció Kenji oyendo los latidos de su amado.

-No, yo lo daría todo por ti - replicó Aone, Futakuchi rió de forma desafiante y levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

-¿Quieres hacer una apuesta? - sugirió Kenji, Takanobu sonrió y le abrazó dándole un prolongado beso en la frente.

-¿Qué apostamos?

-Si yo demuestro que lo daría todo por ti, tendrás que preparar la cena por el resto de nuestras vidas - dijo Futakuchi bromeando, Aone le abrazó y besó todavía mas.

-Si yo lo demuestro, tendrás que casarte conmigo - Takanobu y Kenji se miraron fijamente, sonrojándose, el alfa por haber dicho algo sin pensar, Futakuchi por toda la ilusión que sentía al imaginar ese escenario.

-Tendríamos que casarnos en tierras humanas… - comentó Kenji volviendo a colocar su cabeza sobre el pecho de Aone.

-No será necesario.

-¿Por qué no?

-Porque cuando ascienda a ser el nuevo patriarca, me casaré contigo frente a nuestro pueblo - le dijo demasiado seguro de sí mismo, Futakuchi suspiró con preocupación.

-Bueno, supongo que eso podrá pasar si logro pedir con éxito mi deseo - pensó en voz alta Kenji, el corazón de Takanobu palpitó con miedo al recordar todo el asunto de la cueva de Dúo, porque él no sabía qué precio tendría que pagar para cumplir el deseo que Sasaya le dijo que pidiera, solo sabía que podía ser irreparable.

-Si no cumplimos… - murmuró Aone asustado, Futakuchi le miró con extrañeza.

-¿Cumplimos? - cuestionó Kenji, el alfa cerró los ojos y le abrazó con más fuerza.

-Me refiero a que debemos recolectar yinns por el camino - pronunció Takanobu para no alarmar a su pareja.

-Oh… bueno, en ese mapa no hay yinns por la zona más amplia del desierto, tal vez haya alguno cerca de estas montañas.

-Sí, deberíamos buscar por aquí… - murmuró Aone mirando el techo de la jaima pensativamente, Futakuchi sabía por su expresión que algo le atormentaba.

-¿Qué te preocupa?

-No es nada…

-No es cierto, llevas días preocupado por algo, podemos hablar de eso - sugirió su amante, Takanobu nuevamente le besó cerrando los ojos.

-No me preocupa nada - mintió el alfa, Kenji miró su pecho, preguntándose si hacía bien planeando cosas sobre el futuro de su novio como jeque.

-Aone… ¿Realmente quieres ser el próximo patriarca?

-Nunca he sido bueno tomando decisiones, ni dando órdenes a los demás - reconoció Takanobu, su amante se aferraba a la esperanza que significaba que alguien como Aone gobernara, y le dolía admitir que también quería ese futuro para tener su propio puesto en el consejo.

-Para algo existen los consejeros, para ayudar al jefe a tomar decisiones… Nunca he visto a ese viejo asqueroso de Kamasaki fuera de su puesto por mucho tiempo, el que siempre está por fuera dando las ordenes es Takehito - comentó Futakuchi intentando convencerle, pero solo vio una expresión de mayor inquietud en su amado - realmente no pareces cómodo con eso…

-Aun así tengo que hacerlo - respondió Takanobu, Kenji sintió arrepentimiento por los pensamientos egoístas que tenía, debiendo decidir en ese mismo momento si incentivaría a su alfa a ser el gobernante, o si en cambio le haría pensar en sus propios deseos.

-Aone ¿Cuál es tu sueño? - preguntó Futakuchi, su novio miraba el techo pensando en esa pregunta.

-¿A qué te refieres con eso?

-A lo que te gustaría hacer a futuro, lo que te haría pensar en tu vejez que tu vida valió la pena - le explicó Kenji, Aone le escuchó atentamente, no obstante tampoco hallaba una respuesta para eso.

-Nunca he pensado en eso.

-Quizá deberías pensar más en eso… Tenemos tiempo aún para decidir, y el suficiente para alejarnos si decides que no quieres ser el patriarca.

-No, no puedo hacer algo como eso - replicó Takanobu, Futakuchi suspiró con desanimo.

-Solo era una sugerencia… Lo único que quiero es que sientas que tu vida valdrá la pena decidas lo que decidas.

-Necesito pensarlo bien…

-No te presiones, todavía hay tiempo - dijo su pareja besándole el pecho, Aone respiró profundamente y le acarició la espalda.

-¿Cuál es tu sueño? - le preguntó Takanobu, Kenji entrecerró los ojos, reflexionado un momento para contestar.

-Es una dualidad, por un lado quiero ser libre y viajar alrededor del mundo, conocer otras culturas sin tener que quedarme en ninguna por mucho tiempo, pero por otro… quiero ser capaz de vivir en Uruk y mejorar las cosas para todos, quiero tener el poder necesario para cambiarlo todo… Y a veces no sé por cual decidirme - confesó Futakuchi mientras oía los latidos y la respiración de Aone, le calmaba hacerlo.

-Creí que tu sueño era… pedir ese deseo - comentó Takanobu buscando las palabras precisas para decir.

-No vivo por y para ese deseo, quiero más que eso, quiero ser libre, y quiero salvar a los desviados de nuestras tierras, esos son mis mayores anhelos.

-Quisiera sentir la misma preocupación que tú, pero…

-Pero no puedes, y no te culpo, nunca has tenido contacto con otros desviados aparte de mí.

-¿Es algo egoísta?

-Más o menos, pero te entiendo, es difícil tener empatía por personas que no conoces, toda tu vida has tenido contacto con las personas de tu barrio y con los del consejo, personas acomodadas que encajan en todos los estándares - decía Kenji mientras Aone le besaba el cabello - ni siquiera sabías cuántos a parte de nosotros son desviados.

-Pensé que éramos los únicos.

-Pero hay muchos, y los conozco a todos. En mi niñez, después de que mi padre falleció, tuve varios empleos, uno de ellos fue por la noche en un bar clandestino para desviados y desviadas, hasta que tuvo que cerrar por la última ejecución - relató Futakuchi, Takanobu apretó los párpados recordando vívidamente al último desviado decapitado - conocía a ese hombre, era un transformista, actuaba en el bar, también llegué a conocer al tipo que lo denunció.

-¿Ah sí?

-Sí, era un vecino de ese transformista, por sus sospechas se metió a su casa y encontró sus pelucas y ropas de mujer - dijo Kenji para luego reír en voz baja con nostalgia - sabes, a veces si tengo fe en nuestro pueblo, y me hacen pensar que no todo está perdido.

-¿Por qué lo dices?

-Porque al soplón no le fue nada bien, no sólo porque después se retorcía de la culpa, sino porque el resto de los vecinos, incluso más personas de Uruk, lo jugaban con la mirada por donde pasara - pronunció Kenji viendo hacia el lado con seriedad - algunos dicen que huyó de la ciudad para ir a un lugar donde no lo conocieran, otros dicen que se fue al sur este a un nido de afrits para ser devorado, como le pasó a mi padre.

-Es una forma horrible de morir… - murmuró Aone de forma vacía, sin ocultar todo el rencor que sentía hacia el padre de Futakuchi.

-Mi padre no merecía ese final - dijo Kenji de manera melancólica, Takanobu rodó los ojos.

-¿No?

-No… el merecía algo mejor - susurró Futakuchi triste y con nostalgia, recordando las veces que su padre le dijo que había hecho algo malo para tener de hijo a un desviado como Kenji.

-No te lo tomes a mal, pero…

-Sé que no lo has perdonado, pero yo si lo perdoné.

-Nunca podré perdonarlo - respondió Aone abrazando con fuerzas a su pareja, porque en su mente todavía resonaban todos los gritos iracundos de ese hombre, y los de Futakuchi mientras lloraba de dolor.

-Mi padre y yo solo fuimos víctimas de las costumbres de estas tierras infames - dijo Kenji, su progenitor solía encerrarse a llorar después de las golpizas que le daba, Futakuchi nunca supo si lloraba de arrepentimiento o porque le había decepcionado como hijo, pero si sabía que verle triste le hacía sentir mal.

-Él no era una víctima de nada, tú eras la suya - murmuró Takanobu rencoroso, enjuiciando aún al padre de su amante.

-Si tú hubieses nacido en una cultura donde sólo te enseñan a expresar furia e ira, si hubieses perdido a tu mujer y quedado a cargo de un bebé que no sabes cuidar, y que este bebé demostrara desde el principio ser un desviado ¿Cómo habrías reaccionado?

-Te habría protegido de todo.

-Sí, eso es lo que tú, siendo tú, habrías hecho. Pero si hubieses vivido la vida de mi padre, tal vez habrías terminado haciendo exactamente lo mismo que él hizo.

-Eso no es cierto - refutó Aone levantando la barbilla de Kenji para que le mirara, descubriendo sus ojos tristes y brillantes por las lágrimas contenidas - incluso hasta el día de hoy sigue lastimándote.

-Sí, me lastimó, pero también me amó - pronunció Futakuchi con lágrimas cayendo por sus mejillas, el alfa se preocupó por su estado, y le besó en los labios profundamente.

-No llores por favor… - le rogó Takanobu, incluso él mismo tenia lágrimas en sus serios ojos, porque una de las pocas cosas que lo hacían sentir mal, era ver a Kenji sufriendo por algo; todavía podía ver en sus recuerdos a su pareja en un periodo de su infancia en el cual no podía sonreír ni comer sin que se lo pidiera, en una época donde parecía no tener esperanza en su propia supervivencia.

-Aone… - susurró Futakuchi quebrándose sobre el pecho de su amado - sé que no está bien…

-No te esfuerces - le pidió el alfa abrazando su espalda para confortarle.

-No puedo evitar… amarlo - decía Kenji entre sollozos de angustia y culpa - dejé de preguntarme que tan mal estaba hacerlo… puede que esté completamente mal, pero, cuando me tomaba en sus brazos y me abrazaba después de cada golpiza, yo me sentía amada… - explicó llorando con desasosiego, Aone le apretó contra sus músculos, cerrando los ojos con fuerza para no derramar más lágrimas de rabia e impotencia.

-Por favor no digas más - dijo Takanobu, en el fondo le invadía un odio y una frustración que no podía descargar en nada, porque ya no existía ese alguien en quien quería descargar esas fuertes emociones.

-¿Estoy muy mal?... - preguntó Futakuchi temblando, vulnerable como ese yo que deseaba esconder de todos; su novio le besó la frente, las mejillas y la boca.

-No, no tienes la culpa de sentir eso - le tranquilizó Aone, Kenji tomó aire para controlar todo su dolor; el alfa miró hacia arriba, deseando hacerle promesas que interferían con el propósito que se le impuso para con su pueblo, porque inevitablemente, le amaba más que a todos los demás - Kenji…

-¿Si? - respondió su amante secándose una lagrima con su dedo índice, Takanobu sostuvo su cabeza y se incorporó poco a poco para sentarse, haciendo que Futakuchi se sentara en sus muslos, de esa forma podía mirarle frente a frente.

-Prometo que te amaré hasta el final de nuestros días - pronunció el alfa serio y firme como cuando juraba ante sus superiores en el ejército, Kenji se sonrojó viendo sus pupilas con un radiante brillo en los ojos.

-Aone… - susurró Futakuchi amorosamente, tocando las mejillas de Takanobu con sus delicadas manos mientras lo veía con esa ilusión y dulzura que a su amado le hacían suspirar - mi Aone…

Ambos se miraban soñando despiertos con un final dulce y feliz para sus vidas, cuando hacían eso olvidaban el resto de sus propósitos, y todo lo que les impedía estar juntos; ya no recordaban las reglas de su pueblo, ni los juramentos, ni los peligros que les esperaban en Uruk o fuera de este, porque si estaban unidos de esa forma, solo importaba el maravilloso momento que compartían en ese sitio. Kenji deslizó suavemente sus manos desde las mejillas hasta la nuca de Takanobu, poco a poco recuperaba su actitud confiada y coqueta con su novio, sonriéndole con algo que solo podía describir como un profundo y pasional amor hacia su persona.

Aone le observó de arriba a abajo, al principio, cuando era apenas un niño, Futakuchi le gustaba como un chico, en su adolescencia conoció su verdadero yo, una bella ambigüedad que le traía sueños húmedos por las noches, haciéndolo preguntarse porque le atraía de esa forma; hasta que con el tiempo, a pesar de no entender del todo a Kenji, empezó a verle como lo que era realmente. No le importaba cuantas cosas podrían cambiar en su pareja si cumplía su deseo, ya que sabía que el seguiría admirando su hermosura pasara lo que pasara; su belleza era algo único, amaba todo de su cuerpo, amaba su piel tersa y bien cuidada y depilada, sus ojos, sus caderas, sus largas y sensuales piernas, su cabello lacio hasta los hombros, la forma en que adornaba toda su escultural figura con joyas para sentirse libre, y también para complacer sus vista.

-Eres tan hermosa… - le susurró Takanobu antes de cerrar los ojos para besarle delicadamente, disfrutando cada segundo de su emocional, fogosa y tierna noche de pareja.

Al otro día se metieron entre las montañas de Collum, los camellos caminaban bien en el terreno plano que se formaba entre las enormes formaciones rocosas, pero al finalizar la tarde el camino se hizo algo estrecho así que los animales formaron una fila, siendo Baltazar el que iba por delante guiando al camello de Aone. No se detuvieron hasta encontrar un sector más amplio donde instalar la jaima y un farol para alumbrar todo mientras armaban la tienda; Futakuchi miró alrededor cautelosamente, y le sugirió a su novio que armaran una extensión para la jaima donde pudieran meter a los camellos para que no durmieran a la intemperie.

Takanobu cuestionó su decisión porque no le gustaba nada la idea de que sus bestias de carga les miraran mientras hacían el amor, pero Kenji insistió en que la zona era muy peligrosa, debido a que semanas atrás en uno de sus viajes en solitario, oyó de un lugareño de las tribus de Collum que los ataques de afrits aumentaron, y que muchos corderos y camellos acabaron pereciendo sin sangre en las venas. Aone se vio forzado a aceptar compartir espacio con el par de animales, porque si ese rumor era cierto, no les convenía dejar a su suerte a los camellos afuera de la tienda.

Luego de cenar y meterse a la jaima para acariciarse mutuamente como todas las noches, Takanobu tomó el mapa de los yinns ocultos, había uno en esa zona y dos cercanos a Syri Detar, el más cercano estaba cuesta arriba, atravesando un viejo y escarpado camino sobre las montañas. El mapa no tenía indicadas las especificaciones de porque nadie había conseguido obtener las botellas y lámparas de aquellos yinns, Aone y su pareja asumían que había trampas peligrosas, por lo que buscaron entre su equipaje cualquier cosa que les pudiera salvar de un apuro, como sogas y ganchos.

Les preocupó que sus faroles ya no tuvieran demasiado aceite para funcionar, por lo cual tendrían que usar antorchas, rogaban que no fuese tan peligroso como parecía, Takanobu tenía la fuerza y la destreza, y Futakuchi el intelecto para descifrar acertijos y evitar trampas, si unían sus cualidades lograrían salir victoriosos. Al otro día guiaron a sus camellos por encima de las montañas, Baltazar se las ingeniaba bien para subir, el otro animal si rezongaba y se asustaba con las laderas, Aone trataba de calmarlo e incentivarle a avanzar, pero llegó a un punto en el que se rindió y le pidió a Kenji que intercambiaran camellos; su amante con gusto subió a lomos de su animal, tenía más tacto para hacerle entender que debían ir hacia adelante, incluso en el transcurso le puso un nombre: Halal.

Tuvieron que acampar durante dos noches más en las laderas dispares de las montañas, a Takanobu le daba algo de vértigo estar tan cerca del precipicio, pensando que si rodaba al dormir, caería cuesta abajo. Futakuchi en cambio era la persona más interesada en explorar esa zona, durante el trayecto, e incluso a solo metros de su ubicación, pudo ver antiguos pilares entre cada gran roca, como si alguna civilización ancestral hubiese hecho sus construcciones dentro de las montañas.

No era como si las tribus de la zona no usaran el interior de esos montes para hacer sus viviendas, pero habia una enorme diferencia entre las rocas de arenisca pulidas para formar terrosas cuevas y pilares curvos, y aquellas estructuras tan detalladas hechas de mármol envejecido y roñoso por los siglos de abandono. Kenji saltaba por las laderas para acercarse a investigar, mientras Aone le recordaba con paciencia que debía tener mucho cuidado; para no calentarse la cabeza con su terca pareja, se dedicó a preparar la cena, ya no tenían muchos alimentos, pero afortunadamente había un pueblo en Collum donde podrían comprar algo de comida.

Futakuchi volvió a la ladera donde tenían instalada la jaima, encontrándose con algunos trozos de carne seca y limones conservados en sal para comerlos, no le agradaba tanto el sabor, por lo que el alfa le reservó varios higos secos para endulzar su paladar luego de la cena. Al meterse a la tienda decidieron no hacer el amor y descansar durmiendo muy pegados, ya les había pasado la noche anterior que, por estar entre las montañas, uno de los gemidos de Kenji se escuchó en eco, cosa que además de vergonzosa, era un riesgo.

Al despertar en la madrugada siguiente, se levantaron con mucho cuidado para volver a empacar la tienda y seguir con su viaje, según los cálculos de Futakuchi, ese día llegarían a la cueva donde estaba la primera botella que debían recolectar, por suerte encontraron un camino oficial un tanto más ancho que bordeaba las montañas, así que al cumplir su objetivo solo tendrían que llegar allí para seguir rumbo a Syri Detar. Durante el atardecer subieron la última pendiente, encontrando un terreno más amplio y plano frente a un risco, en el mapa se señalaba que la botella estaba dentro de una pequeña grieta en esa pared de roca anaranjada, en ese angosto espacio solo podían ingresar agachados y de costado.

La pareja bajó de los camellos y se acercaron cautelosos a la gruta, por dentro olía a humedad, un tanto desagradable y atemorizante, Kenji lucía como si no quisiera ingresar a ese sitio, cosa extraña porque amaba investigar lo desconocido; Takanobu iba por delante, moviéndose hacia el lado, cuidando muy bien donde colocaba los pies, pues creía que la dificultad de esa caverna radicaría en las trampas que pudiese tener esa entrada tan incómoda. Futakuchi lo seguía, le resultaba más fácil moverse porque no tenía tanta masa corporal como su pareja, no obstante sentía una gran ansiedad a medida que se metían más en esa cueva, como si le hiciera daño estar en lugares oscuros y estrechos.

Caminaron por 15 minutos por la grieta hasta encontrar un espacio más grande dentro de la montaña, seguía oliendo a humedad, pero también a hierro y a descomposición; Kenji abrazó el brazo de Aone, ocultándose detrás de su espalda, le pidió luego que encendiera una antorcha, por lo que el alfa untó dos en los últimos mililitros de aceite que les quedaban, para encenderlas e iluminar el camino. Sostuvieron las antorchas encendidas por encima de sus cabezas para no encandilarse con el brillo del fuego, y caminaron en ese túnel hasta toparse con una puerta de piedra con una inscripción en una lengua antigua.

Takanobu le preguntó a su amante si reconocía ese idioma, Futakuchi negó con la cabeza, pero las letras en cuestión eran jeroglíficos ilustrados y tallados en la roca, por lo cual era sencillo interpretarlos como dibujos; Kenji tocó las escrituras de la piedra en forma vertical, ya que los mensajes antiguos generalmente se leían de esa forma, entendiendo algunas figuras como langostas, un hombre con su cabeza bajo el brazo, una mujer apuntando, buitres, fuego, gotas de agua, armas blancas y por ultimo murciélagos. Si se ponía a rebuscar un significado, asumía que la historia trataba del yinn encerrado, que había traído pestes consigo, siendo condenado por la figura de autoridad, aparentemente la mujer, a morir, lo cual explicaría las aves de rapiña.

El resto de elementos los interpretaba como una advertencia a los viajeros, o una indicación de los custodios de esa lámpara, lo cual solo le daba más pánico a Futakuchi, quien focalizaba sus ojos en los murciélagos; quiso por un momento pedirle a Aone que se fueran de allí, pero sabía que no tenía una buena excusa para que le hiciese caso. El alfa tomó la piedra y la apartó hacia un lado, echando un vistazo al nuevo y enorme cuarto que había abierto; un potente olor a humedad y carne inundó sus fosas nasales, había una cantidad tan grande de vapor que las antorchas redujeron el rango del fuego, a lo lejos podía ver que la causa eran unas placas de magma en las cuales caían chorros de agua desde el techo de piedra.

Seguramente se debía a una salida de lava del volcán inactivo de Zjarr, que solo era un pequeño monte con un cráter cubierto de arena; lo extraño era el agua, pues caía desde arriba en forma de abundantes goterones, que de manera inevitable apagaron las antorchas de la pareja cuando se adentraron con cuidado hacia ese sitio. La gran caverna formaba una circunferencia perfecta, sin dudas alguien se había tomado la molestia de moldear el interior para ese yinn prisionero, también había tragaluces a unos 20 metros de altitud que iluminaban pequeñas zonas de esa sala con la luz plateada y azul de la luna.

En cuanto sus antorchas se apagaron, Kenji agudizó su sentido auditivo para escuchar bien algunos sonidos que provenían de las cóncavas paredes, Takanobu por su parte posó sus ojos sobre la botella, colocada en la parte trasera justo en el centro; se apresuró para ir a tomarla, mientras su pareja con la voz temerosa decía su nombre, retrocediendo al mismo tiempo que miraba con inquietud las paredes de roca. Aone no le escuchó, estaba distraído avanzando entre las goteras para tomar la lámpara del yinn, de color morado con incrustaciones de oro a modo de decoración; Futakuchi dijo su nombre una vez más, con mayor aflicción que la primera vez, viendo con el cuerpo paralizado como unas siluetas trepaban por las rocas, bajando lentamente hacia su posición y la del alfa.

Takanobu guardó la botella dentro de un bolso de tela que llevaba para transportar de forma segura al yinn, a sus espaldas una silueta emergía lentamente, media dos metros, tenía alas de murciélago y un cuerpo humanoide peludo y huesudo; la criatura comenzó a abrir sus grandes fauces que abarcaban la mitad de toda su cara con múltiples ojos negros, deseando saborear la sangre del alfa de una sola mordida. Sin voltear Aone desenfundó su cimitarra y dio un giro veloz para partir a ese monstruo por la mitad, se trataba de un afrit adulto, ese tipo de bichos eran casi tan complicados de enfrentar como las langostas de Abbadon, porque sus mordidas tenían una toxina que si bien no mataba a la víctima, si la debilitaba progresivamente, haciendo que usar su poder de aumentar de tamaño fuese inútil por darle más de donde morder a los afrits.

Entonces Takanobu se fijó en las paredes, los rayos de luz le permitieron ver a parte de los monstruos que bajaban enganchados a las rocas con sus filosas garras, era un nido de afrits en un entorno húmedo y con goteras, lo que imposibilitaba usar la luz de una antorcha para repelerlos, pues eran fotosensibles. La gran trampa de esa primera botella radicaba en crear un ambiente que hiciera muy difícil sobrevivir a los afrits, ellos tenían la ventaja dentro de esa caverna; el alfa se fijó luego en su pareja, que había caído de espaldas al suelo, retrocediendo a gatas lentamente mientras una de esas bestias le acechaba por delante, abriendo su hocico lleno de dientes que desprendían la saliva toxica.

Kenji temblaba mirando fijamente al afrit con una mezcla de pánico y asco, echando el cuello hacia atrás y conteniendo sus ganas de gritar desesperadamente y apartar de un manotazo a la criatura; Aone lanzó su sable hacia ese monstruo, atravesándolo justo frente a Futakuchi, que pudo ver la mitad del filo de la cimitarra saliendo el pecho del afrit. Takanobu corrió en zig zag esquivando a los afrits que querían abalanzarse sobre él, llegando al cadáver de la bestia que recién había asesinado para sacarle de un tirón su arma, la cual blandió hacia el aire, cortando a cuatro monstruos que se saltaron hacia él para chuparle la sangre.

Su amante estaba en shock, temblando en el suelo al ver a esa cantidad de afrits tan cerca, como si la presencia de bichos como esos le despertaran un terrible trauma; Aone tomó uno de los cuerpos agarrándolo de los pelos que tenía en el pecho con una mano, mientras que con la otra levantaba a Kenji, gritándole que reaccionara de una vez. Futakuchi entró en pánico y corrió algunos pasos con la intención de escapar en solitario por la puerta, pero su mente reaccionó y volvió inmediatamente hacia el alfa, tomándole de la muñeca para llevarlo corriendo a la salida, a la par que Takanobu usaba el cuerpo de un afrit como escudo contra otros que se lanzaban hacia él, golpeándolos con la espalda de la bestia muerta.

Al salir por la puerta, Kenji usó la fuerza de toda su adrenalina para girar la roca tratando de cubrir la entrada, pero seguía siendo insuficiente comparada con la de Aone, pues solo logró arrastrarla a la mitad apretando a un afrit que por poco cruza con ellos; Futakuchi continuaba empujando desesperadamente mientras el monstruo se movía y chillaba siendo aplastado entre la piedra y la orilla de la salida. Aone tomó el brazo de Kenji y le hizo avanzar corriendo para huir, el afrit se retorcía tratando de apartar la roca mientras los otros empujaban haciendo más difícil su salida, lo cual le daba algo de tiempo a la pareja para salir de allí.

Sin embargo no contaron con la estrecha grieta que era la única salida del lugar, Takanobu miró de reojo hacia atrás, escuchando los aleteos de algunos afrits que los seguían a la distancia; el alfa evaluó que no estaban lo suficientemente cerca como para abalanzarse sobre él en su forma de gigante, por lo que sin parar de correr comenzó a transformarse, tomando de la cintura a Futakuchi y dándole la bolsa y su cimitarra en medio de su metamorfosis para protegerle al momento de derrumbar esa entrada. Los camellos afuera de la cueva miraron con extrañeza la pared del risco al sentirla temblar, para luego salir despavoridos cuando Aone apareció haciendo volar las rocas, tirando por completo esa insignificante entrada.

Apenas volvió a tocar tierra empezó a volver a su tamaño normal a una velocidad mayor que el promedio, soltando a Kenji para dejarle huir a sus anchas con la botella entre sus manos, mientras él corría desnudo detrás de su pareja y los camellos. Derrumbar la entrada fue un arma de doble filo, pues la hizo más ancha, permitiendo que los afrits salieran por montones volando para seguir dándoles caza.

Al llegar a una ladera los camellos y la pareja tropezaron deslizándose cuesta abajo, los animales sentados y gritando, Futakuchi rodando de costado y Takanobu manteniéndose estable con una pierna adelante y un brazo rozando la ladera. Rápidamente Aone tomó su cimitarra tirada en el suelo, y levantó el aturdido cuerpo de Kenji para forzarle a seguir con la huida, pues sobre sus cabezas volaba la bandada de afrits sedientos de su sangre.

Estaban en medio del camino más ancho de las montañas, corriendo detrás de los camellos que no se detenían a esperarlos por estar completamente desbocados y asustados; Takanobu alcanzó al suyo dando un salto impulsándose con una mano entre las jorobas del animal, para quedar sentado sobre su lomo sin ningún tipo de ropa encima. Futakuchi corría bufando de cansancio, llamando a Baltazar para que le esperara, el vínculo entre Kenji y su mascota fue más grande que el instinto de supervivencia, pues el camello desaceleró hasta quedar parado para dejarle subir.

Continuaron huyendo por ese camino durante varios minutos, Futakuchi se agachaba gritando cada vez que un afrit trataba de lanzarse desde arriba, iba un poco más atrás que Aone por lo cual estaba vulnerable a los ataques; su novio tiró las riendas de su camello para hacerle disminuir la velocidad, parandose sobre una de sus jorobas en movimento para saltar hacia Baltazar, tomando su arma para enfrentar con valentía para enfrentar la amenaza. El alfa seguía de pie en una de las jorobas del camello de su amante, preparado para dar un salto y cortar en el aire la cabeza de un afrit; se le daba muy bien el combate, era impresiónate para Futakuchi verlo saltar desde el lomo de Baltazar al lomo de Halal, cortando a los monstruos en el aire para protegerle de sus mordeduras.

La noche al fin les sonrió cuando vieron luces anaranjadas a la distancia, era una caravana de hombres a caballo que llevaban antorchas, sables prendidos en fuego y arcos, yendo directamente hacia ellos y los afrits que aún los seguían; Kenji vio con asombro como unas flechas encendidas volaban sobre sus cabezas para incrustarse en algunos afrits, mientras los otros tambaleaban encandilados por la luz del fuego. Todos esos hombres estaban especialmente preparados para enfrentar a esas bestias, su sola presencia inició una retirada de los afrits, dejando al fin en paz a la pareja cuando estos empezaron a ser escoltados por la caravana.

Al detenerse en compañía de esos hombres justo afuera del pueblo que estos protegían, Takanobu y Futakuchi bajaron de sus camellos, uno de esos guardias le entregó un manto para que se cubriera el cuerpo, los nefilims no juzgaban la desnudez masculina porque la transformación de tamaño normal a gigante implicaba romper sus ropas, sin embargo se le dio una prenda a Aone para protegerlo del frio del desierto nocturno. Kenji se sentó en el suelo con el cuerpo encogido y tembloroso, se fijó en los hombres que los rescataron, eran morenos y algunos eran de piel negra profunda, vestían trajes negros de los pies a la cabeza, e incluso las barbas y ojos de algunos de ellos eran oscuros como la noche.

Algunos de esos guardias le miraban cuchicheando entre ellos, entonces Futakuchi se dio cuenta de que al momento de rodar cuesta abajo, todas las telas de su cabeza se habían caído, dejando su cabello tan particular a la vista de todos. Podía oír algunos murmullos de esa gente, comentando que parecía una mujer; no parecían decirlo de forma despectiva, sino más bien confusa, por su lenguaje corporal, su cabello y su aparente fragilidad en esos instantes, esos guardias estaban genuinamente confundidos sobre su género.

Uno de ellos se le acercó, Kenji sentía nervios y temor de que le hiciera algo, como golpearle o amenazarle por su aspecto; no hizo nada de eso, simplemente le preguntó de forma directa si era hombre o mujer, Futakuchi tragó saliva, porque dijera lo que dijera se le acusaría de ser "un desviado". El alfa le salvó al presentarse ante todos como un enviado por el consejo de Uruk para encontrar refuerzos contra las langostas de Abbadon; algunos guardias se interesaron por esa misión, ofreciéndose para ir a la capital para protegerla de esos ataques.

Takanobu tuvo que explicarles que buscaban específicamente a yinns para que se encargaran de dicha protección, y que no quería molestarles siendo que cumplían una labor tan importante como la de los soldados de Uruk. De todos modos esos hombres aseguraron que preguntarían a sus superiores si podían ir en ayuda de los necesitados de la capital; a pesar de la lejanía les llegaban noticias del problema con las langostas, en ese sector las invasiones eran de afrits, un poco más sencillos de enfrentar con armas prendidas en fuego.

Algunos guardias seguían observando a Futakuchi, cuya tensión y nerviosismo crecía a medida que los comentarios sobre su sexo iban en aumento, algunos decían que era obvio que se trataba de una mujer, otros replicaban que no estaban seguros. Alguien más se le acercó para mirar de cerca su cabello, luego le mencionó a Kenji que le agradaba su corte; Futakuchi se desconcertó, porque se esperaba todo menos que alguien le dijera algo positivo de su aspecto, luego vio como esa persona se quitaba el turbante que le cubría la cabeza, revelando que tenía un largo cabello negro hasta la mitad de la espalda.

Otros hombres le imitaron, la gran mayoría de ellos tenían cabellos tan largos y oscuros como sus barbas y bigotes; Kenji no comprendía porque seguían preguntándose si era un hombre o una mujer, cuando todos ellos tenían un peinado mucho más largo que el suyo, sentía incredulidad de que al fin le percibiesen como una chica. De todos modos alguien le ayudó a levantarse delicadamente, tomando su mano mientras la analizaban, el aspecto terso y sus uñas cuidadas fueron suficiente confirmación para los guardias de que Futakuchi era una mujer, sin importar el largo de sus dedos.

Le pareció realmente extraña la forma en que le trataban, nunca se esperó que alguien además de sus amigos y Aone le dieran un trato así; aquel guardia que le ayudó a levantarse tomó su mano para guiarle hacia Takanobu, quien estaba acordando con otro tipo una compra de provisiones como agua, aceite para faroles y comida no perecible. Ese hombre se presentó ante el alfa, preguntando discretamente si Kenji era su mujer; Futakuchi y su novio se quedaron sin palabras, cuestionándose con la mirada si los estaba acusando de algo o si en realidad lo preguntaba seriamente; a pesar del riesgo Aone asintió, posteriormente ese guardia le dijo que cuidara de su pareja porque se veía muy asustada.

Después le entregó la mano de Kenji a Takanobu, el alfa y su amante se miraron confundidos, pero a la vez tranquilos, parecía que no les juzgarían si solamente se tomaban de las manos; no obstante Futakuchi prefirió ahorrarse problemas, manteniendo la boca cerrada para que nadie le señalara por su voz. Aone le mencionó a su pareja que ya había comprado lo que necesitaban, y que podrían seguir la marcha luego de empacarlo todo, Kenji asintió y caminó a su lado con la cabeza gacha; su novio aprovechó el hecho de que nadie fuera hostil con ambos para tocar suavemente su espalda mientras iban a buscar las provisiones, abrazándole al caminar después de un rato sin oír ningún tipo de murmullo prejuicioso.

Al amanecer iban sobre sus camellos alejándose poco a poco del poblado, durmieron apenas dos horas antes de retomar su viaje, Takanobu iba distraído limpiando la botella del yinn que había salido intacta a pesar de que Futakuchi rodó con la bolsa donde estaba guardada al caer por la ladera esa noche. Kenji miraba hacia abajo, aun con todo el respeto que le demostraron los habitantes de ese pueblo, seguía sin aceptar que era algo real, no podía acostumbrarse al trato colectivo digno que se le entregó durante esas horas en ese sitio.

Conocía ese lugar, mucho antes de volverse mercader y viajar entre Syri Detar, donde se abastecía de productos importados, y Uruk, donde estaban las pocas personas que amaba; tenia vagos recuerdos de su primera vez atravesando Collum, pero si se acordaba perfectamente de la razón para estar allí. Aone guardó la botella y se fijó en su amante, una vez más no parecía ser la misma persona, tal y como en su niñez, cuando rara vez le veía reír, cuando le daba la impresión de que no tenía una razón para seguir viviendo, y él solo podía observar desde lejos como se apagaba.

En esa época de su niñez, Futakuchi trataba de no hacer enojar a su padre, quedándose en silencio todo el día, sin poder usar algún juguete en su presencia porque sus muñecas hechas a mano le habían sido confiscadas; ninguna clase de niño se rehusaba a jugar, pero Kenji no tenía fuerzas para hacerlo, la mayor parte del tiempo la pasaba con el cuerpo tendido en su cama, esperando dormirse. No recordaba porque esa vez decidió que rompería esa rutina para ir al cuarto de su papá, hurgando en el armario donde atesoraba las pertenencias de su difunta esposa; su mamá tenia pocos collares y pendientes, su progenitor no tenía tanto dinero, pero cuando lograba juntar lo suficiente, se esmeraba en comprarle artículos valiosos a su amada, sin imitaciones más baratas.

Futakuchi tomó los collares entre sus manos, contemplando con sus tristes ojos lo hermosos que eran, pensando con culpa en su deseo de traerlos puestos; se quedó así por horas perdiendo la noción del tiempo, hasta que su padre irrumpió en el cuarto, encontrándole de esa forma. Sus memorias se volvieron difusas, a su mente llegaban imágenes de su progenitor tomándole de un brazo, gritándole enfurecido porque jamás aprendía; el resto solo era su cuerpecito infantil tendido en el piso casi inconsciente, y su padre hincado dándole la espalda mientras lloraba en silencio.

Cuando Kenji lo veía llorar se sentía culpable, le fallaba como hijo y lo sabía, escuchaba a muchos adultos decirle que lo hacía, y aunque su padre nunca se lo dijo, estaba consciente de que esa era la realidad. Luego de comprobar que su hijo seguía vivo, el padre de Futakuchi salió de la casa para reunirse con un amigo en el bar más cercano, allí bebió tocándose el entrecejo, estaba desesperado por el hecho de que Kenji jamás aprendería a ser un verdadero hombre, y desahogaba esas penas con aquel amigo, que solo le recordó que si no hacía algo pronto, tarde o temprano el niño sería ejecutado, comentando también que hasta sería más misericordioso darle una muerte rápida si ya no había remedio.

En el presente Futakuchi detuvo a Baltazar y tocó una pared de roca sobresaliente, sin voltear a mirar a Aone, susurrando que ese lugar no había cambiado en nada. Takanobu agachó la cabeza con melancolía, quería tener la capacidad de saber en qué pensaba su pareja, pero si no se lo decía directamente, no podía hacer nada para ayudarle, se sentía inútil por no poder solucionar sus problemas.

Kenji recordó que aquella noche cuando su papá se fue después de la golpiza, su yo infantil decidió irse a la cama, sollozando con dolor por las heridas que tenía en el cuerpo; al terminar de llorar cerró los ojos para hacer lo de siempre, esperar a que el sueño le ganase. Su padre llegó otra vez a casa, pensando sin parar en la conversación con su amigo, en cómo sería mejor acabar con el sufrimiento de su hijo antes de que fuese tarde; entró entonces al cuarto del pequeño, quien entreabrió los ojos para comprobar si era su progenitor, para luego volver a cerrarlos fingiendo seguir durmiendo.

El padre de Futakuchi se acercaba inseguro, desenfundando su cimitarra y poniéndose en posición para cumplir con lo que creía más justo para su hijo; pero, aunque su mente le dijera que era la única forma, su cuerpo no obedecía a la hora de querer mover el sable. Kenji veía su silueta en el pequeño espacio entre sus dos parpados casi cerrados, sabía perfectamente las intenciones de su progenitor, y aun así no se movió ni le rogó por su vida, se había convencido de que terminaría de esa forma, que su papá le daría muerte algún día.

Sin embargo las manos de su padre temblaron, y guardó el arma, incapaz de quitarle la vida a su propio hijo; Futakuchi fingió estar despertando, abriendo sus ojitos para ver bien a su progenitor, que se sentó a su lado, pensativo y distante. Comenzó luego de un rato a explicarle algunas cosas de su sociedad, le dijo que los desviados terminaban siendo asesinados frente a todo el pueblo por no seguir las leyes naturales, por haberse degenerado o simplemente porque nacieron con algo que no estaba bien; Kenji no se atrevió a cuestionar porque eso estaba mal ni porque los hacía ser merecedores de la muerte.

Lo que si entendía era que su padre le estaba diciendo que había nacido solo para morir de esa manera, y parecía aceptarlo como una salida de su martirio; Futakuchi le preguntó a su papá si también tenía que morir de esa forma, él le contestó que podría evitarlo volviéndose una persona normal. Había intentado tantas veces ser una persona "normal", que agachó la cabeza con desesperanza, respondiéndole a su progenitor que entendía que no había más salida que aceptar su ejecución; su papá le miró decepcionado, y tocando su hombro le preguntó si realmente hablaba en serio y aceptaba aquel destino.

Kenji asintió, su padre soltó su hombro y le preguntó si prefería esperar el día de su muerte en manos del patriarca, o si prefería algo distinto donde no sentiría tanto dolor; Futakuchi dijo que prefería lo segundo, así que su progenitor le dijo que tenía una idea, pero que no podía llevarla a cabo sin su consentimiento. Lo escuchó con atención mientras le explicaba el plan que lo desligaría de la responsabilidad directa de su muerte, su papá le habló de Collum, unas montañas donde habían nidos de unos monstruos llamados afrits; Kenji no tuvo que preguntarle si morir de esa forma le dolería mucho, su propio padre le explicó que la mordedura adormecía, por lo que no sentiría nada.

Lo que no sabía Futakuchi era que ni su progenitor estaba seguro de si morir entre las garras de un afrit seria doloroso o no, parecía tan desesperado por quitarse de encima la culpa, que escogía creer en ese rumor sin fundamentos; le preguntó una vez más si aceptaba ese destino antes de decidirse definitivamente, Kenji asintió de nuevo con resignación. Al otro día su padre ya estaba buscando provisiones para su viaje a Collum, con una seriedad y aparente firmeza abrumadoras; mientras su papá conseguía todo, Futakuchi armaba su equipaje, con su misma expresión desolada, porque en su estado solo lograba pensar que esa era la única salida.

En el tiempo actual, justo en el atardecer, Aone y Kenji se detuvieron en el valle de Verecudiam, que poco tenía de valle al tratarse de un gran banco de arena encerrado entre las montañas; a un extremo había una ruina con los pilares intactos y levantados, pero sin techo de ningún tipo. Futakuchi bajó del lomo de su camello para quedarse mirando esas ruinas seriamente; Takanobu hizo lo mismo tomando las riendas de Halal para que no se alejara, al mismo tiempo que Kenji se quitaba las telas de su cabeza para dejar ondear su cabello en el viento.

Ese era el último punto de ese recuerdo, donde su vida tuvo un amargo nuevo comienzo; cuando Futakuchi viajó con su padre hasta Collum, ambos estaban convencidos de que eso era lo correcto. 8 años, esa era la expectativa de vida para Kenji, y con el pasar de sus días de viaje a lomos de un camello alquilado por su progenitor, seguía preguntándole cuanto faltaba para llegar a su destino, contando con los dedos de sus pequeñas manos los días que le quedaban de vida.

Por la noche, ya dentro del primer tramo de la cordillera de Collum, Futakuchi reflexionó sobre el hecho de que su padre, sabiendo que iba a morir, seguía dándole de comer; era extraño que siguiera preocupándose de darle alimento, Kenji se esperaba morir primero de hambre, pero aquel simple gesto le devolvía la esperanza de que su papá le amase un poco. Ni siquiera su mismo progenitor se explicaba porque hacía eso, si estaba llevando a su hijo hasta la muerte, no tenía sentido preocuparse de mantenerlo nutrido, de cubrirlo por las noches con mantas cuando temblaba de frio, de abrazarlo mientras dormía para darle más calor, y de todos modos, lo hacía.

A medida que llegaban al valle de Verecudiam, Futakuchi y su padre iban sintiendo una gran ansiedad, los pobladores de ese entonces les dijeron que en la ruina de ese valle había un gran nido subterráneo de afrits, y que debían tener cuidado al cruzar por allí. Su progenitor tragaba saliva, sosteniendo con sus manos temblorosas la cintura de su hijo para que no cayera del camello; al llegar a la dichosa ruina, que en aquel tiempo tenía un techo, su padre buscó alguna grieta en el suelo que le permitiese enviar a Kenji al nido de los monstruos.

En el fondo deseaba equivocarse y no tener que encontrar una entrada, pero lastimosamente había un gran agujero a la orilla de los pilares; su papá observaba hacia abajo con miedo de lo que seguía, Futakuchi tocó sus ropas para llamar su atención, observándolo con resignación mientras le preguntaba si ese era el sitio. Su progenitor estaba mudo, su propio hijo le recordó que estaba ahí con la misión de entregar su vida a esas bestias, él flaqueaba por esa serie de sentimientos de apego que sentía cada noche cuando le veía dormir como el ser puro que era; a partir de ese atardecer ya nunca más podría compartir con su hijo.

Le preguntó una vez más a Kenji si realmente quería ese destino, Futakuchi agachó la cabeza mirando sus piecitos, contestando que él mismo le había dicho que le matarían algún día por ser un desviado, así que no le importaba que fuese ese día. A su padre se le heló la sangre, desde el fondo de su corazón quería decirle que habían otras salidas, que no tenía que morir ni dejarle decidir cuando era su hora; no obstante calló esos sentimientos que para él eran "debilidad", y tomó una cuerda para ayudar a su hijo a bajar por la grieta.

Kenji se aferró a la soga mientras su padre la bajaba poco a poco, dentro de esa cueva subterránea todo estaba completamente oscuro, Futakuchi observaba con mucho miedo el interior mientras su papá le bajaba. Cuando tocó fondo, escuchó el eco de la voz de su progenitor preguntándole si ya estaba abajo, Kenji le respondió que lo estaba, y soltó la cuerda para que su padre la alzara, llevándola lejos de sus manos.

El padre de Futakuchi subió inmediatamente al camello y le hizo correr sin parar, tratando de alejarse lo más rápido posible para no mirar atrás, para no arrepentirse de lo que había hecho; Kenji miró la cueva en la que estaba, todo su ser temblaba de pavor, allí vivían monstruos, que tenían que devorarle para cerrar al fin su ciclo, y de esa forma dejar de fallarle a su papá y al mundo entero. Por esa razón decidió caminar un poco en la oscuridad, buscando su muerte dentro de la caverna, escuchando a lo lejos algunos sonidos inquietantes, chillidos y gruñidos de algo que no podía ver, pero que estaba cada vez más cerca.

En la salida del valle la culpa carcomió por completo la consciencia del padre de Futakuchi, haciendo girar en seco su camello, corriendo hacia esa caverna mientras el sol se ocultaba, oscureciendo el cielo. Kenji se paralizó al ver unas siluetas que se movían en las paredes, sus ojos comenzaban a adaptarse a la oscuridad, por lo que pudo ver muy bien la cara de uno de esos monstruos, abriendo la boca mientras se acercaba a solo centímetros de su pequeño cuerpo.

Al bajar por el agujero de un salto, su progenitor escuchó el grito más desgarrador que había dado su hijo en toda su vida; fue ahí cuando entró en pánico, corriendo desesperado hacia el interior de la cueva, llamando a Futakuchi para escuchar una contestación que no llegaría. Entonces encontró a su pequeño tendido en el suelo, con un afrit aferrado a su hombro derecho mientras le succionaba lentamente la sangre; Kenji tiritaba sin poder mover de otra forma sus extremidades, no era cierto lo que decían sobre la toxina, podía sentir perfectamente como su sangre iba vaciándose en la boca de esa bestia.

Su padre gritó de horror y corrió con todas sus fuerzas con su cimitarra en la mano, cortando por la mitad a ese afrit que estaba sobre su hijo; como a pesar de estar muerta esa criatura seguía con sus dientes clavados en la carne de Futakuchi, su progenitor tuvo que romperle la mandíbula para liberar a Kenji y tomarle en sus brazos. Se dio cuenta muy tarde que estaba rodeado de más afrits, hambrientos y deseosos beberse el resto de la sangre de su pequeño, y la suya también.

Ignorante de los efectos de la mordida de los afrits en su forma de gigante, el padre de Futakuchi tomó a su hijo mientras se transformaba, pensando que de esa forma no les harían daño; al volverse un gigante, su progenitor rompió la cueva y el techo de la ruina, haciendo volar escombros mientras movía los brazos para espantar a los monstruos. Trató de correr hacia el valle, pero decenas de afrits tenían las mandíbulas incrustadas en sus enormes músculos, debilitándole con cada paso que daba.

La noche le daba una total ventaja a las bestias, y el padre de Kenji desesperadamente trataba de zafarse de esas mordeduras mientras sostenía a su hijo, logrando solo debilitarse, perdiendo lentamente su tamaño de gigante mientras caía de rodillas protegiendo a Futakuchi contra su pecho. Su progenitor quedó en cuatro patas contra el suelo, sosteniendo la cabeza de Kenji mientras le servía de escudo, recibiendo múltiples mordidas de afrits en todo su cuerpo menos su torso.

Su padre le miraba llorando, disculpándose sin parar por lo que le había hecho; Futakuchi apenas tenía fuerzas para mirarle, perdió demasiada sangre cuando ese monstruo le mordió, y sin embargo, sus ojitos no mostraban rencor contra su papá, aquella fue una de las pocas veces que sintió que su progenitor le quería de verdad. Por eso con sus pocas fuerzas se acurrucó contra su pecho, susurrándole que lo amaba, justo antes de desmayarse; su padre contempló su cabecita y su angelical rostro, su hijo era la criatura más linda que pisaba esas tierras, y se arrepentía tanto de haberlo negado por durante toda su vida; al menos lo último que vería sería un gesto de ternura que no merecía, pero que se empeñaría en proteger con su último aliento.

Kenji entreabrió los ojos, sentía sofocación, el cuerpo inerte de su padre le estaba aplastando contra la arena, luego miró de reojo a la distancia, distinguiendo a algunas personas con antorchas que corrían hacia ellos; pero no podía recordar nada más porque volvió a desmayarse cuando le quitaron el cadáver de su papá de encima. Despertó luego de días en un hospital en Syri Detar, los médicos le informaron que su padre había muerto como un héroe, salvándole la vida durante un ataque de afrits; luego de un rato un médico le ayudó a levantarse para ir al lugar donde tenían el cuerpo de su progenitor, con una autopsia ya hecha y embalsamado para trasladarlo a Uruk, donde seria enterrado.

Un par de soldados le escoltaron junto al cadáver de su padre durante algunas semanas para llegar a la capital, durante el entierro Futakuchi no dejaba de oír que su padre era un héroe, que le salvó de morir, que dio su vida para proteger a su familia; incluso Aone, que le detestaba, admitía que ese fue el único gesto realmente bueno de su progenitor. Los días pasaban y Kenji seguía yendo al cementerio para quedarse junto a la tumba de su papá durante horas, preguntándose qué sería de su vida a partir de ese momento.

La respuesta llegó con el tiempo, cuando aquel pequeño niño comenzó a buscar trabajos para auto sustentarse y pagar las deudas de su padre, cuando ese niño encontró maneras de conseguir lo que deseaba, cuando ese niño empezó a mostrarse ante su mejor amigo como la niña que en verdad era. Por eso Futakuchi se arrodilló sobre los escombros de esa ruina olvidada, juntando sus manos para orar mientras el viento mecía sus cabellos; Takanobu estaba a sus espaldas, contemplándole rezar por el alma de su progenitor.

Kenji nunca entendió sus propios sentimientos hacia su padre, no tenía razones para amarle, sus demostraciones de amor siempre venían después de que le propinara un indescriptible dolor; suponía que era de familia, seguramente su papá también se preguntaba porque le quería a pesar de ser un desviado. Lo que realmente importaba era que no podía negar lo que sentía, aunque le hiciese sufrir pensar en ello, jamás sería capaz de contradecir a su corazón.

Aone se arrodilló por detrás de Futakuchi y le abrazó cálidamente mientras oraba, besando su espalda con dulzura y compasión, al mismo tiempo que le recordaba que estaba ahí para cuidarle. Kenji tomó las manos de su amado y las besó con los ojos cerrados, seguía torturándose por el hecho de amar con locura a alguien que le había lastimado demasiado, pero le causaba alivio saber que también amaba a alguien que con cada día que transcurría, se ganaba más su amor.