Crudo Invierno.
Capítulo 6:
Celebración.
Este fanfic está especialmente dedicado a Naoko Nayamira, quien es una fantástica amiga y una muy buena compañera (se podría decir de trabajo je, je), hey nao-chan ya tenemos poco más de dos años de conocernos, ¡qué padre!
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Desde este lugar no podía apreciarse un solo rayo de sol que se colara ligeramente por la ventana. Ni siquiera el alegre canto de las aves se alcanzaba a escuchar. Todo era silencio, un mortal y triste silencio que me carcomía las entrañas poco a poco y de una manera muy dolorosa.
Mi mente divagaba entre aquellos recuerdos llenos de dolor que sufrí en la infancia y en mi juventud y hacían que la cabeza me punzara letalmente.
—¿En qué piensas Hatori? —me preguntó el que se encontraba delante de mí, Akito.
—En nada —lo ignoré con un tono frío—. ¡Quítate la camisa!
—¿Es una proposición indecorosa? —habló con un tono de sarcasmo que no le funcionó. Yo sólo suspiré por mi fastidio. Lentamente se quitó la prenda que le cubría el pecho.
Del maletín saqué mi instrumento para medir presión y se lo coloqué de una manera cruel alrededor del delgado brazo. También examiné su pulso y sus respiraciones. Todo lo que quería era irme cuanto antes de aquel lugar y ver de nuevo la luz del día.
—Bien, tu presión es de 90/125 —miré mi reloj—. Tu pulso es de setenta y cinco veces por minuto y tu frecuencia respiratoria de veintiuno.
—¿Y eso qué significa? —inquirió despóticamente.
—Estás… bien… Mejor que la última vez, de hecho. Voy a revisar tu temperatura, ¡Levanta el brazo! —coloqué el termómetro en la axila.
Una vez que terminé con él guardé apresuradamente mis utensilios en el maletín de cuero.
—Me tengo qué ir —hice a un lado el cabello que cubría mi frente.
—¿Cuál es la prisa? —rodeó mi cuello con sus dos brazos y se tumbó encima de mí, yo caí al suelo jalado por la gravedad—. Hatori-chan…
Acercó sus labios a los míos, pero no los tocó. Dejó un suave beso en mi mejilla que aborrecí por completo. Bajó hasta mi cuello y luego fue hasta mi pecho. Desabotonó el primer botón de mi camisa con sus dientes, me quedé pasmado con la tremenda habilidad.
—Yo… no… —titubeé sin poder hacer o decir nada más.
Lo hice a un lado.
—Me voy —me levanté del suelo y volteé a ver la malévola sonrisa que esbozaba su rostro.
Salí rápidamente de aquellas desoladas habitaciones con un amargo sabor en la garganta y un dolor en el estómago. Volví a abotonar mi camisa y me sobresalté cuando vi el espectral rostro de la encargada.
—¿Cómo se encuentra el señor Akito? —me preguntó sin mostrar ninguna expresión en su rostro, ni siquiera la de preocupación.
—Él está bien… —dije sin más. Me toqué la frente. ¡Demonios! El dolor de cabeza iba en aumento.
Abandoné los terrenos de Souma. Me alegré de volver a sentir el brillo del sol en mi piel. El humor me había cambiado súbitamente. Le sonreí a la nada por "haber salido vivo" de ese horrendo lugar que me estresaba en gran manera cada vez que lo visitaba.
Conduje mi auto deportivo camino a la casa de Shigure. Esperaba tener algún descanso luego de todos los disturbios emocionales que sufrí. Algo que consolara mi pobre corazón, que aliviara esa melancolía que sentía, aun sin saber el porqué.
Me transporté a lo largo de toda la ciudad y por fin llegué a mi destino, tan esperado.
—¡Hola Shigure! —le dije al que estaba sentado en la entrada con un montón de libros frente a él y algunos papeles en sus manos.
—¿¡Qué hay Hatori? —me saludó más por compromiso que por gusto.
Entré al lugar que estaba algo oscuro, busqué en la cocina y allí fue donde lo vi, con una enorme sonrisa dirigida a mí y con Rit-chan en un lado, que imitaba sus ademanes alegremente.
—¡Hola!
Rodeé su cintura con mi brazo derecho y me acerqué a su oído.
—¿Puedo entrar a tu habitación? —le susurré.
—¡Por supuesto! —me contestó enérgicamente. Tomó mi mano y me dirigió hasta su cuarto, que estaba más oscuro que el resto de la casa.
Hizo a un lado las gruesas cortinas y entró un poco más de luz en la habitación haciéndola un poco más agradable a la vista. Me recosté lentamente en la cama y aflojé un poco el nudo de mi corbata. Entonces, él fue a mi lado y se sentó allí.
—¿Te sientes bien?
—Estoy un poco cansado —acoté.
Hundí mi cabeza en las suaves almohadas y entonces él comenzó a jugar con mis cabellos, provocando en mí una sensación placentera que me recorría todo el cuerpo.
—Fui a ver a Akito y me provocó un dolor de cabeza.
—¿Qué le podemos hacer? —sonreía cálidamente tratando de no tocar el tema para no hacerme sentir peor—. Pero ya estás aquí, en mis manos.
—Ah sí ¿Y qué me harás? —dije con un tono juguetón en mi voz.
—¿Yo? Je, je, nada. Debes descansar —se levantó de la cama y se dispuso a salir del lugar.
—Pero, por favor, no quiero que te vayas —hice una expresión algo dolida— Quédate conmigo, por lo menos hasta que me duerma, ¿Sí?
—¡Está bien! —aceptó ya que no le quedaba más remedio
Llegó hasta mí de nuevo y me arropó, por lo que sentí algo más de calidez. Se sentó a mi lado y volvió a jugar con mis cabellos. Así, en esa atmósfera tan relajante fui cayendo en el sueño, mientras que él me miraba y no me dejaba solo.
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"Quiero estar a tu lado, pero algo lo impide. Quiero permanecer a tu lado por toda la eternidad y que ni siquiera la misma muerte pueda separarnos. Porque ¡Qué más da si el mundo se parte en dos, si puedo estar contigo! Pero no es así, y esa es la gran diferencia ¡Diablos! Y cómo me lamento por eso. Quisiera desgarrar mi piel e inclusive quedarme sin sangre para ya no sufrir esta condena, que pareciera la peor de las torturas jamás vividas por el hombre."
—Necesitamos preparar todo para la reunión —me dijo Yuki, llegando hasta mí con una sonrisa y viendo en mis documentos— ¿Qué es eso Shigure?
Miró lo que escribía el muy curioso.
—Nada —dije tapándolas—. Es para mi nueva novela Yuki.
—Oh, una nueva novela. En realidad te estás haciendo famoso —agregó—. Está bien, te decía que hay qué preparar todo para la reunión de hoy en la noche
—¿Qué reunión? —pregunté no haciéndole mucho caso, ya que aun tenía mi mente en los escritos.
—¿¡Cómo que cuál reunión? —terció el chico de cabellos plateados— Si tú fuiste el que organizó todo.
—Oh, es cierto —dije dándome cuenta de lo que hablaba.
—Bueno Honda-san, el tonto neko y yo vamos a limpiar la casa para después decorarla. Necesito que Ayame y tú vayan por algunas cosas de esta lista, que son las que necesitamos —me entregó el papel.
—¿A… Ayame? —pregunté tontamente.
—Sí, mi hermano. Oye, deja de estar despistado y ya regresa a la tierra. Parece que Honda-san te lo está pegando je je.
—¿Me hablaban? —llegó la chica de cabellos castaños con una bella sonrisa que hacia que brillara, como siempre.
—Le estaba diciendo lo de las compras.
—Ah, ok ¿No te molesta Shigure?
—No, claro que no —le sonreí y toqué su cabeza revolviendo un poco sus cabellos.
Los dos se alejaron y yo volví a poner atención en mis escritos, sí, era cierto que yo lo había organizado todo, pero ya no me importaba tanto como antes.
"Me pregunto si es el destino lo que nos impide estar juntos, este tonto y atroz destino que me mata dolorosamente y a cada segundo…"
—¿Qué haces? —me dijo una voz detrás de mí. Yo sólo me sobresalté y tapé mis escritos de nuevo, no me había percatado de que Ayame estuviera detrás de mí, ya que estaba tan concentrado.
—Es para mi nueva novela —contesté de nuevo y sin ánimos—. Oh, está bien. Vamos por las compras.
—¡Sí! —gritó animado.
Detrás de él salió la figura de otro de mis primos, pero con una expresión tímida en el blanco rostro.
—Rit-chan irá con nosotros.
—¿Irás con ellos Rit-chan-san? —dijo Tooru quien salió de nuevo. Ritsu afirmó entonces— Oh, pensé que te quedarías a ayudarnos.
Mi primo vio la mueca triste de la chica y entonces su rostro cambió su expresión a una muy terrible.
—¡¡Gomen ne! Lo siento de verdad. Perd…
Ayame tapó la boca de Ritsu antes de que la situación empeorara y se saliera de control.
—Lo siento, pero creo que necesitaremos ayuda con las compras pequeña —le dijo él y entonces Tooru accedió.
Cuando por fin los tres pudimos llegar hasta el supermercado Ritsu había sufrido dos crisis más, pero sus ataques ya comenzaba a disminuir (ya que iba de vez en cuando con el psicólogo y se encontraba en rehabilitación).
—Y ¿Por qué Hatori no vino con nosotros? —le pregunté al de cabellos plateados.
—Él está descansando. Parece que tuvo un día difícil en el consultorio y para acabar de rematar tuvo qué revisar a Akito.
—Oh, Akito…
Mi mente comenzó a divagar recordando al líder de los Souma, pero la voz de mis dos primos me trajo de vuelta. Habían avanzado algunos metros dejándome allí y pudieron llegado hasta el estante de licorería. Ayame sostenía una botella de vino blanco y Ritsu otra de güisqui.
—Je, je, Shigure —emitió una sonrisa Ayame—. ¿Qué te parece si le inyectamos algo de romanticismo a la reunión con algunas botellas de alcohol? Je, je.
—Sí, tienes razón ju, ju, ju —me tapé la boca con una mano y comencé a reír también. El rostro del mono se sonrojó algo.
—Otra de nuestras magníficas ideas —dijo el hermano mayor—. No cabe duda que dos genios piensan igual ¿No es así Shigure? Sí, con tres es más que suficiente.
—Ajá —contestó el otro, que sólo obedecía y las echaba al carrito.
Luego de pagar, que por cierto muy a penas completamos con el dinero, salimos del supermercado y nos dirigimos de nuevo a mi casa.
—Espero que todo salga bien —nos dijo Ayame, mientras sus largos cabellos se mecían con el viento, al igual que los mechones castaños de Rit-chan—. Ya tenía ganas de una reunión como esta.
—Vas a ver que todo se va a poner muy emocionante —gritó el yamazaru.
Yo sólo contesté muy animado con un "Sí".
—Todo saldrá bien, porque está en nuestras manos —les dije.
Por fin llegamos a mi casa y todo estaba muy limpio, los chicos habían hecho un buen trabajo. De hecho, ya comenzaba a oler muy bien porque Tooru había cocinado algunos postres. Llegamos hasta la cocina donde todos estaban: Tooru, Kyo, Yuki y Hatori (que ya se había despertado).
—Hemos llegado —dije—. Trajimos todo lo que nos pediste Tooru, y algo más —esa última frase la dije en silencio, por lo que casi nadie pudo escucharme. Ayame sonrió en complicidad conmigo y Ritsu solo se sonrojó.
—Compramos preservativos por si se necesitan —todos cayeron estrepitosamente al suelo.
—¿¡Qué? —gritó Tooru con la cara toda roja.
—¿¡Cómo te atreviste? —gritaron Yuki y Kyo al unísono.
—No sabemos cómo terminaremos esta fiesta, los pueden necesitar chicos.
Hatori y yo sólo nos carcajeamos como nunca de ver la expresión de los chicos.
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—¡Bien, ya está todo listo! —exclamó Ayame que se encontraba en el recibidor junto con Shigure, esperando a los invitados.
Vestido con un abrigo rojo del cual los puños y el enorme cuello eran de color dorado. Traía el cabello atado en dos trenzas. Shigure por su parte estaba vestido con su yukata de gala, que era de color azul rey y adornada con líneas verticales celestes.
—Sí, ya casi son las diez, espero que vengan todas las personas que invitamos —se sentó en un sillón, al igual que sus compañeros, para esperar allí— ¿Crees que venga Kureno?
—¿¡Invitaste a Kureno? —la sorpresa del hebi era evidente.
—Sí.
—¿Tu crees que Akito lo va a soltar? La verdad no tengo ni una pizca de fe en que venga.
El tintineo del timbre les interrumpió la conversación. El perro fue hasta la puerta y la abrió, recibiendo con una sonrisa al que estaba afuera.
—¡Bienvenido señor Kazuma! ¿Cómo está usted?
—Muy bien, tenía qué venir, para cuidar a Kyo —es última frase la dijo en silencio.
—¡¡Kyon-kichi! —le gritó Ayame.
De pronto se vio la sombra del gato que caminaba pesadamente y daba grandes zancadas. Su ceño estaba fruncido, al igual que su boca y denotaba molestia (¿Cuando no?).
—Ya te oí hentai —Ayame solo mostraba sonrisillas nerviosas. Entonces vio el rostro de su padrastro—. Ma… Maestro ¿¡¡Qué hace usted aquí?
—Hey, esa no es forma de hablarle al señor Kazuma —inquirió Shigure con una expresión seria y con el dedo índice levantado.
—¡Tú cállate!
—Yo vine a la fiesta —dijo— Shigure me invitó.
El pelirrojo le lanzó una mirada de soslayo al perro, quien también mostraba sonrisas nerviosas. En eso Yuki y Tooru se acercaron al recibidor (Ritsu había ido a su casa para cambiarse de ropa).
—¡Maestro qué bueno que pudo venir! —habló el de cabellos plateados. Tooru también lo saludó con sonrisas.
—¡Hola Yuki, Tooru!
—Pero maestro creo que Shigure no le dijo que era un reunión informal —indicó el neko señalando el traje gris del señor Kazuma.
—Je, je, ¿informal? —rió éste.
—Pero no se quede aquí ¡pase, pase! —el inu agitó las manos mostrando el camino a la sala.
—Sí, pero no he venido sólo…
A lo lejos se escucharon algunos gritos agitados.
—¡Maestro, espéreme, usted camina muy rápido!
La figura de una chica de cabellos de color castaño apareció. Encorvó su cuerpo y apoyó una mano sobre la rodilla, mientras que la otra la recargó en la puerta, tratando de normalizar su respiración.
—¡Hola Kagura! —la saludó la onigiri.
El rostro del neko mostró una sombría expresión de terror. Esta corrió y fue a abrazar a Kyo (ya resignado).
—¡¡Kyo!
Ellos pasaron a la sala y entonces Shigure y Ayame volvieron a quedarse solos, esperando a los demás. Pasaron algunos minutos y el timbre volvió a sonar, entonces el hebi se acercó a la puerta.
—¡Hola Haru! ¡Hola Momiji! ¡Hola Hiro y Kisa!
—¡Hola Shi-chan y Aya-chan! —saludó nada más el conejo. Haru sólo hizo un movimiento con su mano (el de amor y paz) y Hiro se hizo el desentendido. Kisa los saludó con la mano.
—¿Y mi amiga? —preguntó la del signo del tigre que traía un vestido celeste de holanes y unos listones del mismo color en el cabello. Shigure señaló en la cocina y la pequeña corrió hasta allá.
—¡Espérame Kisa! —gritó Hiro con su saco de color negro y un moño en su cuello. También traía un short gris y su cabello estaba un poco relamido hacia atrás (como el look de un niño rico).
Haru iba vestido de negro (con una playera desmangada) y traía varias pulseras de púas en sus muñecas y algunos collares también negros en el cuello.
—Creo que está en época de abstinencia —le dijo Ayame a Shigure en silencio.
Momiji (que vestía un traje de marinerito blanco) junto con la "vaca" se fueron a la sala a reunirse con los demás.
—¿A quién más esperamos? —preguntó el hebi.
—Creo que las amigas de Tooru también vendrán.
Estuvieron algunos minutos más allí, hasta que de nuevo sonó el timbre…
Saki vestía un vestido negro muy largo y su cara era cubierta por un velo (parecido al de las novias) y Arisa traía una blusa blanca con rayas negras (se le podía ver el ombligo) y una minifalda de mezclilla también de color negro. Su rubio cabello cubría la mitad izquierda de su cara.
—Buenas noches —saludaron las dos al mismo tiempo.
—¡Uo-chan, Hana-chan! —la voz estridente de Tooru se pudo escuchar por toda la casa y emocionada corrió a abrazar a sus amigas. Luego se fueron a la sala, como los demás.
—Esa chica, la dark, me da miedo —señaló el perro.
—Creo que haría buena pareja con Hatsuharu —rió Ayame— Fue buena idea comprar los preservativos.
Iban a cerrar la puerta, cuando de pronto…
—¡Esperen, esperen! —gritó la voz de Ritsu.
—Claro, ¿cómo pudimos olvidar a Rit-chan? —se dijeron los dos.
—¡¡Perdón por llegar tarde, perdón! —Ayame volvió a callarlo y los ojos de terror desaparecieron del rostro del mono. Vestía un lindo kimono de color rosa y un listón rojo ataba su cabello en una cola de caballo.
—¡Vámonos ya! Mine-chan me avisó que no vendría —agregó el hebi.
Se reunieron todos en la sala, donde algunos conversaban. Yuki y Tooru platicaban con Uotani y Hanajima. El nezumi vestía una playera gris y un pantalón negro. El neko una playera amarilla y un pantalón negro de cuero. La onigiri un una blusa de color lila (también mostraba el ombligo) con mangas holgadas y una falda púrpura de colegiala que le quedaba muy bien.
Kyo conversaba molesto con su maestro, mientras Kagura lo abrazaba. Hatori que se había decidido por un look más fresco (camisa azul marino y pantalón de mezclilla) conversaba con el perro y la serpiente.
—Mandé pedir algunas pizzas para todos —comentó Shigure en voz alta para que pudieran escucharlo—. Espero que el repartidor no se demore demasiado porque ya hace hambre.
Yuki fue por las pizzas cuando el repartidor llegó y las puso sobre la mesita. Tooru les repartía platos a todos.
—Ok, ok, ¿quién se sabe algunos chistes? —Shigure dijo, mientras, sostenía un pedazo de pizza y miraba a todos.
—Yo… yo… —gritó el conejo alzando la voz.
—¡Cuéntalo Momiji! —lo animó la onigiri.
—Bueno pues… ¿Qué le dijo un pingüino macho a una hembra?
Algunos de los presentes pensaban en la respuesta, pero ninguno acertaba.
—¿Qué le dijo Momiji? —preguntó Yuki.
—¡Te quiero como a ningüina! 3
Tooru miró a Yuki y luego a Kyo y Shigure volteó ver a Ayame y luego soltaron una carcajada general (Con decirles que hasta Kyo y Hanajima se rieron je, je).
—Yo digo uno —sentenció Kazuma Souma comiendo varios trozos de pizza de una sola mordida— ¿Cuántas rubias se necesitan para cambiar un foco?
—¿Cuántas maestro? —preguntó Kagura.
—Mil.
—¿Por qué mil? —gritó Kyo.
—Una para que sostenga el foco y las otras novecientas noventa y nueve para que le den vuelta a la casa.
Algunos rieron y otros no entendieron el chiste, como Tooru y Momiji, hasta que Yuki les explicó.
—¡Kisa quiere más pizza! —gritó Hiro, mientras la niña sujetaba el plato algo apenada para que le sirvieran y entonces la onigiri lo hizo.
—Creo que deberíamos traer el vino y el güisqui —le dijo Ayame al perro en silencio. Fue hasta la cocina y de la alacena sacó dos botellas, escogió algunas copas y las llevó a la mesita en donde todos comían.
—¿Le sirvo maestro? —preguntó el doctor.
—Sí, pero solo un poco, ya que no soy bueno tomando algo que no sea sake —dijo él.
—No se preocupes, sólo tómelo despacio —le dijo la serpiente.
Hatori comenzó a servirles de la espumosa bebida a los cuatro adultos que se encontraban allí, incluyéndose.
—Yo también quiero —chilló Momiji.
—No, Momiji tú no puedes tomar porque eres menor —inquirió el dragón.
—¡Vamos, Hatori-chan! no seas aguafiestas, hay para todos —dijo Ayame y trajo más copas para los demás, excepto Kisa y Hiro—. Al fin y al cabo ya tienen diecisiete y dieciséis años.
—Está bien, pero sólo un poco y mézclalo con refresco —aceptó, una vez que no le quedó más remedio.
—¡Eso no es justo! —espetó Hiro—. Sólo porque no tengo dieciséis años.
—Eres demasiado pequeño —agregó Hatori.
—Vamos a poner algo de música para ambientar esto —dijo Shigure y puso algunas baladas.
—¡Vamos, vamos! Invita a la princesita a bailar, Yuki —le dijo a su hermano dándole algunos empujones, mientras que los dos se sonrojaban.
—¿Desea bailar bella dama? —pregunta el ratón haciendo una ligera reverencia. La onigiri le correspondió y se levantó para bailar con él, mientras el gato le lanzó una mirada de soslayo y luego torció la cara fingiendo que no le importaba.
—Kyo… ¿Me invitas a bailar? —la del signo del jabalí preguntó tímidamente y le tomó la mano.
—¡Como sea! —espetó él con el rostro un poco sonrosado.
—¿Quieres bailar? —le preguntó en silencio el dragón.
—Creo que se verá muy raro si me sacas a bailar —dijo la serpiente—. Lo siento y gracias.
—Sí, ahora que lo pienso tienes razón.
Yuki tomó con suavidad a Tooru de la cintura y comenzó a balancearla con delicadeza, dejándose llevar por el sutil ritmo de la música en ese ambiente tan romántico. Kagura y Kyo bailaban, pero este se movía con torpeza.
—Mira, yo te guío —ella tomó el mando y comenzó a moverlo—. Sólo sígueme.
La del signo del jabalí recargó su rostro en el pecho de su compañero. Haru invitó a Hanajima y luego Uotani invitó a Kyo (casi obligándolo) cuando terminó con Kagura. Hiro y Kisa también bailaban. Ayame sacó a la onigiri después.
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Shigure vio cómo Ayame entraba a su habitación casi cargando a Hatori.
Abrió la puerta y entró a la suya, con una sensación extraña en su estómago por el alcohol. Encendió la luz y se sorprendió al ver una figura allí.
—¿¡Rin?
La chica de alargados cabellos negros se acercó a él con una expresión sombría.
—Te estuve esperando —dijo ella.
¿Cómo le hiciste para entrar aquí? ¿Por qué no te reuniste con nosotros hace rato?
—Porque… —dudó en sus palabras.
El perro se acercó a ella y pasó su mano detrás de la cabeza de la chica.
—Ya no digas más, sólo bésame…
Apagaron las luces y se fundieron en un apasionado beso.
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—Camina despacio, que ya estás bajo los efectos del alcohol —me dijo Ayame, que me llevaba hasta su habitación casi arrastrándome.
—¿Yo? Esso no es cierto —dije tratando de hacer una voz que no me delatara tanto.
—Sí, sí lo estás.
Di un tropezón, caí de bruces al suelo y comencé a reír sin ningún motivo.
—¡Levántate! Ya ves, estás muy ebrio.
—No, no, no y no —me negué rotundamente—. Ademáss tú también esstás…
—Sí, pero no tanto como tú. Anda, ya no seas terco —me interrumpió. Me dio su mano suave y pude levantarme.
Mi visión se había reducido considerablemente y no podía ver tanto entre aquella oscuridad, pero sí me di cuenta de que nos acercamos a la cama. Él comenzó a deshacerla para que pudiera dormir en ella.
—Ya está —me dijo.
Apurado comenzó a desabotonar mi camisa para que durmiera más cómodo y sólo dejó uno o dos botones cuando quité sus manos, diciéndole, sin palabras que yo podía hacerlo. Se alejó entonces, dejándome allí.
—¿A dónde vass?
—Voy a ponerme mi pijama para dormir.
—No, ven —entonces lo jalé del brazo para traerlo hacia mí y quedó enfrente de mí nuevamente.
Me acerqué a su rostro tocando su frente con la mía y toqué también sus tersos labios con mi dedo índice. De verdad que el alcohol me estaba dando mucho valor.
—¿Qué haces?
—¡Ssshh! —lo callé.
Mi cuerpo comenzó a tambalearse y él trató de sostenerme, pero sin más remedio, fuimos jalados por la gravedad y caímos en la cama, que gracias a Dios había detenido nuestra caída.
—Hatori-chan… Me estás… aplastando —se quejó tratando de quitar mi cuerpo que estaba encima del suyo.
Me acomodé lentamente para no lastimarlo, pero seguí encima de él. Entonces me deshice de la camisa y dejé al descubierto mi pecho. Comencé a percibir una deliciosa fragancia de cítricos al acercar mi olfato a su cuello. Acaricié sus cabellos largos que se encontraban regados por toda la cama y que en medio de toda la oscuridad no se podía apreciar su color natural.
Deposité un suave beso en el cuello y sentí cómo comenzó a moverse de una manera muy curiosa.
—Je, je, me haces cosquillas —me dijo entonces.
Levantó su rostro y me miró atentamente con una sonrisa en su rostro. La luz que se colaba por las ventanas hacía que sus ojos destilaran ese sublime brillo dorado, como si se tratara de los brillantes ojos de un gatito en la noche. Permanecimos así unos minutos, mirándonos en silencio.
Tomó mi mano y la apretó con delicadeza, acercándola a su pecho. Acerqué mi rostro al suyo y pude sentir su respiración agitada y algo desesperada. Pasó suavemente su otra mano por mi espalda desnuda y sentí un cosquilleo que recorrió mi cuerpo. Entonces, yo reí.
En un momento inesperado para Ayame acerqué sus labios húmedos a los míos. Probé suavemente y él me correspondió. Tratamos de acoplar nuestras respiraciones y seguimos, en medio de aquella oscuridad.
Fin del capítulo 6.
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Perdón! Perdón! Sí lo reconozco, fue un descuido de mi parte (y ustedes pueden preguntar cómo es que se me olvidó, si es lo principal de la historia, pero es que simplemente se me botó de la cabeza, sumimasen!). Algunas partes me salieron muy a prisa y no detallé tanto, pero lo hago en el siguiente capítulo con flashbacks.
Le agradezco infinitamente a: Cerdo Volador, Eri mond licht, Iria, Naoko Nayamira, lenne ishtar, rafika, Rikuayaceres, mil gracias a todos y espero seguir contando con ustedes, sus reviews me encantaron (los contesto en mi profile, es que aquí no puedo).
Les gustó? Lo odiaron? Qué les pareció? Déjenme un review para saberlo, aunque sea para que me pasteleen. Espero contar con su apoyo para mejorar esto onegai.
Sayonara!
Joe the time traveler
