Luego de casi tres meses de no haber actualizado mi pobre fic (T.T lo siento! Por favor perdónenme!). Aquí les tengo el capi ocho, esperando que lo disfruten. Al final dejo los agradecimientos de las hermosas personas que me dejaron reviews en el anterior. Arigatou gozaimasu!

Crudo Invierno.

Capítulo 8:

Partida.

Dedicado a Naoko Nayamira, quien en infinidad de ocasiones me ha brindado su apoyo. Vamos amiga! Tú vas a pasar ese examen y podrías pasar mil más si te lo propusieras. No te rindas por nada y por nada pierdas la fe ni las esperanzas! Sé que puede parecer difícil, pero no es imposible. Por cierto, lean su fic "LOVING YOU", está genial! y cuando le vayan a dejar reviews denle ánimos nn

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Esa noche regresaba tarde de su consultorio y las horas comenzaban a pesarle. Los párpados estaban a punto de caérsele y se podría quedar dormido en ese mismo lugar si no fuese porque los intensos chisguetes de lluvia le molestaban en la cara.

Se acomodó con algo de enfado el fleco que le molestaba en los ojos y siguió caminando con paso preciso mientras que su ropa humedecida comenzaba a incomodarle también.

Dio un suspiro hondo para relajarse un poco y sintió como la tensión salía, en forma de una nube grisácea, por su boca. Sonrió un poco. Sí, era verdad, tenía demasiada imaginación, pero era lo único que lo salvaba de momentos estresantes e irritantes como esos.

Sólo deseaba una cosa: Llegar a su casa y encontrarse con una persona, que seguramente, lo recibiría con los brazos abiertos y poder descansar de una vez por todas. Se maldijo mil veces por haber decidido "hacer un poco de ejercicio" y no haberse llevado su automóvil con él. No tomó en cuenta el clima.

Vio su bata blanca, que ya se encontraba manchada de algo que parecía lodo y soltó más pestes. Esa era la noche en que había dicho más malas palabras en toda su vida. Se le antojaba una cerveza bien fría, pero, enseguida cambió de opinión y prefirió una café caliente. Tenía mucho suelo, era cierto, y quería dormir, pero hacía demasiado tiempo que la cafeína había dejado de tener efecto en él. Tal vez, desde que era su época de estudiante y se tenía que quedar hasta tarde (¿o temprano?) estudiando para los exámenes de tortura.

Volvió a suspirar. Sí, añoraba esas épocas, pero, por más que quisiera, jamás podría regresar el tiempo. Tenía la facultad de borrar memorias, pero no de retroceder el tiempo.

Volvió a suspirar, pero esta vez fue acompañado por un gran bostezo que lo hizo abrir toda la mandíbula. Vio un gato en la calle que corrió espavorido al verle ese gesto en la cara.

Comenzó a cantar una canción para distraerse, pero no funcionó, y entonces sintió que el sueño le pesaba más. Era mejor que se apresurara a llegar ya que su vista se había reducido considerablemente por la falta de sueño.

Se suprimía día con día las dos cosas que el ser humano más aprecia y disfruta. El dormir y el comer. Porque también era cierto que a veces ni le daba tiempo de probar bocado en muchas horas o en todo el día. Estaba dedicado a salvar vidas, pero si no se cuidaba, pronto necesitaría de alguien que le salvara la vida a él. Y sabía bien quién era la persona perfecta para hacerlo.

Sonrió.

Siguió caminando y delante de él vio algo que lo sorprendió. Abrió más los ojos y se levantó el fleco nuevamente. Delante de él había dos hombres que estaban forcejeando. Estaba presenciando un asalto o algo por el estilo, aunque no podía ver claramente el rostro de éstos, por las sombras de la noche.

Sintió que los nervios le recorrían el cuerpo y avanzó con cautela. En efecto, estaban asaltando a uno de ellos. No sabía si correr a defender al hombre o esconderse.

Se tocó el pecho.

Vio cientos de hilos largos de color plateado que pendían de la cabellera de uno de ellos. Abrió más los ojos y enseguida cambió su expresión. No podía creer lo que sus cansados ojos veían.

—¡A… Ayame?

Corrió al rescate del que reconoció como su primo. El otro sacó un cuchillo que lanzaba destellos metálicos y lo hundió en el abdomen de la serpiente. Lo sacó bruscamente y lo vio envuelto en un líquido carmesí que también brillaba. Cuando el asaltante vio a Hatori acercarse salió huyendo del lugar.

Sintió que la sangre le hervía y rápidamente se acercó al cuerpo de Ayame que yacía en el suelo mortalmente lesionado. Trató de tapar la herida para que la sangre dejara de salir a borbotones y lo recostó en su regazo sin moverlo demasiado para no lastimarlo más.

Ayame entreabrió los ojos para ver quién había acudido a su rescate.

—Ha… Hatori-chan —se quejó luego por el dolor que le habían ocasionado.

—Sshh, por favor, no hables, enseguida le llamo a una ambulancia.

Hatori sacó un pañuelo limpio de su bolsillo para presionar la herida. Comenzó a sollozar desesperado, y enseguida marcó un número de emergencia en su celular, pero el móvil se le resbaló de las manos y cayó rebotando varias veces sobre las calles mojadas.

—Sé que moriré Hatori… ya he perdido demasiada sangre.

—¡No! —lo interrumpió gritando— No digas eso, por favor resiste, no te rindas.

—Hatori yo… yo te amo.

Ayame sonrió con dificultad y tocó la mejilla del que lo había rescatado. La sangre seguía saliendo inevitablemente y Ayame cerró con delicadeza los ojos.

—¡Espera Ayame¡Por favor espera!…

Hatori comenzó a moverse entre las sábanas y después abrió los ojos bruscamente. Se levantó y profirió un grito de terror. Vio a Ayame que aun yacía dormido a un lado suyo y suspiró profundamente aliviado. Sintió que la sien le punzaba con dureza y se tocó ese lugar en un intento inútil de mitigar el dolor.

Volteó a ver el rostro de su amante una vez que el dolor cesó y lo vio dormir plácidamente. Le tocó la mano con suavidad y entrelazó sus dedos con los de la serpiente.

Le sonrió un poco y volvió a recostarse a su lado tratando de conciliar el sueño nuevamente.

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Se vio envuelto por varios montones de ropa y maletas a su lado. El cuarto en el que se encontraba (y el cual pertenecía a Yuki) estaba hecho un desastre y muy oscuro, como de costumbre.

Traía su cabello plateado recogido en una enorme coleta para que no le estorbara mientras preparaba sus cosas, pero algunos cabellos habían conseguido 'escaparse de su prisión' y llegar hasta el rostro.

La tensión y el nerviosismo iban incrementando cada vez que la idea de que dejaría Japón para irse a vivir por un tiempo a Estados Unidos cruzaba por su mente. Pero él intentaba relajarse cada vez que eso sucedía.

Hatori se había ido desde temprano a su consultorio y lo había dejado dormir mucho tiempo más, hasta que decidió despertarse una vez que tuvo la sensación de haber dormido lo suficiente.

Llevaba un abrigo blanco con gruesos y extravagantes encajes de color celeste en los extremos que lo adornaban muy bien. Parecía un vestido de la realeza en la época del romanticismo francés.

Se veía ocupado y hasta cierto punto distraído, ya que parecía ponerle mucho empeño a rellenar de ropa y utensilios las maletas. Sentía que una especie de vacío y nostalgia comenzaba a invadirlo. Extrañaría las comodidades de las que se había acostumbrado al vivir toda la primavera en casa de Shigure, junto con su hermano, Tooru-chan y Kyonkichi (quien la mayor parte del tiempo pasaba desapercibido y se le olvidaba que también vivía allí). Pero luego pensó que tal vez regresaría en cuanto el otoño comenzara. Sería poco más de tres meses los que estaría ausente. No iban a ser la gran cosa, aun así sintió un nudo en la garganta y una ligera lagrimilla resbaló por su mejilla derecha. Intentó reponerse dándose ánimos y prosiguió guardando su ropa.

—¡Mis trajes de gala, of course! —dijo una vez que recordó que también tenía qué llevarlos— ¿Cómo se me pudo haber olvidado?

Fue hasta el armario y sacó de allí tres abrigos enormes de diversos colores, que no eran tan llamativos como otros, pero sí agradables a la vista.

"En Texas hace mucho calor en esta época del año —recordó que le dijo Hatori antes, pero decidió ignorar el comentario, al fin y al cabo también llevaba ropa de verano que podría utilizar uno que otro día.

Varios recuerdos más pasaron por su mente como flashes a una velocidad vertiginosa. El último de ellos le creó una mezcla entre tensión y estrés que le bajaba las defensas y hacía que sus deslumbrantes ojos quedaran como perdidos en el interior de su memoria. El día en que él y Hatori decidieron ir a hablar con Akito respecto a su partida.

"Por favor déjame entrar sólo, yo hablaré con él —Ayame puso una expresión seria en su rostro— Yo me encargo.

"Pero ¿y si te hace daño, quiero estar allí para protegerte —el dragón esbozó una mueca de preocupación, lo cual hizo que la serpiente sintiera un gran alivio dentro de él, al igual que las palabras que le había dicho, porque le demostraban que se preocupaba.

"No creo que me haga nada —dijo con una voz seca y hueca. Atravesó el pasillo sombrío y abrió la puerta. Una de las criadas se encontraba a su lado, pero enseguida salió por órdenes del mismo Akito.

Aunque el jefe de la familia se encontraba entre las sombras pudo observar la sonrisa macabra que se dibujaba en su rostro. La serpiente sintió que el estómago se le revolvía, pero enseguida reafirmó su paso y se detuvo enfrente de él.

"¿Qué es lo que se te ofrece… —pronunció con una voz segura y fuerte—…Mi querida serpiente?

"Vengo a decirte que he decidido irme con Hatori a Estados Unidos… por algún tiempo —la voz le había temblado súbitamente y sintió que las fuerzas se le iban al ver esos ojos como una mar negro, pero enseguida las recobró y pudo observar la expresión del que tenía enfrente. Sus ojos se habían dilatado debido a la sorpresa y mantuvo esa mueca durante varios segundos. Sus ojos parecieron vidriosos y algunas lágrimas se le acumularon en los ojos. Se acercó arrastrándose hacia Ayame quien solo lo observaba sin que su rostro se inmutara.

"¡Por favor, no me dejes tú también! —le decía con un tono falso de tristeza.

"La decisión ya está tomada… nos iremos en un par de días…".

"¡Por favor! Yo sé que tú me necesitas y que no te puedes quedar sin mí… yo te quiero demasiado —continuó mientras se aferraba a las ropas de la serpiente.

"Sólo vine a avisarte, no a pedirte tu autorización —concluyó.

Ayame se levantó del lugar y avanzó hacia la puerta decidido a salir de allí. Sintió que la cabeza estaba a punto de explotarle. Se sentía una gran tensión en ese lugar, que ya se le estaba contagiando.

"No puedes vivir sin mí… estúpida serpiente… eres insignificante sin mí —oyó decir antes de cerrar la puerta y su ojos seguían como vacíos. No dejaría que las palabras de Akito lo hirieran. El jefe de los Souma se quedó riendo en la oscuridad como si fuera un demente.

Hatori corrió rápidamente a abrazar a Ayame y le dio un beso en la frente para aliviarlo. Inmediatamente salieron de la casa principal.

El recuerdo terminó acompañado de un dolor de cabeza y una siniestra sensación en el ambiente. Recordó esa risa ahogada que escuchó al final y sintió escalofríos.

El silencio de la habitación se vio interrumpido por un ruido de la puerta. Ayame se sobresaltó cuando lo sacaron de sus pensamientos, pero enseguida vio a Yuki que lo observaba con una sonrisa y estaba a punto de entrar. La expresión de su hermano lo reconfortaba y hacía que la alegría volviera a él, casi como por arte de magia.

—¡Hola! —saludó algo tímido.

—¡Hola Yuuuuuuuuki! nn —gritó con una gran potencia y corrió a abrazar a su hermano, quien sólo lo observaba pasmado sin poder hacer nada— ¡mi gran hermano, te adoro!

Lo dejó casi sin aliento y todo morado del rostro. Ayame restregaba su rostro contra el de Yuki, parecía como si no lo hubiera visto en muchos años, pero a él sólo le gustaba demostrar el cariño que le tenía al más pequeño, aunque tal vez se excedía un poco y estaba consciente de eso, pero no le importaba.

—Her… hermano, por favor suéltame…

—Ah… este… ¡OK! nn

Hizo una seña de 'amor y paz' con sus dedos y con el brazo completamente extendido, sonreía de oreja a oreja. Parecía que montones de confeti caían al piso. El nezumi sólo observaba la escena algo desconcertado.

—¿Quieres que te ayude a guardar tus cosas con las maletas? —interrumpió el más pequeña.

—¡Sí, please!

Parecía que la luz había regresado a ese lugar, mientras que la oscuridad que Akito había dejado se marchaba poco a poco. Yuki le llevaba a su hermano un montón de toallas para que las guardara.

—Uf, parece que nunca voy a terminar —el hebi se quitó algo de sudor con el dorso de la mano.

—¿No crees que son muchas maletas? —comentó el menor.

—¿Tú crees? —Ayame volteó a ver todas las que tenía a su lado y comenzó a contarlas.

Estuvieron algunos minutos así, acomodando montones, dejando los armarios vacíos y tratando de que todo cupiera. Ayame miró por la ventana y vio que algunas nubes comenzaban a tapar el sol, pero eso estaba bien porque así no sentirían tanto el calor. Se quedó algunos momentos observando hacia fuera con una ligera sonrisa, hasta que Yuki se dio cuenta y comenzó a hablar con él para hacerlo volver en sí.

—Hermano te quiero mucho —dijo seriamente y aun sonriendo.

—Gracias —Yuki correspondió la sonrisa. Ayame sabía que su hermano no expresaba tan fácilmente sus sentimientos como él. Por lo que aceptó esas palabras— Te voy a extrañar…

—Pero volveré…

—Y aquí te estaré esperando… todos te estaremos esperando.

Ayame envolvió a su hermano con sus brazos, pero esta vez no lo asfixió, sino que lo hizo suavemente. Puso una mano en la cabeza del otro y comenzó a despeinarlo cariñosamente.

—Gracias –esta vez lo dijo el hebi en un susurro.

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Luego de que terminó decidió salir a tomar algo del refresco que había en la vieja nevera. Yuki había salido con la 'linda florecita' a tomar un helado desde hacía algún rato y él se había quedado allí, preparando sus cosas. Su hermano había insistido en seguir ayudándole, pero él lo convenció de que se fuera con Tooru.

Se sirvió algo de limonada y probó el sabor entre amargo y dulce de la bebida. Dio un suspiro al sentir que algo fresco tocaba su garganta y se fue a sentar en una de las sillas de la sala y quiso encender el televisor, pero mejor se abstuvo de hacerlo.

La casa estaba completamente silencia y en una calma que lo reconfortaba. Se había hartado de haber hecho las maletas y quería descansar. Cogió el control del televisor casi inconscientemente, pero enseguida lo dejó a un lado al darse cuenta de lo que hacía.

Vio la silueta de Shigure que entraba por la puerta con una ligera sonrisa dibujada en su rostro y los anteojos puestos. Por primera vez en mucho tiempo no vestía su yukata, sino que llevaba una playera blanca algo holgada y unos jeans de color café. No recordaba cuándo fue la última vez que vio al inu vestirse de esa manera.

—¡Hola Shigure!

—¿Qué onda Aya? —le saludó y fue a sentarse a su lado. Después encendió el televisor y comenzó a cambiar los canales para ver cuál de todos le gustaba.

—Estoy muy cansado —dijo el otro cerrando los ojos y recargándose en el respaldo del sillón y con el brazo tocándole la frente.

—¿Y Hatori¿A qué hora regresa?

—No lo sé, tal vez en una hora… o algo así —tenía aun los ojos cerrados, pero los abrió y le envió una sonrisita a su primo—. Te ves muy bien cuando vistes así.

—Ah… ¿Te gusta?

—¡Sip!

Todo pasó de forma inesperada en algunos segundos que parecieron horas: Shigure se quitó los anteojos, se quedó observando a Ayame y súbitamente se acercó a él. Lo envolvió en sus brazos y lo jaló hacia su cuerpo. Rozó sus labios que se encontraban humedecidos, mientras que Ayame lo veía completamente sorprendido.

—Yo… no puedo —dijo con suavidad mientras separaba lentamente sus labios de los del inu.

—Discúlpame, por favor —susurró el de cabellos castaños con una mirada completamente seria en sus ojos castaños.

Ayame se tocó los labios y sintió que la culpa comenzaba a invadirlo. Vio a Shigure alejarse del lugar y entonces Hatori apareció entre sus pensamientos. La imagen del dragón permanecía de espaldas como si lo estuviera rechazando por lo que hizo.

—Shi…

Quiso hablarle a su primo, pero mejor dejó que se marchara. Shigure se dio media vuelta y le sonrió a Ayame.

—No quiero rendirme —finalizó antes de volver a caminar hacia donde iba.

Esas últimas palabras continuaron sonando en la mente de Ayame como un eco interminable. Meneó su cabeza un poco para olvidarse del asunto, pero permaneció allí un rato analizando la situación.

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Las aves comenzaban a cantar entre los árboles muy temprano por la mañana. Shigure, Kyo, Yuki y Tooru habían ido al aeropuerto a despedir a Ayame y a Hatori cuando fuera hora de partir.

"¿Y yo por qué tengo qué estar aquí? —pensaba Kyo mientras que sus labios esbozaban una mueca de inconformidad.

Ayame observó el rostro el rostro de Shigure quien lo observaba con una gran atención y de una forma misteriosa. Intentó desviar la mirada aunque sentía los ojos de su primo que se le clavaban en la piel.

Se aferró al cuerpo de Hatori y éste lo observó sorprendido. Escucharon el llamado por los micrófonos y entonces supieron que era hora, que había llegado la hora de despedirse.

—¡Adiós Ayame-san, adiós Hatori-san! —dio Tooru animada— ¡Cuídense y espero que vuelvan pronto!

—Claro que sí —afirmó Ayame mientras le tocaba suavemente la cabeza a la onigiri.

Ayame se acercó a Yuki y lo abrazó para despedirse.

—Adiós —le susurró al oído con seriedad— Estaremos en contacto y espero que cuides a Tooru-chan.

—Ajá —afirmó Yuki sonriente.

—¡Goodbye my dear brother! —se oyó el grito por toda la sala de espera.

—¡Adiós Hatori, adiós Aya! —les gritó Shigure con los ojos cerrados y agitando una mano rítmicamente.

—Y tú cuídalos a ellos —le dijo el dragón al perro—. Ya no seas tan irresponsable.

—Oh, Hatori me reclama en su despedida —le gritó Shigure a Kyo, mientras fingía una voz dolida y le salían chorros de lágrimas por los ojos.

Se dieron media vuelta mientras veían por última vez que todos agitaban las manos para despedirlos (y Tooru rompía en llanto mientras Yuki la abrazaba). Ayame sabía que entraría en un mundo completamente nuevo, pero no sentía miedo porque sabía que estaba al lado de Hatori. Lo abrazó fuerte y entonces Hatori pasó firmemente un brazo por su hombro.

—¿No crees que son demasiadas maletas? —le dijo el dragón mientras observaba al pobre chico que llevaba las maletas batallar al empujarlas en el carrito.

Fin del capítulo 8.

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Esta vez fueron ocho páginas… Creo que es de los capítulos más cortos que he hecho, pero lo único que quería plasmar fue la despedida, y al menos así fue. No crean que fue por falta de inspiración (bueno, tal vez sólo un poquito nnU). Aunque no quise hacerlo nostálgico, sino algo cómodo o apacible.

La verdad nunca he visto cómo actúa Ayame frente Akito, pero eso fue lo que pensé que sucedería si lo visitaba. Creo que describí al jefe de los Souma casi como un demente, pero es que como no me agrada para nada me gusta ponerle esas reacciones, además que le quedan muy bien.

Ahora que he leído el tomo 14 de Fru ba me he dado cuenta que he cometido demasiados errores en algunas cosas que escribí en los capítulos de este fanfic (como que Haru quería andar con Hanajima y que Rin se besó con Shigure, además de otras cosas). Espero no seguir cometiendo más errores y respetar la historia original (Por cierto, extraño que Ritsu salga en el manga T.T y ya quiero ver que Kureno actúe más para saber de él).

Me compré un colguije con el horóscopo del conejo y está muy bonito je, je (Wii, soy tan feliz! n.n)

Quiero agradecerle infinitamente a Iria, a Azka.Chan-LoveYaoi-RedMoon, a Shadil y a Naoko Nayamira por haberse molestado en dejarme reviews en el capítulo pasado. Se los agradezco sinceramente.

Prometo no tardarme tanto en actualizar. Lo juro! Espero me dejen sus reviews para lo que sea.

Me despido…

Sayonara!

Joe the time traveler.