CAPITULO VII

No había hablado con nadie desde hacía casi una semana. No porque no quisiera, sino porque desde el incidente con lo que llamaban "la Otra" todos en la mansión la evitaban. Incluso Alucard se había mantenido distante y, por una vez, deseó volver a escuchar sus comentarios soeces y sus burlas, ya que por mucho que los odiara eran mejor que el silencio que la rodeaba. Un silencio que parecía sólido como un muro y la aislaba del resto.

Por eso siempre había evitado relacionarse con los demás más de lo necesario, para no tener que cargar con el rechazo. No había nada peor que sentir que pertenecías a un lugar y que luego te echaran de allí a patadas. Y sabía que con ella era solo cuestión de tiempo que le dieran la espalda, o peor, que le dieran caza como a cualquier otra bestia de la noche. Pero esa vez se había confiado y bajado la guardia, había empezado a encariñarse con los que la habían acogido, a sentirse parte de un grupo. Y ahora le tocaba pagar el precio por ser tan ilusa, por creer que en Hellsing sería diferente. Hacía mucho que ella había dejado de tener un hogar, porque este se quemó hasta los cimientos, convirtiendo en cenizas su nombre y su historia, como si nunca hubiera existido.

Estaba en el gimnasio, tumbada en el banco levantando pesas. Resoplaba con esfuerzo cada vez que alzaba la barra. De vez en cuando se le escapaba un leve gemido entre resoplidos. Ni siquiera había mirado cuánto peso había puesto, simplemente había cargado la barra hasta que consideró que le supondría un esfuerzo considerable. De lo único que estaba segura era que un humano corriente no podría mover aquello.

Cuando volvió a alzar la barra sobre ella, alguien la cogió y le impidió volverla a bajar.

—Con esos ruiditos pensé que te estabas ejercitando de otra manera —los ojos rojos de Alucard brillaron con lascivia justo encima de ella.

Blake gruñó. No comprendía cómo había podido llegar a echarlo de menos.

—De haber sido así ¿Habrías tenido envidia? —alzó una ceja con altanería.

El vampiro chasqueó la lengua, aún inclinado sobre la chica, por encima de la pesa.

—Habría tenido que matar al subordinado de Pip por su atrevimiento.

—¿Y si hubiera sido Pip? —siguió picando ella con expresión de desagrado por tenerlo allí.

—A Pip le gustan las mujeres más exuberantes, lo lamento por ti —respondió con malicia y una débil sonrisa burlona.

Ambos se mantuvieron la mirada. La tensión creció en la sala.

—¿Me devuelves la pesa?

Alucard la soltó sin previo aviso y esta cayó a plomo sobre ella. Pudo frenarla a tiempo de evitar que le aplastara las costillas, ahogando un gemido de sorpresa. Volvió a alzar la barra para colocarla en el soporte, que se tambaleó, y poder levantarse. Cogió la toalla y se secó el sudor del rostro y el cuello.

El vampiro seguía mirándola completamente en silencio, analizándola al detalle.

—¿Qué? —gruñó molesta.

—No quieres saberlo —rio para si—. Pero si le echas imaginación seguro que sabes qué se me está pasando por la cabeza ahora mismo.

Blake puso los ojos en blanco.

—Si has venido a molestar, lárgate por donde has venido, estoy ocupada.

—¿Ocupada? ¿En qué? ¿En ponerte a sudar innecesariamente como un cerdo fingiendo que haces ejercicio como cualquier humano?

—Hacer ejercicio me relaja. Y te recuerdo que no soy como tú, necesito hacer ejercicio para estar a pleno rendimiento, mis músculos se atrofian si no los ejercito como cualquier otro humano —se quedó en silencio un momento, mirándolo con desagrado—. Igualmente no tengo porqué darte explicaciones sobre lo que hago o dejo de hacer.

—Pues precisamente había venido a por ellas, por lo sucedido hace unos días —Alucard se cruzó de brazos.

Blake apartó la mirada, humedeciéndose los labios con nerviosismo, mientras sus hombros se hundían.

—¿Y esa carita de perro apaleado? —se mofó— ¿Acaso creías que iba a aparecer aquí para hablar contigo sobre otra cosa que no fuera tu lado cazador, después de casi arrancarme el corazón de cuajo?

La mestiza siguió sin mirarlo y se dispuso a irse de allí. El vampiro fue más rápido y la agarró del brazo antes de que saliera del gimnasio.

—¿Nadie ha hablado contigo estos días? —su tono ahora fue más suave.

—No se lo reprocho —musitó con la vista clavada en el suelo—. No sé qué hice, pero estoy segura que no fue bueno por cómo me miran y dan media vuelta cuando me cruzo con alguien en la mansión. Al menos sé que no llegué a hacerles daño.

—¿Entonces yo no cuento como víctima? —Alucard la miró con un mohín lastimero— Lo del corazón es lo de menos, pero... El acoso sexual que sufrí por tu parte sí me afectó, tal vez debería quejarme a Íntegra.

Blake lo encaró frunciendo el ceño y con horror en la mirada. El no-muerto rio.

—Veo que es cierto que no recuerdas nada. Qué pena, me muero por seguir donde lo dejamos —se inclinó sobre ella hasta que sus narices casi se tocaron.

La joven se zafó de su agarré con brusquedad y se alejó.

—Vete a tomar por culo. No estoy de humor para aguantar tus gilipolleces.

—Sí que estás susceptible, el aislamiento no te sienta bien —resopló—. Pero si respondes a mis preguntas podría interceder por ti con un informe favorable y tranquilizar al personal, de esa manera dejarían de huir de ti —la joven lo miró de soslayo—. Admito que me da envidia que te teman a ti antes que a mí. Mírate, eres tan poquita cosa...

—Y según tú, aun así te di una paliza. Quizá sea porque no eres tan magnífico en realidad, solo pura fachada y bravuconería —lo encaró con enfado ante aquel insulto velado.

Alucard sonrió con satisfacción enseñando sus colmillos.

—Ahí está la Caperucita que me gusta ¿Vas a responder entonces?

Blake suspiró con resignación.

—¿Cuándo fue la primera vez que dejaste suelto tu lado nocturno? —le preguntó alzando una ceja.

La joven intentó hacer memoria, había pasado muchísimo desde aquello. Cuando vivías tantos años llegabas a perder la noción del tiempo.

—Al morir mi madre —musitó—. Apenas era una niña, no llegaba a los diez.

—¿Y qué pasó?

—Barrí mi pueblo natal del mapa —miró al vampiro a los ojos, sin asomo alguno de arrepentimiento.

—Pensaba que no hacías daño a los humanos —frunció el ceño, sintiendo un instinto de alarma ante la turbia mirada de la chica, llena de odio.

—Se lo merecían. Los que vivían allí no eran personas, eran... peores que animales salvajes. Y como los perros rabiosos que demostraron ser, los sacrifiqué.

Alucard alzó ambas cejas y prefirió no comentar nada más al respecto, obviamente ese tema levantaba ampollas en Blake, y ya estaba de un humor bastante delicado como para hurgar en algo que le hacía hervir más la sangre.

—¿Y después de esa limpieza?

—Y yo qué sé... no llevo la cuenta. He perdido el control más veces de las que me habría gustado, pero después de esa primera vez no he vuelto a atacar a humanos. No a inocentes al menos. Y normalmente solo cuando la situación escapaba a mi control, como en el centro comercial, y no suele durar mucho, la vez que más tres semanas más o menos... Por norma general son solo unas horas —suspiró con cansancio—. Soy consciente de lo que puedo llegar a hacer, así que intento tener mis instintos bien atados.

—Es la primera vez que te refieres a tu lado nocturno como "instintos" —sonrió Alucard.

—Que no quiera admitirlo en voz alta, no quiere decir que no existan —remugó—. Y desde que estoy aquí, contigo... han ido a peor.

Blake suspiró cansada.

—Me siento alagado.

—No lo estés, detesto sentirme así, como una bestia hambrienta. Y me jode que sea por tu puta culpa y aun así no pueda alej... no me dejen alejarme de ti —se corrigió con rapidez.

El vampiro dibujó una pequeña sonrisa traviesa, satisfecho con que esa atracción irrefrenable fuera en ambas direcciones y con que la chica empezara a admitirlo.

—Ya te dije que te ayudaría a controlar tu lado vampírico. Pero para eso has de confiar ciegamente en mí.

Blake lo miró frunciendo el ceño ¿Confiar ciegamente en él? ¿Valía la pena el riesgo con tal de evitar convertirse en lo que sabía que le acechaba en la oscuridad desde siempre?

—Si me la juegas, te arranco las pelotas —accedió, tajante.

Alucard resopló divertido.

—Y yo estaré encantado de que pongas tus manos en ellas —se despidió saliendo del gimnasio.

La mestiza ahogó un gemido de desagrado, echando la cabeza hacia atrás y dejando caer los hombros. Era impresionante como podía llegar a detestarlo y, al mismo tiempo, tener ganas de lanzarse sobre él y no precisamente para para darle un puñetazo. "El acoso sexual que sufrí por tu parte sí me afectó, me muero por seguir donde lo dejamos" le había dicho él ¿Qué se suponía que habían hecho? Deseó con todas sus fuerzas que nada. Que aquello fuera solo una treta para ponerla nerviosa, como de costumbre. Se humedeció los labios con inquietud y miró la puerta por la que el vampiro había salido. De haber pasado algo realmente... ¿Qué era mejor, haberlo olvidado o poder recordarlo?

...†...

Alucard entró en el despacho de Íntegra con paso tranquilo. Su Ama estaba tomando el té, mientras revisaba con calma las pilas de documentos que cubrían su robusto escritorio.

—¿A qué se debe tu visita? —no levantó la mirada del informe que tenía en las manos.

—A Blake.

La mujer alzó la vista del dossier y se lo quedó mirando con interés, animándole a seguir.

—¿Has sonsacado algo nuevo?

—No, de ella no. Su memoria es difusa cada vez que deja salir lo que sea que habita en su interior. Pero sí que he encontrado algo de información en los archivos. No termino de entenderla, faltan piezas en ese puzle.

—Es lo malo del folklore, conseguir separar la paja de la realidad y luego ser capaz de entenderla sin tanta metáfora.

El no-muerto le relató lo encontrado y le dio su opinión. Íntegra tampoco fue capaz de unir todas aquellas piezas desgastadas y rotas.

—Última oportunidad, Alucard, ya lo sabes. Si se sale del redil quiero su corazón aún palpitante sobre mi mesa. Sin excusas.

El vampiro hizo una pequeña reverencia a modo de conformidad. Después de lo sucedido y lo que había extraído del archivo de Hellsing sabía que la mujer tenía razón, por mucho que le pesara. Él no iba a poder controlarla. Si la chica no conseguía imponerse de manera definitiva a lo que fuera que dormitaba en su interior, sus días estaban contados. Ya había masacrado un pueblo entero, no iba a dejarla devorar Londres a su antojo.

...†...

Se acercó a la cocina a por algo de comer. Allí se topó con Ceres y Pip, que estaban hablando animadamente sentados a la enorme isla de la cocina. La vampiresa estaba ligeramente sonrojada mientras reía las bromas del mercenario, que estaba degustando un plato enorme de lasaña. Ambos se giraron al escuchar a Blake entrar. Los tres se quedaron mirándose sin decir nada.

La mestiza se mordió el labio, incómoda, y dio media vuelta para marcharse.

—Blake, espera —la llamó Pip—. ¿Te apetece probar la lasaña? La he hecho yo y está de muerte, pero Ceres no quiere darme la razón con la excusa de que no puede ingerir nada que no sea sangre.

Los miró unos segundos y se acercó al hombre en silencio. Cogió el tenedor que le tendía el mercenario y probó el plato que rebosaba bechamel.

—Sí que está buena —se relamió ligeramente tras tragar, para limpiarse los labios.

—¡Te lo dije! Murcielaguillo desconfiado...—rio Pip mirando a Ceres con altanería.

La vampiresa puso los ojos en blanco ahogando una risilla.

—Chicos... lo que pasó... lo siento... —musitó Blake con la vista baja.

Ceres se inclinó sobre la isla para cogerle la mano y se la apretó ligeramente. La joven alzó la mirada hasta encontrarse con los ojos azules de la expolicía.

—No eras tú —le sonrió con comprensión—. Perdónanos a nosotros por estar tan esquivos. Tu otra yo da bastante miedo.

—Teníais motivos de sobra para estar esquivos. De haberme metido un tiro esa noche no os lo habría reprochado. Yo lo habría hecho.

—Por suerte para ti, nosotros no somos tú —Pip le pasó su plato de lasaña y fue a servirse otro para él—. Te echaríamos de menos en Hellsing ¿Quién pondría a Alucard en su sitio si te vas? Íntegra no está siempre disponible.

Blake dibujo una débil sonrisa y comenzó a comer, uniéndose a la desenfada conversación de la pareja. Sintió una agradable calidez en el pecho al sentirse de nuevo parte de aquella extraña familia. Alucard había cumplido su parte hablando con ellos.

...†...

Inspiró profundamente, concentrándose. Intentando visualizar la puerta de la jaula y la correa en su mente.

—Déjala salir —le dijo el vampiro.

—¿Seguro? —Blake lo miró con desconfianza.

Él torció una ligera sonrisa y asintió. Blake se humedeció los labios y se relajó, dejando que la oscuridad se extendiera dentro de ella. Imaginó que abría esa jaula y que la bestia oscura de ojos blancos que estaba dentro se desovillaba y desperezaba para salir, y cuando lo hizo de golpe y de forma arrolladora imaginó que la sujetaba con firmeza con una correa, y que de un brusco tirón el monstruo hecho de sombras se detenía forcejeando con rabia para liberarse y después de unos segundos de no conseguir nada, se calmaba de forma sumisa.

La respiración de la vampiresa estaba acelerada, como si realmente hubiera luchado físicamente con aquel ente para que la correa no escapara de entre sus dedos.

—Creo que la tengo —musitó abriendo los ojos.

Alucard la observó minuciosamente. Sus ojos se mantenían de un gris neutro, ni muy oscuros ni muy claros. Olió en ella la humanidad y la noche, en perfecta armonía. Sonrió con orgullo.

—Caperucita sabe controlar al lobo —comentó mirándola con admiración.

—Lo que no sé es por cuánto tiempo.

—Para eso estamos aquí.

El vampiro la obligó a usar las sombras y a sus aliados contra él, forzando sus límites y su resistencia, hasta que ella, agotada, empezó a perder firmeza sobre la correa de su bestia. En ese momento decidieron dejar la sesión, devolviendo el monstruo a su jaula.

Blake suspiró con cansancio llevándose las manos al rostro. Era realmente agotador mantenerse equilibrada. Su lado nocturno la había azuzado continuamente a dejarse llevar completamente hasta despedazar al vampiro. Era como intentar entrenar un perro rabioso.

—No estoy segura de querer hacer esto de nuevo —comentó.

—Cuanto más miedo tengas, más alimentarás al monstruo. Tienes mala leche a raudales, úsala contra él. Enséñale quién manda y no te dejes amedrentar. Recuerda que su fuerza es tu fuerza.

La joven lo miró alzando una ceja.

—¿Es así cómo te controlas tú?

—No, a mí me controla esto —alzó sus manos para enseñar los sellos dibujados en sus guantes blancos—. Los cinco niveles de restricción de la Invocación de Cromwell que inhiben mis poderes. Por mí mismo solo puedo liberar cuatro. El último nivel, el cero, que me permite abrir mi Castillo, acceder a todas las almas que he consumido y desatar todo mi potencial, solo puede ser desbloqueado por el que sea mi Amo.

—Quizá yo también...

—No —la cortó tajante, mirándola con intensidad—. Has de conseguirlo por ti misma, para ser libre. No quieras ser una mascota doméstica como yo.

—Lo dices como si vivieras mal —remugó ella.

—Si quieres encontrar a tu padre no dejes que te pongan unos grilletes.

Blake se mordió el labio. Aquello era cierto. Pero si conseguía encontrarlo y matarlo. Si conseguía sobrevivir el tiempo necesario, quizá volviera para ponerse los grilletes, para asegurarse que así no sería capaz de dañar a ningún inocente más.

—Pensé que querías irte de Hellsing —el vampiro contuvo la sonrisa de satisfacción al ver que, llegado el momento, no le sería complicado conseguir que se quedara en la Organización.

La mestiza frunció el ceño.

—¿Me has leído la mente?

—Sueles pensar con demasiada intensidad, ignorarlo es difícil —Alucard se encogió de hombros—. Pero normalmente me basta con mirarte a los ojos, son muy expresivos. Como ahora, que sé que te mueres por meterme un tiro entre los ojos.

Blake gruñó apartando la mirada de él.

—Tú también tienes la habilidad, pero la usas muy poco.

—Porque me parece un ataque directo contra la privacidad de los demás.

El vampiro chasqueó la lengua con una mueca de disgusto.

—Cómo te gusta quitarle la diversión a la inmortalidad.

—Se llama ética.

—Nosotros estamos por encima de eso.

—Te tengo dicho que no me incluyas en tu grupo de monstruos. No soy como tú.

—No eres pura, pero sí que eres como yo —Alucard se acercó a ella—. Diría que incluso peor si das rienda suelta a tus instintos ¿O vas a negar lo que le hiciste al intruso que se nos coló?

Colocó su mano enguantada en la mandíbula de la joven, con el pulgar muy cerca de sus labios. Sintió esa neblina familiar envolver sus sentidos. El pulso de Blake se aceleró a medida que el vampiro acortaba toda distancia, sin que ella pudiera moverse.

—Disfruta de los dones que te han regalado, sácales todo el provecho que puedas —le susurró tan cerca que, de tener aliento, lo podría haber sentido sobre los labios.

Sabía lo que le estaba haciendo, otra vez. Igual que en el baile de máscaras. Estaba anulando su voluntad, como un fuerte sedante que le nublaba el juicio, que acallaba la voz de su conciencia pero disparaba sus sentidos haciendo que necesitara que él siguiera junto a ella, que siguiera avanzando, que no se detuviera hasta sentirlo contra su piel.

Blake le clavó la mirada. No, aquella vez no iba a caer. Algo se revolvió con fuerza en su interior, disipando la neblina, despejando su mente. El ratón iba a ser el gato.

El vampiro parpadeó. Estaba en un lugar que conocía bien, quizá demasiado bien. Un nudo se instaló en su estómago. El asco, el miedo, la pena, la rabia... todo afloró en medio de aquella sala enorme decorada con sedas de vivos colores, donde las especias embotaban los sentidos y la música flotaba en el aire. Se giró lentamente analizando aquel lugar al que nunca había querido volver. Se topó con su reflejo en uno de tantos espejos de pie apoyados contra las paredes. No vio al hombre que era ahora, si no al niño que fue, de mirada derrotada y hombros caídos. Vestido con ropajes de exquisita calidad, que ocultaban al resto los golpes que recibía prácticamente a diario. Todos sabían quién era él, y aunque se suponía que no debían tocarlo para asegurar la lealtad de su país bajo el yugo otomano, se había convertido en el juguete personal del emperador mientras todos callaban los abusos que había aprendido a soportar con la mandíbula apretada sin soltar ni una lágrima, jurándose a si mismo que algún día se vengaría, que todo ese dolor y humillación le curtirían. Vio el crucifijo de plata colgado en su cuello, el regalo que le había hecho su padre antes de enviarlo allí, a su infierno en la tierra. De poco lo había protegido en aquel palacio.

—Vlad —lo llamó una voz grave.

El niño la escuchó por encima de la música a pesar de que el hombre no había levantado la voz. Y él, como un autómata, acudió a su llamada. Sabía que no hacerlo tendría consecuencias aún peores.

Atravesó el salón entre el resto de asistentes que bebían y comían tirados en los mullidos cojines, sin perder de vista a las mujeres que bailaban casi desnudas para entretenimiento de los allí presentes. El emperador lo esperaba sentado en su trono de oro, llenándolo por completo con su inmenso cuerpo. Él no levantó la vista, siguió manteniéndola baja.

—De rodillas —sonrió el hombre de piel morena con maldad.

Con labios temblorosos obedeció mientras aquella bola de grasa se ponía en pie de forma que su entrepierna quedaba justo ante su rostro. Le puso una de sus manazas en la cabeza y agarró con fuerza su pelo largo y descuidado. "No, por favor, aquí no. Delante de todos no" pensó cerrando los ojos y conteniendo el llanto.

—Ya sabes lo que viene ahora —el tono de voz cambió gradualmente a uno más suave y femenino—. Abre la boca.

Abrió los ojos de golpe segundos antes de que sonara el disparo y fuera consciente de que se había metido el cañón de una de sus pistolas en la boca, arrodillado en el suelo.

Se incorporó con un gruñido una vez su cráneo volvió a recomponerse. Blake estaba sentada frente a él de piernas cruzadas, con una irritante sonrisa de superioridad y los ojos teñidos de gris.

—¿Qué coño ha sido eso? —Alucard enseñó los colmillos con enfado.

—Querías que jugara con mis dones y eso he hecho. He jugado a mí manera.

—Has jugado de forma muy rastrera —se quejó.

—¿Acaso no lo haces tú? —resopló con mofa alzando una ceja.

—Yo juego a convertirte en un títere, no a hurgar en los recuerdos y manipularlos a mi antojo.

—Y yo he hecho ambas cosas —se encogió de hombros sin muestra alguna de arrepentimiento.

—No vuelvas a hacerlo —la amenazó.

—¿O qué? —Blake se inclinó hacia delante con prepotencia.

Antes de la que chica pudiera reaccionar Alucard se abalanzó sobre ella con los ojos rojos ardiendo de furia, y la aprisionó de espaldas contra el suelo rodeándole la garganta con una de sus manos.

—No olvides quién manda entre estas paredes. Así que mantén a tu bestia atada y amordazada si no quieres sufrir tú las consecuencias de sus actos —le susurró acercando su rostro al suyo—. No te pases de lista por escuchar al lobo, Caperucita, porque podrías no salir viva del bosque.

Los ojos de Blake se oscurecieron y Alucard se levantó dejándola libre. Ella se llevó una mano a la garganta, donde el vampiro la había sujetado con fuerza. Su intención no había sido hurgar de esa manera, no esperaba encontrar aquel tipo de recuerdos. Pero no iba a pedirle perdón, no a él.

Alucard abandonó la mazmorra aún con aquella desagradable sensación de vulnerabilidad y vergüenza en el pecho.

...†...

Ceres bostezó con cansancio antes de entrar en su cuarto, estirándose para relajar los músculos de la espalda. Su Amo había ido a por ella en medio de sus prácticas de tiro con el resto de los Gansos Salvajes. Y nada más verlo acercarse a grandes zancadas supo que estaba molesto por algo.

Alucard no solía dejarse llevar por las emociones, es más, había llegado a pensar que tras tantos años en la oscuridad estas habían desaparecido, haciéndole creer que a ella le pasaría lo mismo con el transcurso de los años, sobre todo cuando diera el paso y bebiera de alguien. Aunque desde que Blake estaba en Hellsing su Amo se mostraba más inquieto, más vivaz, más... humano. Quizá el motivo de su aparente mal humor fuera ella, quizá habían vuelto a pelearse.

Ceres no abrió la boca para preguntar qué era lo que le molestaba, no era estúpida. Tampoco se quejó cuando le hizo dejar sus prácticas y acompañarlo a un reconocimiento en la zona sur de Londres. Estaba segura de que no había sido por orden de Íntegra, a veces el vampiro se iba de la mansión uno o dos días. Que ella supiera nadie, ni siquiera Íntegra, le preguntaba a dónde había ido o porqué.

Aquella vez volvieron al amanecer, y aunque no habían encontrado nada que cazar, su Amo se había ido calmando con el transcurso de la noche hasta volver a ser la criatura fría de siempre.

...†...

Íntegra los convocó para una nueva misión. Solo a Blake y Alucard. La mestiza tuvo que tragarse todas las quejas que le quemaban la lengua. Ya había traspasado muchos límites en lo que llevaba allí, dos en esa última semana. No le convenía ponerse en contra a Íntegra y al vampiro al mismo tiempo estando todo tan tenso aún.

La misión parecía sencilla: recabar información y limpiar luego el lugar. Habían encontrado un supuesto comedero de vampiros artificiales. Se camuflaba como un organizador de raves clandestinas para jóvenes, por lo que cada dos semanas cambiaba de ubicación y no se sabía la siguiente hasta la noche anterior. Las alarmas de Hellsing habían saltado tras la desaparición de jóvenes a lo largo de los últimos cuatro meses, todos entre los dieciséis y veinte años, algunos de los cuales habían vuelto a casa tiempo después y habían matado a sus familias o amigos para luego volver a desaparecer. De otros directamente nunca más se supo nada.

—Quiero saber si quien dirige las celebraciones es Millenium para captar nuevos vampiros y alimentar a los suyos o si simplemente las está aprovechando como buffet libre y para secuestrar jóvenes. Quiero saber a dónde los llevan y dónde los transforman —les dijo la mujer—. Después aseguraos de matar a todos los vampiros que encontréis allí dentro sin que ningún humano se percate de nada, antes de que lleguen las fuerzas del orden a clausurar la rave. Esto último os será sencillo, la policía tiene constancia de la cantidad de droga que se mueve ahí dentro, entre eso y el alcohol la mayoría de los asistentes ni serán conscientes de lo que está pasando.

Ambos asintieron.

—A ser posible intentad no llamar la atención ahí dentro.

—¿No iban a estar todos demasiado drogados? —se mofó el vampiro.

—Los humanos seguro, los vampiros artificiales... No os confiéis —los previno.

Blake resopló con cansancio cuando salió del despacho. Odiaba las misiones de infiltración. Era una cazadora, no una espía.

—Esta vez tu indumentaria habitual te servirá —rio por lo bajo Alucard—. Una pena en mi opinión, aún recuerdo el vestido negro...

La joven alzó una mano chasqueando la lengua con hastío en señal de que se callara y no la cabreara más. Ambos caminaron juntos por el pasillo de la mansión.

—¿Cómo se supone que vamos a conseguir información tan concreta ahí dentro? Será imposible mantener una conversación con tanto ruido —remugó metiendo las manos en el bolsillo delantero de su sudadera.

—Vaya ¿Sabes cómo es una rave clandestina? —se burló el no-muerto.

—No sería la primera vez que sigo a una sanguijuela hasta una. Y además es también un buen sitio donde encontrar a alguien que te caliente las sábanas.

—Puede que esta vez también lo encuentres —la miró juguetón.

—Sigue soñando —lo cortó apretando el paso para alejarse del vampiro.

Alucard ahogó una risilla.

...†...

Estaba sentada en el tejado, absorta mirando el cielo nocturno, cuando alguien se sentó a su lado.

—¿Cómo puedes ser tan cargante?

—Talento natural.

Blake arrugó la nariz.

—Sigues dándole vueltas a cómo recabar la información de forma rápida y discreta, ¿me equivoco? —la chica no respondió, y ese silencio fue respuesta suficiente— Te complicas demasiado, la respuesta es sencilla: comiendo.

—¿Cómo? —la chica lo miró de hito en hito.

—Comiendo —repitió—. Si bebes su sangre asimilas sus recuerdos. Es rápido y no pueden mentirte.

—No pienso hacerlo —se negó en redondo, asqueada.

—Asume de una vez que eres una depredadora, y como tal, todo lo que te rodean son presas.

—El resto de vampiros también son depredadores —puntualizó con obviedad.

—Es la ley del más fuerte, el grande se come literalmente al pequeño. Y tú, aunque mestiza, sigues siendo más digna y fuerte que esos productos de laboratorio que se hacen llamar seres de la noche.

—Si no he escuchado mal los rumores, tú también pasaste por el laboratorio una temporada —lo miró socarrona, cruzándose de brazos.

—Esos mercenarios son como viejas cotillas —maldijo por lo bajo—. Sí, pero yo renací libre, no de una probeta. Resurgí de la oscuridad y lo que en ella habita. Soy el primero, el auténtico, el inicio —fue hinchando pecho a medida que hablaba—. Simplemente decidieron que querían que fuera mejor, indestructible.

—Engreído... Recuerdo dejarte KO de un rodillazo en los huevos.

—Me mejoraron para ser imbatible contra monstruos, no contra borrachos de bar.

—Claro, claro, lo que tú digas, Primero —hizo un ademán despectivo—. Lástima que sea falso eso de que si matas al vampiro original mueren todos los que ha creado. Acabar con todas las sanguijuelas del mundo sería tan simple como quitarte a ti de en medio.

—Porque obviamente tú has conseguido quitarme de en medio apenas moviendo un dedo —se inclinó ligeramente hacia ella con una sonrisa burlona.

—Encontraré la manera, dame tiempo —lo retó.

—Creo que ya lo has intentado todo. Bueno, todo no, quizás... —torció el gesto de forma pensativa— Podrías probar el matarme a polvos, quién sabe, tal vez funcione. Yo estaré encantado de ofrecerme en sacrificio.

Le guiñó un ojo con picardía. Blake puso los ojos en blanco, qué insufrible era.

—No hace falta que comas hasta vaciarlos —aclaró él tras un largo silencio, solo interrumpido por el canto de los grillos y aves nocturnas.

—Lo pensaré —respondió con un suspiro.

—¿De verdad? ¿O lo haces simplemente para que me calle?

—¿Tan evidente he sido? —la joven alzó una ceja con resignación.

Alucard rio.

—¿Quieres entrenar a tu bestia un poco más?

—No. Pero supongo que me vendrá bien para la misión —se levantó del tejado a desgana.

—Supones bien.

El vampiro la siguió.

...†...

El sitio que habían escogido para la rave clandestina no podía ser más asqueroso y deprimente. El edificio estaba lleno de graffitis espantosos y parecía que se vendría abajo con el próximo temporal que azotara la ciudad. Para rematar, la calle apestaba a orín, el hedor era insoportable.

No se habría atrevido a dejar su moto allí de no ser porque no iba a ser la única en el callejón. Ya había aparcadas cerca de una veintena, seguramente de los jóvenes que habían acudido a la fiesta de esa noche.

—Vaya, si te has arreglado y todo —Alucard la esperaba cerca del portón de hierro que daba acceso al edificio, desde donde llegaba el sonido amortiguado del interior.

—Cállate —lo cortó metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta de piel tras recogerse el pelo en una coleta alta, dejando que dos largos mechones negros enmarcaran su rostro.

Bajo la cazadora llevaba un vestido negro y ceñido de tela efecto purpurina, sin escote y de manga larga. Lo que sí dejaba a la vista eran sus piernas, casi por completo. El vestido era tan corto que le tapaba poco más que el culo. No era fan de ese tipo de ropa, le resultaba incómodo moverse, pero para buscar compañero de cama era un verdadero imán, y para servir de cebo para los vampiros también. Por desgracia ese día no quería ni lo uno ni lo otro, pero sabía que su ropa de diario llamaría muchísimo más la atención ahí dentro que lo que en esos momentos llevaba puesto.

—Un vestido magnífico bajo la cazadora, estropeado por esas botas —Alucard chasqueó la lengua.

Blake se miró los pies. Llevaba unas botas negras de media caña de estilo militar. Se encogió de hombros.

—No estás al día de cómo se visten ahora los jóvenes, te has quedado anticuado. Basta verte a ti —lo señaló de arriba debajo de forma despectiva—. El típico inglés estirado de mediana edad.

—Creo que de todos los insultos que me has dedicado hasta ahora, "viejo" es el que más me ha dolido —sollozó con un mohín.

—¿Acaso no lo eres? —la mestiza llamó a la puerta de acero dando algunos golpes con los nudillos.

—Soy atemporal —aclaró.

La joven resopló al intentar contener una carcajada. Las sombras crecieron alrededor del vampiro, envolviéndolo, y cuando desaparecieron dejaron paso a un estilismo que jamás pensó que el no-muerto fuera capaz de llevar: unos vaqueros oscuros metidos en unos botines negros, y un jersey fino de manga larga gris oscuro, que estaba arremangado hasta los codos.

—¿Mejor? —Alucard se quitó las gafas de sol y estas desaparecieron de entre sus dedos entre jirones de sombras.

—No te pega nada —comentó ella alzando una ceja mientras la puerta se abría con un chirrido.

—Pero no has dicho que te disguste—sonrió con malicia.

El portero apareció tras la puerta, un tipo enorme y corpulento. Licántropo por cómo olía. Miró a ambos y se apartó ligeramente a un lado para dejar pasar a la joven. Cuando Alucard fue a entrar el portero le puso una mano en el pecho para frenarlo.

—Quince libras —le dijo secamente.

—¿Disculpa? —el vampiro lo miró con enfado.

—La entrada. Quince libras —repitió el hombretón.

Alucard enfureció la expresión.

—Ten —Blake le estampó el dinero en el pecho al portero y cogió al no-muerto del jersey estirando de él hacia dentro—. Hazme el favor de no montar una escena nada más llegar.

—¿Pensaba cobrarme? ¿A mí? ¡¿Y a ti por qué cojones no te ha pedido nada?! —le espetó conteniendo su enfado.

—Porque soy mujer. Y porque llevo un vestido tan corto que si me agacho se me verá hasta el cerebro, imbécil —soltó el jersey del vampiro—. Las chicas siempre son solo mercancía en estos sitios, entran gratis porque se aseguran de que los tíos vendrán detrás como lobos hambrientos.

—¿Lobos como él? —señaló al portero con un movimiento de cabeza.

—No, por desgracia no. Los lobos que suelen aparecen son más babosos y desagradables.

Llegaron a un segundo par de puertas. Al abrirlas les golpeó de lleno el ruido y el aire caliente del lugar. La mestiza arrugó la nariz con desagrado. La música estaba tan alta que sintió que le taladraba los tímpanos. El ambiente estaba cargadísimo, se mezclaba el olor del sudor, el alcohol, las drogas, los vampiros, los licántropos y la sangre. Sangre que apestaba a deseo y desenfreno. Blake tuvo que contener una arcada mientras intentaba acostumbrarse a los decibelios del lugar.

—¿Cómo pueden soportar esto el resto de criaturas nocturnas? —preguntó molesta mientras las luces de colores y los láseres, que no dejaban de moverse y parpadear, llegaban a prácticamente todos los rincones.

Alucard la miró frunciendo el ceño, llevándose un dedo a la oreja en señal de que no la había escuchado. Blake gruñó molesta. Ellos tenían un oído muy fino, pero allí dentro, con todo ese ruido, se quedaban sordos.

—¡¿Qué cómo pueden...?! Da igual, paso —resopló con hastío y un ademán despectivo.

No pensaba desgañitarse intentando hablar con él, no si no había nada importante que decir.

Ambos observaron el lugar en busca de información. Cantidad de gente, recovecos, salidas... No tardaron en dar con los artificiales. Sus ojos brillaban bajo las luces danzantes, como alfiles en la noche, un efecto inquietante que los humanos parecían no apreciar o ignorar deliberadamente. Los vampiros eran muy jóvenes, de la edad de los desaparecidos en los últimos meses. De hecho, todos allí eran muy jóvenes. Alucard y Blake desentonaban en aquella especie de bacanal ruidosa que los rodeaba.

Sintió un golpe en el brazo y miró hacia su izquierda, el no-muerto señaló algo entre el gentío. Entre la multitud vio a un vampiro que no aparentaba más de dieciocho y que se estaba alimentando sin reparos de una joven. Era fácil no darse cuenta en medio de toda aquella euforia. La tenía cogida de la cintura y la mecía como si bailaran, la pobre víctima tenía los brazos pasados por los hombros de su agresor y este mantenía los dientes bien clavados en su cuello, bebiendo con voracidad mientras las fuerzas de la chica se iban apagando. Con la escasa luz apenas se veía la sangre que corría desde la mordedura espalda abajo, perdiéndose bajo la camiseta de tirantes.

Y aquella no era la única víctima. Poco a poco fue consciente del elevado número de vampiros que se estaban alimentado de los incautos, algunos incluso lo hacían en grupo. Blake sintió que se le revolvía el estómago y solo tuvo el impulso de quemar el edificio con todos aquellos monstruos dentro.

—¡¿Carol?! —un chico la sacó de su ensimismamiento.

Al girarse se topó con Alex. Sintió que el alma se le caía a los pies.

—¡¿Qué haces aquí?! —le gritó acercándose a él para que pudiera escucharla por encima de la música electrónica.

—¡Eso mismo te iba a preguntar yo! ¡Pensaba que te habías ido de la ciudad! ¡¿Ya has vuelto o estás solo de paso?! —el joven le sonrió con alegría.

—¡De paso, por trabajo!

—¡Pues si vas a quedarte varios días, podríamos tomar un café o algo! —le propuso Alex con timidez, acompañando sus palabras con gestos para que lo entendiera mejor.

—¡Me voy mañana temprano, lo siento mucho! —lo miró con lástima.

—¡Qué pena! —dibujó una mueca triste muy exagerada, parecía que ya llevaba algunas copas de más— ¡¿Estás sola?! ¡Puedes venir conmigo y unos amigos!

Señaló un pequeño grupo de gente, entre los cuales había una artificial que miraba al resto como quien examina el mejor ejemplar del rebaño.

—¡Alex, deberías irte de aquí! —lo cogió del brazo y se lo apretó ligeramente.

—¡¿Por qué?! ¡Esta fiesta es genial! ¡Ven, que te presento! —el chico la ignoró completamente, cogiéndola de la muñeca e intentando arrastrarla con él.

—¡Alex, escúchame! ¡Tienes que salir de aquí! —levantó aún más la voz.

—¡¿Qué?! —con tanto ruido y lo que parecía haberse tomado, no era capaz de entenderla bien.

—¡La señorita no ha venido sola! —interrumpió Alucard cogiendo el brazo de Alex para que la soltara.

El joven lo miró extrañado hasta que el vampiro le pasó un brazo por los hombros a Blake y la atrajo hacia él. La expresión de Alex cambió en el acto.

—¡Oh! ¡Lo siento, pensé que estabas sola! ¡Pero ya veo que estás muy bien... acompañada! —se disculpó.

El vampiro dibujó una enorme sonrisa de satisfacción.

—¡Es un compañero de trabajo! —aclaró quitándose de encima el brazo del no-muerto.

—¡Eso le dice a todos, pero ni ella misma se lo cree! —se mofó él.

Le cogió la barbilla con rapidez y la atrajo hacia él. Para cuando fue consciente de lo que pasaba sintió los labios fríos del vampiro sobre los suyos, y estos, al no oponer resistencia frente al inesperado gesto, dejaron pasar su lengua sin dificultad. El corazón de Blake se aceleró, dejándose llevar por aquel beso a traición cargado de intenciones y deseo. Fue Alucard quien rompió el contacto, dejándola con la respiración agitada y ganas de más. Le guiñó un ojo y con un sutil gesto con la cabeza le indicó que volviera a centrar su atención en el humano que los observaba con pasmo. Alex parecía haber perdido el color en las mejillas, aunque allí dentro era difícil saberlo.

—Alex... Deberías... Deberías irte —musitó ella de nuevo, llena de vergüenza.

No le había dado un puñetazo al vampiro por la sorpresa y por no montar una escena frente al chico. Su sangre hervía, aunque no estaba segura del motivo.

—Este sería un buen momento para usar tus dones de persuasión mental —le susurró Alucard al oído, haciendo que se estremeciera.

—¡Alex, vete a casa! —volvió a insistirle con la mirada fija en él— ¡Ahora!

El chico parpadeó varias veces, como ido, y asintió.

—¡Bueno, yo ya me voy! ¡Pásalo bien y si vuelves a la ciudad, házmelo saber! —hizo con la mano el gesto de "llámame".

Blake asintió torpemente. Había sido tan fácil manipular al humano, que le costaba asimilarlo.

—¡No siempre has de usar tus habilidades para el mal, tranquila! —se mofó el vampiro.

—¡Cierra la bocaza! ¡Como vuelvas a...! —lo amenazó con el dedo.

—¡Ahórratelo! ¡Por mucho que me amenaces, te ha gustado! ¡Ambos lo sabemos! ¡Disfruta de la noche y déjate llevar, como todos! ¡Recuerda que no debemos llamar la atención! —Alucard alzó los brazos para abarcar todo el edificio con una enorme sonrisa depredadora.

Blake miró a su alrededor. A los jóvenes. A la euforia. A la lívido desenfrenada que allí corría sin tapujos.

—Joder, qué puta mierda de misión —gruñó por lo bajo con asco.

—¡Hora de cazar! —Alucard se frotó las manos y luego se la quedó mirando— ¡¿No vas a quitarte la chaqueta?! ¡Ese vestido hay que lucirlo!

—¡Debajo llevo las armas! —aclaró.

El vampiro torció una mueca divertida.

—¡Entonces buen momento para poner en práctica lo aprendido! —chasqueó los dedos y la cazadora desapareció convertida en sombras.

—¡¿Pero qué coño haces?! ¡Devuélvemela!

—¡Cuando hayamos terminado y demuestres que has aprendido algo durante los últimos días! ¡Céntrate y manipula al resto para que no puedan verlas! ¡Crea una burbuja de ilusión! ¡Venga! ¡Ya has comprobado lo fácil que es!

Blake expiró pesadamente visualizando la jaula y abrió la puerta un poco. Se humedeció los labios concentrándose en que absolutamente nadie, ni humano, ni vampiro, ni licántropo, pudieran ver que llevaba las pistolas colgadas de las sobaqueras y el rui enfundando enganchado también al arnés.

—¡No era tan difícil, ¿verdad?! —y sin mediar más palabra el no-muerto avanzó entre la gente.

Blake se quedó sola y empezó a sopesar cómo debía sonsacar la información y a quién. No todos los artificiales se estaban alimentando, algunos disfrutaban de la fiesta como uno más, mezclados entre los humanos, con copas en las manos de las que seguramente no bebían.

Decidió moverse, adentrándose en la vorágine de cuerpos danzantes, que se restregaban entre ellos como si estuvieran follando con ropa. Recibió más de un empujón por el que no recibió ni una disculpa, ignorando como las suelas de sus botas se quedaban pegadas al suelo con cada paso que daba a causa de toda la bebida que había ido a parar allí. Era asqueroso. Como el olor. Demasiada gente en un espacio muy pequeño. Se forzó en mantener su claustrofobia bajo control, eso y a su oscuridad, que se movía inquieta en su jaula con excitación, alterada con todo aquel ambiente que prometía diversión a raudales. Una diversión retorcida y cruel que nada tenía que ver con las luces y la música repetitiva y aguda.

—¡¿Te apetece pasártelo bien?! —un chico alto le salió al paso, más mayor que la media de edad allí, por cómo brillaban sus ojos le quedó claro que era un vampiro, y por cómo olía, que era un artificial.

—¡Claro! —dibujó una sonrisa ladeada, alzando una ceja, mostrándose como una presa accesible y ansiosa.

—¡Entonces tienes que probar esto! —sacó una bolsita de plástico de sus pantalones en las que había pastillas redondas de color blanco, muy pequeñas.

Blake desvió un segundo la mirada para buscar a Alucard. Lo encontró casi en la otra punta del edificio. Arrugó ligeramente la nariz con desagrado. Había escogido a una artificial. Le sostenía la barbilla con una mano para mantener su cabeza alzada mientras, desde su espalda, le había clavado los colmillos entre el hombro y el cuello. Lo que más le sorprendió de aquello era que el rostro de la joven no mostraba dolor, sino todo lo contrario, parecía estar disfrutando de aquello mientras con una mano agarraba la corta melena del no-muerto. La otra mano del vampiro estaba sobre el muslo desnudo de la vampiresa, donde clavaba sus dedos mientras ella se apretaba contra el hombre. Cuando la artificial empezó a perder fuerza, el vampiro le rodeó la cintura y la sostuvo contra él para que no se desplomara, sin dejar de beber. Blake sabía que no la soltaría hasta vaciarla, y que una vez terminara con ella iría a buscar a otra víctima de la que alimentarse con la excusa de recabar información.

Volvió a centrar su atención en el artificial que le ofrecía la pastilla, y cuando fue a cogerla este la retiró y se la colocó sobre la lengua. "Hay que joderse" pensó con fastidio. Ya había visto esa técnica antes y así no le sería posible fingir que tomaba la droga ¿Cómo de malo sería seguirle el juego con tal de sacar información? Suponía que sería mucho más sospecho echarse ahora atrás después de mostrarse tan dispuesta, y si ese artificial se encargaba de repartir la droga entre los jóvenes, es que era alguien a quien valía la pena interrogar. Miró de soslayo a Alucard, que ya había cazado a otro vampiro, un chico rubio de no más de diecisiete años, con el que estaba tonteando mientras se dedicaba a pasarle la mano por la nuca mirándolo fijamente. "A la mierda, espero que no sea muy fuerte". Se acercó al chico mientras este se inclinaba sobre ella hasta que sus bocas se encontraron en un beso profundo y lento mientras sus lenguas se enredaban.

Supo que ese era el momento perfecto para recabar información tal y como el vampiro le había dicho. Allí dentro hablar no era una opción, y veía muy complicado poderlo sacar fuera del edificio sin levantar sospechas.

Sin romper el beso, mordió, y la sangre fluyó con rapidez. Lo que al principio le resultó desagradable, a los pocos segundos despertó en ella la urgencia de la sed. Olvidó los principios y los reparos. Llevó las manos al cuello del vampiro y lo rodeó de los brazos para mantenerlo preso, aunque a él poco pareció importarle el mordisco y la sangre.

Cuanto más bebía, más asimiló de la mente del artificial. Pudo verlo todo, pudo saberlo todo. Y su euforia se incrementó, no supo si por la pastilla o por el hecho de beber de otro mientras fingía que seguían besándose, cuando en verdad bebía con ansias la vida del vampiro.

Alucard la vio a lo lejos, limpiándose la comisura de los labios tras haber dejado el cadáver del chico en uno de los sofás, como si estuviera demasiado borracho para continuar la fiesta. Sonrió al verla beber con esa urgencia del artificial, enganchada a él como una depredadora hambrienta, como si lo quisiera todo, como si no fuera a dejar nada tras ese beso del que goteaba la sangre en espesos hilos. Un escalofrío de excitación le recorrió la columna al verla así, seguido de un hormigueo que crecía en intensidad bajo sus pantalones. Verla así le estaba poniendo muy, pero que muy cachondo.

Blake se separó del vampiro antes de matarlo, no había ningún sitio donde dejar el cadáver en medio de la zona de baile, era mejor que se fuera por su propio pie a algún otro lugar del edificio, ya acabaría con él más tarde. Cuando sus bocas se separaron la mestiza se relamió para limpiar sus labios de los restos de sangre, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. El artificial, demasiado ido por la falta de sangre, se quedó de pie sin saber muy bien dónde estaba o lo que hacía. Blake sentía realmente imparable. No sabía si por haber bebido de un vampiro, por la droga que había tomado o una mezcla de ambas, solo estaba segura de que quería más, y que lo tendría. De que esa noche nadie podría frenarla.

Miró hacia la parte alta del edificio, donde antes le había pasado desapercibida la vieja sección de oficinas. Aunque las paredes eran ventanales, la tenue iluminación interior la hacía casi invisible a la vista, eclipsada por el resto de luces. Aquella era la zona VIP, donde el que dirigía las raves vigilaba que todo estuviera en orden. No podía subir allí sin más, si lo hacía darían la voz de alarma y escaparían con rapidez. Tenía que ganarse la invitación y sabía cómo. Su ventaja es que el artificial al mando tenía predilección por las chicas jóvenes y se iba a encarga de que la viera bien.

Dejó que la música guiara sus movimientos, inundando sus sentidos, acompañada de la bestia que había abierto la jaula para unirse a lo que estaba por llegar. Sabía que al bailar junto al resto, con la misma intensidad, su olor se extendería atrayendo a todo vampiro que estuviera allí. Y no se equivocó.

Alucard no le quitaba la vista de encima mientras se acercaba a la mestiza con paso tranquilo entre la muchedumbre. Se sentía atraído por ella, igual que el resto de seres de la noche, como polillas a la luz. Su olor se había extendido por doquier, embriagándolo, mientras se perdía en sus sensuales y provocativos movimientos. A su alrededor se congregaban cada vez más artificiales, deseosos de poderla tocar, de poder morder. Sin embargo la joven conseguía mantenerlos a una mínima distancia, manipulándolos como juguetes entre sus dedos, permitiéndoles, como mucho, acariciarla de vez en cuando, también bailando a su alrededor. Formando todos juntos una danza casi reverencial a la mestiza, olvidando por completo a los humanos, inmersos en su propia bacanal. Blake había centrado su atención en una vampiresa que bailaba a su lado, la tenía cogida de la nuca rozando sus labios con el pulgar, ambas moviéndose al compás de la música atronadora. Alucard soltó un pequeño gruñido de excitación cuando Blake lamió y mordió los labios de la artificial antes de besarla con voracidad. Su erección era más que visible en esos momentos. Se moría por llegar junto a ella y reclamarla como suya, frente a todos. La mestiza se alejó del rostro de la artificial y levantó su muñeca, que lamió antes de morder, haciendo que la artificial se estremeciera con un suspiro placentero.

El vampiro se abrió paso hasta ambas mujeres. Blake le sostuvo la mirada hambrienta y gris, sin dejar de beber de la vampiresa. Alucard se colocó al otro lado de la artificial cogiendo la muñeca restante, imitando a la mestiza. No podía quitarle los ojos de encima, la necesitaba, ya. Empujó a la vampiresa a un lado y se lanzó directamente contra Blake. La sujetó con firmeza por la nuca y la besó con hambre. Su boca sabía a sangre y deseo. Lamió cada rincón hasta que solo la encontró a ella, y la chica correspondió, aferrándose con fuerza a él, tan juntos que no quedó espacio alguno entre ellos, deseando sentirse por completo.

Alucard no sabía si todo aquel coctel hormonal era provocado por la droga. No había tenido en cuenta que al beber de quienes habían consumido drogas y alcohol, era como si ellos también lo hubieran ingerido, y en mucha más cantidad tras beber de varios artificiales. Pero poco le importó, lo único que quería en esos momentos era sentir el calor de la chica contra él. Quería arrancarle las bragas, auparla hasta su cadera y tomarla allí mismo. Su calor le quemaba como hacía tiempo nada lo hacía.

Separaron sus labios para que Blake tomara aire. Las pupilas de la mestiza estaban dilatadas y sus ojos eran un poco más pálidos. Puede que sí estuviera demasiado drogada, de ser así ¿Era correcto continuar con aquel juego o le ponía freno antes de que fuera demasiado tarde y ambos se arrepintieran al día siguiente? La mestiza volvió a besarlo, mordiendo y estirando ligeramente de su labio inferior. Alucard ahogó un gemido. En algún momento volvería al infierno del que salió, qué más daba quemarse un poco más antes de la fecha señalada.

La joven empezó a bailar contra él, y cada roce aumentó su excitación. Lo miraba con lujuria y una media sonrisa depredadora, sabiendo que en esos momentos ella tenía el control. Que con solo un susurro él caería con gusto a sus pies. Y el vampiro estaba encantado con ello. Olvidó que estaban en medio de una misión, de que tenían trabajo que hacer y que lo último que necesitaban eran tantos ojos sobre ellos. Y al mismo tiempo sabía, tras beber de los artificiales, que solo esa atención los llevaría a donde querían, y que por eso ella estaba interpretando su papel a la perfección.

Colocó sus manos en la cintura de la chica, y estas fueron bajando acariciando su cuerpo sobre la tela hasta llegar al culo. Entonces la atrajo hacia él con firmeza. Blake se separó de él con un leve empujón y expresión juguetona, dándole la espalda sin dejar de bailar. El vampiro cerró los ojos con fuerza cuando la sintió contra su erección, que a ese ritmo no aguantaría mucho más. Se inclinó sobre la vampiresa para recorrer el cuello con sus labios y lengua, perdiéndose en su aroma, luchando al mismo tiempo por no morderla, disfrutando del calor que irradiaba. Sus manos vagaron por su contorno, desde sus costillas hasta sus muslos, y allí se adentraron entre ellos, subiendo poco a poco la tela del vestido. Blake se estremeció recostándose sobre él y pasando un brazo por el cuello del no-muerto, para mantenerlo junto a ella. El contraste de las manos frías sobre su piel le produjo un largo suspiro de placer. Y justo cuando los dedos del hombre se acercaban a la zona de su cuerpo que más atención ansiaba, haciendo que la joven se mordiera los labios con impaciencia, alguien los interrumpió.

Ambos vampiros se quedaron mirando al robusto licántropo. Alucard frunció el ceño al ver la expresión del guardaespaldas. Tenía los ojos fijos en Blake y las pupilas ligeramente dilatadas ¿El olor de la mestiza también atraía a otras criaturas nocturnas a parte de los vampiros?

—¡Mi jefe quiere conocerte y ofrecerte una copa! —le dijo señalando las oficinas acristaladas— ¡Pase VIP para toda la noche, si te interesa y no te importa dejar aquí a tu pareja!

—A por ellos, Caperucita. Que el lobo se encargue de esto —le susurró Alucard al oído, mordiéndole el lóbulo.

Blake se estremeció al mismo tiempo que se le erizaba la piel, y una parte de ella odió al licántropo por la interrupción.

—¡Por supuesto que me interesa! —sonrió coqueta, ladeando ligeramente la cabeza en un gesto inocente e infantil.

El vampiro la vio marchar y subir las escaleras forjadas con paso decidido, hacia donde se encontraba el que orquestaba todo aquel desenfreno. Rio por lo bajo. Lo mejor de la noche estaba aún por llegar. A medida que se alejaba había sentido crecer en ella la oscuridad. Esa noche la cadena del lobo era muy larga.

...†...

Dentro de la pequeña sala apenas se escuchaba la música. Los cristales eran tan gruesos que bajaban los decibelios a un sonido meramente ambiental. Desde allí se podía ver la planta baja del edificio al completo, lleno de gente. Varios artificiales se estaban dando un festín con un chico, tumbado sobre una mesa de café y expirando sus últimos minutos. Un humano, al ver aquello, seguramente ya habría salido corriendo. Y para eso estaba allí el licántropo, para impedir que la presa elegida por el jefe huyera.

Pero ella no era humana. No sentía miedo al ver aquello, solo desprecio hacia esas criaturas y lástima ante la víctima incauta que ya no volvería casa, como todos aquellos que esa noche decidieron anteponer la diversión sin tapujos a todo lo demás.

El licántropo le hizo un ademán para que se acercara a un vampiro sentado en uno de los sofás de piel negra, apartado del resto. Su aspecto se aproximaba al de un hombre de cincuenta años, tenía cierto atractivo y sus rasgos eran claramente arios. No necesitaba ver una esvástica para saber que pertenecía a Millenium.

Blake se encaminó hacia él sin vacilar.

—Nunca te había visto en una de mis fiestas —le dijo alargándole una copa.

—Nunca repito una. Así que te aseguro que no volverás a verme —ladeó una sonrisa juguetona.

—¿Y podría convencerte de lo contrario? —el vampiro alzó una ceja.

—No sabría decirte ¿Qué me ofreces?

—¿Qué quieres? —sonrió con malicia sin ocultar los colmillos, la mestiza estaba segura de que pensaba que estaba demasiado drogada al haber ignorado el grupo de artificiales que se alimentaban allí.

Blake llegó hasta el hombre y directamente se sentó a horcajadas sobre él. El gesto pilló desprevenido al vampiro, pero no se quejó en absoluto, dejando las copas a un lado.

—Lo quiero todo —le susurró al oído.

—Una chica ambiciosa —recorrió los muslos de la joven hasta llegar al borde del vestido, que en esa posición, se había acortado bastante.

La mestiza ahogó una risita.

—¿Entonces, hay acuerdo? —lo miró a los ojos con un mohín.

—¿Y qué gano yo con eso? —le susurró sobre los labios.

—¿Qué quieres tú a cambio?

El artificial la besó con brusquedad mientras metía las manos bajo el vestido hasta dar con la ropa interior, mientras la atraía hacia la dureza de su bragueta y presionaba esta contra la joven, retirando la prenda íntima con dedos ansiosos.

Blake rompió el beso, relamiéndose.

—Lo siento, pero... no hay trato —sus ojos se tornaron completamente blancos.

La mestiza sonrió, una sonrisa grotesca que se extendió hasta abarcar toda la mandíbula, de oreja a oreja, mostrando una hilera de dientes afilados y enormes. El artificial la miró con horror y antes de que pudiera quitársela de encima se abalanzó sobre él con aquella descomunal boca hasta morder su garganta. Arrancó el músculo y parte de la tráquea entre los gritos del artificial, dejando correr la sangre a borbotones, que empapó todo a su alrededor. El pequeño grupo de vampiros elitistas se levantó con espanto. El licántropo se lanzó contra ella, que rio divertida chasqueando la lengua de manera desaprobatoria.

—Los perros malos han de ser sacrificados —lo miró con un puchero entre burlón y apenado.

Las sombras crecieron de golpe en la estancia, naciendo de ella, que volvió a centrar su atención en la comida que había dejado a medias, y que boqueaba y sollozaba mientras se desangraba con rapidez.

...†...

Alucard sonrió al sentir la oscuridad de Blake. Desde la zona de baile, aun rodeado de jóvenes borrachos y drogados, vio como los cristales de las oficinas se tornaban rojos por la sangre que empezó a bañarlos. Un cuerpo, lanzado desde el interior, golpeó con fuerza una de las cristaleras, agrietándola. Todo allí dentro era oscuridad completa y tenía vida propia.

Las sombras vibraron en todo el edificio y cientos de ojos blancos se abrieron. Las sombras empezaron a tragarse a los artificiales, y los gritos no tardaron en escucharse por encima de la música. Los lagartos negros corrían por la rave despedazando a todo aquello que no fuera humano, comiendo con voracidad. Los jóvenes, cuando fueron conscientes de la carnicería y el miedo se contagió como una enfermedad, corrieron en estampida para escapar de allí, provocando empujones y caídas, pasando por encima de los que no habían conseguido mantener el equilibrio. Algunos empapados en la sangre de los artificiales que habían muerto frente a ellos.

Alucard seguía en medio de aquella matanza, con una sonrisa divertida y cruel en los labios. Entre todo el caos le pareció escuchar una risa hueca que reverberó en el edificio, alimentando la oscuridad. El vampiro no perdió sin detalle de todo aquel maravilloso y sangriento espectáculo. Pero no era el único.

Entre las vigas de acero alguien más observaba con atención. Un chico joven, apenas un adolescente, que movía sus orejas gatunas con nerviosismo intentando captar todos los sonidos entre la estridente música que seguía sonando, sujetando entre sus manos la cámara con la que estaba documentando lo sucedido esa noche. Sabían que en algún momento Hellsing aparecería y con suerte la llevarían a ella. Habían sido pacientes y habían obtenido su recompensa. Ahora tendrían algo más de información sobre el espécimen único que la Orden Protestante había adquirido antes que ellos.

...†...

El vampiro aplaudió de forma queda cuando vio a Blake bajar las escaleras de hierro de vuelta a la planta inferior del edificio, en el que ya solo quedaban ellos dos, envueltos en las intensas luces de neón y la música. En el suelo apenas quedaban los charcos de sangre de los artificiales que los lagartos habían engullido hasta no dejar nada.

La joven caminaba con paso orgulloso y la cabeza alta. Desde la distancia que los separaba podía ver el brillo de sus ojos blancos, mientras a su espalda las sombras se arremolinaban, como girones de humo, creando el efecto de llevar sobre sus hombros una capa de oscuridad mecida por el viento. Sobre ella no había rastro alguno de sangre, aunque el vampiro sabía que en el despacho la sangría había sido espectacular, podía olerla desde allí abajo.

Blake se paró frente a Alucard mirándolo a los ojos con una sonrisa prepotente, mientras los iris de la joven se oscurecían. El vampiro respondió a aquella sonrisa con una llena de satisfacción y orgullo. Su alumna no lo había decepcionado.

...†...

Al salir la brisa nocturna les acarició la piel. Incluso el olor del orín del callejón les pareció menos intenso después de estar encerrados dentro del asfixiante y ruinoso edificio. En contra de lo que habían esperado, en el exterior seguía habiendo mucha gente, llorando y gritando, con el móvil pegado a la oreja, hablando a voces entre sollozos. El eco de las sirenas de ambulancias y policías se hacía más intenso a cada segundo.

—Fin de la noche —el vampiro estiró la espalda de forma perezosa— Qué pena.

—¿Tan pronto? —Blake lo miró de soslayo con una sonrisa depredadora.

Alucard alzó una ceja y antes de poder decir nada la joven lo estampó contra la pared de ladrillo del antiguo edificio, besándolo con fiereza. El vampiro, aunando fuerza voluntad, la separó de él. La policía estaba a punto de llegar junto con el escuadrón de limpieza, y allí seguía habiendo muchas miradas indiscretas, aunque eso último le traía sin cuidado.

—Creo que estás un poco colocada por la sangre contaminada que has bebido —sus pupilas dilatadas eran signo evidente de ello, y sabía que él también cargaba con el colocón en menor medida— ¿Estás segura de...?

Blake volvió a besarlo con violencia llevando su mano derecha a su entrepierna, comenzando a frotar la zona por encima del pantalón.

—¿Tanto tiempo queriendo quitarme las bragas y ahora que tienes la oportunidad la vas a desperdiciar? Cambio de opinión muy deprisa —le respondió casi en un susurro mordiéndole el labio.

Alucard ahogó un gemido volviendo a besarla, la levantó del suelo hasta la altura de su cadera y giró para aprisionarla contra la pared de un golpe seco. La chica le rodeó el cuello con los brazos hundiendo los dedos en su pelo, mientras sus lenguas peleaban en sus bocas unidas, en una danza frenética. Llevaban rondándose semanas, como animales en celo, por mucho que, al menos Blake, habían intentado disimularlo. Aquella situación, como su último encontronazo a solas, estaba siendo sucio y demandante, simplemente querían saciarse el uno del otro, dar rienda suelta a todas esas ganas y tensión. Ninguno tenía en mente hacer el amor, lo que ambos buscaban era follar hasta que las piernas no pudieran sostenerlos más. Entre ellos no había hueco para la ternura y el cariño.

—Espera un segundo... —jadeó el vampiro separando sus labios de los de la chica—. Tus gemidos son únicamente para mí, si has de gritar mi nombre, que sea solo para mis oídos y no para media ciudad —miró a su alrededor a pesar de que nadie les estaba prestando atención.

—Te lo tienes muy creído —resopló ella, lamiendo los labios del no-muerto con ansia contenida, dándole después un beso fugaz— ¿Tan seguro estás de que vas a conseguir que grite tu nombre?

—Por supuesto que sí —la embistió sin previo aviso, de forma que su erección golpeó en el sexo de la chica que tenía las piernas abiertas alrededor de su cintura, separados aun por la ropa, haciendo que clavara aún más los dedos entre su pelo y soltara un gemido ahogado y tembloroso—. Lo mejor aún no ha empezado.

Volvió a abalanzarse sobre su boca, hambriento por volver a escuchar sus gemidos, que lo excitaban sobremanera, mientras las sombras los envolvían.

...†...

Blake no supo muy bien cómo el vampiro había conseguido que volvieran a la mansión en apenas un parpadeo. Ni tampoco le dio importancia a que el no-muerto hubiera escogido su cuarto para echar ese polvo. Lo único que en esos momentos le interesaba era bajarle los pantalones para que se la metiera cuanto antes y calmara así el ardor que sentía vientre abajo.

Alucard la sentó en la robusta mesa y empezó a recorrer su contorno con una lentitud exasperante. Cuando llegó a la altura de su pecho se centró en él tras quitarle el arnés donde cargaba las armas, tirándolo al suelo. Masajeó sus pechos por encima de la ropa, abandonando sus labios y recorriendo toda su mandíbula hasta su cuello, donde empezó a lamer la piel caliente como quién degustaba el más exquisito de los manjares.

La mestiza no tardó en quitarle el jersey entre suspiros, mientras las manos del vampiro seguían recorriéndola, esta vez hacia sus muslos, subiendo el vestido hasta la cintura. La joven recorrió el torso del no-muerto con las yemas de los dedos haciéndolo suspirar y gruñir sobre su cuello, disfrutando de la suavidad de la piel fría, memorizando cada músculo y cada surco. Ahogó una pequeña carcajada. La complexión fuerte y atlética del vampiro ni le sorprendió ni le impresionó. Alucard podía cambiar su aspecto a voluntad, que pareciera esculpido por el mismo Diablo para hacer las delicias de cualquiera era de esperar. El misterio residía en si en algún momento, antes de convertirse en un ser de la noche, ese había sido realmente su aspecto.

Blake ahogó un gemido y curvó la espalda cuando los dedos del vampiro empezaron a acariciarla por encima de la ropa interior. Jugando con aquella zona, moviéndose en círculos lentos. La joven jadeó al ritmo que los dedos marcaban, acercando la cadera al vampiro, ansiando más y aferrándose con fuerza a la espalda del hombre que movía sus labios sobre los suyos, intercalando pequeños mordiscos y caricias con la lengua.

La mestiza no pensaba adoptar el papel pasivo, nunca lo hacía. Desabrochó el cinturón con rapidez y bajó los pantalones junto con los calzoncillos lo justo para liberar la erección, que envolvió con su mano. Alucard soltó un ronco gemido en su boca antes de morderla con moderación. Sentir el tacto cálido de la chica sobre su miembro, sin previo aviso, casi había hecho que se corriera. Hacía tanto tiempo de la última vez que había intimado con otro, que se le estaba haciendo complicado centrarse para que el juego no terminara en apenas unos minutos. No la iba a dejar ganar esa batalla, su orgullo debía quedar intacto. Aunque cuando la joven empezó a masturbarlo con manos hábiles supo que iba a tener que emplearse a fondo si quería salir vencedor.

Metió la mano bajo las bragas ya empapadas y con cuidado introdujo un dedo, que Blake recibió con un delicioso temblor y un largo suspiro de anticipación. No tardó en acompañarlo un segundo, moviendo al mismo tiempo el pulgar en círculos por fuera, presionando con delicadeza. Se separó de ella lo justo para ver como tenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada para contener los jadeos y gemidos, sus mejillas estaban encendidas por la excitación. Toda ella era perfecta en esos momentos, solo necesitaba mirarla para que su erección se endureciera hasta doler, un dolor que había echado en falta, que le indicaba que no estaba muerto del todo, que aún había cosas de las que poder disfrutar como si fuera la primera vez.

La vampiresa abrió los ojos y ambos se sostuvieron la mirada entre jadeos mutuos. Esta ardía en deseo, al mismo tiempo que no dejaban de tocarse. Retándose a ver quién sería el primero en dar el juego por perdido.

Blake resopló ahogando un gemido frente a la lenta tortura a la que la estaba sometiendo Alucard con sus dedos, quería más, aquello no era suficiente, estaba bien, jodidamente bien, pero su cuerpo ansiaba subir el listón. Sabía que si lo dejaba seguir no tardaría en correrse, pero no quería llegar así.

—Tanto fanfarronear y en el fondo eres un remilgado —jadeó con una sonrisa despectiva, incapaz de no moverse al ritmo suave que le marcaba— Si vas a tardar tanto en decidir si vas a meter algo a parte de los dedos, quizás deberíamos dejarlo estar. Esto puedo hacerlo yo sola sin ayuda de nadie.

El vampiro la cogió de la garganta y la tumbó contra la mesa con violencia al mismo tiempo que le arrancaba las bragas. Se metió entre sus piernas y la penetró de golpe. Ambos gimieron ante el contraste de frío y calor. Las rodillas del vampiro temblaron y apretó la mandíbula para no terminar en ese preciso instante en que el calor del cuerpo de la chica lo envolvió. Blake se mordió el labio, no esperaba que el miembro del vampiro estuviera tan frío, pero no le resultó desagradable, sino todo lo contrario, aplacaba su propio ardor y despertó la sensibilidad de la zona en la que ambos se unían.

—¿Mejor? —el vampiro la miró jadeante cuando se hubo recuperado mínimamente de la impresión.

—Mejor sería si empezaras a moverte —siguió picando ella, cogiendo la muñeca del vampiro, que aún descansaba sobre su cuello, impidiendo que volviera a incorporarse—. Y por cierto, a parte de una cazadora, ahora me debes también unas bragas.

Alucard rio por la bajo y comenzó a embestirla con fuerza y sin tregua, aun sujetando su cuello para que la chica permaneciera tumbada sobre la mesa. Por el momento quería ser él quién marcara el ritmo. Los jadeos de Blake no tardaron en convertirse en gemidos al sentirlo entrar y salir de ella, llenándola por completo, con intensidad creciente, lleno de rabia y ansia liberada, cada vez más rápido y profundo, sin darle tiempo a recuperar el aliento. Finalmente el vampiro liberó su cuello y la sujetó con firmeza por la cadera, para poder seguir ejerciendo fuerza en sus movimientos, mientras ella se sujetaba al borde de la mesa por encima de su cabeza, otorgando algo de resistencia a las acometidas que una humana no habría podido soportar. La mesa crujía y se mecía con cada embestida violenta, amenazando con romperse.

—¿Cómo lo llevas, Caperucita? —dibujó una sonrisa lobuna mirándola con intensidad en esos ojos rojos que parecían arder, arrepintiéndose de no haberle quitado también el vestido antes de empezar el baile y disfrutar más aún de aquella vista, de tenerla frente a él gimiendo y moviéndose al son que él dictaba.

—Esperaba algo...mejor —respondió entre jadeos con una sonrisa ladeada, retándolo.

El vampiro amplió su sonrisa depredadora. Desenredó las piernas de la chica de su cintura y se las colocó sobre los hombros. Blake perdió momentáneamente el aire cuando volvió a penetrarla y el gemido que escapó de su garganta cuando recobró el aire fue más intenso de lo esperado.

—Creo que ahora sí está mejor —jadeó el vampiro aumentando la velocidad mientras sujetaba sus piernas en alto con un brazo y utilizaba la mano restante para masajearle la zona más sensible entre sus muslos, mordiendo y lamiendo sus piernas— Venga, admítelo.

—Joder, cállate de una... AAAAAH —tuvo que agarrarse con más fuerza al borde la mesa mientras su espalda se curvaba, aquello no lo esperaba, sentirlo tan a dentro, rozando cada milímetro de piel con sus movimientos bruscos y decididos.

El hormigueo que recorrió su cuerpo aumentó de intensidad, como una corriente eléctrica anunciándole que el fin estaba próximo. Alucard gruñó cuando comenzaron los espasmos de la joven alrededor de su miembro y se esforzó en no abandonar aún, por muchas ganas que tuviera de dejarse llevar.

Soltó las piernas y se inclinó sobre ella, acomodándose mejor antes de volver a apresar sus labios con fiereza, sintiendo sus cálidos gemidos inundar su propia boca. En esos minutos finales solo importaba sentir. Piel contra piel. Frío y calor. Cada roce, cada sonido, cada mirada subió de intensidad, como si intentaran desgarrarse el uno al otro para poder sentirlo todo, para tocar el cielo y luego sentir la caída al vacío, entre jadeos y gemidos que suplicaban porque aquel baile no terminara nunca.

El vampiro separó sus labios ligeramente para poderla escuchar mientras ella le clavaba aquellos ojos negros brillantes por el deseo, ansiosos y llenos de vida. La atrajo más contra él, embistiéndola entre gruñidos con toda la fuerza que era capaz de ejercer, que no era poca, y ese sutil movimiento en el cambio de postura la hizo estremecer y gritar más alto.

—Si paras... ahora... juro que... —un largo gemido ahogado la interrumpió al mismo tiempo que le clavaba las uñas en la espalda y su cuerpo se curvaba contra el del vampiro— juro que... —la penetró más deprisa y más profundo ahora que había encontrado el punto exacto donde conseguir que se retorciera de placer, haciendo chocar ambos cuerpos, impidiéndole hablar— juro que te arrancaré la polla.

—Tranquila Caperucita, no pienso parar —le susurró sobre su boca, mordiendo su labio inferior— No ahora, no tan cerca... venga... así... ya casi está... hazlo Caperucita... grita mi nombre... grita...

La voz profunda, ronca, aterciopelada y grave del vampiro la hizo estremecer, excitándola aún más, si es que aquello era posible. Escucharlo susurrar fue el detonando que le había faltado. Blake apretó más el abrazo de sus piernas entorno a su cadera y sus gemidos resonaron en la habitación, acallando los del no-muerto. El orgasmo la golpeó como una ola devastadora que arrasó con todo a su paso, y que ella intentó acallar apretando la mandíbula.

—No, Caperucita, quiero escucharte ¿recuerdas? —la besó para abrir sus labios y dejar escapar ese grito que fue música para sus oídos y que inició su propia cuenta atrás, aun moviéndose contra ella— Solo para mí... Todo para mí.

La embistió con rapidez unas cuantas veces más hasta que su cuerpo se desmoronó en un ronco gemido que acompañó a los últimos de la mestiza, mientras la mantenía apretada contra él, envuelto en aquel calor y humedad que tanto le gustaba y había ansiado tener.

Se mantuvieron unidos unos minutos, recuperando el aliento con los ojos cerrados. Era curioso que a pesar de que Alucard no respirara, jadeara tras el esfuerzo, como en un acto reflejo que recordaba de tiempos pasados, cuando su corazón aún latía.

Más repuesto se incorporó ligeramente y se quedó mirando a la joven con calma, que aún mantenía los ojos cerrados con las mejillas y el cuello sonrojados, con la piel perlada de sudor. Podía escuchar como el corazón poco a poco retomaba su ritmo habitual. La besó con calma, degustando su boca. Ahora sabía que aquello iba a ser la peor de sus adicciones, el besarla como si la inmortalidad se le fuera en ello mientras la tenía aprisionada contra él.

Blake finalmente abrió los ojos, que seguían brillantes y juguetones, con las pupilas dilatas, pero ya más calmados.

—¿Y bien? —el vampiro alzó una ceja a la espera del veredicto.

—No ha estado mal —se encogió de hombros.

—¿Mal? ¿No ha estado mal? —resopló incrédulo— Te he follado tan fuerte que casi parto la mesa.

—Si crees que para echar un buen polvo hay que hacerlo como quién usa un ariete, tienes un problema —se mofó.

Alucard se incorporó de mal humor, saliendo de ella con brusquedad, mirándola con desagrado. Blake soltó una risotada incorporándose en la mesa.

—¿Acaso acabo de herir tu masculinidad?

—Eres una víbora mentirosa. Te ha gustado, lo he olido y lo he sentido. Si hubiera querido, habría conseguido que te corrieras al menos una vez más —se acercó a ella en actitud intimidante.

—Yo no he dicho que no me haya gustado. Pero no ha sido el mejor polvo de mi vida, aunque está entre los diez mejores —se mordió el labio, socarrona.

El vampiro resopló y puso los ojos en blanco.

—¿Y qué necesitabas para que fuera el mejor polvo de tu vida? ¿Promesas de amor eterno, ternura? —se mofó.

—Desde luego algo más que sacar y meter la polla hasta el fondo —alargó una mano hacia él y acarició su brazo con los dedos, atrayendo al no-muerto hacia ella de nuevo— Para que sea un buen polvo también hace falta sutileza —explicó usando un tono de voz cada vez más suave y bajo—. Acariciar sin tocar, susurrar sin voz...

Con cada frase susurrada por ella el vampiro se había acercado más, como atraído por canto de sirena, hasta rozar sus labios con los de la joven, entrando en ese juego suave y dulce que le estaba tentando sobremanera.

—¿Estás dispuesto a ello o tu orgullo de macho dominante es demasiado rígido para permitirlo? —lo miró a los ojos con tal intensidad que Alucard sintió cómo volvía a endurecerse.

—Estoy dispuesto a volver de cabeza al infierno si con ello puedo tocarte de nuevo —respondió en un susurro casi inaudible.

Blake se sacó el vestido por la cabeza con rapidez y lo besó, moviendo sus labios sobre los de él, dándole la bienvenida a su lengua mientras su piel se erizaba al contacto de los dedos fríos de Alucard sobre su nuca y espalda, que apenas rozaban su piel.


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