Nunca, en sus once años y seis meses exactos de vida había pensado que podía estar en el mismo tren que Harry Potter. Al principio ni siquiera se había creído del todo que no fuera un chico pagado por Fred y George.

Pero a medida que pasaban las horas y los dulces que el susodicho Niño que Vivió había comprado y compartido con él, se le hacía más difícil pensar que tuviera nada que ver con sus hermanos, así que tuvo que acabar aceptando que, en efecto, era Harry Potter.

Intentó no pensar en qué harían Ginny y su padre si estuvieran en su lugar y habló con él todo lo normal que pudo. Cuando ya habían llegado a Escocia se dio cuenta de que no había sido nada difícil, que incluso el chico era agradable y parecía interesado en el quidditch.

Además, tenía buen gusto escogiendo chucherías.

- ¿Me estás diciendo que hay un hospital donde sólo se ocupan de gente que ha pronunciado mal un hechizo?
- Eso me ha dicho mi padre. Aunque yo creo que se lo decía a Charlie para que sujetara mejor la varita. Pero una vez estuve en San Mungo, cuando éramos muy pequeños mi hermana Ginny y yo nos estábamos peleando en las escaleras y nos caímos. Y cuando llegué ahí me tiré 10 minutos para leer el mapa que nos dio la bruja de la entrada para llegar a donde teníamos que ir. Lo tienen todo muy bien montado, creo que cada enfermedad conocida tiene su propia zona ahí.
- Yo nunca he estado en ningún hospital, no hago mucho deporte y cada vez que me iba a caer o algo así me agarraban o pasaba algo. Pero creo que los hospitales... muggles no están tan bien ordenados.
- Bueno, los nuestros tuvieron que organizarse por los ataques que Quien-Tú-Sabes realizaba en sus tiempos...

A Ron le entraron ganas de volver a preguntarle qué recordaba sobre El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado, pero fue una pregunta que nunca llegó a hacer, porque al ver la cara del chico comprendió que ya habían sido suficientes preguntas sobre su vida por una tarde.

Cambiaron de tema sin silencios incómodos, de forma natural. Cuando Ron iba a enseñarle un poco de magia a Harry una niña con aires de suficiencia entró precipitadamente en el compartimento preguntando por un sapo. Era la chica que se había chocado con él en la estación. Ron la reconoció por el pelo.

La escucharon hablar, y aunque en cuanto la vio Ron supo que jamás podría llevarse bien con la chica, en ese momento sus dudas quedaron echas polvo de unicornio. ¿Alguien que se había memorizado en un verano todos los libros de texto? Eso superaba cualquier idiotez que se le hubiera ocurrido alguna vez a Percy.

¡Y encima quería estar en Gryffindor! Había que reconocer que la chica era lista. Pero precisamente por eso y por el empujón que le había dado antes, Ron tenía claro que

- Cualquiera que sea la casa que me toque, espero que ella no esté.