Después de tanto tiempo invertido, de tanto estrés, de tanto sudor y lágrimas, de tantos inconvenientes en la relación, por fin, ha llegado el día en el que Midousuji y Onoda contraerán matrimonio. Estarán casados a pesar de que la maldita ley japonesa no lo permita, unirán sus vidas en Estados Unidos, y solo las personas más importantes para ambos estarán para presenciarlo.

La madre de Onoda se contiene de llorar durante toda la boda, Imaizumi sigue en desacuerdo con la unión en cuestión, pero fue al evento solamente para hacer feliz a su amigo, Naruko se mantiene grabando el momento mientras sonríe y mueve exageradamente su cuerpo por la emoción. Y se preguntarán ¿Dónde está el resto de Sohoku? Desgraciadamente no pudieron venir, sin embargo, estarán a la espera del vídeo que mandará Naruko.

Yuki y su hermano vinieron de parte de Midousuji, Yuki es la más entusiasta de los dos, grabando el momento y luego silbando de vez en cuando mientras Midousuji le mira de reojo, como reclamándole por el exceso de ruido. También Ishigaki y Mizuta están allí, no se pueden perder ese momento por nada del mundo, el todoterreno aún se pregunta a sí mismo el porqué los invitó, pero lo que importa es que ahí están, celebrando con él.

La persona que los casaría sigue hablando sin parar, los novios apenas escuchan sus palabras por estar perdidos en los ojos del otro, como si hubiera pasado un siglo desde que se vieron por última vez. Cada uno destaca con su traje, Onoda blanco y Midousuji negro, y en sus manos se ven los anillos de promesa que llevan desde hace muchos años atrás. Una frase del hombre les llama la atención, la orden de recitar los votos, cada uno preparó su propio discurso y los papeles donde está escrito, Midousuji al principio aceptó la idea, sin embargo se sentía reacio a escribir tanta cursilería junta, luego de unas cuantas semanas debatiendo que escribir, logró plasmar sus sentimientos en palabras. En cambio para Onoda, fue fácil, fue sencillo plasmar todo lo que quería decir, lo complicado fue darle un orden al escrito y pulirlo para el día de la boda.

—¿Quién comienza? —susurra un poco inseguro el de lentes.

—Puede comenzar usted si así lo desea —aclara el maestro de ceremonias.

—Ah... Está bien. —Onoda acomoda sus lentes y se aclara la garganta. Entretanto Midousuji, rígido como un trozo de metal, piensa que es la primera vez en su vida que está tan nervioso— Primero quiero decirte, Akira, lo importante que has sido para mí en todo este tiempo, siempre apoyándome en todo lo que yo quisiera lograr, siempre estando para mí en las buenas en las malas. Te prometo amor eterno. Prometo que cada que te sientas triste o abatido, yo seré tu apoyo. Cada que me toque cocinar, habrá tu desayuno favorito servido en nuestra cama. Cada que nos enfademos buscaré la forma de arreglarlo. —Respira profundo en un intento de calmar la emoción que se atora en su pecho—. Cuando llegues tarde a casa siempre te esperaré con la cena lista. Cada que veamos anime trataré de no interrumpir. Te apoyaré en cada carrera que tengas, celebraré contigo si ganas, y si no, buscaré la forma de consolarte. En tus cumpleaños siempre te haré saber lo especial que eres. Podría prometer muchas cosas más, pero tú sabes cómo soy, me extendería tanto que te enfadarías. Te amo, y nunca me voy a arrepentir de conocerte ni de todas las experiencias que hemos vivido juntos hasta ahora.

Finalizó bajando el papel y dirigiendo su mirada a Midousuji, quien se nota en estado de shock y tapando su rostro ruborizado, todo este tiempo parece haber fruncido el ceño, las marcas en su entrecejo le delatan.

—Akira, ¿estás bien? —pregunta preocupado agarrando la manga de su traje.

—Sí —asiente y sus dedos se mueven sobre su rostro, cuando quita su mano se vislumbra como su rostro está ligeramente mojado. —Entonces, voy yo...

—Nunca imaginé que Midousuji fuera tan blando.

—Te escuché, Yowaizumi. —Alza la voz.

—Que bien, porque es lo que pretendía.

—Oye, deberías parar... —Naruko interrumpe a Imaizumi, y unos segundos después Midousuji hace lo mismo con el sprinter.

—Ja, que lastima, ni aún así podrás interferir entre Sakamichi y yo, zaku —dice para luego mostrar una sonrisa, retorcida y perturbadora, como siempre.

—¡Basta! —exclama Onoda—. Ya dejen de pelearse, es un día especial para nosotros, Imaizumi-kun, para.

—Lo siento —se disculpa de inmediato cabizbajo.

—La volviste a cagar —comenta Naruko con normalidad haciendo que su amigo le mirara mal.

—Akira, continua, por favor... —le ruega ilusionado, quiere oír los votos de su futuro esposo, ya no puede ocultar el latido frenético de su corazón.

—Bien. —Su mirada se desvia hacia sus papeles—. En realidad, no sé cómo comenzar estos estúpidos votos, no suelo decirte lo que siento en voz alta, ni pretendo hacerlo, pero puedo prometer que te aguantaré cada que cantes canciones de Love Hime. Cuando vuelvas borracho a casa siempre te atenderé. Si te topas con algún insecto en el baño yo lo aplastaré por ti. Si quieres un hombro para llorar ahí estaré, aunque detesto que manches mi ropa con tus mocos. —Se escuchan pequeñas risas entre el público—. Si necesitas contarme algo, yo escucharé. Prometo ser el compañero que necesitas en tu vida, porque tú... Tú me haces una mejor persona. Tomé la decisión más asquerosa, estúpida y correcta en mi vida al casarme contigo hoy.

Onoda trata de ocultar sus lágrimas en vano, se quita los lentes y limpia su rostro mientras Midousuji, rojo como un tomate, intenta no salir huyendo de la situación como un cobarde, el impulso de correr en sus pies es muy grande, sin embargo, ignora todas esas señales, él jamás huiría, menos en una situación tan importante. Sakamichi le mira con una sonrisa de oreja a oreja, no puede quedarse quieto así que abraza a su amor sin importarle nada más. Ambos observándose sin cesar como un par de tortolos, desatienden por completo cualquier cosa que pasa a su alrededor, hasta que el hombre habla una vez más.

—Los anillos ya están en su lugar, por el poder que me confiere el Estado de Florida, los declaro unidos en matrimonio. Felicidades, pueden besarse.

Onoda deja de abrazarle para posar sus manos en el rostro de su esposo, cuidando de no pincharle el ojo con los lentes que sostiene entre sus dedos, ambos se acercan y se dan un beso muy breve, pero lleno de sentimientos mientras los invitados aplauden, vitorean y celebran.

Los recién casados juntan sus frentes y cierran los ojos, sus sonrisas desbodan regocijo. Lo lograron, ahora nadie podrá separarlos.


Al fin terminé el Flufftober algunos meses tarde, pero igual cuenta(? Espero que lo hayan disfrutado el fic a pesar de todos los errores que debe tener por escribir con apuro todos los días xD

Eso uwu hasta pronto