Ninguno de los personajes me pertenecen, solo estoy haciendo un fic.
ADVERTENCIAS : AU, OOC, lemon.
Fic ~Editado el primer capítulo, voy a continuar editando los siguientes luego. ~
1. First Lesson
A pesar de que el verano había quedado atrás, el aire estaba tibio y la tarde era placentera. El aburrimiento colmaba sus días, todo mejoraría si es que hubiera algo mejor que hacer que estar deambulando en medio de un paraje rural sin mayor entretención a la mano. En esta oportunidad le había tocado acompañar a su padre en una visita a la propiedad de uno de sus amigos. El campo era aburrido, demasiado verde, demasiado aire puro.
No veía la hora de partir, pero del lugar y regresar a su casa donde mal que bien podía ocupar su tiempo haciendo algo ligeramente más productivo que mirar al vacío mientras que su padre y su amigo conversaban animadamente.
Unos metros más allá los dos que conversaban estaban demasiado ocupados en sus asuntos como para prestarle atención. No escondía el hecho de que estaba terriblemente aburrido y si no encontraba algo mejor que hacer que mirar las musarañas se iba a poner a contar la mala hierba que crecía alrededor.
Finalmente luego de un rato de desesperante aburrimiento se dieron cuenta de que aun seguía ahí. Justo a tiempo, estaba pensando en suicidarse, el modo lo pensaría luego para tener en que matar el tiempo. Su padre Yomi le hizo una señal con la mano para que se acerque. Hiei se levantó pesadamente de donde estaba tumbado para sentarse al lado de ellos. Con un poco de suerte le iba a decir que ya se iban retirando.
No, al parecer no iba a tener tanta suerte. Uno de los sirvientes se les acercó entonces. Vino a anunciarle algo al dueño de casa, tan distraído estaba que no escuchó de que se trataba, solo esperaba que fuera algo interesante. Entonces los escuchó comentar al respecto, debía tratarse de ganado, había conseguido "ganado" a buen precio y en buen estado. Se levantaron y afortunadamente Hiei sintió que por fin podía despabilarse un poco.
El camino hacia el patio trasero estuvo repleto de comentarios acerca del buen negocio que había conseguido cerrar. Una vaca, una oveja o algo de ese tipo tenía bastante entusiasmado al dueño de la casa. Al llegar a su destino no pudo ocultar su sorpresa cuando lo que vio fue muy distinto a lo que se imaginaba.
—¿Qué te parece? ¿No es una buena compra? —El dueño de casa no paraba de sonreír al ver que le habían traído su preciado paquete.
Increíblemente Hiei tuvo las mismas ganas, pero las contuvo.
—Espero que valga lo que pagaste —Yomi veía también con cierta sorpresa la nueva adquisición de su amigo, seguramente también esperaba ver una vaca o una ovejita.
—¿Qué te parece Hiei? No está muy bien, digo es una excelente pieza. —el amigo de su papá por fin se dirigió a él y con una pregunta muy incomoda. Estuvo a punto de responder preguntando por la vaca o el caballo cuando su papá lo interrumpió.
—Pero se ve medio enfermo Karasu. ¿Estas seguro que está en buenas condiciones?-
Ante el comentario de Yomi, Hiei volteó a cerciorarse de que no veía visiones. Frente a sus ojos había una criatura sentada en el suelo mirándolos con enormes ojos verdes repletos de miedo. Así que no era una oveja, ni un caballo lo que había comprado, pensó. Era más bien algo bastante extraño, una figura curiosa de cabello rojo, orejas blancas y peludas coronándole el cráneo, cuerpo bastante delgado y una cola blanca que se movía violentamente. Era un zorro, de eso no quedaba duda. Sus manos estaban atadas y al extremo de una de las cadenas un sujeto enorme lo vigilaba de cerca, era un mercader, un traficante de esclavos.
Karasu no perdió tiempo y se acercó a su nueva adquisición. El zorro temblaba y su reacción fue aun más violenta al ver como iba hacia él. El youkai que lo sujetaba le dio un pequeño golpe en el brazo para que se quedara quieto como recompensa por su atrevimiento, acto seguido lo hizo levantarse.
Su nuevo dueño se paró frente a él para tomarlo de la barbilla. Se inclinó ligeramente hacia su nueva mascota para verlo más de cerca. Era perfecto, aun más perfecto de lo que esperaba encontrar, sin duda había hecho un gran negocio.
—Se ve bien para mí. No se tú Yomi, pero yo lo veo muy bien—mucho mejor de lo que se imaginó, casi no podía contener las ganas de tenerlo entre sus manos y acariciar su piel tan suave más íntimamente. Su nueva mascota se mantenía en un profundo silencio nervioso, no evitaba temblar bajo su contacto.
Sin saber porque Hiei estaba absorto ante la escena, contemplándolo asombrado a la mascota de Karasu. El impulso de tocarlo, de acariciarlo un poco estuvo cerca de hacerlo caminar hacia el zorrito y agarrarle las orejas; se sintió tan tonto solo pensándolo.
El dueño de la mascota ordenó que le dieran un buen baño pero que no lo alimentaran todavía. Uno de los sirvientes acudió a cumplir la orden al instante. Recibió de la mano del traficante la cadena del collar del zorro para llevárselo consigo. Karasu no evitó seguir con la mirada a su nuevo juguete que parecía algo aliviado por poder dejar de tener las miradas de todos encima.
—Esto es lo acordado — le entregó entonces una bolsa de dinero que sonó al caer sobre las manos codiciosas del traficante. El youkai sonrió animado, pero su gesto no se comparó a la que traía el nuevo dueño. Sí apenas podía esperar para jugar con su nueva mascota.
— Siempre tan generoso es un placer negociar con usted —sin duda estaba aún más feliz de recibir el dinero entre sus garras; apenas podía esperar para contarlo. No tardó en hacer una media venia y darse la vuelta para desaparecer de vuelta a su negocio.
Karasu no escondió su ansiedad por empezar a entrenar a su nuevo juguete, Yomi lo notó enseguida. Era mejor que se retiraran entonces. Llamó a su hijo a su lado y le indicó se retiraban. Hiei seguía absorto en el espacio por donde el zorrito se fue siendo llevado por el sirviente. De pronto quería verlo de nuevo, quería quedarse un rato más solo para tenerlo cerca una vez más.
—Hiei… Nos vamos.
Iba a protestar, pero no lo hizo. Era mejor olvidarse de la sensación que empezaba a sentir, dejarla morir camino a casa y pretender que nunca existió. Iba a ser difícil quitarse la imagen del zorro de la cabeza, pero iba a tener que hacer un esfuerzo por reprimir el deseo de acariciar la piel que se veía tan pálida y tersa, seguro deliciosa al contacto.
—Hn —fue su respuesta y emprendió el camino junto a su padre.
o.o.o
Se hizo de noche, estrellada y oscura, la vio por la ventana de la habitación de su amo. Amplia y confortable, seguro la disfrutaría más si no estuviera temblando. Había tomado un buen baño con sales perfumadas y burbujas algo que agradeció infinitamente porque hacía un tiempo que no aseaba su cuerpo. La higiene no era habitual en el lugar donde vivió antes de dar a las manos de su nuevo amo. El perfume de su cabello lo envolvía en ese momento, estaba hecho nudos y de tanto tirarle las hebras lograron desenredarlo. Menos mal no tenía bichos en el cabello, lo cual era bueno, pero sí cicatrices en el cuerpo, algunas bastantes visibles que con el tiempo se irían borrando. Sin embargo el sirviente que se encargó de la preparación de la mascota para que sea presentara a su amo pudo dar como resultado que el zorrito estaba en buenas condiciones. Solo para asegurarse de que su piel estuviera lo suficientemente suave y perfumada insistieron en frotarle cremas a base de frutas, por todo el cuerpo. Cuando terminaron de acicalarlo estaba más que cansado, hambriento y asustado. Lo cubrieron con una bata de seda y lo sentaron sobre la cama a esperar a su amo.
Ahí se encontraba en ese momento, demasiado aterrado como para mover un músculo. El tiempo pasaba y ningún sonido que le diera luces de lo que pasaba fuera de la habitación llegaba a sus oídos. El cansancio lo iba venciendo y el zorrito terminó acurrucándose sobre la cama en espera de que algo sucediera.
Tenía un mal presentimiento, las cosas se iban a poner peor de lo esperaba, eso era seguro. Solo tenía nociones de lo que le esperaba y la angustia crecía minuto a minuto. Casi si no podía respirar del miedo. Afortunadamente no tuvo que esperar mucho tiempo porque pronto llegó el amo a jugar con su juguete nuevo.
No supo que hacer que hacer cuando lo vio entrar, si ponerse de pie, si arrodillarse en el suelo… Se incorporó sobre la cama aun tratando de descifrar lo que este quería y en eso estaba cuando el amo llegó a él y colocó una de sus manos níveas sobre una de sus orejitas.
—Que hermoso eres mi pequeña mascota —susurró.
Esas palabras lo hicieron temblar, nada bueno se venía para él. Su amo lo hizo arrodillarse sobre la cama blanda sin dejar de mirarlo intensamente. Podía sentir como sus ojos brillaban al verlo, trató de esquivar su mirada pero solo consiguió que atrape su rostro y rose sus labios.
Karasu le ordenó que se sacara la prenda que llevaba puesta, la verdad que quería arrancársela él mismo, pero su mascota tenía que empezar a obedecerle. No opuso resistencia y lo hizo demasiado a prisa. Su amo se veía muy contento, eso era bueno. Luego le ordenó que le quitara su ropa y obedeció aunque con torpeza. No podía cancelar el temblor de sus manos y le tomó un tiempo cumplir con la orden. No pareció molestarle al amo, si no que lo mandó a traer un peine que estaba sobre un mueble.
El zorrito obedeció desplazándose desnudo por la habitación apenas alumbrada por unas velas que habían colocado los sirvientes antes de dejarlo solo a su suerte. El amo estaba fascinado al verlo andar y ardía en deseos de tenerlo entre sus manos. Su piel de cera brillaba bajo la luz de la lumbre, Karasu sentía que se derretía.
La mascota entregó el peine y el amo le ordenó que le cepillara la larguísima cabellera de ébano. Obedeció con cuidado, atento a no jalarle el cabello a su amo. Se colocó a sus espaldas, envolviendo a Karasu con el aroma de jabón y perfumes que desprendía iba haciéndosele m㼠s y más apetecible. La operación no duró mucho de pronto el amo se volteó e hizo a un lado el hacia la mascota, hizo a un lado la mano que lo peinaba y se abalanzó sobre el cuerpo desnudo del zorro.
Sucedió tan rápido que apenas se dio cuenta de lo que pasaba. Cuando estuvo debajo de él sintió que nada bueno ocurriría, sin embargo lo estaba esperando. Las manos de su amo se perdieron en su vientre recorriéndolo como si se tratara de un mapa, con sus dedos trazaba líneas sobre la piel de nube de su mascota. Karasu estaba completamente fascinado por la suavidad de esa piel fría, con cuidado llegó hasta los muslos tiernos atrapándolos entre sus dedos. Le separó las piernas con fuerza, su mascota empezaba a resistirse. Para cuando le abrió las piernas completamente el zorrito empezó a gimotear.
—Ese mercader no me mintió, de verdad eres virgen —ahora su sonrisa era mayor —Sí estas intacto. Será muy divertido ser el primero contigo zorrito.
Empezó a morderle el cuello, la carne de su hombro. Su mascota no se pudo contener y empezó a resistirse con más tenacidad.
—Quieto o será peor para ti —sugirió el amo que ya barajaba la posibilidad de tomar a su mascota a la fuerza. Eso sonaba aún más divertido todavía, más placentero al menos para él. La mascota hizo caso omiso de la advertencia y no paró hasta zafarse del cuerpo del amo. Simplemente no podía permitirle avanzar más sobre su cuerpo. Era instintivo defenderse de la invasión sobre su cuerpo.
Karasu no pensaba igual y aquel gesto bastó para disgustarlo y mucho.
—Ah si que tenemos un rebelde aquí. tendré que enseñarle a mi mascota rebelde a comportarse —Karasu atrapó del cabello al zorrito que permanecía asustado al lado de la cama incapaz de huir más lejos. La idea de violentar a su mascota empezaba a resultar placentera, lo lanzó de rodillas al suelo. El zorro no perdió tiempo e intentó huir.
No había donde, solo evitar que el amo le ponga las manos encima. Por lo menos le habían retirado la cadena del cuello y los grilletes de las manos. Su cuerpo lo sentía más ligero como para poder esquivar a su amo y sus ataques.
Corrió hacia la puerta esperando encontrarla cerrada. Karasu se acercaba amenazante, se había armado de un látigo en el proceso y ahora estaba dispuesto a matarlo a golpes seguro.
—Estas complicando las cosas —anunció lanzando el primer golpe sobre su asustada mascota. Le dio de lleno en los brazos. Una marca roja se dibujó de inmediato sobre piel tan blanca. Karasu adoró ese contraste de colores —Tienes que aprender y esta será tu primera lección de obediencia. Harás todo lo que te ordene o si no sufrirás las consecuencias.
Los gritos de la infortunada mascota inundaron la habitación. Karasu saboreaba cada uno de los golpes que le propinaba. No iba a aguantar mucho pegado a la puerta, tratando de proteger su cuerpo desnudo; zorro idiota. Siguió golpeándolo hasta cansarse. Se detuvo solo porque las ganas de continuar con lo que empezó lo estaban ganando.
—Ven aquí —fue el siguiente comando aunque ignorado por el zorrito que no podía moverse de donde estaba.
Karasu lo tomó del cabello para llevarlo arrastrando hacia la cama donde lo dejó caer de bruces y dejando sus piernas colgando. El ángulo era perfecto iba a poder penetrarlo sin problemas. La mascota no iba a poner más trabas, por lo menos esa noche. Para cerciorarse le dio una palmada de prueba sobre la piel tersa de sus nalgas, acto seguido se colocó en la entrada de su cuerpo y envolvió una de sus manos con el cabello sedoso.
Escuchó a su mascota quejarse y el amo no pudo evitar una breve carcajada.
—Aun no te he hecho nada, guarda fuerzas para cuando te lo haya metido.
La mascota no se detuvo en sus quejidos si no que los incrementó conforme fue ingresando dentro de su cuerpo. Karasu estaba disfrutando muchísimo todo esto, transpiraba por cada poro de su cuerpo mientras que se sacudía apretándole las caderas a su mascota. Lo tenía bien sujeto para bloquear los fútiles intentos de escapar de debajo suyo. En ese momento lo supo, nunca había invertido mejor su dinero, este zorrito si que valía lo que pagó por él. Era tan estrecho que iba a poder exprimirse dentro de su cuerpo. Pronto empezó a moverse dentro y hacía que su mascota grite más y más. Ya iba a acabar, ira a explotar, aun no, era demasiado pronto.
El zorrito sintió como abandonaba su cuerpo pero el dolor no se iba. El amo lo volteó jalándolo de las caderas y se quedó mirando al techo, adolorido sin poder moverse todavía. Los brazos y la espalda le ardían muchísimo por los golpes, peor ahora que estaba echado sobre esta. El amo quería verlo sufrir, quería ver sus ojos enormes llenos de dolor, quería ver como tiraba las orejas para atrás y como su carita se humedecía por las lágrimas. De nuevo le separó las piernas con más violencia todavía y lo penetró sin previo aviso. Gritó en agonía porque esta vez sentía que lo que tenía adentro lo iba a abrir en dos en cualquier momento.
—Te lo voy a dar hasta el fondo —jadeaba empujándose dentro de su cuerpo.
—No, me duele —lloriqueaba la mascota tratando de contener las ganas de lanzar dentelladas sobre su amo. Iba a ser peor, mucho peor.
—Silencio perra —espetó sin disminuir el ritmo que llevaba —esto te gusta, no lo niegues.
¿Acaso no lo estaba oyendo? Le acababa de decir que lo estaba lastimando. De repente debía gritar más fuerte pero ya no podía más.
—Por favor, me duele demasiado no lo soporto —intentó de nuevo sin esperar un resultado positivo.
El amo estaba más que complacido con los gritos, el zorrito se movía mucho para tratar de sacárselo de encima y esa fricción era aún más placentera. Era la mejor mascota del mundo, tan inocente y estrecha. No podía contenerse más, se iba a venir de una vez y dentro de su juguete. Tendría muchas noches más para jugar con él otros juegos más elaborados y placenteros, sin embargo.
El zorrito gritó más cuando sintió que le ardía por dentro, lo que estaba dentro de su cuerpo salió pero el dolor se quedó con él. Estaba tan húmedo, un líquido chorreaba de entre sus piernas, el dolor era terrible y no podía parar de llorar.
Karasu satisfecho lo hizo ponerse de pie de un tirón pero no podía sostenerse sobre sus propias piernas. Se le doblaban como si estuvieran hechas de papel.
—Fue bastante para ser la primera vez. Estas sangrando, era de esperarse. Seguro la disfrutaste tanto como yo —lo soltó y se fue al suelo incapaz de sostenerse en pie.
El amo fue a asearse antes de dormir a una habitación contigua. El pobre zorrito no podía dejar de llorar, todo el cuerpo le dolía demasiado. Cuando regresó lo pateó a un lado de la cama como si fuera un juguete roto.
—Voy a dormir así que cállate o duermes en el patio —Para reafirmar su autoridad le dio un par de puntapiés a la mascota.
Le tomó unos minutos al pobre zorrito el llorar en silencio. No podía sentarse y menos echarse así que se acostó de lado en el suelo frío. Cerró los ojos pensando que todo tenía que ser un mal sueño y que de seguro ya se iba a despertar. Se acurrucó para conservar algo de calor e intentó dormir sin hacer ruido, Esa noche había aprendido una dura lección y de la manera más difícil. El amo podía hacer lo que quisiera con él y no podía atreverse ni a desobedecerlo ni demorarse en cumplir sus ordenes. Pensando en eso cerró los ojos tratando de despertar de la pesadilla.
TBC...
