Yo sólo estoy haciéndo un fanfic. Ningún personaje me pertenece. Este fic ha sido editado. Puedes encontrar la versión original en mi pag web.
3. Can't you feel it?
Hiei no pudo cumplir su deseo de ir a ver a su adorado youko hasta casi una semana después de su escape frustrado. Su papá había estado demasiado ocupado para ir y menos llevarlo de visita.
Ahora si que no podía dormir más y hasta la comida había perdido el sabor. Si no lo veía no podía seguir viviendo…
Finalmente llegó el día en que de nuevo acompañó a su padre a la finca vecina. De nuevo su padre y el anfitrión se enfrascaron en conversaciones de negocios mientras él ardía en deseos de ver de nuevo al zorrito.
Al cabo de un rato apareció el objeto de sus deseos, vestido en un kimono amarillo pálido que iba de maravilla con el color fuego de sus cabellos sueltos. Pasó a su lado con las orejitas bajas y arrastrando la colita. Se sentó junto a su amo y este le dio un fuerte empujón que lo mandó al suelo.
Al parecer no tenía permiso de sentarse en el sillón con ellos. Ya en el suelo, susurró una disculpa y bajó la mirada. Se veía aterrado.
Una mano de Karasu se posó en su cabello y empezó a acariciarle la cabeza mientras conversaban. Sin duda encontraba relajante acariciar a su mascota mientras trataba asuntos importantes. Pero al cabo de un momento le estaba apretando las orejitas peludas con sus dedos. El zorrito gimió un poquito pero luego se quedó en silencio, soportando el dolor.
La intensidad de los apretones aumentó, el zorrito estaba luchando contra las lágrimas. Ahora le jaloneaba las orejitas como si se las quisiera arrancar. Al parecer era algún tipo de caricia que, por lo menos el amo, disfrutaba mucho.
Hiei se sentía cada vez más incomodo al ver todo eso. Tenía ganas de salir corriendo porque no soportaba ver como lo lastimaban de ese modo. La situación fue empeorando cuando Karasu no contento con ello, envolvió su mano huesuda en el cabello y le dio un tirón estrellando la cabecita pelirroja contra un costado del sillón. Sin duda eso le parecía muy divertido, porque sonreía al escuchar el gemido del zorrito.
"Tráeme el libro que está sobre el mueble." le ordenó soltándole por fin el cabello.
Kurama se puso de pie, hizo una venia torpe y fue a cumplir la orden. Hiei lo siguió con la mirada cuando desaparecía por la puerta y cuando regresó a la habitación con cara de espanto.
No había ningún libro sobre el mueble y no sabía que contestarle al amo. No tuvo que hacerlo porque el amo le preguntó por él. Kurama bajó la cabeza y tragó saliva asustado.
"No lo encuentro amo." susurró agachando más la cabeza.
El amo lo quedó mirando un ratito luego se puso de pie para abofetearlo con fuerza.
Estúpido zorro. No sirves para nada. Lo he dejado ahí mismo, ve por lo que te mando o vas a ver que te ocurre." La amenaza vino acompañada de un doloroso tirón de orejas.
Kurama no se atrevió a responder. Desapareció de nuevo por la puerta sin deseos de regresar nunca más a esa habitación. Al cabo de un rato volvió más asustado que nunca. No podía encontrarlo.
Karasu que estaba esperando algo por el estilo volvió a golpear al zorrito esta vez arrojándolo al lado de Hiei.
"Eres un inútil. Si yo voy y lo encuentro vas a estar en muchos problemas, inútil zorro bueno para nada." Y levantó la mano para pegarle de nuevo.
"Espera… yo iré a buscar lo que pides." se ofreció Hiei que ya no iba a soportar ver como maltrataba al pobre youko." dime donde está."
"En la biblioteca, en el mueble grande dejé un libro negro. El único libro que está sobre el mueble. ¿Serás tan amable de traerlo Hiei?" Karasu sonrió divertido ante la propuesta.
Hiei no le respondió y se dirigió a donde le indicaron, guiado por el zorrito. Lo tomó de la mano y lo sacó de ahí. Llegaron a una biblioteca grande, alfombrada, llena de muebles y repleta de libros.
Lo primero que hizo al llegar fue sentar al zorrito en un sillón.
"¿Estás bien?"
Vaya pregunta, claro que no estaba bien si Karasu estaba que le pegaba a cada momento. Le acarició la mejilla herida y descubrió que era lo más suave que había tocado.
El zorrito no respondió, ni siquiera levantó la mirada del suelo. Ahora si iba a tener problemas. Desde que había intentado huir su amo era aún más cruel con él y siempre estaba lastimándolo. Pero de repente tenía que responder, de repente quedarse en silencio le iba a traer más problemas aún. Si era un tonto, sólo se metía en más líos por tratar de escapar y desobedecer en todo.
Se apresuró a mover la cabeza a modo de respuesta. No vaya a ser que el amo se enoje con él y le termine pegando aún más.
"Debe dolerte mucho ¿No?"
Hiei le empezó a acariciar las orejitas maltratadas. Eran tan peluditas y suavecitas que tenía deseos de quedarse ahí todo el día, perdiéndose dentro de los hermosos ojos del youko, sumergiéndose en los labios tibios del zorrito, tan suaves, tan rosados.
Cuando pudo reaccionar era demasiado tarde, sus labios estaban sobre los del youko que lo miraba espantado. De pronto cerró los ojos y relajó su cuerpo en clara muestra de sometimiento a su amo. No se iba a resistir a sus besos, ni a sus caricias. Eso era evidente. Hiei sabía que había algo que no estaba bien. Por un lado él lo estaba disfrutando mucho, pero el zorrito…
El zorrito apretaba los ojos mientras sus labios eran prisioneros de los de Hiei. No otra vez, pensaba, no de nuevo. De nuevo sus lágrimas pugnaban por escapar de sus ojos, pero no debía llorar porque eso no le iba a servir de nada.
Hiei se incorporó sintiendo que tenía las mejillas en ardiendo. Ahora sólo quería acariciarlo y besarlo el resto de su vida. Al ver a Kurama pudo notar que de ese contacto tan placentero el único que disfrutó plenamente fue él mismo. ¿Acaso el zorrito no podía sentir lo mismo que él? La necesidad de permanecer a su lado a cada minuto.
Si bien es cierto el amo Hiei no le había hecho daño, eso era cuestión de tiempo. Kurama se dio cuenta que el amo quería algo más y por evitarse más problemas estaba dispuesto a dárselo. Se incorporó también y colocó sus manos magulladas en su obi, para soltarlo. No era necesario que se lo arrancara a la fuerza como el amo Karasu, si tenía que hacerlo con él, no se iba a resistir.
Hiei vio que el zorrito se recostaba en el mueble y se soltaba el obi del kimono dejando ver más allá de lo que esperaba en esa visita. Debajo del kimono no traía nada y por lo que pudo ver a modo de ropa interior tenia una serie de moretones y cicatrices.
No pudo soportarlo, era demasiado.
"¿Qué crees que haces youko?" Exclamó casi gritando, sorprendido y nervioso, a la vez asqueado por lo que había visto. ¿Cómo era capaz alguien de lastimar así a ese pobre zorrito?
Se levantó de donde estaba como impulsado por un resorte, más nervioso que nunca. Ahora no sabía que sentía, si más deseos de abrazarlo y confortarlo o sentía asco, asco de si mismo porque sabía que estaba asustando al pobre Kurama.
El youko bajó la mirada avergonzado y desorientado. No sabía que estaba pasando. ¿Acaso no era eso lo que quería? Pero si todos querían lo mismo que él, utilizarlo para satisfacerse. Atinó a cubrirse cuando la puerta se abrió de improviso y apareció en la puerta el amo Yomi.
Su rostro decía claramente ¿qué rayos ocurre acá? Kurama se tapó como pudo sin decir una palabra. A nadie le interesaba que tenía que decir de todos modos. El amo lo miró y miró a su padre dispuesto a responder.
"Al ver que no venías vine a buscarte Hiei." Exclamó antes de darle tiempo de responderle. "No es bueno que hagas esperar a nuestro anfitrión y menos que te distraigas de este modo."
No pudo evitar sonrojarse todo. Estaba dispuesto a contestarle que no era lo que parecía, pero de nuevo no lo dejaron explicar.
"En fin. Hablaremos de esto más tarde. Tú." se dirigió al zorrito inmóvil."Tu amo te espera. Muévete."
Kurama se puso de pie para acomodarse el kimono y ajustarse bien el obi. Hiei abandonó la habitación sin el bendito libro que había ido a buscar. Yomi se acercó al mueble y sacó de uno de los cajones el libro negro.
Luego se acercó al youko y lo tomó del cabello.
"Ni una palabra de esto a nadie zorro, si no quieres que te arranque la lengua y mantente alejado de Hiei." le susurró en el oído.
Sin duda era capaz de cumplir su amenaza.
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Sus labios eran tan suaves, tan tibios. Desde que los tocó no podía olvidarlos. Desde que besó sus labios no podía dejar de pensar en que los quería de nuevo.
Su padre había hablado con él, fastidiado por lo sucedido. Sin duda notó que ese youko lo traía loco, sin duda notó que no había un momento del día en que no pensara en él. Le hizo una advertencia que debía tomar en cuenta. Ese zorro no iba a poder ser suyo porque ya era de alguien más.
Como si no lo supiera a la perfección.
Pero junto con el maravilloso recuerdo de aquel beso llegaban a su mente las imágenes que lo perturbaron. Ese vientre magullado, atravesado por marcas y pintado de moretones. Esas imágenes opacaban sus felices recuerdos sin que pudiera hacer nada por bloquearlas.
Su papá se rehusaba a llevarlo donde Karasu de nuevo y se incomodaba tan pronto se lo insinuaba. En cambio él si iba con frecuencia a casa de su amigo. Ya no sabía cuanto tiempo iba a poder vivir en ese estado.
Necesitaba verlo, tenerlo de nuevo en frente y besarlo, pero esta vez iba a hacer que se sintiera bien, tan bien como lo hizo sentir a él.
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Yomi había podido detectar felizmente pronto que su hijo se estaba envolviendo en las redes de ese youko. Ese maldito zorro sin duda quería escapar de las manos de Karasu y no escatimaría en esfuerzos por ver la manera de lograr su propósito. No iba a permitirlo de ningún modo, esa criatura vil no iba a perjudicar de ningún modo a Hiei. No iba a permitírselo de ninguna forma. Había estado a punto de decírselo a Karasu para que tome medidas en el asunto, pero decidió sacarle provecho a la situación.
Su amigo había tenido que salir de viaje y lo había dejado encargado de la casa y de sus pertenencias. Por supuesto tenía que hacerse cargo del youko.
Descubrió con mucho agrado que no mentía cuando presumía las virtudes de su mascota. Era realmente muy obediente y aún más delicioso tenerlo en la cama. Desde que Karasu puso un pie fuera de su propiedad, Yomi se había apoderado del pequeño Youko. Ni bien Karasu cerró la puerta tras él, Yomi metió al zorrito a la cama.
Era maravilloso tenerlo debajo, lamer sus lágrimas, morder su cuello, escuchar sus gemidos. Era deliciosísimo tenerlo encima mientras lo obligaba a gritar su nombre, mientras lo penetraba. Disfrutaba como nunca cuando lo ponía de cabeza y todo el cabello rojo chorreaba hacia el suelo como una cascada de rosas.
Cada vez que lo hacía con el zorro, más se envenenaba de placer. Eso era lo que producía el youko, enfermizas y malditas obsesiones.
La misma obsesión que atrapó a Hiei ahora lo había atrapado a él. Yomi pudo darse cuenta de ello cuando tenía al zorrito dándole placer oral, mientras le apretaba las orejas y hacía que se trague todo su miembro. Mientras escuchaba sus gemidos ahogados. Estaba obsesionado con el maldito youko.
"Maldición." Murmuró a punto de llegar al clímax, si no fuera por esos malditos pensamientos.
" casi... "pensó.
El estúpido zorro lo miraba atemorizado, espantado de haberle causado molestias al amo Yomi. Aún de rodillas, no sabía que hacer y lo miraba preocupado. Yomi no pudo resistir el verde de sus ojos repletos de lágrimas. Se puso de pie y lo levantó del brazo. Lo aventó a la cama y se lanzó sobre él.
Se detuvo al ver de nuevo los ojos llorosos del zorrito.
"Demonios." Pensó.
" Deja de mirarme así." le gritó estampando una bofetada en su rostro. Las lágrimas saltaron inmediatamente junto con los sollozos del youko.
"Cállate ya, silencio…"
Yomi no podía soportarlo más.
Quería lastimar al zorro, quería hacerle pagar por lanzar sus redes sobre él y su hijo, por envolverlos en ese hechizo demoníaco que no lo dejaba vivir, sino que pasaba todo el día deseándolo.
Se incorporó de sobre el youko y lo volteó con brusquedad. Cuando lo tuvo boca abajo lo asió de la cola y se la levantó. El zorrito dio un grito de puro dolor. Lo hizo ponerse sobre sus palmas y sus rodillas tirando de su colita. De un golpe hizo a un lado la cola que le impedía el acceso a donde quería ingresar. Luego con una de sus manos le apretó la cabeza apoyándosela contra la cama, dejándolo en una posición más cómoda para penetrarlo.
Los gritos del zorrito resonaron por toda la habitación momentos después.
Esa noche cuando Yomi llegó a casa, no podía ver a Hiei a los ojos. Compartía la misma obsesión de su hijo. No podía permanecer más tiempo sin el zorro a su lado. Necesitaba tenerlo bajo sus piernas, sobre su cama, junto a su cuerpo.
Se encerró en su habitación para seguir soñando con él, con su cabello rojo esparcido sobre la cama, pensando en las piernas blancas estiradas sobre las sábanas, en su piel de marfil, tan tibia.
Se echó en su cama y siguió pensando en el youko, necesitando tenerlo a su lado, de nuevo. Una de sus manos descendió por entre las sábanas rumbo al sur de su cuerpo. Siguió pensando en el zorrito cuando llegó al climax manchando sus manos.
El sudor lo empapaba y la fantasía seguía recreandose en su mente. Podría sentir el olor de su cabello rojo porque lo tenía tan presente, como si estuviera en la habitación, aún conservaba el olor de su piel en su cuerpo.
Se puso de pie, totalmente fuera de si. Debía estar fuera de si para que a esas horas de la noche se vistiera como pudo y saliera de su casa.
Debía estar totalmente fuera de sus casillas cuando entró a la habitación de donde dormía el youko y lo despertó violentamente jalándolo hacia su cuerpo. Besándolo con furia incontenible, en un arranque de lujuria. Todo era culpa del maldito zorro.
Era su culpa, toda su culpa. No tenía porque llorar, si era su culpa.
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A la mañana siguiente Hiei se levantó sin ganas de su cama, atravesó el pasadizo rumbo al comedor a desayunar. Resignado a morir por las noches soñando con su zorrito y agonizar en las mañanas porque no lo tenía consigo.
Hizo su entrada al comedor, sin ánimos y se desplomó en la silla antes de desplomarse en el suelo de la sorpresa. De pie al lado de su padre estaba Kurama. Su expresión de temor no había cambiado. Pero ¿dónde estaba el amo que tanto lo aterraba? Si en la habitación estaban sólo él y su papá.
"Buenos días hijo."
Yomi saludó porque sin duda eran muy buenos para él. Por lo menos la noche fue muy buena con pronósticos de ser buenísimos el resto del día.
La respuesta de Hiei fue un sonido, nada más. Aún no salía de su sorpresa y no podía quitarle los ojos de encima al youko, esta mañana vestido con un kimono verde hoja y el obi amarrado por delante, tal y como lo recordaba, desde aquel día.
Yomi notó a una milla que su hijo no iba a poder quedarse tranquilo con el youko presente. Así que hizo que se regresara a la cocina, para poder conversar con Hiei en paz.
"Antes de que preguntes nada, Karasu está de viaje así que traje a ese zorro estúpido a la casa para vigilarlo mejor. No quiero que ese youko traiga problemas así que tendremos que vigilarlo de cerca para evitar que se escape. ¿Me ayudarás con eso, Hiei?"
No podía ocultar su felicidad creciente, se iba a quedar con ellos unos días. Por fin iba a tener al zorrito sólo para él. Tenía que aprovechar el tiempo entonces. No podía perder el tiempo desayunando, tenía que estar a su lado.
"¿Hiei, me estás escuchando?"
Yomi hizo una mueca incómoda. De repente no había sido buena idea traer al zorrito a la casa. Pero no podía ir contra sus deseos de tomarlo a cada rato.
"Claro padre, por supuesto. Yo me encargaré de cuidar que no huya. No te preocupes."
Por supuesto que lo iba a cuidar, mucho. El apetito le regresó de inmediato y devoró su desayuno con rapidez. No podía perder más tiempo.
Apenas su papá lo autorizó y después que el zorrito estuvo un buen rato con él, en su habitación, Hiei lo llevó afuera de la casa.
Kurama caminaba detrás de él, con la cabeza baja, muy despacio como si quisiera no ser oído.
"Me imagino que este lugar te va a gustar mucho. Más que el lugar donde vives. ¿No?"
A ver si ahora podía llevar una conversación sin meter las 4 patas y hacer sentir mal al pobre zorrito.
"Me imagino que te gusta el bosque y la naturaleza."
Kurama levantó la cabeza automáticamente. Los ojos se le iluminaron al ver un camino a la salida de la pesadilla tan cerca. Ese bosque, podía huir a través del bosque y correr, correr y correr hasta que se le deshagan las piernas. Lo más rápido que pudiera y no dejar que lo atrapen nunca más.
Pero no podía soñar despierto, en ese momento no. Para eso estaban sus momentos libres, escasos desde que el amo Yomi llegaba de visita a cada instante. De repente ahora con dos amos que complacer iba a tener que posponer sus dulces sueños.
"Kurama." el amo Hiei lo llamó sacándolo de sus ensueños." Veo que te gusta el lugar. Vamos, siéntate en la hierba un rato."
Obedeció a pesar del dolor que le causaba estar sentado. Con cuidado para no aplastar su colita, para sentir menos dolor. Pero de nada servía porque seguramente el amo Hiei no tardaba en utilizarlo un rato.
Se quedaron en silencio, incapaces de conversar de algo. Mientras Hiei quería demostrarle cuan feliz era por tenerlo cerca, el zorrito quería demostrarle su total obediencia y que no era necesario que lo golpeara, ni que fuera brusco. Podía desvestirse solo, no había necesidad que el amo le arranque la ropa, el amo Yomi al parecer no se había percatado del detalle. Ahora sólo debía estar atento al momento en que el amo sienta deseos de empezar con él.
Pasó un rato y nada.
"Kurama… lo del otro día. Yo no quise… bueno sí. Pero, a lo que voy es que no quise traerte problemas. Espero que no los hayas tenido con Karasu." su mirada era intensa y el pobre youko no se atrevía a levantar la mirada de la hierba. "Me gustaría que me mires cuando te hablo."
El zorrito se estremeció como una hojita y levantó los ojos con timidez. Ahora estaba en problemas, aunque la voz del amo no le denotaba ningún tipo de amenaza. Menos de enojo. Pero si se estaba preocupando por él. De repente no había prestado la suficiente atención como para darse cuenta que estaba camino a los problemas. Se estremeció de nuevo.
"Quiero que sepas algo, Kurama. Te…. Te di un beso porque…" No podía continuar, la lengua se le hizo un nudo y su estómago se llenó de mariposas.
Kurama lo miraba perplejo, como si lo estuviera amenazando con despellejarlo vivo.
"Porque… porque quise hacerlo y espero que… te… "
La lengua se destrabó para volverse a trabar mientras su cerebro entraba en colapso. No pudo seguir,
Se quedó algo preocupado por la manera en la que le zorrito fuera a completar la frase en su cabeza. Pero decidió correr el riesgo, porque a pesar que su papá y su dueño lo consideran estúpido al zorrito, éste no lo era.
Kurama no ofreció más reacción que mirarlo preocupado. En su mente se cocinaban las ideas más terribles acerca de lo que el amo Hiei le quería hacer. No podía evitarlo, ya no podía ocultar su dolor, tenía que soltarlo o le iba a estallar en el pecho.
Estalló en lágrimas sin poder contenerse y se lanzó sobre las rodillas del amo Hiei.
"Lo siento amo….yo…. por favor, no me lastime más amo… ya no me lastime más por favor…"' se estaba ahogando en sus lágrimas.
Hiei fue el que se espantó esta vez. ¿Fue por algo que dijo?
"Por favor amoooo, déjeme descansar un poco, me duele mucho ahora, no me lastime más por favor. Yo le prometo que haré lo que quiera hacer conmigo pero déjeme descansar un poco."
No se atrevía a pedirle otra cosa porque ya era bastante arriesgado pedirle algo así. Ahora sólo quedaba esperar que sus lágrimas surtieran efecto.
Pero Hiei no entendía que estaba pasando. El zorrito lloraba como si él lo estuviera matando. Si sólo fue un beso. Tanto escándalo por un beso. Aún así le partía el alma en mil verlo llorar de ese modo desesperado. Intentó calmarlo dándole palmaditas en la espalda, pero sólo logro que Kurama llorara más fuerte.
El zorrito se estremecía por el dolor que el amo le estaba causando. De nuevo sus súplicas no daban buenos resultados. El amo estaba empeñado en lastimarlo más, mucho más, no importaba lo que hiciera o sintiera. El amo Hiei no podía sentir lo que él sentía.
Continuaráaaaa...
