Nada me pertenece. Yo sólo estoy haciéndo un fic. Este fic ha sido editado, puedes encontrar la versión original en mi pag web.
4. Not how it seems
Hiei no parecía tan malo, por lo menos hasta el momento no le había hecho ningún daño. Al contrario parecía que lo que quería era consolarlo. Cuando lo vio llorando de ese modo, en lugar de gritarle "estúpido zorro" o "inútil basura", lo llenó de caricias.
Eso era algo nuevo, nadie antes lo había tratado así, como si le importara en algo lo que sintiera. Desde este descubrimiento se pegó lo más que pudo a Hiei. Lo seguía para todos lados, lo acompañaba en cada momento, dispuesto a atenderlo en lo que quisiera y necesitara. Había descubierto también que era un buen método de escapar de las garras del amo Yomi. Por lo menos mientras estaba al lado de su hijo, lo dejaba en paz. Aunque cuando caía la noche siempre terminaba en su habitación.
Solían pasar el día dando vueltas por la casa, por los terrenos de la finca hasta que a Hiei se le ocurrió que era tiempo de dar un paseo por la ciudad.
Al zorrito se le iluminaron los ojos al oír la noticia. Esa era una muy buena oportunidad de fugarse de ese lugar. A pesar de que el amo Hiei hacía los días más tolerables, pronto iba a tener que regresar donde su amo Karasu y eso no iba a ser nada agradable.
Así que Hiei lo llevó a la ciudad. No es que no la conociera, casi no la recordaba. Cuando pasó por ahí lo hizo muy fugazmente como para percatarse de cómo era.
Lo único malo del paseo es que iban a tener que acompañar a Yomi. Eso no estaba en sus planes y casi los consumía por completo. Suspiró en silencio mientras subía al coche que los llevaba. Se sentó al lado de Hiei, pero en medio de este y de Yomi.
A insistencia del último le colocaron un collar. Ahora si era una auténtica mascota.
Cuando llegaron a la ciudad Yomi le ordenó no moverse de su lado. Pero le entró por una oreja peluda y le salió por la otra. No le iba a importar en lo más mínimo lo que le ordenaran porque estaba decidido, al menor descuido iba a escapar lo más rápido que pudiera. Y no lo iban a volver nunca más.
Yomi pudo leer los sueños de fuga del estúpido zorro, así que como más vale prevenir que lamentar, lo agarró de una oreja y del cabello, tirándolos con fuerza.
"Ni lo intentes." susurró en su orejita adolorida.
" Hazlo y verás lo que te pasa. Haré que te arrepientas, personalmente, estúpido zorro." Y lo arrojó al lado de Hiei.
Hiei estaba a punto de protestar por el maltrato al pobre youko cuando Yomi se fue de la escena. Kurama se frotaba la orejita adolorida.
"No importa." pensaba." después de todo no me dolió, no me dolió." ahora sólo debía concentrarse en huir lo más rápido que podía.
Hiei lo miraba extrañado, nunca había visto esa mirada en el zorrito. Estaba inquieto, con las orejas paradas y movía la cola en todas las direcciones.
"Kurama. ¿A dónde te gustaría ir primero?"
Eso sí lo tomó por sorpresa. ¿Lo que él quería¿Acaso quería saber lo que él quería? Eso lo saco de cuadro un poquito. Debía estar bromeando, pero igual esperaba una respuesta.
"No lo sé, amo Hiei."
Hasta su tono de voz cambió. Ya no era tan bajito y ese tonito sumiso, ahora sonaba más decidido y vital.
"Entonces iremos por allá, en esa dirección hay una tienda donde venden unos dulces. ¿Te gustan los dulces Kurama?"
Kurama no estaba prestando atención, estaba viendo por donde iba a correr primero, luego donde se iba a esconder y por donde más o menos iba a poder abandonar la ciudad.
Caminó sin prestarle atención a lo que Hiei le decía. No veía la hora de poder sacarse ese horrible collar que le estaba lastimando el cuello. Cuando le hacía una pregunta solo movía la cabeza pero no lo miraba, estaba demasiado preocupado por escaparse que de otra cosa.
Como había muchos transeúntes iba a ser más fácil escapar, pensó. En eso estaba cuando se percató que ya no oía la voz de Hiei. Cuando se dio cuenta no había Hiei por ningún lado.
Se puso a temblar de la emoción. Se había perdido. Maravilloso, eso era maravilloso. Ya no tenía que usar ese collar espantoso que le apretaba el cuellito y encima le dolía mucho usarlo. Cuando trató de retirarlo se quemó los dedos con algún tipo de descarga eléctrica.
Adolorido se llevó sus deditos lastimados a la boca. Ahora sólo le quedaba escapar lo más rápido posible. Se escabulló entre la multitud tratando de pasar lo más desapercibido posible, algo difícil para un youko.
El bendito kimono que traía puesto se le enredaba entre las piernas y su colita no podía estar suelta y tranquila como a él le gustaba. Tan pronto estuviera fuera de la ciudad se iba a sacar toda esa ropa e iba a andar desnudo por todo el Makai. Ya casi podía sentir la libertad.
Siguió avanzando sin encontrar la salida. Era sin duda una ciudad enorme porque no tenía un final visible.
Cansado después de caminar y caminar. Preocupado porque no estaba pasando desapercibido como el quería, se sentó en el lugar más escondido que encontró. Detrás de unas cajas de madera, unas redes rotas y un espantoso olor a mugre. Ese olor le era muy familiar, ese hedor le destrozaba la naricita sobre todo cuando…
Entonces se dio cuenta de donde estaba. Se dio cuenta porque sentía que todo el mundo lo miraba. Porque esos dos youkai se le estaban acercando. Había llegado al mismo lugar donde comenzó todo, al mercado de esclavos donde Karasu lo compró.
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Hiei estaba muy preocupado por Kurama. ¿Cómo pudo haberse perdido? Aunque Yomi decía que lo iba a desollar con sus propias manos cuando lo tuviera de vuelta, él no creía que se hubiera escapado.
Algo debía haberle pasado. Afuera, en la calle y solo, era muy peligroso para un zorrito como él. Ojala estuviera bien. Hiei miraba por la ventana de su casa, pensando que de repente podía encontrar el camino a casa, o de repente ya había regresado a su casa.
De pronto vio acercarse un coche, un coche que le pareció haber visto en casa de Karasu tiempo atrás.
Yomi escuchó que alguien se acercaba y se acercó a la ventana donde Hiei trataba de recordar sin éxito.
Una risita de parte de Yomi.
" Estúpido zorro. Sabía que no iba a llegar muy lejos."
Ambos bajaron presurosos las escaleras. Ambos querían recuperar al zorrito.
Uno de los sirvientes de la casa abrió la puerta por órdenes de Yomi. Entró entonces el mismo youkai que vieron en la casa de Karasu. Tenía un aspecto desagradable y una expresión en el rostro, horrible.
"Veo que traes algo para mí."
"Sí señor Yomi. Encontré lo que perdieron en la ciudad. Lo atrapé cuando trataba de escapar. Se resistió pero finalmente lo atrapamos y lo traemos con sus dueños."
"Está bien, quiero verlo."
El youkai hizo una seña y otros dos youkai trajeron al zorrito.
Hiei no pudo evitar sobresaltarse cuando lo vio. Estaba muy mal. Lo traían con sus manos atadas en su espalda, despeinado y con la ropa rasgada y sucia. La cara magullada, todo un desastre.
Yomi lo miró con asco. "Maldito zorro asqueroso… "
Se le acercó y le estrelló el puño en la carita. Luego lo agarró del cabello levantándolo para susurrarle en la orejita.
"Ahora si me las vas a pagar zorro." lo soltó y ordenó que le dieran un baño enseguida.
No pensaba tocarlo más en ese estado, cuando tantas otras manos lo habían tocado.
Hiei no se quedó a ver como le agradecían a esos horrendos youkai por traerle al zorrito. Corrió a verlo, a ver como estaba. Cuando llegó al patio trasero pudo ver como los ayudantes del otro youko le daban de empujones a Kurama. Lo estaban lastimando más de lo que ya estaba.
El pobre zorro estaba en los brazos de uno de ellos que lo estaba jaloneando del obi mal amarrado, como si quisiera abrírselo, mientras que el otro escabullía su mano por donde su colita se movía. A pesar de todo, Kurama se resistía como podía sin mucho éxito.
"Es suficiente, ya déjenlo." ordenó.
Los otros youkai obedecieron de mala gana y lo dejaron por fin.
En el suelo y adolorido, el pobre zorrito no se movía.
Hiei lo levantó del suelo y en sus brazos lo transportó a donde los sirvientes le iban a dar su baño.
No supo que hacer, si quedarse con él o irse de ahí. Pero no tuvo tiempo de pensar porque Kurama se aferró a su ropa. No quería que lo dejara solito. No le quedó de otra que quedarse a su lado.
Estaba tan sucio, no sólo él sino su ropa. Parecía que se había resistido mucho a que lo atrapen porque su traje estaba hecho trizas. Se dio la vuelta cuando Kurama se desvistió por si solo y se metió en la tina. El agua estaba demasiado caliente para él, pero no protestó. Las heridas que tenía en todo el cuerpo le recordaron lo mal que estaba.
Hiei no sabía si era porque la habitación estaba caliente o porque hacía calor, pero él estaba hirviendo. Se puso todo colorado y hasta transpiraba. Veía como lo frotaban con aceites perfumados y como le untaban en el cabello cremas de colores.
Cuando terminaron de bañarlo Hiei estaba hecho una sopa.
El youko se levantó de la tina y se envolvió en una toalla larga. Hiei no pudo evitar presenciar ese maravilloso acto y pudo experimentar una sensación que solo ocurría por las noches, cuando pensaba en su zorro, cuando soñaba que lo tenía a su lado.
Algo avergonzado consigo mismo se retiró un momento, a tomar aire. Mientras el zorrito se vestía. Una vez estuvo afuera se topó cara a cara con su padre.
No supo que decir, no supo que hacer. Yomi lo miró enojado. Él sí tenía mucho que decir, sin duda.
"¿Qué haces aquí Hiei?" no necesitaba que le conteste. Sabía que hacía ahí, sabía que ese maldito zorro tenía la culpa de todo.
"Vine a ver a Kurama. Parecía que no estaba bien del todo y…" Yomi hizo un gesto de molestia que hizo que Hiei se quedara en silencio.
"No quiero oír una palabra más acerca de ese maldito zorro. No quiero que te le vuelvas a acercar. Lo voy a encerrar hasta que vuelva su dueño y se lo lleve. Y no lo vas a volver a ver y no te vas a atrever a desobedecerme Hiei.
Hiei lo miraba perplejo. ¿Por qué se ponía así?
"Ahora ve a tu habitación y quédate ahí Hiei. Yo voy a encargarme de ese estúpido zorro asqueroso. No quiero que salgas de ahí hasta que yo te lo ordene. Ese zorro casi escapa y todo fue culpa tuya. Si fueras más cuidadoso, si no estuvieras por ahí con ese zorro barato…."
Yomi se quedó en silencio, probablemente sin aire también. Hablaba tan rápido de lo enojado que estaba. Pero ¿por qué actuaba así? Además ya habían traído a Kurama de vuelta. Nada se había perdido.
No entendía bien lo que ocurría así que en silencio se dirigió a su habitación, incapaz de contestarle a su padre cuando estaba molesto. Seguramente luego cuando estuviera más calmado podrían conversar.
Una vez Hiei desapareció del panorama, Yomi entró a la habitación donde estaba el zorrito.
Kurama se arrojó al suelo, lo más sumiso que pudo, demasiado débil para resistirse, demasiado cansado para defenderse. Y ahora le tocaba recibir el castigo por su atrevimiento.
Yomi lo tomó del cabello y lo arrastró hacia a fuera de la habitación llevándolo a rastras al patio e hizo que unos sirvientes los siguieran con cubos de agua.
Una vez llegaron al patio lo arrojó al suelo. Tomó una cubeta de agua fría y se la arrojó encima al zorro. Kurama dio un grito de sorpresa porque el agua estaba helada y hacía algo de frío.
El pobre youko no tuvo mucho tiempo para percatarse de lo que estaba pasando cuando otro chorro de agua cayó sobre él. El frío se colaba entre sus ropas haciéndolo tiritar. Pronto uno de los sirvientes de Yomi le hizo sacarse el kimono que traía puesto. Se quedó en suelo helado del patio, abrazándose a sí mismo completamente desnudo. Y otro chorro de agua helada sobre su cuerpo.
Yomi esperó que el youko empezara a sentir los estragos del frió para empezar a golpearlo con el látigo que había traído. El primer golpe le cayó cuando aún no se reponía del impacto del tercer chorro de agua. Kurama dio un grito desgarrador que llegó hasta las habitaciones del piso de arriba.
Hiei ya había sentido bulla y se había llegado a una ventana que daba al patio. No podía creer lo que estaba viendo. Su padre estaba golpeando al pobre zorrito y si seguía así lo iba a terminar matando. De por sí Kurama estaba bastante abatido por la paliza que al parecer le habían dado los que lo atraparon cuando huyó.
Yomi seguía pegándole al youko sin cesar. Kurama no se movía de donde estaba, demasiado avergonzado para moverse, demasiado cansado para intentar escapar. Yomi cesó con los golpes y un nuevo chorro de agua cayó sobre su cuerpo adolorido. ¿Acaso quería matarlo de frió? Temblaba violentamente, sin poderse controlar.
"Padre, ya detente. Es demasiado." gritó Hiei sin poder tolerar un minuto más presenciando tal espectáculo.
Yomi levantó la cabeza dirigiéndose a Hiei.
"Esto es tu culpa, Hiei, esto es toda tu culpa. Si no hubieras sido tan torpe y te hubieras dejado engañar por este zorro inmundo." Al finalizar la oración, otro golpe cayó sobre el zorrito haciéndolo aullar de dolor.
Hiei se quedó en silencio entonces. Era su culpa, si no lo hubiera dejado solo, si hubiera sido más cuidadoso. No tenía porque pasar esto. No.
Yomi seguía bañando al youko con agua helada y lo golpeaba como loco. Kurama ya no se movía, demasiado frío, demasiado dolor.
Intentó levantar la cabeza para buscar a Hiei, para mirarlo y pedirle con los ojos que lo salve. Pero no podía contar con ello, porque Hiei era uno de "ellos", era cuestión de tiempo para que empezara a tratarlo de ese modo, como un objeto para satisfacerse.
Por un momento pensó que Hiei era diferente, pero se equivocó.
Estaba resignado a que Yomi lo mate, era preferible que lo mate ahora a tener que regresar a su cama, o a la de su amo, o que algún otro youkai horrible, como el que lo vendió, que lo vuelvan a tocar. Aún podía recordar sus manos sobre su cuerpo, cuando cada uno de ellos lo usó de juguete, a pesar que se resistió.
No aprendía aún que no servía de nada resistirse.
Cerró los ojos porque le entraba un sueño pesado, se le cerraban los ojos y le vencía el cansancio. A pesar del dolor y del sueño. Yomi lo seguía golpeando pero ya no sentía el dolor, ya no sentía su cuerpo.
Lo iba a matar y él no quería morir así, no de ese modo.
De pronto Yomi se detuvo. No podía ver de qué se trataba porque ya no podía ni abrir los ojos.
"Es suficiente, padre. Si quieres golpear a alguien que sea a mí. Yo soy el culpable después de todo."
A Yomi los labios se le contrajeron de ira. Estaba tan furioso que casi era capaz de golpear a Hiei. Pero no lo hizo. Tiró a un lado el látigo, entonces.
"Lleven al zorro a su habitación y enciérrenlo. No quiero enterarme de que volvió a escapar."
Se dio la vuelta aún furioso. No iba a poder disfrutar del youko esa noche, no después de que había pasado por las manos de medio makai. Por más limpio que pudiera parecer, ya no iba a poder disfrutarlo. Por lo menos esa noche.
Al parecer a Hiei no le importaba en lo más mínimo el hecho. Cerró los ojos enojado al ver a su hijo tomar en sus brazos al zorro. Sin duda no sabía lo que estaba haciendo.
Hiei llevó al zorrito a su habitación. Ordenó a los sirvientes que los dejaran solos. Con el zorrito aún mojado sobre la cama, suspiró. Todo era su culpa, si no hubiera sido tan descuidado. Ahora el pobre Kurama estaba cubierto de marcas rojas y heridas abiertas. Una de las sirvientas antes de irse le hizo un comentario a otra, refiriéndose a que el youko no iba a pasar la noche, por la magnitud de los golpes.
No iba a permitir que eso suceda, no podía permitirlo.
Secó sus heridas y secó su cuerpo con delicadeza para no lastimarlo más. Quizá la criada tenía razón, se veía muy mal.
"Kurama." Susurró. "Lo siento… lo siento mucho."
Pero el zorro no le estaba escuchando. Tenía en su carita una expresión de dolor, desgarradora.
Hiei no sabía que hacer, Kurama estaba muy mal y sus heridas se veían bastante abiertas. Cerró los ojos, asustado de que pueda morir. El youko respiraba levemente, seguramente aún sentía frío.
Entonces hizo entrar a la criada que había botado del cuarto y le ordenó que lo ayudara a meterlo dentro de la cama. La chica se sorprendió pensando que era por gusto, porque ese youko no iba a sobrevivir así tan mal. Así que se atrevió a dar sugerencias.
"Amo… mmmm es mejor curarlo antes de meterlo a la cama. Mejor cierro la ventana porque el frío le esta dando y se va a enfermar" ella mientras hablaba hacía las cosas.
Trajo un botiquín donde había algunas medicinas. Se sentó a su lado para curarlo. Cubrieron al youko con una frazada para prevenir que siguiera enfriándose.
Ella estaba en todo curarlo cuando se le cayó al suelo, debajo de la cama una botellita de medicina. Hiei se agachó para recogerla y encontró un paquete de tela envolviendo algo.
Lo sacó de donde había sido escondido y lo abrió. Eran hojas verdes, hojas de una planta que crecía en el jardín. Se quedó sorprendido mirándolas. La criada al ver el descubrimiento sonrió aliviada.
"Esas son plantas curativas, amo Hiei. El youko las ha estado usando para curarse, seguro."
Hiei volteó a mirarla y en silencio le tendió el paquete para que lo utilice. Ella lo recibió y empezó a colocar las hojas sobre la piel del zorro. Las heridas empezaron a sanar muy rápido.
¿Así que Kurama había estado utilizando esas plantas para curarse? Pero por qué, pensaba Hiei, porqué si aquí no está Karasu que lo lastimaba.
"¡Rayos!" murmuró.
La chica no se percató de ello y siguió con su trabajo. Se había dado cuenta de quien era el responsable. Tenía que hablar con Yomi seriamente. No podía permitir que esto sucediera, que trate a Kurama de ese modo. No lo iba a permitir. Yomi lo iba a escuchar. Pero ahora lo más importante era quedarse al lado de Kurama. Cuidarlo toda la noche, no iba a permitir que muriera. No, porque todo había sido su culpa. Como no se dio cuenta antes.
Continuaráaaaa...
