Nota previa: este relato es un spin off del fanfic hacia tiempos mejores, una de mis historias aún no publicadas. En todo caso es útil saber que los eventos de este one-shot ocurren cuatro años después de la historia canon, las chicas de Nerima han madurado aunque su esencia se mantiene.
Los personajes de Ranma ½ no me pertenecen, de ser así muchos secundarios serían retomados.
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Fantasy Fictions Estudio
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Presenta:
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Una historia creada para la dinámica de Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma
Febrero 2022:
Seducción en San Valentín
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Por:
Aoi Fhrey
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Un día de amor compartido
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Estamos tan acostumbrados a solo ver un lado de la luna, que nos olvidamos con facilidad de su otra mitad.
Randall S.
Madrugada.
En la penumbra de su habitación Kodachi se despertó solo unos instantes antes de que el tiempo en su reloj activase la alarma, silenciándola por anticipado. Iniciar su rutina a esa hora del día fue una costumbre de muchos años y a ella le alegró no necesitar el recordatorio por su tiempo durmiendo «fuera de horario» por su viaje de luna de miel. Con calma se separó de sus tibias mantas y se incorporó de la cama con cuidado. Ella no quería despertar a la persona que dormía a su lado de manera que salió de la habitación haciendo en menor ruido posible.
Una vez fuera se encaminó de forma menos cuidadosa a otra de las habitaciones disponibles en su hogar para alistarse. Tan maravilloso como fue el viaje de bodas regresar a su hogar le causaba un placer diferente, ya que ahora, podría retomar una de sus actividades más queridas. Ya vestida, Kodachi ajustó su cabello en una coleta mucho más baja que su peinado normal. Al abrir la puerta se llevó la primera sorpresa del día, una agradable.
—¿No estarás pensando en irte sin mí, Ko-chan?—Preguntó una voz grave con un susurro bajo y agradable.
Su esposo se encontraba completamente despierto y vestido.
—Quise darte un poco de sueño extra, amor—respondió Kodachi con una pequeña sonrisa.
—No es necesario. Estoy deseando conocer a tus bebés desde que me contaste sobre ellas.
La sonrisa en ella se amplió por el comentario.
—Vamos.
La pareja caminó por el silencioso hogar hasta dejar el edificio. El amanecer aún estaba lejos y la brisa fresca se sentía bien en la piel para la menor de los Kuno. Kodachi no soltó la mano de su esposo mientras avanzaba casi dando saltitos de deleite por un sendero de gravilla hacia un edificio con techo en forma de medio círculo de un solo nivel, compuesta por paredes de un vidrio color opaco y lechoso. Ambos ingresaron por una puerta corrediza con vidrios claros que mostraban parte del interior de la construcción. Kodachi señaló un armario mediano sin puertas mientras decía:
—Es necesario que uses ropa adecuada, por suerte tenía algo preparado para ti.
Su compañero le dio una sonrisa arrogante y orgullosa.
—Mi linda rosa siempre piensa en todo—replicó él tomando un gancho con el nuevo atuendo.
Una vez vestidos adecuadamente, Kodachi caminó frente a su esposo y con la misma anticipación y orgullo que un director de orquesta ella extendió sus brazos y dijo:
—Te presento a mis bebés.
Por su parte él miró los ojos luminosos de alegría de su esposa acompañados de una pequeña sonrisa de real felicidad. Eran momentos como ese los cuales le hacían amarla más. En ese invernadero lleno de rosas su amada brillaba y él era el único privilegiado para ver a la verdadera Kodachi Kuno. Con voz divertida le preguntó a su esposa:
—¿Por dónde comenzamos?
—Sígueme.
Kodachi fue directamente hacia varias filas rectangulares de tierra sin rosas delimitadas entre sí por cordones blancos, cada uno de ellos con el espacio suficiente para permitir el paso de una sola persona.
—Dejé la tierra casi lista antes de partir únicamente falta agregar algunos nutrientes para terminar. Te mostraré como aplicarlo y podremos empezar.
Con eso, retiró la tapa de un tambo de metal color rojo y rellenó dos baldes de plástico de tamaño mediano.
—Es una mezcla especial de mi familia, han ofrecido cómprarme la formula durante años, pero es algo que quiero mantener para los míos.
—Solamente para los dos entonces—: dijo él tomando su propio balde en las manos y agregó—: o tal vez algunos más en unos años.
La insinuación causó un ligero sonrojo en Kodachi. Compartir este momento con su amor ya era bueno, pero tal vez habría otros momentos felices en un futuro, ella imaginó por un momento manos más pequeñas ayudando o corriendo de un lado a otro en su lugar especial.
—Sí, en algunos años más, será un secreto compartido.
La joven de cabello negro aplicó con cuidado una fina capa de aquel polvo color cobrizo en la franja de tierra, únicamente lo suficiente como para teñir la base superior de aquel trapecio de tierra negra de color. Ya concentrada en la labor Kodachi llegó hasta la mitad de la fila terrosa para observar a su esposo y hacer correcciones.
En cierta forma no le sorprendieron los movimientos de su esposo al trabajar, eran elegantes y precisos casi como si hubiese hecho esto durante años y no minutos. Su esposo era un prodigio en asuntos físicos, satisfecha con la vista, ambos siguieron su labor en un cómodo silencio.
La siguiente parte fue mucho más intensa cuando la pareja aplicó una nueva capa de tierra negra paleándola sobre la capa química haciendo aquellos trapecios de tierra más amplios y altos.
Kodachi miró la manera en que su esposo, transformaba esa actividad regular en algún tipo de entrenamiento de artes marciales. «Semejante maestría en el combate tenía que ir acompañada de una práctica adaptable constante»—pensó ella con una nota de orgullo hacia su esposo.
Por su parte él estaba disfrutando del ligero ejercicio, el aroma de tierra fresca y rosas era una mezcla agradable, al mirar de reojo a su esposa pudo disfrutar de su expresión dichosa mientras trabajaba además de escucharla murmurar una pequeña melodía desconocida, pero agradable.
Cuando el nuevo terreno estuvo lo suficientemente listo, ambos dejaron las herramientas y se movieron a la parte que ya tenía rosas. Aquellas plantas acomodadas en hileras tenían medió metro de altura y aunque las hojas tenían un saludable color verde los tallos de aquellas pequeñas rosas tenían tallos de color rojo opaco. Kodachi tomó una pequeña navaja con mango de madera y comenzó a cortar partes innecesarias de aquellas plantas mientras tanto su esposo observó la mano firme y experta de la joven al retirar partes de aquellas plantas que a sus ojos inexpertos se veían iguales.
—No creo que pueda ayudarte mucho con esto Ko-chan.
—Oh, ese no es problema—dijo ella y agrego—: puedes usar el tacto para estas partes.
Los delgados dedos de la mujer fueron guiando las manos más grandes de él hasta identificar con las yemas algunas protuberancias en la planta.
—Estos brotes son los que debes quitar, cuando encuentres uno de ellos córtalos de esta forma.
Mirando la suave y experta guía de su esposa en ese curioso arte él se sintió como un novato de nuevo, con movimientos torpes por la falta de experiencia. Era un arte nuevo el que veía ejecutar a su esposa. No lo entendía del todo, pero por ella aprendería, por ella descubriría los curiosos secretos todavía ocultos a sus ojos sobre las rosas.
La luz natural comenzó a ser más visible cuando terminaron aquella parte.
Kodachi se colocó junto a una de aquellas «camas de tierra» llena de rosas y dijo:
—Y ahora para terminar…
Dicho eso arrancó una de las rosas del tallo.
Su compañero habló sin pensar:
—¡No! ¿Por qué la destruiste?
Kodachi miró perpleja por un instante a su esposo, hasta que comprendió cómo se veía aquello a ojos inexpertos, su interés casi infantil por las rosas la conmovió.
—Oh, no. Jamás dañaría a mis bebés por capricho o cólera. Esto es parte del proceso, se llama desflore y sirve para fortalecer el tallo de las rosas. Imagina que es como un estudiante de combate cambiando a un cinturón más avanzado—y con una sonrisa no del todo tierna añadió—: pero me gusta tu interés, eres tan lindo cuando te preocupas.
Y Kodachi lo sujetó de la ropa atrayéndolo hacia ella para demostrarle su aprecio por las rosas inmaduras.
Fue un beso muy intenso acompañado de un ardor que casi le hace olvidar el lugar en el que estaban, por un momento él quiso romper toda esa ropa de trabajo para amarla de nuevo. Cuando rompió el beso Kodachi miró el intenso ardor en la mirada de su amado y disfrutó de la caricia a su propio ego.
—Más tarde, querido. Mis pequeñas podrían arder espontáneamente de vergüenza si seguimos aquí.
Él asintió atontado y solo dijo:
—Me encanta como besas, Ko-chan.
—Lo sé.
Las rosas neófitas fueron acumuladas en costales marrones de tela con lo cual Kodachi anunció que esa parte de las labores en el invernadero estaba concluida.
Con la suave luz de la mañana ya iluminando su camino la pareja salió de la mano encaminándose hacia su hogar.
—¿Qué haces con esas rosas, Ko-chan?
—¿Esas? Por lo general los empleados se las quedan para hacer algunas cremas básicas, no tienen la potencia de las rosas maduras, pero tienen una esencia agradable. Antes usaba esos pétalos y los teñía de negro para mis puestas en escena.
—Como la rosa negra.
—Exacto, pero esos días quedaron atrás, mi vida ahora tiene más colores que el negro.
—Y la mía, esas camisas chinas no son lo único que visto ahora.
—Eres una delicia a los ojos con cualquier cosa, amor. Incluso con esas ropas de trabajo.
—Tontita, esa es mi línea. Tú eres la rosa más bella del mundo para mí, con todos tus colores y espinas. Mi feroz rosa roja de Nerima…
Kodachi tenía una respuesta para eso, pero no era con palabras.
Mañana.
Kasumi se despertó con un ligero bostezo y un parpadeo. Por un momento no pudo reconocer el lugar en el que se encontraba; sin embargo, el sonido siempre presente del las olas del mar le ayudó a recordar.
Estaba en casa, en su hogar.
Al pensar en su nueva vida Kasumi miró con un agradable rubor a la persona totalmente inconsciente a su lado, su Anata estaba completamente perdido en el sueño, pero por el ligero ronquido y la sonrisa en su cara Kasumi pudo adivinar que su amado tenía sueños agradables.
Recordando un poco de su noche Kasumi solo pudo pensar con una sonrisa fiera en la sorpresa de su amado cuando descubrió que «la dulce y pequeña Caperucita marrón» fue quien devoró sin descanso al incauto«lobo feroz». La formidable destreza física de su amor apenas fue suficiente para satisfacer el hambre de pasión de Kasumi.
Con un tacto suave acarició la negra cabellera de su esposo sintiendo como su amor por ese hombre cambiaba de un furioso río rápido a una corriente más tranquila, pero más ancha y profunda.
Y con la imagen de una feliz gata marrón que se comió al incauto canario ella se preparó para iniciar su día.
Mientras preparaba su baño matutino Kasumi recordó sus acciones de los últimos dos años, fueron tantos cambios y nuevos comienzos que al principio estaba asustada y casi había regresado a esconderse en la casa de su padre admitiendo su derrota.
Pero, con cada lugar desconocido, con cada persona nueva, con cada situación incierta estaba él para apoyarla. Con palabras torpes, pero acciones dulces le ayudó a ajustarse a su nueva realidad. Confianza construyó amistad, amistad construyó respeto y lealtad. Y todo junto creo los cimientos de un maravilloso amor.
Al entrar en el agua caliente Kasumi no pudo dejar de pensar en su suerte, en otra vida ella no hubiera pensado en su Anata de esa forma, pero el destino tenía formas curiosas de cumplirse y no podía estar más feliz. La persona que alejó a su actual esposo con sus dudas y palabras crueles ciertamente no sabía el inmenso tesoro que perdió en su estupidez.
—Su pérdida, mi ganancia—murmuró en el cuarto de baño.
Una vez limpia Kasumi caminó con paso ligero hacia la cocina, su tranquilo hogar casi parecía impregnado con la felicidad de la joven Tendo, no aquella aura pacifica y pasiva de su tiempo viviendo con sus hermanas sino una dicha alegre, luminosa y viva. Ahora cada día era una nueva y gran aventura donde ella era protagonista. Por esa dicha ella decidió finalmente retomar una actividad que abandonó por mucho tiempo.
Un sonido de pisadas en los escalones la previno de la llegada de su compañero.
Kasumi miró la sonrisa suave de su amor con cierta ternura. Este era el lugar en el cual él podía relajarse lo suficiente como para descansar sin reservas, sin precaución o miedo. El negro cabello de su esposo estaba libre de la trenza que usaba ocasionalmente. Kasumi lo prefería con el cabello así, libre indomable incluso sin moverse aquello era parte de su esencia.
—¿Tienes hambre?—preguntó ella de un modo casual.
—Sí—respondió él con cautela— al ver a su esposa en ese lugar casi parecía a punto de…
—Haré omelette para desayunar—dijo Kasumi con una pequeña sonrisa arrogante.
Eso era un concepto nuevo para el joven esposo. En su corto tiempo de casados Kasumi apoyaba con las compras, la despensa y le ayudaba a mezclar o cortar ingredientes en una curiosa y suave rutina, pero ella nunca cocinaba. Ya no.
—¿Te ayudo?—preguntó él con cuidado.
—Sí.
«Creo que este es uno de esos momentos en los que solo debo apoyar.»—pensó él mientras sacaba ingredientes colocándolos en la barra sin saber el contenido exacto que llevarían los omeleets.
Con una precisión y rapidez que sorprendió a su esposo, Kasumi aceptó y descartó elementos y comenzó a hablar:
—¿Alguna vez has escuchado la frase la cocina es el corazón del hogar?— preguntó mientras recogía varias sartenes y encendía la estufa. Tiras de tocino se colocaron en una de las sartenes, que comenzó a chisporrotear en suavemente.
—Sí, era algo que le escuché decir a mi madre varias veces—dijo él y Kasumi asintió mientras agarraba un tazón grande.
—Yo recuerdo haber leído eso, en algún libro cuando era una niña. Realmente no sé exactamente, dónde encontré la frase— dijo ella—: pero siempre me gustó cómo sonaba. Y con el tiempo me hice una idea rodeando esa frase.
Kasumi rompió un huevo tras otro en el tazón con una mano y giró la cabeza, guiñándole un ojo a su esposo mientras arrojaba los cascarones en un curioso arco directamente al bote de basura, todos los desperdicios cayeron en el lugar correcto.
Los ojos de él se abrieron sorprendidos de nuevo por los malabares. Su esposa tenía un dominio de manos experto, de manera que se concentró en preparar la otra parte del desayuno.
—Según supe las chimeneas eran el espacio en donde las personas se reunían para calentarse, conversar o preparar comidas sobre las llamas— continuó ella.
El estilo de cocina que recordaba de Kasumi mientras vivía en casa de su padre era pulcro, serio y sin sorpresas.
«¿Desde cuándo puede hacer estos malabares y trucos en la cocina? ¿Cómo los aprendió?»—pensó su esposo.
—Antes de considerar la idea de una habitación completa solo para preparar y cocinar alimentos, ese era parte del propósito de la chimenea. Además de proporcionar calor y luz también se usaba para cocinar. Siempre que se imagina una chimenea en las casas occidentales únicamente se considera el calor que da, es una imagen parcial… incompleta de algo más.
Con creciente sorpresa el joven esposo observó que Kasumi se movía por la cocina con una curiosa serie de giros y piruetas sin perder el ritmo de lo que hacía. Su brillante cabellera marrón se mecía al ritmo de alguna melodía que solamente su esposa podía escuchar. Cuando la mirada de él vagó descubrió que aquel meneo también estaba presente en sus caderas. Su esposa atrapó su mirada y con otro coqueto guiño continuó su labor.
Kasumi roció un poco de pimienta en el tazón de huevos y agregó un poco de leche antes de comenzar a batir. Mientras batía los huevos, se volvió, apoyando su espalda contra una de las alacenas mientras miraba a su esposo con el cuenco debajo del brazo mientras hablaba.
—Creo que el tiempo en la casa de mi padre me enseñó algunas cosas sobre el valor de los alimentos— Kasumi sacudió la cabeza cuando la mirada de su esposo se volvió seria—. No, no me refiero a mis primeros días cocinando, el presupuesto estrecho en otros momentos o lo que mi padre consideraba que eran mis obligaciones de por vida— le aseguró ella.
Los ojos de Kasumi se volvieron distantes cuando se perdió brevemente en la contemplación, pero sus manos nunca dejaron de moverse cuando se volvió hacia el mostrador y sacó la sartén con el tocino del quemador. Vació la grasa y colocó el tocino sobre una tabla para cortar. Como si apartara alguna niebla desconocida ella sacudió la cabeza levemente y retomó la coreografía de antes. Un cuchillo de cocina brilló en su mano, girando expertamente entre dedos ágiles antes de comenzar a cortar el tocino en trozos pequeños.
Y la danza privada se volvió un poco más sugerente mientras Kasumi fluía por el lugar ante la mirada divertida y levemente ardiente de su esposo.
—En la cocina, al menos para mí, no solo se preparaban alimentos—dijo ella y añadió— comer no era solamente un preludió entre actividades más importantes. Creo que hay una magia real al preparar una comida y disfrutarla con la familia. Nunca fue un apoyo regular y discretamente anónimo como trataron de hacerme pensar. Una comida bien presentada enciende todos tus sentidos. Pero no se limita a un alimento terminado, el sabor, el olor, la textura, incluso el sonido de algo chisporroteando en una sartén o borboteando en una olla tiene su encanto. Los sabores y olores son abrumadores incluso en el proceso. Al final de mi vida en la casa Tendo descubrí que la comida no es únicamente una rutina para llenar nuestros estómagos.
El baile de la joven esposa cambió a un nuevo ritmo volviéndose un meneo más sosegado pero igual de sugerente. Kasumi agitó el tocino en el tazón de huevos y luego vertió una medida de la mezcla en un sartén.
—Cocinar me hizo pensar en lo que significaba la familia. La cocina es donde realmente vive el corazón de un hogar, sin embargo, sabes que ese propósito se corrompió en mi antiguo hogar, mi acto de amor se convirtió en una rutina decolorada y repetitiva en la cual era mi obligación cumplir un papel secundario y sin final. Por eso dejé de cocinar por tanto tiempo, ya no podía ver la cocina como ese lugar cálido dentro de un hogar sino como una duna de arena en la cual me hundía sin remedio.
Mientras Kasumi hablaba, cortó cebolla y champiñones, arrojó los champiñones en otra sartén con unas palmaditas de mantequilla y los salteó rápidamente durante unos minutos antes de agregar una medida a los huevos. Sus siguientes palabras fueron pronunciadas con cuidado, mientras un brillo rojo llegó a sus mejillas dijo:
—A tu lado encontré de nuevo el calor de un hogar, aprendimos a movernos en esta cocina hasta crear algo fluido y sin pausa. Nos reunimos para tener momentos cómodos, pero también nos apoyamos aquí durante los momentos malos. Mientras el amor y el cuidado nos acompañen en este sitio podemos llamarlo un hogar y a esta cocina su corazón—agregó Kasumi mientras doblaba cuidadosamente las dos tortillas y las deslizaba en los platos.
Al final agregó queso rallado a la parte superior de cada tortilla
Kasumi se giró con gracia hacia la mesa, con una pequeña sonrisa aún en sus labios descubrió sin sorprenderse que su, hasta el momento silencioso esposo no solo había estado mirándola aturdido. En la mesa ya estaba dispuesto un par de vasos con jugo de naranja y una taza de café y una de té, descansando junto a los recién colocados platos.
La sorpresa por ver a Kasumi cocinando de nuevo pasó rápidamente. La mujer frente a él no tenía idea de lo que había causado. Transformar el desayuno en un acto de amor, compartir sus ideas sobre la cocina y lograr que todo aquello se viese tan dulcemente sensual fue algo incomprensible para él, pero que disfrutó mucho. A sus ojos Kasumi se veía dichosa y plena.
Observar la forma en la cual el amor por la cocina de Kasumi florecía nuevamente le hizo sentirse privilegiado por tenerla en su vida amándola aún más.
Ambos disfrutaron de los alimentos y la compañía con una plática ligera y agradable compartiendo una calidez que solo ellos podían comprender.
En el tibio corazón de su hogar.
Media mañana.
Un suave golpe de almohada fue lo que despertó a la ocupante más nueva en el departamento de Ukyo.
—Despierta, Roja. Ya nos excedimos de tiempo en la cama y debemos prepararnos para abrir.
Un par de ojos azules miraban confundidos a Ukyo por causa del sueño.
—Lo lamentó, Oko-chan. (1) ¿Qué hora es?
—Casi las nueve. Tenemos menos de dos horas antes de que sea la hora de abrir.
La persona en la pequeña cama se incorporó con un pequeño salto estirando los brazos por encima de su cabeza. Con algunos movimientos de cuello se preparó para moverse, cuando una mueca de confusión llegó a su rostro.
—Se siente extraño el tener el cabello de esta forma.
—No tiene nada de raro, está más corto de lo que acostumbras—dijo la cocinera de cabello castaño—para mí estás bien.
—Sabes a qué me refiero, Oko-chan. Imagina perder la mitad de tu cabello de un día a otro por culpa de una locura mágica.
—No me importa para nada si con eso estoy contigo.
—Pero… se ve extraño.
Ukyo abrazó por la espalda a la joven de menor estatura y colocó su mejilla junto a la de su compañera para hablar.
—Como dije, es un precio muy pequeño por tenerte a mi lado. Tu cabello volverá a crecer y eres linda como siempre.
Un escalofrío dichoso recorrió a la joven más baja.
—¡Oh!
—Sí, Roja. Te amaría incluso sin cabello.
Las manos de la chica más alta vagaron un momento por la cintura de su compañera.
—¡Oko-chan!—replicó la otra con un furioso rubor en el rostro.
—Te amo por completo, no solo a una parte de ti. Aunque admito que tengo mis secciones favoritas.
—Pervertida.
—Solamente para tus ojos y oídos, Roja. Ahora en marcha.
Mientras se alistaban para bajar al restaurante Ukyo pudo ver como el pequeño ceño preocupado en su compañera desaparecía. Tras un baño rápido ambas estaban listas para iniciar su día.
La pareja bajó por los escalones, pero Ukyo se adelantó y ayudó a bajar a la joven atrás de ella con un gesto galante. La pelirroja sonrió con deleite, a Ukyo le gustaba mimarla todo el tiempo con aquellos galanteos de cuento de hadas y ella se dejaba querer.
Las actividades antes de abrir el negocio eran rutinarias por lo cual no hubo muchas palabras entre la pareja. Mientras Ukyo traía costales de harina Roja llenaba las latas para el uso del día. Cuando Roja limpiaba la parrilla y los quemadores, Ukyo organizaba los platos y vasos para los clientes. En el momento que una limpiaba las mesas, la otra barría los pisos y al limpiar las ventanas ambas empezaban en extremos opuestos para avanzar más rápido.
Un curioso trabajo de equipo en el cual ambas cooperaban de forma armoniosa. Pese a que era trabajo ambas hacían pequeños juegos o bromas durante las actividades. Cuando la pequeña radio que amenizaba las labores transmitía alguna canción favorita Ukyo improvisaba un micrófono imaginario con la escoba y cantaba sus partes favoritas. Roja, por su parte hacia algunos malabares con los platos o paquetes de palillos antes de colocarlos en su sitio.
Y fue entre juegos y algunas risas que los preparativos se completaron, Ukyo comenzó a recitar una lista de memoria mientras su compañera tachaba pendientes en una pequeña lista.
—Harina.
—Lista.
—Verduras.
—Listas.
—Botes de aceite.
—Listos.
—Salsas
—Listas.
—Langostinos y camarones.
—Listos
—Algas.
—Listas.
—Carne.
—Lista.
—Bien, todo en orden para iniciar y tenemos suficiente tiempo para un desayuno lento antes de abrir. ¿Algo que quieras para el desayuno, Roja?
—¿Nos queda algo de Katsu de pollo de ayer?—replicó la otra chica con calma— Si es así solo caliéntalo.
—Katsu será entonces—dijo Ukyo mientras se encaminaba hacia la nevera.
Mientras la pareja desayunaba hicieron algo de charla ligera.
—¿Abriremos todo el día o tenemos más papeleo pendiente?
—No, hoy tenemos jornada normal. Nada de filas ni burocracia para ninguna de las dos.
Con un suspiro exagerado la joven frente a Ukyo dijo:
—¡Que alivio! Siempre creí que los locos de Furinkan eran una molestia, pero ahora conozco los verdaderos horrores del mundo. Filas interminables, formularios repetitivos y burócratas hambrientos de documentos inútiles.
—Parte del trabajo, Roja. No todo se trata de cocinar en un restaurante.
—Ahora lo entiendo, Oko-chan. Pero son tan escrupulosos con todo, registros familiares, ingresos del banco, incluso querían una recomendación del consejo de barrio. Se siente como si inspeccionaran todas las tareas escolares del año de una sola vez.
—Así son las cosas en los distritos especiales de Tokio. Incluso para un negocio pequeño como este quieren muchas garantías.
—Pero no es como si tomáramos tu carrito de madera y escapáramos sin mirar atrás, Oko-chan.
—De hecho, todo esto son únicamente «ajustes» iniciar desde cero es mucho más tardado.
—Nunca pensé que fuera tan complicado, digo recuerdo el carrito y luego venía al restaurante, pero nunca pensé en todo lo que se hizo entre uno y otro.
—Fue más complicado antes, por que tenía 16 años y poca gente me trataba con seriedad. El edificio es rentado, pero cada objeto en este lugar es mío y los conseguí con mucho esfuerzo.
Con esa revelación Roja miró de otra forma la parrilla, mesas, sillas y cubiertos del local. Ya no eran solamente muebles, también podían verse como una colección de trofeos de todas formas y tamaños. Se sintió orgullosa de Ukyo y sus logros.
—Ahora que vivo aquí lo comprendo un poco mejor—replicó la pelirroja—: pero me hubiese gustado que fuera menos papeleo y más Okonomiyaki.
—Podemos mudarnos a la zona rural, allá son mucho más suaves en cuanto a reglas—sugirió Ukyo.
—Oh no. Nada de irnos. ¡Este es nuestro hogar!
A Ukyo le encantó el pequeño estallido de fiereza posesiva de Roja. Ella no llamó a ese sitio «negocio» o «sustento» lo llamó hogar. Con eso supo que ella amaba ese lugar más allá de la comida o el trabajo. Roja amaba el U´chan´s tanto como ella misma y se quedarían por un largo tiempo en Nerima sin importar las locuras de la región. Ukyo se habría mudado a cualquier zona del país si Roja se lo pedía, pero ese pequeño arrebato posesivo disipó sus dudas finales. Se mantendrían juntas sin importar lo que les arrojase el mundo.
—Lo es, Roja es nuestro hogar.
Con esa plática finalizada, ambas terminaron su desayuno y se alistaron en su ropa de trabajo del día.
Ukyo dio una rápida barrida a la calle cercana, mientras que su compañera colocaba en la entrada el banderín de kanjis que formaban el nombre del negocio. Un asunto tan serio para el restaurante como el tablero de madera en un dojo. Al mirar a la chica junto a ella se prometió ayudarla con sus propios planes de vida. Todavía era pronto, pero con el tiempo tendrían la suficiente fuerza económica para expandirse no como otro restaurante sino en algo más adecuado para su compañera, un gimnasio o un salón de entrenamiento o tal vez un dojo.
Ukyo pensó en buscar los requisitos para abrir uno. Ciertamente, ya tenían a una experta en el asunto. Con una pequeña sonrisa soñadora dejó esas fantasías de lado. Todavía tenía una sorpresa para su compañera ese día. Con voz solemne Ukyo se colocó frente a la entrada del restaurante y dijo:
—Y ahora, Roja te doy la bienvenida como dueña a U´chan´s,
—¿De qué hablas Ukyo? Tú eres la única propietaria del restaurante.
—No, azúcar. Somos socias iguales, desde ayer al volver del ayuntamiento eres tan dueña de este lugar como yo.
—Oko-chan…—murmuró la pelirroja con ojos brillantes por la emoción.
—Sí, esta es la roca sobre la que construiremos el resto de nuestros sueños.
La respuesta de la chica más baja fue tomar de la mano a la cocinera titular y en silencio arrastrarla a la parte de la bodega para demostrarle cuan honrada y amada se sentía por el gesto de confianza de Ukyo. Y si quedaba tiempo podrían hablar.
La mañana era bastante tranquila para los locales de comida de la zona, pero en el U´chan´s casi podían verse corazoncitos saliendo desde la puerta de suministros.
Un susurro se perdió en el silencio de la mañana
—Oko-chan…
Tarde
Shampo inhaló profundamente disfrutando el aire limpio y fresco del campo. No estaba en su hogar, pero alejarse del ruido y la marea humana de personas en la capital de Japón la relajaba mucho. El lugar para la práctica lo eligió su bisabuela y a pesar de ser en territorio extranjero se trataba de un buen sitio. La placa en la base de la montaña decía Nagoro, pero para ella no significaba nada más allá de un pequeño pueblo rural oculto entre varias montañas.
Tardó toda la mañana para preparar el sitio de reunión, pero con todos los preparativos listos solo faltaban sus invitados. Con poca paciencia para esperar la joven de cabello púrpura comenzó una serie de movimientos de entrenamiento, nada al nivel de una práctica normal únicamente lo necesario para tranquilizar los nervios antes de la llegada de sus invitados.
El sonido de copas de árboles meciéndose por el viento fue la única barrera entre Shampo y una calma casi absoluta.
Detrás de la amazona se hallaba una construcción de madera baja con techo de dos aguas, las fibras en el tejado ofrecían protección del sol, pero con la luz colándose por pequeños agujeros dispersos fue evidente que aquel sitio no servía para protegerse de la lluvia. Una cabañita sin paredes destinada para turistas que quisieran disfrutar de la vista de las montañas y el río.
En el centro de aquella construcción estaba dispuesta una amplia mesa de madera. Shampo la había ocupado casi por completo al llenarla con una serie de envases y tarros cubiertos. Para los ojos casuales se veía como una monumental comida de día de campo.
Pero no eran miradas casuales las que esperaba Shampo ese día. Eran miradas expertas, sentidos afilados y hambrientos de conocimiento.
Estudiantes amazonas.
Con la residencia prolongada de Shampo en aquel país, muchas cosas habían cambiado en su vida. Ahora tenía el deber de compartir su talento con algunos miembros selectos de su aldea.
—¡AIYAA!
Un agudo grito de batalla rompió la calma del lugar, la mirada de Shampo se abrió levemente de sorpresa, pero una vida de entrenamiento le ayudó a bloquear el golpe de la joven de cabello naranja y sedas chinas azules.
Lejos de sorprenderse por el ataque fallido, la recién llegada presionó más su ofensiva. Una lluvia de golpes trató de sorprender a Shampo, cuando aquella táctica falló la recién llegada extrajo de la nada un bastón largo de madera.
El golpe del Bo fue bloqueado sin problemas por un par de Chuis que aparecieron en las manos de Shampo también aparentemente de la nada.
Ambas combatientes tomaron una distancia más amplia midiendo a su oponente, las posturas de combate no se relajaron, las miradas en ambas no cedieron en ferocidad o enfoque.
Y un momento después…
Ambas arrojaron las armas al suelo para correr hacia la otra en un emotivo abrazo.
—¡Jiejie!—gritó feliz la recién llegada.
—¡Tuuzi!—Replicó Shampo a la recién llegada.
—No me llames conejo, hermana mayor. Soy gran cazadora de bestias y rivales en casa.
—No lo sé—replicó Shampo fingiendo arrogancia— tu ataque parecía un poco suave a mis ojos.
—¡Shampo!
—Aiyaa, Zapeh. Es privilegio de las hermanas mayores el hacer algunas bromas.
—Es su forma de decir que le alegra verte— interrumpió una voz nueva.
Shampo giró la mirada y reconoció la camisa china color rojo de inmediato. El hombre frente a ella tenía una gran sonrisa iluminando su rostro.
—Mi amor.
—El mismo, Shampo. Queríamos sorprenderte con algunas presas que cazamos al llegar a este lugar, pero esa pequeña impaciente, estaba deseando medir tus habilidades de combate.
—No medía nada, hermano. Solo era un saludo de combate.
—Sí, sí lo que tú digas… Jiejie.
—¡No me llames conejo, hermano!—replicó la joven amazona de cabello naranja.
—Pero eres un conejo feroz que caza lobos tontos y suaves de Bayankala.
Un dedo acusador señaló a Shampo y dijo:
—Tu esposo se vuelve loco en cuanto te ve, en casa él es un tranquilo varón, pero basta una mirada y… ¡Boom! Empieza a hablar sin pensar.
Shampo se aproximó al joven hombre con gesto severo y dijo:
—Es verdad, hermana. Mi esposo merece un buen castigo—y tomando la mano del inquieto joven le dio una palmada muy suave en la mano.
—Mal esposo.
Con eso los tres comenzaron a reír.
Cuando las risas se calmaron Shampo les dijo a ambos a modo de saludo tardío.
—Zapeh, Airen bienvenidos al entrenamiento de pócimas avanzadas, seré su instructora y bajo mi guía estos días aprenderán a transformar simples hierbas y hongos en poderosas armas para hechizar la mente y enloquecer los sentidos. Y si nos queda tiempo comeremos y lucharemos hasta caer rendidos.
—¡Síííí!—corearon las voces en respuesta.
Bajo la atenta mirada de Shampo los dos estudiantes identificaron ingredientes solo con el olfato, diferenciaron hongos venenosos de sus primos inofensivos y mezclaron ingredientes con la calma de un artesano.
Más tarde y teniendo dos hogueras medianas con ollas burbujeantes a pocos metros de distancia, Shampo continuó su lección.
—Algunos forasteros nos llaman locas, brujas o ladronas de hombres. Insultos pequeños y tibios que nos arrojan sin saber. Pocos saben que TODO nuestro estilo de vida está pensado para el combate.
Con una mirada fría Shampo se colocó a un par de metros del joven de camisa china y comenzó a arrojarle piedras apuntando a su cabeza.
—¡No siempre podrás preparar tus pociones en la tranquilidad de una habitación!—Rugió Shampo y con más gritos añadió—:¡Tu esfuerzo podría necesitarse en mitad de una batalla, mezcla mientras evades, mezcla mientras corres!
Naturalmente (para Shampo) él evadió todo el ataque moviéndose suavemente y nunca perdió el ritmo mientras pulverizaba Yin Zhen con un pequeño mortero.
Al volver de la pequeña persecución hasta la cabaña Shampo se aproximó hacia su hermana de armas y le dijo:
—Cuando elijas un candidato para compañero deberás poner a prueba su voluntad y fuerza. Lo seducirás para probar su fidelidad y autocontrol, aunque por eso otros te llamen puta. Lo atacarás para probar su fuerza, incluso si tu arma es una bicicleta. Le harás inmune a las pociones y magia al dárselas por tu propia mano, para evitar que los enemigos o alguna hermana desleal lo controle o lo robe con las mismas pociones que aprendes aquí, aunque por eso otros te llamen bruja… ¡Dije rodajas finas como un cabello, Zapeh! Esos cortes son gruesos como el tronco del desafío.
La joven de cabello naranja se sobresaltó un momento por la orden, pero se repuso de inmediato y comenzó a mover el cuchillo a velocidades Amaguri-ken.
—Bien hecho, hermana. El puño de las castañas no solo se usa en combate sino en la vida diaria de las mejores amazonas.
Shampo se colocó frente a sus estudiantes mientras les decía:
—Pocos fuera de la aldea entenderán nuestras acciones, pero somos una aldea de heroínas. El combate es la rutina en nuestras vidas, no solo en nuestras peleas con los inferiores Musk o la tribu Fénix, vivimos lejos de las comodidades de otros chinos, arrancamos comida y recursos de las montañas más fieras en el mundo. Ser blandos o nobles nos mataría. ¡La lucha es nuestra vida!
—¡La lucha es nuestra vida!—respondieron a coro los estudiantes.
El joven de la camisa roja estaba tan hinchado de orgullo que hubiera cubierto todo ese valle de haber sido visible. Pare él su esposa era una joya en extremo rara, cuando se despojaba de aquella máscara de boba hormonal se revelaba una combatiente feroz, una divertida mujer y una extraordinaria maestra. Era dichoso por tenerla en su vida. Shampo no era suave ni dulce en sus lecciones, pero tenía el ingenio para hacer la enseñanza desafiante y entretenida, ella amaba como una gata, en sus propios términos y estilo. Él podía ser un experto en combate, pero ella brillaba enseñando sin reservas sus conocimientos.
No entendía por completo la pasión de Shampo por las pociones, pero le fascinaba verla tan feliz y entregada a lo que hacía.
Y mientras removía la mezcla que sería el Champú 204 para las amazonas se encontró amando más y más a Shampo.
Tarde-noche.
El padre primerizo abrió la puerta de su departamento.
Las habitaciones estaban casi en penumbra a causa de las cortinas que bloqueaban la luz solar y por causa del miembro más nuevo de la familia.
Cualquier visitante se hubiera asustado por el desastre dentro del pequeño hogar.
Bolsas con pañales nuevos, montones de ropa limpia para bebés cambiaron el paisaje regular de la vivienda. Platos y vasos vacíos salpicaban el lugar. Junto a los sillones había un paquete abierto de bebidas energéticas. El hecho de que solamente hubiera un tercio de su contenido fue un curioso testimonio de la cantidad de energía extra que necesitaban los padres novatos en su actual desafío.
El joven padre siguió avanzando mientras colocaba sus compras en la nevera. Un surtido de comida rápida y vegetales fue acomodado con cuidado.
El consejo de su madre resultó ser tan corto como útil:
«Come cuando puedas, duerme cuando puedas y nunca bajes la guardia.»
El llanto de un pequeño infante regresó al joven hombre a la realidad. Su pequeña hija era el reto más feroz que había enfrentado en su vida hasta el momento. Con toda la experiencia combinada de él y su esposa a duras penas conseguían triunfar contra su hija.
—Ya~, ya~ Hikari. Calma~, papá volverá pronto— murmuró la voz de Nabiki desde la habitación.
Después de casi tropezar con una botella de plástico el joven padre llegó hasta la habitación de su hija.
—¡Anata, ayúdame!
Por un momento la visión de una emotiva y angustiada Nabiki lo preocupó. Su esposa siempre actuaba en completo control de la situación. Incluso al momento de avisarle de los dolores de parto actuó como si todo fuera parte de un cronograma que ella ya conocía. Nada parecía alterarla por mucho tiempo, Nabiki siempre tenía uno o dos planes de respaldo para los retos de la vida. Preocupado, pero fingiendo calma se aproximó hacia su esposa.
—¿Qué ocurre?
—¡C-creo que debemos ir al hospital! ¡Yo no pienso que-ella esté…!
El joven padre se aproximó colocando una mano tranquilizadora sobre su preocupada esposa quien instantáneamente hundió la cara contra su hombro. Con algunos movimientos suaves acarició a su esposa.
Al sentir a Nabiki calmarse levemente. Tomó cuidadosamente a Hikari de su madre, sintiendo la temperatura del bebé, pero sin encontrar ningún signo de una fiebre.
—Ella-ella ha estado llorando todo el tiempo—dijo Nabiki en un gimoteo y añadió—: Pero no necesita un cambio de pañal, no tiene sueño y tampoco hambre. Y no importa lo mucho que la cargue, ella no se calma.
—¿Probaste con su chupete?—dijo el padre de Hikari haciendo una discreta revisión de su hija para saber si debían correr hacia el hospital.
—Ella lo arroja de inmediato y llora más fuerte. Actúa tan irritada como aquella vez que la cargó Genma-baka.
Él asintió atento a sus palabras. La niña en sus brazos calmó sus histéricos llantos a un gimoteo más bajo.
—Probablemente, ella te confundió con un extraño por tu aroma.
—¿Mi aroma? ¿Qué tiene que ver mi olor con esto?
Él trató de imitar la sonrisa pacífica de su hermana en ley ante la expresión atónita de su esposa.
—Creo que esa visita que hiciste a la fábrica Nagayoshi tiene algo que ver— explicó—: regresaste de inmediato a salvar al pobre padre de Hikari y no te cambiaste por completo para relevarme. El aroma de tantos pescados se impregnó parcialmente en tu ropa, incluso si solo estuviste ahí el tiempo necesario para agitar el látigo a tus empleados. El aroma es desconocido y posiblemente ella sienta que eres una persona extraña como ocurrió con Genma. Hikari ya se está calmando y no he hecho nada, si te cambias de ropa ahora tal vez eso alivie…— el joven se interrumpió al notar que Nabiki no compartía su entusiasmo y que ella se deslizaba al suelo por la pared. Una mano temblorosa subió a su frente.
—¿Un aroma di-diferente?— murmuró antes de luchar contra los sollozos que amenazaban con escapar.
La joven madre no pudo controlar por completo su angustia cuando algunas lágrimas bajaban por sus mejillas.
Preocupado por la reacción de su esposa, él se arrodilló, con cuidado para mantener a su hija Hikari equilibrada, el pequeño infante se mantuvo un momento en silencio.
—¿Biki?
Pero ella solamente se encogió.
—Pe-pensé… y luego ella no se calmaba y…—Nabiki sacudió su cabeza— Debí haberlo sabido. Me preparé para mi hija con toda la información disponible, así que debí haberlo sabido, pero no se me vino a la mente. No quiero ser solo un adorno como mi padre. ¿Qué… qué clase de madre soy?
—No, no digas semejante cosa sobre ti. No eres una mala madre únicamente porque no puedes leer al instante cada señal que Hikari te da.
—Pero esto no es tratar de alimentarla cuando solo quiere que la abracen. ¡Debí haber sabido esto!
—Shh—: murmuró el joven frente a Nabiki, trató de calmarla, acariciando la espalda de la sollozante mujer e intentando otro ángulo.— ¿Cuánto tiempo has dormido la última semana?
—¿Qué?— Nabiki ladeó la cabeza, obviamente confundida.
Reprimiendo el impulso de besar a su esposa por aquel gesto increíblemente lindo en su cara el joven hombre continuó—: Además de la salida por negocios de hoy he notado que a menudo te quedas despierta como si esperases a que ella comience a llorar en cualquier momento. No creo que descanses incluso cuando es tu tiempo de sueño— su esposo explicó, cambiando su posición para gentilmente mecer a Hikari, ya que ella parecía estar a punto de empezar a llorar a plena potencia otra vez.
—No… no lo sé—admitió eventualmente Nabiki— sigo, sigo temiendo que ella pueda necesitarme en cualquier momento. El más mínimo sonido hace que me mantenga despierta—suspiró la joven madre de cabello castaño con una expresión enfocada, lo cual era una señal para su esposo de que Nabiki se estaba calmanndo de nuevo—ahora pienso que a menudo solo estoy imaginando un desastre.
—No vamos a descartar tu preocupación, Biki. Tengo una idea rápida para comprobar mi idea, pero si no funciona iremos de inmediato para una revisión más amplia.
La pareja y la sollozante niña se encaminaron hacia la habitación principal. Bastó una mirada rápida para que el joven encontrase lo que buscaba. Con un movimiento rápido tomó una de las bufandas favoritas de Nabiki y envolvió parcialmente a la pequeña bebé con ella. Tras algunos gritos y lloriqueos de la niña por ser dejada en la cama, ella comenzó a calmarse como por arte de alguna magia desconocida. Nabiki miraba la escena con una sorpresa creciente.
—¿Qué hiciste?—murmuró la joven sin apartar la mirada de su hija.
—¿Yo? Nada, eres tú quien logro este truco. Esa bufanda con el aroma de mamá fue la mejor forma de calmar a nuestra ruidosa princesa.
—…
—Ahí lo tienes—aclaró el padre primerizo disfrutando del alivio puro en el rostro de su esposa—. Kari y su padre fueron salvados de nuevo por la reina de Hokaido. El cansancio amplificó el problema, además creo que tu hija ha estado durmiendo mucho mejor que tú durante las últimas dos semanas.
—¡Ah!
El sonido hizo que ambos observaran a su bebé quien también estaba viendo a Nabiki con una mirada inquieta en sus brillantes ojos marrones.
Por un corto tiempo los ojos de la pequeña se mantuvieron fijos en la pareja hasta que comenzaron a cerrarse por sueño.
—Nuestra princesa sabe reconocer el toque de la reina—dijo el joven padre.
Eso finalmente le sacó una pequeña sonrisa real a Nabiki. Con un breve beso él le susurró:
—Ve a descansar un poco. Me encargaré de Hikari desde aquí.
La respuesta de ella fue una breve y luminosa mirada, no hubo palabras, pero aquel gesto dijo mucho entre ambos. Una reafirmación de la confianza que los dos se tenían. Nabiki caminó lentamente hacia el baño, una buena ducha caliente se escuchaba como una gran idea antes de dormir un poco.
—Cuento contigo.
Noche
Cuando el joven llegó al lugar de la cita se dio cuenta de que había una razón real para que su esposa le pidiese usar un atuendo formal. Su ropa todoterreno/batalla lo habría hecho destacar de mala manera en ese sitio. Casi podía escuchar el: te lo dije de Akane en su mente. Con pasos cautelosos se dirigió a la taquilla para pedir su boleto. Sin más sorpresa que la petición de su permiso de conducir para comprobar su identidad el muchacho obtuvo su boleto de entrada e ingresó al teatro.
Dentro del sitio pudo confirmar que era muy diferente de un cine. En primer lugar estaba ausente el aroma de palomitas de maíz. No había bebidas, ni pantallas más pequeñas. Al final pudo comprar un tubo de caramelos groseramente caro de un pequeño mostrador junto a la gran cortina que marcaba la entrada.
La primera sorpresa se la llevó cuando entro a una enorme y bien iluminada sala llena con pequeños asientos de color rojo.
«Diablos, incluso las paredes tienen balcones con más asientos»—pensó el joven hombre preocupado por terminar demasiado alto o rodeado por personas desconocidas.
Al final sus temores fueron infundados, un sujeto vestido como los empleados que llevan las maletas en un hotel lo llevó directamente hacia la parte baja del lugar.
Un asiento en el centro del escenario a unos metros de «la acción». De nueva cuenta casi pudo escuchar la risita de suficiencia de Akane.
—Otro punto para ti.
—¿Me habla a mí?—preguntó una mujer cercana.
—No, disculpe, solo pensaba en voz alta—respondió el muchacho con un ligero rubor en la cara.
La espera no fue mucha cuando las luces se apagaron y aquellas cortinas masivas se movieron para revelar una escena extrañamente familiar.
Era un camino rural y lo que parecía ser el extremo de una cabaña de labradores. De inmediato aparecieron en acción tres personas dos hombres cercanos a los veinte o treinta años y una mujer de unos setenta años ¿o era cosa del maquillaje? En todo caso su voz, postura para caminar y sus movimientos coincidían con una anciana.
«¿Había mujeres mayores entre los compañeros de Akane?»—pensó el muchacho preocupado. Recordaba las caras y nombres de todos los amigos que ella llevaba para cenar, pero no podía ubicar a nadie como esa mujer.
Las acciones frente a él continuaron, en una angustiosa despedida la mujer mayor contaba la triste historia de la aldea y como las penurias obligaban a los dos hombres a ir de cacería fuera de temporada. La mujer hizo varias recomendaciones para lugares y antes de dejarlos ir les advirtió sobre la bruja de kimono blanco que vagaba por la parte más alta de las montañas.
Con la plática terminada hubo un momento de oscuridad en la que se apagaron todas las luces del teatro y un momento después la iluminación volvió mostrando a los jóvenes caminando por el mismo lugar. La cabaña y la mujer desaparecieron en completo silencio.
La historia era fácil de seguir, ambos muchachos soñaban con mejorar la vida de sus familias trabajando fuera de la aldea como herreros y vendiendo caros sus talentos, pero antes de los planes de comida y gloria debían resistir/sobrevivir ese invierno.
La oscuridad llegó con un nuevo escenario, ahora los jóvenes estaban caminando por un bosque nocturno en mitad de lo que parecía una severa tormenta. Sentado en su cómoda butaca el joven espectador miraba emocionado los pasos inciertos de los viajeros quienes se tambaleaban en una lucha feroz por avanzar por lo que se veía uno de ellos parecía herido de una pierna. Apoyados por las luces y la escenografía realmente parecían pelear contra una tormenta. Era sorprendente la forma en la cual se podía olvidar aquella frontera invisible y casi sentir el frío.
La lucha fue a favor de la tormenta cuando uno de los jóvenes cayó debilitado y a duras penas logró levantarse. Una luz ambarina apareciendo desde el extremo izquierdo sorprendió a todos.
—¡Una cabaña!—gritó uno de los jóvenes con la cara llena de alegría—estamos salvados.
Y el teatro volvió a quedar en penumbra.
La pausa fue más larga esta vez, pero la espera fue recompensada cuando las luces mostraron el interior de una cabaña. La luz amarilla y rojiza de algunas brazas sugería un tipo de fuego en el centro del lugar. Los cansados viajeros agradecían a una persona agachada que les daba la espalda. Cuando la persona se incorporó todavía de espaldas tenía una vieja lámpára con pantalla de papel en la mano, al encenderla la luz llenó por completo el lugar y se dio la vuelta.
El joven en la butaca apretó con las manos sus rodillas por la emoción.
¡Era Akane!
Pero con el cabello mucho más largo y de un tono de azul más claro. Su piel también parecía más pálida, pero sin perder ese tono que le conocía. Cubierta por una manta parda apenas se insinuaban los bordes grises de un kimono simple. Con pasos rápidos se acercó hacia la agobiada pareja de viajeros y les habló.
Pero, no era el tono que conociera de su esposa, aquellas palabras suaves y amables eran increíblemente parecidas a la voz de Kasumi Tendo. Y la manera de hablar no fue el único cambio. Toda la postura en ella era diferente, los gestos y hasta algunos preocupados «oh cielos» que dijo eran idénticos a la forma de expresarse de la otra mujer. De no recordar donde se encontraba casi hubiera podido pensar en la posibilidad de que la apacible mujer estaba en el teatro.
Pero las diferencias entre «esta mujer» y la mayor de las Tendo comenzaron a mostrarse muy pronto. Esta persona era demasiado dulce, demasiado amable con los viajeros y sus historias de dolor. Lo único que reveló fue el llamarse Naoki y vivir con su padre en ese lugar. El hombre había salido en una búsqueda tan desesperada como la de los viajeros.
Acompañados de una modesta comida que la mujer llamó una sopa de buena voluntad por los pocos ingredientes que contenía el trío se mantuvo en silenciosa armonía. Un poco después y tal vez agotado por la lesión en su pierna el hombre más joven se quedó dormido en un extremo de la habitación. Por su parte la pareja despierta volvió a conversar.
El joven le repitió a su amable anfitriona lo que ya se sabía, su deseo de dejar la aldea para buscar suerte en otra parte del país.
—Pero en realidad no quisiera partir—dijo aquel hombre con pesar en la voz—en esta aldea está mi corazón.
—No deberías irte si la partida te causa tanto dolor—replicó Naoki con tranquilidad.
—Pero moriremos de hambre si nada mejora.
—¿Y cómo puedes saber que tu suerte cambiará solo por distanciarte muchas millas?
Aquella respuesta práctica desconcertó al hombre junto a ella.
—En otras tierras la sequía pudo ser menos severa.
—Pero, podría haber pesares diferentes: enfermedades, bandidos o incluso guerra—respondió la mujer de nueva cuenta y añadió—: podrías enfermar o morir entre enemigos o extraños y nadie te recordaría.
En su butaca el joven esposo notó otro cambio de voz. Ahora las palabras de «Naoki» se escuchaban más frías y llenas de argumentos realistas.
—Podrías desperdiciar tu vida persiguiendo una fantasía.
«Ahora se escucha como su hermana Nabiki»—pensó el joven en el asiento cautivado por los cambios en el escenario.
La plática continuó por un tiempo y con la misma despiadada eficacia que le conociera a Nabiki, la mujer en el escenario convenció por completo al joven herrero de lo peligroso de su idea.
—Volveré a mi hogar en cuanto pase la tormenta y podamos avanzar mejor.
—Y harás bien—replicó ella con una sonrisa.
Otro sobresalto para el espectador. «La sonrisa de Nabiki»—miró impresionado.
La escena cambió de nuevo, ahora los varones dormían y su anfitriona caminaba entre ambos hablando para sí misma. Contando la triste historia de una tonta enamorada que entregó su corazón a un compañero indigno quien la abandonó a la primera oportunidad. Caminando hacia el hombre dormido se arrodilló junto a él y dijo:
—Sin embargo , tú eres diferente, tú reconoces el lugar al que pertenece tu corazón. Yo podría amarte, pero debes mantenerte puro para no dudar.
Y la mujer se puso de pie despojándose de la manta terrosa que la cubría revelando un kimono blanco. Con otra mirada hacia el dormido paso la lengua por sus labios en un gesto sensual. Ya sin temor o modestia la mujer se arrodilló junto al hombre y colocó su cabeza en sus piernas mientras le acariciaba el pecho de manera seductora.
—Puro y sin cambios. Así debes ser para que pueda amarte por siempre… mi amor, mi cariñito.
La luz sobre el dormido comenzó a cambiar hacia un tono azul, pero el joven esposo en el público apenas y lo notó concentrado en la mujer en el escenario. Aquella sonrisa sensual y depredadora también la conocía, aquella forma de acariciar descarada también le resultaba familiar. Por un momento remplazó la peluca de cabello azul por un cabello púrpura.
«¡Shampo!»—pensó el hombre maravillado y ligeramente asustado por lo que veía.
La luz azul ya no se limitó al hombre dormido, sino que dominó la habitación.
—Duerme, mi cariñito, duerme y mantente puro por siempre—arrulló la mujer del kimono blanco.
Sin embargo, el cambio fue suficiente para que el otro hombre despertara y en cuanto vio a la mujer del kimono blanco la reconoció de inmediato.
—¡Aléjate de mi amigo, bruja de la nieve!—Rugió en desafío el hombre lanzándose hacia la mujer.
Pero ella lo bloqueó con una engañosa facilidad y con un movimiento de judo que su esposo reconoció. La caída no fue nada amable y toda la audiencia se sobresaltó.
Con dificultad el defensor se puso de pie mientras la mujer le hablaba con un desprecio frío.
—Estúpido hombrecito. ¿Quién te crees para darme órdenes? Yo soy la hija del dios de la montaña. Yuki-Onna no se somete ante ningún varón inferior. Este hombre me pertenece. Puedes tratar de salvarlo y morir o… puedes correr como el cobarde que eres.
Tras un momento de duda el hombre se lanza de nuevo contra la mujer de las nieves.
—¡AAAH!
Toda la audiencia salta de nuevo de sus asientos, pero esta vez es por la repentina oscuridad del escenario.
Lo único que se escucha es una risa horrible y maniática.
—¡OH HO, HO, HO, HO, HO!
En su lugar el joven esposo se estremece por una razón diferente.
«Kodachi»—piensa el hombre aturdido por el recuerdo.
La escena cambia de nuevo y esta vez se puede ver a un anciano rodeado de jovencitos y niños. El hombre de barba blanca viste sospechosamente similar al sujeto que peleo con la mujer de las nieves.
—Estaba tan furioso como asustado y ataqué como un loco, pero de nada me sirvió. Aquella bruja de las nieves solo jugaba con mi miseria… al final quedé inconsciente. Cuando desperté estaba tumbado en la nieve completamente solo. De la cabaña o mi amigo no había rastro.
—¿Y qué pasó con Tetsuo?—pregunta uno de los niños mayores.
Tras una pausa triste el anciano responde:
—Nunca lo encontré. Incluso al volver con hombres y armas de las otras aldeas jamás pudimos hallar nada. Cuando dejamos la montaña pudimos escuchar esa horrible risa de nuevo. La bruja de hielo se quedó con su premio y nos dejó ir por capricho.
La luz de la escena se desvanece hasta únicamente iluminar al viejo. Una risa maniática resuena por todo el teatro.
El telón se cierra definitivamente.
Las luces se encienden de nueva cuenta y entre aplausos el grupo de actores aparece completo y hacen una reverencia. Un momento después la mujer de las nieves se adelanta recibiendo una ovación completa.
Pero la joven actriz solo tiene ojos para la persona en primera fila quien se rompe las palmas en aplausos.
Akane Tendo ilumina el lugar con su sonrisa.
En una salida lateral al teatro un joven espera hasta que la puerta de metal se abre y una dichosa mujer corre a abrazarlo.
En cuanto se sueltan el joven le dice emocionado:
—¡Estuviste increíble! ¡No te reconocí! ¡Y luego cambiaste de nuevo! —Y… y luego.
Akane disfruta el orgullo puro en la voz de su amado.
—¿Debo entender que te gustó?
—¿Gustarme? ¡Me fascinó! Fue como ver el combate de estilo libre pero en el escenario. Pude ver a tus hermanas, a la chica amazona y hasta esa loca de las rosas negras en una sola persona. ¿Cuánto tiempo llevas observándolas?
—Casi desde que las conocí— responde Akane con una pequeña mueca arrogante. El hecho de que la mayoría de ellas me volvieran loca no quiere decir que únicamente las mirase sin aprender de cada una.
—Lo que lograste allí arriba es un arte.
—El todo vale de la actuación es mi propio estilo ahora y pretendo llevarlo aún más lejos—dijo Akane tomando del brazo a su esposo.
Contemplando la mirada fiera y feliz de su esposa se sintió afortunado de que ella compartiera su vida con él. Akane sorprendería al mundo y él estaría a su lado para cuando ella revelara todo su potencial.
—Lo llevarás por todo el mundo, estoy seguro de ello.
La confianza plena en ella fue la mejor ovación para la joven actriz.
Akane levantó el rostro para agradecerle aquel voto de confianza a su esposo.
Justo de la misma forma en que lo hizo cuando el sacerdote dijo:
«Puede besar a la novia»
—FIN—
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Notas:
Oko-chan es un apodo cariñoso para Ukyo. Dado que decirle U-chan le causaría dolor a la chef "Roja" lo ajusta. Este sobrenombre se usa el legendario fanfic Ranma 2096 y aquí lo usé de una forma similar.
Es importante recordar que existe más de una forma de amar y en consecuencia más de un camino para demostrar dicho amor. He querido mostrar otras facetas en las vidas de las heroínas y villanas de Nerima.
Kodachi puede ser una loca, pero también ama las rosas y son una parte valiosa de su vida. Ukyo ama el okonomiyaki, pero también creo un negocio propio en la capital de Japón a los 16 años. Kasumi ama cocinar, pero también ama su hogar. Nabiki ama el dinero, pero también a su familia y tiene el potencial para ser más que una mercenaria. Shampo es una peleadora de élite, pero como heredera de Cologne debe tener más conocimientos que el resto de las amazonas sobre su aldea. Akane es una experta en varias disciplinas, pero también ha demostrado tener potencial como actriz.
No, no puedo mencionar las identidades de las parejas de cada chica sin sabotear la historia principal. Solo considera que, los peinados, ropa y apodos no son exclusivos de un solo personaje. Si quieres confirmar alguna pareja deberás esperar la historia: Hacia tiempos mejores…
Como indica el título este relato se trata de compartir algo que se ama. Un homenaje a todas esas acciones hechas solo por ver a esa persona especial ser feliz.
Hasta la próxima.
Fhrey
