Nada me pertenece. Yo sólo hago un fanfic. Este capítulo ha sido editado. La versión original la encuentras en mi pag web.
7. Kill me
El mundo se vino a pedazos y todo dejó de ser igual. Nunca más iba a poder verlo a su padre igual. Nunca más. No podía estar sucediendo esto. Tenía que haber cambiado de dimensión en algún momento mientras atravesaba el pasillo. No podía estar sucediendo esto. ¿Por qué su padre… y Kurama…?
No.
¿Qué era todo esto¿Por qué estaba sucediendo todo esto¿Por qué Kurama estaba haciendo esto? No podía ser. ¿Por qué con su padre? Esto era demasiado.
Inmóvil en donde quedó producto de la impresión se volvió inmune a los gritos de Kurama por un momento. Lo que le tomó reaccionar y percatarse que si no intervenía no iba a haber más zorrito para nadie.
Yomi lo estaba asfixiando con sus manos y no podía permitir algo así.
Kurama lo vio acercarse a ellos y vio como Yomi lo miraba con rabia y seguía apretando su cuello. Se lo iba a romper. Las lágrimas se escurrían por sus mejillas heladas, sobre sus labios mojados de sangre.
"Hiei…. Sálvame…." Susurró con el último aliento que le quedaba antes de cerrar los ojos.
No lo pudo oír… estaba demasiado ocupado enfrentándose a Yomi. Karasu al ver esto se detuvo. Tomó a su mascota del suelo viendo que no reaccionaba lo echó sobre la cama.
Yomi estaba furioso. Hiei lo había desobedecido de nuevo. Todo por el zorro idiota, todo era su culpa. Los ojos de Hiei lo paralizaban, esa mirada tan severa, tan enojada, reprochándole cada una de sus acciones. Sintió vergüenza de sí mismo, vergüenza de lo que estaba haciendo. Todo por culpa de ese zorro lascivo.
"Regresa a tu habitación."
No podía soportar su mirada.
" Me desobedeces de nuevo Hiei. Eso no lo voy a tolerar. "
Hiei no encontraba palabras. Aún no podía creer lo que había visto. Por un lado quería correr a acariciar a su zorrito y por otro lado… cómo pudo… cómo pudo hacerle algo así. No. Tenía que pensar las cosas con la cabeza fría. Ahora no era el momento para nada. Cerró los ojos deseando retroceder el tiempo y que nada de esto hubiera sucedido nunca.
Por un segundo deseó nunca haber conocido a Kurama. ¿Por qué tuvo que verlo aquella tarde¿Por qué tuvo que cruzarse en su camino? No podía estar sucediendo esto, era demasiado. No podía ser, no su zorrito, no con su padre.
Todo era una farsa. Si en algún momento pensó que podía ser algo bueno, no, estaba tan equivocado. Esto era lo último. No se puede retroceder el tiempo, no se puede regresar atrás. Kurama debía irse de su vida, irse para siempre. Era mejor que se fuera, que se fuera a donde pertenecía. Lejos de ahí, era lo mejor. Le dio una última mirada a Kurama echado sobre la cama, una mirada distraída, una mirada de desprecio que Yomi atrapó en el camino. Luego aquella mirada se posó sobre él, mirándolo con odio. Yomi sabía cuanto adoraba su hijo al zorro, sin embargo no le importó en lo más mínimo.
No podía negarlo, estaba devastado. No quería ver de nuevo ni a su padre, ni a Kurama ni a nadie más en el mundo. Era demasiado, Kurama era sólo de él hasta este momento de descubrimiento. No iba a compartirlo con nadie y menos con su padre. Pero si las cosas eran así entonces no iban a cambiar. Kurama no le pertenecía, era de otro, de otros. Así eran las cosas, así las quería el zorro. Era todo, se había acabado el encanto.
Hiei se dio la vuelta dispuesto a salir de la vida de Kurama para siempre. Nunca debío cruzarse en su camino, nunca. Si en algún momento pensó que sería algo bueno, que iba a poder cambiar las cosas, hacerlo feliz y borrar la expresión de tristeza de su rostro, no iba a poder ser. Sentía que todo fue en vano, que todas las noches sin dormir pensando como iba a poder acercarse a él con el deseo de hacerlo parte suya, fueron inútiles. No iba más la ilusión de hacerlo feliz, de confortarlo y amarlo. No más. Era un tonto tan solo pensando que algo así podía darse.
Era un real tonto, un idiota completo. Era un iluso al pensar que Kurama alguna vez iba a sentir lo mismo por él, era lo que su padre decía, un zorro estúpido. Lo único que quería era escaparse de ahí y estaba dispuesto a todo con tal de lograrlo. Era lógico. Si lo hizo con él era para ganarse su lástima para luego poder escaparse. Ahora lo hacía con su padre para lograr lo mismo. Era lógico. Había sido un completo idiota.
Tan tonto.
Yomi tenía razón al decirle eso, pero él no quiso escuchar. Era un tonto, aunque a pesar de todo no podía odiarlo, pero las imágenes en su mente hacían el esfuerzo porque cambiara de opinión. Entonces empezó a recordar algunos acontecimientos previos, la vez que distraídamente vio a salir al zorro de la habitación de Yomi, las desapariciones misteriosas de Kurama durante largas horas y cuando lo encontraba este estaba exhausto.
Todo había sido una pérdida de tiempo. Todo fue una farsa. Nunca debió haber sucedido. Pero ya era tarde y definitivo. No iba a volver a ver a Kurama nunca más.
XXXxxxXXXxxx
Al día siguiente Karasu estaba listo para partir con su mascota. Yomi consternado por lo de la noche anterior. Quería que Hiei se desencantara del zorro pero no a este precio. Ahora lo iba a odiar el resto de su vida. Todo por culpa de ese zorro miserable.
Intentó hablar con él esa mañana pero no le hizo el menor caso cuando llamó a su puerta. Quería estar solo y así sería. Encerrado en su habitación quería que el mundo desapareciera. Que desapareciera el perfume embriagador que se desprendía de las hebras rojas de la cabellera de Kurama. Pero era imposible, el zorro seguía en su sistema, en cada gota de su sangre, en cada uno de sus pensamientos, en el aire que respiraba, en el ambiente. No podía evitarlo así lo quisiera.
La puerta volvió a sonar con un son delicado y presuroso. No pudo ignorar el sonido porque sabía de quien se trataba. Escuchó sollozos afuera de la puerta pero no movío ni un músculo en respuesta.
Se repitió el mismo sonido como un susurro triste. Y luego la voz de Kurama inundó la habitación.
"Hiei…. Por favor no dejes que me lleve con él. Me prometiste… lo prometiste… que… No dejes que me lleve por favor."
Su voz quebrada sonaba como la melodía más triste del mundo. Hasta podía escuchar sus lágrimas caer sobre el piso. No se movió en respuesta. No quería saber más de él.
"Por favor… no quiero ir… dice que me va a llevar lejos y no quiero irme. Por favor ayúdame. Por favor… sé que a nadie nunca le importó lo que yo quiero o piense pero a ti si. Por favor…
Saboreaba la desesperación en su voz. Pero aún así no se movía de su sitio. El zorro estaba desesperado sin duda. No podía huir de su destino. Las cosas tenían que ser así. No había futuro para ellos dos. Así eran las cosas. Kurama se debía ir y él se iba a quedar. Vería la manera de hacer su vida de nuevo, de buscar nuevas cosas. A la vez emprendería un viaje también, con tal de alejarse lo más posible del zorro idiota. Nunca más verlo, nunca más cruzarse en su camino.
"Por favor…" intentos desesperados.
Aunque no podía entender que pasaba con Hiei. ¿Acaso no lo estaba escuchando? De repente no quería saber nada con él. De repente no iba a hacer anda por él después de todo. En todo momento se estuvo engañando, sobre todo cuando pensó que podía llegar a salvarlo de su destino.
"Por favor." insistió de nuevo.
Nada.
Hiei no contestaba. El mundo se terminaba para él. Tenía que regresar a con su amo antes que se diera cuenta que no estaba a su lado. Pero Hiei era su única esperanza. De repente él podía hacer algo por él. Pero ¿qué? Si ni siquiera fue capaz de defenderlo la noche anterior. No. Ya era suficiente, no podía seguir engañándose.
Tenía que resignarse a su destino. Como cuando lo separaron del lado de su mamá y le quitaron todo lo que poseía. Todo. Ahora era igual, cuando empezaba a sentirse bien y tener algo con Hiei el destino lo separaba. La historia de su vida. Así era y así iba a terminar.
Kurama se fue. Pudo sentirlo. Cuando se alejó de la puerta, sus pasos tristes alejándose, el sonido de su colita arrastrándose por el suelo.
Se fue y con él cualquier esperanza de querer seguir adelante.
XXXxxxXXX
De regreso. Se había prometido a sí mismo que no iba a volver a ese lugar vivo. Entró a la habitación de su amo a punta de patadas, gracias a su intento de escapar a toda velocidad apenas puso un pie en el suelo. Eso fue lo que creyó el amo. Lo atraparon muy rápido, pero le dio tiempo suficiente para coger del suelo unas semillas. Las escondió entre su túnica y al entrar a la habitación las metió dentro de su boca. El sabor amargo le provocó nauseas pero tragó el jugo pernicioso de un solo golpe. Humedeció sus labios con saliva y estaba listo para recibir las caricias de su amo.
Y ahí venía él. Aún no tenía suficiente de su mascota. El zorrito al parecer entendía por fin cual era su lugar y esperaba obedientemente sobre la cama que se acercara. Entreabrió los labios esperando invitandolo a besarlos. Así lo hizo.
Tenía un sabor amargo, un sabor extraño. El zorro no dejó que se separara de él. Hizo que su amo lo besara profundamente, el tiempo suficiente para que descubriera de donde provenía el sabor.
"¡Maldito zorro!" gritó mientras lo abofeteaba con todas sus fuerzas.
Escupió a suelo hasta el cansancio pero sabía que no era suficiente. Tomó al zorro de sobre la cama y corrió con él. No iba a dejar que se le escape. Le ordenó a uno de los criados que busque un médico. Le encargó a uno de sus sirvientes que le dieran un vomitivo al youko y él mismo fue por uno.
Kurama empezaba a sentir los efectos del veneno. Sentía tanto cansancio, como si sus músculos perdieran toda vitalidad. Por fin iba a poder irse de ese lugar. De algo sirvieron las largas horas que pasó cuando era un cachorrito, vagando solo por las colinas. Cuando era pequeño y Shion no lo quería cerca de ellos. Lo mandaban a recoger algunas hierbas del bosque. Aprendió a conocerlas, a diferenciar las venenosas de las benignas. Las que podían sanar en horas y matar en minutos. Las semillas que había ingerido lo iban a liberar del mundo en unos minutos. Por fin. Pensaba mientras se acordaba de los días en los que recorría el mundo a solas. Cuando nadie lo quería cerca, ni su mamá. Cuando llegó Shion el mundo con ella terminó y empezó el de soledad. Tuvo que valerse solo, alimentarse solo, cuidarse solo. Shion no lo podía ver cerca, lo despreciaba tanto, el cachorro más horrible que había visto en toda su vida.
Su mamá se esforzaba por que le agradara a Shion y él mismo sintió deseos de que lo aceptara. Hacía todo lo que le decía, todo. Dejó de protestar cuando lo mandaba a buscar agua al río a cada rato, cuando lo mandaba al pueblo a hacer los recados cuando él quería jugar, cuando lo dejaba afuera de la casa. Sabía que su mamá lo quería mucho y solo quería verla feliz. Hubiera hecho cualquier cosa por ella, lo que fuera. Él la amaba de verdad y Shion también la amaba. Sólo que ella amaba más a su nuevo compañero y no había más espacio para el cachorro.
Todo era claro, nadie lo necesitaba. Nadie lo quería para nada bueno y no estaba dispuesto a seguir con lo mismo. Ni su mamá, ni Shion, ni Hiei, ni nadie iba a poder dejarlo de lado de nuevo, porque este era el final.
En medio del trance delicioso de no saber que sucede alrededor dejó que le metieran una serie de cosas por la garganta. Su estómago estalló en revolución e hizo que botara el veneno en violentos espasmos. Vomitó violentamente repetidas veces. Su cerebro reaccionó en tardía protesta. El veneno salía de su sistema y la puerta de escape se le cerraba de nuevo.
De repente algún residuo del veneno había quedado para romper las ataduras que lo unían al mundo. Pero no podía estar seguro. Hurgó en sus bolsillos en busca de más semillas y halló una última. La tomó entre sus dedos bendiciendo su presencia. La metió dentro de su boca lo más rápido que pudo, pero uno de los criados que luchaba para salvarle el pellejo presencio el intento. No iba a permitir esto así que dio la voz y obligó al zorro a escupir la semilla y de paso un diente, del golpe que le dio.
Kurama cayó al suelo adolorido y desesperado. Un nuevo intento que no daba resultado. No había de otra, no lo querían en el más allá tampoco. El mundo se le vino encima. Pero sonrió cuando empezó a sentirse mal de nuevo. Quizá después de todo algo del veneno logró escapar de los intentos de los criados.
Karasu apareció furioso al escuchar los reportes de los criados. Entró a donde el youko se retorcía adolorido y lo pateó furioso. Estaba albergando la posibilidad de acabar con él en recompensa por su intento de matarlo.
De repente era una buena idea. Por ahora iba a encargarse de que el zorro sobreviva y luego se iba a dar el placer de matarlo con sus propias manos. Como con su anterior mascota. Fue tan delicioso y con ese youko sería igual sin duda.
XXXxxxXXX
El sonido de la cascada era maravilloso. Se quitaba su ropita y se arrojaba desnudo al agua. Nadaba horas de horas y atrapaba uno o dos peces. Luego corría al lado de su mamá a mostrarle lo que había conseguido. Al principio su mamá lo besaba y abrazaba y preparaban lo que había atrapado para la cena. Luego llegaba Shion con un trozo gigante de carne y su mamá lo llenaba de besos y abrazos. Y Shion lo miraba con desprecio de nuevo, al verlo sucio y despeinado. Se quejaba de que siempre andaba todo desaliñado.
Su mamá preocupada por esto empezó a acicalarlo, a peinar su cabello rojo hasta que quedaba liso y sin nudos, a refregarle la piel hasta que quedaba libre de manchas. Lavaba su única muda de ropa y lo obligaba a mantenerse limpio para cuando Shion volviera. Una vez llegaba a casa con lo que había traído para su mamá seguía con la cantaleta de que era un cachorro horrible. Eso la entristecía mucho y la hacía llorar a veces. Shion lo mandaba a dormir afuera porque decía que era el culpable de las lágrimas de su mamá. No era cierto, aunque de cierto modo sí, no tenía la culpa de ser un cachorro horrible después de todo.
Shion era muy cruel con él y su mamá lo sabía o de cierto modo se daba cuenta de las cosas. Ella quería de todo corazón que se llevaran bien ambos. Pero ninguno de los dos ponía de su parte. Kurama trataba de alejarse lo más posible de él, pero cuando estaba su mamá por ahí, se pegaba a ella lo más posible. Apenas Shion ponía un pie en la casa lo obligaba a apartarse de su lado. Al principio no le hacía caso aunque se muriera de miedo de darle la contra. Cuando lo miraba y de un gesto lo largaba de la casa hacía como que no entendía las cosas y se pegaba a su mamá.
Ella siempre estaba demasiado ocupada en las cosas de la casa como para estarse fijando es eso. Kurama la estorbaba cuando quería hacer los quehaceres y se ponía en medio o la seguía como su sombra. En su afán de hacer sus cosas tranquilas se zafaba de su cachorro dejándolo a merced de Shion. Al principio sólo lo miraba con sus ojos pequeños y dorados y eso era suficiente para largarlo de la habitación. Pero ante la terquedad del cachorro empezó a jalarlo de la cola o del cabello y aventarlo fuera de la casa.
Una vez tuvo la desgracia de quedarse a solas con Shion, una vez que su mamá tuvo que irse a otro pueblo un par de días. Esos días le parecieron años. Se propuso desaparecer de su vista y no aparecer hasta que su mamá volviera pero no. El youko necesitaba a alguien que lo atendiera. Y como para algo debía servir el horrible cachorro. Aunque aún era muy pequeño se hizo cargo de los deberes. No le fue bien después de todo. Cuando el adulto llegó a casa luego de salir como siempre lo hacía, no encontró al cachorro ni a nadie en casa, ni almuerzo o cena o nada parecido.
No le fue difícil encontrar al cachorro jugando apaciblemente entre las piedras de la cascada del río plateado. Había almorzado unos peces que atrapó y cocinó al fuego. Las espinas estaban aún regadas entre la hierba. Sus orejitas le advirtieron tarde la presencia del youko adulto lo cual dificultó su escape. Vio que venía hacia él furioso, sus ojos dorados brillaban con ira.
Estaba desnudo y húmedo. No había tiempo de buscar su ropa así que emprendió el escape sin éxito. Debió suponer que no era rival para un youko adulto. Shion lo atrapó y arrastró sobre las piedras que se le clavaron en la piel. Gritó de susto y de dolor. El youko tomó del suelo su ropa y lo arrastró hasta la hierba. Lo aventó y lo empezó a golpear con tanta fuerza que podía jurar que sus manos eran de piedra.
Kurama gritó como cachorro herido llamando a su madre, pero nadie lo oyó, ella estaba demasiado lejos para auxiliarlo. Shion no se detuvo y siguió hasta que el horrendo cachorro se quedó en silencio demasiado cansado para seguir llorando.
Lo obligó a vestirse y luego ató sus manitos juntas con una soga. Lo llevó arrastrando todo el camino hasta la casa y lo ató al árbol del costado de la cabaña.
Kurama esperó ahí a su madre que lloró toda la noche por su culpa cuando lo vio. Finalmente ella consiguió que Shion le de permiso para curarlo. Ahora si le podía dar la razón, era el cachorro más horrible, morado, magullado y herido del mundo. Su mamá recogió hojas verdes y pardas del bosque y cubrió con ellas su cuerpo. Lo besó tiernamente y lo dejó descansar. Las plantas hicieron que se recuperara pronto. Desde ese día se mantuvo lo más lejos posible de Shion, se rindió sabiendo que aquella era una batalla que no iba a poder ganar. Se limitó a obedecerlo en todo lo que le decía y hacía todo muy rápido para no enojarlo. No quería más problemas con él ni ver triste a su mamá.
Pensaba en ella a cuando pensaba en huir. Se imaginaba que ella iba a estar al final del camino que se dibujaba a lo lejos. De repente esperándolo, de repente aún en la cabañita donde vivían hacía mucho tiempo. De repente ni lo reconocía. Había pasado mucho tiempo, ya no era un cachorrito. De repente ahora sí Shion lo aceptaba en la casa. Pero no… eso no iba a ser jamás. Si lograba escaparse no podía regresar a su casa.
Podía vivir en el bosque, viviría del bosque como lo hizo cuando era un cachorro. Sabía como hacerlo y esas cosas no se olvidan. Pero cuando, si no conseguía escapar de ese lugar. Ahora seguía encerrado recuperándose. Sabía que cuando abandonara esa habitación sería la última vez. La próxima vez no iba a fallar, no podía fallar.
Su amo había entrado a visitarlo un par de veces durante su estadía en el calabozo donde estaba encerrado. Lo golpeó un par de veces y luego se fue sin decirle nada. Cada vez que se abría la puerta él esperaba ver entrar a Hiei. Quería verlo de nuevo y sentir sus caricias.
Pero no lo iba a volver a ver porque no podía regresar a ese lugar, con Yomi. Aunque Hiei parecía tan distinto a ellos, a todos lo amos que había conocido hasta entonces. Todos los anteriores lo usaban como un juguete y lo botaban a un lado cuando ya no lo querían.
Desde que abandonó su casa cuando era un cachorro y perdió su libertad había pasado por muchos amos. Todos lo trataron mal o peor que su actual amo. Su única ventaja como cachorro era que perdía pronto la conciencia y no sentía nada. De igual modo trabajaba duro y obedecía cada una de las órdenes que le daban. Pero fue con Karasu que conoció el precio de no ser un cachorro horrible.
Pero si antes no pudo huir no sabía como iba a poder hacerlo ahora. Desde que lo arrancaron de su casa intentó escapar y escapar. Regresar con su familia aunque no los quisieran por ahí.
XXXxxxXXX
La puerta se abrió y entró uno de los sirvientes del amo. Lo liberaron de donde estaba atado con cadenas e hicieron que se levantara. Sus piernas estaban tan adoloridas, tan cansadas que le costó trabajo volverlas a la vida.
El mismo ritual de siempre, lo bañaron y acicalaron para dejarlo listito para usar. El zorrito no protestó ni les dio ningún problema a ninguno de ellos como solía hacer. No protestó, ni se sacudió como un gusano que sacan de la tierra, ni nada. Se dejó conducir a la habitación del amo y ahí dentro lo esperó en silencio. Sentado en la cama, sereno mientras la luz de media noche entraba por la ventana.
Karasu entró a su habitación en busca de su mascota. Se llevó una sorpresa cuando vio al zorrito sentado esperándolo. Pareciera que por fin había aprendido la lección. De repente no era necesario buscarse otra mascota. Lucía tan bien vestido con un traje blanco, como si tuviera puesta su mortaja de antemano. Sonrió y se acercó a él, aún con ganas de lastimarlo más. No había olvidado lo que trató de hacer. Si lo intentó una vez, lo haría de nuevo sin duda, no se iba a arriesgar.
Se sentó al lado del zorrito que lo miró con ojos vacios. Recostó su cabeza sobre el hombro de su amo, buscando su calor. Imaginaba que era Hiei, que era él quien estaba a su lado. El trago amargo era primero luego el dulce sabor de la libertad.
Este gesto tan poco propio del zorrito lo puso en guardia. Algo tramaba su mascota, pero esta vez no le iba a resultar. Lo hizo a un lado violentamente rompiendo el trance de Kurama, por un momento los ojos le volvieron a brillar, pero de un modo distinto.
No era Hiei a quien tenía en frente, sino a la persona más despreciable del mundo. No podía hacer nada en su contra por ahora, llevaba las de perder. Karasu lo agarró del cabello y lo hizo ponerse de pie.
No le iba a dar gusto una vez más, esta vez iba a pelear, así fuera lo último que hacía no le iba a resultar tan fácil a su amo tenerlo en su cama. Una vez hizo que se arrodillara frente a él descubrió sus intenciones. Lo abofeteó con tanta fuerza que hizo que su traje blanco se tiña de sangre. A Kurama no le importó el dolor, lo miró con todo el odio que podía tener.
"¿Qué demonios te pasa Youko? No me desafíes que te puede ir mal. "
Kurama se quedó de rodillas bajó las orejas y la cabeza. Sus dientes salieron a relucir sin que Karasu se diera cuenta. Estaba bastante harto de todo y ya no le importaba que lo mataran con tal de salir de ese lugar.
"Así está mejor. " Y se sentó sobre la cama esperando que su mascota haga su trabajo.
Kurama se acercó a su amo, aún de rodillas y cuando este lo tomó de los cabellos para obligarlo a meterse todo su miebro en la boca, lo mordió. Primero le metió un mordisco a su miembro y luego a la mano que tanto daño le había hecho. Se prendió su mano a punta de mordiscos abriendo una herida sangrante. Se retiró un poco porque sabía lo que venía, lo iba a matar sin duda.
En efecto, Karasu se puso de pie de un salto. Furioso. Su mano en llamas y su miembro ahora flácido y adolorido. No le había hecho mucho daño pero igual, ese zorro iba a morir. Lo descubrió tratando de ocultarse debajo de la cama. Lo atrapó de la cola haciéndolo gritar como siempre cuando lo tomaba de ahí. Era una de sus zonas más sensibles y lo sabía. Por eso disfrutaba pisarle la cola cada vez que entraba al calabozo a asegurarse de que no muriera aún, pensando como lo iba a matar lentamente.
Ahora era el momento, se había imaginado el rostro de terror en su mascota como lo hizo la anterior que lloró y suplicó por su vida. El youko sobre la cama aún vestido se veía desafiante todavía, con los labios ensangrentados y los ojos brillantes. Lo abofeteo hasta que sintió que la mano se le acalambraba. Pero el zorro lo seguía mirando con desafío.
Sabía perfectamente como quitarle esa expresión del rostro. Así que decidió que ya era hora.
Intentó arrancarle la ropa al zorrito sin éxito. Peleó como nunca, revolviéndose sobre la cama gritando y lanzando dentelladas. Sin quererlo se estaba haciendo más deseable para el otro mundo. Ahora si que iba a ser más placentero mandarlo al más allá.
Así y todo Karasu se echó sobre Kurama y aprovechó que su mascota estaba demasiado ocupada tratando de sacarse del cuello una de sus manos que parecían tenazas. Se colocó entre sus piernas separándolas con su cuerpo. El zorrito se revolvió aún más sobre la cama, gritando y arañándole el rostro.
Lo iba a matar ahora mismo.
Logró su cometido sometiendo al zorro una vez más. Había ganado. Lo tenía debajo de su cuerpo y ahora la presión en su cuello hacía efecto. El youko empezaba a perder fuerzas. Lo soltó para evitar asfixiarlo completamente. Atrapó sus manos y lo dejó gritar mientras trataba de soltarse. Luego se acomodó un poco más y consiguió abrir completamente las piernas del youko. Ingresó en el de un solo golpe y el youko le gritó en el oído con todas sus fuerzas. Karasu levantó la cabeza escapando de una dentellada de su mascota que casi le arranca la oreja. Siguió con las penetraciones violentas drenando las fuerzas de su mascota con cada una de ellas.
Kurama estaba furioso, no podía seguir con esto, pero estaba tan cansado. Sus brazos estaban presos bajo una mano enorme de Karasu, sus piernas separadas dolían demasiado. Empezó a patalear a pesar del dolor, intentando zafarse, intentando sacárselo de encima. Karasu se resistió y ejerció más presión sobre él. El zorrito se movía mucho lo cual le daba más placer. De repente debió hacérselo así mas seguido.
Llegando al clímax apretó más sus manos impidiendo que huya. El zorrito se estaba quedando quieto y adolorido. Las ganas de pelear se iban consumiendo. Se quedó quieto finalmente cuando su amo estalló dentro de él.
Karasu se levantó triunfal. Le dio una mirada a su mascota, desparramada sobre la cama, envuelta en sangre fresca. Sus ojos cerrados y sus labios separados, su carita de dolor, sus orejas agachadas y su cola inerte.
Era el momento de acabar con él. Así que decidió que ya era el momento. Recuperó rápido su erección y se volvió a colocar sobre el zorro. Él había sido quien le recomendó a Yomi el apretarle el cuello al zorro para sentirse mejor dentro de él. Y así era. Ingresó de nuevo dentro de su mascota haciéndola gritar de nuevo e inmediatamente rodeó con sus manos su cuello blanco.
Apretó con todas sus fuerzas haciendo que los ojos del zorrito se llenen de lágrimas. Apretaba los dientes mientras sentía como el aire se bloqueaba en su garganta y se le empezaba a oscurecer la habitación.
Karasu empezó a disfrutar como nunca el espectáculo, su mascota estaba llorando. Apretó más todavía pero no lo suficiente para quebrar su cuellito. El zorrito lloraba a mares, pero por lo menos así se iba a liberar de todo.
"Hiei…" susurró…
" Hiiieeeii." gimió esta vez.
Karasu se detuvo en seco al oír esto. Le pareció muy cómico escuchar el nombre de Hiei en los labios de su mascota. Recordó la historia que le contó Yomi, esa acerca de su hijo enamorándose perdidamente del zorrito. Era tan gracioso sobre todo cuando parecía que su mascota sentía algo parecido por él. Yomi lo sabía así que le había pedido que lo aleje lo más posible de su hijo.
"¿Hiei¿Acaso crees que va a venir a salvarte? Eres aún más estúpido de lo que pensé mascotita. Ya me contaron la historia de tu romance con el hijo de Yomi. ¿Es qué en algún momento creíste que era en serio? Hiei se divirtió contigo tanto como mi buen amigo Yomi lo hizo. Todo el mundo lo hace. Sólo para eso sirves. "
Pero eso ya lo sabía, Hiei se estaba divirtiendo con él pero que Karasu se lo dijera era peor todavía. Pero Hiei se lo prometió, le prometió que lo iba a defender de lo que fuera, de Yomi, de todo. No era justo, como pudo mentirle así. Si él confiaba en Hiei, si hasta llegó a pensar que decía la verdad y a querer quedarse a su lado para siempre.
Kurama se deshizo en llanto. Eso le dolió más que nada en el mundo, más que cuando lo separaron de su casa, mucho más. Por un momento pensó que Hiei lo quería, como pensó que su mamá lo hacía pero igual lo dejó ir. No era justo, ya no tenía porque seguir peleando. Pero si de ese modo iba a poder terminar con todo esto, que así sea.
Karasu siguió apretando su cuello y las manos de Kurama con las últimas fuerzas que le quedaban se posaron sobre su pecho. Avanzaron hacia su garganta y clavó sus garras en ella haciendo que descendiera sobre él y pudo tener a su alcance una oreja. La mordió como si su vida dependiera de ello.
Su amo se levantó enfurecido y le dio tiempo para levantarse de la cama. La vida volvía a sus pulmones y saltó de la cama en dirección contraria a la de su amo. Vio como se acercaba a él enfurecido. Cerró los ojos y esperó
Continuará...
