Tampoco te ha hecho ganar el apremio del rey. A pesar de haber dado todo de ti, a pesar de ser tú la razón por la cual prospera su reino, a pesar de llevar en tu interior el tercer fruto de sus entrañas y a pesar de que, cuando te transformas, él se ve tan pequeño cual hormiga a merced de un pisotón tuyo, él sigue dirigiendo hacia ti la misma mirada de cuando eras la niña que daba de comer a los cerdos. Sí, esa niña sigue allí, oculta entre las recámaras de tu corazón. Así como ella, tú también sigues viendo un estro de bondad entre toda la inmundicia que le rodea, con la diferencia de que ahora sí te cuestionas, sí buscas un por qué.

Lo descubres al ver aquella lanza dirigirse a él. ¿Si el rey muere, que será de ti? Entonces lo entiendes: el rey te ha dado un propósito. Sí, es mezquino por consistir solo en servirle, pero no deja de ser uno a fin de cuentas. El anhelado sentimiento de creerte necesitada por alguien, de que alguien no sea el mismo o no pueda vivir sin ti.

Sin tu familia, sin hogar, sin una identidad, él te ha dado una 'razón' para existir. ¿Sin embargo, él muerto, cuál sería tu nuevo 'propósito'? ¿Habría siquiera uno?

Te interpones en la trayectoria del arma y esta se atraviesa entre hombro y pectoral, rasando el área del corazón. Diriges hacia el rey una última mirada, mas la suya continúa siendo impasible.

'Para eso naciste, Ymir. Mi esclava'.

¿Y si es verdad? Te preguntas. ¿Y naciste con el único fin de ser una esclava?

Cierras los ojos. Quizás morir sea lo único que te haga en verdad libre.