Y buuueno llego al final mi fic. Abuuuuuuuu. ;; he de confesar que me ha dado penita y me puse a llorar. Gracias a todos por leer mi fic, espero que les haya gustado tanto como a mi. Gracias totales. Y besitos... Nada me pertenece. Yo sólo hago un fanfic. Este fic ha sido editado La versión original está en mi pag web.



10. To Start once again

Todo estaba tal y como lo había dejado. Algunos árboles que conoció en su más tierna infancia estaban ahí. Mamá le había enseñado a reconocerlos y decía que algunos de ellos contenían el alma de sus antepasados.

En sus recorridos solitarios hablaba con ellos. Les decía abuelito, abuelita. No tenía nadie con quien conversar desde que su mamá se la pasaba demasiado ocupada con su nueva pareja.

Amaba a esos árboles como si fueran parte de su familia. Le recordaban tanto al hogar que conoció hacía ya tanto tiempo. Estos mismos árboles le dieron la bienvenida cuando llegó al mundo y lo hicieron de nuevo cuando empezó una nueva vida.

Encontró un lugarcito en medio del bosque donde podía quedarse tranquilo. Cerca de su adorada cascada que lo recibió alegre cuando se sumergió en sus aguas cristalinas. Se liberó de la ropa sucia y gastada por el viaje que traía. Había viajado mucho y la traía hecha jirones.

Se quitó el kimono harapiento y se quedó desnudo tal y como vino al mundo. Había vuelto a nacer en esa cascada. Inundó el lugar con lágrimas al recordar todo lo que le había ocurrido desde que abandonó su hogar. Desde que Shion se lo entregó a un desconocido hasta su despedida con Hiei.

Esto era lo más horrible que había pasado hasta ahora. Más terrible que nada que hubiera podido vivir antes. Nada se comparaba a una despedida.

Una vez salió del agua empezó a vivir de nuevo.

Construyó con sus propias manos una cabaña pequeña para él y sus recuerdos. Se alimentó de peces y del bosque hasta que pudo hacer que la tierra produzca lo suficiente para poder aparecerse por el mercado del pueblo.

Había crecido mucho desde el día en que Shion lo arrojó a las manos del destino. Ahora no era más el cachorro horrible y desaliñado que tanto detestaba. Nunca más lo sería, nunca más. Pensó en Shion y se le escarapeló el cuerpo. Que haría si lo veía de nuevo. No estaba seguro pero en el fondo, la sola idea de encóstraselo lo aterraba mucho.

Pero a quien quería ver era a su mamá. Aún así tenía tanto miedo, miedo a verla y a no poder decirle como había estado todos estos años. Ella se iba a poner muy feliz de verlo sin duda. De repente Shion no estaba ya con ella y podían quedarse juntos como antes. Esta vez no iba a permitir que los separen de nuevo. Nunca más.

Esta vez iban a quedarse juntos e iba a ser muy bueno. Sobretodo porque estaba emprendiendo una nueva vida. Aunque alejado de todo lo que le había pasado antes.

En el pueblo pasó desapercibido un tiempo. Había crecido bastante y ya no conocía a nadie de por ahí.

Se mantuvo alejado de quienes podían conocerlo. Antes de ir a ver a su mamá tenía que tener algo que ofrecerle. Un mejor lugar para vivir y cosas que le iba a comprar. Un hermoso vestido que vio para ella. La quería tanto y deseaba que el tiempo no hubiera cambiado las cosas.

Trabajó muy duró para hacer su cabañita y que la tierra produzca lo que quería. Vendió el fruto de su esfuerzo en el pueblo y lo primero que hizo fue ir en busca de un mercader.

Compró el vestido más bonito que pudo encontrar. Nervioso pidió que se lo envolvieran en tela suave. Casi no podía dejar de temblar de la emoción. Regresó a su cabaña y se aseó lo más que pudo. Peinó su cabellera roja con mucho cuidado para que su mamá viera que no estaba tan desaliñado como hace tanto tiempo.

Respiró hondo y abandonó la cabañita con el regalo en la mano. Le iba a encantar el vestido. Había visto ropa tan bonita sólo en las casas de sus amos, gente con mucho dinero y lujo. El sólo recordar esos días de desolación lo tocaron de nervios.

Apenas abandonó su casa fue a dar en un lugar de esos. Una casa tan grande como el bosque donde vivía. Tenía tantas cosas hermosas que no podía creer que todo eso existiera. Cuando el amo de la casa lo compró y lo hizo entrar el pequeño zorrito no podía mantener la boca cerrada en su asombro.

Hasta tenía la casa una cascada como la suya dentro de una de las habitaciones. Que diferencia con la cabañita de madera que había conocido hasta entonces. La dueña de casa salió a su encuentro vestida con colores vistosos. Lo primero que hizo fue decir que no debió traer un cachorro como ese, que era muy pequeño, que no iba a servir para trabajar en la casa, que estaba muy sucio y más adjetivos horribles,

El amo no le prestó atención e hizo entrar al aterrorizado y lloroso zorrito a la cocina en donde encargó a un sirviente que lo aseara y pusiera a trabajar. Kurama estaba tan asustado que mordió y pateó a discreción con tal de poder regresar con su mamá. El sirviente que recibió las dentelladas dijo que era un cachorro estúpido cuando lo golpeó repetidas veces dado su atrevimiento. Los mordiscos que le dio no fueron ni cosquillas a comparación de los golpes que recibió. No le quedaron ganas de volver a intentarlo.

Aún lloroso lo llevó en presencia de los amos para que decidieran en que utilizarían al cachorrito.

"No sé para que trajiste un youko a la casa. Esos sólo dan problemas." Se quejó la dueña de casa mientras se movía con todos esos colores de tela encima.

El dueño la ignoraba completamente y se acercó a Kurama que no podía quedarse en silencio de lo asustado que estaba. Su llanto aumentó al ver que el amo se le acercaba. Le recordaba mucho a Shion por lo enorme y descomunal que se veía. Él en cambio era un cachorro pequeño y esquelético, mal alimentado y bastante desaliñado.

El amo lo tomó de un brazo y le hizo dar una vuelta frente a él. Su colita rozó la entrepierna del amo al hacer esto. Kurama estaba temblando mientras gimoteaba profusamente.

"Cállate ya."

"No le pidas que se calle si sabes que no lo hará. Es un cachorro todavía, de pecho seguro, lo has traído muy joven y ahora tendrás que aguantar sus chillidos." Exclamó ella sarcástica.

El amo de nuevo la ignoró pero no pudo hacer lo mismo con el llanto irritante del zorrito. Así que no encontró mejor manera de callarlo que darle una bofetada que casi le arranca la cabeza.

Kurama cayó al suelo sintiendo que la cara se le adormecía por el golpe. Por un momento funcionó la solución pero al rato empezó de nuevo a llorar y más.

"Te lo dije. Está muy joven todavía, mejor regrésalo a donde lo sacaste. Regrésalo con su madre para que acabe de crecer."

Al oír esto Kurama dejó de llorar. Se puso de pie de donde cayó y corrió hacia donde la dueña de casa. Se tumbó a sus pies llorando y manchando su hermoso vestido.

"Por favor… déjeme ir a mi casa. Por favor…." Ella lo apartó de su lado de un puntapié, asqueada por la escena.

"Largo de acá, zorro apestoso." Gritó " Estás arruinando mi vestido. ¿Tienes idea de cuánto vale? Vale más que tú, tendría que venderte veinte veces para poder comprar otro. Estúpido zorro."

El amo se acercó a ambos y tomó al zorrito del cabello y lo sacó de ahí. Desde ese día se dio cuenta de que su vida había cambiado drásticamente y nunca iba a volver a ser el mismo.

Lo pusieron a trabajar dentro de la casa. El amo lo decidió así a pesar de las protestas de su compañera. Kurama se maravillaba viendo las cosas hermosas que había en la casa.

Se divertía mucho corriendo de un lado a otro limpiando aquí, mirando allá. Hacía bien su trabajo. Incluso el amo estaba contento con él. Cuando lo veía cerca le acariciaba las orejitas haciendo que se sienta bien. A veces cuando estaban solos en un cuarto lo sentaba sobre sus piernas y le acariciaba el cabello. Le daba de comer en la boca unas frutas y manjares deliciosos que nunca se imaginó que probaría. La única condición era que al terminar le lamiera los dedos.

Era un trato justo si podía probar algo tan delicioso.

Pero a la dueña de casa esto no le parecía bien. Un día sin que él hiciera nada ella le dio una bofetada. Kurama sorprendido no hizo más que mirarla y desaparecer de su vista.

Esa tarde el amo entró al cuarto de baño donde el zorrito estaba. Lo encontró desnudo jugando con unas burbujas de jabón. Al verlo entrar no supo bien que hacer, le movió la colita en incertidumbre.

El amo se acercó a Kurama y le acarició las orejas como siempre. Luego se desvistió y entró al agua con él. Le ordenó que le frotara la espalda y así lo hizo el cachorrito. El amo empezó a acariciarlo despacio cuando hubo terminado e hizo que se pusiera delante de él para hacer lo mismo.

Sus manos se posaron en su espalda y luego fueron bajando a su colita. Lo tomó de la cola y lo empujó hacia delante. Kurama se asustó mucho ante esto y salió del agua de un salto.

"Ven acá youko, no he acabado contigo. " Ordenó el amo.

Estaba tan asustado que no supo moverse de donde estaba. Así que fue presa fácil del amo que lo atrapó y lo hizo volver al agua a la fuerza. De nuevo el sonido irritante del llanto del cachorro.

Esto alertó a la dueña quien llegó rápidamente a donde se estaban sucediendo los hechos. Ella sospechaba que algo así iba a pasar tarde o temprano.

Luego de ello el zorrito permaneció dos días encerrado en una habitación pequeña en espera de un nuevo hogar. Abrieron la puerta y de nuevo tuvo que partir a las manos de un nuevo amo.

Sacudiéndose los malos recuerdos de su cabecita roja subió la colina con el corazón saliéndosele del pecho. Que iba a decir su mamá cuando lo viera. Como estaría ella, sus recuerdos permanecían intactos desde el día que se fue de ahí. No importaba ya que Shion estuviera ahí. Ya no le tenía miedo.

Alcanzó a divisar la casita de madera en la cima de la colina. Pero fue nada de lo que estaba esperando ver.

La cabaña en ruinas, pero el mismo árbol enorme al lado de la casa permanecía incólume donde lo habían dejado. Temeroso aún ingresó por la donde debería estar la puerta.

Dentro de la cabaña, el tiempo había pasado y consumido las cosas. Estaba abandonada hacía tiempo por el estado de su interior. Kurama dejó el paquete sobre la mesa inmunda y recorrió cada rincón de la cabaña.

Aún recordaba ese día cuando salió de casa y le dio la última caricia a su mamá. Salió sin ver atrás con rumbo a la cascada para no volver más. La había visto en la ventana de la cocina, la última vez. Ahora quizá nunca más la iba a ver.

Sintiéndose miserable, más que nunca salió de la cabaña. No tenía nada más que hacer ahí. Su mamá ya no estaba ahí como era de esperarse. Podría estar en cualquier lugar, de repente salió en su búsqueda una vez no regresó él a su lado. De repente estaba vagando por todo el Makai buscándolo. Y así nunca lo iba a encontrar.

Ilusiones deshechas una vez más. Se había propuesto, una vez dejó a Hiei no volver a hacerse ilusiones que terminarían hechas añicos luego. Pero una vez más sucedió, de nuevo estaba en medio de la nada y sin ganas de continuar.

Pero se había propuesto empezar de nuevo, desde cero y ya lo estaba logrando. Ese fue el precio que tuvo que pagar por dejar a Hiei atrás. Ahora estaba enfrentándose a su pasado y sintiéndose el ser más miserable sobre la tierra.

Es que estaba solo.

Se apoyó sobre el tronco inmenso del árbol de la casa y se sentó un momento a pensar en su mamá. En cuanto la extrañó todo este tiempo y que quizá no la iba a volver a ver más. Ahora tenía que ponerse a buscarla. Pero no sabía por donde empezar. De repente alguien en el pueblo sabía de ella, que había sido de ella hacía ya tantos años.

Entró a la cabaña tejiendo ilusiones de nuevo. Incorregible. Tomó el paquete en sus manos limpiándolo lo mejor que pudo del polvo y suciedad de la cabaña. Salió luego y se dispuso a abandonar el lugar.

No tenía porque quedarse ahí, ese ya no era su hogar. Aunque fue el único que conoció. Sin saber bien porque sus pies lo hicieron avanzar hacia la parte trasera de la casa. Quizá el deseo de verla.

Avanzó y sus pasos de detuvieron violentamente. Sus manos soltaron y regalo mientras que sus rodillas temblaban como si se fueran a romper. Recuperó la movilidad y avanzó hacia dos montículos de piedras apiladas cerca de la pared.

Los ojos se le nublaron al darse cuenta que no tenía que salir a buscarla, ella nunca había abandonado la cabaña después que se fue.

No quería creerlo y otra ilusión más se hizo pedazos. Cayó de rodillas sobre el montículo más grande dejando brotar las lágrimas.

Pasó horas en ese lugar, sintiendo pena por sí mismo, deseando nunca haber salido de casa esa mañana, deseando que Shion nunca lo hubiera encontrado. De no haber sido así de repente ella estaría con él en ese momento.

"Maldito Shion." Murmuró a punto de enloquecer de tristeza. Era toda su culpa.

Secándose las lágrimas sintió deseos de sacar sus huesos de la tierra y tirarlos por otro lado. No iba a estar junto a su madre, no lo merecía. Excavó un poco con sus uñas y se detuvo de pronto. El montículo era pequeño, demasiado pequeño como para un youko adulto. Shion no era el que estaba a su lado en ese lugar. Ese montículo correspondía a un cachorro pequeño, como él hacía tanto tiempo. Quizá más.

Entonces ella no estaba enferma cuando se sentaba agotada de hacer los quehaceres diciéndole que no podía atenderlo.

Se quedó en ese lugar rezando por ellos hasta que llegó la noche.

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En el pueblo encontró a una amiga de su mamá que apenas lo vio lo reconoció. Ella le confirmó sus sospechas. Su mamá tuvo otro cachorro que murió en sus brazos cuando nació y ella también se fue a los pocos días. De Shion sabía que estaba viviendo en una cabaña al final de la calle. Viviendo de lo que los vecinos le daban y que nunca lo veía salir. Hacía tiempo estaba encerrado en esa cabaña y nadie sabía de él.

Kurama agradeció y partió en busca de Shion. Recorrió la calle polvorienta internándose en cabañitas deshechas por las lluvias frecuentes en esta época del año. Había guardado una canasta de provisiones porque dejó una a quien le dio la información.

Golpeó la puerta ligeramente para darle a conocer a quien habitaba dentro que había llegado. No hubo respuesta así que entró con un profundo crujido de la puerta.

La habitación estaba oscura, húmeda y con mal olor. En el fondo, sobre el suelo y donde no daba la luz había un bulto oculto. Kurama se acercó despacio apenas dejó la canasta de viveres restante.

Una tos fuerte le reventó en los oídos. Se acercó igual al bulto en el suelo. Al sentir que alguien se acercaba el youko se dio la vuelta débilmente. Al ver a Kurama los ojos pequeños y dorados se abrieron de modo descomunal. Intentó levantarse del suelo para huir del horrible cachorro que se acercaba a él con pasos decididos.

"Lárgate."

Al parecer pensaba que estaba alucinando porque trataba de espantarlo como si fuera un mal sueño.

"Vete y déjame solo, déjame tranquilo. Déjame morir tranquilo." Ysu tos se hizo más fuerte y estridente.

Kurama lo ignoró totalmente y se agachó a su altura.

No era ni la sombra de lo que fue. Palidez cadavérica, cabello enmarañado y ojos cubiertos de sombras oscuras por la enfermedad. Se veía tan pequeño y frágil, nada parecido al descomunal youko que lo aterrorizaba cuando era un cachorrito.

Estiró una mano y a pesar de las protestas del otro youko le acarició el rostro, liberando sus ojos de cabello oscuro y enmarañado.

"¿Qué quieres aquí?" susurró Shion." Lárgate de aquí."

"Vine a verte para preguntarte por mi mamá. Pero veo que estás muy enfermo."

"Nunca fuiste muy listo ¿no? Fuera de aquí estúpido cachorro. Largate de mi vista, déjame tranquilo."

"Estás muy enfermo y necesitas que te atiendan."

"¿En serio? Claro que estoy enfermo estúpido cachorro. Veo que creciste pero sigues igual de idiota. No tienes nada que hacer aquí. Fuera."

Kurama no le prestaba atención y trataba de asir a Shion para levantarlo y sacarlo de ese lugar. Lo iba a cargar si era necesario, dudaba que pudiera caminar.

"No te voy a dejar aquí."

Shion apretó los labios porque sabía que no contaba con fuerzas suficientes como para imponerse. Cerró los ojos furioso y trató de espantar a Kurama de nuevo. Pero el cachorro horrible era muy obstinado y empezó a sacar algunas cosas de la canasta que había traído.

"Son hierbas medicinales. Te ayudarán mientras llegamos a mi casa donde…"

"Sé que son idiota. Ahora fuera de aquí que no quiero tu lástima. Fuera de acá."

"Sé que me odias y todo eso. Pero lo hago por mi mamá. Sé que sufriría mucho si te viera así. Ponte de pie y si no puedes te llevaré cargando hasta el bosque."

Shion se quedó sin habla. Lo miró con ojitos dorados fulgurantes de rabia. Pero no podía hacer nada. Estaba demasiado enfermo para moverse y deshacerse del cachorro. No iba a durar mucho de todos modos. Así que de repente sería bueno pasar sus últimos días en un lugar cómodo y acogedor.

Pero necio como era le dio más trabajo del que Kurama esperaba. Se resistió a ser trasladado a su nueva habitación.

Finalmente Kurama lo logró. Aunque Shion pataleó, berreo y gritó como loco, lo llevó a su casa. Aseó al enfermo y lo alimentó. Estaba muriéndose de hambre. Luego lo hizo acostarse en la cama y lo cubrió con cuidado. No necesitaba que se lo dijera, pero Shion estaba muy contento por todo esto.

De repente nadie antes había sido tan bueno con él. Sólo su mamá y por eso era así.

Pasaron los días y por lo menos Kurama no se aburría más. Shion era como un cachorrito malcriado. Gritaba y rabiaba a cada rato. Insistía en que podía atenderse solo pero no era así. La enfermedad estaba avanzando sin que pudiera contenerla.

Tenía que darle de comer como a un bebé porque ya no podía sólo y se la pasaba todo el día metido en la cama. De nuevo sintió pena por él, sobre todo cuando en las noches consumiéndose vivo por la fiebre llamaba a su mamá. Sin duda la quiso mucho de verdad.

Shion se debilitó más y ya no se despertaba. Esa noche en la que llovía mucho, Kurama la pasó al lado de su cama. Cuidándolo como su mamá lo hacía cuando se enfermaba.

Quizá Shion había sido muy malo con él hacía mucho tiempo, pero ahora las cosas eran diferentes. Quizá si hubieran sido de otro modo. Pero si Shion no hubiera intervenido, cambiando el rumbo de su vida tan violentamente nunca hubiera conocido a Hiei.

Entonces no podía odiarlo.

El enfermópasó la noche peor que nunca. Llamando a su mamá toda la noche. Por momentos de escasa conciencia la llamaba y le pedía que se quedara a su lado. Kurama le tomó la mano y Shion al contacto se aferraba a la vida.

Amaneció y afuera todo estaba muy húmedo. Kurama soltó la mano fría de Shion yeste reaccionó. Abrió sus ojitos dorados y separó los labios.

"Shhh no hables. Estas muy débil, traeré algo para que comas."

Pero Shion trató de atrapar su mano de nuevo. Esta vez sus ojos dorados brillaban acuosos.

"No me dejes… solo Kurama. "

Era la primera vez que decía su nombre. Nunca pensó que lo haría y esto lo hizo sonreir. No pudo negarse así que regresó a donde estaba antes.

"No me iré si eso quieres."

Shion intentó sonreír entonces. Cerró los ojos pensando en que de repente ya no los iba a abrir más.

"Quiero ver el bosque antes de irme. Me crié en el bosque. ¿sabes? Ahí viví toda mi vida y ahí vi a tu mamá la primera vez."

Kurama se acercó para ponerle una compresa fría que alivia la fiebre. Shion estaba ardiendo de nuevo.

"Te llevaré tan pronto mejores."

"No voy a mejorar tonto. No me queda mucho tiempo así que escúchame bien. Quiero que me lleves al bosque y me dejes ahí. Quiero morir bajo los árboles. ¿Entiendes?"

Kurama no estaba dispuesto a hacerlo pero hizo un sonido afirmativo.

"De acuerdo, así será."

"Yo he vivido toda mi vida solo. Cuando conocí a tu mamá por fin tuve a alguien con quien compartir. Nunca tuve a nadie, a nadie que viera por mí. Cuando ella se murió yo pensé que era mi mala estrella de nuevo. Por eso dije que cuando llegara el momento me iba a arrastrar al bosque y dejar mis huesos ahí."

"Te vas a poner bien, lo sé. He preparado más medicinas y ..."

"No y tú sabes que ya mi cuerpo no da más. Pero sabes algo. Me gustaría quedarme al lado de mi única familia. A la única que tuve y a la que tuve que enterrar con mis propias manos."

Se quedaron ambos en silencio entonces. A ambos les dolió recordar la cabañita solitaria sobre la colina.

"Ese día llovió mucho como ahora. ¿Sabes? Y tu mamá no dejó de pensar en ti ni un solo día."

"Lo sé." murmuró apenas Kurama.

Pasaron las horas y Kurama cumplió con no separarse de su lado. A media tarde cuando estaba más seco el campo tomó a Shion en sus brazos y lo llevó al bosque como deseaba.

Se sentaron bajo la sombra de uno de los árboles favoritos de Kurama. Enorme como Shion cuando lo vio por primera vez.

Shion se sentó y abrió los ojos desapacio. Entonces sonrió lleno de paz. Miró al cielo azul y enorme. Suspiró.

"Has crecido mucho cachorro. Ella está orgullosa de ti. Ella me lo dijo anoche. ¿Sabes? " Tosió un poco más. "¿Sabes que yo también estoy orgulloso de ti? Sé que no tengo porque, te hice mucho daño y lo estoy pagando. Pero estoy orgulloso de ti. ¿Sabes?"

Kurama lo miraba en silencio. Sus ojos se volvían más brillantes y hermosos. El color pálido se empezó a desvanecer y su rostro empezó a tornarse hermoso como cuando lo conoció.

"Siempre pensé que estaría solo hasta el final. Pero mi suerte cambió. Tu mamá me espera en el otro mundo ¿sabes? Nunca me gustó hacerla esperar."

No podía evitarlo, a Kurama se le nublaron los ojos con lágrimas. Estiró sus manos y atrapó una de Shion.

"No llores por mí… nadie lo había hecho antes. ¿Sabes?... Has sido….bueno conmigo… más de… de lo… que yo pude… ser en toda mi vida."

No podía evitar dejar correr las lágrimas.

"Está bien cachorro… está bien… todo va a estar bien… tengo a alguien esperándome por fin. Alguien que me extraña… mucho… Kurama…."

Shion cerró los ojos dorados y reclinó la cabeza.

"Kurama,.. te voy a extrañar… ¿Sabes?..."

La garganta se le secaba de pronto y su cuerpo se aligeraba. Con la mano libre le acarició la cabeza, como se lo hubiera hecho a su cachorro si es que no hubiera muerto al nacer. Acarició los mechones rojos despacio y con cuidado, Sus dedos delgados deslizándose parsimoniosos sobre su cabeza. Kurama apoyó su rostro en el regazo de Shion y enjugó sus lágrimas.

Su mano se quedó quieta y sus ojos dorados no volvieron a abrirse más.

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De nuevo solo. Kurama enterró a su única familia tal como lo hizo Shion en su momento. Lo dejó reposando junto a su mamá y su hermano. Ahora solo de nuevo no sentía más la necesidad de seguir viviendo. Estaba solo. Su mamá y Shion estaban bajo sus pies en ese momento. Ya no los iba a volver a ver. Como a Hiei que estaba tan lejos. Abatido sin ánimos de continuar más, sólo quería que le hicieran un lugar bajo tierra.

Luego de la partida de Shion la casa se quedó vacía. Ya no quería regresar a ese lugar solitario. Pero no tenía a donde ir. Sin nadie solo en su cabaña, lleno de tristeza.

Esa mañana se había levantado muy temprano y recorrió el camino a la cabañita sobre la colina. Fue a visitarlos porque no tenía más ganas de otra cosa que estar con ellos.

Si las cosas hubieran sido distintas. Pero ya nada se podía hacer. Pasó horas rezando al pie de las tumbas, extrañando a Shion, a su mamá, a Hiei más que nunca. Si tan solo él estuviera ahí las cosas sería mejores.

Ya era casi hora de partir. Iba a caer la noche y ya estaba oscureciendo. Levantó la mirada y se quedó absorto.

Una figura oscura lo miraba desde la otra colina. Bajo un árbol alguien lo observaba en silencio. Se quedó inmóvil sin saber que hacer. La figura empezó a descender por la colina. Kurama se aproximó un poco para ver de quien se trataba.

Sonrió con sorpresa mientras se acercaba más y más. Asustado de que fuera un sueño y de arruinarlo si es que se despertaba. No podía contener la emoción al ver que faltaba poco para que lo alcanzara. Seguro había sido largo el viaje. Nunca pensó que iba a ser así. Movió la colita emocionado mientras sus orejitas se erguían.

"Te extrañé mucho…"

"Yo también, Hiei."

Fin