N/A Hola a todos, pese a que estos primeros capítulos se han publicado con poco margen de tiempo entre uno y otro informo de que suelo publicar cada quince días, dos veces al mes, así que si me demoro en publicar no os preocupéis, la historia está terminada, iré publicando los capítulos periódicamente.

Charlotte corrió de regreso a la escuela, escuchaba a los niños salir alegres de las aulas tras un día de trabajo, habían pasado poco más de diez minutos y casi había llegado, el sol estaba levemente oculto gracias a las nubes, pero el exterior aún estaba iluminado por los rayos de luz claros de la estrella diurna.

La preadolescente llegó rápidamente a la plaza que había frente a la escuela, casi todos los niños se habían ido ya, algunos aún estaban en la plaza con sus madres, jugando con otros niños mientras ellas conversaban antes de regresar a sus hogares para comer.

-¡Francesco!- llamó acercándose a su hermano.

-Charlotte ¿dónde estabas? Te he estado buscando.-

-Lo siento acabo de llegar, estaba con la señorita Sophie y no me he dado cuenta de la hora.- se disculpó ella.- ¿qué tal el día?- preguntó amablemente ofreciéndose a llevar la bolsa azul de su hermano donde llevaba los libros.

-Bien, nada novedoso.-

-¿tienes deberes que hacer?-

-Algunos.-

-Bueno, ahora iremos a casa, comeremos, descansarás un poco y los harás después.¿de acuerdo?- el niño asintió.- Buen chico, así después podríamos jugar tú y yo.-

-¿tú que harás Charlotte?-

-Tengo que cuidar las gallinas del patio, ya lo sabes, con un poco de suerte este fin de semana podremos vender un par de docenas de huevos y conseguir algo de dinero.-

-¿para qué quieres tú el dinero? Papá gana mucho trabajando en el hospital.-

-Simplemente lo reservo por si alguna vez lo necesitara.-

Los dos caminaron por las calles de regreso a su casa el pueblo estaba tranquilo y los habitantes estaban ocupados en sus labores, el pueblo estaba atareado, pues en poco tiempo habría un mercadillo en una época en la que el turismo crecía, lo que significaba una gran oportunidad de ganar dinero para los artesanos del pueblo, Charlotte tenía la esperanza de empezar a vender sus bordados en él en unos días y así ganar algo de dinero por sí misma y ahorrarlo para el futuro.

-¿qué tal te ha ido en clase?- dijo Charlotte intentando mantener la conversación.

-Bien, ¿recuerdas el examen de geografía de la semana pasada?-

-Sí, te ayudé a estudiar en casa los días anteriores.-

-Bueno, he sacado una nota alta, aunque no mucho.-

-¿en serio?-

-Solo un siete.-

-Bueno, no es una mala nota, Francesco, aún estás en primaria, no te exijas demasiado, cuando pasen unos años y si sigues estudiando así tendrás las mejores calificaciones de tu clase, aún eres un niño, disfrútalo mientras puedas.- aconsejó su hermana.

-¿tú crees?-

-Por supuesto y podrás ir a estudiar medicina a la ciudad y ayudar a papá en su trabajo, tal y como quieres ahora.-

-¿Y tú qué tal las lecciones de la señora Giovanni?-

-Bastante bien, he avanzado mucho en bordado este último año.-

-¡Por favor hermanita, hazme uno de esos pañuelos como regalo de cumpleaños! Los pañuelos que fabricas son preciosos, estoy seguro de que los reyes de Europa harían cola para comprarlo si pasaran por el pueblo.-

Charlotte no pudo evitar reír por ese comentario, su hermano siempre decía que sus bordados debían tener el mismo valor que los cuadros de óleo que los nobles y aristócratas usaban para decorar sus palacios.

Ambos hermanos llegaron a casa y Charlotte abrió la puerta con una copia de la llave que llevaba en su vestido.

-Mamá, ya estamos aquí.- anunció dejando que el olor a estofado inundara sus pulmones, desde la cocina la aroma de la carne se extendía llamándoles a comer.

-Oh, chicos, llegáis justo a tiempo, casi he terminado de calentar el guiso, prepararé los platos y comeremos los tres juntos.-

Ambos niños asintieron, Francesco subió a su cuarto para dejar su cartera y Charlotte se sentó a la mesa, agradecía tener todas las comodidades de una familia pudiente que les otorgaba el sueldo de médico de su padre, pero a veces detestaba su trabajo, ser médico significaba estar siempre alerta y tener que acudir al hospital en caso de emergencia, por lo que muchas veces su padre debía marcharse de imprevisto o no volvía hasta altas horas de la noche.

-¿vais a hacer algo esta tarde?- preguntó su madre mientras vertía la comida en unos cuencos.

-Había pensado en llevar a Francesco a la plaza después de que terminara sus tareas de la escuela. Para que juegue con los otros niños.- dijo Charlotte poniendo los cubiertos sobre las servilletas en la mesa, Francesco era amable y caía bien a los demás niños, pero no tenía muchos amigos debido a que era muy tímido.

-Es una buena idea, pero no le quites ojo de encima, hace tiempo que desaparecen niños y nadie sabe por qué.- avisó su madre recordando las raras desapariciones de niños en el pueblo.

Hacía ya varios años que ocurría, pero nadie hacía nada o si lo hacían pronto se abandonaba la búsqueda debido a la mala fama de los desaparecidos, casi todos eran niños traviesos, que se saltaban las clases, desobedecían a sus padres o directamente se escapaban de casa, aunque de vez en cuando desaparecía algún niño que simplemente era demasiado confiado... como su hermano, y eso era lo que la preocupaba a Charlotte, quien fuese la persona responsable de aquellas misteriosas desapariciones podría tener una víctima fácil en su hermano o en cualquiera de sus compañeros de clase.

-No te preocupes mamá, no le pasará nada conmigo cerca.- tranquilizó la joven a su madre.- Estará a salvo mientras esté conmigo, te lo prometo.-