Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
LA PROMESA
CAPÍTULO 2
Torre de Bruno
Un tres años después
Bruno se frotó la frente. Estaba realmente harto de tener sus visiones que le causaban terribles dolores de cabeza. Lo hacía para ayudar, para que su madre estuviera orgullosa de él, pero la gente del pueblo parecía no haber entendido el mensaje que deseaba estar solo, sobre todo porque nadie apreciaba su trabajo.
Y las visiones no eran para nada inocuas inocuas como el don de Julieta, le causaban un dolor físico en su cuerpo cada vez que las tenía. No solo le dolía la cabeza, a ves incluso le sangraba la nariz después de una visión. Ya había hablado con su madre al respecto y le había explicado esto, pero era como estar hablando a la pared. Alma estaba decidida que las cosas se harían de una manera y Bruno no tenían otra opción más que obedecer.
-¡No puedo crees que me muestres esto!- reclamó el señor Medina, a quien le había ofrecido la visión. Desafortunadamente no era una positiva: le había mostrado que su padre moriría y Julieta no podría salvarlos- ¡eres un monstruo!-
El hombre lo empujó contra la pared y se fue furioso. Bruno se sacudió la ruana y, tras asegurarse de que Margarita y Pancracio estuvieran bien y no hubieran sido aplastados, se los guardó en su bolsillo y bajó al patio para encontrarse con que estaba nublado.
Sabía muy bien que Pepa también tenía dificultades, tenía que tener un estricto calendario de lluvias y días soleados para que los cultivos crecieran adecuadamente, y era difícil que tuviera las cosas como los granjeros deseaban o que ella misma expresara sus sentimientos. Félix no estaba feliz con ese arreglo y lo ponía de mal humor cada vez que se mencionaba, pero Pepa no se atrevería a desobedecer a su madre.
Él tampoco.
Ya había oscurecido y Bruno bajó de su torre a cenar renuentemente, temeroso de que su madre le echara bronca de lo sucedido con el señor Medina. Conforme pasaban los años, las cenas en familia se volvían cada vez peores para él. La verdad era que la única razón por la que no le pedía a su hermana que le guardara algo de cenar después de que todos se fueran en vez de el horrendo tiempo con la familia (o con su madre realmente) era porque había una persona en el comedor que siempre lo esperaba y preguntaba por él cuando no lo hacía.
-¡Tío Bruno!- exclamaba Mirabel cada vez que iba a tomar su lugar en la mesa, su carita iluminándose y sus ojitos brillando de emoción cuando saltaba del asiento y corría hacia él para abrazarlo.
En ese momento Bruno se olvidaba de sus preocupaciones, de su cansancio y su dolor de cabeza para abrazarla y levantarla en sus brazos, haciéndola reír cuando le daba un beso en la mejilla.
-¡Tío, tu barba pica!- rió la pequeña.
Esa noche Mirabel llevaba puesto un moño en forma de mariposa blanca en sus rizos que Bruno le había regalado, y llevaba un vestido de color crema y rosa pastel, además de los lentes verdes que Alma tanto odiaba.
Mirabel comenzó a usar lentes porque constantemente confundía a los adultos cuando estaban lejos, y a veces se golpeaba con los marcos de las puertas. Incluso casita había tenido que rescatarla varias veces para que no cayera en el último escalón. Bruno había notado eso y había insistido que revisaran sus ojos. Al elegir sus lentes, Mirabel se decidió por las de color verde, haciendo que a Alma casi le diera un infarto diciendo que no era un color para una señorita, pero no hubo poder humano que convenciera a la pequeña de cambiarlos, y Agustín se negó a hacerla cambiar algo tan trivial como el color de los lentes. Finalmente Alma se resignó.
-Hola, mariposita- dijo Bruno con cariño tan pronto como su tío la puso en el suelo de nuevo- ¿qué hiciste hoy?-
-Abuelita me regalo este vestido- dijo la niña dándose una vuelta para que su tío pudiera verlo mejor- pero me dijo que no podía salir porque se ensucia-
-Mmm- dijo Bruno. No estaba muy contento por ese comentario, ya que Mirabel era una niña de tres años, claro que iba a ser desordenada, traviesa y era esperado que se ensuciara mientras jugaba. No le gustaba la idea que su madre le robara su infancia incluso antes de su ceremonia de don. Después de los dones, los niños dejaban de ser niños y se volvían los pilares de la comunidad, trabajando todo el tiempo.
Al parecer Mirabel notó que su sonrisa se borró y le dio un topecito en la nariz con su dedo, una costumbre que había tomado desde muy pequeña.
-¡Bop!- dijo ella con una sonrisa como si acabara de hacer una travesura. Bruno no pudo evitar reír en voz baja.
-Me atrapaste descuidado- dijo él dándole un leve apretón- tengo una idea sobre qué podemos hacer después de cenar que no dejará que ensucies tu vestido-
-¿En serio?- dijo Mirabel ilusionada- ¿lo prometes?-
-Lo prometo- sonrió él.
-Bruno, Mira, vengan a cenar- dijo Julieta sin dejar de sonreír mientras servía los platos. La niña tomó la mano de su tío y tiró de él para arrastrarlo a la mesa.
-Yo quiero sentarme junto a tío Bruno, mamá- anunció Mirabel en voz alta.
-No es justo, yo también quiero sentarme con tío Bruno- se quejó Camilo, quien había tomado la costumbre de querer todo lo que quería Mirabel, y viceversa.
-Los dos pueden sentarse con él, cariño- dijo Julieta dejándole su lugar y acariciando la cabecita de Camilo. Ese pequeño travieso se había vuelto el consentido de su hermana mayor y nunca podía decirle que no. Bruno había notado que siempre le daba el postre más grande y lo dejaba servirse varias veces.
Bruno se sentó con sus sobrinos de tres años a los lados y su madre dio por iniciada la cena. Para evitar problemas, decidió poner una servilleta en el cuello de cada uno de los niños, pensando en la manera en que comían. De todos modos fue en vano y como era esperando pronto el vestido de Mirabel y la camisa de Camilo terminaron con algunas manchas de comida para el completo disgusto de Alma. No dijo nada, pero era obvio que no estaba feliz por eso.
Su sobrino era un experto en contar historias y hacer reír a los demás, y a Bruno le pareció que le gustaba actuar tanto como a él cuando era joven. Iba a ser interesante saber cuál sería su don, algo que le ayudara a su actuación quizá. Mirabel, en cambio, parecía siempre estar tratando de ayudar a los demás, igual que Julieta cuando era pequeña.
Alma se levantó molesta por el hecho de que los niños ensuciaran tus ropas y se fue a su habitación cuando Julieta estaba sirviendo el postre. Todos los adultos en la mesa notaron el gesto pero continuaron con el postre como si nada hubiera pasado.
Después de que sus madres les dieran un baño al terminar la cena y cuando los dos niños estuvieron en pijama, su tío fue a verlos a la guardería para cumplir su promesa.
Bruno había tomado la costumbre de leer un cuento a Luisa todas las noches después de cenar cuando se había quedado sola con los bebés en la guardería. Pero cuando ella obtuvo su don, Bruno pensó que no tenía caso seguir leyendo un cuento porque los bebés seguían siendo pequeños y no entendían nada. Ahora que eran más grandes podía repetirlo.
-¿Qué vamos a hacer, tío Bruno?- preguntó Mirabel emocionada tan pronto como él entró a la guardería llevando un libro y una manta.
-Vamos a tener una aventura- dijo Bruno sonriendo sentándose en la cama de Mirabel y apoyando su espalda en la pared como solía hacer con Luisa.
-¡Oh, yo quiero también!- exclamó Camilo saltando de su cama al suelo y corriendo a la de Mirabel.
-Trae tu almohada, Camilo- dijo Bruno. Hizo que Mirabel se sentara a un lado suyo y Camilo del otro lado, Bruno les puso la manta encima antes de abrir el libro y ponerlo en su regazo.
-¿Qué vas a hacer con ese libro?- preguntó Mirabel.
-Ya verás- dijo él con una sonrisa- ¿casita, puedes apagar la luz y dejar solo la de leer?-
Casita obedeció y apagó las luces excepto la que estaba sobre la cabeza de Bruno para que pudiera leer. Los niños acomodaron sus almohadas en el regazo de Bruno y se habían acostado para mirar las ilustraciones en el libro.
-¿Vamos a ir a una aventura así?- preguntó Mirabel.
-Así es. Cuando cierras los ojos y escuchas lo que te digo, vas a estar en esa aventura- dijo Bruno aclarando su garganta- había una vez un mago y una princesa…-
Mientras que leía la historia en voz alta haciendo gestos y cambiando su voz para ajustarla a los personajes, los niños no paraban de preguntarle cosas sobre la historia. ¿Por qué la princesa había ido al bosque?¿Por qué el mago tenía poderes como los de ellos?¿Bruno podía usar su don para ver que pasaba?
Poco a poco las preguntas de los niños fueron apagándose y finalmente sus ojitos comenzaron a cerrarse. Bruno siguió leyendo mientras acariciaba los rizos de ambos mientras no tuviera que dar vuelta a la página, hasta que los dos niños se quedaron dormidos con sus cabecitas juntas.
Sonrió al ver a sus sobrinos dormir y cerró el libro, poniendo un separador para continuar la historia al día siguiente, si es que sus sobrinos así lo querían. Con cuidado, Bruno se liberó de bajo los niños y transportó a Camilo a su cama antes de acomodar a Mirabel en la suya. Los arropó a los dos, pero mientras que arropaba a Mirabel, la pequeña tomó su mano sin abrir los ojos.
-Te quiero, tío-
-Yo también te quiero, mariposita- dijo Bruno besando su frente- buenas noches-
Con cuidado Bruno apagó la luz y salió de la guardería para que los niños descansaran. Desde ese día tenía algo que esperar: que llegara la noche para pasar tiempo con los dos pequeños, que esperaban ilusionados a que llegara a leerles.
x-x-x
Comedor
Dos semanas después
Alma Madrigal no aprobaba muchas cosas. Nunca había estado de acuerdo con que Bruno fuera el padrino de Mirabel, y a pesar de que eso había tenido un giro positivo (el hecho de que Bruno saliera más de la torre y pasara más tiempo con la familia para estar con su ahijada) era también una distracción. A partir de las seis de la tarde se negaba a dar visiones porque era la rutina nocturna de Camilo y Mirabel, y él iba a la guardería a leerles un cuento hasta que se durmieran.
Eso no tenía nada de malo, la verdad era que adoraba cuando su nieta favorita estaba feliz, pero no quería que Bruno se distrajera de sus obligaciones.
La noche anterior el señor González había ido a pedirle una visión pero Bruno se había negado diciendo que estaba ocupado poniendo a dormir a sus sobrinos. Se había quejado diciendo que era urgente y estaba preocupado, pero Bruno aún así se había negado.
Eso no era aceptable, tenía que poner al pueblo primero para preservar el milagro.
Alma se preocupaba mucho por Bruno. Tenía una terrible reputación en el pueblo, la mayor parte de la gente le tenía miedo por sus visiones negativas, su actitud reservada y su aspecto desgarbado. La señora Guzmán le había dicho también estaba preocupada por las cosas que había escuchado de su hijo menor, a pesar de que lo conocía bien y sabía que no era cierto.
No solo eso, sino que Bruno ya tenía treinta y ocho años y seguía soltero. Tenía que arreglar eso lo más pronto posible si quería tener nietos. Tenía que hacerlo salir, tenía que hacerlo conocer más personas para que por fin pudieran hacer que se interesara en alguien.
Con la señora Guzmán las dos mujeres habían conspirado para decidir qué joven podría verse atraída hacia Bruno (ya fuera por él o por su estatus) y Alma le ordenaría a Bruno que fuera a la taberna cuando ella estuviera ahí.
Con eso en mente esperó en el comedor a que su hijo llegara. Bruno bajó temprano al comedor a ayudar a Julieta a poner la mesa y dio un salto de susto al verla ahí.
-M…mamá- dijo Bruno nerviosamente, tomando un poco de sal de su ruana y tirándola detrás de su hombro, un horrible hábito de su hijo- yo… no esperaba verte aquí-
-Yo sí- dijo Alma sin levantarse- hay algo importante de lo que necesito hablar contigo…-
-Lamento lo del señor González, si estás molesta por eso- dijo Bruno rápidamente, pensando que su madre lo iba a regañar por haberse negado a tener una visión anoche- Camilo y Mirabel estaban a punto de quedarse dormidos y estaban muy ilusionados, no podía interrumpir el cuento porque…-
Alma se apretó el puente nasal pero no dijo nada al respecto. Solo porque era Mirabel, su favorita entre sus nietos, que lo dejaría pasar por ahora.
-Sí estoy molesta por eso, pero no es eso de lo que quiero hablar- dijo ella interrumpiendo su explicación- quería decirte que estoy preocupada porque pasas mucho tiempo en la casa y deberías salir un poco más-
-Yo… yo n… mamá, no me gusta estar con mucha gente…- dijo Bruno nervioso- las personas me odian porque piensan que mis visiones son malas, por eso no quiero salir…-
-Ese es el principal problema- dijo Alma- necesitas ser más sociable, como tus hermanas y tus cuñados, para quitar esa impresión que todos tienen de ti-
-Pero…-
-Quiero que hoy por la noche acompañes a Félix y Agustín a la taberna- dijo Alma en un tono que no admitía réplicas- se irán de aquí a las seis y media…-
Usualmente eso hacía que su hijo obedeciera de inmediato, pero en vez de ello lo vio dudar.
-Esa es la hora de dormir de Mirabel y Camilo, mamá- dijo Bruno- yo les prometí que continuaríamos con el cuento esta noche. No puedo decepcionarlos…-
-Eso no es problema, yo me quedaré a cuidarlos, tú irás a la taberna esta noche o me decepcionarás a mí- dijo ella en un tono final, casi al mismo tiempo que el resto de la familia entraba al comedor para comer. Vio a Camilo y a Mirabel hablando incesantemente del cuento que Bruno les había leído en la noche y diciéndoles a Félix y Agustín sobre el siguiente libro que querían leer.
Vio la expresión de cachorro remojado de su hijo ante la idea de decepcionar a su ahijada pero esto era importante. Los niños tendrían que superar la decepción, su hijo necesitaba salir más para que consiguiera una esposa, y ya tenía un plan para ello.
Tras comerse solo una arepa, su hijo suspiró y se levantó de la mesa.
-Espera, Bruno. Aún te falta el postre- dijo Julieta.
-Está bien, Juli. Estoy un poco cansado, voy a dormir un poco- dijo él antes de subir a su torre, no sin acariciar los cabellos de Mirabel. No pasó desapercibido para Alma el hecho de que Mirabel lo siguió con la mirada e incluso saltó de su silla para ver a dónde iba.
-Siéntate, Mirabel, aún no terminamos de comer- dijo Alma seriamente.
La niña obedeció y se sentó en su sitio, tomando la cuchara para terminar de comerse su flan con caramelo sin muchas ganas, y no se dio cuenta que Camilo le había robado una cucharada cuando se distrajo. Alma no dijo nada al respecto y fingió que no se había dado cuenta tampoco.
-¿Le pasa algo a tío Bruno?- preguntó Mirabel cuando todos terminaron de comer- no quiso comer postre-
-Así es tu tío, no te preocupes- dijo Pepa encogiendo los hombros.
-Olvidé decirles- dijo Alma cuando se levantaban de la mesa- Bruno aceptó ir con ustedes este noche-
-¿En serio?- dijo Agustín sonriendo- ¡esas son excelentes noticias! Escuché que la hija del señor Martínez está interesada en él…-
-Agustín tiene razón, me gusta la idea- dijo Félix poniendo las manos en los hombros de Pepa, quien tenía una nube negra sobre la cabeza- conozco a algunas chicas que harían una linda pareja con él-
Julieta sonrió y los niños parecían no prestar atención, Mirabel y Camilo estaban enfrascados en una discusión sobre si él le había robado otra cucharada de flan o no.
x-x-x
Taberna
Esa noche
Bruno odió la salida con sus hermanas y cuñados desde el momento en que salió de casita y vio la expresión decepcionada de sus sobrinos más pequeños mientras que Alma les decía que ella los acompañaría a dormir.
-Pero tío Bruno prometió que nos leería el cuento…- escuchó decir a Mirabel.
Bruno salió cabizbajo de la casa tratando de no pensar en ello, y siguió a sus cuñados. Su madre no lo había dejado llevar puesta su ruana, así que solo llevaba sus pantalones y su mejor camisa. Aquello lo ponía ansioso, no le gustaba salir sin su ruana, no podía esconder sus manos si se sentía nervioso, no llevaba sal y no había madera que tocar.
"No necesitas tocar madera, no necesitas sal, no necesitas…"
Félix pasó su brazo detrás de su espalda y le dio unas palmadas en el hombro contrario.
-Vamos, quita esa cara de condenado a muerte, cuñado. Es solo esta noche- dijo Félix- se supone que vamos a divertirnos-
Bruno respiró hondo y se sintió un poco mejor cuando tocó madera al entrar a la taberna, donde desde el inicio comenzó a escuchar una fuerte música. El lugar estaba lleno y la gente aún no había detectado su presencia, pero lo notarían y sabía lo que pasaría cuando lo hicieran.
La velada pasó exactamente como él lo había pensado. Agustín fue llamado al piano y Julieta se fue con él mientras que Félix estaba dividido entre bailar con Pepa e insistirle a Bruno que bebiera. Bruno no estaba de humor. La gente notó su presencia y mantuvieron su distancia.
Dos horas después de haber llegado, Bruno estaba sentado junto a la barra y mortalmente aburrido cuando cuando una mujer joven se acercó a él batiéndose las pestañas y sentándose junto a él demasiado cerca para su comodidad.
"Eso es demasiado cerca", pensó Bruno apartándose de ella.
-Buenas noches, señor Madrigal- dijo la mujer sonriendo coqueta, inclinándose un poco hacia él para mostrar su escote- me da gusto verlo esta noche-
Él gruñó en voz baja sin saber qué responder. ¿Qué se respondía en una situación así? La mujer no le atraía en lo más mínimo, y al contrario, se sentía intimidado por la manera tan agresiva en la que se había acercado a él.
-Eh… sí, gracias…- dijo Bruno nerviosamente y tratando de alejarse de ella. Al parecer la mujer pareció extraña de que no siguiera la conversación, pero insistió.
-Me llamo Blanca Martínez, he estado esperando mucho tiempo para conocerlo- dijo ella inclinándose aún más de modo que casi tocaba el pecho de él.
-Ah- dijo Bruno separándose aún más de ella y buscando con la mirada a sus cuñados, pero ellos estaban del otro lado de la taberna. Agustín estaba tocando el piano y Félix estaba bailando con Pepa, así que ellos no iban a salvarlos.
La mujer puso una mano en el vaso casi intacto de aguardiente de Bruno y la empujó hacia él, como si lo estuviera urgiendo a beber. Al no obtener una reacción positiva de él, la mujer puso una mano en su pecho, haciendo que Bruno tuviera una sensación desagradable.
-Si quieres podemos hablar, o nos podemos divertir un poco… ¿en tu habitación?-
-Yo… no, estoy aquí con mis cuñados y…- dijo Bruno sacudiendo la cabeza. Se sentía muy incómodo entre el ruido, la gente, y esa mujer- estoy bien solo…-
-Bebe un poco más…- dijo Blanca acercando más el vaso, prácticamente poniéndolo sobre lo labios de él, haciendo que él saltara para alejarse de ella y derramara el líquido. La mujer bufó frustrada antes de olvidarse del alcohol y agregar- yo puedo hacerte compañía si…-
-Eeeeeeh… gracias, señora, pero estoy bien- la interrumpió Bruno forzándose a sonreír, su incomodidad cada vez mayor, y se puso de pie. No soportaba más estar en ese lugar- bye-
Sin decir más que eso, Bruno se escabulló entre la gente y salió de la taberna sin decir nada. Sus cuñados lo vieron levantarse y trataron de seguirlo, pero él no quería que trataran de convencerlo de quedarse así que no de dejó de correr hasta que llegara a casita.
-Toc toc toc toco madera- dijo Bruno finalmente al llegar a casita, golpeando repetidamente la puerta de madera para tratar de calmarse- todo está bien, respira, uno dos tres cuatro… uno dos tres cuatro…-
Tardó unos minutos en reponerse de la ansiedad que le había causado ese episodio. Casita movió la ventana junto a la puerta, como si le estuviera preguntando qué tenía.
-Estoy bien, casita, estoy bien- dijo Bruno recuperando el aliento. Agradeció a casita cuando abrió la puerta y vio a su madre tomando una taza de té en el comedor.
-Ah, ya llegaste, Brunito- dijo Alma dejando su taza sobre la mesa y volviéndose a su hijo- ¿cómo te fue?-
-Umm…- dijo Bruno visiblemente incómodo, y encogió los hombros- por favor, mamá, no me hagas hacer esto otra vez…-
-Ay Bruno- dijo Alma decepcionada. Como siempre con lo que tenía que ver con él, eso no era ninguna sorpresa- está bien, buenas noches-
-Buenas noches, mamá- dijo Bruno subiendo a su habitación, pensando en quitarse esa incómoda camisa, y dormir durante los siguientes dos días lejos de la gente.
Cuando estaba frente a su puerta, casita comenzó a mover los azulejos del suelo para advertirle algo, y supo inmediatamente lo que pasaba cuando la abrió. Vio su ruana enrollado en el suelo, y había unos cabellos rizados alrededor sobresaliendo de ella.
Tardó unos segundos en procesar lo que estaba viendo hasta que escuchó un ruidito que lo alertó.
-Sniff sniff…-
Preocupado, Bruno se puso de rodillas y encontró a Mirabel ovillada en la esquina y envuelta en su ruana. Parecía somnolienta pero sollozaba quedito.
-¿Mirabel?- dijo Bruno llamando su atención- mariposita, ¿qué pasó? Sabes que no debes estar en mi habitación tú solita-
-Yo… no podía dormir- dijo ella.
-Mmm- dijo él- ¿tu abuela no los acompañó a dormir?-
Mirabel sacudió la cabeza.
-Solo nos dijo que nos metiéramos a la cama- dijo Mirabel haciendo un puchero- no quiso leernos un cuento y… y Camilo se durmió pero está roncando… y tu ruana me ayuda a dormir cuando estamos leyendo… no te enojes conmigo, tío-
Bruno se dio cuenta de que estaba molesto, aquello lo había decepcionado. Volvió a sonreír para que la niña no se asustara.
-No estoy enojado contigo, mariposita. No creo que pueda enojarme contigo- dijo Bruno envolviéndola de nuevo en la ruana y levantándola del suelo antes de tomar asiento en la cama y sentarla sobre su regazo. Mirabel apoyó su cabecita en su pecho y siguió sollozando quedito por largo rato hasta que dijo algo que le rompió el corazón.
-Creo que… creo que yo sí me enojé contigo… un ratito- dijo la niña ente sollozos- porque… porque lo prometiste-
Aquello se lo esperaba, pero no le gustó nada escuchar eso. Había decepcionado a su ahijada, y había roto su promesa. Respiró hondo tratando de deshacerse de ese sentimiento.
-Tienes una buena razón para estar enojada conmigo- dijo Bruno después de una pausa. La niña alzó las cejas y se separó de él para mirarlo a los ojos al escucharlo decir eso, seguramente nadie había validado sus sentimientos. Bruno tomó sus manitas con una mano- perdóname, Mirabel. No quería romper mi promesa, pero tu abuela me pidió que acompañara a tus papás y a tus tíos-
No pudo evitar el disgusto en su voz al recordar la horrible noche en la taberna y la mujer que se le estaba insinuando.
-¿Me perdonas?- dijo Bruno. Mirabel nuevamente se sorprendió, como si no se esperara que un adulto se disculpara con ella. La niña volvió a apoyar su cabeza en su pecho y sonrió levemente.
-Claro que sí, tío- dijo Mirabel- eres el mejor tío que tengo-
Bruno separó a la pequeña de él y se inclinó para besar su frente, aliviado de que se le pasara el enojo tan rápido.
-Gracias, mariposita- dijo él en un susurro mientras acariciaba los rizos de su sobrina- ahora, es hora de ir a dormir, creo-
-No tengo sueño…- dijo ella antes de dar un enorme bostezo y tallándose los ojos- quiero quedarme contigo…un cuento-
-Está bien- dijo Bruno con una sonrisa traviesa. Sabía que eventualmente se quedaría dormida- ¿dijiste un cuento?-
-Mmhm- dijo Mirabel asintiendo con una sonrisa somnolienta.
Bruno atenuó las luces de su habitación y comenzó a contar la historia del día anterior desde el inicio, y no pasaron más de cinco minutos cuando la niña se quedó completamente dormida en sus brazos.
Aún sonriendo, Bruno se levantó con ella con cuidado de no despertarla y la llevó a la guardería para ponerla en su cama de nuevo. Casita le abrió la puerta y despejó el suelo de juguetes para que no tropezara.
Mirabel tenía razón, Camilo roncaba bastante, y no la culpaba por no poder dormir con los ronquidos del niño. Finalmente la puso en su cama pero no la arropó, ya que estaba envuelta en su ruana y no quería despertarla al quitársela.
-Buenas noches, mariposita- dijo Bruno besando sus cabellos antes de irse, toda su ansiedad por lo sucedido había desaparecido.
Regresó a su habitación con una expresión pensativa. Odiaba la idea de que Mirabel hubiera llorado por su culpa, o bueno, por culpa de su madre. Mientras que se cambiaba a su pijama para irse a dormir, Bruno siguió meditando la conversación que había tenido con su sobrina.
-Casita- dijo de pronto mientras que se cambiaba- ¿tú dejaste entrar a Mirabel?-
Casita le respondió afirmativamente.
-Sabes que mi habitación es peligrosa, hay muchas escaleras y los niños pueden caer- dijo Bruno frunciendo el entrecejo- no lo vuelvas a hacer-
Nuevamente casita movió los azulejos como respuesta a lo que acababa de decir.
-Umm… bueno, te comprendo, yo tampoco sé decirle que no- dijo Bruno sonriendo levemente- pero para la próxima vez al menos cierra el paso hacia la cascada de arena, no quiero que se lastime-
Una vez que se cambió, Bruno se dejó caer en su cama y se concentró en tratar de quedarse dormir.
x-x-x
Casita
La mañana siguiente
Mirabel podía ser una niña pequeña, pero era más despierta que otros niños de su edad. Sabía muy bien cómo eran las cosas en la casa Madrigal. La abuela era la autoridad máxima en esa casa y no podían contradecirla, que por eso su tío Bruno había sido obligado a romper su promesa.
Sabía que, además de mamá y papá, tío Bruno era la persona que más se preocupaba por ella, quien siempre veía por ella y era una persona en la que podía confiar. No podía procesarlo aún, pero se sentía segura con él como si fuera un tercer padre.
Esa mañana, la niña despertó envuelta en la ruana de su tío pero sobre su propia cama, y no recordaba cómo había llegado ahí.
-Ah, no es justo- le dijo Camilo inflando las mejillas al ver la ruana- ¿tío Bruno vino a contarnos un cuento cuando me dormí?-
Mirabel no dijo nada y se desenvolvió de la ruana antes de levantarse y bajar a desayunar. Cuando se acercaron al comedor escucharon voces alzadas.
-¿Por qué no quieres volver a salir, Bruno?- dijo la abuela en un tono molesto que no le gustó a la niña, haciéndola detenerse y que Camilo se detuviera también- ya tienes casi cuarenta años, ya es hora de que formes una familia tu también…-
-¿Por qué no puedes aceptar que quizá eso no es para mí, mamá?- dijo Bruno en un tono preocupado- ¡no estoy interesado en eso!-
-Mmm… dijo la abuela en un tono decepcionado, cruzando los brazos, como si Bruno hubiera hecho algo malo. Antes de que pudiera decir algo, los dos niños entraron al comedor. Los ojos de Alma se iluminaron al ver a los dos pequeños.
-Buenos días, mija- dijo la abuela cuando la vio llegar.
Mirabel saludó a su abuela y fue a tomar asiento junto a su tío Bruno, quien había puesto la mesa y ya estaba sentado. A pesar de cómo lo había visto la noche anterior, Bruno parecía un poco triste pero se esforzó por sonreírle.
El desayuno transcurrió con normalidad, y no fue sino hasta que se levantaron todos de la mesa que Mirabel comenzó a caminar hacia la torre de Bruno de nuevo. Los escalones eran grandes pero casita la ayudó a subir formando una rampa y le abrió la puerta.
Bruno estaba tumbado en su cama y tapándose los ojos con una mano, repitiendo algo en voz baja.
-Uno dos tres cuatro, uno dos tres cuatro…- lo escuchó decir cuando se acercó.
La niña se puso de puntillas y trató de alcanzar su mano que colgaba de un lado de la cama hasta que la tomó. Bruno se sobresaltó, pero sonrió cálidamente.
-Hey, mariposita- dijo él, como si ya se hubiera resignado a que Mirabel subiera a su torre. Eso era bueno, porque ella adoraba estar con su tío tanto como estar con sus papás- ¿qué te trae por aquí?-
-Estabas triste… escuché cuando abuelita te regañó- dijo Mirabel sin soltar su mano. Tras un largo suspiro, Bruno se enderezó y se sentó sobre la cama, y subió a la niña a su cama para que se sentara también.
-Tu abuelita… quiere que encuentre una esposa, como tu papá tiene a tu mamá- dijo Bruno arreglando los rizos de Mirabel con uno de sus dedos- pero eso no es algo que se puede forzar, ¿sabes? Cuando quieres a alguien…-
Mirabel sonrió sinceramente.
-Ya sé- dijo ella en un tono casi orgullosa- papá dice que se enamoró de mamá cuando la vio, dice que era como si mamá brillara. Y es cierto, veo que los ojos de papá se hacen grandotes cuando la ve-
-Yo no podría haberlo dicho mejor- dijo Bruno sonriendo. Mirabel amplió su sonrisa y saltó a abrazar a su tío- ¿qué viniste a hacer aquí?-
-A verte, estabas triste- dijo Mirabel poniendo las manos en la cintura- Camilo está triste también, pero solo porque su papá no lo dejó comer buñuelos dulces de postre a pesar de que mamá quería dárselos-
-Oh- dijo Bruno sonriendo- podríamos ir a animarlo, ¿no crees?-
Poco después Bruno bajó de su torre con Mirabel aferrada a su espalda y escondida debajo de la capucha de su ruana, y se dirigió a la cocina con la intención de robarse algunos buñuelos para Camilo. Julieta disimuló que no había visto el bulto en la espalda de su hermano ni escuchado la risita que salía debajo de la ruana y los dejó tomarlos cuando Bruno le guiñó un ojo.
Sin dejar de reír, Mirabel dejó que Bruno la transportara de la misma manera hacia la guardería para llevar a Camilo los buñuelos robados. Sabía que le esperaba una tarde increíble con su tío y su primo.
x-x-x
CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Mirabel ya está más grande y es casi la sombra de su tío, y Camilo está celoso porque él también quiere lo mismo que ella. Bruno no está interesado en una esposa, por más que Alma quiere obligarlo.
Espero que les guste esta historia. Nos leemos pronto.
Abby L.
