Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
LA PROMESA
CAPÍTULO 3
Jardín detrás de casita
Meses después
El invierno estaba a punto de dar paso a la primavera, y hacía unos días Mirabel había cumplido cuatro años. Bruno había decidido que ese era el último año que su sobrina estaría con él, el último en el que pasarían tiempo juntos hasta que obtuviera su don y Alma se la llevara todos los días al pueblo junto con Isabela, Luisa y Dolores.
No sabía que don tendría Mirabel, pero estaba seguro de que debía ser uno muy especial por el tipo de persona que su pequeña ahijada.
Esa mañana Bruno estaba vigilando a los niños en el jardín junto a casita, cuidando que no se acercaran demasiado al arroyo. Camilo era muy inquieto y corría por todos lados, pero Mirabel parecía pensativa, mirando de tanto en tanto hacia el pueblo.
-¿Qué sucede, mariposita?- dijo Bruno sin quitarle la mirada a Camilo quien estaba buscando piedras redondas para pintarlas más tarde con las pinturas que Pepa les había comprado- estás muy seria-
-Estaba pensando- dijo Mirabel llevándose las manos a la frente como si estuviera pensativa- ¿qué va a pasar cuando tenga mi don?-
Justo lo mismo que a él le preocupaba tan pronto como había cumplido cuatro años. Bruno sonrió y puso una mano junto a él para que se sentara a su lado. Al ver eso, Camilo dejó su búsqueda de piedras y se acercó también.
-Bueno, cuando tengas un don vas a ir al pueblo con tus hermanas y Dolores. Y Camilo, porque para entonces también va a tener un don- dijo Bruno sonriendo- la abuela te va dar tareas y vas a hacer cosas extraordinarias con él…-
-Pero, ¿qué va a pasar contigo, tío?- preguntó Mirabel con enormes ojos, como si temiera perder a su tío. Bruno se procesaba por lo contrario: las ocupaciones con el pueblo se la llevarían y no podría pasar tiempo con su aburrido tío.
-¿Yo? No tienes que preocuparte por eso, mija. Yo voy a seguir haciendo lo que hago todos los días- dijo Bruno encogiendo los hombros.
-Pero tú nos cuidas todos los días- intervino Camilo confundido- ¿qué va a pasar si ya no nos tienes que cuidar?¿Qué vas a hacer?-
Bruno meditó su respuesta. Seguramente solo se quedaría encerrado en su torre, lamentándose de haber perdido la compañía de esas dos personitas que le alegraban sus días, pero no quería preocuparlos. Cuando tuvieran sus dones ni siquiera se iban a acordar de él.
-Quizá yo también vaya al pueblo junto con ustedes- dijo Bruno con la mejor sonrisa que pudo poner- los acompañaré para ver cómo usan sus maravillosos dones-
Camilo sonrió ilusionado al imaginar a su tío admirando su don, pero Mirabel aún parecía estar pensativa. Afortunadamente para Bruno, antes de que Mirabel preguntara otra cosa el cielo se nubló y comenzó a llover.
Dando un grito, los niños se escondieron bajo la ruana de Bruno, y los tres corrieron hacia casita para resguardarse.
-¿Qué habrá pasado con mamá?- preguntó Camilo preocupado cuando llegaron casita sin dejar de ver el aguacero- estaba muy contenta esta mañana-
-No te preocupes, Cami. Quizá solo se tropezó- dijo Bruno acariciando los cabellos alborotados del niño. Revisó a los niños y vio con alivio que estaban secos- menos mal que no se mojaron-
-Wow, tío, tu ruana nos protegió de la lluvia- dijo Mirabel al verse seca. Golpeó el suelo un par de veces con su pequeño pie antes de agregar- ¿qué vamos a hacer ahora?-
Mirabel estaba muy inquieta y Camilo seguía preocupado, frotándose nervioso las orejas como siempre que llovía. El niño podía ser travieso, pero se preocupaba mucho por su mamá. Sin saber qué hacer, Bruno bajó al comedor varias hojas de papel y la caja de crayones para que los niños pasaran el tiempo dibujando y pintando. Al principio los dos pequeños se entretuvieron pintando y Bruno se sirvió un poco de café para relajarse mientras los observaba.
-¿Tío Bruno?- dijo de pronto Mirabel, levantando la mirada de su dibujo- tú puedes ver el futuro, ¿verdad?-
-Sí, ese es mi don- dijo Bruno sin saber a dónde iba Mirabel.
-¿Puedes ver nuestro futuro para saber qué dones vamos a tener?- dijo ella ilusionada antes de agregar- ¿ya miraste y ya lo sabes?-
Esa era una pregunta que definitivamente no se esperaba. Y Camilo levantó la mirada de su dibujo también, atento a dónde iba esa conversación. ¿Qué podía decirles? ¿Les diría que no se atrevía a mirar al futuro de ellos en caso de que algo malo pasara por su culpa? No, ya tenía en su conciencia lo sucedido con la visión que había tenido para Dolores, y Pepa le había hecho prometer que no volvería a mirar el futuro de nadie en la familia.
-Ay mariposita, no necesito ver el futuro para saber que los dos van a tener dones muy especiales- dijo Bruno revolviendo los cabellos de ambos. Al ver que no estaba convencidos agregó guiñando un ojo- además, no quiero arruinarles la sorpresa-
Vio a Mirabel regresar a su dibujo, pero su manita no se movía, sino que estaba meditando lo que Bruno dijo. Camilo en cambio parecía emocionado.
-Apuesto a que mi don es el mejor de todos- dijo de pronto Camilo regresando la mirada a su dibujo, pasando su crayón sobre el papel con rapidez y entusiasmo- va a ser genial como volar, o algo así…-
-¿Y tú, Mirabel?- dijo Bruno volviéndose a su sobrina que no parecía tan animada como ella.
-No sé, pero va a ser difícil tener un don más genial que Isa- dijo ella con una leve sonrisa. Bruno se había dado cuenta de lo mucho que la pequeña admiraba a su hermana mayor, quien creaba hermosas flores.
-¡Pero el mío va a ser mejor que el de Isa!- exclamó Camilo con seguridad antes de darle unas palmaditas en el hombro a su primita- y el de Mira también debe ser más genial, es mi prima también-
Mirabel sonrió olvidándose de lo que parecía estar preocupándola y abrazó a Camilo, haciendo que casi los dos se cayeran de sus respectivas sillas y Bruno tuvo que atraparlos para que no terminaran en el suelo (y él no terminara regañado por sus hermanas).
-Muéstrame, ¿qué dibujaste tú?- preguntó Bruno de pronto tratando de distraerlos para que se tranquilizaran un poco.
-Yo me dibujé volando- dijo Camilo mostrándole su dibujo. Parecía una masa amorfa de color amarillo y castaño, y solo se podía saber que se suponía que era Camilo por los rizos.
-Yo me dibujé brillando en la oscuridad- dijo Mirabel- pero no quiero que ese sea mi don, no creo que pueda servir mucho cuando todas las casas tienen luz y velas-
El dibujo de Mirabel era más elaborado y sus trazos eran más definidos y cuidados para una niña de cuatro años. Se dibujó a sí misma brillando con sus hermanas y el resto de su familia a su alrededor, sonriéndole y mostrándole los pulgares. Incluso Bruno estaba ahí.
-¿Y este soy yo?- dijo señalando a una mancha verde en el dibujo. Se reconoció a sí mismo por los cabellos puntiagudos hacia todos lados.
-Ajá- dijo Mirabel.
Se podía saber por su dibujo que quería que todos estuvieran orgullosos de ella, pero Bruno sabía que así sería. Sonrió y ajustó los rizos de Mirabel con sus broches para que no le estorbaran cuando dibujaba, agradecido que los niños se hubieran olvidado del tema de las visiones. No quería que le pidieran ver el futuro, pero estaba seguro de que no importaba cuáles eran los dones de sus sobrinos, pero serían tan especiales como ellos dos.
La puerta de casita se abrió y entraron Isabela y Dolores, quienes acababan de llegar del pueblo. Mirabel sonrió y saltó de su silla, corriendo hacia su hermana mayor.
-¡Isa!¡Isa!- dijo Mirabel mientras corría con los brazos extendidos. La aludida sonrió y se puso de rodillas para abrazar a su hermanita. Se podía ver el mayor de la mayor hacia la pequeñita en ese abrazo.
-Hey, Mira- dijo Isabela cuando se separaron de ella- ¿qué hiciste hoy?-
-¡Tío Bruno nos consiguió crayones para dibujar, mira!- dijo la niña orgullosa, mostrándole el dibujo a su hermana, quien lo miró pensativa.
-Es un dibujo hermoso, pero te faltó dibujar algo-
-¿Qué cosa?- dijo Mirabel mortificada. Como respuesta, Isabela creó una corona de flores y se la mostró a su hermanita, quien dio brinquitos de emoción- ahora ya puedo ser bonita como tú-
-Ay florecita, tú eres bonita también, incluso sin las flores- dijo Isabela poniendo la corona en la cabeza de su hermanita y dándole un beso en la mejilla, haciéndola reír.
Bruno sonrió ante la interacción y se volvió a ver a Camilo, pero éste ya no estaba en la silla. Por un momento se alarmó, pero Dolores se acercó a él con una risita.
-En la cocina, como siempre- le dijo ella. Bruno rodó los ojos y fue a buscarlo antes de que robara algo.
x-x-x
Dos semanas después
Bruno descubrió que sus sobrinos más pequeños tenían talentos ocultos que estaban comenzando a manifestarse a pesar de que aún no tenían sus dones, y aquello lo había sorprendido gratamente.
Esa mañana cuando todos se habían ido, Bruno nuevamente se había quedado a cargo de los niños porque Agustín y Félix tenían algo importante que hacer en el pueblo. Se dio cuenta de que algo inusual estaba sucediendo cuando se estaba terminando de vestir (ya que él siempre era el último en levantarse) y se percató de que su ruana había desaparecido de su habitación.
-¿Casita?¿Alguien se llevó mi ruana?- preguntó. Los azulejos comenzaron a moverse afirmativamente y recordó el día que su sobrina se había envuelto en ella una vez- ¿fue Mirabel?-
La casa le respondió negativamente, y él no supo quién podía haber sido. Aún siguiendo una corazonada en caso de que casita estuviera equivocada, Bruno bajó de su torre hacia la guardería y ahí encontró su ruana, siendo usada por Camilo.
-¿Qué está pasando aquí?- dijo de pronto al abrir la puerta.
Mirabel y Camilo dieron un respingo de sorpresa como si los hubieran atrapado haciendo una travesura. La niña estaba sentada en la cama envuelta en las sábanas de los dos unidas como si fuera un vestido y Camilo estaba debajo de la ruana, arrastrándola por el suelo.
-¡Tío Bruno, nos asustaste!- dijo Camilo sorprendido, llevándose una mano al corazón.
-Camilo está haciendo una obra de teatro- dijo Mirabel emocionada y a punto de pintar las sábanas con sus crayones- y yo le estoy ayudando con sus disfraces. Te dije que no le iba a gustar que te lleves su ruana…-
-Mirabel la tomó la última vez y no le dijiste nada, tío- se defendió Camilo cruzándose de brazos y haciendo una mala cara- a ella no la regañaste-
Al ver el desorden en la habitación, Bruno se presionó el puente nasal. Estos niños tenían mucha imaginación, pero no podía dejar que pintaran las sábanas o su ruana, porque de seguro su abuela se pondría lívida al ver el desorden.
-Eso es genial, pero no queremos que la abuela se moleste con nosotros si pintamos las sábanas- dijo Bruno pensando cómo hacer para que los niños tuvieran sus disfraces. De pronto sonrió- tengo una idea conseguir los disfraces-
Media hora más tarde, los niños estaban encantados de la vida divirtiéndose con un par de vestidos y ropa viejos que Bruno consiguió del hijo la señora Guzmán y que otra mujer del pueblo, además de trozos de tela que la costurera no necesitaba y algunos seguritos que Bruno consiguió para que Mirabel pegara la tela en la ropa vieja sin hacer ningún desastre.
-¡Tío, esto es perfecto!- dijo Mirabel mientras que pegaba los trocitos de tela en una camisa que le quedaba enorme a Camilo, pero no le importó. No solo Camilo, sino que Bruno también fue víctima de las ansias diseñadoras de su sobrina, siendo obligado a poner trocitos de tela en su ruana y un cinturón enorme que fue "mejorado" por ella.
-Ya estamos listos para subir al escenario- dijo Camilo emocionado.
-Vamos, tío- dijo Mirabel dándole una hoja de papel con algunos garabatos completamente ilegibles, quizá porque su sobrina no sabía escribir- éstas son tus líneas-
Bruno rió y se puso la capucha de su ruana sobre su cabeza y cubriendo sus ojos. De niño siempre había dicho que su verdadero don era actuar, así que tendría que revivir por un momento esa vocación suya. Camilo tomó un par de escobas y le entregó una.
-¡Adelante, señor!- exclamó el niño agitando su escoba en el aire con sus dos manos con algo de dificultad, pero sin perder nada de gracia en su actuación- ¡levante su espada y enfrénteme en un duelo, a menos de que tenga miedo!-
Tratando de aguantar la risa y su sorpresa de lo bien que actuaba el niño de cuatro años, Bruno levantó su escoba también.
-¡Yo soy Hernando, y no le temo a nada!- declaró bruno haciendo un gesto gracioso con los labios.
Eso hizo que Mirabel se echara a reír en voz alta y que Camilo sonriera tratando de aguantar la risa, pero se mantuvo en su personaje.
-Pues… ¡este va a ser el día en el que Hernando va a tener miedo por primera vez!- dijo Camilo dando un golpe con su "espada". Bruno no hizo más que defenderse con su escoba, y no dejó de repetir su frase.
-¡Muy astuto, señor Carlos el intrépido, pero yo soy Hernando y no le temo a nada!- dijo Bruno, haciendo que los niños rieran de nuevo, Mirabel a carcajadas y Camilo un poco más discreto porque aún estaba "actuando".
Sus risas lo contagiaron y lo llenaron de alegría, pero el duelo no terminó hasta que "Carlos el intrépido" derrotó a "el legendario Hernando" y Bruno se dejó caer al suelo en un gesto dramático.
-¡Te he derrotado, Hernando!- dijo Camilo levantando su escoba en un gesto de triunfo- ¿tienes miedo de morir?-
-¡No!¡Porque soy Hernando y no le temo a nada!- dijo Bruno, haciendo que los niños estallaran el carcajadas antes de que Bruno cerrara los ojos y sacara la lengua, haciendo que su personaje muriera.
Mirabel estalló en aplausos hacia los dos actores, y tanto Bruno como Camilo se inclinaron. Otro par de aplausos acompañaron los de Mirabel, y los tres se dieron cuenta de que no estaban solos: Pepa y Julieta estaban ahí y habían alcanzado a ver parte de la actuación.
-Awww, mi bebé está tan grande- dijo Pepa acercándose para cargar a Camilo y llenándolo de besos, con un pequeño arcoíris sobre su cabeza. El niño se dejó consentir por su mamá, Pepa era la persona favorita de Camilo y adoraba que lo consintiera a pesar de que a veces su nube lo dejaba mojado.
-Y Mirabel hizo los disfraces- dijo Bruno incorporándose para sentarse en el suelo, y Julieta se acercó para ponerse de rodillas y llenar de besos a su hija.
-¡Eres toda una diseñadora, mi vida!- dijo Julieta abrazando a Mirabel- ¿se estaban divirtiendo con tío Bruno?-
-¡Tío Bruno es el mejor del mundo, mami! Nos consiguió disfraces- dijo Mirabel saltando de las manos de su madre y acercándose a Bruno para darle un beso en la mejilla- gracias por ayudarnos-
-Es un placer, mariposita- dijo Bruno sin dejar de sonreír. Esa mañana se había divertido como no lo hacía desde hacia muchos años, como cuando eran pequeños y él jugaba con Pepa y Julieta.
-Bien, vamos a cambiarnos porque ya casi es hora de comer- dijo Pepa mirando a su hijo.
-¿Podemos quedarnos con los disfraces, mamá?- preguntó Camilo.
-No sé, pregúntale a tu tío Bruno-
-Tío Bruno, ¿puedo quedarme con los disfraces?- dijo el niño volviéndose a él.
-Por supuesto que puedes, Carlos el intrépido. Solo devuelve las escobas a su sitio o…- dijo Bruno poniéndose la capucha de su ruana- ¡Hernando los va a perseguir!-
-AAAAAAAAAAHHHHH-
Los dos niños corrieron hacia la guardería gritando y riendo mientras que Bruno los perseguía hacia el piso superior, seguido de sus hermanas, riendo y sacudiendo la cabeza.
x-x-x
Cocina
Más tarde
Después de que todos terminaron de comer y sus sobrinos pequeños se fueron con sus padres, Bruno se quedó en la cocina buscando algo de comer para sus ratas, aprovechando que Julieta había salido otra vez a curar a las personas.
-Vamos, Margarita- dijo Bruno mientras tomaba varios trocitos de queso para sus ratas- no te lo comas todo, Pancracio también va a querer un poco-
-Iiik iiik-
Bruno terminó de dar el queso a las dos ratas y las puso en la capucha de su ruana antes de salir de la cocina con dirección a su torre cuando vio a su madre en la puerta con una mujer de su edad que le parecía extrañamente conocida.
-Ah, ahí estás, Brunito- dijo Alma con una sonrisa que usualmente guardaba para la gente del pueblo, no para su familia- creo que ya conoces a la señorita Blanca Martínez, que su familia muy amablemente se ofreció a venir a ayudarnos a organizar la ceremonia de Camilo-
Bruno se forzó a sí mismo a sonreír. Todavía faltaban más de 7 meses para la ceremonia de su sobrino, así que era ridículo que esa mujer estuviera ahí tan pronto.
-Ah…- dijo Bruno sin añadir más. Alma le lanzó una mirada significativa, informándole que no estaba contenta con su actitud, y éste suspiró- es… muy amable de su parte, señorita-
-No es nada, siempre es un honor ayudar a la familia Madrigal- dijo la mujer ajustándose el cabello como Isabela había tomado la costumbre de hacer.
Él se esforzó por mantener su sonrisa, no tenía idea de qué era lo que su madre esperaba que hiciera ahora, pero lo supo casi de inmediato cuando Blanca se encogió de hombros.
-Bueno, fue un gusto saludarla, señora Madrigal- dijo Blanca sin dejar de sonreír y mover sus pestañas- será que regrese a casa para ayudar a mis padres…-
-Espera un momento, Bruno te acompañará a tu casa- dijo Alma antes de que la joven se moviera siquiera, y el aludido supo que todo había sido un plan de las dos mujeres. Tratando de no suspirar tan fuerte, volvió a sonreír y le ofreció el brazo.
-Por supuesto, señorita- dijo él tratando de fingir que le emocionaba acompañarla. La mujer se aferró a su brazo y los dos salieron de casita.
Bruno estaba más tenso de lo que había estado esa noche en la taberna, ya que odiaba que la gente lo tocara si no era alguien cercano a él, y esa mujer definitivamente no lo era. Además de que resistirse a tocar madera era algo sumamente difícil de hacer, pero no quería decepcionar a su madre de nuevo.
El camino hacia la casa de los Martínez le pareció eterno, porque podía ver las miradas de los pobladores sobre él, y se sintió aún más incómodo cuando llegaron a la casa y Blanca comenzó a tirar de su brazo para hacerlo entrar, y él se resistió.
-Vamos, Bruno- dijo ella con una sonrisa coqueta- solo quiero ofrecerte un vaso de lulada-
-Yo… no tengo sed, muchas gracias- dijo Bruno. No importaba lo que su madre le dijera, no iba a hacer más de lo que le había pedido. De nuevo trató de irse, y la mujer de nuevo tiró de su brazo.
-Vamos dentro un rato. Mis padres no están en la casa- dijo Blanca guiñándole el ojo.
-¿No había dicho que había venido a ayudar a sus padres?- Bruno se asustó ante ese comentario. ¿En serio estaba insinuando lo que creía que estaba insinuando? Tragó saliva tratando de pensar en una manera de rechazarla sin que se ofendiera y que su madre no la regañara después- señorita, la verdad es que no creo que…-
-¡Tío Brunooooo!-
La súbita aparición de Mirabel había sido como si el cielo nublado de pronto se despejara. La niña corrió hacia él y se abrazó de su pierna derecha debajo de su ruana, sonriendo como si le acabaran de regalar un helado. De pronto olvidándose de su predicamento, Bruno sonrió genuinamente y se soltó de la mujer para ponerse el cuclillas y levantar a Mirabel del suelo.
-Hola, mariposita. ¿Qué estás haciendo aquí?-
-Vine con mamá, ella está dando sus arepitas en la plaza, pero te vi y vine a saludarte- dijo Mirabel.
-Mmm. Vamos a avisarle a tu mamá que estás conmigo, no queremos que se preocupe- dijo Bruno antes de ver a la mujer con la que había estado hacía unos momentos mirándolos decepcionada y visiblemente molesta. Bruno solo sonrió sinceramente antes de agregar- con permiso señorita-
Sin esperar respuesta, Bruno se llevó a Mirabel a la plaza con Julieta, aliviado de que su sobrina lo hubiera rescatado de esa situación tan incómoda en la que su madre lo había puesto.
-Tío, quiero un helado- dijo Mirabel con una sonrisa y ladeando su cabeza. Bruno tenía que comenzar a aprender a decir que no, pero esa niña se lo ponía muy difícil.
-Primero avisarle a tu mamá y luego por el helado, no queremos que se preocupe- dijo Bruno sonriendo- vamos, chaparrita-
Mirabel dejó escapar una risita emocionada y abrazar su cuello. Blanca Martínez miró al par con una expresión furiosa y entró a su casa casi echando chispas.
x-x-x
Casita
La mañana siguiente
Como era de esperarse, Alma no estaba feliz de que no se había quedado a "charlar" con Blanca Martínez y en vez de ello se había escapado para pasar tiempo con Mirabel, así que decidió tomar un momento después del desayuno para hacerle ver su molestia.
-¿No es suficiente pasar todos el tiempo con tu sobrina en la mañana?- dijo Alma tan pronto como Bruno llegó al comedor a ayudar a Julieta a poner la mesa.
-Mamá, esa mujer quería que entrara en su casa sin sus padres, no iba a hacer eso- dijo Bruno encogiendo los hombros- y como no había más que hacer y me encontré a Mirabel, la llevé a tomarse un helado-
-Mmm…- dijo su madre- bueno, quizá no con la hija de los Martínez, pero tienes que hacer un esfuerzo por encontrar a alguien. Recuerda que tú eres el único que puede perpetuar el apellido de tu padre…-
-Mamá, Agustín y Félix tomaron el apellido de Julieta y Pepa, creo que vamos a estar bien si yo no tengo hijos- dijo Bruno- yo… solo quiero lo que tienen mis hermanas. Una persona que los ama, no alguien que solo está interesada en mi apellido o en mis poderes…-
-Eso no va a pasar si lo intentas, Bruno- dijo Alma visiblemente frustrada- tienes que salir más seguido, tienes que pasar más tiempo en el pueblo si quieres que eso pase. Solo… inténtalo, cuando no estés cuidando a los niños. No te quedes encerrado en tu habitación.
-Ummm…- dijo él- lo intentaré, mamá. Lo prometo-
Después de eso, y aprovechando que sus sobrinos estarían siendo cuidado por sus cuñados, Bruno se dispuso a salir de casita cuando se topó con una mujer vestida de blanco y naranja con un pañuelo del mismo color en la cabeza caminando hacia él.
-Ah, señor Bruno Madrigal- dijo ella tímidamente al verlo- ¿ya iba de salida?-
-Emm… sí- dijo él apenado. La mujer parecía preocupada, y seguramente necesitaba ayuda. Quizá alguien herido o tenía que mover algo- ¿necesitaba algo?¿De mis hermanas o sobrinas, quiero decir?-
-Sí. No, no de ellos- dijo la mujer nerviosamente. Tenía sus manos entrelazadas pero no podía dejar de moverlas. Quizá era otra persona que había escuchado los horribles rumores sobre él y le tenía miedo- quería pedirle que… no, no se preocupe, ya se iba y no quiero molestarlo…-
Aquello lo extrañó. Nadie era considerado con su tiempo o si tenía algo que hacer cuando quería algo de él.
-No, tengo algo de tiempo- dijo Bruno- ¿qué necesita?-
La mujer parecía renuente y se abrazó a sí misma, meciéndose de un lado a otro sin decir nada por un momento. Parecía tan nerviosa que no podía hablar, como él se ponía cuando tenía que tener una conversación con alguien que no era de su familia. Esperó unos momentos para que lo dijera y luego intentó hacer las cosas más sencillas.
-¿Necesitas una visión?- dijo Bruno, y ella asintió- claro, pasa por aquí…-
-Yo… no quería molestar, si estaba ocupado…-
-Esta bien, pasa- dijo Bruno, y finalmente los dos subieron las escaleras hacia la habitación de Bruno y luego a la cueva de visiones.
Bruno no se dio cuenta, pero sus hermanas estaban viendo todo y se miraron con una sonrisa. No entendió eso, ¿acaso era otra estrategia de su madre para que conociera a una mujer? Debía estar en guardia, pero no sabía porqué esta situación se sentía muy diferente a las anteriores.
x-x-x
Al mismo tiempo
Bruno condujo a la mujer a la cueva de visiones y comenzó a preparar su ritual. Su don realmente no lo necesitaba, sus visiones llegaban con o sin ayuda de la sal y las hierbas, pero él las necesitaba para sentirse cómodo con ello. La gente del pueblo se sentía incómoda cuando lo veía haciéndolas, pero la mujer delante de él no se quejó, sino que esperó pacientemente.
-D…Disculpa- dijo Bruno antes de lanzar su puñado de sal sobre su hombro izquierdo- no se quién eres aún-
La mujer sonrió nerviosa y se pasó un mechón de su cabello castaño que sobresalía de su pañuelo detrás de su oreja.
-Me… me llamo Marcela- dijo ella- soy hija de Eduardo Medina, de la panadería-
Bruno tardó unos momentos en caer en cuenta de quién era. Sí, conocía a sus padres y ellos siempre habían sido amables con los Madrigal, pero no mucho con él y por una buena razón. Eso lo hizo dudar.
-¿Estás segura de esto? Quiero decir, quizá a tu familia no le agrade la idea de que alguien más tenga una visión…- comenzó a decir él. Recordaba muy bien que el señor Medina se había enojado con él por lo que había visto.
-S…sí, estoy segura- dijo Marcela jugando nerviosamente con sus manos- por favor-
-¿Hay algo en específico que quieras saber de tu futuro?- dijo Bruno volviéndose a ella.
-No exactamente- dijo ella sin elaborar- solo quiero saber mi futuro en… general. Lo que puedas mostrarme-
Bruno asintió seriamente, lanzando la sal y encendiendo las hierbas antes de ofrecerle las manos. Marcela seguía nerviosa, pero puso sus manos sobre las suyas. Sus manos eran suaves, aunque tenían algunos callos en el pulgar, y por ellas podía notar que estaba nerviosa.
La visión inició con la arena elevándose en el aire y causando un domo sobre ellos antes de comenzar a a formar las imágenes en las paredes a su alrededor. Bruno vio a un par de personas hablando con ella. No hablando, parecían estar gritándole por alguna razón. ¿Sus padres tal vez? Después la vio vestida de novia delante del padre Flores antes de sacudir la cabeza y salir de la iglesia, sorprendiendo al sacerdote. Lo siguiente que vio fue a Marcela hablando con alguien con cabello rizado, como si estuviera consolándolo, aunque no pudo ver su rostro porque estaba dándole la espalda. Y finalmente la vio abrazar a un hombre un poco más alto que ella, cuyo rostro no alcanzó a ver bien cuando la visión cambió para mostrarle la imagen de Marcela rodando por una colina y deteniéndose de pronto, al golpear el suelo.
La visión terminó y la arena cayó sobre ellos hasta que la tableta apareció delante de Bruno, quien comenzó a tocar madera compulsivamente.
-Lo siento, lo siento, lo siento…-
Marcela tardó unos momentos en salir de su sorpresa, pero se encogió de hombros sin ningún problema.
-Bu…bueno, ya sé que… tengo que evadir… lugares altos en la selva… jejeje…- dijo la mujer pasándose un mechón de cabello detrás de su oreja apenada de que Bruno no se hubiera reído de su comentario- lamento que… lamento que mi futuro te haya puesto mal-
Bruno la miró con enormes ojos, como si no se hubiera esperado eso.
-Tú no tienes la culpa de lo que vi…- dijo Bruno.
-Tú tampoco…- dijo ella sonriendo antes de bajar la mirada apenada, como si hubiera hablado de más. Se levantó y se limpió la arena de la falda- bueno… muchas gracias, B…Bruno. Espero verte cuando… quiero decir, un día de estos…-
Él se puso de pie sin saber que responderle. Esa era la primera vez que tenía una visión tan negativa como esa y le agradecían. No solo eso, sino que Marcela de pronto pareció recordar algo y se giró de nuevo hacia él, metiendo la mano a su bolso y sacando un pastelillo envuelto en una servilleta para entregárselo.
-Aquí tienes- dijo ella- no es mucho, pero quería agradecerte. No es como los de Julieta, quiero decir. Espero que te guste-
-Yo… gracias-
Marcela sonrió y, sin decir más, bajó las escaleras hacia la puerta con una leve sonrisa, y Bruno se quedó mirando la servilleta hermosamente bordada y la tableta verde en sus manos. Esa mujer era… diferente a otras que había conocido. Parpadeó un par de veces y se dejó caer en la arena de nuevo, mediando lo que acababa de pasar y olvidando por completo el hecho de que iba a salir.
Ahora que lo recordaba, había conocido a Marcela cuando era más joven, porque se había quemado la mano y había ido a pedirle ayuda a Julieta. Seguramente era unos años más joven que los trillizos, pero pocas veces la veía porque Agustín era el encargado de comprar pan.
Cerró los ojos y suspiró. Recordó que el señor Medina, el padre de Marcela, se había enojado con él cuando tuvo una visión en la que su padre iba a morir sin que Julieta pueda hacer algo para salvarlo y cuando ese futuro sucedió, lo había culpado de haberlo causado.
Se incorporó y miró la visión de nuevo. La imagen de la mujer con la que acababa de estar al final de un barranco le causó un horrible escalofrío. No era justo, ella parecía una persona muy dulce, muy parecida a su hermana Julieta, como para que ese fuera su destino.
-Ugh- gruñó él en voz alta- ¡cómo odio mi don!-
Antes de que pudiera detenerse, Bruno bajó rápidamente las escaleras, solo para asegurarse de que hubiera llegado a salvo al piso inferior sin ningún problema. Bajó a la puerta de su habitación y a casita, pero ya no había rastro de la mujer.
En vez de ello, solo estaban sus hermanas con una sonrisa como si acabaran de hacer una travesura. Bruno alzó las cejas sin entender porqué lo miraban así. Frunció el entrecejo antes de regresar a su torre sin saber la causa de la sonrisa de sus hermanas.
x-x-x
CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Mirabel y Camilo son adorables pero muy traviesos, y a Bruno le están comenzando a salir canas por culpa de ellos. Por primera vez no maltrataron a Bruno por su visión y es algo que no va a olvidar. Las ceremonias de dones de Camilo y Mirabel se acercan, Bruno teme ese momento porque cree que ya no podrá pasar tiempo con ellos. Ya verán lo que pasa.
Muchas gracias por sus reviews. Abrazos.
Abby L.
