Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

LA PROMESA

CAPÍTULO 5

Casita

Al mismo tiempo

Mirabel se volvió asustada hacia su abuela como si hubiera hecho algo malo, o como si hubiera un error que pronto sería rectificado, pero Alma no estaba mirando a su nieta durante este debacle sino a la vela del milagro que estaba en sus manos, volviendo su mirada a ella tan pronto como la puerta desapareció para revisarla. La luz de la vela disminuyó un poco, asustando aún más a todos los presentes en la ceremonia.

-¿Qué sucede?-

-¿Y la puerta?-

Siendo testigo de lo que estaba sucediendo desde unos pasos, de pie junto a la puerta de Isabela, el corazón de Bruno se detuvo tan pronto como vio la puerta desapareciendo delante de todo el pueblo.

"No, esto no puede estar pasando", pensó Bruno lleno de horror, tocando madera compasivamente en el barandal delante de él y tirando sal sobre su hombro como si eso fuera a rectificar el error "no, no, no…casita… el milagro no pudo haberle hecho eso a Mirabel"

Se frotó los ojos, seguro de que haber visto mal, pero cuando los abrió otra vez la puerta seguía desaparecida. Mirabel aún estaba de pie junto a donde la puerta había estado hacía unos momentos, asustada y con sus manitas empuñadas defensivamente frente a su pecho, y Alma… solo mirando la vela como si fuera la cosa más importante del mundo, más que la niña asustada frente a ella, sin siquiera darse cuenta de que su nieta la miraba buscando consuelo en ella.

Molesto por la reacción de su madre, Bruno cruzó el pasillo pasando frente a Alma y se puso en cuclillas por un momento, antes de cambiar de opinión y alzar a la pequeña en sus brazos, apoyándola sobre su hombro derecho.

-Hey, está todo bien, mariposita- dijo él en voz baja y frotando la espalda de Mirabel, quien aún no salía de su sorpresa ni entendía lo que había pasado. Al no escuchar ningún sonido proveniente de la pequeña, Bruno la separó un poco de él para mirarla, solo para verla hacer un puchero y comenzar a llorar tan pronto como salió de su sorpresa.

Agustín se abrió paso por la multitud, Julieta dejó una bandeja de bocadillos en manos de Dolores para subir a donde estaba su hija. Bruno no se dio cuenta, su atención seguía en consolar a Mirabel.

La gente del pueblo empezó a murmurar entre sí. Vio entre la multitud a Marcela, quien se cubrió la boca con las manos con una expresión de sorpresa, el hijo de la señora Guzmán tuvo una reacción similar. Algunas personas entrecerraron los ojos y señalaron a la pequeña de una manera que no le gustó y que hizo que Bruno siseara molesto.

-¿Qué pasó?-

-La puerta desapareció-

-¿Hay algo mal con esa niña?-

-¿El milagro está en peligro?-

-¿Qué hizo esa niña con la magia?-

Bruno se volvió hacia la multitud que estaba murmurando eso con los ojos encendidos, haciendo que todos dieran un paso atrás asustados al ver su expresión. ¿Cómo se atrevían a hablar así de su sobrina?

-¿Qué va a pasar ahora?-

-¡Esa niña está destruyendo la magia!-

La gente comenzó a agitarse y aquello lo convenció de sacar a Mirabel de esa situación y sin decir nada caminó con ella hacia la guardería con una expresión serena y sin dejar de frotar su espalda mientras que la niña sollozaba quedito en sus brazos. Entró a la guardería y cerró la puerta, dejando todos los murmullos de la gente atrás. Se sentó en la cama de Mirabel y sentó a la niña en su regazo, frotando su espalda de nuevo.

-Está todo bien, mariposita, no pasó nada- repitió Bruno, pensando que ese sería su principal miedo en esos momentos- nadie está enojado contigo por lo que pasó…-

-¿Por… por qué…?- solo alcanzó a preguntar con voz quebrada, aferrándose a su ruana con sus manitas y apoyando su cabeza en el pecho de su tío. Bruno quería decirle que todo había sido un error, que tenía un don espectacular, que todo el mundo había quedado maravillado, pero no era así. Él estaba tan decepcionando como ella.

-No… no lo sé- dijo él en un susurro sin dejar de frotar su espalda. La niña levantó la cabeza hacia él por un momento.

La puerta se abrió, dejando pasar a Julieta y Agustín. Bruno relajó sus brazos para dejar que su cuñado tomara a la pequeña de sus brazos. Mirabel no hizo más preguntas mientras pasaba a los brazos de Agustín y solo lloró quedito mientras que sus padres la consolaban.

-Está bien, Mirabu, no llores- le dijo Agustín abrazándola con fuerza como si sus abrazos pudieran hacer reaparecer su puerta- no pasa nada-

-Eres nuestra niña, te queremos mucho, Mira- le dijo Julieta acariciando su cabello al mismo tiempo- vamos a averiguar qué pasó, pero no tienes que preocuparte…-

Bruno se apartó un poco de ellos tres y se quedó de pie en la puerta, dispuesto a cerrarla en la cara de quien se atreviera a acercarse a molestar. No fue necesario porque nadie se acercó ni intentó entrar a la habitación de Mirabel.

Un relámpago apareció en el cielo seguido de un rayo, y casi de inmediato empezó a llover, y Bruno supo que Pepa también estaba preocupada tras lo sucedido, no solo por Mirabel sino por la magia. Todo el pueblo dependía de ellos, y el hecho de que fallara una ceremonia los llenaba a todos de preocupación.

"No importa si perdemos la magia", pensó Bruno entrecerrando los ojos y apretando los puños "no debe ser lo único que mantiene a esta familia unida".

El ruido de la multitud fuera comenzó a morir, y Bruno supo que la gente se fue de la casa, la fiesta fue cancelada, pero lo único que le preocupaba en esos momentos era Mirabel.

Poco a poco los sollozos de la niña fueron muriendo y se quedó dormida, o al menos eso pareció a sus padres, porque Bruno vio que entreabrió los ojos y volveros a cerrar. Decidió no decir nada al respecto, seguramente su sobrina quería estar sola.

Con expresiones preocupadas por su hija, Agustín y Julieta pusieron a Mirabel en su cama, la arroparon con cuidado y le quitaron los lentes antes de salir de la habitación junto con Bruno.

-¿Cómo pudo pasar esto?- dijo Julieta en voz baja tan pronto como cerraron la puerta de la guardería.

-No sé, pero está bien- dijo Agustín frotándose de la frente- sé que será un poco decepcionante para Mirabel, pero nuestra niña es tan especial como el resto de la familia, y ella no necesita un don para ser extraordinaria-

Agustín se volvió a Bruno como si lo retara a decir lo contrario, pero este solo asintió de todo corazón: sabía que así era, que Mirabel era una de las niñas más especiales que existían.

-Sí. El problema es que las personas del pueblo… ellos creerán… creo que Mirabel la tendrá difícil- dijo Julieta juntando sus manos.

-Estará bien, tiene a toda su familia que la va a apoyar- dijo Agustín esperanzado.

Bruno se mordió la lengua para no decir lo que realmente pensaba al respecto. Era muy lindo como lo decía su cuñado, pero sabía bien lo que pasaba en esa familia, y sabía como era su madre. Mirabel iba a necesitar todo el apoyo del resto de su familia, e incluso ni eso iba a ser suficiente. Y al parecer Julieta también se dio cuenta, pero tampoco comentó nada.

Vio a sus cuñados dirigirse a la habitación de Julieta para descansar tras la fiesta cancelada, y Bruno aprovechó para dar media vuelta y regresar a la guardería en caso de que Mirabel estuviera aún despierta.

Como lo había sospechado antes de salir, Mirabel no estaba dormida. La encontró llorando quedito sentada en su cama abrazando sus rodillas, sin haberse puesto sus lentes. Al verlo, la niña se volvió hacia él y no dudó en saltar a sus brazos de nuevo. Bruno la abrazó y besó sus cabellos antes de sentarse en la orilla de la cama.

-Tío, ¿por qué… por qué yo no obtuve un don?- dijo en voz quebrada.

-No lo sé, mariposita- dijo Bruno en voz baja- no tengo la respuesta a esa pregunta. A veces… a veces pasan algunas cosas que no tienen una explicación-

-¿Tú… tú sabías…?- dijo Mirabel.

Bruno tardó unos momentos en entender qué estaba preguntando.

-No, chaparra- dijo Bruno- no miré al futuro…-

La niña ocultó su carita en sus brazos por un rato.

-¿Hay… hay algo malo conmigo?- dijo Mirabel frotándose los ojos como si no quisiera seguir llorando- ¿hice algo malo para…?-

-No pienses eso, Mirabel, porque no es verdad- dijo Bruno separándola un poco de él y limpiándole las lágrimas con su pulgar- sin importar lo que te digan, no hay nada malo contigo. Eres tan especial como cualquier otra persona en esta familia-

-Mmm…- dijo la joven sin muchas ganas- es fácil decir eso para ti… tú tienes un don-

"Y quisiera no tenerlo", pensó Bruno.

-La verdad es que los dones no son la gran cosa, mija- dijo él en voz baja, sin dejar de acariciar su cabello- a veces son… un dolor de cabeza más que otra cosa-

-¿Prometes decirme la verdad?- dijo la niña con enormes ojos, y Bruno asintió- decepcioné a mis papás, ¿verdad?-

-No, claro que no- dijo Bruno- tus padres están decepcionados porque querían que querían que fueras feliz, no porque los hubieras decepcionado-

Como era de esperarse, Mirabel no parecía muy convencida de sus palabras, y Bruno no sabía que decir para hacerla sentir mejor. En su interior estaba furioso con el milagro por haberle hecho eso a alguien tan especial como su sobrina, y estaba a dos pasos de subir a apagar la vela. Respiró hondo para calmarse.

-No es justo lo que te pasó esta noche, chaparra- dijo Bruno, tomándola de la cama hacia su regazo y haciéndola levantar los ojos hacia él- y no hay nada que sea tu culpa en esto. Pero si hay algo que sé es que tú no necesitas un don para ser especial y hacer grandes cosas-

-Umm…- dijo Mirabel aún sin estar convencida.

-Hey, no pongas esa cara- le dijo Bruno acomodándola mejor en su regazo y dándole un abrazo apretado- ¿no soy tu tío favorito?¿Crees que te mentiría?-

-Quieres que no esté triste…- dijo ella frotándose los ojos con el dorso de su mano.

Bruno asintió mientras acariciaba su cabello.

-Claro que quiero que no estés triste, pero yo no te mentiría sobre algo tan importante como esto- dijo él en un susurro- eres más especial que el resto de la familia, por eso eres mi sobrina favorita de todos-

-¿Incluso sin don?-

-Especialmente sin don, mariposita- dijo él dándole un topecito en la nariz- eres la misma niña que ayer, ¿no?¿Por qué dejarías de ser mi favorita?-

Mirabel sonrió levemente, aún con lágrimas en los ojos, abrazada de su tío Bruno. Él sabía que era imposible que su sobrina se sintiera mejor en ese momento, pero si podía hacer el golpe de no haber recibido un don menos intenso, lo haría.

-¡Bruno!- los dos escucharon la voz de Alma llamándolo, interrumpiendo la conversación que estaban teniendo- necesito hablar contigo, es urgente-

Bruno sintió que la manita de Mirabel se aferró con más fuerza a su ruana, como pidiéndole que no la dejara sola.

-Voy a ver qué es lo que quiere tu abuela y regreso contigo, ¿de acuerdo?-

-No me dejes solita, tío- dijo ella cubriéndose la cara con las manos. Bruno tomó sus manitas.

-Mirabel, mírame por favor- dijo él en voz baja. La niña levantó la mirada hacia él- nunca te voy a dejar, siempre voy a estar contigo, te lo prometo. Ya regreso-

La niña asintió con preocupación y renuentemente soltó su ruana casi al mismo tiempo que Alma volvía a gritarle. Bruno no quería dejarla sola después de lo que había pasado, pero sabía que no debía dejar a su madre esperando, no después de lo que pasó en esa ceremonia.

-¡BRUNO!-

El aludido suspiró y caminó desde la entrada de la guardería hacia la habitación de su madre, y cerró la puerta tras de sí cuando llegó.

-¿Querías verme, mamá?- dijo Bruno.

-Sí- dijo ella. No sabía porqué, pero la mirada de su madre sobre él lo hizo sentir incómodo y con algo de miedo. De hecho, nunca eran llamados a la habitación de su madre por algo bueno- no es ninguna sorpresa, ¿verdad?-

-¿Perdón?-

-La ceremonia de esta noche no fue ninguna sorpresa- dijo Alma sin retractarse- sabía que algo así pasaría cuando Julieta me dijo que tú ibas a ser el padrino de la niña-

Bruno no supo cómo responder a lo que su madre le estaba diciendo. ¿Era su culpa que Mirabel no hubiera obtenido un don? No, si él no había hecho nada para arruinar la ceremonia de su sobrina, incluso se había mantenido al margen de la mayoría de los preparativos, solo ayudando a peinar a la pequeña.

-¿Me… me estás echando la culpa de lo que pasó?- dijo él en tono de incredulidad. Su cuerpo estaba temblando y empuñó sus manos tratando de no meterlas a su ruana para sacar sal y lanzarla. Podía sentir a Margarita agitándose en su bolsillo.

Su madre lo miró, como si estuviera meditando su respuesta.

-Claro que no te culpo, Brunito. Pero no puedes negar que tu mala suerte pudo llegar a ser un factor…- por fin respondió Alma sacudiendo la cabeza, como si se hubiera arrepentido de lo que dijo- tienes que admitir que fue una mala…-

-Mi decisión de aceptar ser le padrino de Mirabel no tiene nada que ver con lo que sucedió esta noche, mamá- dijo Bruno interrumpiéndola, algo que él jamás había hecho antes- nadie tuvo la culpa de lo que pasó…-

Alma no lo estaba escuchando, parecía pensativa de otra cosa.

-Si no es eso, no sé que pueda ser. Quizá hay algo malo con ella…- dijo más para sí misma que para Bruno, pero éste estaba horrorizado al escucharlo. Incluso estaba seguro que había escuchado mal, su madre no podía haber culpado a Mirabel de lo que pasó, ¿verdad? No la creía capaz de algo tan horrible.

-Mamá, dime que te entendí mal y no estás culpando a Mirabel de lo que pasó- dijo Bruno frunciendo aún más el entrecejo. Esta vez su madre no retractó su respuesta.

-Por algo la magia no le dio un don- dijo Alma en un tono severo.

-Sí, por algo que nosotros no podemos explicar- dijo él cada vez más enojado. No iba a permitir que culpara a su sobrina de ello- Mamá, incluso hasta hace unas horas Mirabel era tu favorita de entre todos tus nietos. ¿La vas a hacer a un lado solo porque el milagro no le concedió un don?-

La expresión de Alma se endureció aún más, y Bruno supo que su madre no lo iba a escuchar, sin importar lo que él dijera.

-No te llamé para hablar de eso, te llamé porque necesito que tengas una visión- dijo Alma seriamente- tú también viste que la llama de la vela disminuyó cuando desapareció la puerta de Mirabel, así que quiero que veas el futuro para que me digas qué significa…-

Alma sabía muy bien que Bruno no tenía visiones sobra su familia. Sabía la fobia que su hijo tenía sobre mirar al futuro y ver alguna catástrofe, y sabía que siempre se negaba a tener visiones sobre ellos. Se negó a mirar el futuro sobre el nacimiento de sus sobrinos, ¿qué la hacía pensar que miraría sobre esto?

-Mamá, yo no veo el futuro de la familia-

-Quizá deberías haberlo visto, así hubiéramos evitado esta humillación para la familia…- dijo Alma.

-¡No voy a ver el futuro de nadie de nuestra familia, mucho menos el de Mirabel!- exclamó Bruno alzando la voz y perdiendo un poco la paciencia. Su madre lo miro como advirtiéndole algo, y él ajustó su tono de voz- sabes lo que mis visiones…-

-¡Vas a mirar al futuro, y lo vas a hacer por tu familia, Bruno Madrigal!- exclamó Alma en un tono y volumen que nunca había usado con él.

Bruno tragó saliva y dio un paso atrás asustado por la reacción de su madre. Realmente amaba a su familia, a todos incluida su madre. ¡Lo que daría porque ella aprobara su manera de vivir o que simplemente lo aceptara a él! Pero ahora su objetivo era proteger a Mirabel.

-Mamá, no creo que sea…-

-Te estoy pidiendo un favor, ¿vas a ayudar a esta familia o no?- dijo su madre antes de ajustar su tono- tú no entiendes. Estoy… muy preocupada por el milagro. Quiero saber… quiero estar mejor preparada en caso de que algo vaya a suceder-

Bruno se frotó el puente nasal, nuevamente tratando de no tocar madera delante de su madre. Quizá podía ver el futuro, nunca hacía daño estar prevenido. Quizá podía ver qué pasaría mañana, y el día después, para saber qué hacer con su sobrina. Quizá podía decirle que falló con el milagro, e incluso si había una manera de que Mirabel obtuviera su don.

Levantó la mirada y vio a su madre. No sabía qué pensar de su actitud, pero le daría el beneficio de la duda, que en realizad era solo para estar preparada.

-Bien- dijo Bruno en un tono resignado antes de darle la espalda y comenzar a caminar hacia la puerta. Alma suavizó su expresión.

-Gracias, Brunito- dijo ella mientras que su hijo salía de su habitación- sabía que podría contar contigo-

Mientras se dirigía hacia su torre, Bruno se volvió hacia el otro lado de la casa, a la puerta de la guardería donde Mirabel estaba sola, sintiéndose culpable porque él había prometido que regresaría con su sobrina. Respiró hondo antes de subir las escaleras.

-Solo una visión rápida y regresaré a su lado- dijo Bruno para sí mismo, subiendo de dos en dos.

x-x-x

Cueva de visiones

Poco después

Bruno preparó su ritual lo más rápido que pudo, no quería que Mirabel creyera que la había abandonado o que había roto su promesa, porque tenía toda la intención de regresar con ella. Tocar madera, sal sobre su hombro, encendiendo las hierbas aromáticas. Respirar hondo.

"Madera, sal, hierbas, respirar", pensó Bruno "uno, dos, tres, cuatro… por favor, que sea una visión buena… que me ayude a saber qué falló con la ceremonia de Mirabel…"

Respiró hondo otra vez. Quizá podía ver lo que falló, quizá podía ayudar a Mirabel a tener su don

-Bueno, aquí vamos- dijo para sí mismo en voz alta mientras que comenzaba a activar su poder, deseando que su visión ayudara a Mirabel.

La arena comenzó a elevarse un poco en el cielo, y las imágenes comenzaron a aparecer delante de sus ojos. Vio primero la ventana donde su madre tenía la vela mágica del milagro, pero esta se rompió de pronto, rodeada de grietas. Después vio la casa Madrigal llena de horribles grietas, y delante de la casa a punto de ser destruída apareció una mujer joven, de cabellos rizados y gafas redondas que conocía muy bien.

"No, Mirabel no", pensó horrorizado al ver lo que el futuro le esperaba "ella no es capaz… ella no es capaz de hacer nada que destruya la magia".

La visión terminó abruptamente, seguramente por su súbito cambio de humor, y la tableta verde apareció frente a sus manos, haciendo que la arena cayera al suelo como lluvia, pero él ni siquiera se molestó por cubrirse. No podía creer lo que estaba viendo: Mirabel delante de casita destruída y, al mover la tableta, la casa regresaba a la normalidad.

No sabía qué significaba eso, pero si Alma llegara a enterarse…

"No, mamá no puede saberlo nunca"; pensó Bruno sacudiendo la cabeza "nadie debe de saberlo. Quizá esto significa algo diferente, pero ya sé lo que todos van a pensar: lo peor, porque soy Bruno. No, no puede saber…"

Tenía que irse de casita y del Encanto, desaparecer él mismo y también desaparecer la evidencia. No importaba mucho, nadie lo extrañaría…

Una punzada de culpa le dijo que Mirabel sí lo iba a extrañar, pero nadie más. Además, ella tendría a sus padres, que la protegerían… ellos no dejarían que Alma la trate mal, de eso estaba seguro.

Otra punzada de culpa. Él también extrañaría mucho a Mirabel, pero no importaba, mientras que ella estuviera a salvo…

Pero él lo prometió, que no la dejaría sola. Era su padrino, no podía abandonarla así…

Aún pensaba en esto sin decidirse y estuvo a punto de quebrar la tableta en el suelo cuando vio a su madre cruzada de brazos a unos pasos de él.

"No…", Bruno comenzó a respirar agitadamente como si estuviera a punto de tener un ataque de pánico. No sabía cuánto había estado ahí o cuánto había visto de su profecía, esperaba que no mucho.

Antes de que su madre le pidiera la tableta de esmeralda, Bruno pensó rápido y la dejó caer al suelo a propósito para hacer que se quebrara y que no pudiera verla; siempre podía decir que el susto hizo que se le cayera.

Pero la expresión de su madre no cambió en lo más mínimo cuando la tableta se rompió, y aquello lo alarmó.

-Así que sí es ella el problema- dijo Alma fríamente, tanto que le dio a Bruno un horrible escalofrío. Tenía que decir algo, lo que sea. ¡No podía culpar a Mirabel!

-Yo… no estoy seguro de haberlo hecho bien, mamá. Quizá es un error…- comenzó a decir, pero Alma no lo escuchó. Su hijo tembló al ver su expresión, desesperado por quitarle la idea de lo que acababa de ver y convencerla de que Mirabel no era el problema- mamá, seguramente hice algo malo cuando estaba mirando…-

Bruno alzó la voz cuando su madre dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida de su torre.

-Mamá, espera…- dijo él alzando la voz para que lo escuchara- ¡quizá fue un error, mamá!¡Seguramente fue mi culpa!-

Pero su madre se fue sin responderle ni darle ninguna señal de que lo había escuchado. Tan pronto como se quedó solo, Bruno cayó de rodillas al suelo con una expresión derrotada, mirando los fragmentos de la visión que seguramente había condenado a su sobrina a una vida peor de la que ya tendría por no tener un don.

Parecía que el peso del mundo había caído sobre los hombros de Bruno en ese momento. Su madre sabía sobre la visión, sabía que Mirabel tendría un papel en lo que parecía la destrucción del milagro y de la magia… sus manos temblaron de horror.

-Oh no- apenas alcanzó a decir mirando hacia el suelo -no no no no-

Por primera vez esa noche, sus ojos se llenaron de lágrimas. Sabía lo que iba a pasar a partir de ahora, sabía lo mucho que Mirabel iba a sufrir como consecuencia de su visión y de no tener un don. Sin querer, él había empeorado la situación de su sobrina.

"Debí haberme negado a hacerlo", pensó Bruno jalándose el cabello "no debí haber tenido esa visión".

Golpeó la arena con su puño, enojado consigo mismo por no haberse negado. La verdad es que era imposible negarse lo que su madre le pedía, ninguno de los Madrigal era era capaz de ello, sobre todo porque su madre usaba a su familia como chantaje emocional.

Las cosas acababan de ponerse infinitamente más complicadas ahora.

No podía irse con la situación como se encontraba en ese momento, no podía dejar a Mirabel a merced de su abuela. Julieta y Agustín eran los mejores padres que su sobrina podría tener, pero siempre estaban ocupados y Alma tendría muchas oportunidades de hacerla sentir mal, de tratarla… como a él. La sola idea lo horrorizaba.

Julieta y Agustín lo habían hecho su padrino, y era hora de cumplir su deber.

Solo le quedaba un camino: hacer buena su promesa y quedarse al lado de Mirabel, asegurándose de que su madre no la trate como siempre lo trató a él, que no la aliene del resto de la familia, porque su sobrina no se merecía eso sin importar lo que su visión le había mostrado.

x-x-x

Guardería

Más tarde

Cuando Bruno regresó a la habitación de Mirabel, aún nervioso por lo que acababa de ver en esa visión, la niña seguía esperándolo pacientemente con sus vista hacia la puerta. Estaba ovillada en la esquina de la cama, abrazando las rodillas y con algunas lágrimas rodando por sus mejillas. Al ver a su tío, su rostro se ilumino ligeramente al verlo llegar, aunque no sonrió.

-¡Sí volviste!- dijo ella abriendo la boca, como si no se esperara que su tío cumpliera su promesa. Bruno no se sintió ofendido por ello, así que solo sonrió levemente cuando entraba a la guardería y cerrada la puerta.

-No suenes tan sorprendida, mariposita- dijo él mientras se acercaba a la cama y se sentaba con la espalda contra la pared, como hacía cuando les leía una historia- te lo prometí, no iba a romper mi promesa-

-Umhm… no todos los grandes cumplen sus promesas- dijo ella haciendo un puchero.

Su tío no respondió. No se sorprendía de que hubiera personas en esa familia que no tomaran en cuenta a los pequeños o que los subestimaran. Mirabel y Camilo eran más listos que otros niños de su edad y no merecían ser tratados así por los mayores a su alrededor.

La niña se subió a su regazo de su tío, y Bruno la rodeó con sus brazos de nuevo. Podía sentir como la pequeña se relajaba con él, apoyando su cabecita en su pecho y volviendo a aferrarse a su ruana.

-Tío, te ves más triste que cuando… pasó- comentó Mirabel en voz baja.

Bruno no dijo nada, solo siguió abrazándola con cariño mientras se mecía delante y atrás en silencio. ¿Por dónde podría comenzar a hablar con ella de la visión que había tenido hacía unos momentos? No, mejor dejaba eso para el día siguiente. Mirabel ya tenía bastantes malas noticias para un solo día.

-Mañana hablamos de eso, ¿sí?- dijo él en voz baja, meciéndose de un lado a otro para que Mirabel se quedara dormida en fin- ya fue suficiente por hoy-

La niña no dijo nada por largo rato, y por un momento pensó que se había quedado dormida, pero pronto se dio cuenta que no era así.

-¿Tío?-

-¿Umm?-

-Cami estuvo aquí hace un rato- dijo Mirabel con voz somnolienta- se transformó en muchas cosas para animarme-

Al escuchar eso Bruno sonrió ampliamente, eso sonaba como algo que haría su sobrino, tratar de animar a quien estuviera triste, sin parar de tratar de hacer sonreír a esa persona. A pesar de que su madre lo llevaba consigo al pueblo todos los días seguía siendo el niño de buen corazón que conocía.

-Eso fue lindo de parte de Camilo- dijo su tío sin dejar de acariciar el cabello de la niña- se nota que te quiere mucho-

-Ajá- dijo Mirabel- ¿tío?-

-¿Umm?-

-¿Puedes… puedes quedarte conmigo esta noche?- dijo Mirabel con enormes ojos llenos de lágrimas y, como si se le hubiera olvidado, añadió- ¿por favor?-

-Aquí estoy contigo, chaparra-

-No, no así- dijo Mirabel sacudiendo la cabeza y apoyando su cabeza en el hombro de Bruno- toda la noche. No… no quiero quedarme solita hoy-

Bruno sonrió. No podía decirle que no a su sobrina.

-Si eso es lo que quieres, lo haré- dijo Bruno antes de darle un topecito en la nariz con su dedo índice- pero tengo que advertirte que ronco muy fuerte, por eso nadie quiere dormir en mi habitación-

-Cami dijo que yo también- dijo ella. Bruno hizo una mueca que hizo que Mirabel por fin sonriera sinceramente, haciendo que Bruno sonriera también.

-Bueno, métete a la cama para que ya te puedas dormir- dijo Bruno señalando la cama- yo no me iré a ningún lado…-

-¿Promesa?-

-Promesa-

Mirabel se metió bajo las mantas y se cubrió con ellas. Una vez que estuvo bien cubierta, Bruno apagó las luces y se sentó de nuevo sobre la cama a un lado de su sobrina, apoyando la espalda en la pared como cuando les leía cuentos. La niña puso su almohada rosa junto a él y Bruno siguió acariciando su cabello.

-Buenas noches, mariposa- dijo él en un susurro sin decir nada.

Sabía que las cosas estaban complicadas. Sabía que su sobrina despertaría en un Encanto diferente que el que había conocido hasta el momento, un pueblo que no la trataría igual porque no tenía un don y una abuela que ya no la vería como su nieta favorita sino como la persona que destruiría la magia y la casa de los Madrigal.

Pero no tenía que preocuparse por eso esa noche, esa noche la dejaría tener esperanzas de que todo se resolvería antes de que la culparan de algo que no hizo.

-¿Tío Bruno?-

-¿Umm?-

-Gracias por quedarte conmigo- dijo Mirabel en un susurro antes de dormirse.

El corazón de Bruno sintió lindo al escuchar esas palabras de su sobrina, y se prometió a sí mismo hacer todo lo posible para protegerla.

x-x-x

CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Mirabel no tiene don, y lamentablemente Alma vio la visión. Bruno no se atrevió a abandonarla después de ello, y va a cumplir con su promesa como padrino.

Muchas gracias a todos por seguir leyendo y por sus reviews. Abrazos.

Abby L.