Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

LA PROMESA

CAPÍTULO 7

Pueblo

Un año después

El sexto cumpleaños de Mirabel vino y se fue, pero los rumores sobre porqué había fallado su ceremonia de don no habían desaparecido, aún un año después de la misma. Y Agustín podía ser un hombre amable y muy paciente, pero no podía serlo cuando se trataba de cualquiera de sus hijas, sobre todo de la más pequeña.

Cuando Bruno había llegado a hablar con él y Julieta sobre darle un propósito a Mirabel para que no se sintiera dejada a un lado, ambos estuvieron de acuerdo con su propuesta de llevara a casa de Marcela Medina a que aprendiera a coser y bordar.

Desde ese día, Bruno la llevó todas las tardes, cinco veces por semana, a casa de los Medina a aprender a bordar. Un año y cientos de dedos pinchados después, su hija menor había aprendido a hacer todos los puntos básicos y podía bordar casi cualquier cosa que su imaginación le sugiriera.

Pero la gente maliciosa había comenzado a hablar y a pesar de que no había sido todo el pueblo, sino un puñado de personas, Agustín no lo iba a tolerar.

Los rumores eran variados pero cada uno tan horrible como el otro. Había escuchado que había algo malo con Mirabel, que Bruno solo iba a casa de Marcela porque era su amante y usaba a la niña como excusa para ir a verla, pero el último rumor que escuchó hizo que su sangre hirviera de enojo.

-¿Qué hace ese Bruno Madrigal otra vez aquí en el pueblo?- dijo una mujer al verlos pasar cerca de donde estaban- y con la niña inútil encima de todo-

-Pues ninguno de los dos son muy útiles al Encanto- dijo un hombre- seguramente por eso pasan tiempo juntos-

-¡Pobre de Julieta! Tan duro que trabaja, para tener una hija tan decepcionante- dijo una segunda mujer.

-Pues yo escuché otra cosa- dijo la primera mujer que había hablado- que Mirabel no es realmente su hija, sino que es hija de Bruno y alguna amante a la que embrujó. Y después de matar a la pobre mujer, fue a entregar a la niña a su hermana para que la hiciera pasar por suya-

-¿Por eso la historia de la complicación?- dijo la segunda mujer- ¿para que no los descubrieran?-

-Justo- dijo el primero- y no podía ser Pepa, ella acababa de tener un hijo, pero ella fue quien tuvo que amamantar a la mocosa…-

Aquello hizo que Agustín se acercara a confrontarlos.

-¡Debería darles vergüenza!- dijo Agustín furioso- inventando todas esas viles mentiras de mi cuñado y de mi hija-

-Bah, todo el mundo piensa lo mismo, solo son demasiado cobardes como para decirlo- dijo el hombre que estaba con las dos mujeres.

-Pues todos se equivocan- dijo Agustín- la única razón por la que mi hija no obtuvo un don es porque ustedes no la merecen-

Se fue de regreso a casita con las manos empuñadas de enojo. ¡Eso era el colmo! No podía creer que esas horribles personas se metieran con alguien tan dulce como su Mirabú. ¡La pobre no había pedido ser la única sin don! No era justo que la trataran así.

Su suegra era un problema. Bruno le había contado sobre la visión y lo sucedido después de ella, pero aún no se había atrevido a decirle a Mirabel al respecto. Su pobre niña no entendía porqué la abuela la trataba diferente a los demás nietos. Félix incluso le había comentado que Alma le había dicho a Pepa que no dejara que Camilo pasara mucho tiempo con Mirabel para no dañar la magia.

Aquello hizo que su sangre hirviera. Estaba furioso con su suegra, pero Julieta seguía tratando de tranquilizarlo.

-Solo mamá la trata diferente- dijo Julieta- y nosotros no permitiremos que la traten mal-

Pero Agustín sabía lo grave que era eso: Alma era casi el corazón de la comunidad, si ella trataba diferente a Mirabel, la familia y el pueblo harían lo mismo.

Al llegar a casita, Mirabel lo recibió con una enorme sonrisa, corriendo hacia él.

-¡Mira lo que hice hoy, pá!- dijo la niña emocionada, mostrándole el trozo de tela en el aro de bordar. Sus puntadas se habían vuelto cada vez más ordenadas, y los colores que había elegido eran hermosos- ¿te gusta?-

-Wow, esto está muy lindo, Mirabú- dijo Agustín levantando a la niña del suelo y dándole un beso en la mejilla- soy muy afortunado, tengo a las tres niñas más talentosas del mundo-

Mirabel se emocionó y lo abrazó con una sonrisa. Agustín le dio un apretón también. Adoraba a su niña más pequeña, y era especial sin importar lo que Alma creía. La puso en el suelo casi al mismo tiempo que Bruno regresaba de su torre haciendo una mueca y frotándose los ojos, seguramente cansado y con dolor de cabeza.

-¡Tío Bruno, mira!- dijo Mirabel corriendo hacia él.

Los ojos de su cuñado se iluminaron al ver a Mirabel y, a pesar de que estaba visiblemente cansado, se puso en cuclillas para ver el bordado de la niña y alabar su trabajo. Acarició sus rizos y se dejó arrastrar alrededor de la casa por la niña.

"Gracias por cuidarla también, cuñado", pensó Agustín.

x-x-x

Unos meses después

Esa mañana toda la familia había salido al pueblo y la abuela había obligado a Bruno a tener varias visiones, así que Mirabel estaba sola en la casa. A pesar de que odiaba quedarse sin compañía, ahora no le molestaba tanto porque gracias a Marcela (y a tío Bruno, porque la había estaba ayudando y animando) había aprendido a bordar.

Cuando no tenía nada que hacer, Mirabel tomaba su bordado y se tumbaba en alguna hamaca para bordar lo que se le ocurriera. Estaba muy entusiasmada porque Marcela le había dicho que ahora le enseñaría a usar la máquina de coser.

Emocionada por esa idea, Mirabel terminó lo que estaba haciendo: un pañuelo para su abuela.

Mirabel podía tener más de seis años pero entendía muy bien que su abuela la había dejado de querer desde el día en que su ceremonia había fallado. El resto de su familia continuaba tratándola con normalidad, pero su abuela era otra cosa diferente. Tenía que enseñarle que sí tenía un don, quizá no mágico pero sí un don que podía ser útil para el encanto.

Y esa era su oportunidad de hacerlo, ahora que la casa estaba sola excepto por ella y la abuela.

Mirabel vio a la abuela entrar a casita y se levantó de un salto para alcanzarla. Al bajar de la hamaca la niña tropezó y cayó al suelo raspándose su rodilla, pero afortunadamente su pañuelo no se ensució. Tras sacudirse rápidamente la ropa con una mano corrió y alcanzó a su abuela.

-¡Abuelita!- exclamó Mirabel- espera, hay algo que quiero mostrarte-

Su abuela se detuvo y se volvió hacia ella, mirándola fríamente. A pesar de que ya llevaba un año soportando eso, seguía doliendo como el primer día. Tratando de no pensar en eso, Mirabel le mostró el hermoso pañuelo con las iniciales A&P en él.

-Es para ti, abuelita. Espero que te guste lo que hice…-

-Pff, no lo hiciste tú, no seas mentirosa- dijo la abuela dejando caer el pañuelo al suelo y dándole la espalda.

-Yo sí lo hice, aprendí en…-

-Estoy ocupada, Mirabel, no tengo tiempo para perder con tonterías- dijo Alma sin volverse a ella y entró a su propia habitación- habemos personas en esta familia que sí hacemos cosas útiles para el Encanto-

Mirabel quedó paralizada por unos minutos fuera de la habitación de su abuela sin poder creer lo que acababa de pasar. Su labio tembló y no pudo evitar abrazarse a sí misma al sentir que todo su trabajo no había servido de nada.

"No sirvo de nada", pensó ella con los ojos húmedos "y la abuela no me va a querer si no tengo un don…"

Aún llorando, Mirabel caminó hacia la salida de la casa y, a pesar de que casita trató de convencerla de quedarse, se alejó de la casa siguiendo el camino principal. Se dejó caer bajo un árbol al lado del camino y se puso a llorar.

x-x-x

Poco después

A Camilo le dolían las manitas. A pesar de que amaba su don y lo usaba constantemente para hacer travesuras, odiaba tener que usarlo por el "bien del pueblo". Tenía que cuidar a los bebés transformado en distintas mujeres del pueblo, pero sus brazos estaban comenzando a sufrir.

Entró a la casa frotándose los brazos cuando vio a casita moverse de una manera diferente a lo que estaba acostumbrado.

-¿Qué pasó, casita?-

La casa se movió bajo sus pies, subiéndolo al piso superior y deteniéndose fuera de la puerta de la abuela. A sus pies vio un pañuelo bordado, y supuso que era de Mirabel, así que fue a la guardería a buscarla.

-¡Mira! Dejaste esto…- dijo al abrir la puerta, pero se interrumpió al encontrar la habitación vacía. Alzó las cejas y bajó al comedor, donde estaba tía Julieta cocinando pero no estaba Mirabel tampoco.

-¡Camilo! Que tu abuela no te vea en la cocina, sabes que no le gusta que entres…-

-Tía Juli, ¿has visto a Mirabel?- dijo Camilo- encontré esto tirado en el suelo-

-¿No está en su cuarto?- dijo Julieta, y vio a su sobrino sacudir la cabeza- ¿casita?¿Puedes traerla?-

Casita se movió como respuesta, pero Mirabel seguía sin aparecer. Fue entonces cuando Julieta comenzó a preocuparse. Apagó la estufa y se limpió las manos para salir a buscarla, cuando se topó con Bruno.

-Wow, terminaste temprano- dijo Bruno.

-No, casita no sabe dónde está Mirabel- dijo Julieta- voy a buscarla-

-Está bien, Juli, yo voy- dijo su hermano- no quiero que te metas en problemas con mamá, o que Mirabel se meta en problemas-

Julieta se mordió el labio. Julieta sabía que si la comida no estaba lista para la hora del almuerzo, su madre culparía a Mirabel.

-Encuentra a mi niña, Bruno- dijo Julieta.

Camilo estaba preocupado también, y siguió a su tío hasta la entrada de casita sin decir nada. Sobra decir que la casa no lo dejó salir.

-Dolores, sé que me escuchas. No encontramos a Mirabel en la casa- dijo Bruno mientras se alejaba por el camino- voy hacia la plaza, te encontraré a medio camino para que me ayudes a encontrarla-

Camilo vio salir a su tío con preocupación y se sentó en los escalones de la entrada, apretando el pañuelo que había encontrado entre sus manos.

x-x-x

Al mismo tiempo

Mirabel había estado llorando todo ese tiempo en la orilla del camino, abrazando sus rodillas y preguntándose cómo podía conseguir un don. No servía siendo solo Mirabel, sin importar lo que dijera su tío Bruno, tenía que tener un don para que la abuela volviera a quererla como antes.

"¿Cómo puedo conseguir un don?", pensó.

Pero pronto cayó en cuenta de que no podía, que su oportunidad de tener uno había pasado cuando su puerta desapareció al tocarla.

"No sirvo para nada", pensó. Hizo un puchero y siguió llorando un poco cuando una voz la interrumpió.

-Buuuu, Miratonta está triste- dijo un niño a unos pasos de ella, arremedando a alguien llorando- ¿por qué lloras, Maribel?¿Ya te diste cuenta que eres la única Madrigal que no es especial?¿La que no sirve de nada?¡Inútil!-

Mirabel levantó la vista y vio que se trataba de Sergio Treviño, un niño de doce años que vivía al lado de los Guzmán. Nadie nunca le había hablado así, y algo extraño se movió en su interior.

"Inútil, inútil", pensó de nuevo, repitiendo la palabra con la que Sergio la describió.

-Vete- dijo Mirabel frotándose los ojos.

-Buuuu, Maribel quiere llorar- dijo Sergio en un tono burlón.

-Déjame en paz…-

-¿Por qué no te vas tú?¡Le harías un favor a tu familia si no existieras!-

La niña le iba a responder que no era cierto, que su familia la amaba como era, con o sin don, pero no pudo hacerlo. La abuela jamás la querría. Haciendo un puchero, Mirabel se levantó de su asiento y corrió hacia la selva para alejarse de ese horrible niño diciéndole todas esas cosas que la hacían sentir peor que antes.

"Inútil, inútil".

-¡Hey, no corras, tonta!- alcanzó a escuchar decir al niño, pero no la siguió.

Después de un rato de correr montaña arriba se escondió detrás de un árbol y se dejó caer en el suelo, cubriendo su cara con sus manos. Odiaba sentirse así, odiaba vivir ahí, odiaba ser una Madrigal.

Aún estaba llorando cuando sintió una mano en el hombro. Dio un respingo de sorpresa y por un momento pensó que era su tío Bruno, pero al frotarse los ojos vio que en realidad era una persona por cuya pintura pasaba todas las mañanas.

-¿Abuelito Pedro?- dijo con voz rota al ver a su abuelo sentado a su lado.

El abuelo no le respondió, solo se limpió a limpiarle una lágrima de su mejilla y puso una mano en su regazo. Mirabel aceptó la invitación y apoyó su cabecita en él, sollozando en voz baja mientras él acariciaba sus cabellos.

No se dio cuenta cuanto tiempo pasó porque se quedó dormida.

x-x-x

Poco después

Gracias al oído de Dolores, Bruno supo que había un niño molestando a Mirabel cerca de la salida del pueblo y que la niña había estado a unos diez minutos del camino, así que se apresuró a buscarla en esa dirección. Preocupada por su hermanita, Luisa dejó lo que tenía que hacer y fue a buscarla también.

Bruno no la detuvo. No le importaba que Alma se enojara: lo importante era encontrar a su sobrina lo más pronto posible y asegurarse de que no se hubiera hecho daño.

Antes de irse Camilo le había mencionado que había encontrado el pañuelo que Mirabel hizo fuera de la habitación de la abuela, y todo hizo sentido: su sobrina le había dicho que haría ese pañuelo para Alma, y si lo encontró tirado seguramente era que su madre lo había despreciado. Sentía reflujo del solo coraje de lo que Alma había hecho.

"Mirabel es una niña muy dulce, mamá no la merece como nieta", pensó Bruno.

Después de un rato de caminar por fin encontró a Mirabel con su falda colorida entre la maleza de la selva. Estaba dormida abrazando una roca como si fuera una almohada y había varias hojas secas en sus cabellos. Ya había oscurecido y el viento era fresco, así que Bruno se quitó su ruana para envolverla en ella y levantarla en sus brazos.

-¿Abuelito Pedro?- la escuchó decir.

-Está todo bien, mariposita- dijo Bruno en un susurro- vamos a casa-

Mirabel no respondió, sino que siguió durmiendo en sus brazos y apoyando su cabecita en su hombro con una sonrisa tranquila a pesar de sus ojos hinchados y sus mejillas húmedas. Quizá estaba teniendo un buen sueño después de todo.

-Dolores, ya tengo a Mirabel y está a salvo- dijo Bruno en voz baja para que la niña no se despertara, pensando en que quería que Julieta no se preocupara- solo está agotada-

Bruno la acomodó mejor en sus brazos y caminó de regreso, encontrándose a Luisa en el camino. Al llegar, casita comenzó a hacer saltar los azulejos de alivio al ver a la más pequeña de la familia sana y salva de regreso. Agustín se apresuró a tomar a Mirabel de sus brazos.

-No está herida, Agustín, solo cansada- dijo Bruno para tranquilizarlo.

-Gracias por encontrarla, Brunito- dijo Julieta abrazando rápidamente a su hermano antes de tratar de despertar a Mirabel para que comiera algo. Mientras hacían eso, Bruno se volvió hacia su madre con una expresión molesta.

-Pff, es solo un grito de atención- dijo Alma encogiendo los hombros y alejándose.

-¿Cómo puedes ser tan cruel?- siseó Bruno- esa niña te ama, mamá, y hace todo lo posible para agradarte. No es su culpa que la visión haya mostrado eso-

Pero Alma no lo escuchó y se fue a su habitación. En el comedor, Julieta seguía intentando que Mirabel comiera, pero ella estaba demasiado somnolienta para hacerlo.

-Déjala dormir, Juli- dijo Agustín- se levantará con hambre en la noche. O en la mañana se sentirá mejor y devorará su plato-

x-x-x

Comedor

La mañana siguiente

Cuando los Madrigal bajaron a desayunar la mañana siguiente, fue evidente para todos la ausencia de Mirabel en la mesa. La abuela comentó que seguramente era que la niña estaba llamando la atención otra vez, pero Agustín decidió ignorarla y se levantó para subir a la guardería.

Bruno no comentó nada. Sabía lo que había pasado la noche anterior con Mirabel habiéndose escapado de la casa y se escondió en la selva, y se había ido a la cama sin comer nada a pesar de lo mucho que Julieta le había insistido. No podía evitar estar preocupado pero no se atrevió a levantarse también después de la cara que su madre puso cuando Agustín se fue de la mesa.

Su cuñado no tardó mucho en regresar, pero tenía una expresión preocupada. Se inclinó para decir algo a Julieta, quien frunció el entrecejo y se levantó de la mesa también, ignorando la expresión molesta de su madre, y los dos salieron del comedor. Bruno ignoró también la expresión de Alma y siguió a su hermana y cuñado para saber qué era lo que estaba haciendo.

Cuando subió, Agustín estaba en la puerta de la guardería con los brazos cruzados, apoyado en la pared.

-¿Qué sucede, Agustín?-

-Es Mirabel. Está resfriada y tiene fiebre- dijo él seriamente- seguramente por lo que pasó ayer, pero… no quiere comer nada-

Podía escuchar desde ahí la tos de Mirabel y la voz de Julieta, pero no podía distinguir qué era lo que su hermana estaba diciendo.

-Seguramente le duele la garganta, quizá Julieta puede hacer algo líquido y caliente para…-

-No entiendes- lo interrumpió Agustín- no quiere comer nada. Se rehusa a comer-

-¿Qué?¿Por qué?- dijo Bruno preocupado. Si Mirabel no comía nada, no podía curarse. Y quizá era solo un resfrío, pero no podía evitar sentirse preocupado. No quería que la niña sufriera innecesariamente, ya tenía muchas cosas en su vida.

La puerta se abrió y Julieta salió, cerrando la puerta con cuidado.

-No quiso comer nada, pero se quedó dormida- dijo Julieta, evidentemente preocupada- pero sería bueno que nos quedáramos a cuidarla-

-Yo me quedaré primero- dijo Agustín.

-Yo también puedo ayudar- se ofreció Bruno.

Asintiendo, su cuñado entró a la habitación de Mirabel y cerró la puerta tras de sí mientras que Bruno acompañaba a su hermana de regreso al comedor. Los hermanos se sentaron a la mesa, a los dos se les había ido el apetito.

-Mirabel está enferma- dijo Julieta dirigiéndose a Alma- pero se niega a comer. No entiendo porque…-

-Es obvio que quiere llamar la atención, Julieta. Tú sigues cayendo en su juego- dijo la abuela interrumpiéndola. Ni ella ni Bruno podían creer lo que acababan de escuchar. Bruno se sintió un poco culpable, ya que Julieta no sabía de la visión que la abuela había alcanzado a hacer.

-Mamá, mi hija está enferma y se niega a comer, mamá, así que no tengo tiempo para esos comentarios- dijo Julieta explotando antes de que Bruno pudiera decir algo.

Todos quedaron sorprendidos por la manera en la que Julieta había hablado con Alma. Bruno vio a su hermana levantarse de la mesa de nuevo y caminar a la cocina sin decir nada. Nadie se atrevió a comentar nada más, solo podía sentir la preocupación de que Mirabel se negara a curarse.

¿Por qué se negaba a comer? Si Mirabel no se había puesto así nunca, ni siquiera después de su ceremonia de don. ¿Acaso fue algo más de lo que no se ha dado cuenta?¿O quizá estaba tan enferma que no reaccionaba?

X-x-x

Horas más tarde

Llegó el turno de Bruno después del mediodía y él subió a la guardería para ver cómo estaba su sobrina. Llamó a la puerta y entró para encontrarse a Agustín prácticamente rogando a Mirabel que mordiera una arepa, y ella sacudía su cabecita con la boca bien cerrado.

-Mirabú, solo una mordida…-

Pero la niña sacudió la cabeza y le dio la espalda a Agustín. Derrotado, se puso de pie y puso una mano en el hombro de Bruno sin decir nada, como deseando que tuviera mejor suerte que él. Por su parte, Bruno sonrió levemente y se sentó en la orilla de la cama mientras que su cuñado salía por la puerta.

Puso una mano en la cabeza de su sobrina tan pronto como se quedó solo, y sintió su piel ardiendo. No comentó nada y comenzó a acariciar sus cabellos en silencio por un largo rato, tanto que Bruno creyó que se había quedado dormida.

-Debes sentirte como si todos los burros del señor Rogelio te hubieran pasado encima- dijo Bruno más para sí mismo que para ella.

-Mmhm- escuchó decir a Mirabel en un tono indiferente.

-Mariposita- dijo él sin dejar de acariciar su cabello- ¿al menos podrías decirme porqué no quieres comer para curarte?-

Mirabel seguía dándole la espalda, aún sin querer interactuar con él.

-¿Por qué no hablas conmigo?¿Ya no me quieres, Mirabel?- dijo Bruno al no recibir respuesta.

-Sí… sí te quiero, tío- dijo la niña con una vocecita quebrada- no tengo hambre-

-Sabes que con un sorbo al aguapanela de tu mamá te vas a sentir mejor, ¿verdad?- dijo Bruno en voz baja, y vio aliviado que la niña asintió- entonces, ¿por qué no quieres curarte?-

Mirabel dudó unos momentos antes de responder, y su tío acarició sus cabellos para animarla a hablar con él.

-Un niño en el pueblo me dijo… que todos estarían mejor sin mí- dijo en voz baja dijo antes de un suspiro.

-Mmm…- dijo Bruno pensativo mientras que Mirabel tosía de nuevo- ¿entonces crees que tu mamá estará contenta sin ti?-

La niña no respondió. Estaba bien, tenía que llevarla a la conclusión que quería, porque seguramente sus padres le habían dicho ya eso.

-¿Crees que tu papá estaría feliz y mejor sin ti? ¿Que no te va a extrañar?- continuó Bruno.

Cuando terminó de hablar, Mirabel se volvió hacia él. No llevaba sus lentes, sus ojos y mejillas estaban húmedos, y hacía un puchero. Bruno hizo a un lado algunos rizos con sus dedos para despejar su rostro.

-¿Crees que tu tío Bruno no te va a extrañar?- dijo él sin dejar de frotar su espalda. Mirabel hizo otro puchero- mariposita, no tienes que escuchar nada que te diga ese niño o nadie más en el pueblo. Eres más talentosa que nadie más incluso sin magia, y no necesitas que alguien te diga si ers especial o no-

Mirabel se frotó los ojos y los entrecerró porque no podía ver bien. Bruno se giró para tomar sus lentes pero la niña lo detuvo deteniéndose del brazo.

-Abuela no quiso mi pañuelo- dijo con voz quebrada- ella no me quiere porque… porque soy inútil-

Bruno tragó saliva. Aquello sobre el hecho de que su abuela no la quería no era mentira, él sabía bien que Alma no perdonaría a Mirabel por algo que sucedería en el futuro, pero su sobrina no tenía idea de ello. No quería decirle sobre la profecía, pero no quiso mentirle tampoco.

-No eres inútil, Mirabel, no vuelvas a decir algo tan horrible sobre ti- respondió su tío frunciendo el entrecejo- puedes hacer muchas cosas, nadie puede bordar como tú. Incluso Marcela dijo que lo hacías muy bien. Además, tu abuela es una persona complicada; quizá no deberíamos basar quienes somos en lo que ella piensa. No tienes que hacerla feliz si ella no hace nada para hacerte feliz-

La niña volvió a hacer un puchero.

-Mamá me dijo que no era cierto- dijo ella.

-Mmm… yo no estoy diciendo que eso sea cierto- dijo Bruno- solo dije que tu abuela es una persona complicada, pero estoy seguro de que si algo malo te pasa, ella también estaría muy triste-

Mirabel se incorporó. Era pasado el mediodía pero ella seguía con su pijama, se puso de rodillas y abrazó a Bruno, quien la abrazó por largo rato.

-¿Puedes tomar un poco de aguapanela? Estoy seguro de que te sentirás mejor, incluso si no fuera mágico- dijo él frotando su espalda. Seguía sintiendo su piel muy caliente y estaba cada vez más preocupado por ella. Por fortuna la niña aceptó y dio un sorbo del aguapanela que Julieta había dejado ahí pero abrazó a Bruno casi de inmediato otra vez.

-¿Puedes quedarte conmigo? No quiero…-

-¿No quieres ver a nadie?- dijo él, y vio a su sobrina asintió. Estaba bien, al menos se había curado y ya no le preocupaba tanto- claro, mariposita. Todo el tiempo que quieras-

Mirabel se sentó en su regazo y cerró los ojos. Bruno se acomodó apoyando la espalda en la pared mientras que su sobrina se quedaba dormida en sus brazos. Apenas se quedó dormida cuando Julieta entró y Bruno le hizo una seña para tranquilizarla de que la niña había tomado el aguapanela. Julieta sonrió agradecida y ayudó a Bruno a ponerla de regreso en la cama para dormir.

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CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Espero que les haya gustado este capítulo. Sergio es horrible y no será la primera vez que haga sentir mal a Mirabel. La abuela de año no ayuda en nada, haciéndola sentir todavía peor. Al menos tiene a su tío Bruno para animarla.

Muchas gracias por seguir con esta historia, nos leemos pronto.

Abby L.