Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

LA PROMESA

CAPÍTULO 9

Pueblo

Dos años después

Ese lluvioso día, Mirabel se ajustó los lentes sobre su nariz con una leve sonrisa y salió de casita tras abrir un paraguas. Hacía un rato que su madre la había llamado a la cocina para pedirle un favor que Mirabel había aceptado sin pensarlo dos veces.

-No quería molestarte, corazón, pero necesito tomates para la cena- le había dicho Julieta- sé que está lloviendo mucho y no podemos hacer que tu tía se deje de preocupar. ¿Crees que puedas ir a la frutería a traerlos?-

Durante esos meses siempre estaba lloviznando o se presentaba una fuerte lluvia con ventiscas severas, pero la gente del Encanto ya se había hecho a la idea y se preparado para incluso un huracán. Tía Pepa estaba embarazada de nuevo y Mirabel esperaba con ilusión a un primito que le quitaría el título de la menor de la familia, pero los nervios de su tía hacían que el clima en el Encanto se volviera loco.

-Claro que puedo, mamá, regreso enseguida- dijo Mirabel tomando su bolso y dirigiéndose a la entrada- nos vemos en un rato, casita-

Casita le respondió moviendo los azulejos afectivamente cuando la niña salió por la puerta hacia la lluvia. Mirabel adoraba sentirse útil, y parecía brillar cada vez que alguien en la familia o en el pueblo le pedía ayuda. Despertar a la familia, poner la mesa, hacer mandados, lo que fuera para no sentirse inútil.

Tío Bruno ya había hablado con ella de eso, y decía que era tan cabezadura como la misma Alma.

Aún sonriendo, Mirabel se dirigió al mercado con su paraguas cubriéndola de la lluvia. Había unos niños pequeños jugando la lluvia cerca del sitio al que tenía que ir, así que Mirabel tuvo cuidado de pasar lejos de ellos para no mojarse los pies. No tardó más que un par de minutos en llegar a su destino.

-Buenos días, señora Cavazos- dijo Mirabel cuando entró a la frutería, cerrando su paraguas en la entrada. La anciana a quien pertenecía le sonrió amablemente, pero la niña notó que todos se volvieron a mirarla de manera de una manera en la que se hizo incómoda, y más de uno salió a la lluvia antes su presencia.

Aquello le pareció extraño ya que eso no sucedía normalmente. Cuando salía al pueblo escuchaba los murmullos sobre el hecho de ser una madrigal sin don pero no la evitaban, al menos no así. Lo primero que pensó era que estaban enojados con los Madrigal en general por el clima.

-Hola, Mirabel, bienvenida- le dijo la señora Cavazos sacándola de sus pensamientos- ¿qué te trae por aquí?-

-Buen día, señora Cavazos. Mi mamá me mandó- dijo Mirabel sonriendo y poniendo unas monedas en la mesa- necesita unos tomates para preparar la cena-

-Oh, por supuesto- dijo la anciana llenando su bolso de tomates- ¿hay algo más que necesites?-

-Solamente eso- dijo ella- muchas gracias, señora-

-Ten un lindo día- dijo la señora Cavazos sonriendo amablemente.

La niña salió de la frutería y abrió de nuevo su paraguas para correr de regreso a casa, ya que la lluvia se había vuelto mucho más intensa mientras había estado dentro de la frutería, acompañándose de fuertes vientos. Por suerte el paraguas era lo bastante grande como para cubrirla casi por completo.

Apenas iba a subir la colina donde estaba casita cuando algo apareció en el suelo de pronto, que la hizo caer de bruces sobre un charco y mojarla, manchando su blusa y su falda de lodo. Por suerte Mirabel soltó el paraguas y alcanzó a meter las manos para no golpearse la cabeza, pero sus lentes se le cayeron y sus manos se rasparon tanto que sangraron un poco, al igual que sus rodillas.

-Ay…- se quejó para sí misma mientras trataba de incorporarse.

-Oh, lo siento tanto, no te vi pasar…- dijo la horrible voz de Sergio, justo detrás de ella- deberías fijarte por donde corres, Miratonta-

Sergio se fue y Mirabel se levantó con dificultad, sacudiéndose las manos y recogiendo sus gafas y su paraguas para regresar a la casa. Su ropa mojada la hacía sentir frío, pero al menos estaba muy cerca de casa y los tomates estaban intactos gracias a que metió las manos.

Cabizbaja, Mirabel regresó a casita y se quitó los zapatos en la entrada antes de exprimir su falda y su cabello para no mojar el suelo, pero casita estaba preocupada por ella y movió los adoquines de la entrada y los azulejos para que se dirigiera a la cocina, seguramente para que Julieta la curara.

-No, casita, estoy empapada y voy a mojar el suelo- protestó Mirabel mientras que la casa la llevaba a la cocina- deja que me seeeeeeeeque…-

Casita la ignoró y transportó a la mortificada niña hacia la cocina, mojando el suelo durante todo el trayecto por el goteo de su ropa y sus cabellos, sin que ella pudiera hacer nada al respecto, y no se detuvo hasta que la dejó frente a su madre.

-¡Ay, corazón!- exclamó Julieta al verla llegar con los raspones en sus manos y empapada- ¿qué te pasó?-

-Edgar me metió el pie mientras venía de regreso- dijo Mirabel mientras que su mamá tomaba sus manos para examinarlas. Al ver que su madre hizo una mueca, rápidamente agregó- pero está bien, no aplasté los tomates-

Julieta dejó sus manos y tomó una arepa para ofrecérsela antes de tomar el rostro de su hija entre sus manos.

-Mirabel, escucha bien- dijo ella con seriedad- los tomates son lo que menos importa, tú eres lo más importante para mí. No me gusta lo que está pasando con ese muchacho. ¡Ya tiene dieciséis años! Y pareciera que cada vez te molesta más-

Mirabel bajó sus ojos. La verdad era que no le había dicho todo lo que realmente estaba sucediendo con ese adolescente, ni todas las veces que él la había molestado o hecho algunas cosas parecidas a lo que había sucedido ese día. Julieta solo se había enterado de ello cuando terminaba lastimada.

-Lo siento, mami- dijo Mirabel.

-No es tu culpa, nada de lo que te hace ese horrendo muchacho es tu culpa- dijo Julieta tomando un paño húmedo para limpiar la sangre de sus rodillas ya curadas- lista, ahora vete a la ducha y cámbiate de ropa. Casita, llévala por favor-

Casita movió los azulejos del piso para llevarla al baño. La niña siguió las indicaciones de Julieta y se dio un rápido baño antes de cambiarse. Pero cuando salió se encontró a su abuela, bastante molesta.

-¿Cuál es el significado de esto?- dijo Alma señalando las gotas que quedaban en el suelo- ¿tienes idea de lo peligroso que es esto?¿Qué pasaría si Pepa hubiera bajado y resbalado con el suelo mojado?-

Las mejillas de Mirabel se volvieron rojas al ver la mirada furiosa de su abuela.

-Lo siento, abuelita. Casita me llevó a…-

-No quiero escuchar tus excusas, Mirabel- la interrumpió Alma- ve por el trapeador y vas a ir a fregar todo el pasillo alrededor del patio hasta que esté perfecto. ¡Ahora!-

Mirabel bajó la mirada y fue a traer el trapeador sin reclamar, sabiendo que no servía de nada tratar de razonar con ella. El suelo ya estaba ya casi seco, excepto porque había algunas gotas de agua en el suelo. Comenzó a trapear desde la entrada hacia el otro lado del patio, mirando como sus primos trataban de evadir el suelo mojado para no pisarlo. Era difícil, ya que la lluvia seguía mojando los pasillos.

Tardó al menos cuatro horas pasando el trapeador una, dos, tres, cuatro veces tratando de que quedara perfecto. Una vez que terminó y la abuela bajó a examinar su trabajo, Alma arrugó la nariz.

-Decepcionante, tal y como se esperaba de ti- dijo la abuela con una mirada severa- no sé qué estaba pensando, esperando que lo hicieras bien-

Aquello le dolió más de lo que su rostro mostraba, pero no dijo nada y subió a su habitación, manteniéndose en silencio durante toda la tarde, durante la cena y cuando bajó a lavarse los dientes. Cuando Agustín le preguntó que le pasaba, ella le sonrió y le dijo que todo estaba bien.

En realidad ya estaba comenzando a acostumbrarse a que su abuela la tratara así, pero no le dolía menos cada vez que lo hacía.

x-x-x

Al mismo tiempo

Bruno notó que Mirabel había estado un poco seria después durante la cena. La había visto trapeando el área alrededor del patio, y ella le había dicho que había mojado el suelo cuando regresó de la tienda. Aquello no lo sorprendió, había estado lloviendo todo el tiempo porque Pepa estaba preocupada por su bebé y porque sus pies habían duplicado de tamaño en los últimos días, así que era normal encontrar el patio mojado o con lodo, sobre todo cuando Camilo regresaba de jugar futbol con otros niños del pueblo.

Pero se dio cuenta de inmediato porque Mirabel estaba demasiado seria y no quiso comer nada durante la cena, ni siquiera quiso probar el postre, suponiendo que Alma había tenido que ver con ello.

Bruno siempre iba a leerle una historia antes de dormir. Sí, ya tenía diez años, pero seguía siendo una niña y amaba las historias. De hecho, ya casi terminaban su pequeña biblioteca y pronto necesitaría conseguir más libros.

TOC TOC

Nadie le respondió Bruno, y éste abrió la puerta para encontrarse a Mirabel sentada en la ventana y mirando hacia afuera.

-Buenas noches, mariposita- dijo Bruno llamando su atención- ¿estás lista para tu cuento de esta noche?-

-Mmhm- dijo ella sin muchas ganas.

Se mordió el labio y se acercó a ella sin decir nada, sentándose en el suelo a su lado. Mirabel no reaccionó a su presencia y los dos se quedaron mirando la lluvia en silencio. Fue entonces cuando Bruno notó algo en las manos de sus sobrina que no debería estar ahí. Extendió sus manos para tomar las de ella y examinarlas.

-Mirabel, tienes ampollas en…- comenzó a decir Bruno.

-No es nada- lo interrumpió la niña encogiendo sus brazos y ocultando sus manos.

-¿Fue por trapear el suelo?¿Por qué no dijiste nada?- Mirabel abrazó sus rodillas sin decir nada, y Bruno sumó dos más dos: sabía que siempre hacía eso era porque Alma la había hecho sentir mal- Mirabel, ¿tu abuela hizo que trapearas el suelo?-

La niña asintió sin mirarlo. Bruno suspiró y caminó hacia la cocina para rápidamente traer un alfajor de Julieta para su sobrina.

-No tienes que lastimarte para obedecer o agradar a tu abuela- dijo Bruno pasándole el alfajor y acariciando su cabello mientras la pequeña lo tomaba sin comerlo- a tu mamá no le gustaría ver eso-

-No le digas por favor- dijo ella mirándolo por primera vez desde que llegó a su habitación- no digas nada, no quiero que peleen con la abuela por mi culpa-

Bruno no parecía dispuesto a prometer que no iba a pelear con Alma por eso, pero respiró hondo y decidió usar eso para convencer a Mirabel de curarse.

-Bien, pero come eso para curar tus manos- dijo él. La niña comió el alfajor y sus manos se curaron de inmediato. Una vez que Bruno estuvo satisfecho, éste se sentó en la cama y puso una mano junto a él, invitándola a sentarse.

-Gracias, tío- dijo ella sentándose a su lado y apoyando su cabeza en el hombro de él- estoy… aliviada de que estés conmigo-

Aquello hizo que Bruno se sintiera culpable por haber considerado irse de la casa para que Alma no se diera cuenta de la visión, pero ya era demasiado tarde. Estaba aliviado de haberse quedado a protegerla de su madre, al menos lo poco que pudiera hacer. Ya no era una niña pequeña, quizá debería decirle sobre la visión para que entendiera porqué Alma la trataba así, pero no quería que Mirabel lo odiara.

-¿Quieres leer? Este es el último libro que tengo- dijo Bruno.

-Umm… quizá podrías escribirlo, tú siempre inventas las mejores historias- dijo Mirabel antes de dejar escapar una risita- recuerdo cuando éramos pequeños, que tú y Camilo se disfrazaron de piratas-

Bruno rió también ante la sugerencia.

-¿Cómo que que "cuando éramos pequeños"? ¡Ustedes siguen siendo pequeños!- dijo Bruno separándose de la pared y dándole un topecito en la nariz con su dedo antes de volver a apoyarse en la pared.

Mirabel rió de nuevo.

-Bueno, pero es verdad que cuentas las mejores historias, incluso si no tienes libros. Recuerdo las novelas que me has contado- dijo la niña mientras que Pancracio y Margarita salieron de la ruana de Bruno y subieron al regazo de Mirabel. Sus ratas ya eran ancianas, pero amaban a la niña, quien comenzó a acariciarlas con ambas manos- quizá Pancracio y Margarita podrían ayudarte a actuarlas-

-¿Quieres que invente novelas para ellos?- dijo Bruno sonriendo ante la idea- o mejor dicho, ¿ratanovelas?-

Aquello hizo que la niña riera de nuevo. Su tío sonrió ampliamente al verla reír, más animada y olvidando lo que había pasado, y Bruno seguía agradeciendo el hecho de haberse quedado con su familia.

x-x-x

Comedor

Al día siguiente

Lo sucedido con su abuela había sido olvidado después de la conversación con Bruno y había tenido una excelente noche, pero cuando Mirabel bajó a desayunar a la mañana se encontró a la familia conversando muy preocupada. La abuela no había bajado aún pero el resto de su familia parecía inquieta.

-¿Qué sucede?- preguntó la niña- ¿por qué están todos tan serios?-

-¿No te has dado cuenta, Mira?- dijo Camilo visiblemente preocupado al verla llegar- ¡desde esta mañana casita no nos escucha!-

-Quizá hay algo malo con la magia- sugirió Luisa muy preocupada también.

-No, nuestros poderes siguen intactos- dijo Isabela acomodándose el cabello y haciendo una mueca- debe ser otra cosa-

Mirabel no entendía de qué estaban hablando todos ya que en esa mañana casita había escuchado todo lo que ella le había pedido hacer. Aún llena de curiosidad, la niña pensó en qué pedirle a la casa.

-Casita, ¿podrías pasarme los platos para poner la mesa?- preguntó Mirabel, y la casa inclinó el mueble para que pudiera atrapar los platos y colocarlos sobre la mesa.

Todos miraron sorprendidos a la niña, cayendo en cuenta de que ahora la casa solo la obedecía a ella. Tuvo todo tipo de reacciones, desde sorpresa hasta molestia entre sus hermanas y primos.

-¡Casita, no es justo!- dijo Camilo en voz alta- yo también quiero que me escuches. ¿Por qué solo te escucha a ti?-

Mirabel no tenía una respuesta para ello, y solo vio como cada uno de sus familiares repetir órdenes a la casa y ser ignorados por ella. Aún estaba pensando en ello cuando vio a la abuela mirándola con una expresión llena de desaprobación.

-¿Qué fue lo que hiciste, Mirabel?- dijo la abuela sorprendiendo a todos.

-Yo… ¿qué?- dijo la niña.

-¿Qué hiciste para que casita no nos obedezca?- dijo la abuela visiblemente molesta- ¿qué le estás haciendo a la magia?-

-¡Mamá!- intervino Julieta de inmediato antes de que la niña saliera de su sorpresa, plantándose delante de su hija para ocultarla de Alma- Mirabel no pudo haber hecho nada para para que casita no nos obedezca. Quizá…-

Pero la abuela no lo estaba escuchando y parecía estar muy enojada. Aquel comentario hizo que Isabela mirara a su hermana menor con una expresión molesta y que Camilo le dirigiera una expresión herida.

-Yo lo hice nada, abuela, lo juro…- se trató de defender Mirabel. La abuela iba a decir algo cuando Félix llegó al piso inferior y se encontró con esa escena. Dudó unos segundos al ver la tensión en el comedor pero finalmente habló.

-Señora Alma, Pepa ya está en trabajo de parto- dijo Félix mirando a Julieta, quien asintió y caminó a la cocina para tomar algo de comida.

Alma se relajó pero miró a Mirabel con enojo antes de darle la espalda y caminar de regreso hacia el piso superior con Pepa, seguramente para ayudarla. La niña se abrazó a sí misma y se dejó caer en una de las sillas. Bruno puso sus manos en lo hombros de ella, alcanzando a escuchar lo último que Alma había dicho cuando bajó al comedor.

-Hey, no escuches a tu abuela- dijo él tratando de animarla- en un rato vas a tener un primo nuevo-

Aquello la animó un poco, y se volvió a casita para pedirle que cerrara las puertas y las ventanas, ya que sabía bien que se acercaba un huracán.

x-x-x

Horas más tarde

Todo el Encanto dio un colectivo respiro de alivio cuando el huracán terminó y en la casa Madrigal se escuchó el llanto de un bebé. Al igual que sus sobrinos, Bruno estaba casi saltando de emoción ante la idea de un nuevo bebé en la casa ya que Mirabel había sido la última hacía diez años.

Durante el curso de la mañana pudo notar que Camilo parecía estar muy dolido con Mirabel desde el momento en que se dieron cuenta que casita solo la escuchaba a ella, pero no había dicho nada más al respecto desde ese momento y ahora estaba emocionado.

-Espero que el bebé sea un niño esta vez- dijo Camilo mirando con ilusión la puerta de su mamá- no quiero seguir siendo el único-

Bruno le revolvió el cabello cariñosamente como siempre hacía, ganándose una sonrisa de parte del niño. Mirabel estaba tomando la mano de Agustín, también mirando emocionada hacia la puerta de Pepa.

No pasó mucho tiempo cuando la abuela salió de la habitación con una expresión sonriente.

-Es un niño- anunció Alma.

-¡Sí!- Camilo dio un salto de emoción y corrió al interior de la habitación seguido de su hermana, todas sus primas, Bruno y Agustín, quienes habían permanecido agolpados fuera de la puerta de Pepa a pesar del huracán.

-¡Dios mío, están todos empapados!- exclamó al verlos entrar a su habitación.

-Solo un poco- dijo Agustín- todos estaban impacientes de conocer a tu bebé-

Pepa les mostró orgullosa al pequeño. A Bruno le recordaba un poco a Camilo cuando había nacido, con su mata de cabellos rizados, esta vez de color negro. El bebé solo chupaba su manita con los ojos cerrados.

-¿Puedo cargar a mi hermanito, mamá?- preguntó Camilo apoyado en la cama donde Pepa descansaba.

-Claro que sí- dijo Pepa sin levantarse, colocando al bebé junto a ella en la cama donde Camilo había puesto sus brazos- con cuidado. Se llama Antonio-

Uno a uno los primos se acercaron a saludar al pequeño, cargándolo y meciéndolo en sus brazos, sobre todo las mayores. La última en acercarse fue Mirabel, quien puso una mano sobre su manita y el bebé la cerró alrededor de su dedo.

-Hola, Antonio- dijo la niña con cariño, y el bebe abrió sus ojitos hacia ella.

Mirabel iba a darle un abrazo (con Antonio aún acostado sobre la cama) cuando Bruno vio que Alma tomó a la niña de los hombros y la apartó un poco bruscamente de la cama. Mirabel quedó un poco asustada por lo que acababa de pasar y se volvió hacia su abuela como preguntándole porqué había hecho eso.

-Creo que ya fue suficiente por hoy- dijo la abuela en un tono de que no aceptaría réplicas- vamos, todos fuera de aquí porque Pepa necesita descansar. Mirabel- agregó haciendo que la niña saliera de su sorpresa- sígueme, quiero verte en mi habitación-

Bruno sintió un vuelco al ver a su sobrina favorita palidecer y seguir cabizbaja a su abuela, y supo exactamente lo que le esperaba a la pobre niña, así que solo felicitó rápidamente a Pepa y salió de la habitación, aún pensando si había sido su imaginación o Alma no había dejado que Mirabel abrazara a Antonio.

x-x-x

Al mismo tiempo

A Mirabel siempre le había dado miedo ir a la habitación de su abuela, incluso antes de su ceremonia de don. No podía creer lo que Dolores siempre le decía, que desde pequeña había sido la favorita de la abuela hasta el día de su ceremonia, porque eso le parecía casi imposible. Desde el día de su ceremonia la abuela no había vuelto a darle un abrazo siquiera.

Y suponía que su abuela le iba a reclamar por lo que había pasado con casita esa mañana, así que tan pronto como estuvo dentro de la habitación se apresuró a explicar.

-Abuela, te prometo que no tengo idea de porqué casita…-

Pero su abuela la hizo callar levantando su mano sin dejar de mirarla de esa manera que le causaba escalofríos.

-No quiero hablar contigo de eso- dijo la abuela ajustándose un arete en su oído- seré breve: quería decirte que quizá no deberías acercarte demasiado a Antonio, creo que eso sería una mala idea-

Aquello volvió a dejarla aturdida, como si la acabaran de abofetear. ¿Qué le estaba diciendo la abuela?

-Yo…¿por qué?- dijo Mirabel un poco ofendida. ¿Por qué no podía acercarse a su primito recién nacido? A su abuela no le gustó la manera en la que Mirabel hizo la pregunta.

-No sabemos porqué no obtuviste un don- dijo la abuela causándole un escalofrío a pesar de que hablaba con un tono condescendiente- no sabemos qué es lo que hay sobre ti que está envenenando la magia, pero no podemos arriesgarnos a que contamines a tu primo con lo que sea que haya causado eso. Sé que harás lo correcto- añadió abriendo la puerta de su habitación para indicarle que saliera.

Mirabel se quedó helada al escuchar eso, y salió automáticamente de la habitación de su abuela, aún pensando en lo que le acababan de decir.

"Envenenando la magia".

"Contamines a tu primo".

"Inútil, inútil".

Se llevó las manos a la cabeza. Su abuela seguramente tenía razón, ella podía contaminar a su primo con lo que sea que le haya robado su don. No quería que nadie pasara por lo que ella había pasado, mucho menos Antonio. Al menos podía servir de algo así.

"Inútil, inútil"

-Mirabel… ¡Mirabel!- escuchó la voz de su tío Bruno, pero parecía estar muy lejos de ella.

Mirabel seguía en su propio mundo, pensando en que no servía de nada, que había algo con ella que quizá estaba envenenando la magia como le había dicho su abuela. Una mano se cerró alrededor de la suya y la arrastró hacia la guardería. El ambiente de la misma la hizo relajarse un poco y volver a la realidad, donde Bruno estaba en cuclillas frente a ella, mirándola preocupado.

-¿Qué pasa, mariposita?- dijo Bruno preocupado sin dejar de mirarla- saliste muy extraña de hablar con tu abuela-

La niña tembló y se abrazó a sí misma, comenzando a hablar con voz quebrada pero sin llorar.

-Ella dijo que… que yo… que algo sobre mí estaba envenenando la magia y… y que no quería que me acercara a Antonio para no… contaminarlo con eso…- dijo Mirabel mientras temblaba abrazada de sí misma- ¿ves? Yo sabía que había algo malo conmigo…¿por qué nadie me lo dijo?-

Bruno apretó los puños furioso al ver a su sobrina así. En serio su madre valoraba la magia más que el bienestar de su nieta, y eso hacía su sangre hervir de enojo. Mirabel no merecía nada de esto. Sin saber que decir, Bruno la rodeó con un brazo para acercarla a él y se dejó caer en el suelo.

-Yo te dije que no hay nada malo contigo- dijo Bruno con cariño- ¿o acaso crees que te mentí?-

Mirabel se limitó a deslizarse al suelo y apoyar su cabeza en el hombro de su tío sin responder, ya que sabía que su tío no le mentía. Aquello no era justo, Brunoya había perdido cuenta del número de veces en que Alma la trataba así.

-No entiendo…- dijo ella en voz baja, y se dio cuenta de que algunas lágrimas silenciosas resbalaban por sus mejillas cuando su tío las limpiaba con su pulgar- ¿por qué…?-

Bruno sabía perfectamente porqué estaba sucediéndole eso, y podía darle las respuestas que su sobrina necesitaba. Tenía miedo de que se molestara por no habérselo dicho antes o que lo culpara por haber tenido la visión en primer lugar, pero no podía seguir ocultándole lo que sabía.

-Mirabel- dijo Bruno en un susurro- hay algo… importante que tengo que mostrarte-

-¿Qué cosa?- dijo Mirabel sin mirarlo.

-Tengo que contarle una historia… y mostrarte una visión- dijo él poniéndose de pie y ofreciéndole la mano.

x-x-x

Al mismo tiempo

Mirabel había tomado la mano de Bruno y había dejado que su tío la guiara a su torre. Por un momento pensó que la llevaría a su biblioteca como siempre solía hacer pero en vez de ello vio que la condujo al otro lado de la cascada de arena y luego hacia unas escaleras que parecían muy altas.

-No entiendo, ¿a dónde vamos?- dijo Mirabel.

-A la cueva de visiones- le respondió él.

La niña se sorprendió. Ella había asumido que le mostraría una tableta verde de una visión que había tenido, no supo qué responder o porqué era importante eso. Su tío nunca le había dicho que no, excepto cuando ella le pidió una visión de su futuro.

-Definitivamente no- le había dicho Bruno, lo más cercano a estar molesto con ella que lo había visto en toda su vida. Debía ser algo importante para que lo hiciera.

Llegaron a la cueva de visiones y Bruno comenzó a hacer un extraño ritual: sacó a las ratas de su bolsillo, tiró un poco de sal sobre su hombro y encendió algunas hierbas aromáticas antes de extender sus manos hacia él.

-Bien. Esta es la historia- dijo Bruno en voz baja, como si no quisiera que lo escuchara- de la noche en que no obtuviste un don…-

Mirabel tragó saliva, pero su tío siguió hablando a pesar de que se dio cuenta de ello.

-Tu abuela estaba preocupada por la magia, y me pidió que tuviera una visión para ver qué había sucedido y qué podía hacer para protegerla. Te voy a mostrar la visión que tuve ese día- continuó Bruno en el mismo tono.

El corazón de Mirabel latió con una emoción que no supo describir. Era una mezcla de tristeza por lo que su abuela le había dicho, preocupación por la magia, emoción por estar a punto de ser testigo de una visión de su tío.

-Toma mis manos y no te sueltes. No te asustes, nada te va a lastimar, ¿de acuerdo?- dijo Bruno.

La niña se puso de rodillas para alcanzarlo y tomó sus manos. Vio con sorpresa los ojos de Bruno brillar de color verde, y la arena levantarse del suelo haciendo un domo a su alrededor. Su tío seguramente notó su sorpresa porque le dio un leve apretón en sus manos. Pero lo que más la sorprendió fue ver las imágenes: ella misma un poco mayor, de pie delante de casita mientras que ésta se rompía detrás de su figura.

Estaba tan asustada que ni siquiera se dio cuenta cuando la arena le cayó encima y solo lo notó cuando Bruno la comenzó a limpiar de su cabello.

-¿Yo… voy a destruir la magia?¿A casita?- dijo ella horrorizada tratando de soltar su mano, pero Bruno apretó las de Mirabel para que no lo hiciera.

-No, por supuesto que no- dijo Bruno sacudiendo la cabeza y mostrándole la tableta verde- mis visiones nunca son directas, y lo que ves no es exactamente lo que sucede. Y esta visión en particular no es definitiva… cambia-

Y para mostrárselo, Bruno movió la tableta de un lado y otro, mostrando a Mirabel cómo la casa se reparada y alzó las cejas.

-Entonces, ¿cuál es el problema?- dijo la niña poniendo la tableta en el suelo.

-Cuando yo tuve la visión, no me había dado cuenta de que la casa se reparaba al moverla y estaba pensando qué hacer para ocultar esto de tu abuela- dijo Bruno- pero cuando la arena cayó me di cuenta de que ella estaba ahí. Solté la tableta para romperla, pero ella había visto todo y… te culpó por lo que pasó. No sabía que hacer para evitar que…-

-Por eso no me quiere- lo interrumpió Mirabel con pánico en su mirada- por eso no me deja tocar a Antonio. Ella realmente cree que yo voy a destruir la magia…-

Bruno dudó unos momentos, pero asintió al final, lo que se sintió como un balde de agua fría. Sin importar lo que su mamá le dijera, su tío le acababa de confirmar que su abuela la odiaba.

-Lo siento, pero las cosas van a seguir siendo difíciles hasta que… pase esto- dijo su tío señalando su visión.

-¿Quién más sabe sobre esto?- dijo ella.

-Tu papá- dijo Bruno tras una pausa- él quería protegerte y no quería que te dijera hasta que fueras mayor, pero creí que necesitabas saberlo después de lo que pasó hoy-

Mirabel seguía abrazándose y apretó los ojos, meciéndose delante hacia atrás.

-Me lo merezco- dijo ella entre dientes- no sirvo de nada…-

-Mariposita, ya te había dicho que no dijeras esas cosas tan feas de ti misma, sobre todo porque no son ciertas- dijo Bruno poniendo una mano sobre la suya- eres la niña más talentosa que conozco… y te lo dije el día de tu ceremonia, los dones no son la gran cosa-

Pero Mirabel no estaba escuchando. Realmente apreciaba que su tío fuera sincero con ella, que le explicara porqué la abuela la trataba así y eso explicaba muchas cosas, pero eso no quitaba el hecho de que ella iba a destruir la magia de su familia y que pronto toda su familia la resentiría.

-Gracias, tío- dijo ella poniéndose de pie e irse con los ojos llenos de lágrimas, pero Bruno nuevamente la detuvo y la rodeó en un abrazo.

-Lo siento- escuchó decir a Bruno tristemente- debí haberme negado a tener la visión. Mi don nunca trae nada bueno-

Eso era todavía peor, no quería que su tío se sintiera mal o se culpara solo por haber visto su futuro.

-No es tu culpa, tío- dijo Mirabel sonriendo levemente- vamos a estar bien-

-¿Lo vas a estar?- dijo Bruno visiblemente preocupado, y su sobrina amplió un poco su sonrisa. Ya estaba acostumbrada a fingir que no sentía dolor.

-Mmhm-

Aún así Bruno la acompañó escaleras abajo de su cueva de visiones y de regreso a su habitación, pero Mirabel no pudo evitar notar la mirada de enojo de su tío cuando pasaron por la habitación de su abuela.

Estaba aliviada de tener a Bruno de su lado.

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CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Antonio ya entró a la historia y Mirabel ya sabe sobre la visión de Bruno. Tengan un poco de paciencia, ya verán lo que va a pasar.

Muchas gracias por sus reviews. Abrazos.

Abby L.