El extraño poder de Kari.

El día treinta y uno de diciembre, se juntaron todos frente al puente de Hikarigaoka; el mismo puente que había sido destruido dos veces por digimons. Estaban ocultos por unos arbustos. Acompañándolos estaban Izzi, Joe y Matt. Sora y Tai habían acudido al hospital porque daban el alta a la chica a la que habían absorbido la flor; con ánimo de protegerla y acompañarla. Se habían plantado allí antes que amaneciese, corriendo un gran riesgo al salir de su casa de madrugada, pero tenían que vigilar el lugar. Como dijo Izzi dos días antes, se la estaban jugando todo a una carta; habían hecho una apuesta. Poco a poco los niños comenzaron a aparecer, estaban todos ellos inexpresivos, parecían Zombies. El plan que tenían era tan solo observar el panorama general, nada de actuar, permanecer al margen. Por lo que la chica hospitalizada le contó a Sora ayer, iban a ir todos al digimundo. Así que, el que la puerta hubiese sido sellada era una gran ventaja. Estaban convencidos que se llevarían una gran sorpresa cuando la puerta al digimundo no se abriese.

Poco a poco aquellos niños fueron apareciendo, formando una especie de pequeño grupo sobre el puente. Podrían pasar por un grupo de amigos, pero estaban en silencio y no hablaban entre ellos, constituyendo un grupo de desconocidos que estaban juntos en un lugar en concreto. Kari estaba segura que si no fuese por que las personas iban tan ajetreadas de un lugar para el otro, habrían reparado en la conducta extraña de ese grupo de niños. Pasado un buen rato, Yukio Oikawa llegó al lugar.

— Es raro que venga sin sus mascotas — Comentó Kari.

— Deben estar en algún lugar — Dijo Tk — Arukenimon y Mummymon son unos cobardes, no me extrañaría que nos atacasen por la espalda.

— Hemos estado vigilando, no había rastro de ellos por ningún lugar — Mencionó Davis fastidiado.

— No podemos bajar la guardia — Opinó Ken hablando con calma — Y esos dos, más que ser las mascotas de Oikawa, parece que sean sus sirvientes. Lo cual es raro, los digimon no suelen ser muy proclives a servir a los humanos.

— Algún tipo de poder debe tener Oikawa sobre ellos — Complementó Yoley.

— ¡Mirad! — Exclamó Cody — ¿Qué está haciendo con el portátil?

— Abrir la puerta, supongo — Dijo Izzi, entregándoles los bocadillos que le había dado su madre — Mi madre se esta encargado de avisar a las familias de los chicos.

— Tenemos que impedir que habrá la puerta — Dijo Davis, saliendo del escondite y caminando hacia el grupo.

— ¿Pero qué hace? — Inquirió Tk molesto, eso delataba su posición, la posición de todos — Si no va a poder abrir la puerta.

— Pero él no lo sabe — Apuntó Kari — Vamos tras él.

Al salir de su escondite y dirigirse contra Oikawa para impedirle que siguiese usando el ordenador, los dos digimon que servían a aquel hombre les cerraron el paso, pero no los atacaron, tan solo evitaban que siguiesen adelante. Cuando para sorpresa de todos, el ordenador reaccionó abriendo la puerta, cosa que debía ser imposible, lo siguieron todos excepto Matt, Joe e Izzi. Había sido una locura entrar tras ellos por aquella puerta, pero en esos momentos esos niños eran su prioridad.

El mundo al que entraron era un lugar extraño, estaba todo a oscuras pero al mismo tiempo no parecía en sí un lugar malo. Los niños lloraban porque ese no era el sitio al que les habían prometido ir. Era evidente que al estar bloqueada la puerta al mundo digital esta los había redirigido a otra dimensión, otro mundo.

— Al menos no es el mar oscuro — Murmuro Kari

La Luz se hizo en el lugar, mostrando lo que parecía una especie de caleidoscopio, con un montón de imágenes sin sentido conectadas entre si. Era como si formasen parte de un conjunto, pero al mismo tiempo no tuviesen ninguna relación entre sí. En uno de los laterales del lugar en que estaban, había una grieta, por la que parecía colarse una especie de sustancia oscura y viscosa. Contrastaba con el resto del lugar. Todo en su conjunto parecía una amplia habitación.

Tanto los niños como Oikawa estaban decepcionados con el lugar, ahora hasta el adulto estaba convencido que no estaban en el mundo digital. Lo que alteraba a la mayoría, incluso al hombre. El lugar en el que estaban tenía algo que hacía que el sitio no fuese ni bueno ni malo.

— ¿Porqué te lamentas? — Se escuchó una voz grave y fría en toda la estancia que hizo estremecerse a todos, al tiempo que una boca constituida por labios finos y un par de colmillos inferiores flotaba en el aire.

— Dijiste que me traerías al mundo digital, y eso no es el mundo digital — Dijo Oikawa.

— Pero este mundo es mejor que el mundo digital, mucho más poderoso. Obsérvalo bien. En este mundo podrás hacer todo lo que quieras, incluso conquistar el propio mundo.

Todos estaban aterrorizados con aquella voz, los niños de las semillas más que ninguno, los seis elegidos estaban asustados e intrigados por igual. Gatomon fruncía el ceño, estaba teniendo una sensación que no había tenido en años, desde...

— ¡Ya lo sé! — Exclamó — Eres... Myotismon.

— Si, ya sabría que tu me descubrirías tarde o temprano. ¿Quieres saber algo?, él código de los anillos negros es en realidad una inversión del código de tu anillo sagrado.

— Sabía que eras rencoroso, pero no que llegases a tanto.

— ¿Cómo es que estás vivo? — Preguntó TK.

— Pues veréis, cuando me derrotasteis en vuestro mundo mi esencia se quedó allí. En esos momentos vosotros os marchabais al mundo digital a detener a los amos oscuros, completamente ignorantes que yo aún seguía allí. Tracé rápidamente un nuevo plan, necesitaba de un ser humano dispuesto a compartir la conciencia conmigo, a servirme de reserborio hasta que pudiese regresar al digimundo, y por suerte lo encontré.

— Entonces, esa voz era real — Dijo con algo de miedo Oikawa.

— Por supuesto que lo era. Necesitaba de un humano incauto, sensible y fácil de manipular. Gracias a este hombre encontré uno de los elegidos, y también la manera de ponerlo a mi servicio, sugiriéndole en cierta manera qué hacer — Respondió burlándose de Oikawa — Y ahora ya no me haces falta — Del cuerpo de Oikawa salió una sombra oscura, completamente aterradora que tomo la forma del mismo Oikawa, como si se tratase de un gemelo malvado.

— ¿Que función tienen las torres oscuras? - Preguntó Ken con el rostro contorsionado por la rabia — ¿Porqué me hiciste construirlas?

— Esas torres estaban en el mar de Dragomon, fuera de ese mar sirven para modificar el paisaje y así poder acceder al digimundo; sin contar con los otros poderes que han mostrado ventajosamente tener. Veréis, cuantas más torres se plantasen con mayor facilidad podría entrar el digimundo; pero aun así no fueron suficientes, por lo que cree a estos dos — Dijo señalando a Arukenimon y Mummymon — Para que con la destrucción de las piedras sagradas creasen una distorsión que me permitiese entrar y al mismo tiempo anular el poder de las bestias sagradas — Su forma de hablar era fría y pausada, como si tuviese todo el tiempo del mundo. También se notaba el enfado en su voz — Pero vosotros os entrometisteis, destruisteis mis torres oscuras y evitasteis que la última piedra fuese destruida. Por si fuera poco, cuando construí las torres en el mundo real os encargasteis de destruirlas nuevamente. Así que tuve que trazar un nuevo plan — Murmuró mirándolos fríamente — Por eso tuvimos que pasar al plan de usar las semillas.

— Mientes — Dijo Kari con aplomo — Tu verdadera intención fue usar las semillas desde un principio. Lo de las torres oscuras en nuestro mundo fue una distracción.

— Cierto, lo fue. Y caísteis como idiotas. Las semillas de oscuridad no servían para poder llegar al digimundo como le dije a ese idiota cuando le convencí de implantarlas en los niños. Son en realidad mi alimento.

Los que estuvieron presentes un par de días atrás cuando Blackwargreymon dio su vida por sellar el digimundo, recordaron como había absorvido la flor que se había abierto en la cabeza de aquella niña. Las semillas al crecer se convertían en flores de oscuridad y Myotismon usaba esas flores para alimentarse y para... Kari reprimió un escalofrió, para hacerse más poderoso. La oscuridad en los niños lo hacía poderoso.

El miedo en los niños al saberse engañados y en peligro aumento, querían irse a su casa pero no sabían cómo regresar y no creían que ese hombre fuese a ayudarlos; su única oportunidad eran esos niños a los que llamaban los elegidos. La forma oscura de Oikawa comenzó a absorber de improviso la energía oscura de las semillas de los niños, haciéndose cada vez más oscura. Ninguno pudo reaccionar ante aquello, a parte de suceder demasiado rápido, estaban todavía en shock por lo que les había revelado.

— Es la hora de renacer — Dijo mientras el cuerpo que hasta el momento lo había sostenido se envolvía en tinieblas y comenzaba a rasgarse.

—¿Y en quien te vas a convertir?¿En Myotismon o en Venommyotismon?

— En ninguno de los dos —Respondió mientras terminaba de transformarse — Ahora soy Malomyotismon

El digimon que apareció ante ellos era absolutamente terrorífico, parecía una especie de robot con el alma y rostro de Myotismon, con una expresión mucho más malvada que antaño; sin pensarlo dos veces acató a Arukenimon y a Mummymon, quienes hasta el momento habían estado cortándoles el paso para que no pudiesen interrumpirles. Primero sujetó del cuello a Anukerimon, torturándola de la forma más cruel y sádica que se le pudiese ocurrir, parecía estar disfrutando con todo aquello. Finalmente la mató, devorándola con una de las mandíbulas que poseía, consumiendo sus datos. Estaba claro que estaba haciendo eso para demostrarles el poder que tenía, para aterrorizarlos. Cuando la asesino, Mummymon demostró toda la rabia que sentía, atacando a Malomyotismon sin lograr hacerle ningún daño. Mientras tanto Malomyotismon se burlaba de él. Finalmente lo mató, con un ataque llamado sangre ácida, con el que derritió por completo a Mummymon haciéndolo desaparecer.

— Ahora conquistaré ambos mundos y seré el soberano absoluto.

— Es lo mismo que dijo hace tres años —Susurró TK

— No se lo permitiremos — Dijeron los seis digimon de los elegidos — Vamos.

Todos estaban dispuestos a atacar, pero de los niños solo Davis parecía dispuesto a pelear esa batalla, el resto se mostraban dubitativos, paralizados por el horror que acababan de presentar. Kari sentía miedo, al punto de quedar clavada en el suelo sin apenas poder sostener el dispositivo digital; temía por Gatomon, tenía miedo matasen a su compañera. Sabía que era un miedo real, y que hiciesen o no hiciesen ese digimon los iba a matar, pero el temor era superior a sus fuerzas. Tan solo Veemon digievolucionó en Exveemon y eso no alcanzaba el nivel del malvado digimon.

— Ilusión mental — Malomyotismon los sumió a todos en una ilusión, jugando con su subconsciente y sus sueños para así poder derrotarlos sin que opusiesen resistencia.

Kari notó como una bruma blanca la envolvía, no podía resistirse a ella. La vista se le nubló y de repente no estaba allí, sino en un bosque amplio que permitía que los rayos de sol lo iluminasen completamente entre los arboles. Un lugar pacífico y armonioso. Un buen lugar para caminar y respirar. A su lado iba Gatomon, caminando tranquila, bastante más alegre de lo que solía estarlo habitualmente. Como si ya no quedase huella en ella de su paso bajo las manos de Myotismon. Se sentaron bajo la sombra de un árbol, de base ancha y copa pronunciada, el tronco era completamente grueso, de forma que ambas podían apoyar su espalda en el. Ambas miraron hacia un prado. Allí había muchos niños cada uno con un digimon. Todos tenían un compañero que los entendía y comprendía.

— Es fantástico, ¿no crees? Todos tan felices, sin tener que preocuparse de nada.

— Si, lo es — Notó la mirada de Gatomon, parecía que trataba de decirle algo, más no sabía interpretar esa mirada. No sabía qué era lo que quería decirle.

Todas las personas que había llegar al lugar, a aquel prado tenían un compañero. Tanto los adultos como los niños. Era lo que siempre había soñado, lo que deseaba desde que había conocido a los digimon. Una armonía entre ambos mundos, que hubiese paz y ningún conflicto. Era maravilloso. Un lugar digno en el que quedarse.

— Se ven tan felices — Susurró, mirando con una sonrisa a su compañera.

— Si, Kari. Pero...

— ¿Pasa algo, Gatomon?

— ¿Es que no te das cuenta? — Gatomon se puso en pie, plantándose delante de Kari — Míralos bien.

Kari se fijo atentamente en esos niños, en toda esa gente. Todos tenían el mismo rostro y también los mismos digimon. Eran todo copias de una misma imagen. Parpadeó, mirándolos nuevamente; si, eran todos el mismo. En ese momento apareció Raidramon, una de las digievoluciones del digimon de Davis. Había ido a despertarla de aquel sueño, aquella trampa. Se sintió molesta, Malomyotismon había estado jugando con sus sueños. También con los de los demás, eso era intolerable. Se fijó en que Davis había conseguido que todas las digievoluciones de sus digimon se hiciesen presentes.

—¿Como lo has hecho? — Le preguntó TK

— Simplemente deseé que Veemon fuese más fuerte y aparecieron todos — Susurró

Los niños se miraron entre ellos, asintiendo. Estaban decididos a hacerlo, ahora si, iban a pelear. Kari sostuvo el dispositivo entre sus dos manos, pensando en pelear por el futuro como le había sugerido Gatomon. Su compañera consiguió digievolucionar al mismo tiempo en Angewomon y Nefertimon; además de fusionarse con el digimon de Yolei creando a Slyphimon. Cuando abrió los ojos, todos los digimon de sus compañeros estaban en el lugar, acorralando a Malomyotismon.

— ¿Pero que clase de elegidos sois vosotros? —Preguntó el digimon entre sorprendido y temeroso — Tú — Señaló a uno de los niños — ¿Te llamas Davis?, ¿como has conseguido eludir mi hechizo? ¿es que no tienes nada que te preocupe?

— Pues no — Replicó alegremente.

Todos los digimon comenzaron a atacar a Malomyotismon por turnos, causándole heridas por todo el cuerpo, las suficientes para debilitarlo y sea de paso cabrearlo. Lo tenían acorralado y se sentían vencedores. Entonces, en lugar de atacar por turnos como antes, atacaron al mismo tiempo. Ese fue su error. Los ataques combinados generaron una explosión, expulsando hacia atrás a Malomyotismon. La explosión provocó que el sello se rompiera, y el malvado digimon cayese al digimundo. Sin dudarlo lo siguieron, seguidos de sus compañeros digimon. Conforme iban entrando al digimundo, algunas de sus prendas cambiaron y la mayoría de digievoluciones desaparecieron. Quedando tan solo Imperialdramon, Sylphimon y Shakkoumon. Cuando Malomyotismon se acercó a ellos algo había cambiado.

— Es diferente. Es más grande — Aprecio Cody

— Ha debido absorber los poderes de la oscuridad. Lo he visto antes. Ahora es más peligroso — Murmuró Tk; para Kari era obvio que su amigo estaba recordando lo sucedido con Devimon.

— No dejaremos que nos derrote — Dijo Davis — Imperialdramon, adelante.

Los digimon comenzaron a atacar a Malomyotismon, sus ataques apenas les hacían daño; sin embargo los ataques del poderoso digimon llegaron a derrumbarlos. La oscuridad concentrada en aquel lugar era enorme. Malomyotismon comenzó a reírse, hablando locuras sobre convertir ambos mundos en el mundo de la oscuridad, y empezando a proyectar la oscuridad hacia la tierra. Los niños se quedaron mirando impotentes, observando como su mundo era cubierto por el poder de las tinieblas.

(***)

En la tierra todo se oscureció rápidamente. Todos sus habitantes estaban asustados, no era normal esa oscuridad que no tenía nada que ver con la noche. Era distinta. Tai y el resto de elegidos que habían salvado el mundo tres años antes, sabían lo que eso significaba. Algo iba mal, y estaba relacionado con el digimundo. Izzi se encargó de mandar mensajes a todos los elegidos de todo el mundo; instándoles a tratar de entrar en el digimundo. Ellos mismos iban a tratar de hacerlo. Contaban con que la puerta de Hikarigaoka estaba sellada, desconocían la que había en Odaiba, pero había otra que conocían. La del templo del campamento de verano al que asistieron. Allí fue donde se dirigieron tras convencer a sus padres y a algunos adultos más. Repartidos todos en distintos coches. Era una idea desesperada, pero una idea que merecía la pena probar.

(***)

Por otra parte en el Olimpo todos sintieron la oscuridad que repentinamente cabría el mundo; tanto era así que todos quedaron absolutamente en silencio. Fue suficiente para que todas las conversaciones y discusiones cesasen.

— Hermes, trae a Hades — Pidió Zeus

— ¿No pensarás...? — Comenzó a decir Poseidon.

— No es él — Intervino Demeter — Su oscuridad es distinta.

— Tráelo y lo esclareceremos — Insistió Zeus.

Así lo hizo. Llegando el dios del inframundo al Olimpo con un semblante entre molesto y preocupado. Al parecer, Hermes le había contado lo que acontecía. Zeus enseguida comenzó a cuestionarle. Hades lo miró molesto, en otra ocasión le habría parecido divertido el arrebato de su hermano, pero no se lo parecía. Había algo en esa oscuridad que no le gustaba ni un pelo.

— Escucha, yo no tengo nada que ver. ¿Crees que no he tratado de controlarla en cuanto a aparecido?, no son sombras. Es oscuridad, completamente oscuridad. Y no me obedece.

— ¿Cómo lo estabas haciendo? — Inquirió Atenea.

— Usando todo el poder que podía. Pero os aseguro que no tiene un origen divino.

— Trabajemos en equipo para enfrentarla — Propuso Afrodita — Será divertido, como un juego.

— Puff... ¿Es obligado? — Preguntó Ares — Preferiría competir con alguien, pelear...

— No va a ser necesario — Dijo Atenea — Mirad esas luces. Estan por todo el mundo.

De la más profunda oscuridad salían pequeños puntos de luz por todo el mundo. Esos puntos dispersaban la oscuridad. Observaron atentamente esas luces y a qué se debían. Eran niños quienes producían esas luces. Niños y adolescentes que sostenían en la mano una pequeña máquina.

— Eso soluciona las cosas — Dijo Zeus.

— Han pasado cosas raras. Monstruos extraños por el mundo, niños con otros monstruos que combaten esos monstruos ... — Comenzó a enumerar Poseidon — Creo que están relacionados con lo que está pasando ahora.

— ¿Te ha llevado mucho tiempo sacar una conclusión que todos ya teníamos? — Se burló Atenea.

— Asunto Zanjado — Dijo Zeus — Es un problema humano que no tiene nada que ver con nosotros.

Nadie dijo nada. Hades, sin embargo, intercambió una mirada con Demeter. Una mirada preocupada. No les había contado nada, pero la niña a la que había protegido tenía con ella una de esas criaturas. Una gata blanca que lo atacó al poco de verlo. Quería contarle eso al menos a su hermana, pero ¿como hacerlo sin activar la paranoia de Zeus? Tan sólo se le ocurría esa mirada.

— Regresaré a mi hogar — Dijo con cierta amargura.

— Iré contigo. Que secuestrases a mi hija no me impide verla cuando me plazca.

— ¿Cuantos años más vas a seguir con eso?

(***)

Estaban rodeados de digimon, que poco a poco habían venido al lugar, desafiando a aquel que quería destruir su mundo. Digimons que se vieron rodeados por luces que molestaron notablemente a Malomyotismon. Luces que reanimaron a sus propios compañeros. Se inició un debate entre los que habían sido secuestrados y tenían las semillas de oscuridad y el resto de los niños. convenciéndolos poco a poco de seguir sus sueños y creer en que podían cumplirlos. Malommyiotismon, viendo que estaba perdiendo poder, trató de hacer un ataque a la desesperada. Un ataque contra esos mismos niños.

— ¡No! — Exclamó Kari, viendo como estaba dispuesto a matarlos completamente a todos, no lo iba a consentir. Pensaba luchar hasta las últimas consecuencias con todo lo que tuviese en su mano.

De repente, del suelo surgieron esqueletos armados con espadas y lanzas y se lanzaron a atacar a Malomyotismon. Al mismo tiempo, todos los digimon, incluidos los de los elegidos cedieron su energía a Impetialdramon, para que le diese el golpe definitivo. Muchos gritaron al ver los esqueletos. Los elegidos y los digimon de estos miraban directamente a Kari. Se habían dado que había sido ella quien había echo aquello. Entre los esqueletos y el ataque de Imperialdramon, Malomyotismon resultó destruido, y su esencia quedo perdida por el digimundo.

Kari se giro, estaba sorprendida. Sabía lo que había pasado y que ella había causado la aparición de los esqueletos, más no sabía cómo lo había hecho. Sus compañeros la miraban extrañados, incluso con miedo y horror. El único que parecía no estar asustado era Ken, en cuya mirada había cierta comprension. Pero los demás, estaban asustados. Tk, en realidad estaba iracundo, como cada vez que se encontraba con una gran fuente de oscuridad.

— ¿Se puede saber qué has hecho? — Preguntó Gatomon — Eso no es normal, y tenía la misma oscuridad que...

— No se de qué hablas.

— Todos lo hemos notado — Dijo Tk con una voz fría — Has usado las tinieblas para enfrentarlo. Te has entregado a la oscuridad.

— No...

No pudo terminar de hablar, notó como se posicionaban en función de ataque. No sabía como ni lo podía captar, como entendía la sutileza del movimiento que hacían, pero ahí estaba. Sus amigos y los digimon a excepción de Ken tenían esa pose. Intuía que atacarían en cualquier momento. No sabía lo que pasaba por sus cabezas pero, después de lo que habían visto, cualquier cosa. Antes que pudiesen hacer nada, salió corriendo, internándose en el digimundo.