Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

LA PROMESA

CAPÍTULO 17

Casita

Al mismo tiempo

Isabela se encontraba nerviosamente deshaciendo todas las flores y plantas que había creado, pero su hermana menor miraba desafiante a su abuela, con la confianza de saber cómo salvar el milagro.

-Abuela, ya resolví el problema de la magia- dijo Mirabel seriamente.

-¿De qué estás hablando?- dijo la abuela- ¡solo mira nuestra casa! ¡No solo la casa, sino todo el pueblo está lleno de esas… atrocidades!¡Mira a tu hermana!-

-Pfff… no son atrocidades. ¿Y qué tiene de malo que Isabela se divierta y desahogue un rato?- dijo Mirabel con tranquilidad, pero la actitud de la abuela estaba comenzando a molestarla- Isa no era feliz porque…-

-¡Por supuesto que no era feliz!- la interrumpió Alma de nuevo, su rostro rojo de ira- ¡por tu culpa Mariano no quiere venir a la casa a proponerle matrimonio!-

Mirabel rodó los ojos.

-¿Y cómo eso es mi culpa?- dijo la muchacha. Miró de reojo a Isabela tratando de desmanchar su vestido y haciendo desaparecer los pétalos sobre los que habían caído- menos mal que Mariano no vino. Isabela no era feliz porque quería hacer todo esto-

La abuela parecía furiosa, y la muchacha estaba tratando de mantenerse seria, pero ella también estaba comenzando a molestarse.

-Mirabel, todo esto está…- comenzó a decir Alma, pero esta ves la muchacha la interrumpió.

-Tú no lo entiendes. Era por esto que estaba en la visión de tío Bruno, porque voy a salvar la…-

-¡TIENES QUE DETENERTE, MIRABEL!-

La muchacha dio un salto de sorpresa, y vio de reojo a Isabela hacer lo mismo. A pesar de su actitud impertinente y segura de sí misma, esa agresividad la asustó y la hizo dar un paso hacia atrás.

-Las grietas comenzaron contigo, Bruno dejó de dar visiones por culpa tuya- comenzó a decir Alma en voz alta- Mariano se negó a venir a proponerle matrimonio a tu hermana por culpa tuya, Luisa está perdiendo sus poderes e Isabela está fuera de control por culpa tuya. ¡NO SÉ PORQUÉ NO SE TE DIO UN DON PERO NO ES UNA EXCUSA PARA DAÑAR A ESTA FAMILIA!-

Mirabel se quedó helada ante esa acusación. ¡Después de todo lo que ella había hecho, de sus esfuerzos por proteger a la familia y de buscar una manera de proteger la magia! Encima, una magia que había decidido excluirla y humillarla a ella. Pero no, su abuela jamás la querría, incluso si no hubiera visto nunca la profecía, solo por no tener un don. Podía ver a sus padres y a Bruno detrás de Isabela y Luisa. Sus tíos miraban desde la entrada también con expresiones preocupadas, como si se estuvieran debatiendo si debían intervenir o no. Vio a Bruno arremangarse y fue cuando supo que debía comenzar a pelar ella sus propias batallas, no siempre tendría a su tío consigo.

-Ya lo entendí, nunca voy a ser lo bastante buena para ti, ¿verdad?- dijo Mirabel tratando de que su voz no se escuchara cortada- sin importar lo mucho que lo intente, lo mucho que trate de ayudar o de no estorbar. ¡Sin importar lo que cualquiera de nosotros hagamos!-

Levantó la mirada para mirar a sus hermanas y a sus padres antes de continuar. Bruno tenía una expresión de dolor en su rostro, pero no se movió y la dejó continuar.

-¡Luisa nunca va a ser lo suficientemente fuerte, Isabela nunca va a ser lo suficientemente perfecta!- dijo Mirabel- ¡y tío Bruno dejó de tener visiones porque se siente mal después, y porque siempre lo culpan de cosas sobre las que no tiene control! Pero tú nunca te detuviste a preguntarte porqué dejó de hacerlo, ¿verdad?-

La abuela entrecerró los ojos orgullosa.

-Bah… a Bruno nunca le importó esta familia- dijo haciendo que todos dejaran escapar una exclamación de horror.

-Él ama a esta familia, como yo amo esta familia, ¡como todos amamos a esta familia!- exclamó Mirabel- ¡tú eres a quién no le importa!¡Tú eres la que está rompiendo nuestro hogar y la magia!-

-¡No te atrevas a…!- exclamó la abuela furiosa.

-¡LA MAGIA ESTÁ MURIENDO POR CULPA TUYA!- exclamó la muchacha, dejando a todos sorprendidos, incluyendo a la abuela. Y Alma estuvo a punto de responder, pero el suelo entre ambas mujeres comenzó a quebrarse.

Todos miraron sorprendidos la grieta cruzar la casa de lado a lado y llegar hasta la ventana de la abuela, haciendo que la vela se volteara y rodara.

"No…", pensó ella.

x-x-x

Al mismo tiempo

Bruno vio con horror la casa partirse a la mitad y la vela rodar hacia un lado. Él siempre había odiado su don y había deseado no tenerlo, pero nunca había querido que se perdiera la magia. Su padre se había sacrificado por ellos y la magia era el recordatorio de que estaban a salvo gracias a él.

Peor que perder la magia era perder a Mirabel, quien en ese momento estaba trepando hacia el techo tratando de alcanzar la vela para ponerla a salvo. Camilo e Isabela también trataron de alcanzarla usando sus poderes, pero éstos desaparecieron tan pronto como se acercaron al techo. Casita los ayudó a no caer en línea recta al suelo desde el segundo piso y comenzó a expulsarlos hacia el exterior.

La puerta de Antonio se rompió y cayó hacia el patio, Félix apenas alcanzó a salvarlo de que le cayera encima.

-¡Tenemos que salir de aquí!- exclamó él antes de correr a la salida con Antonio en brazos.

El corazón de Bruno se detuvo al ver a Mirabel tratando de alcanzar la vela de puntillas sobre la ventana del cuarto de Alma.

-¡Mirabel!- exclamó Bruno.

-¡Mirabel, tenemos que salir de la casa!- exclamó Agustín.

-¡Mirabel, baja de ahí!- gritó Julieta corriendo hacia ella.

Casita trató de protegerlos y movió los azulejos del suelo, alejándolos de Mirabel y llevándolos a la salida hasta lanzarlos fuera de la casa. Bruno se puso de pie rápidamente y escuchó un ruido detrás de él: la montaña acababa de partirse a la mitad.

Pero en ese momento no le importaba eso, sino Mirabel.

-¡Mirabel, la casa se va a caer!¡Tienes que salir!- gritó Bruno al ver que su torre se rompió y comenzó a caer sobre el sitio donde estaba su sobrina. Cuando la vio caer al suelo del patio ayudada por casita aún abrazando la vela, Bruno no pudo más y corrió hacia ella.

-¡Bruno, no!- escuchó la voz de su madre detrás de él, pero no le importó. Lo único que le importaba en ese momento era que Mirabel estuviera a salvo. No atinó sino a cubrirla con su cuerpo mientras la torre caía sobre ellos. Apretó los ojos al ver que casita los protegía de los materiales caídos con mesas y y puertas de madera. Sintió algo caer y un agudo dolor en su brazo derecho pero no le importó, al menos no le cayó a su sobrina.

Después de unos momentos que le parecieron eternos, el escombro dejó de caer sobre ellos y Bruno abrió los ojos solo para ver la vela apagándose y a casita despedirse con un rechinido de una ventana.

-No- escuchó decir a Mirabel- casita…-

El movimiento de su sobrina le causó un feo dolor en su brazo, que vio que ahora estaba herido.

-Ugh… no te muevas mucho, mariposita-

-Tío, estás herido…- comenzó a decir la muchacha, pero Julieta y Agustín llegaron a donde estaban ellos.

-¡Mirabel!- dijo Julieta llegando a donde estaba su hija y tomando su rostro entre sus manos- ¿estás herida?-

La muchacha sacudió la cabeza cabizbaja, tratando de no echarse a llorar.

-Bruno está herido, amor- dijo Agustín mirando el brazo de su cuñado.

-Estoy bien- dijo Bruno entre dientes, rodando los ojos al ver a su otra hermana acercarse- no hagas escándalo, Pepa-

Pepa hizo escándalo, y entre Julieta y Agustín buscaron vendas y un trozo de madera para inmovilizar su antebrazo, además de hacerle un cabestrillo. Vio a su madre mirar la casa derrumbada con lágrimas en los ojos y a algunos de los vecinos corriendo a ayudar, pero la casa ya estaba destruída y no se podía hacer nada.

Una vez que su brazo estuvo inmovilizado, vio a Julieta levantar la mirada hacia dónde habían quedado él y Mirabel atrapados durante el derrumbe.

-¿Mirabel?- dijo Julieta en voz alta- ¡Mirabel!-

Bruno sintió un vuelco y se puso de pie buscando con la vista a su sobrina. Mirabel no estaba. No solo él, sino toda la familia se puso en alerta al ver que la muchacha estaba desaparecida.

-¿Dónde está Mirabel?-

-¿Dónde está?-

No había rastro de su sobrina en la casa destruida. Lo que no contaba es que, al no ver a su hija, Julieta se volvió furiosa hacia su madre.

-¡Espero que ya estés contenta, mamá!- exclamó Julieta para sorpresa de todos. Bruno vio a su gentil hermana gritar a su madre con un enojo que él mismo compartía- ¡la pobre de Mirabel ha soportado tus desplantes durante los últimos diez años! Y lo único que ella quería era ayudar, ser útil como todos los demás para que te sientas orgullosa de ella. ¿Y sabes qué? Mi niña tiene razón: ¡la magia murió por tu culpa!-

Dicho eso, Julieta tomó la mano de Agustín y fue a la selva detrás de casita buscar a Mirabel.

x-x-x

Río fuera del Encanto

La mañana siguiente

Mirabel se había escabullido aprovechando la confusión y la oscuridad para salir del Encanto por la abertura de las montañas. En otras circunstancias habría estado emocionada, admirando el mundo fuera de su hogar, pero se sentía completamente derrotada y sin poder creer lo que había pasado.

"Fue mi culpa, fue mi culpa", pensó la adolescente con lágrimas en los ojos "la visión tenía razón, yo destruí la magia".

A unos pasos de la abertura en la montaña había un río, así que Mirabel se detuvo y sus piernas cedieron. Se dejó caer en una roca a la orilla y abrazó sus rodillas antes de romper en llanto.

Por su mente nunca pensó que el mundo exterior podía llegar a ser peligroso por las personas malas (después de todo su abuelo Pedro había muerto ahí) o por animales salvajes. Solo quería desaparecer, que se la tragara la tierra. No podía regresar a casa a enfrentar a sus padres, a tío Bruno, a sus hermanas, a sus primos…

Si tan solo se hubiera quedado callada nada hubiera pasado, como había hecho por diez años. Si solo hubiera bajado su cabeza y tragado su orgullo, nada hubiera pasado. Pero ahora toda su familia estaba sin hogar gracias a lo que había hecho ella.

La sola idea le causó una sensación de dolor en su pecho. Para cuando amaneció sus ojos le ardían de tanto llorar, pero no podía detenerse. Abrazó sus rodillas de nuevo pensando en la cara de decepción que seguramente tendría su mamá, su tío Bruno…

-No deberías quedarte ahí, preciosa…- dijo de pronto una voz a su lado.

Mirabel dio un respingo de sorpresa y levantó la mirada, de golpe cayendo en cuenta de lo peligroso que podía ser estar sola fuera del Encanto, poniendo sus manos frente a su pecho para defenderse.

Detrás suyo había dos hombres jóvenes llevando hachas y caminando entre los árboles hacia ella. A pesar de lo afligida que estaba por lo sucedido se puso de pie con rapidez pensando en huir pero tropezó al pisar la orilla de su falda y cayó de rodillas al suelo.

Uno de los dos muchachos hizo una mueca y se volvió para darle un zape a su compañero.

-Ay, Javier. ¿Tenías que hablarle así?¡Mira que la estás asustando!- dijo el muchacho que había dado el zape antes de acercarse a ella y ofrecerle la mano- perdona a mi amigo, solo se quiere hacer el gracioso. Pero tiene razón, no deberías quedarte aquí. Anoche sucedió algo extraño con esa montaña…-

-Juro que ayer por la mañana esa separación en la roca no estaba- dijo el hombre llamado Javier alzando la voz- ya ves porqué te dije que no deberías quedarte aquí, guapa… no me mires así, Pablo-

Mirabel solo miró la mano del muchacho sin atreverse a tomarla. No sabía si podía confiar en esas personas desconocidas, después de todo ellos eran de fuera del Encanto. El muchacho que le ofrecía la mano no se ofendió por su negativa y dio un paso atrás, levantando las manos para mostrarle las palmas.

-Está bien, no queríamos asustarte. ¿Hay algo en lo que podamos ayudarte? ¿Estás perdida?- preguntó el muchacho llamado Pablo. Mirabel sacudió la cabeza mientras el muchacho se ponía en cuclillas para mirarla- ¿te encuentras bien? Porque tienes los ojos rojos-

-Pfff… ¿a ti qué te importa porqué tiene los ojos rojos? Es su problema- dijo Javier rodando los ojos y dándole la espalda- me adelanto, no quiero quedarme a trabajar hasta tarde-

Al muchacho llamado Pablo no pareció importarle que su amigo se fuera, sino que sacó su hacha de su cinturón y la dejó en el suelo antes de sentarse a una buena distancia de Mirabel.

-No te asustes por lo que dijo Javier. Su mamá lo dejó caer de cabeza cuando era chico. Varias veces- dijo Pablo mirando hacia el río. Aquello le sacó una leve sonrisa a Mirabel que rápidamente se borró con lo que el muchacho agregó- ¿por qué se habrá separado la montaña? Eso sigue causándome curiosidad-

Pablo parecía querer hacerle plática, pero Mirabel se cubrió la cara con sus manos y reprimió un sollozo. Aquello hizo que el muchacho frunciera el entrecejo.

-Perdona que me entrometa pero… ¿estás herida?¿Alguien te hizo daño?- preguntó Pablo. Mirabel levantó la mirada hacia el muchacho sorprendida de que alguien, sobre todo un desconocido, se preocupara por ella.

-Yo… yo lo hice-

-¿Qué hiciste?-

-La montaña, fui yo la que la rompió- dijo ella haciendo un puchero.

-Eso es imposible, no parece que puedas levantar ni una arepa, menos mover una montaña- dijo Pablo.

Mirabel no podía explicarle cómo era su culpa porque había roto la magia, estaba demasiado avergonzada de ello. Sabía que su familia jamás la perdonaría y no quería que ese desconocido la juzgara también.

-No lo entenderías- dijo ella.

-Mmm…- dijo Pablo pensativo antes de rendirse- bien, si tú lo dices. ¿Te molesta si te hago compañía? Me llamo Pablo Enríquez-

-No… no me molesta- dijo ella quitándose las gafas para limpiarse los ojos con el dorso de su mano antes de volver a colocárselos- me… me llamo Mirabel-

-Mirabel- repitió Pablo sonriendo- es un lindo nombre-

La muchacha sentía sus mejillas calientes ante ese cumplido y se limitó a sonreír, sintiéndose un poco mejor en presencia de ese muchacho.

"No te emociones" pensó ella casi de inmediato "ni siquiera lo conoces, es de aquí afuera, no sabes si puedes confiar en él. Y recuerda lo que pasó con Rafael".

-No recuerdo haberte visto antes en Larán o en los alrededores del pueblo- dijo Pablo al ver que la joven se había quedado callada- ¿tienes mucho tiempo de haber llegado?-

-Yo…- dijo Mirabel dudosa. No sabía que responder al muchacho, así que respiró hondo y decidió comenzar con la verdad- yo vengo del otro lado de la montaña. Allá-

Estaba segura que Pablo debía pensar que era ridículo, que un pueblo no había podido existir del otro lado, pero en vez de contradecirla o burlarse de ella el muchacho se puso de pie y caminó a la abertura de las montañas, y casi cayó de espaldas al ver el Encanto.

-Woooow….- exclamó el muchacho llevándose una mano al cabello- ¿este hermoso lugar estuvo aquí todo el tiempo sin que nosotros lo viéramos? Parece… ¡parece un Encanto!-

-Lo es… lo era- dijo Mirabel bajando la mirada afligida.

Pablo se volvió hacia ella y regresó al río, esta vez sentándose a su lado. No dijo nada por un largo rato, solo se limitó a dejar que sus piernas colgaran de la roca a unos pocos centímetros del agua del río, como si tratara de procesar todo. Mirabel tomó un momento para mirarlo. Le parecía un muchacho común, no era feo pero tampoco apuesto como Rafael Valencia. Tenía la cara llena de pecas y cejas delgadas, una mata de cabellos oscuros alborotados algo despeinados y atados en una coleta baja. Llevaba puesta una camisa bien limpia y planchada a pesar de que iba a trabajar seguramente como leñador.

-Mirabel- dijo Pablo después de un rato- llevo literalmente unos minutos de conocerte, pero estoy seguro de que no pudiste hacer nada lo bastante malo para que estés afligida por ello. Mi intuición me dice que te estás culpando por algo sobre lo que no tenías ningún control-

Esos sonaba a algo que su tío Bruno diría. Aquello inmediatamente la relajó y finalmente le sonrió.

-Gracias- dijo ella.

Pablo estuvo a punto de decir algo cuando se escuchó un ruido en la distancia que Mirabel distinguió como el galopar de caballos. No tuvo tiempo de pensar en qué significaba eso cuando el muchacho se levantó de un salto, la tomó de la mano para hacerla ponerse de pie también y la arrastró para que se escondiera con él en unos arbustos.

-¿Pero qué…?-

-Shhh- dijo Pablo con una expresión seria- pase lo que pase no hagas ningún ruido, no sabes lo peligroso que pueden ser estos hombres…-

Mirabel sintió un vuelco. ¿Eran el mismo tipo de personas que habían matado a su abuelo hacía cincuenta años? No hizo preguntas y se limitó a quedarse encogida detrás de los arbustos junto a Pablo.

Unos momentos después de que se escondieron vieron a un grupo de cuatro caballos pasar del otro lado del río, cuyos jinetes iban fuertemente armados con rifles, sabes y cuchillos, y parecían estar buscando algo. Escuchó a Pablo decir algo entre dientes, pero no lo entendió.

-¿Estás seguro de lo que escuchaste?- dijo uno de los hombres que iban a caballo- yo creo que fue tu imaginación…-

-¡Estoy seguro! Escuché la voz de una muchacha que estaba llorando, y estaba hablando con alguien más- dijo otro de ellos, provocando un escalofrío a Mirabel. ¿La habían escuchado?

-Ah, en ese caso yo tengo algo aquí justo para animarla. Podemos "liberarla" del tonto que la hizo llorar- dijo un tercero poniendo su mano repetidamente en su entrepierna, provocando risotadas en los otros tres.

Mirabel comenzó a temblar al escuchar eso. ¿Quiénes eran esas horribles personas? Una parte de ella recordó lo que Sergio estuvo a punto de hacerle, y tuvo una horrible sensación. Se volvió hacia Pablo detrás de ella y lo vio hacer una mueca. Él parecía saber exactamente quienes eran esas personas y qué estaban buscando.

Aún estaba mirando hacia los hombres del otro lado del río cuando Mirabel sintió como si algo comenzara a caminar sobre su brazo izquierdo. Se volvió de golpe en esa dirección y vio con horror a una tarántula en su antebrazo. Su aracnofobia le causó otro escalofrío hasta la raíz del cabello y tomó aire a punto de gritar, levantarse y sacudirse al arácnido cuando Pablo vio lo que estaba a punto de hacer, el muchacho la atrapó por la espalda, haciéndola caer de bruces al suelo y cubriendo su boca con una de sus manos, obligándola a quedarse escondida .

La muchacha luchó contra él. ¿Qué no veía que tenía una tarántula en su brazo? Pero Pablo siguió abrazándola con firmeza contra sí mismo sin dejar de cubrir su boca y sin dejar de tratar de que evitar que se moviera.

-Hey, esperen. ¿Escucharon eso?- dijo uno de los hombres.

-¿Qué cosa?-

-Me pareció escuchar algo por allá…-

Hubo un momento de silencio que Pablo utilizó para quitarle la araña del brazo, haciéndola subir a su mano con cuidado y colocándola de regreso en el tronco de un árbol. Mirabel no se relajó, la sensación del muchacho sobre ella y cubriendo su boca con una de sus manos la puso ansiosa y estaba a punto de tener un ataque de pánico. Le recordaba la última vez que estuvo en esa situación, el horrible Sergio tratando de rasgar sus ropas y evitando que gritara…

-Pfff… es solo tu imaginación, idiota- dijo el primer hombre en hablar con una expresión fastidiada, haciendo que su caballo girara hacia el sitio por donde habían- quizá van hacia Larán. Vamos, quizá podemos interceptarlos antes de que lleguen-

Los hombres hicieron que los caballos se dieran la vuelta y galoparan alejándose de ahí. Por fin Pablo se relajó y soltó a Mirabel, ayudándola a incorporarse.

-Lo siento, lo siento mucho, no quería asustarte- dijo el muchacho alejándose un poco de ella para darle espacio- no… no podía dejar que te vieran… no puede volver a pasar…-

Mirabel tardó unos minutos en que su respiración regresara a la normalidad. La sensación de terror de cuando Sergio había saltado sobre ella y había cubierto su boca para que no pudiera pedir ayuda había regresado a su mente durante todo el tiempo que Pablo trató de evitar que los hombres la vieran, aunque sabía que no había sido por la misma razón, sino que el último quería salvarla.

-¿Qué cosa no puede volver a pasar?- dijo Mirabel cuando por fin se tranquilizó, habiendo escuchado lo que dijo el muchacho- ¿cómo sabes quienes son esas personas?-

-Digamos que no es la primera vez que los encuentro- dijo Pablo bajando los ojos- yo… perdí a alguien por… por no haber podido defenderla de ellos-

Ahora más tranquila, Mirabel le pareció que sonaba… como ella hacía un momento, culpándose por algo. Puso una mano sobre el hombro del muchacho.

-Yo también acabo de conocerte hace unos minutos, pero estoy segura de que no hiciste nada malo- dijo Mirabel forzando una sonrisa- gracias por salvarme-

Pablo se volvió hacia ella con una sonrisa triste.

-Mirabel, yo…- comenzó a decir, pero un caballo llevando a un jinete apareció justo detrás de la muchacha. Con un movimiento rápido, Pablo tomó su hacha del suelo y empujó a Mirabel detrás de él.

-¡Sabía que te había escuchado por aquí!- dijo una voz que hizo que el corazón de Mirabel diera un salto.

-¡No te la vas a llevar, así que será mejor que te vayas!- dijo el muchacho, sus manos temblando mientras detenía el hacha, pero Mirabel puso una mano sobre el hombro de él para tranquilizarlo.

-Está bien, Pablo- dijo ella mientras veía a su tío Bruno bajar del caballo y correr hacia ella, abrazándola aliviada.

-Mariposita, ¿dónde habías estado? Te hemos buscado por todos lados desde anoche- dijo Bruno dándole un fuerte apretón y derramando lágrimas de alivio. El olor a arena de su ruana la hizo sentirse más relajada de lo que se había sentido desde la noche anterior- no sé que habríamos hecho si no te encontrábamos-

-Estoy bien, tío. No quise preocuparte- dijo Mirabel.

-¿Pero qué estoy haciendo? Tenemos que regresar a casa- dijo Bruno- tus padres están muertos de preocupación, igual que el resto de la familia-

-Sí, claro…- dijo Mirabel incrédula- no mientas. Estoy segura de que no me quieren ver, sobre todo después de lo que hice-

Bruno dejó escapar un gruñido, como si no quisiera tener esa discusión ahí fuera del Encanto.

-Vamos a casa, ya lo verás por ti misma- dijo él.

Mirabel asintió resignada y se volvió a Pablo, quien le ofreció su mano con una sonrisa llena de calidez.

-Me dio gusto conocerte, Mirabel- dijo el muchacho mientras que la adolescente tomaba su mano- si llegas a visitar Larán, no te olvides de pasar a saludarme-

-Mmm… igual tú si visitas… mi casa- dijo Mirabel con una sonrisa apenada.

Pablo amplió su sonrisa y tomó su hacha, poniéndola en su cinturón para dirigirse hacia donde Javier había desaparecido. Mientras se alejaba, Bruno ayudó a su sobrina a subir al caballo con ella.

-¿Me vas a decir quién era ese muchacho?- dijo su tío con una sonrisa traviesa cuando entraron al Encanto por la abertura en las montañas. No había pasado desapercibido que había defendido a Mirabel pensando que él tenía malas intenciones.

-Ugh, no empieces, tío- dijo Mirabel rodando los ojos- ya te había dicho que eso no iba a pasar-

Bruno canturreó con una sonrisa e hizo que el caballo comenzara a galopar con dirección a las ruinas de casita, y Mirabel se preparó psicológicamente para lo que le esperaba.

x-x-x

Al mismo tiempo

Bruno se sentía más aliviado de lo que podía describir al tener a Mirabel sana y salva de regreso a casa.

La familia Madrigal había pasado la peor noche de toda su existencia (después de la noche en la que Pedro fue asesinado) y no por haber perdido su hogar, sino al darse cuenta de que Mirabel había desaparecido sin dejar rastro después del derrumbe de casita.

Todos en la familia y el resto de los habitantes (salvo contadas excepciones) se habían organizado para buscarla en todo el pueblo y en la selva a sus alrededores. Bruno había buscado en casa de los Treviño (pensando en que Sergio le había hecho algo), en el puente donde una vez estuvo a punto de morir, y el todo sitio que se le ocurrió, hasta que por fin prestó atención a la abertura en la montaña y se dirigió a ese sitio con su caballo.

Buscó a Mirabel alrededor de la abertura y la encontró con otro muchacho a la orilla de un río. No sabía de dónde había salido el leñador, pero le dio buena espina al verlo saltar a defenderla creyendo que Bruno le haría daño.

Ahora que estaban camino a donde una vez estuvo casita todo estaba bien. Cierto, no tenían casa y tenían cientos de problemas dentro de la familia, pero su sobrina estaba sana y salva, eso era lo único que importaba.

Cuando llegaron al sitio donde antes había estado casita, Julieta corrió hacia ellos y bajó a Mirabel del caballo antes de abrazarla como si fuera a desaparecer para siempre. La adolescente la abrazó de regreso, también aliviada de que la aceptaran aún después de lo que pasó. Después Agustín, Camilo (quien Bruno pudo ver que lloraba de alivio), y el resto de la familia. Luisa e Isabela también lloraron aliviadas de que su hermana estuviera sana y salva.

Al final, la abuela se acercó también.

-Ay Mirabel, menos mal que estaba a salvo- dijo ella.

-No gracias a ti- siseó Julieta sin soltar a su hija. Mirabel se volvió sorprendida a su madre- ¡mi niña se culpó a sí misma por las cosas horribles que le dijiste! ¡La casa casi la aplasta para intentar salvar un milagro que tú apreciabas más que a ella!-

-Julieta…- dijo Alma asustada de ver que no solo su hija, sino el resto de la familia parecía molesta con ella- por supuesto que me retracto de lo que dije, nada fue culpa de Mirabel-

Por su parte, Bruno respiró aliviado de que su madre no culpara a su sobrina por lo que había pasado. Puso una mano en el hombro de su hermana para que no dijera algo de lo que se arrepintiera después, mientras Agustín ponía una mano en el otro hombro de su esposa.

-Está bien, Juli- dijo Bruno- tenemos que agradecer que Mirabel está sana y salva con nosotros-

Alma estaba cabizbaja, y respiró hondo antes de dirigirse a su nieta.

-Mirabel, ¿me puedes acompañar un momento?- dijo.

Julieta apretó el abrazo a su hija y Bruno iba a objetar, pero Mirabel lo aceptó y, con un beso en la mejilla a su mamá, se soltó de ella y las dos mujeres se separaron un momento del resto de la familia por un largo rato.

-Lo siento mucho, Mirabel- Bruno alcanzó a escucharla decir desde el inicio- no solo por lo que dije anoche, sino por todo. Me dejé llevar por la visión de Bruno como todo el mundo. ¡Y todo el daño que te hice! Ay mi niña, ¿cómo pude ser tan horrible contigo todos estos años? No merezco tu perdón, ni el de tus padres-

Ambas mujeres regresaron un largo con lágrimas en los ojos, pero al final ambas se dieron un abrazo. Mirabel corrió de regreso a su tío y lo abrazó, aunque Alma permanecía a un lado, un poco alejada del resto de la familia.

-Ya está todo bien, tío- dijo Mirabel con una sonrisa radiante- gracias…-

Bruno la abrazó también. Llevaba diez años esperando a que Alma se reconciliara con su nieta menor, y finalmente había sucedido. Una parte de él se preguntaba si había sido tan malo que se perdiera la magia. Claro, iba a extrañar a casita, pero al menos nadie apreciaría la magia más que la vida de Mirabel.

Levantó la mirada. Julieta no parecía que iba a ser tan generosa como su hija, pero comenzó a encargarse de ver que todos estuvieran bien. El resto de la familia tampoco estaba muy feliz con Alma, habiendo por fin visto lo cruel que había sido con Mirabel y Bruno.

x-x-x

CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Alma por fin se disculpó con Mirabel por todo lo que hizo en el pasado, y Mirabel fue generosa al perdonarla, no porque lo merezca sino porque solo quería estar en paz con su familia, aunque Julieta no está dispuesta a perdonar a Alma por mucho tiempo. Muchas gracias por seguir leyendo. Abrazos.

Abby L.