La nueva profecía.

Abrió los ojos. Estaba amaneciendo y pronto el campamento comenzaría a proceder con sus actividades habituales. Había estado estudiando hasta bien entrada la noche, así que notaba cierto cansancio, pero aquella era su hora de despertarse habitualmente. Se desperezó, estirando la espalda para descontacturarla después de toda la noche en la misma postura, luego se incorporó quedando sentada en la cama. Ya tenía diecinueve años.

Miró su mano, seguía teniendo esa cicatriz de hace un par de años; desde la parte distal del tercer metacarpiano cruzando por mitad de la muñeca y adentrándose en el antebrazo. Como le había dicho Will la mano la había recuperado sin secuelas, incluso podía disparar flechas igual que antes y, ya sin molestias. La cicatriz seguía ahí, casi como el primer día después que le quitasen los vendajes. En un principio había pensado que con el tiempo se iría, pero no creía que se fuese a dar de forma temprana. Se había acostumbrado a tenerla. En clase, a los compañeros de carrera que le habían preguntado les había dicho que había sido en un accidente con la bicicleta.

Cogió el collar de cuero con cuentas que había dejado sobre la mesilla de noche, se la solía quitar para dormir. Examinó las cuentas, siete en total: un trieme en llamas, un centauro con un traje de graduación, un tridente, un vellocino, el laberinto, el Empire State y la Athena Partenos. Resumían parte de lo que había sido su vida en el campamento. Suspiró. Se colocó el collar de cuentas antes de vestirse con la ropa adecuada para mantener un entrenamiento habitual. Dio una mirada al D-terminal, estaba junto al D3. No había vuelto a tocar su dispositivo digital desde que había llegado a Nueva York. Tenía sus dudas, nunca desde que lo había dejado en aquel cajón de su mesilla había dudado entre dejarlo ahí adentro o cogerlo. Sin embargo lo cogió y se lo guardó en el bolsillo del pantalon. Desde que había conocido a los digimon había aprendido a escuchar a su instinto, y este le gritaba que llevase eso encima.

El día fué más o menos habitual: estuvo en la huerta tratando las plantas y enseñando a tratarlas, entrenó con Clarisse tanto lucha cuerpo a cuerpo como con la espada, practico junto con los de Apolo el tiro con arco, y estuvo con Leo en el Bunker nueve mientras ampliava las capacidades del ordenador portátil que había comenzado a construir el verano anterior. Ahora estaba en el periodo de prueba, y por ahora, funcionaba bastante bien. Tan sólo había dos ordenadores en el campamento, el de Quiron y el de Leo. Annabeth había perdido el suyo cuando había caido al tártaro, y aunque tenía copias de seguridad de todos los programas, no había encontrado ningun portatil que pudiese suplir las capacidades del perdido.

Fue por la noche, cuando todos estaban en la hogera del anfiteatro cuando sucedió algo extraño, algo completamente inesperado. Estaban disfrutando de espectáculos preparados por algunas de las cabañas cuando Rachel, la oraculo, se levantó y camino hacia ella. La miró a los ojos y dijo unas palabras en una voz que parecía tres veces ampliaca.

Sombra, Mar y Forja a la Luz acompañan

Entre datos corporeos encontrarán su camino

A los siete primeros, el octavo y compañia se unirán

para los mundos salvar o a colisionar condenar

Era una profecía, había recibido una profecía por parte del oráculo. Una profecía directamente relacionada con ella, el digimundo y el mundo real. No lo sabía con certeza, pero comprendía las palabras de la misma. Una amenaza había en el digimundo y semidioses debían trabajar con los niños elegidos. Inconscientemente posó la mano sobre el dispositivo digital, notando como se le aceleraba ligeramente el pulso. ¿Habría pasado ya algo o era un aviso?, Ken le solía contar lo que iba pasando, y no le había mencionado nada. Miró al resto de semidioses, que se le habían quedado mirando en silencio; excepto Leo, que estaba a su lado murmurando algo de recibir un correo electrónico de ninguna parte. En otras circunstancias le habría preguntado al respecto.

— Esta claro que hay que hacer una búsqueda. ¿Como sino habría una profecía? — Dijo Annabeth —. Yo puedo ser la líder de la misma.

— No puedes. La profecía no se refiere a ti — Se impuso Kari.

— ¿Y a quien se refiere?¿A ti? — Se burló —. Tu que no has salido del campamento y que nunca has ido de búsqueda.

— Estuvo en la batalla de Manhattan donde había centenares de monstruos, y luego defendiendo el campamento hace unos meses — Le espetó Clarisse.

— Es para Kari. Al sentirla he tenido la sensación que debía decírsela a ella — Intervino Rachel.

— Hikari liderará la búsqueda — Sentenció Quiron — Ahora hay que saber quienes irán con ella.

— Habla de los siete primeros, tal vez sea los siete de la profecía — Propuso un campista de la cabaña de Apolo.

— No creo que se refiera a ellos — Revelo Kari. — Habla de los siete niños elegidos.

— ¿Que? — Inquirieron varios.

— Unos niños normales y corrientes poseedores de cualidades que los hicieron dignos de salvar el mundo digital y este mismo mundo — Respondió Kari. — Son de Japón.

— Eso es una estupidez — Dijo Annabeth. — ¿Siete niños que salvaron en mundo? Nosotros salvamos el mundo, nadie más.

Kari ignoró por completo lo que decía, no iba a entrar en sus provocaciones. Prefería pensar en la profecía. Mientras pudiese.

— Existen dos mundos. Este y un mundo creado por los datos donde estos han tomado sustancia y pueden interactuar entre ellos y su medio; como si fueran seres vivos. Al tener cuerpo e inteligencia, de alguna manera desarrollan una especie de creencias sobre el bien y el mal. Estos seres se hacían llamar Digimons — Comenzó a explicar. —Hace once años, un grupo de Digimons malvados trató de conquistar el mundo usando el poder de las tinieblas, lo que creo una distorsión que empezó a afectar a este mundo. El uno de agosto de mil novecientos noventa y nueve, siete niños fueron llamados a defender ese mundo junto a siete digimons. Con el tiempo, las fuerzas de la oscuridad se hicieron más poderosas, por lo que necesitaron la ayuda de un octavo niño. Lograron vencer, pero para liberar a los cuatro guardianes del digimundo tuvieron que sacrificar una gran parte de su poder.

— ¿Su poder? —. Inquirió Leo, quien había dejado el ordenador a un lado. Kari no sabía cuanto había escuchado.

— Valor, Amistad, Amor, Conocimiento, Sinceridad, Inocencia, Esperanza y Luz.

— Patrañas —. Murmuró Annabeth en un tono de voz bastante audible.

— ¿Quiere eso decir que tu tienes una forma de entrar a ese mundo, Kari? —Preguntó Percy. — Está claro por la profecía que tu eres una de ellos.

— El Octavo. El poseedor del emblema de la luz — Respondió sacando del bolsillo su dispositivo digital. —Puede abrirse la puerta a ese mundo con esto. Pero solo los que tengan uno pueden acceder, a menos que los lleve alguien.

— Eso solo son tonterías — Protestó Annabeth — ¿Pretendas que creamos que existe un mundo lleno de criaturas que nadie conoce y que sólo tu puedes acceder con esa cosa que tienes en la mano?

— Yo la creo — Dijo Nico con una voz fría que hizo sobresaltarse a más de uno. —Sombra, Mar y Forja a la luz acompañan — Citó. — Creo que de los aquí presentes, yo soy la Sombra. y si seguimos con ese razonamiento el mar hace referencia a un hijo de Poseidon y la forja de hefesto.

— Yo quiero ir — Dijo Leo distraído tratando de hacer funcionar su Portátil. — ¿Qué le pasa a esto? No tienen ninguna avería ni ningún cable del circuito mal ajustado, puede que...

— ¡Percy no tiene porqué ir! — Gritó Annabeth — Ya es hora que lo dejen un poco en paz, siempre mandándolo a misiones lo quiera o no. Que se busque a otro —Fulminó a Kari con la mirada.

Kari no dijo nada. Ella no había propuesto a Percy, sino Clarisse. Reconocía que era la opción más lógica, aunque no la única. Estaban también Tyson y Franck. Tyason trabajaba en las forjas la mayor parte del tiempo. Franck era el pretor de nueva roma, y si ya había tenido problemas por haber partido de "tour" por el mar mediterráneo, no quería ni imaginar si tuviese que ir a un mundo del que ningún semidiós sabía nada. Dirigió la mirada a Percy, no sabía porque pero intuía que tenía relación con esa profecía. Luego dirigió la mirada ceñuda hacia Annabeth, nunca le había caído bien, sobretodo porque nunca la había tratado bien; pero esa forma que tenía de decir lo que podía o no podía hacer Percy. Sonrió de forma sarcástica.

— Eh, Chase. ¿Cuanto falta para que le exijas a Percy permiso hasta para ir al baño?

Se escucharon algunas risas por el anfiteatro. Kari sabía que no debía haber dicho eso, que tendría que haber seguido ignorándola. Pero la había sacado de quicio. No le gustaba la gente que actuaba como si los otros fueran de su propiedad. Era una especie de alienación. No pensaba que fuese el caso de esos dos pero podría terminar por llegar a serlo. Captó en la mirada de Annabeth las ganas de hacerle morder el polvo.

— No podemos desaprovechar al mejor campista en una absurda misión liderada por una inútil.

Repentinamente el dispositivo digital se iluminó, comenzando a brillar. La puerta se abrió en el monitor del portátil de Leo salieron tres luces: una anaranjada que se dirigió al propio leo, una violeta que se dirigió hacia Nico y una color azul-verdoso que se dirigió hacia Percy. Todo el campamento quedo desconcertado. Cuando las luces desaparecieron, aquellos a las que se había dirigido tenían un dispositivo digital en la mano.

— ¡No! — Exclamó Annabeth. — ¡Debe ser un truco!

— No es ningún truco — Dijo Quiron completamente serio. — Esto lo aclara todo. Percy, Nico y Leo irán con Hikari —Tras decir aquellas palabras a todo el anfiteatro centró su mirada en Kari —. Si hay algo sobre ese mundo y tu experiencia en él que sea relevante, deberías confiárselo a tus compañeros.

— Lo haré.

— Pero Percy no... — Intentó objetar Annabeth.

—¡Basta Annabeth! — Dijo al fin el hijo de Poseidon. — Iré. No me pasará nada, no tienes de qué preocuparte.

— ¡Ella nunca a liderado una misión!

— La primera misión para todos siempre es la primera. Todos tienen que tener la oportunidad de dirigir una misión — Le dijo Percy a su novia con una sonrisa.

A la mañana siguiente, apenas amaneció los cuatro se reunieron en el Bunker siete. Kari pasó unas tres o cuatro horas contándoles todo lo que sucedió, lo más relevante de las aventuras que habían tenido en aquel lugar. No iba a entrar detalles. No cuando sabía que esos dispositivos y esas profecías suponían una llamada. Consideraba que debían conocer esos detalles.

— Entonces a parte de los dispositivos y las armas, ¿que nos llevamos? — Inquirió Percy.

— Will me preparó anoche una bolsa con un botiquín completo de primeros auxilios. A parte de vendas y otras cosas, incluye Nectar y Ambrosia — Comunicó Nico.

—Yo cogería dinero, tanto mortal como dracmas — Mencionó, ya había tenido un encontronazo con Digitamamon y no quería otro. Prefería tener con qué pagar su cuenta, aunque antes le preguntaría cual era la moneda de cambio — He ido ahorrando a lo largo de estos años.

— ¿Como?

— Vendiendo apuntes y trabajando a tiempo parcial en la cafetería de la universidad. Pero ese no es el caso — Respondió con una sonrisa. — También llevaremos algo de ropa. Un par de pantalones cuatro camisetas y algo de abrigo ligero. Desconocemos el clima con el que nos podemos topar.

— Yo no tengo problema — Dijo Leo conjurando una bola de fuego y poniéndose a jugar con ella — ¿Puedo llevarme las esferas de Arquímedes?

— Si vas a poder cargar con ella, si — Su amigo seguía estudiando esas esferas, cuando no estaba con el portátil o con otros quehaceres del campamento — También te recomiendo que lleves tu portátil. Puede sernos de utilidad.

— ¿Y entonces como entraremos al digimundo? — Preguntó Percy. —Has dicho que la puerta suele abrirse en los ordenadores.

— Usaremos el que tienen en la dirección de la casa grande y nos llevaremos el de Leo con nosotros — Dijo Nico mirando a Kari con una sonrisa de orgullo — Bien de armas tenemos el arco con las flechas, las esferas y el fuego de Leo, la espada de Percy y la mía.

— ¿Nuestras habilidades de semidiós funcionarán allí? — Preguntó Leo.

— Lo harán — Afirmó Kari. — Vamos a hacer las maletas. De lo que hemos mencionado llevad aquello que podáis meter en una bolsa o portar junto a nosotros. Nos vemos en media hora en la casa grande.

Kari corrió hacia su cabaña, cambiándose de ropa. Se puso unos pantalones azul oscuro, la típica camiseta del campamento y por encima una chaqueta de chándal negra con detalles rosas en las mangas y en el cuello. En la mochila guardo una camiseta del campamento Jupiter, Jason había traído para todos en una visita que había hecho y de paso, se había llevado para todos los campistas de su campamento; la otra camiseta, era verde, del color del bosque, al igual que su mochila. También guardo unos pantalones negros y una manta. Sus compañeras de cabaña le pasaron una bolsa con algo de comida para los cuatro.

Se hecho la mochila a la espalda, se aseguró que su arco estaba en buenas condiciones antes de cogerlo, también que el carjaj estaba lleno de flechas. Por si acaso se ajustó a la cintura un cuchillo largo, junto al dispositivo digital. El arco quedaba disimulado en un anillo en su dedo cordal de la mano izquierda, más que nada para cuando fuese entre mortales. El carjaj, podía convertirse en un reloj que portaba en su muñeca derecha. Así le quedaba la espalda libre para llevar la mochila. Estaba a punto de irse cuando vio el D-Terminal. Antes de poder dudar ya estaba enviando un mensaje a Ken.

Tres nuevos dispositivos han salido de un ordenador. Hay una profecía de mi mundo que me involucra a mi y al mundo digital. Parto hacia el digimundo, no sé que está sucediendo pero sé que está sucediendo algo. Te mantendré informado.

Kari.

Con todo listo se reunió con Nico, Percy y Leo en la entrada de la casa grande. Ignoraba lo que llevaban en sus mochilas, pero parecía que estaban listos y dispuestos. Mientras espero a que llegasen ellos tres puso al tanto a Quiron de lo que iban a hacer y como. Todo con tal que les permitiese acceder a aquel ordenador. Normalmente no usaban tecnología, dado que podía atraer a los monstruos. En ese caso, era necesario.

Percy iba vestido con unos baqueros azules y la camiseta del campamento mestizo. Leo iba con una camiseta roja, pantalones claros y chaqueta de camuflaje. Nico, completamente de negro. Los miró interrogantes unos segundos antes de partir, asegurarse que estaban decididos. Mientras tanto guardaba su D-terminal en el bolsillo lateral de su mochila.

— ¿Lo tenéis todo? — Preguntó Quirón.

— Si — Asintieron los cuatro.

— Entonces adelante — Los dejó solos en la habitación, en aquel despacho.

— Apuntad con el dispositivo hacia el monitor — Les indicó. Ella sacó el suyo y apunto hacia el monitor. Había dejado que su instinto la guiase al seleccionar el lugar de apertura de la puerta. Isla File. — Puerta digital. ¡Ábrete!